Simbolismo del Templo cristiano
De Enciclopedia Católica
La Iglesia (espiritual) se divide en Triunfante, Paciente y Militante. La Iglesia Triunfante es la hermosa congregación de hombres, y Ángeles que están en la Gloria. La Paciente es la congregación de las almas que padecen en el Purgatorio. La Militante esta conformada por todos aquellos que confesamos la Fe, y el Evangelio de Cristo Señor Nuestro, Cabeza de toda la Iglesia, y el Sumo Pontífice Romano por Vicario universal de toda ella.
La Iglesia material es aquella, que llamamos Metropolitana, Catedral o Episcopal, que es la principal, a las que llamamos Matriz. Hay otra que llamamos Parroquial o Bautismal; es el lugar donde el pueblo asiste por vecindad o cercanía Se dice parroquial porque en ella todos los parroquianos concurrían y concurren todos los Domingos y en las demás fiestas a oír Misa, a orar, a asistir a los oficios divinos. Quienes viven en el territorio parroquial contribuyen con sus Iglesias Parroquiales con donaciones, limosnas y oblaciones ofrecidas al Párroco o Vicario, por las que está obligado a administrar Sacramentos y orar por el Pueblo. Hay otros lugares donde se ora y se hacen sacrificios a la Majestad de Cristo Nuestro Señor, conocidos comúnmente como Oratorios. Si bien es cierto en un principio, en la época primitiva de la Iglesia, hubo bastantes oposiciones para permitirlos, la benignidad de los papas autorizó paulatinamente su colocación en casas particulares por las necesidades y largas enfermedades de sus fieles, y en algunos lugares este privilegio tuvo por origen la férrea defensa de la Santa Iglesia Católica y Apostólica Romana. También hay Basílicas, donde antiguamente se conservaban las reliquias de los Santos, que un principio estuvieron enterradas en las Sagradas Criptas o Catacumbas, las que después se trasladaron a los Templos.
Parte exterior
Los templos e Iglesias son símbolo o figura del cuerpo humano, y así como en el cuerpo humano se representa una maravilla de su Creador; en la Iglesia cada parte representa un prodigio, porque no hay cosa alguna en ella, en la que no se incluya un profundísimo misterio. El Altar Mayor es la cabeza, los dos colaterales (se entiende en los altares barrocos) son sus brazos y manos; lo restante de la Iglesia es el cuerpo. Y así como este se compone de cuatro partes, la iglesia consta de las cuatro dimensiones que son, longitud, latitud y altitud y profundidad. En estas dimensiones están simbolizadas las cuatro Virtudes Cardinales: Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza; y aquellas que tanto estima la Majestad de Dios: Paciencia, Caridad, Esperanza y Humildad. De todas estas virtudes estaba adornada aquella brillante medida de oro con la que el Ángel media la Jerusalén celestial, que vio San Juan en el Apocalipsis. Las Iglesias se edifican al modo de una Nave, siendo más largas que anchas, porque así lo mandó San Clemente en su “Constituciones”, por haber sido ordenado así por los Apóstoles. En la forma de nave está simbolizada, dice San Mateo, la caridad. Ésta se extiende, se dilata y esparce hasta amar y recoger a los enemigos. En el medio de ella asistían los Sacerdotes, manifestando en esto los peligros, los vientos y tempestades que cercan, acometen a todos los cristianos, que navegamos en ella, y para defendernos de tanto enemigo asistían unidos en la popa, que es donde preside, manda y ordena nuestro capitán y Padre San PedroCuando se edificaba una iglesia, lo primero que se diseñaba era la puerta, porque en ella estaba simbolizado el mismo Cristo, tal como Él mismo lo dice: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Yo soy el Pastor, y me conocen mis ovejas, y yo las conozco. Uno es mi redil y uno es mi rebaño. Nadie se salvará si no entrare por esta puerta”, en la cual está simbolizado el Bautismo. San Agustín le llama puerta. El Real Profeta David dice: esta es la puerta del Señor, sólo los justos entrarán por ella, (esto es) por el mismo Jesucristo. En la puerta está simbolizada la obediencia de los Mandamientos, que son la puerta de la vida eterna. Era costumbre, en la antigua Iglesia Romana, como se hizo desde los primitivos Padres, fundar las Iglesias, si había comodidad, mirando hacia Oriente; esto es, que la Cabeza, que es el Altar Mayor mirara hacia la puerta oriental. Santo Tomás de Aquino dice que se debe mirar hacia el Oriente por la Divinidad, que está simbolizada en él; allí plantó Dios el Paraíso terrenal para nuestros primeros Padres: Cristo Nuestro Señor padeció, mirando a la parte del Oriente. El papa Virgilio mandó que todos los Sacerdotes celebraran la Misa, y los Divinos Oficios mirando al Oriente; y Cristo Nuestro Bien es la luz eterna del Padre, y el verdadero Oriente, como cantó Zacarías y afirma Lucas. Se puede encontrar figuras de esta verdad en el Antiguo Testamento. Los Levitas, los Cantores y Sacerdotes al poner el Arca en el Templo de Salomón, la colocaron hacia el Oriente, y comenzaron sus cánticos hacia la parte oriental; y de aquí Nuestra Madre la Iglesia tomó su origen y principio de mirar hacia el Oriente. El Profeta Ezequiel dice: que a los veinticinco años del cautiverio del Pueblo de Israel fue arrebatado por el Señor y que le mostró un monte muy alto, sobre el que había una ciudad, que entrando en ella, en uno de sus edificios, vio un mancebo a la puerta, que era Hijo de Dios, y después de haberle mostrado todas las partes del edificio, le llevó y guió a la puerta, que miraba hacia el Oriente, por donde entraba la gloria del Dios de Israel. Del Oriente vendrá Cristo Nuestro Señor a juzgar nuestros pecados el día del Juicio.
En el suelo de la iglesia está simbolizada la virtud de la humildad. Dijo del Rey David: se juntó (esto es, el Señor) al pavimento de mi alma. Se entienden también los pobres de espíritu, y los que desprecian al mundo, que son los herederos del Reino del Señor. También se simbolizan los que trabajan para manutención de los templos, sus ministros y todos los fieles, que tienen el encargo de su aseo, que barren, quitan el polvo de los altares, adornan las paredes, etc., porque todos estos son el suelo de la Iglesia, por su humildad, devoción, amor y celo.
En las paredes y columnas que sustentan y construyen el templo, están simbolizados los Apóstoles. Evangelistas y Doctores, columnas firmísimas y constantes paredes de la Iglesia, que es el templo de Dios, y la Casa de la Sabiduría. San Juan en el Apocalipsis del Señor dice que vio la Ciudad Santa de Jerusalén, que tenía doce fundamentos, que eran los doce Apóstoles del Cordero de Cristo. San Pablo dice que esta Iglesia Militante está edificada sobre el mismo fundamento de los Apóstoles y Profetas. También se simboliza el hermoso ejército de los innumerables Mártires y Campeones de nuestra Fe, los que con su sangre rociaron, fecundaron y fortalecieron la Iglesia.
El techo, o bóveda del templo simboliza la virtud de la caridad, porque así coo el techo cubre todo el edificio, así, la caridad todo lo oculta y lo encubre. En los proverbios se dice que la caridad encubre toda la muchedumbre de pecados. Lo mismo dice San Pedro. San Pablo la considera como la mayor de todas las virtudes; ésta abre la puerta del Cielo; es la virtud que más estima Dios, y es el primer precepto de su Ley.
Los clavos, hierros, maderas y vigas que arman y unen el edificio de la Iglesia material simbolizan los Confesores, Predicadores y Sirvientes de la Iglesia, porque éstos con su unión, celo y caridad conservan el edificio de la Iglesia espiritual. Los religiosos y varones virtuosos son estas vigas de la Iglesia, porque con su ejemplar y penitente vida la sustentan y conservan. Durando dice que la arquitectura y hermosura exterior simbolizan los Predicadores, porque con su doctrina y enseñanza ilustran, adornan y hermosean la Iglesia.
Las ventanas que tienen las Iglesias denotan los sentidos del hombre, porque así como las ventanas son anchas por la parte de adentro, y adornadas; y por la parte de afuera recogidas, para librar el templo de las tempestades y aguas; así los sentidos en el hombre cristiano han de ser anchos y dilatados en la parte interior para adornarle y hermosearle con más libertad en las cosas espirituales; recogidos en la parte exterior, como símbolo de honestidad y decencia. El estar guarnecidas de vidrios, o cristales, redes y rejas, es símbolo de la Sagrada Escritura, porque así como éstos sirven para repeler las lluvias y tempestades y dan lugar para que entre la luz en la Iglesia, así, la Escritura Sagrada prohibe los vientos y tempestades de lo nocivo, pecaminoso y herético para que sigamos al verdadero Sol de Justicia, Cristo, como señala el Evangelista San Juan.
La torre que tienen las Iglesias simbolizan los Prelados y Predicadores, porque son la torre que defiende la Iglesia militante con su celo y doctrina, y se hace la misma Iglesia torre inexpugnable por su constancia y fortaleza. El capitel de la torre representa la vida, y el entendimiento del Prelado, porque esta ha de ser irreprensible, dice san Pablo escribiendo a Timoteo. Sobre todo esta la cruz, la que denota ser casa y palacio de Cristo, casa de oración, casa de contemplación y atalaya donde tenemos que mirar y parar. La veleta, que tiene forma de banderilla y que se vuelve a todos los aires, y está debajo de la cruz, nos da a entender que en todo aire, próspero o adverso, hemos de tener la cruz sobre nosotros, que es la señal del verdadero cristiano.
Parte interior
Cada Iglesia tiene una sacristía, que es un lugar donde se guardan y conservan las sagradas vestiduras, y todos los vasos y ornamentos necesarios para el culto divino. Tiene origen en la Ley antigua, porque uno era el lugar de la Víctima o Sacrificio, y otro el lugar donde se guardaban las vestiduras del Sumo Sacerdote. En la Sacristía se simboliza el vientre virginal de María Santísima, donde el Verbo divino se vistió de nuestro frágil barro. Cuando el Sacerdote sale revestido de la sacristía, públicamente, representa la salida de nuestro Redentor del vientre virginal de Nuestra Señora para redimir a todo el linaje humano.
El reloj que está en la Iglesia o en la torre simboliza la diligencia y cuidado que deben tener los ministros en rezar las Horas canónicas en el tiempo señalado, simbolizadas por la expresión del Rey David: “siete veces al día, Señor, canté tus alabanzas”. También simboliza el cuidado de María, que tuvo toda la vida de su amantísimo hijo. El oírse el reloj en los pueblos, nos señala y vocea lo breve de nuestra vida, lo transitorio de este mundo y la inconstancia de nuestro ser, de un minuto a otro, como nos lo enseñó el pacientísimo Job, y nos lo declaran, manifiestan y significan las ruedas, cuerda, espíritu y demás partes de que esta compuesto el reloj.
El púlpito tiene su origen en el Antiguo Testamento. El rey Salomón puso uno en el templo que edificó al Señor, a modo de un círculo, o basa, fabricado de metal, con pie de columna. Lo mismo se lee en el Libro de Esdras, el que fabricó un escalón de madera, en el que subía para hablar al Pueblo públicamente, por ser el lugar más alto. En la ley de gracia se prosiguió el predicar desde el punto más elevado, porque así lo enseñó Jesucristo, subiendo a lo más elevado del monte para predicar a sus Apóstoles y Discípulos. En el púlpito está simbolizada la luz, porque el es lugar donde se declara y explica la luz del Evangelio. Está en la nave principal de la Iglesia, y en el medio de ella, para que todos oigan igualmente la doctrina del Evangelio; porque el medio preciso para ir a la Gloria es no ignorar la Doctrina.
El lugar inmediato al altar mayor se llama presbiterio. Tiene este nombre porque antiguamente era el lugar donde se juntaban los sacerdotes o presbíteros a cantar el Oficio divino, en el que cantaban sobre tarimas.
La credencia o vasario se pone sobre la grada del altar, por ser el lugar determinado y dedicado para tener los vasos sagrados que se precisan para el Sacrificio de la misa. Este lugar tenía, antiguamente, una guardia o celador encargado, para que nadie llegara a aquel lugar tan privilegiado, y éste se llamaba Credenciario. Se simboliza en él lo voluntario que estaba Cristo Nuestro Señor para morir por el linaje humano.
Asientos y reclinatorios son de antigua data. Salomón mandó fabricar un reclinatorio de oro. En la era cristiana se comenzó su uso en tiempo de San Clemente, y hasta hoy se conserva. En los asientos y reclinatorios está simbolizada la Fe formada, hermoseada con la caridad, en la cual Cristo descansa como en un lecho. Tambien están simbolizados los justos y los fieles que están adornados de esta Fe y Caridad
En la ley de Moisés se rociaba al pueblo con agua mezclada con las cenizas del becerro rojo que sacrificaban. Con esta agua, que era llamada lustral, se limpia el pueblo de las inmundicias legales. Esto fue sombra y figura de lo que había de venir en nuestra Ley de gracia. El uso del agua bendita tiene su origen en Cristo mismo, quien santificó las aguas; luego San Alejandro, que gobernó la silla apostólica desde 121 hasta 132, determinó que se pusiera sal en la bendición del agua, con aquellas santas oraciones que usa la Iglesia. Se bendice el agua porque Nuestro Señor Jesucristo dio potestad a los Apóstoles y Discípulos de bendecirla, de arrojar los demonios, y de hollar y pisar serpientes y escorpiones. Se mezcla la sal, porque es símbolo de la sabiduría, como nos dice el Evangelio. Se bendice primero la sal, antes que el agua, porque en la sal está simbolizada la amargura de la penitencia, y en el agua está entendido el Bautismo; y siempre debe precederle el dolor a la penitencia, como nos enseña la Teología.
La pila de agua bendita está a la entrada del templo, primero, para que el Espíritu Santo ilumine nuestros corazones, infundiendo en ellos aquel temor, edificación, silencio y reverencia que tan santo lugar pide. En segundo lugar para que persignándonos y santiguándonos con el agua bendita al entrar en el templo, se nos separen las acechanzas del enemigo y seamos benditos del Señor por la señal de la Cruz, que formamos con aquella agua. Separados así de las cosas del mundo podemos entregar todos nuestros sentidos a Jesucristo. Su uso se introdujo en la Iglesia para borrar el uso judaico y gentil, de lavarse para purificarse antes de entrar en oración. Los cristianos, para borrar esta figura, hacían que el sacerdote bendijera el agua, según el sagrado rito que se conserva en la Iglesia, para bien espiritual de todos.
En el agua están simbolizados el sudor de Cristo nuestro Señor en el huerto, y la preciosísima agua que salió del costado del Redentor, como dice San Lucas. El agua bendita, en primer lugar, ahuyenta toda potestad del enemigo sobre las personas, y del lugar sobre el cual se rocía el agua. En segundo lugar borra lospecados veniales, en tercer lugar ahuyenta toda sombra, fantasía y astucia diabólica. En cuarto lugar quita las distracciones en la oración. En quinto lugar dispone el ánimo con la gracia del Espíritu Santo a la mayor devoción. En sexto lugar nos infunde la virtud de la divina bendición para recibir los sacramentos, para administrarlos y para celebrar los Oficios divinos Además de los bienes espirituales ya señalados, el agua bendita causa estos efectos corporales: destierra las enfermedades, ahuyentas las plagas y animales dañinos, disipa los aires pestíferos. Por eso es costumbre entre los cristianos tener agua bendita en las casa y en los cuartos. Consta que el agua bendita tiene estos efectos, en la práctica de la Iglesia y en las solemnes súplicas y oraciones que tienen para su bendición. También consta por los muchísimos milagros que, mediante ella, ha obrado Nuestro señor. Por ese motivo Nuestra Madre Iglesia tiene costumbre de bendecir los campos, términos y casas con esta preciosísima agua, para lo que tiene oraciones determinadas en el Ritual romano.
Hablemos ahora del coro. Es un lugar señalado donde muchos se congregan para alabar a Dios. Simboliza y representa el Coro de los Ángeles y Justos, que con toda uniformidad alaban al Señor. Ya lo dijo David (Sal 137): “en presencia de los Ángeles cantaré tus alabanzas, adoraré tu santo templo y confesaré su santo nombre”. El coro representa el Coro de los Profetas y Santos del Antiguo Testamento, Patriarcas, Reyes, Sacerdotes y todos los fieles que siempre estuvieron esperando la Encarnación del Verbo Divino en las purísimas entrañas de María Santísima. Canto es júbilo, alegría o regocijo de las cosas celestiales y divinas. En el canto se simboliza la suavidad de la Ley del Señor, que debemos guardar con grande amor y dulzura. “Las leyes del Señor - dice el Rey David - jamás han sido pesadas, ni trabajosas; son tan suaves y deleitosas que, me hacen exclamar en cánticos y alabanzas”. Hasta antes de determinarse el coro oraba y cantaba el clero haciendo un cerco al altar mayor en el presbiterio, a modo de corona. Es canto en nuestra Iglesia se remonta a Cristo mismo y sus Apóstoles. Después de la Cena del Cordero, dice San Mateo (capítulo 2) y San Pablo (Heb 5) que se elevó un cántico al Padre Eterno, porque había llegado la hora en que se cumplía su voluntad santísima. Desde entonces la Iglesia no ha cesado de cantar a Dios. San Pablo exhorta a los efesios y a los colosenses a que se junten y unan para cantar los himnos y cánticos. Tertuliano dice que antes de amanecer se juntaban los cristianos para cantar himnos y cánticos a Cristo Redentor. El concilio de Aquisgrán se mandó a los cantores que, cantando en el Coro, buscaran la edificación del Pueblo. El santo Pontífice Ponciano mandó que día y noche se cantara en el coro con mucha reverencia y compostura salmos, himnos y cánticos para edificación de los seglares. Se puede encontrar en coros antiguos esta inscripción: Hic est Chorus, como quien dice este es el coro, este es el lugar de los Ángeles, éste el de reverencia, compostura y contemplación. En otros se puede leer Psale et sile; qui loquitur in Choro cur dicit Deum adoro? Qui in choro fatur: cum diabolo fabulatur.
Respecto de cantar a dos coros, empezando uno y respondiendo otro, su origen se remonta a los tiempos de Moisés. Después de haber despedazado éste el becerro que el pueblo ingrato había fabricado con el oro y las joyas de su mujeres, su hermana María cantó el cántico Cantemus Domino, gloriose enim magnificatus est, etc. y respondía el coro de las demás mujeres del pueblo. En la Ley de gracia tuvo su origen en los Apóstoles, que así lo dejaron dispuesto, como dicen San Pablo, San Agustín y San Basilio. Este fue eñ primer Rito en toda la Iglesia oriental. San Dámaso Papa mandó que se prosiguiera en toda la Santa Iglesia Católica y Apostólica Romana el cantar a dos coros, como hoy se canta.
Principia cantando el Preste en el coro porque representa a Nuestro Señor Jesucristo, primer sacerdote y legislador universal. Contestan los coros que representan los Apóstoles y Discípulos gobernados por aquel divino Jefe. Toca la antífona al Preste y se dividen los coros en el canto, y en esto se simboliza la unión de nuestra Madre Iglesia y la uniformidad en la caridad para cumplir con lo que manda Cristo por boca de San Pablo: Alter alterius onera portate; et sic adimplebitis legem Christi.
Hay sillas o asientos en el coro desde San Clemente. Este santo Pontífice mandó que los sacerdotes se sentasen a cantar a ambos lados del Obispo, porque desde San Pedro hasta aquel tiempo cantaban al pie del presbiterio, al modo que los Serafines están en la Gloria ante el trono del Señor. San Atanasio, en la epístola ad Solitarios, al ver que los herejes arrianos habían quemado las sillas del coro de la iglesia de Alejandría exclama: o quis haec audiens non fleret! Siendo este ellugar más grato y del mayor gusto de la Divina Majestad y de toda su corte celestial.
Los oficios divinos se cantan en alta voz en la Iglesia porque así lo practicó David en la composición de sus Salmos, y así lo encarga también en todos ellos, reduplicando las voces : Cantate et psalite. Así lo practicaron los levitas al trasladar el Arca del Señor desde la casa de Obededón a la ciudad de David. Isaías dice: Cantaban los Serafines; Sanctus, Sanctus, Sanctus. En el nacimiento del Redentor del Mundo se oyeron aquellas Angélicas voces repitiendo aquellas palabras: Gloria in excelsis Deo et in terra pax hominibus.
La música, dice el Eclesiático, aprovecha para la salud corporal; es remedio para la melancolía, siendo de grande excelencia al espíritu. Así Eliseo, como dice el libro de los Reyes, para profetizar mandó que le cantasen. La música también, incita a alabar a Dios, y a placar la ira divina, como lo señaló San Agustín. Por eso los gentiles la usaban en los sacrificios y exequias. David nos incita a alabar a Dios con ella, tal como hoy lo hace nuestra Santa Madre la Iglesia.
Respecto del origen la música las Sagradas Escrituras dicen que Tubal, quinto nieto de Caín fue Padre de los que tocaron la cítara y órgano. A partir de esta frase se supone que ya antes había Música o instrumentos músicos. En el Antiguo Testamento nos consta que desde el Rey David; en el libro de los Reyes, nos dice el Salmo 150 que alabemos al Señor con trompetas bien sonoras, con el salterio y la cítara, con el harpa y el órgano, y con todos los restantes instrumentos músicos. El rey Salomón (Lib 4 cap 34) mandó que al son de los instrumentos se cantaran al Señor Himnos y Cánticos en todos los sacrificios. En la dedicación del Templo, los levitas cantaban himnos y versos, que compuso David, con instrumentos, según se lee en las Crónicas (Lib 2 Cap 7).
El primero que se sabe escribió sobre Música fue Lasus Hermineo, que vivió reinando Darío. El segundo fue Timoteo Milesio quien durante el reinado de Alejandro compuso varios libros de Música. En nuestra Madre la Iglesia han gobernado la Silla Apostólica los Santos Pontífices Vitaliano, León II, León IX, León Ostiense, Víctor III, todos doctísimos en Música, y pusieron en orden mucho de su canto armonía. El Papa san Gregorio Magno en el año 600 del Nacimiento del Redentor hizo un Canto Llano para las Iglesias, que se gobernaba por las seis primeras letras del A.B.C. En el año 682 el papa san León II lo reformó. Gregorio I ordenó y mandó se cantase en la Iglesia. Este Sumo Pontífice fundó un Colegio para Cantores y Músicos, a fin de que se instruyeran bien antes de cantar en la Iglesia, les señaló lugar determinado al que llaman Odeón. Este nombre se abolió y se reemplazó por el de Orchesta. Antiguamente era este el lugar que estaba destinado en la Iglesia, para los Primados del Pueblo. Pero fue León II, doctísimo en divinas y humanas letras, erudítisimo en Música quien compuso himnos y cánticos en metro muy grave y serio, como se debe cantar en las Iglesias. Mandó que no se permitieran juguetes, ni cosas humanas por ser cosa muy indigna a lugares sagrados.
En cuanto a los instrumentos musicales, las Sagradas Escrituras dicen que Tubal fue padre de los que cantaron en la cítara y órgano; se hizo tradición que fue inventor de los instrumentos, incluso del júbilo. Llámábase júbilo entre los hebreos a un instrumento en aquella gran festividad que se trata en el Levítico. Aquel instrumento era una corneta de hueso de carnero, que representaba al que tomó el lugar de Isaac en el sacrificio, figura del Cordero divino. De hueso de carnero eran también los que se tocaban en la Fiesta de las trompetas .Más adelante se hicieron varios instrumentos de palos, huesos y metales; pero siempre les quedó el nombre de la primera materia.
Se tiene por inventor del órgano a Tubal, conforme al texto, es nombre genérico de todos los instrumentos musicales; alcanzó este nombre por excelencia sobre todos los que se tocan con el viento, porque aunque Platón quiere que la flauta sea más excelente, la Escritura Sagrada lo distingue, y en particular de la cítara. Bajo el nombre “órgano” se entiende mucha pluralidad de órganos, desde entonces hasta el día de hoy.El santo pontífice Vitaliano determinó que se cantara el canto de órgano en la Iglesia. Vitaliano compuso el canto a la consonancia del órgano y demás instrumentos dando lugar a que descansaran los músicos y que se hiciera mediación del canto, para que con más ánimo elevaran sus voces al Altísimo. Este papa lo introdujo en las iglesias, aunque después fueron tan pocos, que el Emperador Constantino V envió de Constantinopla, como cosa exquisita, un órgano a Pipino, Rey de Francia.Los órganos que hoy se usan en las iglesias, llamados órganos griegos fueron inventados en Francia por un Maestro llamado Gregorio. Reinaba en ese tiempo San Luis, y por su mandato y gasto se fabricaron. Baronio, en 787 (lib. 4. cap. 113 de les fran.) dice que Carlo Magno llevó de Francia Cantores a Roma, para que enseñaran a cantar y tocar el órgano con toda perfección, lo que no es extraño porque había pasado cien años desde la muerte del Papa Vitaliano.
Terminemos hablando de las campanas. Su uso es tan provechoso y tan útil en la Iglesia, que su sonido excita los ánimos de los fieles a devoción, alegra los corazones para pedir a Dios auxilios, y gracia para la defensa de sus enemigos. Son las campanas recreo de los fieles, júbilo de los espíritus y la alegría de los pueblos. Hay un antecedente de las campanas en el Antiguo Testamento en aquellas que usó el Rey David con todo su pueblo cuando llevaron el Arca de la Alianza la ciudad de David. Igualmente las que tocaron Judas Macabeo y sus hermanos con todo el pueblo, al renovar y dedicar el nuevo altar del templo, luego de haber sido contaminado por los infieles. También son antecedentes las campanas que por mandato de Dios hizo poner Moisés pendientes en la túnica superhumeral del Sumo Sacerdote Aarón, para que supiese el pueblo cuándo entraba y salía del Santuario, en el cumplimiento de su Ministerio. Igualmente lo son aquellas trompetas de plata que se usaban para llamar al pueblo, a fin de que concurrieran a los reales y aquellas que Dios mandó hacer como consta en el libro de los Números (Num 10).
En tiempos de la Iglesia, su uso comenzó en la región de campania, por lo que tomaron su nombre las pequeñas. Fue su inventor San Paulino, Obispo de Nola, de suerte que los vasos grandes se llamaban campanas y los pequeños se llamaban “nolas”, por haber sido la primera ciudad donde de fundieron y usaron. Las chiquitas se llamaron antiguamente tintinábulos, tomando su denominación del sonillo, siendo lo mismo que campanulum, metalillio de campanas. Ahora bien, no se sabe con certeza cuándo empezó su uso generalizado. Al menos es seguro que en tiempos de San Atanasio Mártir de Persia no se usaban en las iglesias, no porque no existiesen sino por las persecuciones que padecían los cristianos. Cuando finalizaron las persecuciones, el Papa Sabiniano, que gobernó la Iglesia entre 604 y 606, mandó que en todas las Iglesias se pusieran campanas y que se tocaran los Oficios divinos, Misas solemnes y para todas las Festividades, las que poco antes había inventado San Paulino de Nola, porque antiguamente se llamaba al pueblo haciendo ruido con unos leños que se llamaban “ligna sacra”, y los llevaban delante de las procesiones, para venerar a María Santísima. En los coros de las Iglesias Metropolitanas, y Colegiatas, en las Parroquias donde había Capítulos o Cabildos tenían a la entrada o puerta del coro dos campanillas, las que tocaban los maceros, o el beneficiado en las parroquias, para que el pueblo conociera la distinción de horas y contemplara los misterios que cada hora contiene. Por lo dicho se infiere que aproximadamente a partir del año 580 empezó el uso regular de las campanas según determinación y decreto de este Papa.
La Iglesia usa campanas para convocar a los fieles a escuchar la palabra divina, a orar y alabar a Dios, y cumplir con las obligaciones de cristiano; también para amedrentar y expeler con su sonido a los demonios lo mismo que las tempestades aéreas, los malos nublados etc, como dice el Concilio de Colonia (cap 14). Si algunos herejes e incrédulos se ríen de lo dicho, oigan los que dice Dios al oír los clamores de las trompetas: “Cuando, ya en vuestra tierra, partáis para el combate contra un enemigo que os oprime, tocaréis las trompetas a clamoreo; así se acordará Yahvé, vuestro Dios, de vosotros, y seréis librados de vuestros enemigos” (Num 10, 9). Las campanas se tocan de diverso modo para distinguir las festividades y diversos oficios, tal como se ve en el Antiguo Testamento. Dios mandó a Moisés que tocase trompetas de manera diferente, conforme a la distinción de fines para los que se tanía. Para juntar los capitanes o cabeza del pueblo se tocaba una sola vez seriamente. Para los de la plaga oriental se tocaba largamente. Para los del medio día, se tocaba una segunda vez. Para juntar todo el pueblo, se tocaba una hora larga.
Para las mayores festividades se tocan todas las campanas para representar la alegría de la Iglesia Militante a emulación sagrada de la Triunfante, por eso los antiguos Padres llamaron a las campanas Sagrados Signos porque llamaban a todas las clases de gentes a congregarse en el Templo a alabar a Dios. Las campanas simbolizan a los prelados, Predicadores y Confesores, porque así como el sonido llama a los fieles a la unión con la Iglesia, así los Prelados, Confesores y Predicadores con su ejemplo, doctrina y persuasión han de atraer a todos los fieles al amor de Dios, conocimiento perfecto de su religión y penitente vida. La dureza del metal de la campana simboliza la fortaleza y constancia que ha de tener el predicador y el prelado para reprender los vicios, sin que haya en esto excepción de personas. El que cumple con las obligaciones de su ministerio recibe de Dios mismo tanta fortaleza que se hace muro inexpugnable, para vencer y convencer a todos sus enemigos. El yugo de la campana se hace en forma de cruz porque simboliza la Cruz de Cristo Nuestro Señor, y el estar asida al madero representa la caridad, que han de tener los Predicadores y Prelados unidos al Madero de la cruz y a la pasión del Divino Maestro. La soga o cordel con se tañe la campana significa la humildad que deben tener los Prelados corrigiéndose a sí mismos desterrando los vicios, edificando con amor y dulzura para que su a su ejemplo se corrijan los pecados de sus súbditos.
Se tocan campanas a Maitines, Laudes y media noche para que el cristiano considere y contemple aquel sudor de sangre y crudelísima prisión de su Redentor, y el sacerdote en la Iglesia alabe su inmensa bondad, paciencia y mansedumbre, de quien entró a padecer solo por amor, para rescatar al linaje humano de la esclavitud del demonio. Las campanas se tocan en la horas de la mañanas para que contemplemos los falsos testigos, el traslado de Cristo a las casas de Anás, Caifás, Herodes y Pilatos, la gritería de los judíos, los azotes, clavos, espinas y cruz y lo tanto que padeció hasta la hora de expirar que fue la de nona, lo mismo que la lanzada que le infligió el soldado romano. Los sacerdotes cantan infinitas alabanzas a tantos infinitos beneficios y se busca que los fieles concurran a hacer un cuerpo místico de júbilos y cánticos en la Iglesia militante, como hacen los Serafines en la Gloria.
Se toca a Misa mayor o conventual para que los fieles concurran a ver el mayor Sacramento de amor y contemplar el mayor exceso de su cariño, que fue irse y quedarse con nosotros, no contento con lo que había padecido por el hombre. Al alzar la hostia se toca a campana mayor porque así lo decretó Gregorio IX el año 1240, y el Cardenal Borromeo dijo en el Sínodo de Milán que los fieles que no están en la Iglesia oren con profunda reverencia, y pidan al Señor, cuando es adorado en tan alto y soberano sacrificio. Una campana toca a sermón porque es solo uno el Evangelio que en toda la Iglesia se predica, una la Doctrina, una la Iglesia, una la ley de Cristo, y una la Palabra divina. Se tocan pos costumbre y tradición antiquísima tres campanadas, símbolo de las tres divinas personas, porque solo un Dios adoramos, tres personas distintas confesamos, a Cristo crucificado predicamos y por esta Fe moriremos.
En la tarde se tocan campanas a Vísperas y Completas para representar que en esta hora bajaron al Señor de cruz hecho una fuente de sangre, como dice Isaías, y envuelto en la Sábana Santa, le colocaron en el Sepulcro. Se busca que los cristianos contemplen tanta pena en su Divino Maestro, y los Sacerdotes pidan al Eterno Padre por la Santísima Pasión de su Eterno Hijo el descanso de nuestras almas, y que venga sobre nosotros su bendición santísima.
La llamada que se toca por la mañana, que comúnmente llamamos las “Ave Marías”, se hace para que renovemos en nuestros corazones la memoria de la Resurrección de Cristo, que en el mismo instante se le apareció a su Santísima Madre. Se toca a medio día en memoria en memoria de la Pasión de Cristo, a la que asistió su Santísima Madre, traspasado su corazón amantísimo. Se toca al anochecer en memoria de la Encarnación del Verbo Divino en las entrañas purísimas de María Santísima.
Se tocan las campanas a los difuntos porque simboliza el sonido, aquel clarín angélico con el que se ha de llamar a los muertos a juicio, y con el sonido de la campana es llamado el cuerpo al sepulcro, de donde ha de resucitar en su propia carne, como dice el pacientísimo Job. Se tocan con sonido lúgubre y melancólico, y el clero canta triste y melancólicamente, para que todo mueva a compasión. Se pide a nuestro Señor tenga misericordia, y le de la luz eterna de la Gloria, como lo prometió a Abrahán y a sus descendientes. El Papa San Marcelo mandó tocar las campanas para el entierro del Papa San Marcelino el año 304, y desde ese tiempo se tocan las campanas a los difuntos. En 1062 aconteció lo siguiente. En Flandes se padecía, dicho año, un hambre intolerable, y habiendo encontrado un hombre muerto, y no sabiendo quién era, dudaba el sacerdote el darle sepultura eclesiástica. De pronto las campanas sonaron milagrosamente, y dieron sepultura eclesiástica a aquel hombre.
No se tocan campanas los días de Semana Santa porque siendo las campanas símbolo de los Prelados, Pastores y Predicadores que en la Santísima Pasión cesaron y enmudecieron en aquellos tres días en que Nuestro Señor estuvo en el sepulcro hasta que resucitó de entre los muertos.
Finalmente, se bendicen las campanas y se las unge y se les pone nombre porque como consta en el Génesis (28), Jacob, acordándose de la escala que tocaba el Cielo, tomó la piedra que tenía debajo de su cabeza, “et erexit in titulum fundendo oleum desuper”. Llamó a aquella Ciudad Bethel, que antes se llamaba Luza. No se bautizan las companas como vulgarmente se dice, sino que se dedican al culto divino para desterrar los malignos espíritus, por lo que a los Santos Padres les pareció conveniente lavarlas, bendecirlas y ungirlas, vestidos los que las bendicen con ornamentos eclesiásticos, pronunciando las oraciones, preces y rúbricas del Ritual Romano. No se puede tener campanas en los oratorios privados porque así lo enseña el Derecho. Ni a los religiosos Mendicantes les es permitido el tener más que una campana, para llamar a todas horas al culto y observancia de su religión, aunque esta costumbre fue derogada por la costumbre general.
Texto adaptado por José Gálvez Krüger para la Enciclopedia Católica tomado de Lobera, Antonio “El Porqué de todas las ceremonias de la Iglesia” Ignacio Porterr, Impresor y Librero 1769