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Viernes, 22 de noviembre de 2024

Obispo: Ceremonia de consagración en la Iglesia Ortodoxa

De Enciclopedia Católica

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El obispo electo Ignacio Samaan escribiendo los tres Credos en el Libro de Registro de los obispos del Patriarcado. En las hojas de este libro constan las confesiones de fe de los obispos antioquenos de los últimos trescientos años.
El Obispo, cabeza de la Iglesia local, es quien elige y ordena a sus colaboradores en el ministerio de la Eucaristía y de la Palabra. A su vez, la elección y la consagración del Obispo, en las Iglesias orientales ya sean católicas u ortodoxas, es un derecho reservado al Sínodo de los Obispos, encabezado por el Patriarca o Arzobispo Mayor.


El obispo electo, aún como presbítero, conmemorando a vivos y difuntos durante la Santa Proskomidia, la proposición de los dones, previo a la Divina Liturgia.


Se distinguen tres momentos en la ordenación episcopal: la elección, la proclamación y la consagración. Solamente esta última tiene carácter estrictamente litúrgico-sacramental.


Esperando el inicio de la Divina Liturgia.
Antes de la consagración se realiza en la iglesia la solemne ceremonia de la proclamación del electo.
El Patriarca y los Obispos del Sínodo Antioqueno.
A éste se le comunica oficialmente, al término de una función religiosa, celebrada por él, su designación al orden episcopal.


En la antigua tradición de la Iglesia ortodoxa de Kiev, por ejemplo, los mensajeros del Arzobispo comunicaban al sacerdote su elección con estas palabras: "Su Santidad el Arzobispo y su Santo Sínodo te eligieron Obispo de la Iglesia de N.N.". El electo daba su consentimiento y agradecía al Arzobispo y a su Sínodo la dignidad de que era objeto. Después de la proclamación tenía lugar el primer saludo por parte del colegio de los Obispos.


La ceremonia se realizaba en el Palacio del Arzobispo o en la iglesia catedral.
El obispo electo recitando el Credo frente a los miembros del Sínodo Antioqueno, acto que simboliza su comunión con la Iglesia Ortodoxa. Le acompañan dos Archimandritas, que son quienes lo presentan a los miembros del sínodo para su admisión al episcopado.


El electo hacía tres inclinaciones ante el Arzobispo, que permanecía sentado, besando su mano y su rodilla y recibía de él el abrazo. También los demás Obispos le daban el abrazo fraternal. Luego el electo ocupaba el sillón expresamente preparado para él, pero no en medio de los Obispos por faltarle aún la consagración episcopal.


Con esta ceremonia pública el electo era recibido en el colegio episcopal y se ponía bajo la autoridad del Arzobispo.
Esta lectura del Credo compromete al nuevo obispo a proclamar y defender cada artículo de fe contenido en el credo Niceno -Constantinopolitano tal como fué redactado originalmente, así como todos los dogmas que manen de él. Por eso es un requisito previo a la consagración.
En todas las Iglesias ortodoxas la consagración episcopal la confieren varios Obispos, generalmente no menos de tres.
Su Santidad, el Patriarca Ignacio IV de Antioquía, durante la Entrada Menor, bendiciendo con el dikerio y el trikerio, candelabros de dos y tres luces, símbolo de la doctrina trinitaria y de la doble naturaleza de Cristo. Atrás el Padre Ignacio y los Arzobispos Antonio de México y Damaskinos de Brasil
El rito de la consagración se desarrolla al comienzo de la Misa, después de la entrada con el libro del Evangelio.
El Padre Ignacio se presenta ante el Patriarca. La consagración tiene lugar antes de las lecturas bíblicas, pues el obispo es el guardián de la Tradición Apostólica, y debe estar presente para verificar que toda la enseñanza que se imparta durante la Divina Liturgia esté de acuerdo con esa Santa Tradición.
Un dignatario del clero presenta al ordenando a su Consagrante principal. El ordenando se coloca delante de una alfombra, en la cual está dibujada un águila con sus alas desplegadas y sus garras afiladas que se yergue por encima de una ciudad con murallas y torres.
El Padre Ignacio recibiendo la bendición del Patriarca. Con este gesto comienza el Rito de la Consagración Episcopal.
El águila simboliza al ordenando que, como Obispo, se elevará con su excelsa doctrina evangélica por encima de la ciudad que será su sede y la defenderá de los enemigos, así como el águila defiende su nido.
Al igual que en la ordenación diaconal y del presbítero, el candidato, acompañado por quienes lo reciben a su nuevo grado sacerdotal, (en este caso, obispos), debe hacer la danza dando tres vueltas en torno al Santo Altar, besando cada esquina de éste, y terminar arrodillándose frente al altar, con ambas manos sobre él y con la frente sobre las manos para recibir la Gracia Divina.Este gesto litúrgico se realiza mientras el coro entona el himno de los Santos Mártires.
El electo es conducido sobre la ciudad dibujada en la alfombra. El Celebrante principal le pregunta: "¿Por qué has venido aquí? ¿Qué pides de nosotros?" El contesta: "La imposición de las manos para recibir la gracia episcopal, pues fui canónicamente elegido Obispo de la ciudad de N.N.". "¿Cuál es tu fe?", prosigue interrogando el Obispo consagrante. El electo reza en voz alta el símbolo de la fe.
El candidato de rodillas frente al Santo Altar. El Patriarca recita la epíclesis de consagración episcopal, mientras cubre la cabeza del candidato con el Evangelario abierto, en señal de que sólo la Palabra de Dios estará por encima de las enseñanzas del nuevo obispo.
El Consagrante lo bendice diciendo: "Que la gracia del Espíritu Santo sea contigo." El candidato es conducido al medio de la alfombra, cerca de la figura del águila.

Entonces le interroga de nuevo: "Exprésanos, de una manera más detallada, cuál es tu profesión de fe sobre las propiedades de las tres Personas de la inefable Divinidad." El ordenando lee en voz alta la segunda profesión de fe. El Consagrante lo bendice diciendo: "Que la gracia del Espíritu sea contigo, te ilumine, te confirme y te instruya todos los días de tu vida." Acto seguido, el electo es conducido hasta la cabeza del águila.

Recibe en primer lugar el Sakos, una dalmática pesada, abierta por los costados con botonadura doble. Luego se le coloca el Omoforio, estola episcopal que se coloca sobre sus hombros y que representa el rebaño cuyo pastoreo le ha sido encomendado. También se le entrega el Engolpio, un medallón con la imagen de Cristo por un Lado y la madre de Dios por el otro, joya que sólo puede portar un miembro del episcopado. Los demás ornamentos los recibe más tarde durante la Liturgia.
El consagrante le dice por tercera vez: "Muéstranos aún más detalladamente cuál es tu fe respecto del Hijo, Verbo personal de Dios, y lo que enseñas sobre las diferentes naturalezas del único Cristo Nuestro Señor".
El nuevo obispo es despojado de sus ropas de sacerdote y recibe sus nuevos ornamentos episcopales, que el Patriarca le ayuda a vestir. Antes de entregar cada prenda, el Patriarca mira al pueblo, levanta la prenda y exclama "¡Digno!" En este momento, el pueblo aprueba la decisión del Santo Sínodo exclamando "¡Digno!". Si alguien tuviera razones para considerar al candidato indigno del episcopado, se espera que lo exprese en este momento.
El ordenando lee la tercera profesión de fe, que termina con estas palabras: "En cuanto a la Madre de Dios y Señora nuestra, María, confieso y proclamo que Ella ha engendrado en la carne formal y verdaderamente a una de las Personas de la Santísima Trinidad, a saber, a Cristo nuestro Dios.
El nuevo obispo recibiendo el Sakos de manos del Patriarca.
Que Ella sea mi auxiliadora, mi protección y mi refugio durante todos los días de mi vida. Amén."
El patriarca con el omoforio del nuevo obispo
Por tercera vez el Consagrante bendice con estas palabras: "La gracia del Espíritu Santo, por medio de mi humildad, te promueve, N.N., sacerdote amado de Dios, Obispo de la ciudad de N.N.".
Recibiendo del Patriarca el Engolpio.
Una vez terminada la consagración, se procede a las lecturas bíblicas, y al finalizar éstas se prepara el inicio de la liturgia eucarística. Aquí el nuevo Obispo Ignacio en el lavatorio previo a la Entrada Mayor.
Terminada la profesión de fe el Consagrante y los demás Obispos se ponen de pie y se canta: "Ad multos annos", en honor de aquel que va a recibir la imposición de las manos.
El Obispo Ignacio incensando los dones en el cierre de la proposición de la ofrenda para comenzar la procesión de la Entrada Mayor.
Este es introducido por los Obispos al presbiterio ante el santo altar. El Obispo consagrante toma del altar el libro del Evangelio, lo abre, lo coloca sobre la cabeza del ordenando con el texto hacia ella, mientras los otros Obispos sostienen el Evangelio con sus manos.
Una vez consagrado, Sayedna Ignacio ya como primer obispo, recibiendo los Santos Dones durante la Entrada Mayor.
El Evangelio representa a Cristo que consagra al electo por las manos de los Obispos. El Obispo que preside reza en voz alta: "La gracia divina que siempre sana las debilidades humanas y suple sus deficiencias, designa al sacerdote amadísimo de Dios N.N., como Obispo de la ciudad de N.N., protegida por Dios. Roguemos por él a fin de que descienda sobre él la gracia del Espíritu Santo." Los asistentes cantan tres veces: "Señor ten piedad".
Sayedna Ignacio comulgando el Cuerpo de Cristo

El Obispo celebrante bendice al ordenando y poniéndole la mano derecha sobre la cabeza, ora: "Maestro y Señor, Dios nuestro... soberano de todas las cosas, mira a este hombre que ha sido elegido y juzgado digno de ser cargado con el yugo del Evangelio y de la dignidad episcopal; y por la imposición de mis manos, pecador como soy, y de las de mis concelebrantes y Obispos aquí presentes, fortalécelo con la venida, el poder y la gracia de tu Santo Espíritu, de la misma manera que fortaleciste a los Santos Apóstoles y a los Profetas, y del mismo modo que has ungido a los Pontífices. Haz que su pontificado sea irreprensible y adórnalo de una perfecta gravedad, hazlo santo a fin de que sea digno de presentar ante Ti las súplicas por la salvación del pueblo y de ser escuchado por Ti."

Contestado el "Amén" por los asistentes, siguen las oraciones litánicas por el ordenando. El concelebrante, con la mano extendida sobre la cabeza de aquél, continúa: "Señor Dios nuestro, que, no pudiendo la naturaleza humana soportar la esencia de la Divinidad, has establecido conforme a tu plan, maestros para ocupar tu trono y para ofrecerte una víctima y una ofrenda por todo tu pueblo; haz, oh Señor, que este hombre que ha sido constituido dispensador de la gracia episcopal, sea tu imitador, ya que eres el Buen Pastor que has dado la vida por tus ovejas. Haz de él un guía para los ciegos, una luz para los que están en las tinieblas, un preceptor para los ignorantes, un maestro para los niños, una lumbrera en el mundo, a fin de que, habiendo reunido a las almas que le han sido confiadas, se presente sin confusión delante de tu tribunal y reciba la recompensa que has preparado para los que han sufrido por la predicación de tu Evangelio...".

Terminada esta oración se retira el Evangelio y se lo coloca en el centro del altar, donde se lo conserva constantemente. Acto seguido se entregarán al nuevo Obispo las vestiduras y las insignias episcopales: la dalmática episcopal, el "omoforion" (el estolón), la cruz, la "panaguía" (medallón de la Virgen) y la mitra.

Mientras se reviste los presentes cantan: "Axios". Luego los Obispos abrazan al consagrado y van al trono ubicado detrás del altar. Desde el trono da la paz y bendice para la lectura de la Epístola. Durante la celebración de la Misa el nuevo Obispo ocupa el primer lugar después de su consagrante y juntos darán la comunión a los sacerdotes concelebrantes.

Inmediatamente después de la Divina Liturgia el nuevo Obispo es entronizado. Para ello se quita los ornamentos propios de la celebración Eucarística y se presenta a su Consagrante para recibir la "mantia" o manto Episcopal, y las demás insignias propias de la investidura episcopal.

Así revestido es acompañado al trono, expresamente preparado en medio de los fieles. El Obispo consagrante entrega al novel Pastor el báculo diciéndole: "Recibe este cayado para apacentar el rebaño de Cristo que te ha sido confiado; que sea en tus manos bastón de sustento para los obedientes; en cambio, para los desobedientes e insumisos sírvate de vara de castigo".

Tomando posesión del trono episcopal el nuevo Obispo entra en función como Pastor de su grey y como tal imparte a todos los presentes su primera bendición.

Después de la celebración Eucarística se realiza un ágape fraterno que es la conclusión íntima y familiar de la ordenación episcopal. Al término del mismo se hace, como broche de oro, una devota conmemoración de la presencia de la Santísima Virgen en medio de sus hijos, los Obispos.

Al final de este ágape fraterno se reparte, entre los Obispos y los sacerdotes, el pan del cual se sacó la ostia para conmemorar en la Misa a la Madre de Dios y que fue llevado devotamente desde la iglesia al comedor. El nuevo Obispo toma con sus manos un pedacito de ese "pan Santo". Lo mismo hacen los demás Obispos. El resto el nuevo Obispo lo distribuye entre todos los presentes.

Este pan, que representa a la Virgen, es llamado "Panaguía" (la Toda santa). Con este rito se manifiesta la comunión espiritual con María, invisiblemente presente, como Madre y auxiliadora, en la consagración de sus hijos predilectos, que son los Obispos. Por tal motivo los Obispos bizantinos llevan, en lugar de la cruz pectoral, un medallón con la Virgen, llamado "Panaguía" (la Todasanta), como distintivo de su carácter episcopal.




Nota del Director: Para una mejor apreciación de esta notable secuencia fotográfica, reproducimos aquí una entrada de la Enciclopedia Católica referida a los ornamentos de la Divina Liturgia Ortodoxa.


En la Iglesia Ortodoxa, los miembros del clero se revisten de ropa especial para la celebración de los oficios litúrgicos. Existen dos vestimentas fundamentales: el alba y la estola. La primera de ellas, el alba o stijarion, es la túnica bautismal. Todos los sacerdotes y obispos se ponen esta túnica durante la divina liturgia. Es de color blanco, ya que representa la “túnica de la salvación”; la misma túnica blanca en que todo cristiano se reviste en el día de su bautismo, simbolizando la nueva humanidad de Jesús y la vida en el Reino de Dios (Apocalipsis 7,9 ss).

La segunda vestimenta esencial del clero cristiano, la estola o epitrajilion, que va alrededor del cuello y sobre los hombros, es signo del ministerio pastoral. Originalmente se confeccionaba de lana, simbolizando las ovejas, es decir, el rebaño de Cristo, por quienes los pastores son responsables espirituales.

Tanto los obispos como los sacerdotes llevan esta vestimenta al ejercer su ministerio pastoral, dando testimonio de que los ministros de la Iglesia viven y actúan única y exclusivamente para cuidar y servir los miembros del rebaño de Cristo Jesús el Señor. A través de la historia de la Iglesia, se aumentaron y se desarrollaron más los ornamentos litúrgicos empleados por el clero.

Los obispos, sacerdotes y diáconos comenzaron a usar unos puños especiales o epimaniquias, diseñados para mantener las vestimentas en forma ordenada durante los oficios. En el momento de revestirse con estos puños litúrgicos, los clérigos rezan versículos de los Salmos que les recuerdan que sus manos pertenecen a Dios [1].

También comenzó a usarse un cinturón para sujetar los ornamentos. Al colocarse el cinturón, los clérigos rezan salmos que les recuerdan que es Dios quien les da la fuerza para llevar a cabo su ministerio. Solamente los obispos y sacerdotes utilizan este cinturón litúrgico [2].

La túnica que llevan los diáconos, hipodiáconos y lectores también se llama stijarion. Probablemente tiene su origen en la misma túnica bautismal, sólo que de forma más ricamente elaborada. Los diáconos e hipodiáconos también llevan una estola llamada el orarion.

Esta estola probablemente fue, en su forma original, un largo pedazo de género en que fueron escritas las letanías litúrgicas y otras oraciones. Esta vestimenta recibe su nombre del verbo orar.

En los oficios litúrgicos hasta el día de hoy, el diácono levanta el orarion en gesto de rezar cuando entona las partes del oficio divino que le correspondan. El hipodiácono, en cambio, lleva su orarion atado por la espalda en forma de cruz.

Los sacerdotes además de la túnica bautismal blanca, de su estola pastoral, puños y cinturón, también llevan una túnica exterior grande llamada felonion o casulla. El felonion cubre toda su espalda, y por delante le cubre hasta la cintura.

Esta vestimenta seguramente fue desarrollada en base del vestuario formal de la temprana era cristiana y, bajo la inspiración bíblica, llegó a identificarse con el llamado de la vocación sacerdotal. Al revestirse del felonion, el sacerdote reza las siguientes palabras del Salmo 132:

Tus sacerdotes, oh Señor, se revestirán de justicia, y los santos se regocijarán con alegría ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amen.

Es probable que antiguamente los obispos también llevaran el felonion, y sobre él se colocaban el omoforion, la vestimenta que es emblema de su ministerio episcopal como pastor principal de la Iglesia local.

Sin embargo, cuando el imperio cristiano fue capturado por los turcos en el siglo 15, a los obispos cristianos del oriente les fue confiado el poder civil sobre todos los cristianos bajo dominio turco. Entonces, debido a que el imperio cristiano ya no existía, los obispos adoptaron el uso de la insignia imperial y comenzaron a vestirse de la misma manera que antes lo habían hecho los gobernadores civiles cristianos. Utilizaron, entonces, la túnica imperial, el sakkos, y la corona imperial, la mitra.

También comenzaron a pararse sobre el orlets (el águila; una pequeña alfombra con la imagen de una águila en ella) durante los oficios divinos y a llevar el báculo, que simbolizaba más su poder civil y seglar, que su ministerio pastoral.

Fue también en este período que comenzó a usarse la palabra déspota al dirigirse uno a los obispos, palabra que significa soberano, un título para el poder temporal y no espiritual. Y los clérigos comenzaron a llevar pelo largo, también signo de gobierno terrenal en tiempos antiguos. En el siglo 17, durante la reforma del Patriarca Nikon, estas mismas costumbres fueron adoptadas por la Iglesia Rusa para sus obispos.

A través de los años, algunos de estas nuevas insignias en la Iglesia fueron “espiritualizadas”, y se les otorgó un significado bíblico. Así, la mitra llegó a entenderse como señal de la victoria cristiana, pues los santos reciben sus coronas y reinan juntos a Cristo (Apocalipsis 4,4).

El águila comenzó a comprenderse como signo del vuelo hasta la Jerusalén celestial, ya que es el clásico símbolo bíblico de San Juan y el Cuarto Evangelio. (Apocalipsis 4,7; Ezequiel 1,10) El báculo llegó a representar la vara de Aarón (Éxodo 4,2), y así sucesivamente. Se debe entender, sin embargo, que estas particulares insignias del oficio episcopal son de un desarrollo más tardío y accidental en la historia de la Iglesia.

A las vestimentas de los obispos y sacerdotes es necesario agregar el epigonation, pieza de tela en forma de rombo. Este es una distinción que simboliza la “espada de la fe” y el Verbo de Dios.

Los sacerdotes reciben este símbolo cuando el obispo les confiere la bendición que los autoriza a realizar la Confesión Sacramental. En relación a la participación del obispo en los oficios divinos, también se desarrolló el uso de dos candelabros especiales con que el obispo bendice a los fieles.

Uno de estos candelabros tiene tres velas, y se llama el trikiri; la otra tiene dos velas, y se llama el dikiri.

Estos candelabros representan los dos misterios fundamentales de la fe cristiana ortodoxa: que hay Tres Personas Divinas en un solo Dios; y que Jesucristo, el Salvador, tiene dos naturalezas, siendo Dios perfecto y hombre perfecto.

Existen también dos clases de gorros litúrgicos que tienen significado especial en la Iglesia Ortodoxa: uno en punta, y otro cilíndrico. Generalmente, todos los sacerdotes de las iglesias de tradición griega o árabe se usa el gorro de forma cilíndrico, pero en iglesias de otras tradiciones locales es usada sólo por algunos como una distinción especial.

Los obispos y monjes la utilizan con un velo negro que cae por la espalda. El gorro en forma de punta es utilizado por los monjes y, según la tradición rusa, por algunos miembros casados del clero como signo de alguna distinción especial. También en la tradición rusa, ciertos miembros casados del clero reciben el honor de llevar la mitra durante los oficios litúrgicos. En otras iglesias ortodoxas, sin embargo, la mitra es reservada únicamente para los obispos y abades de los monasterios, los archimandritas.


El uso de estos gorros litúrgicos, como se puede ver, varía entre las distintas tradiciones locales de las iglesias, y no es universal. Hoy en día, su utilización en la Iglesia ortodoxa está en regresión. Por último es necesario señalar que tanto los obispos como los sacerdotes se ponen una cruz pectoral. Además, el obispo lleva un medallón o encolpion con la imagen de Cristo, de la Theotokos con el Niño Jesús, llamada la Panagía, que quiere decir, la Toda Santa. Ciertos dignatarios tienen el derecho de llevar dos medallones, uno a cada lado de la cruz pectoral.

En cuanto al uso de la cruz por los sacerdotes, de acuerdo a la tradición rusa todos los sacerdotes la llevan, mientras en otras tradiciones locales como la griega y la árabe, es utilizada litúrgicamente sólo por aquellos sacerdotes a quienes ha sido otorgada como una distinción especial.

La Iglesia Ortodoxa firmemente sostiene que el uso de vestimentas litúrgicas es esencial a la práctica litúrgica, experimentada como la realización de comunión con el glorioso Reino de Dios, un Reino que aun ha de venir, pero que a la vez ya está junto a nosotros en el misterio de la Iglesia de Cristo. Sin embargo, la tendencia actual es que las vestimentas sacerdotales tengan mas simplicidad, más próximas a la inspiración bíblica y sacramental de las primeras comunidades cristianas.




Notas


1 Al colocarse el puño en la mano derecha, el sacerdote reza lo siguiente: “Tu diestra, oh Señor, se glorifica por la fortaleza; tu mano derecha, oh Señor, aniquiló a los enemigos y en la multitud de tu gloria, ha borrado a tus adversarios.” Para la mano izquierda reza: “Tus manos me han creado y me han formado; instrúyeme y aprenderé tus mandamientos.”


2 Al colocarse esta vestimenta, el celebrante reza: “Bendito sea Dios, que me ciñe de fortaleza, y ha hecho inmaculado mi camino. Haz que mis piernas sean como las del ciervo y colócame en las alturas.”





La homilía de Su Santidad Ignacio IV después de la comunión del clero.