Panteísmo
De Enciclopedia Católica
Panteísmo
(del Griego pan, todo; theos, dios).
La visión según la cual el Dios y el mundo son uno. El nombre panteísta fue introducido por Juan Toland (1670-1722) en su "Socinianismo verdaderamente Expuesto" (1705), mientras que panteísmo fue utilizado por vez primera por su oponente Fay en "Defensio Religionis" (1709). Toland publicó su "Pantheisticon" en 1732. La doctrina en sí misma vuelve a la filosofía India temprana; aparece durante el curso de la historia en una gran variedad de formas, y entra en, o sirve de sustento de tantos otros sistemas que, como dice el profesor Flint ("Teorías Antiteísticas", 334), "probablemente no haya panteísmo puro". Tomado en el más estricto, sentido, i.e. como identificando Dios y el mundo, el Panteísmo es simplemente Ateismo. En cualquiera de sus formas implica Monismo, pero este último no es necesariamente panteísta. El Emanacionismo puede adquirir fácilmente un significado panteísta y como es precisado en la Encíclica "Pascendi dominici gregis", lo mismo es verdad respecto de la doctrina moderna de la immanencia.
VARIEDADES
Estas variedades acuerdan en la doctrina fundamental de que debajo de la diversidad y multiplicidad de las cosas en el universo, hay solamente una que es absolutamente necesaria, eterna, e infinita. Dos preguntas entonces se presentan: ¿Cuál es la naturaleza de este ser? ¿Cómo se explicarían las múltiples apariencias? Las respuestas principales son incorporadas en tan diversos antiguos sistemas como el Brahmanismo, el Estoicismo, el Neo-Platonismo y el Gnosticismo, y en los recientes sistemas de Scotus Eriugena y de Giordano Bruno. El Panteísmo de Spinoza era realista: el “ser uno” del mundo tenía un carácter objetivo. Pero los sistemas que se desarrollaron durante el siglo diecinueve se desplazaron al extremo del idealismo. Son agrupados correctamente bajo la designación de "Panteísmo transcendental", pues su punto de partida se encuentra en la filosofía crítica de Kant. Kant había distinguido entre el conocimiento de la materia que viene con la sensación del mundo externo, y las formas, que son puramente subjetivas y, sin embargo, son los factores más importantes. Además, él había declarado que conocemos las apariencias (phenomena) de las cosas pero no las cosas-en-sí mismas (noumena). Y él había hecho las ideas del alma, del mundo, y Dios simplemente inmanentes, de modo que cualquier tentativa de demostrar su valor objetivo debe terminar en contradicción. Este subjetivismo pavimentó el camino para las teorías panteístas de Fichte, de Schelling, y de Hegel.
Fichte fijó nuevamente dentro de la mente todos los elementos del conocimiento, i.e. tanto materia como forma; los fenómenos y sin duda, el conjunto de realidad son productos del Ego pensante - no de la mente individual sino de la absoluta o universal conciencia de si mismo. Con el triple proceso de tesis, antítesis, y síntesis, el ego postula al no-Ego no solamente teóricamente sino también a los efectos prácticos, i.e. para el esfuerzo y la lucha que son necesarios para lograr el máximo bien. De la misma manera el Ego, libre en sí mismo, postula otros agentes libres por cuya existencia su propia libertad es limitada. Por lo tanto la ley de lo correcto y toda moralidad; pero por lo tanto también el ser Divino. El orden moral vivo, activo del mundo, dice Fichte, es en sí mismo Dios, no necesitamos a ningún otro Dios, y no podemos concebir a ningún otro. La idea del dios como sustancia distinta es imposible y contradictoria. Tal, de todos modos, es la forma primera de su doctrina, aunque en su posterior teorización acentúa más y más los conceptos del Absoluto como abarcativo de todos los individuos dentro de sí mismo
Según Schelling, el Absoluto es la "identidad de todas las diferencias"-objeto y sujeto, naturaleza y mente, el orden real y el ideal; y el conocimiento de esta identidad es obtenido por una intuición intelectual que, abstrayéndose de cada pensador individual y de cada posible objeto de pensamiento, contempla la razón absoluta. Fuera de esta unidad original todas las cosas se desarrollan en direcciones opuestas: la naturaleza como el polo negativo, la mente o espíritu como el polo positivo de un vasto imán, el universo. Dentro de esta totalidad cada cosa, como la partícula de un imán, tiene su naturaleza o forma determinada según manifieste subjetividad u objetividad en mayor grado. La historia no es sino una autorevelación gradual del Absoluto; no sabemos cuando ocurrirá su período final; pero cuando venga, entonces estará Dios.
El sistema de Hegel se ha llamado "Panteísmo lógico", pues se construye en el método "dialéctico"; y "panlogismos", puesto que describe la totalidad del proceso del mundo como la evolución de la Idea. Partiendo de la más abstracta de las nociones, i.e. el ser puro, el Absoluto, desarrolla primero las diversas categorías; entonces se externaliza, y la naturaleza es el resultado; finalmente vuelve sobre sí mismo, recupera la unidad y la auto conciencia, se convierte en el espíritu individual del hombre. El Absoluto, por lo tanto, es Mente; pero logra su plenitud solamente por un proceso de evolución o de "conversión", las etapas de las que se forma la historia del universo.
Estas construcciones idealistas fueron seguidas por una reacción, debida en gran parte al desarrollo de las ciencias naturales. Pero éstas a su vez ofrecen, al parecer, nuevo sostén a las posiciones centrales del Panteísmo, o de algún modo señalan, se afirma, a esa misma unidad y a esa revelación gradual que el Panteísmo ha aseverado todo el tiempo. El principio de la conservación de la energía a través de transformaciones incesantes, y la doctrina de la evolución aplicada a todas las cosas y a todos los fenómenos, son rápidamente interpretados por el panteísta en favor de su propio sistema. Incluso donde la última realidad se dice es inconocible como en la “Filosofía Sintética" de Herbert Spencer, sigue siendo uno y el mismo ser que se manifiesta igualmente desarrollando la materia y la conciencia que evoluciona hacia fuera de las formas materiales inferiores. Tampoco es sorprendente que algunos escritores vieran en el panteísmo el resultado final de toda la especulación y la expresión definitiva que la mente humana ha encontrado para la totalidad de cosas.
Esta afirmación puede muy bien, servir como resumen de la doctrina panteísta:
• La realidad es un ser unitario; las cosas individuales no tienen ninguna independencia absoluta - tienen existencia en el Todo-Uno, el realissimum del ens et et el perfectissimum del cual son más o menos miembros independientes;
• El Todo-Uno se nos manifiesta, en cuanto tiene cualquier manifestación, en los dos lados de la realidad-naturaleza e historia;
• La interacción universal que se produce en el mundo físico es la demostración de la necesidad teleológica estética interna con la cual el Todo-Uno revela su ser esencial en una multiplicidad de modificaciones armoniosas, un cosmos de ideas concretas (mónadas, entelequias). Esta necesidad interna es al mismo tiempo libertad absoluta o autorealización.
DOCTRINA CATÓLICA
La Iglesia ha condenado repetidamente los errores del Panteísmo. Entre las proposiciones censuradas en la Syllabus de Pío IX está la que declara: "No hay ser supremo, todo-sabio y el todo-providente Ser Divino distinto del universo; Dios es uno con la naturaleza y por lo tanto sujeto a cambio; Él se hace Dios en el hombre y el mundo; todas las cosas son Dios y tienen Su sustancia; Dios es idéntico con el mundo, espíritu con materia, necesidad con libertad, verdad con falsedad, bien con mal, justicia con injusticia "(Denzinger-Bannwart," Ench. ", 1701). Y el Concilio Vaticano anatematiza a los que afirmen que la sustancia o la esencia de Dios y de todas las cosas es una y la misma, o que todas las cosas se desarrollan de la esencia de Dios (ibid., 1803 sqq.).
CRÍTICA
A nuestra percepción el mundo presenta una multiplicidad de seres cada uno de los cuales tiene actividades, calidades, y existencia propia, cada uno es una cosa individual. Diferencias radicales distinguen las cosas vivientes de aquellas que son sin vida; el pensamiento humano consciente del inconciente y la voluntad de las actividades de los más bajos animales. Y entre seres humanos cada personalidad aparece como una persona, que no puede por ningún esfuerzo hacerse totalmente uno con otras personas. Por otra parte, cualquier explicación adecuada del mundo, que no sea el materialismo absoluto incluye el concepto de algún Ser original el que, ya sea que se llame Primera Causa, o Absoluto, o Dios, es en su naturaleza y existencia realmente distinta del mundo. Solamente tal Ser puede satisfacer las demandas del pensamiento humano, ya sea como la fuente del orden moral ya como el objeto de la adoración religiosa. Si, entonces, el Panteísmo combina no sólo las existencias separadas del mundo en una existencia, sino también identifica ésta con Ser Divino, alguna convincente razón o motivo deberá ser alegada en justificación de tal procedimiento. En verdad los panteístas proponen varios argumentos en defensa de sus diversas posiciones, y en réplica a la crítica dirigida a los detalles de su sistema; pero lo que subyace en su razonamiento y qué ha inducido la construcción de todas las teorías panteístas, viejas y nuevas, es el ansia de unidad. La mente, insisten, no puede aceptar dualismo o pluralismo como la explicación final de la realidad. Por una tendencia irresistible, intenta sustituir la multiplicidad y la diversidad evidentes de las cosas por una base o fuente unitaria, y, una vez que se determine esta, explicar todas las cosas de algún modo derivado aunque no realmente separado de ella.
No puede negarse que tal es, en realidad, el ideal de muchos filósofos; ni es necesario desafiar la declaración que la razón tiene como objetivo la unificación sobre una cierta base u otra. Pero este mismo objetivo, y todos los esfuerzos en vista a él se debe mantener dentro de límites razonables: una unidad teórica obtenida con tan gran sacrificio no es ninguna unidad en absoluto, sino meramente una abstracción que pronto se cae a pedazos. Por lo tanto para una estimación del Panteísmo dos preguntas deben ser consideradas:
A qué costo identifica Dios y el Mundo; y La identificación es realmente lograda o solamente intentada? ` La respuesta a la primera es elaborada por una revisión de los conceptos principales que entran en el sistema panteísta.
Dios
Se ha reclamado a menudo que el Panteísmo, enseñándonos a ver a Dios en todo, nos da una idea exaltada de Su sabiduría, bondad y poder, mientras que imparte al mundo visible un significado más profundo. En realidad, sin embargo, hace nulos los atributos que pertenecen esencialmente a la naturaleza Divina ya que el Dios panteísta no es un Ser personal. Él no es una Causa inteligente del mundo, diseñándolo, creando y gobernándolo de acuerdo con la determinación libre de Su sabiduría. Si la conciencia se le atribuye a Él como la una Sustancia, también se dice que la extensión es Su atributo (Spinoza), o él logra la autoconciencia solamente a través de un proceso de evolución (Hegel). Pero este mismo proceso implica que Dios no es perfecto por toda la eternidad: Él está por siempre cambiando, avanzando de un grado de perfección a otro, y es impotente para determinar en qué dirección ocurrirá el avance. De hecho, no hay garantía para decir que él "avanza" o se hace más "perfecto"; a lo sumo podemos decir que Él, o mejor dicho Eso, está constantemente pasando a otras formas. Así Dios no es sólo impersonal, sino también cambiante y finito - que es equivalente a decir que Él no es Dios.
Es verdad que algunos panteístas, tales como Paulsen, mientras que francamente niegan la personalidad de Dios, pretenden exaltar Su ser afirmando que Él es "supra-personal." Si esto significa que Dios en Si Mismo está infinitamente más allá de cualquier idea que podamos formarnos de Él, la afirmación es correcta; pero si esto significa que nuestra idea de Él es radicalmente falsa y no simplemente inadecuada, y que consecuentemente no tenemos ningún derecho de hablar de inteligencia infinita y la voluntad, la declaración es simplemente una improvisación que el Panteísmo toma prestado del agnosticismo. Incluso en este caso, el término "supra-personal" no es consistentemente aplicado a lo que llama Paulsen el Todo-Uno; porque esto, si está en algo relacionado con la personalidad, debería ser descrito como infra-personal.
Una vez que se elimina la personalidad Divina, es evidentemente un error el hablar de Dios como justo o santo, o en cualquier sentido un Ser moral. Puesto que Dios, en la visión panteísta, actúa fuera de absoluta necesidad -- es decir, no puede actuar de otra manera -- Su acción no es más buena de lo que es malvada. Decir, con Fichte, que Dios es orden moral, es una clara contradicción; ningún orden existe donde nada es libre, ni podría Dios, un ser no-moral, haber establecido un orden moral para Sí ni para otros seres. Si, por otra parte, se mantuviera que existe el orden moral, que es postulado por nuestros juicios humanos, la difícil situación del Panteísmo no sería mejor; porque en ese caso todas las acciones de los hombres, sus crímenes así como sus buenos hechos, se deben imputar a Dios. Así el Ser Divino no sólo pierde el atributo de santidad absoluta, sino incluso cae debajo del nivel de esos hombres en quienes la calidad moral triunfa sobre el mal.
El Hombre
Ninguna demanda semejante, sin embargo, puede ser hecha en nombre del orden moral por un panteísta consistente. Para él, la personalidad humana es una mera ilusión: lo qué llamamos el hombre individual es solamente uno de los incontables fragmentos que hacen el Ser Divino; y puesto que el Todo es impersonal ninguna parte de el puede demandar válidamente personalidad. Más aún, puesto que cada acción humana es inevitablemente determinada, la conciencia de la libertad es simplemente otra ilusión, debida, como dice Espinoza, a nuestra ignorancia de las causas que nos obligan a actuar. Por lo tanto nuestras ideas de lo que "debe ser" son puramente subjetivas, y nuestro concepto de un orden moral, con sus distinciones de bien y mal, no tienen ningún fundamento en la realidad. Los así llamados "dictados de la conciencia" son, sin duda alguna, un interesante fenómeno de la mente que el psicólogo puede investigar y explicar, pero no tienen ninguna fuerza vinculante en absoluto; son tan ilusorios como las ideas de la virtud y del deber, de la injusticia al prójimo y del pecado contra Dios. Pero nuevamente, puesto que estos dictados, como todas nuestras ideas, son producidos en nosotros por Dios, se sigue que Él es la fuente de nuestras ilusiones con respecto a la moralidad- una consecuencia que ciertamente no realza Su santidad o Su sabiduría.
No está, sin embargo, claro que el término ilusión esté justificado; porque esto supone una distinción entre verdad y error-una distinción que no tiene ningún significado para el genuino panteísta; siendo todos nuestros juicios la elocución del Uno que piensa en nosotros, es imposible discriminar la verdad de lo falso. Aquel que rechaza el panteísmo no está más lejos de la verdad que aquel que lo defiende; cada uno solamente expresa un pensamiento del Absoluto cuya gran tolerancia abriga todas las contradicciones. Lógicamente, también, seguiría que no debe prestarse ninguna atención en cuanto a la veracidad de la declaración, puesto que todas las declaraciones están igualmente autorizadas. El panteísta que es cuidadoso de hablar de acuerdo con su pensamiento, simplemente se abstiene de poner su filosofía en práctica. Pero es sin embargo significativo que el principal trabajo de Espinoza sea su "Ética", y que, según una visión moderna, la ética tiene que describir solamente lo que los hombres hacen, no prescribir lo que ellos deben hacer.
Religión
En la formación de su concepción de Dios, el panteísmo elimina toda característica que la religión presupone. Un ser impersonal, cualesquiera cualidades puede tener, no puede ser un objeto de la adoración. Una sustancia infinita o una energía de auto-desarrollo puede provocar miedo pero rechaza la fe y el amor. Incluso las formas benéficas de su manifestación no provocan ninguna gratitud, desde que esto resulta de él por una necesidad rigurosa. Por la misma razón, el rezo de cualquier clase es inútil, la expiación es vana y el mérito imposible. Lo sobrernatural por supuesto desaparece enteramente cuando Dios y el mundo son identificados.
Los abogados recientes del Panteísmo han intentado obviar estas dificultades y mostrar que, aparte de dogmas particulares, la vida y el espíritu religiosos están salvaguardados en su teoría. Pero en su intento, despojan a la religión de sus aspectos esenciales, reduciéndola a un mero sentimiento. Ellos alegan que nos es la acción, sino la humildad y la veracidad lo que constituyen la religión. Esto, sin embargo, es un procedimiento arbitrario; por el mismo método podría ser demostrado que la religión no es nada más que existir o respirar. El panteísta pasa por alto el hecho de que la religión significa obediencia a la ley Divina; y de esta obediencia no puede hacerse ninguna cuestión en un sistema que niega la libertad de la voluntad del hombre. Según el Panteísmo hay tan poco "servicio racional" en la así llamada vida religiosa como lo hay en el comportamiento de cualquier agente físico. Y si los hombres todavía distinguen entre las acciones que son religiosas y las que no lo son, la distinción no es sino otra ilusión.
Inmortalidad
La creencia en una vida futura no solamente es un incentivo al esfuerzo y una fuente de estímulo; para el Cristiano al menos implica una sanción de la ley Divina, una perspectiva de recompensa. Pero esta sanción no es de ninguna significación o eficacia a menos que el alma sobreviva como individuo. Si, como el Panteísmo enseña, la inmotalidad es la absorción en el ser del Dios, puede importar poco qué clase de vida lleve uno aquí. No hay terreno para discriminar entre el lote de los justos y el de los malvados, cuando todos, igualmente se combinarán en el Absoluto. Y si por algún proceso posterior de la evolución tal discriminación pasara, no podrá significar nada, como recompensa o como castigo, desde que la conciencia personal ha cesado. Esa unión perfecta con Dios que el Panteísmo parece prometer, no es ninguna inspiración de vida correcta cuando uno considera cuan lejos de la santidad debe estar un Dios que continuamente absorbe en Si Mismo lo peor de la humanidad junto con lo mejor - - si en verdad uno puede continuar pensando en términos que involucren una distinción entre mal y bien.
Es por lo tanto bien claro que en el intento de unificar todas las cosas, el Panteísmo sacrifica demasiado. Si Dios, libertad, moralidad y religión deben todos ser reducidos al Uno y sus inevitables procesos, se presenta la pregunta de que si el anhelo de unidad no puede ser fuente de ilusiones más fatales que aquellas que el Panteísmo reivindica disipar. Pero de hecho no se logra tal unificación. El panteísta utiliza su poder de abstracción para poner todas las diferencias a un lado, y luego declara que las diferencias no están realmente allí. Con todo aún para él las mismas parecen estar allí, y por tanto, desde el mismo principio él se está manejándose con apariencia y realidad; y a estas él nunca funde en una. Él simplemente se apresura al afirmar que la realidad es Divina y que todas las cosas visibles son manifestaciones del infinito, pero él no explica porqué cada manifestación debe ser finita o porqué las diversas manifestaciones se deben interpretar de tan diversos conflictivos modos por las mentes humanas, si cada una de ellas es una parte del único y el mismo Dios. Él hace Al Absoluto, avanzar de la inconsciencia a la conciencia, pero no demuestra porqué deben existir estas dos etapas en la evolución, o porqué la evolución, que significa ciertamente convertirse en "otro", debe ocurrir en absoluto.
Puede ser observado, también, que el Panteísmo fracasa en unificar el sujeto y el objeto, y que a pesar de sus esfuerzos el mundo de la existencia sigue siendo distinto del mundo del pensamiento. Pero tales objeciones tienen poco peso con el panteísta minucioso que sigue a Hegel, y está dispuesto en aras de la "unidad" a declarar que el ser y la nada son idénticos.
Hay sin embargo una unidad fundamental que la filosofía cristiana ha reconocido siempre, y que tiene a Dios por centro. No como ser universal, ni como el principio constitutivo formal de cosas, sino como su causa eficiente que opera en y a través de cada uno, y como la causa final para la cual las cosas existen, Dios en el más verdadero sentido es la fuente de todo pensamiento y realidad (véase St. Thomas, "Contra Gentes", I). Su omnipresencia y acción, lejos de eliminar causas secundarias, preserva cada una en el orden natural de sus agentes físico-eficientes bajo la determinación de la ley física y de la personalidad humana en el ejercicio de la inteligencia y la libertad el fundamento del orden moral. La forzada prosecución de la unidad en el sentido panteísta no tiene justificación, la única unidad inteligible es la que Dios mismo ha establecido, una unidad de propósito que es manifiesta igualmente en los procesos del universo material y en la libre voluntad del hombre, y que se mueve hacia su cumplimiento en la unión del espíritu creado con la Persona infinita, el autor del orden moral y el objeto de la adoración religiosa
Escrito por Edward A. Pace.
Transcripto por Tomas Hancil.
Traducido por Luis Alberto Alvarez Bianchi