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Viernes, 22 de noviembre de 2024

Castelgandolfo

De Enciclopedia Católica

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CASTELGANDOLFO: DE RESIDENCIA IMPERIAL A VILLA PONTIFICIA


El visitante que entra por vez primera en las Villas Pontificias de Castelgandolfo no imagina encontrarse con importantes restos de una de las más famosas villas de la antigüedad, la Albanum Domitiani, grande residencia de campo del emperador Domiciano (81-96 d.C.), que tenía una extensión de 14 km2, desde la Via Appia hasta el lago de Albano. Las Villas Pontificias se levantan sobre los restos de la parte central de la residencia imperial que incluía, según la hipótesis de algunos estudiosos, también la Arx Albana, situada en el extremo de la colina de Castelgandolfo, donde ahora se yergue el Palacio Pontificio y, que tiempo atrás comprendía el centro de la antigua Albalonga.

La Villa de Domiciano estaba ubicada en la vertiente occidental de la colina, en posición dominante hacia el mar Tirreno. La pendiente había sido dividida en tres grandes terrazas descendientes hacia el mar. La primera, en la parte superior, comprendía las estancias de los siervos del emperador, diversos servicios y cisternas, que se alimentaban del manantial de Palazzolo – situado en la orilla opuesta del lago – a través de tres acueductos, todavía existentes en parte, que llevan el agua a la Villa papal y a la población de Castelgandolfo. En la terraza del medio, delimitada junto al monte por un gran muro de contención, interrumpido por cuatro grutas de planta rectangular y semicircular alternantes, se erigían el palacio imperial y el teatro. La terraza inferior comprendía el criptopórtico, grande paseo cubierto del emperador, con una longitud originaria de trescientos metros. Esta terraza se subdividía en otras sucesivas dedicadas a jardines, en una de las cuales se encontraba el hipódromo.

En esta residencia, acondicionada también para la estación invernal, rica de belleza natural y suntuosos edificios, monumentos y obras de arte, Domiciano, el “calvo Nerón” como lo llamaba Juvenal, estableció casi permanentemente su morada.

A la muerte de Domiciano, la villa pasó a sus sucesores, los cuales prefirieron establecer su residencia en otro lugar. Adriano (117-138) pasó en ella sólo un breve período de tiempo, mientras se concluía la villa de Tivoli, y Marco Aurelio (161-180) la utilizó como refugió algunos días durante la rebelión del año 175. Pocos años después, Séptimo Severo (193-211) instaló en la parte sur, los castra (campamentos) de sus fieles soldados partos, los cuales se establecieron allí de modo permanente con sus familias.


Con la decadencia de la villa imperial, sus monumentos fueron privados de obras de arte y de ricos adornos y demolidos sistemáticamente; los mármoles y ladrillos se utilizaron para nuevas construcciones que darían origen al primer núcleo habitado del pueblo de Albano. En el norte de la villa, sobre la vertiente del lago hacia “Cucuruttus” (la actual Montecuco), surgió otro insediamiento, sobre todo de agricultores, que daría origen más tarde a la actual Castelgandolfo.

El emperador Constantino (306-337), que había expulsado del territorio a los turbulentos soldados partos con sus familias, incluyó entre los beneficios concedidos a la basílica de San Juan Bautista, la actual catedral de Albano, la possessio Tiberii Caesaris, es decir, el área de la villa domiciana. Con excepción de algunas memorias de actos de cesión o patrimoniales referidas al lugar, la historia guardó silencio hasta el siglo XII. No fue así para las expoliaciones de mármoles y obras de arte que continuaron durante mucho tiempo. En el siglo XIV el saqueo fue sistemático por la búsqueda de mármoles para la construcción del duomo de Orvieto. En torno al año 1200, fue construido en la colina, quizá sobre las ruinas de la antigua Albalonga, el castillo de la familia genovesa de los Gandolfos, la cual dio nombre a la actual Castelgandolfo. Era una fortaleza cuadrada, erigida en lo alto de la colina, con altos muros y un pequeño patio, todavía existente, rodeada por una potente defensa que la hacía casi inaccesible. Después de algunos años, pasó a ser propiedad de los Savelli, que la poseyeron por espacio de casi tres siglos. Fue en julio de 1596, bajo el pontificado de Clemente VIII Aldobrandini (1592-1605), que la Cámara Apostólica tomó posesión de Castelgandolfo y de Roca Priora mediante la bula Congregazione dei Baroni (congregación de los barones), como fianza por el pago de una deuda de 150.000 escudos contraida por los Savelli. Más tarde, al pagarse una parte de la deuda, Roca Priora fue devuelta a los Savelli, mientras que Castelgandolfo fue declarada patrimonio inalienable de la Santa Sede, quedando incorporada definitivamente al dominio temporal de la Iglesia, con decreto consistorial del 27 mayo de 1604. Pablo V Borghese (1605-1621), a petición de la comunidad de Castelgandolfo, dotó a la población y a la fortaleza de agua abundante, con la restauración del acueducto que traía las aguas del manantial de Malafitto, actual Palazzolo. Se preocupó además, de dar salubridad a la zona secando las aguas palúdicas del lago de Turno, según refiere una de las lápidas colocadas en el frontal del Palacio Pontificio.


Urbano VIII Barberini (1623-1644), que siendo Cardenal gustaba de pasar temporadas en Castelgandolfo, fue el primer Papa que vivió en esta residencia en la primavera de 1626, una vez terminados los trabajos de restauración y ampliación del Palacio realizados por Carlo Maderno y ayudado por Bartolomeo Breccioli y Domenico Castelli como arquitectos subalternos. La fortaleza se vio ampliada con nuevas estructuras, se construyó el ala del palacio junto al lago, y la parte izquierda de la fachada actual hasta la puerta de ingreso. Se realizó también el jardín del palacio (Jardín del Moro), de modestas proporciones, que todavía conserva fielmente el diseño originario, dividido en recuadros regulares por paseos con hileras de mirtos. El florentino Simone Lagi decoró con frescos la capilla privada, el pequeño Oratorio contiguo, y la sacristía. Se atribuyen también a iniciativa de Urbano VIII las dos sugestivas arboledas, llamadas “Galería superior” y “Galeria inferior” que bordean la Villa Barberini y unen Castelgandolfo con Albano.

Alejandro II Chigi (1655-1667) completó la construcción del Palacio pontificio con la nueva fachada hacia la plaza, y la grande galería construida en el ala hacia el mar, según proyecto de Bernini. Clemente XIV Ganganelli (1769-1774), con objeto de dotar la propiedad de un espacio más idóneo para los paseos a pie, que no lo permitían las pequeñas dimensiones del jardín creado por Urbano VIII, en marzo de 1773 amplió la residencia con la compra de la Villa anexa de Cybo. En 1717, cuando todavía era Auditor de la Cámara Apostólica, el cardenal Camillo Cybo se había hecho ceder el palacete construido por el arquitecto Francesco Fontana “por su noble habitación y Villa”. Sucesivamente compró un terreno de casi tres hectáreas frente al edificio, que limita en la parte alta con el pueblo de Castelgandolfo y en la inferior, hacia el mar, con la vía denominada “Galería inferior”, transformándolo en un espléndido jardín, rico de mármoles, estatuas y fuentes de gran valor. Esta villa suntuosa tenía, sin embargo, como grave defecto el tener el palacio y el jardín separados por la vía pública, precisamente la “Galería inferior”. El cardenal tenía pensado unirlos mediante un viaducto, a la altura del nivel noble del jardín, pero el proyecto no llegó nunca a realizarse, no sabemos si por falta de tiempo o de dinero. A la muerte del cardenal Cybo en 1743, la villa pasó a los herederos quienes la vendieron al Duque de Bracciano, Don Livio Odescalchi. Clemente XIV logró que se la vendiera por el mismo precio de 18.000 escudos. En 1870, con el fin del Estado Pontificio, comenzó para la residencia papal de Castelgandolfo un largo período de abandono y olvido que duró sesenta años. Aunque la ley de Garantías (concedida al Papa por el estado italiano en 1871) había asegurado al Palacio de Castelgandolfo, “con todas sus posesiones y pertenencias”, las mismas inmunidades del Vaticano y del Laterano, tras la toma de Roma, los Papas no volvieron a salir del Vaticano. Únicamente después de los Pactos Lateranenses entre la Santa Sede e Italia (1929), que ponían fin a la espinosa “Cuestión romana”, Castelgandolfo volvió a ser la residencia estival de los Papas. Durante las negociaciones había sido examinada también la posibilidad de reservar para la residencia de los Pontífices la Villa Farnese de Caprarola, o la Villa Doria Panfili en el Gianicolo. Pero al final prevaleció la tradición histórica. Las Villas Pontificias asumieron las actuales dimensiones con la adquisición del complejo de Villa Barberini, donde se implantaron jardines de nuevo diseño entre los que merecen especial atención los del Belvedere. Era ésta la villa que Tadeo Barberini, sobrino de Urbano VIII, había realizado comprando los terrenos y viñedos de la terraza central de la residencia domiciana en 1628 y sucesivamente, en 1631, adquiriendo la propiedad de Monseñor Escipión Visconti, un palacete transformado y ampliado después según proyecto de Bernini, probablemente. Mucho más tarde, a principios del siglo siguiente, delante del palacio Barberini fue colocada una elegante verja que, a pesar de la estrechez del espacio, permitía el ingreso de los grandes carruajes de entonces. Después de 1929, se realizaron importantes trabajos de consolidamiento y reestructuración del Palacio pontificio para adaptarlo a las nuevas exigencias y poder comunicar las tres villas (Jardín del Moro, Villa Cybo y Villa Barberini). Fue construido un viaducto que unía el terreno Barberini con el de Villa Cybo, y la logia que conduce al Palacio por encima de la vía pública, sobre el arco de la antigua Puerta romana. En 1934, por faltar en el Vaticano la necesaria oscuridad nocturna para observar el firmamento, el Observatorio Astronómico regido por los padres jesuitas fue trasladado al Palacio de Castelgandolfo.


LOS PAPAS EN CASTELGANDOLFO


En el verano de 1623 fue elevado al solio pontificio el Cardenal Maffeo Barberini que tomó el nombre de Urbano VIII (1623-1644). Hacía ya algunos años que el Cardenal había elegido la villa de Castelgandolfo, ya fuera por su incomparable posición panorámica, como porque la consideraba el lugar más salubre de los castillos romanos, para construirse una modesta morada, cerca de los muros del Castillo, en el plano superior del torreón que todavía hoy domina la Puerta romana. Fuera de las murallas, existen todavía las escuderías cerca de dicho torreón. Por ello, una vez elegido Papa, Urbano VIII eligió Castelgandolfo como residencia estival, decidiendo acondicionar la antigua fortaleza de los Gandolfi-Savelli para “que los Papas tuvieran la comodidad de residir en los propios palacios, no pareciéndole conveniente valerse de las casas de los demás”, según refiere su biógrafo, Andrea Nicoletti. Después de haber residido durante dos años en Frascati, huésped del Cardenal Escipión Borghese, el 10 de mayo de 1626, Urbano VIII inauguró finalmente su primera estancia en Castelgandolfo. “Después de 1626, Urbano VIII regresó fielmente durante otros once años a la Villa, dos veces al añó... en abril, o al máximo, en mayo, y una segunda vez en el mes de octubre” durante dos o tres semanas. “Tenía organizada metódicamente la jornada y no le faltaba nunca, en las horas de asueto, la compañía de literatos y eruditos... Le gustaba, sobre todo, dar paseos a pie que, especialmente en los primeros años, alternaba a menudo con cabalgadas a través de los bosques... Durante su estancia en la villa, Urbano VIII continuaba a recibir ministros y embajadores como era ordinario, con el fin de que los asuntos de gobierno no sufrieran demora” (por Emilio Bonomelli, ibidem., p. 52). Tras la enfermedad de 1637 que hizo temer por su vida, Urbano VIII renunció definitivamente a residir en la Villa a la que tanto se había aficionado, por propia convinción y la de sus médicos, que el aire pesado de Roma le era más necesario. El sucesor de Urbano VIII, Inocencio X Panfili (1644-1655), no vino nunca a Castelgandolfo en sus diez años de pontificado y raramente se alejó de Roma. No fue así con Alejandro VII Chigi (1655-1667), el cual residió regularmente en Castelgandolfo dos veces al año, en primavera y en otoño, durante períodos variables de 20 a 30 días. El Papa Chigi era especialmente sensible a las bellezas del lago y del verdor del entorno, tan propicios para la meditación y el silencio, y habitualmente daba largos paseos por los bosques de encinas y castaños. Le atraían también las excursiones al lago que recorría sobre una fragata que se había hecho transportar expresamente desde el puerto de Ripa Grande. Alejandro VII confió a Sernini la construcción de la Iglesia parroquial de Castelgandolfo, dedicada a Santo Tomás de Villanueva, el arzobispo de Valencia canonizado por él en 1658, mientras que la cripta fue dedicada a San Nicolás.

En los 44 años siguientes, ninguno de los sucesores del Papa Chigi cambió la residencia de Roma por la estival de Castelgandolfo. Unicamente Inocencio XII Pignatelli (1691-1700), pernoctó en Castelgandolfo el 27 de abril de 1697, con ocasión de su viaje a Anzio y Neptuno, saliendo al día siguiente. Había llegado a la plaza en una noche de niebla y lluvia por lo que encontró el lugar tan molesto que no quiso regresar. Clemente XI Albani (1700-1721) pasó los primeros nueve años de su pontificado sin alejarse nunca de Roma. Tras una grave enfermedad en el verano de 1709, en mayo del año siguiente fue a Castelgandolfo por consejo de los médicos, y vistos los buenos resultados, regresó durante seis años seguidos hasta 1715. Durante su primera estancia castellana, el Papa Albani firmó un Rescripto con el que se confería a Castelgandolfo el título de “Villa Pontificia”. Tal reconocimiento, que duró hasta el final del Estado Pontificio, comportaba, para los ciudadanos de Castelgandolfo, el privilegio de ser sustraidos a la jurisdicción de las magistraturas administrativa y judicial comunes, y de estar sujetos a las especiales del Prefecto del Palacio Apostólico y del Mayordomo. Las estancias del Papa Albani estuvieron caracterizadas por una gran familiaridad con los lugareños, especialmente los más pobres, a quienes el Papa dió abundantes muestras de liberalidad. A Clemente XI se deben los trabajos de restauración del Palacio después del largo abandono y las mejoras del pueblo, cuyo núcleo habitado se había ampliado notablemente. Una lápida colocada al principio de la carretera de Castelgandolfo, aún existente, recuerda las obras realizadas por el Papa en beneficio de la ciudadela. Durante 25 años la Villa pontificia no fue visitada por los sucesores del Papa Albani, y en junio de 1741, el Palacio se volvió a abrir para acoger al Papa Benedicto XIV Lambertini (1740-1758), elegido en el verano del año anterior. “Fue uno de los pontífices que más se ligaron a Castelgandolfo donde, como solía decir, podía liberar su alma” (cf. Emilio Bonomelli, I Papi in campagna, p. 111). Sus visitas asumieron un tono de gran simplicidad, lejos de la fastuosidad de sus predecesores: “No quiero complicaciones. Las complicaciones para cuando estemos en Roma”, solía responder a las petulantes y con frecuencia inoportunas peticiones de audiencias y visitas que se le presentaban. Durante su pontificado no dejó de cuidar y embellecer el palacio. Entre las obras principales se recuerda la decoración de la galería de Alejandro VII, obra de Pier Leone Ghezzi, a base de pinturas en témpera que representan vistas panorámicas de las colinas de Albani con alegres escenas rústicas, y la nueva Logia de las Bendiciones, mandada construir en 1749, dominada por un gran reloj. Clemente XIII Rezzonico (1758-1769), sucesor del Papa Lambertini en 1758, visitó Castelgandolfo a partir del año siguiente. El cambio de aires que los médicos le habían aconsejado le fue tan benéfico que durante otros seis años, hasta 1765, pasó períodos de hasta un mes. Sólo en los últimos tres años, las crecientes preocupaciones de su pontificado le impidieron ir a Castello como habría deseado. Su nombre queda ligado a los preciosos objetos litúrgicos y obras de arte con las que enriqueció la Iglesia parroquial y la Capilla privada del Palacio. Una lápida sobre la Puerta romana recuerda las obras de ampliación y pavimentación de la vía de acceso, mandadas hacer por él.

Su sucesor, Clemente XIV Ganganelli (1769-1774), ocupó el solio pontificio durante poco más de cinco años y más de cinco veces, el otoño de cada año, pasaba sus vacaciones en Castello. De naturaleza vivaz y exhuberante, humor jovial y chistoso, tenía necesidad de movimiento y asueto. En Castelgandolfo “no se limitaba a los cortos paseos a pie por las famosas galerías o por la villa, sino que a menudo salía fuera del palacio a caballo... con vestido blanco de viaje, botas y tricornio blancos” (ibid., p. 149). Y, una vez fuera del lugar, le gustaba galopar a tal velocidad que ninguno del séquito ni de la escolta podían seguirle. En 1771, tras haber sufrido dos caídas del caballo y la ruptura de un hombro, los familiares lograron convencerle para que renunciara definitivamente a su pasatiempo preferido. En 1773 amplió la residencia pontificia con la compra de la anexa Villa Cybo. Pio VI Braschi, elegido en 1775, no se alojó nunca en la residencia estival en todo el largo pontificado que duró un cuarto de siglo. Durante su reinado, el 27 febrero de 1798, tuvo lugar en Castello el sangriento combate de los habitantes de los Castillos Romanos (en particular Castelgandolfo, Albano y Velletri) que permanecieron fieles al Papa contra las tropas de Joaquín Murat. Los insurrectos, después de haber combatido hasta el extremo, se refugieron en el Palacio pontificio que fue abatido a cañonazos y saqueado por los franceses. El 14 de marzo del 1800 fue elegido en Venecia Pio VII Chiaramonti (1800-1823), quien en 1803 reabrió el Palacio de Castelgandolfo, después de haber realizado las obras de restauración y acondicionamiento necesarios. Regresó en 1804 y 1805 hasta que la desventura napoleónica, primero con la invasión de los Estados Pontificios, y después con la prisión del Papa, hizo nuevamente imposible la estancia. Después de su liberación, el 17 de marzo de 1814, abdicado Napoleón, en el mes de octubre de dicho año el Papa Chiaramonti pudo finalmente reemprender sus vacaciones otoñales en Castelgandolfo, las cuales constituyeron, quizás, el único momento de paz en los tormentosos avatares de su pontificado. El Papa León XII della Genga (1823-1829) estuvo en Castelgandolfo un solo día, el 21 de octubre de 1824, huésped de los Capuchinos de Albano, pero aunque visitó la Iglesia de la plaza, no puso los pies en la residencia pontificia por no resultarle simpática. Ni siquiera su sucesor, Pio VIII Castiglioni (1829-1830), en su breve pontificado de 20 meses, fue a Castello. En 1831 fue elegido Papa Gregorio XVI Cappellari (1831-1846). Sus vacaciones en Castello, casi siempre en octubre, fueron asiduas y estuvieron marcadas por su estilo simple de monje camaldulense. Desde Castello, en 1845, el Papa Cappellari fue un dia a Tivoli, al Colegio de los Jesuitas, donde pudo contemplar curioso las primeras “daguerrotipias” y posar delante del fotógrafo. Asistió con gran interés además a algunas pruebas de iluminación eléctrica, y observar un modelo de barco a vapor.


Pio IX Mastai Ferretti (1846-1878) residió en Castello a temporadas breves e intermitentes en las estaciones más diversas, alternadas con el Puerto de Anzio. En efecto, no tenía una particular atracción por la vida del campo y, amaba más la ciudad en la que solía moverse con más desenvoltura. Los viejos castellanos recuerdan la sencillez del Papa Mastai cuando salía a pie por el pueblo, entraba en las casas y con frecuencia, si encontraba la olla en el fuego, levantaba la tapa para ver si el alimento era suficiente, proveyendo, en caso contrario, con generosas sumas de dinero. En Castelgandolfo Pio IX concedía audiencia con una prodigalidad nunca usada por sus predecesores y, en los últimos años, debido a la creciente facilidad de los viajes, la ciudadela veía llegar también grupos numerosos de peregrinos extranjeros. La última estancia castellana del Papa Mastai fue del 28 al 31 mayo 1869, inspirado exclusivamente por el deseo de venerar el milagroso Crucifijo de Nemi que aquel año se celebraba el segundo aniversario. Eran los últimos meses de vida del Estado pontificio que vería el final con la toma de la Puerta Pia, el 20 de septiembre de 1870. Aunque los Papas no salieron nunca del Vaticano desde 1870 hasta el año de la Conciliación, no por ello se interrumpió el vínculo afectivo con la villa de Castelgandolfo. Después de 1870, Pio IX acogió en el Palacio dos comunidades de clausura, una de monjas basilianas procedentes de la Polonia rusa, y otra de Clarisas que habían abandonado su convento de Albano tras la incautación de bienes eclesiásticos. El Papa León XIII Pecci (1878-1903) – que había donado a la Iglesia parroquial dos artísticos candelabros como adorno del altar – denominaba familiarmente “el pequeño Castelgandolfo” al torreón de las murallas de León IV en el Vaticano, donde se alojaba alguna vez en el verano. Pio X Sarto (1903-1914) y Benedicto XV De la Chiesa (1914-1922) mandaron construir dos edificios que todavía llevan su nombre, destinados a casas populares para los castellanos menos pudientes. Pio X mandó preparar en el Palacio un apartamento para la estancia veraniega de su Secretario de Estado, el Cardenal Rafael Merry del Val, quien pasó algunos períodos de un mes, entre agosto y septiembre, de 1904 a 1907. Pio XI Ratti (1922-1939) puede ser considerado el primer Papa de los tiempos modernos que haya residido en Castelgandolfo. Tras un breve tiempo de las necesarias obras de restauración, entre 1934 y 1938 transcurrió sus períodos de descanso en la antigua residencia, primero dos meses y prolongando hasta seis meses al año. En el apartamento papal, Pio XI mandó construir una nueva Capilla privada, donde hizo colocar una reproducción del cuadro de la Virgen de Czestochowa, regalo de los obispos polacos; las paredes laterales fueron cubiertas con frescos del pintor Rosen de Leopoli que representan dos acontecimientos de la historia antigua y reciente de Polonia: en una parte la resistencia de Czestochowa en 1655 contra los suecos de Gustavo Adolfo, y en la otra la victoria de Varsovia contra los bolcheviques el 15 de agosto de 1920, denominada “milagro del Vístula”. Pio XI había residido en Polonia desde 1918 hasta 1921, primero como Visitador y después como Nuncio Apostólico. Desde el Palacio de Castelgandolfo, al tramonto de su vida terrena, el Papa levantó su voz numerosas veces contra las nefastas doctrinas del nacionalismo racista, llegando incluso a ofrecer su vida para la salvaguardia de la paz, en el memoriable radiomensaje del 29 de septiembre de 1938. Pio XII Pacelli (1939-1958), visitó Castelgandolfo en su primer año de pontificado y, en el mes de julio emanó “ex arce Gandulphi” su primera encíclica Summi Pontificatus. Desde aquí, el 24 de agosto de 1939, hizo por radio un último llamamiento a las naciones para evitar el conflicto: “El peligro es inminente pero todavía hay tiempo. Nada está perdido con la paz.Todo puede serlo con la guerra”. El Papa, comprometido en una incansable obra de paz, no regresó a Castelgandolfo durante el período de guerra, y la residencia se convirtió en punto de referencia y de asilo seguro para la población local. Tras la sucesos posteriores al 8 de septiembre de 1943, las poblaciones de Castelgandolfo y de los pueblos vecinos, llenas de pánico, se refugieron en las Villas Pontificias que gozaban del privilegio de la extraterritorialidad, hasta que volvió la calma. El 22 de enero de 1944, tras el desembarque de Anzio, habiéndose convertido toda la zona en un frente de guerra, los habitantes de Castelgandolfo y de los alrededores corrieron de nuevo a las puertas de las Villas: se calcula que hasta doce mil personas encontraron refugio en aquel triste período, y allí permanecieron hasta la liberación de Roma, el 4 de junio. El apartamento papal fue reservado a las madres que estaban a punto de dar a luz, de modo que en aquellos meses pudieron nacer unos cuarenta niños. Desgraciadamente, también fueron numerosas las víctimas de los bombardeos en el confín de las Villas: el 1 de febrero de aquel año fueron destruidos los Conventos de Clarisas y Basilianas, perdiendo la vida dieciocho monjas; el 10 de febrero sufrió la misma suerte el Colegio de Propaganda Fide, con más de quinientos muertos y numerosos heridos.


Sólo el 22 de agosto de 1946, el Papa reemprendió su estancia veraniega en Castello, que continuó regularmente cada año hasta 1958 con períodos de hasta cinco meses. A excepción del tiempo de guerra, puede decirse que el Papa Pacelli transcurrió en Castelgandolfo casi un tercio de su pontificado. Fue precisamente en Castelgandolfo donde al alba del 9 de octubre de 1958, concluía su peregrinación en la tierra el primer Papa en la historia de la residencia. El 28 de octubre fue elegido Juan XXIII Roncalli (1958-1963) quien, pocos días después, visitó Castello. Una lápida conmemorativa en el interior de la iglesia parroquial recuerda la generosidad del Papa que quiso devolver al templo y a la cripta subterránea el primitivo esplendor. El Papa Juan XXIII instauró dos tradiciones en Castelgandolfo: el rezo del Angelus en la mañana del domingo, en el patio del Palacio, y la Santa Misa en la parroquia con ocasión de la fiesta de la Asunción. Pablo VI Montini (1963-1978), algunas semanas después de su elección, el 21 de junio, fue a Castelgandolfo el 5 de agosto para su estancia veraniega; allí regresó anualmente, de mediados de julio a mediados de septiembre. Su carácter tímido y reservado no le impidieron establecer una relación de afectuosa cordialidad y paternal solicitud con los habitantes de Castelgandolfo y de las Villas. En el Angelus del 13 de agosto de 1972, describió cómo era su jornada en Castello: “También Nos gozamos un poco de este don que el Señor nos regala. Respiramos este aire saludable, admiramos la belleza de este marco natural, saboreamos el encanto de su luz y silencio y también buscamos un poco de descanso para nuestras pobres fuerzas que son cada vez más excasas y ahora también un poco cansadas....”. El Año Santo de 1975, que vio la afluencia de numerosos peregrinos a Roma, indujo al Papa a regresar al Vaticano cada miércoles para las audiencias generales. Se iniciaron entonces los desplazamientos semanales en helicóptero que permitían al Papa llegar rápidamente al Vaticano sin obstaculizar más el ya congestionado tráfico de la Via Apia. Son numerosas las obras queridas y realizadas por Pablo VI para favorecer la población de Castelgandolfo, como el moderno Colegio pontificio que lleva su nombre, la Iglesia de San Pablo con todo un complejo anexo para actividades de pastoral en el mismo barrio surgido junto a la Via Apia, y la iglesia de la Virgen del Lago. El 14 de julio de 1978, el Papa se desplazó hasta Castelgandolfo esperando, como cada año, que el aire saludable le hiciera recobrar nuevas fuerzas, pero el domingo 6 de agosto, a causa de un aumento de fiebre, no pudo asomarse al balcón del Palacio para el rezo del Angelus, y por la tarde entregaba su alma a Dios. Juan Pablo I Luciani, elegido el 26 de agosto 1978, no tuvo posibilidad de ir a Castelgandolfo durante su breve pontificado que apenas duró 33 días. En la tarde del domingo 8 de octubre, el Cardenal Karol Wojtyla, Arzobispo de Cracovia, presente en Roma para el cónclave, visitó las Villas Pontificias para transcorrer allí un momento de serena tranquilidad. Ocho días después, en la tarde del 16 de octubre de 1978, los romanos y peregrinos llegados a la Plaza de San Pedro tras la fumata blanca, le aclamaban como el primer Papa polaco de la historia que asumía el nombre de Juan Pablo II. El Pontífice no se hizo esperar en Castelgandolfo; la ciudadela había quedado demasiado tiempo en luto por la muerte de dos Pontífices en menos de dos meses. Al llegar a la plaza de Castelgandolfo la tarde del 25 de octubre, fue acogido con entusiasmo por los castellanos, a quienes él saludó enseguida como “conciudadanos”.

CRONOLOGIA DE LAS ESTANCIAS DE LOS PAPAS EN CASTELGANDOLFO 


URBANO VIII (1623-1644)

1626: 10-20 mayo; 8-26 octubre 1627: 1-10 mayo; 15-27 octubre 1628: 7-19 mayo; 18-29 octubre 1629: 9-22 mayo; 15-29 octubre 1630: 22 abril-7 mayo; 15-29 octubre 1631: 13-27 mayo; 11-29 octubre 1632: 28 abril-19 mayo; 30 septiembre-30 octubre 1633: 18 abril-3 mayo; 1-29 octubre 1634: 29 abril-23 mayo; 1-29 octubre 1635: 18-25 mayo; 8-18 junio; 19-30 octubre 1636: 15-29 abril; 23 mayo-7 junio; 6-30 octubre 1637: 10 mayo-6 junio; 19-29 octubre

ALEJANDRO VII (1655-1667)

1655: 4-21 mayo 1657: 24 abril-9 mayo; 11-19 mayo; 4-25 octubre 1658: 5-28 mayo; 2-28 octubre 1659: 28 abril-20 mayo; 2-30 octubre 1660: 20 abril-4 mayo; 6-15 mayo; 1-30 octubre 1661: 27 abril-23 mayo;3 octubre-6 noviembre 1662: 19 abril-16 mayo 1663: 3-23 mayo; 9 octubre-6 noviembre 1664: 5-19 mayo; 7-29 octubre 1665: 24 abril-13 mayo; 14 mayo-1 junio

CLEMENTE XI (1700-1721)

1710: 21 mayo-16 junio 1711: 8-27 junio 1712: 8.26 junio 1713: 5-28 junio 1714: 7 octubre-9 noviembre 1715: 9 octubre-11 noviembre

BENEDICTO XIV (1740-1758)

1741: 3-6 junio; 28 septiembre-30 octubre 1742: 27 mayo-27 junio; 27 septiembre-30 octubre 1743: 24 mayo-27 junio 1745: 15 mayo-15 juno 1746: 7 mayo-7 junio 1747: 3-26 junio 1748: 24 mayo-26 junio 1749: 26 mayo-26 junio 1750: 28 mayo-26 junio 1751: 27 mayo-27 junio 1752: 25 mayo-26 junio 1753: 1-26 junio 1754: 27 mayo-26 junio 1755: 25 mayo-26 junio 1756: 28 mayo-26 junio

CLEMENTE XIII (1758-1769)

1759: 3-12 junio; 15-27 junio; 3-26 octubre 1760: 27 septiembre-25 octubre 1761: 30 mayo-26 junio; 28 septiembre-26 octubre 1762: 28 septiembre-26 octubre 1763: 4-25 junio; 28 septiembre-24 octubre 1764: 25 septiembre-26 octubre 1765: 10-26 junio; 25 septiembre-25 octubre

CLEMENTE XIV (1769-1774)

1769: 27 septiembre-26 octubre 1770: 26 septiembre-28 octubre 1771: 25 septiembre-28 octubre 1772: 21 septiembre-28 octubre 1773: 21 septiembre-28 octubre

PIO VII (1800-1823)

1803: 3-29 octubre 1804: 9-27 octubre 1805: 2-29 octubre 1814: 5-29 octubre 1815: 18 septiembre-30 octubre 1816: 6-21 mayo; 1-29 octubre 1817: 11 mayo-3 junio; 6 junio-1 julio

GREGORIO XVI (1831-1846)

1831: 6-20 octubre 1832: 1-20 octubre 1833: 5-21 octubre 1834: 9-23 octubre 1835: 8-13 octubre 1836: 17-22 octubre 1839: 7-9 octubre 1840: 16 junio-14 agosto; 16 agosto-17 septiembre 1842: 4-8 octubre 1843: 2-9 octubre 1844: 30 septiembre-7 octubre

PIO IX (1846-1878)

1851: 1-15 julio 1852: 9-26 septiembre 1855: 7-23 mayo 1858: 5-20 mayo 1859: 6-17 octubre 1862: 6-18 octubre 1864: 18 julio-14 septiembre 1865: 12 julio-13 septiembre 1869: 28-31 mayo

PIO XI (1922-1939)

1934: 1 agosto-22 septiembre 1935: 31 julio-30 septiembre 1936: 30 junio-30 septiembre 1937: 1 mayo-30 octubre 1938: 30 abril-28 octubre

PIO XII (1939-1958)

1939: 24 julio-28 octubre 1946: 22 agosto-noviembre 1947: 31 julio-29 noviembre 1948: 29 julio-27 noviembre 1949: 4 agosto-26 noviembre 1950: 16 julio-28 octubre 1951: 12 julio-1 diciembre 1952: 19 julio-29 noviembre 1953: 25 julio-28 noviembre 1954: 31 julio-27 noviembre 1955: 30 julio-26 noviembre 1956: 14 julio-10 noviembre 1957: 24 julio-16 noviembre 1958: 24 julio-9 octubre

JUAN XXIII (1958-1963)

1958: 21 noviembre 1959: 19 julio-24 septiembre 1960: 25 julio-23 septiembre 1961: 16 julio-30 septiembre 1962: 15 julio-1 septiembre

PABLO VI (1963-1978)

1963: 5 agosto-11 septiembre 1964: 15 julio-12 septiembre 1965: 19 julio-12 septiembre 1966: 16 julio-17 septiembre 1967: 26 julio-6 septiembre 1968: 17 julio-22 agosto; 25 agosto-19 septiembre 1969: 10 julio-31 julio; 13 agosto-13 septiembre 1970: 16 julio-17 septiembre 1971: 15 julio-16 septiembre 1972: 15 julio-21 septiembre 1973: 14 julio-19 septiembre 1974: 17 julio-18 septiembre 1975: 17 julio-13 septiembre 1976: 15 julio-21 septiembre 1977: 14 julio-22 septiembre 1978: 14 julio-6 agosto

JUAN PABLO II (1978-2005)

1978: 25 octubre 1979: 4-6 enero; 4-6 febrero; 16-18 abril; 30 mayo; 11-13 junio; 15 julio-15 septiembre; 8-10 octubre; 26-31 diciembre 1980: 17-19 febrero; 7-11 abril; 2-5 junio; 13 julio-20 septiembre; 19-22 noviembre; 26-30 diciembre 1981: 27 febrero-3 marzo; 20-22 abril; 16 agosto-17 octubre 1982: 19-23 febrero; 12-14 abril; 14 julio-22 septiembre 1983: 2-4 enero; 14-15 febrero; 10-12 marzo; 4-5 abril; 10 julio-10 septiembre; 13-21 septiembre; 28-31 diciembre 1984: 23-24 abril; 13-15 mayo; 11 julio-9 septiembre; 21-26 septiembre; 26-29 diciembre 1985: 7 julio-8 agosto; 20 agosto-25 septiembre 1986: 1-4 enero; 30 marzo-1 abril; 8 julio-20 septiembre; 26-30 diciembre 1987: 15 julio-10 septiembre; 21-25 septiembre; 26-29 diciembre 1988; 4-8 abril; 22 julio-10 septiembre; 19-24 septiembre; 26-30 diciembre 1989: 26-28 marzo; 21 julio-18 agosto; 21 agosto-22 septiembre; 24-27 septiembre; 27-30 diciembre 1990: 15-17 abril; 20 julio-1 septiembre; 11-26 septiembre; 26-29 diciembre 1991: 1-2 abril; 19 julio-13 agosto; 20 agosto-21 septiembre; 26-28 diciembre 1992: 20-21 abril; 28 julio-17 agosto; 2-26 septiembre; 27-30 diciembre 1993: 12-13 abril; 16 julio-9 agosto; 16 agosto-4 septiembre; 10-28 septiembre; 26-28 diciembre 1994: 3-5 abril; 7 julio-17 agosto; 27 agosto-1 octubre; 26-31 diciembre 1995: 16-22 abril; 22 julio-14 septiembre; 20-30 septiembre; 27-30 diciembre 1996: 8-12 abril; 23 julio-19 septiembre; 22 septiembre-1 octubre; 26-31 diciembre 1997: 31 marzo-4 abril; 19 julio-21 agosto; 24 agosto-27 septiembre; 26-30 diciembre 1998: 13-17 abril; 21 julio-18 septiembre; 20-28 septiembre; 26-30 diciembre 1999: 5-10 abril; 20 julio-29 septiembre 2000: 24-28 abril; 22 julio-1 septiembre 2001: 16-21 abril; 20 julio-22 septiembre; 27-29 septiembre 2002: 8-23 julio; 2-16 agosto; 19 agosto-30 septiembre 2003: 10 julio-11 septiembre; 14-25 septiembre 2004: 17 julio-29 septiembre

BENEDICTO XVI (2005- ) 2005: 5 mayo; 28 julio-18 agosto; 21 agosto-28 septiembre; 2006: 16-21 abril; 28 julio-9 septiembre; 14 septiembre-4 octubre; 2007: 8-13 abril; 14-18 mayo; 27 julio-1 septiembre; 2 septiembre-7 septiembre; 9 septiembre -3 octubre. 2008: 23-30 marzo; 2-12 julio; 21-28 julio; 11 agosto - 12 septiembre; 15-30 septiembre.