Jacob
De Enciclopedia Católica
El hijo de Isaac y Rebeca, tercer gran patriarca del pueblo elegido, y el ancestro inmediato de las doce tribus de Israel. Los incidentes de su vida pueden encontrarse en partes del Génesis, xxv, 21-1, 13, donde los documentos (J, E, P) son señalados por eruditos modernos (ver ABRAHAM, I, 52). Su nombre -- posiblemente una abreviación de Jacob-El (Babilonio: Ya kub-ilu), como el que compara Israel, Ismael, etc. -- significa "el que suplanta", y alude a la bien conocida circunstancia de su nacimiento (Gen., xxv, 25). Sus primeros años estuvieron marcados por variados esfuerzos para obtener los derechos de nacimiento que eran de su hermano Esaú. Su lucha por ello comenzó antes de su nacimiento (xxv, 22-5). Más tarde, él tomó ventaja de la negligencia y desesperación de Esaú al cambiárselos por un plato de lentejas (xxv, 29-33). En virtud de esta transacción, y a través de un ardid, finalmente lo obtuvo asegurandose la bendición que Isaac tenía pensada para Esaú (xxvii, 1-37). Entonces ocurrió que, para escapar del furor vengativo de su hermano, y aparentemente también para obtener una esposa del linaje de sus padres, escapó a Haran, el lugar de residencia de Laban, su tío materno (xxvii, 41-xxviii, 5). En su camino hacia allá, tuvo en Luza la visión de ángeles ascendiendo y descendiendo por una misteriosa escalera que se extendía desde la tierra hasta el cielo, y de Yahweh renovándole la gloriosa promesa que El había hecho a Abraham y a Isaac; como consecuencia de esto, él llamó a ese lugar Beth-El, e hizo la promesa solemne de honrar exclusivamente a Yahweh si El lo acompaña en su camino y lo guía con seguridad a su hogar (xxviii, 11-22). Las relaciones de Jacob con la familia de Laban forman un interesante episodio, los detalles del cual son perfectamente reales en la vida oriental y no necesitan ser adelantados aquí. Además de bendecirlo con once hijos, Dios otorgó a Jacob una gran prosperidad material, tanto que Laban estaba naturalmente deseoso de retenerlo. Pero Jacob, muy hastiado con los frecuentes engaños de Laban, y también mandado por Dios a regresar, partió en secreto, y, aunque alcanzado y amenazado por su indignado suegro, él se las arregla para apaciguarlo y proseguir su propio camino hacia Canaan (xxix - xxxi). Se las ingenió también -- después de una visión de ángeles en Mahanaim, y una noche completa de lucha libre con Dios en Phanuel, ocasión más reciente en la que recibe una nueva bendición y el significativo nombre de Israel -- para calmar a su hermano Esaú, quién había venido a enfrentarse con él junto a 400 hombres (xxxii - xxxiii, 16).
Pasando a través de Socoth, Jacob primero se instaló cerca de Salem, una ciudad de los sichemitas, y allí erigió un altar al Dios de Israel (xxxiii, 17-20). Obligado a abandonarlo en vista de la cantidad de enemigos cananeos -- la ocasión precisa es incierta -- él se fue a Bethel, donde cumplió el voto sagrado que había hecho en su camino a Haran (xxxiv - xxxv, 15). Arribando desde el lejano sur, llegó a Ephrata, donde sepultó a Raquel, que murió dando a luz a Benjamín, y donde erigió un pilar en el sitio de su sepultura. De allí, a través de Migdal-Eder, llegó a Hebrón, donde se unió a Esaú para el funeral de su padre (xxxv, 16-29). En Hebrón, Jacob vivió tranquilamente a la cabeza de una numerosa familia de pastores, recibiendo con pena inconsolable la aparente evidencia de la cruel muerte de José, pasando por la presión de la escasez, y aceptando muy a disgusto su separación de Benjamín (xxxvii, 1-4; xlii, 35-38; xliii, 1-14). La noticia de que José estaba vivo y lo invitaba a venir a Egipto revivió al patriarca, quien, pasando a través de Bersabee, alcanzó Egipto con sus hijos y nietos (xlv, 25-xlix). Ahí le fue dado reunirse nuevamente con José, para disfrutar los honores conferidos a él por el Faraón, y para gastar prosperamente sus últimos días en las tierras de Gosén. Alli, en su lecho de muerte, predijo el futuro de fortunas de los respectivos descendientes de sus hijos, pasando lejos la edad de 147 años. (xlvi, 29-xlix). De acuerdo a sus últimos deseos, fue sepultado en la tierra de Canaan (1, 1-13). A pesar de las variadas dificultades encontradas en el exámen de la narrativa bíblica y tratados en detalle por los comentaristas, es completamente cierto que la historia de Jacob es la de una persona real cuyos hechos positivos son recordados con seguridad substancial. El carácter de Jacob es una mezcla del bien y del mal, gradualmente purificado por la experiencia de una vida larga, y sobre todo la dignidad de ser usado por Dios con el propósito de mostrar Su misericordia hacia el pueblo elegido. Las leyendas talmúdicas acerca de Jacob son la cumbre de la fantasía.
FRANCIS E. GIGOT Transcribed by Paul T. Crowley Dedicated to Mr. Cornelius Crowley Traducido por Miguel A. Casas