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Viernes, 22 de noviembre de 2024

Concilio de Rimini

De Enciclopedia Católica

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La segunda Fórmula de Sirmium (357) estableció la doctrina de Anomoeans, o del extremo ariano. Contra esta posición, los obispos semiarianos, reunidos en Ancyra, la ciudad episcopal de su lider, Basilio, formularon una contrapropuesta. Según esta última, el Hijo es en todas las cosas como el Padre; lo que fue aprobado más tarde por el Sínodo de Sirmium (358).

Esta fórmula implicó el silencio del término “homousios” consagrado por el Concilio de Nicea, y fue subscrita por unos pocos obispos ortodoxos, y probablemente también por el Papa Liberius, quien de hecho era capaz de una interpretación ortodoxa. El Emperador Constantino celebró en ese tiempo, la esperanza que tenía acerca de crear un clima de paz entre los ortodoxos y los semiarianos. Para ello convocaría a un concilio general

Al fallar en la convocatoria ya hubiera sido en Nicea o en Nicomedia, fue persuadido por Patrofilus, Obispo de Scythopolis, y Narciso, Obispo de Neronias, de llevar a cabo dos Sínodos, uno en el este de Seleucia, en Isauria, y el otro en el occidente, en Rimini. Un procedimiento que se justificaba por la diversidad de los lenguajes y los costos. Antes de la convocatoria a los concilios, Ursacius y Valens, habían designado a Marcus, Obispo de Arethusa, a fin de que hiciera un borrador (el Cuarto de Sirmium) que sería sometido a la consideración de los dos Sínodos.

En la propuesta se declaraba que el Hijo había nacido del Padre antes de todos los tiempos (con lo que se manifestaba de acuerdo con la Tercera Fórmula); pero se agregaba que el señalamiento de que Dios había hablado de la palabra “ousia”, esencia, debía evitarse, al no ser encontrado en la Escritura y ser causa de escándalo para los fieles. Por medio de este procedimiento se deseaba excluir similitudes de esencia.

El Concilio de Rimini fue abierto a principios de julio de 359; se tuvo la presencia de más de cuatrocientos obispos. Cerca de ochenta de ellos eran semiarianos, incluyendo Usacius, Germinius, y Auxentius. Algunos habían abandonado las filas de los obispos ortodoxos. El más eminente de este grupo era Restitutus de Cartago; Liberius, Eusebio, Dionisio, y otros que se encontraban aún en el exilio.

Las dos partes enviaron por separado, sus posiciones al emperador. Los ortodoxos claramente se mantenían firmes en la fe de Nicea, mientras que los arianos, en minoría se adherían a la fórmula imperial. Sin embargo la inexperiencia de los representantes de la mayoría ortodoxa les hizo ser engañados. No sólo establecieron comunión con los delegados heréticos, sino que subscribieron en Nice en Thrance, una fórmula según la cual el Hijo es como el Padre en todas las Escrituras (se omitió la expresión “en todas las cosas”).

En su regreso a Rimini, se encontraron con las protestas unánimes de sus colegas. Pero hubo factores que debilitaron la posición de los obispos ortodoxos, entre ellos las amenazas del cónsul Taurus, las manifestaciones de los semiarianos sobre la paz entre Oriente y Occidente por una palabra no contenida en la Escritura, las privaciones, y el deseo que había prevalecido por regresar a casa. Los últimos veinte fueron inducidos a firmar cuando Ursacius agregó a la fórmula de Nicea, declarando que el Hijo no es un ser como las otras criaturas.

El Papa Liberius, habiendo recobrado su libertad, rechazó la fórmula; la que fue desde entonces repudiada por muchos incluso, de los que la habían firmado. Con base en esos hechos y de la carencia de aprobación por parte de la Santa Sede, ese planteamiento no tenía autoridad. En todo caso, el concilio fue una intempestiva derrota para la ortodoxia, y San Jerónimo indicó: “El mundo entero se sorprendió al verse a sí mismo como ariano”.


U. BENIGNI Transcripción de Charlie Martin Traducción de Giovanni E. Reyes