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Viernes, 22 de noviembre de 2024

Domiciano

De Enciclopedia Católica

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(TITUS FLAVIUS DOMITIANUS).

Emperador romano y perseguidor de la iglesia, hijo de Vespasiano y hermano menor y sucesor de Tito, nacido el 24 de octubre del año 51 d.C., y reinando desde el 81 al 96. A pesar de sus vicios privados se mostró como reformador de la religión y las costumbres. Fue el primer emperador en deificarse a si mismo mientras vivía asumiendo el título de “Señor y Dios”. Tras la revuelta de Saturnino (93) organizó una serie de sangrientas proscripciones contra las familias ricas y nobles. Murió asesinado el 18 de septiembre del 96, en una conspiración contra él a la que se unió su esposa. Cuando los actos del reino de Nerón fueron revocados después de su muerte, se hizo una excepción en la persecución de los cristianos (Tertulliano Ad Nat., i, 7).

La revuelta judía echó sobre ellos nueva impopularidad y la destrucción de Jerusalén les privó de la última protección que podía venirles por ser confundidos con los judíos. Así Domiciano en sus ataques al partido aristocrático no encontró dificultad alguna en condenar a los que eran cristianos: observar prácticas judías ya no era legal; rechazar la religión nacional, sin la excusa de ser judío, era ateismo. De una u otra manera ya como judíos o como ateos, los cristianos eran fácil presa. Entre los más famosos mártires de esta segunda persecución estaban el primo de Domiciano, el cónsul Flavio Clemente y M. Acilio Glabrio, que también había sido cónsul. Flavia Domitilla, esposa de Flavio fue desterrada a Pandataria. Pero la persecución no se limitó a las familias nobles, sino a muchos otros, como leemos en Dio Cassius, LXVII, iv, que perdieron sus propiedades.

El libro del Apocalipsis fue escrito en medio de esta tormenta, cuando muchos de los cristianos habían ya perecido y muchos más les iban a seguir (St. Irenæus, Adv. Hæres., V, xxx). Roma. “La gran Babilonia” “estaba ebria con la sangre de los santos y de los mártires de Jesús (Revelacion 17:5, 6; 2:10, 13; 6:11; 13:15; 20:4). Al parecer el participar en las fiestas en honor de la divinidad del tirano era la prueba para los cristianos orientales. Aquellos que no adoraban la “imagen de la bestia”, eran asesinados. El escritor une su aguda denuncia del perseguidor sus palabras de ánimo a los fieles profetizando la caída de la gran ramera “que emborracha a la tierra con el vino de su vicio” y empapa su túnica en su sangre. La Epístola de S. Clemente a los corintios también fue escrita por estos días y aunque se habla de los terribles juicios de los cristianos, no encontramos las mismas denuncias de los perseguidores. La iglesia Romana continuó leal al imperio y siguió rezando para que Dios dirigiera a los gobernantes y magistrados en el ejercicio del poder puesto en sus manos (Clem., Ep. ad Cor., c. lxi; cf. St. Paul, Romans 13:1; 1 Peter 2:13). Antes del fin de su reinado, Domiciano cesó las persecuciones ( ver PERSECUCIONES ).

Bibliografía.

EUSEBIUS, H. E.., III, xvii sqq. in P.G., XX; IRENÆUS, Adv. Hæreses, V in P.G., VII; ALLARD, Hist. des Persécutions pendant les deux premiers siècles (Paris, 1892); Ten Lectures on the Martyrs (tr. London, 1907); Le Christianisme et l'Empire Romain (Paris, 1898).

T.B. SCANNELL .

Transcrito por WGKofron . Con agradecimiento a la Iglesia de Sta Maria de Akron, Ohio.

Traducido por Pedro Royo