Origen y Origenismo
De Enciclopedia Católica
Orígenes y el Origenismo
Contenido
I. VIDA Y OBRA DE ORÍGENES
A. BIOGRAFIA
Orígenes, un escritor muy modesto, apenas hace alusiones a su propia obra, sin embargo, Eusebio le dedica casi completo el libro sexto de su “Historia Eclesiástica”. Eusebio conocía bien la vida de su héroe: había recogido cien de sus cartas y en colaboración con el mártir Pánfilo había compuesto la “Apología de Orígenes”, vivó en Cesarea donde se conservaba la biblioteca d Orígenes y donde aún estaba presente su memoria. Aunque a veces parezca algo parcial, está sin duda bien informado. Hallamos algunos detalles en la “Despedida” (In Originem prosphonetica ac panegyrica oratio) de S. Gregorio Taumaturgo a su maestro, en las controversias de S. Jerónimo y Rufino, en S. Epifanio (Haeres., LXIV), y en Focio (Biblioth. Cod. 118).
(1) Orígenes en Alejandria (185-232)
Nacido en 185, Orígenes tenía apenas 17 años cuando estalló una sangrienta persecución contra la Iglesia de Alejandría. Su padre Leonidas, que admiraba su genio precoz estaba encantado con su vida virtuosa y le había dado una excelente educación literaria. Cuando Leónides fue encarcelado, de buena gana hubiera compartido con el su destino, pero su madres le ocultó sus vestidos. Escribió una ardiente y entusiasta carta a su padre exhortándole a perseverar con valor. Leonidas murió mártir y sus propiedades fueron confiscadas por las autoridades imperiales y el joven hubo de mantener a su madre y seis hermanos menores trabajando como maestro, vendiendo sus manuscritos y con la ayuda de una cierta dama rica que le admiraba.
Al retirarse Clemente, asumió por decisión propia la dirección de la escuela catedralicia; al año siguiente fue confirmado en el puesto por el patriarca Demetrio (Eusebius, "Hist. eccl.", VI, ii; S. Jerónimo, "De viris illust.", liv). La escuela de Orígenes, que también era frecuentada por paganos se convirtió pronto en vivero de neófitos, confesores y mártires. Entre estos últimos estaban Plutarco, Sereno, Heraclides, Heron, otro Sereno y una mujer catecúmena, Herais (Eusebius, "Hist. eccl.", VI, iv).
Les acompañaba a la escena de sus victorias animándoles con sus exhortaciones. Nada hay mas conmovedor que la el cuadro que Eusebio ha dibujado de la juventud del Orígenes, tan estudioso, desinteresado, austero y puro, ardiente y con un celo hasta la indiscreción (VI, iii y vi). Obligado desde tan joven a sentarse en la silla de su maestro, reconoció que necesitaba completar su formación, frecuentando las escuelas filosóficas, sobre todo la de Ammonius Saccas, y dedicándose al estudio de la filosofía, sobre todo de Platón y os Estoicos. En esto no hacía otra cosa que seguir los pasos de sus predecesores Panteno, Clemente y de Heraclio que le habría de suceder. Después, cuando éste compartió las labores en la escuela de la catedral, se dedicó al estudio del hebreo, frecuentando a ciertos judíos que le ayudaban a resolver sus dificultades.
Su trabajo en Alejandría se vio interrumpido por cinco viajes. Hacia el 213, bajo el papa Ceferino y el emperador Caracall, deseaba “ver la antigua iglesia de Roma”; aunque no permaneció allí mucho tiempo (Eusebius, "Hist. eccl.", VI xiv). Poco después fue invitado a Arabia por el gobernador que deseaba conocerle (VI, xix). Probablemente en el año 215 la persecución de Caracalla se intensificó en Egipto y él fue a visitar Palestina, donde Teocisto de Cesarea y Alejandro de Jerusalén le invitaron a predicar aunque aún era un laico. Hacia 218, al parecer, la emperatriz Mammaea, madre de Alejandro severo, lo llevó a Antioquía (VI, xxi).
Finalmente, ya mucho más tarde, Bajo Ponciano de Roma y Cebino de Antioquía (Eusebius, VI, xxiii), viajó a Grecia, pasando por Cesarea donde Teocisto, obispo de la ciudad, asistido por Alejando, obispo de Jerusalén, le ordenaron de sacerdote. Demetrio se ofendió mucho con esta ordenación, a pesar de que le había dado cartas de recomendación, porque había tenido lugar sin su conocimiento y, según creía, contra su derecho. Si se ha de creer a Eusebio (VI, viii) , estaba celoso de la creciente influencia de su catequista. Así a su vuelta a Alejandría enseguida vio Orígenes que su obispo era poco amistoso para con él. Cedió ante la tormenta y abandonó Egipto (231). Los detalles de este asunto los guardó Eusebio en su segundo libro, que se ha perdido “Apología de Orígenes”; según Focio, que leyó la obra, se celebraron dos concilios en Alejandría uno de los cuales pronunció un decreto de destierro contra Orígenes mientras que el otro de deponía de su sacerdocio (Biblioth. cod. 118). S. Jerónimo declara expresamente que no fue condenado por ningún punto doctrinal.
(2) Orígenes en Caesarea (232)
Al ser expulsado de de Alejandría, Orígenes se estableció en Cesarea en Palestina (232), con su protector y amigo Teoctisto, fundó allí una nueva escuela y volvió a trabajar en su “Comentario a S. Juan” en el punto en que lo había interrumpido. Enseguida se vio rodeado de discípulos: Entre los más distinguidos estaba S. Gregorio Taumaturgo que con su hermano Apolodoro asistió a las lecciones de Orígenes durante cinco años y al dejarle le entregó su famoso “Discurso de Despedida”. Durante la persecución de Maximino (235-37) Orígenes visitó a su amigo S. Firmiliano, obispo de Cesarea de Capadocia, que le hizo permanecer allí durante un largo período. Se instaló en casa de una dama cristiana de Cesarea llamada Juliana que había heredado los escritos de Símaco, el traductor del Antiguo testamento (Palladius, "Hist. Laus.", 147).
Los años siguientes los dedicó casi sin interrupción a la composición de sus “Comentarios”, aunque se hace mención de algunas excursiones a los Santos Lugares, un viaje a Atenas (Eusebius, VI, xxxii), y dos viajes a Arabia uno de los cuales fue hecho para la conversión de Berilo, un patripasiano (Eusebius, VI, xxxiii; S. Jerónimo "De viris ill.", lx), y el otro para refutar a ciertos herejes que negaban la Resurrección (Eusebius, "Hist. eccl.", VI, xxxvii). La edad no disminuyó sus actividades. Con más de 60 años escribió "Contra Celsum" y sus "Comentarios a S. Mateo”.
La persecución de Decio (250) le impidió seguir con esas obras. Fue aprisionado y torturado bárbaramente, pero su coraje no le faltó y desde la prisión escribió cartas que respiran el espíritu de los mártires (Eusebius, "Hist. eccl.", VI, xxxix). Al morir Decio aún vivía, pero murió probablemente como resultado de sus sufrimientos durante la persecución (253 ó 254), a los sesenta y nueve años (Eusebius, "Hist. eccl.", VII, i). Sus últimos días lo pasó en Tiro aunque se desconocen sus razones para retirarse allí. Fue enterrado con honores como confesor de la fe y durante un tiempo su sepulcro que estaba detrás del altar mayor de la catedral de Tiro fue visitado por peregrinos. Nada queda de la catedral excepto una masa de ruinas y se desconoce el lugar exacto de su tumba.
B. OBRAS
Pocos autores han sido tan prolíficos como Orígenes. S. Epifanio estima que escribió alrededor de 6000 obras, contando, sin duda, de forma separada los diferentes libros de una obra, sus homilías, cartas y pequeños tratados (Haeres., LXIV, lxiii). Este número parece muy exagerado. S. Jerónimo nos asegura que las lista de las obras de >orígenes que hizo S. Pánfilo contiene ni 2000 títulos (Contra Rufin., II, xxii; III, xxiii); aunque esa lista estaba evidentemente incompleta. Eusebio ("Hist. eccl.", VI, xxxii) la inserta en una carta a Paula
(1) Escritos Exegéticos
Orígenes dedicó tres clases de obras a la explicación de las Escrituras: comentarios, homilías y escollos (scholia) (S. Jerónimo, "Prologus interpret. homiliar. Orig. in Ezechiel"). Los comentarios (tomoi libri, volumina) eran una continua y bien desarrollada interpretación del texto inspirado. Se puede hacer una idea de su magnitud por el hecho de que las palabras de S. Juan “En el principio era el Verbo” le dieron material para un rollo completo. Solo quedan ocho libros del “Comentario sobre S. Mateo”, en griego y nueve libros del “Comentario sobre S. Juan”; una traducción anónima latina del Comentario sobre S. Mateo que comienza en el cap. Xvi, tres libros y medio del “comentario a las Epístolas a los Romanos” por el mismo traductor.
Las homilías (homiliai, homiliae, tractatus) eran discursos familiares sobre textos de la Escritura, con frecuencia extemporáneos y seguramente copiados por estenógrafos. La lista es larga y sin duda lo fue más si es cierto que Orígenes, como declara S. Pánfilo en su Apología, predicaba casi todos los días. Han quedado 21 en griego (20 sobre Jeremías y la famosa homilía sobre la bruja de Endor); en latín, 118 traducidas por Rufino, 78 traducidas por S. Jerónimo y algunas otras de más o menos dudosa autenticidad, preservadas en una colección de homilías.
Los 20 "Tractatus Origenis" publicados en 1900 y descubiertos poco antes, no son de Orígenes, aunque se han utilizado. Se ha llamado a Orígenes el padre de la homilía porque fue el que más contribuyó a popularizar esta especie de literatura en la que se encuentran tantos detalles instructivos sobre las costumbres de la primitiva Iglesia, sus instituciones, disciplina, liturgia y sacramentos.
Los Escollos (scholia, excerpta, commaticum interpretandi genus) eran notas exegéticas filológicas o históricas sobre palabras o pasajes de la Biblia como las anotaciones de los gramáticos alejandrinos sobre escritores profanos. Apenas se ha conservado unos fragmentos.
Otros Escritos
Solo tenemos dos cartas de Orígenes, una dirigida a S. Gregorio Taumaturgo sobre la lectura de la Escritura y la otra a Julio Africano sobre las adiciones griegas al libro de Daniel.
Dos opúsculos completos en la forma originas; un excelente tratado “Sobre la Oración “ y una “Exhortación al Martirio” enviada por Orígenes a su amigo Ambrosio, que entonces estaba prisionero pro su fe.
Finalmente dos largas obras han logrado escapar a la destrucción del tiempo: el “Contra Celsum” en el texto original y el “De Principiis” en una traducción de Rufino y en las citas de "Philocalia" que casi tienen un sexto de la obra completa. En los ocho libros “Contra Celsum”, Orígenes sigue a su adversario punto por punto, refutando en detalle cada una de sus falsas imputaciones. Es un modelo de razonamiento, erudición y polémica. El “De Principiis”, compuesto en Alejandría y que, al parecer, cayó en manos del público antes de ser terminado, trataba sucesivamente en sus cuatro libros, con numerosas digresiones, de (a) Dios y la Trinidad, (b) el mundo y su relación con Dios, (c) el hombre y su voluntad libre, (d) la Escritura, su inspiración e interpretación . Otras muchas obras de Orígenes se han perdido, por ejemplo el tratado en dos libros “Sobre la Resurrección “, un tratado “Sobre la Voluntad Libre” y diez libros de “Escritos Misceláneos” (Stromateis). Para su trabajo crítico ver HEXAPLA
C. INFLUENCIA POSTUMA DE ORIGENES
Orígenes tuvo una gran influencia durante su vida por sus escritos, enseñanza, intercambios etc. S. Firmiliano de Cesarea en Capadocia, que se consideraba su discípulo, hizo que se quedara con él un largo período para aprovechar sus enseñanzas (Eusebius, "Hist. eccl.", VI, xxvi; Palladius, "Hist. Laus.", 147). S. Alejandro de Jerusalén, su discípulo en la escuela catequética fue un fiel e íntimo amigo (Eusebius, VI, xiv), así como Teoctisto de Cesarea, que le ordenó (Focio, cod. 118). Berilo de Bostra, al que había recuperado de la herejía, estuvo muy unido a él (Eusebius, VI, xxxiii; S. Jerónimo, "De viris ill.", lx). S. Anatolio de Laodicea canto sus alabanzas en el "Carmen Paschale" (P. G., X, 210). El sabio Julio Africano le consultaba; se conserva su respuesta (P. G., XI, 41-85). S. Hiopólito apreciaba mucho sus talentos (S. Jerónimo, "De viris ill.", lxi). S. Dionisio, su discípulo y sucesor en la escuela catequética cuando era patriarca de Alejandría le dedicó su tratado "Sobre la Persecución" (Eusebius, VI, xlvi), y al saber que había muerto escribió una carta llena de alabanzas (Focio, cod. 232). S. Gregory Taumaturgo, que fue discípulo suyo durante cinco años en Cesarea, antes de marcharse le dedicó su “Discurso de Despedida” (P. G., X, 1049-1104), un panegírico lleno de entusiasmo.
No hay pruebas de que Heracles, su discípulo, colega y sucesor en la escuela catequética, antes de ser nombrado patriarca de Alejandría, vacilara en amistad jurada. El nombre de Orígenes era tan altamente estimado que cuando surgía una cuestión sobre cisma o herejía, se apelaba a él. Tras su muerte, su reputación siguió extendiéndose. S, Pánfilo, martirizado en 307compuso con Eusebio una “Apología de Orígenes” en seis libros del los que sólo el primero se ha conservado en una traducción latina de Rufino (P. G., XVII, 541-616).
En aquel momento tenía Orígenes muchos otros apologistas cuyos nombres desconocemos (Focio, cod. 117 y 118). Los directores de la escuela catequética continuaron siguiendo sus pasos. Teognosto, en su "Hypotyposes", le sigue hasta demasiado cercanamente, según Focio (cod. 106), aunque con la aprobación de S. Atanasio. Pierius fue llamado por S. Jerónimo “Orígenes joven” (De viris ill., lxxvi). Dídimo el Ciego compuso una obra para explicar y justificar la enseñanza de “De Principiis” (S. Jerónimo, "Adv. Rufin.", I, vi). S. Atanasio no duda en citarle con alabanza (Epist. IV ad Serapion., 9 and 10) señalando que debe ser interpretado generosamente (De decretis Nic., 27).
Y no era menor la admiración hacia el gran alejandrino fuera de Egipto. S. Gregorio Nacianceno lo expresó claramente (Suidas, "Lexicon", ed. Bernhardy, II, 1274: Origenes he panton hemon achone). En colaboración con S. Basilio publicó con el título de “Philocalia", un volumen con textos seleccionados del maestro. En su “Panegírico de S. Gregorio Taumaturgo”, S. Gregorio de Nisa llamó a Orígenes Príncipe de la doctrina cristiana en el siglo tercero (P. G., XLVI, 905).
En cesarea de Palestina la admiración pro Orígenes se convirtió en una pasión. S. Pánfilo escribió si “Apología”, Euzoius hizo trascribir sus escritos a pergamino (S. Jerónimo, "De viris ill.", xciii). Eusebio las catalogó y usó frecuentemente.
También los latinos fueron igual de entusiastas que los griegos. Según S. Jerónimo los principales imitadores latinos de orígenes son S. Eusebio de Verceil, S. Hilario de Poitiers, y S. Ambrosio de Milán; S. Victorino de Pettau les había dado ejemplo en esto.(S. Jerónimo, "Adv. Rufin.", I, ii; "Ad Augustin. Epist.", cxii, 20). Los escritos de Orígenes fueron tan utilizados que el solitario de Belén lo llamo plagiarismo, furta Latinarum. Sin embargo, si exceptuamos a Rufino, que prácticamente solo traductor, S. Jerónimo es el escrito latino que más le debe a Orígenes. Antes de las controversias origenistas lo admitió claramente y hasta después no lo repudió enteramente; ver los prólogos a su traducciones de Orígenes (Homilías sobre S. Lucas, Jeremías y Ezequiel, Cantar de los Cantares), y también los prefacios a sus propios "Comentarios" (sobre Miqueas, Los Epístolas a los Gálatas y a los Efesios).
Entre todas estas voces de admiración y alabanza se oyeron unas pocas discordantes. S. Metodio, obispo y mártir (311), había escrito varias obras contra Orígenes, entre otras el tratado “Sobre la Resurrección “del que S. Epifanio cita un largo extracto (Haeres., LXVI, xii-lxii). S. Eustatio de Antioquía, que murió en el exilio en 337, criticaba su alegorismo (P. G., XVIII, 613-673). S. Alejandro de Alejandría, mártir en 311, también le atacaba si hemos de creer a Leoncio de Bizancio y al emperador Justiniano. Pero sus principales adversarios eran los herejes, Sabelianos, Arrianos, Pelagianos, Nestorianos, Apolinaristas
II. ORIGENISM
Con este término se entiende no tanto la teología de Orígenes y el cuerpo de sus doctrinas cuanto un cierto número de doctrinas correcta o incorrectamente atribuidas a él y que por su novedad o a su peligro exigieron desde muy temprano una refutación por parte de los autores ortodoxos. Son, principalmente:
• Alegorismo en la interpretación de la Escritura.
• Subordinación de las Divinas Personas.
• La Teoría de los juicios sucesivos y restauración final.
Antes de examinar hasta que punto es responsable Orígenes de estas teorías, hay que decir unas palabras del principio directivo de su teología.
la iglesia y la regla de fe
En el prefacio a “De Principiis”Orígenes estableció una regla que se expresa así en la traducción de Rufino;”Illa sola credenda est veritas quae in nullo ab ecclesiastica et apostolica discordat traditione". La misma norma se expresa casi con los mismos términos en muchos otros pasajes, e.g., "non debemus credere nisi quemadmodum per successionem Ecclesiae Dei tradiderunt nobis (In Matt., ser. 46, Migne, XIII, 1667).
De acuerdo con esos principios Orígenes apela constantemente a la predicación eclesiástica y a la regla eclesiástica de fe (kanon). Acepta solamente cuatro Evangelios canónicos porque la tradición no recibe más; admite la necesidad del bautismo de los niños porque está de acuerdo con la práctica de la Iglesia fundada en la tradición apostólica; advierte al intérprete de la Sagrada Escritura que no debe confiar solo en su propio juicio sino “en la regla de la Iglesia instituida por Cristo”. Porque, añade, solo tenemos dos luces para que no guíen aquí abajo, Cristo y la Iglesia. La Iglesia refleja fielmente la luz que recibe de Cristo, como la luna refleja los rayos del sol. La señal distintiva del católico es pertenecer a la Iglesia, depender de la Iglesia fuera de la que no hay salvación; por el contrario, el que abandona la Iglesia camina en la oscuridad, es un hereje.
Orígenes suele utilizar el principio de autoridad para desenmascarar y combatir los errores doctrinales. También es el principio de autoridad el que invoca cuando enumera los dogmas de fe. Un hombre animado de tales sentimientos puede haber cometido errores, porque es humano, pero su disposición mental es esencialmente católica y no merece ser colocado entre los promotores de las herejías
A. Alegorismo escritural
Los principales pasajes sobre la inspiración, significado e interpretación de las Escrituras se conservan en griego en los primeros quince capítulos del "Philocalia".
Según Orígenes la Escritura es inspirada porque es la palabra y la obra de Dios. Pero lejos de ser un instrumento inerte, el autor inspirado está en completa posesión de sus facultades, es consciente de lo que está escribiendo, es físicamente libre de entregar o no el mensaje, no es arrebatado por un delirio pasajero como los oráculos paganos, ya que el desorden corporal , la alteración de los sentidos, la perdida momentánea de la razón no son más que pruebas de la intervención del espíritu maligno.
Puesto que la Escritura viene de Dios debiera tener las características distintivas de las obras divinas: verdad, unidad, plenitud. La palabra de Dios no puede ser mentira por ello no se pueden admitir errores ni contradicciones en la Escritura (In Joan., X, iii). Puesto que el autor de la Escritura es uno, la Biblia es menos una colección de libros que uno y mismo libro (Philoc., V, iv-vii), un instrumento perfectamente armonioso (Philoc., VI, i-ii). Pero la más divina nota de la Escritura es su plenitud: “ No hay en los Libros Santos el más pequeño pasaje (cheraia) sino que refleja la sabiduría de Dios” (Philoc., I, xxviii, cf. X, i). Es verdad que hay imperfecciones en la Biblia: antologías, repeticiones, falta de continuidad, pero esas imperfecciones se convierten en perfecciones llevándonos a la alegoría y al significado espiritual (Philoc., X, i-ii).
Durante un tiempo, Orígenes distinguía, comenzando con la tricotomía platónica, el cuerpo y el alma y el espíritu de la Sagrada Escritura; en otras ocasiones, siguiendo una terminología más racional distingue solo entre la letra y el espíritu.
En realidad el alma o la significación psíquica o significado moral (es decir las partes morales de la Escritura y las aplicaciones morales de otras partes) tiene solo un papel muy secundario y podemos quedarnos con la antítesis: letra (o cuerpo) y espíritu.
Desafortunadamente esta antítesis no está libre de equivocación. Orígenes no entiende por letra (o cuerpo) lo que nosotros entendemos como sentido literal, sino el sentido gramatical, el significado apropiado opuesto al significado figurativo. Así no da a las palabras sentido espiritual el mismo significado que le damos nosotros: para él significan el sentido espiritual propiamente llamado así (el significado añadido al sentido literal por el deseo expreso de Dios que da un significado especial al hecho relatado o a la manera de relatarlo) o el figurativo en contraste con el sentido apropiado o el sentido acomodativo, con frecuencia una invención arbitraria del intérprete o hasta el sentido literal cuando trata de cosas espirituales. Si en la mente esta terminología, no hay nada absurdo en el principio que repite tan frecuentemente: Tal pasaje de la Escritura como no tiene significado corporal“. Cita como ejemplos el antropomorfismo, las metáforas y los símbolos que deberían ciertamente ser entendidos figuradamente”
Aunque nos avisa que esos pasajes son la excepción, hay que admitir que permite demasiados casos en los que la Escritura no ha de ser entendida según la letra, pero , recordando su terminología, su principio es impecable.
Las dos grandes reglas de interpretación sembradas por el catequista alejandrino, tomas en si mismas e independientemente de aplicaciones erróneas, se mantiene firmes ante la crítica. Se pueden formular de la siguiente manera:
• La escritura debe ser interpretada de manera digna de Dios, autor de la Escritura.
• El sentido corporal o la letra de la Escritura no se debe adoptar cuando implique algo imposible, absurdo o indigno de Dios.
El abuso surge al aplicar estas reglas. Orígenes recurre demasiado fácilmente al alegorismo para explicar antilogías puramente aparentes o antinomias. Considera que ciertas narraciones u ordenaciones de la Biblia serían indignas de Dios si se hubieran de tomas al pie de la letra o si hubieran de tomarse solamente según la letra. Justifica el alegorismo por el hecho de que de otra manera ciertos relatos o ciertos preceptos ahora abrogados serían inútiles y sin provecho para el lector: un hecho que le parece contrario la Providencia del Inspirador Divino y la dignidad de los Escritos Sagrados. Se verá así que aunque el criticismo dirigido contra su método alegórico por S. Epifanio y S. Metodio no carecían de razón, sin embargo muchas de las quejas proviene de malos entendimientos.
B. Subordinación de las Divinas Personas
Las tres Personas de la Trinidades distinguen de todas las criaturas por las tres siguientes características: absoluta inmaterialidad, omnisciencia y santidad sustancial. Se sabe también que muchos escritores eclesiásticos antiguos atribuyeron a espíritus creados un envoltorio aéreo, etéreo sin el que no podían actuar. Aunque no se aventura a decidirlo categóricamente, Orígenes se inclina en esta dirección, pero en cuento surge una cuestión de las Divinas Personas, está perfectamente seguro de que no tienen cuerpo, no están en un cuerpo y esta característica pertenece solamente a la Trinidad (De princip., IV, 27; I, vi, II, ii, 2; II, iv, 3 etc.). El conocimiento de todas las criaturas, siendo esencialmente limitado, es siempre imperfecto y capaz de crecer. Pero repugnaría a las Divinas Personas pasar de un estado de ignorancia al conocimiento.
¡ Cómo podía ser que el Hijo, que es la Sabiduría del Padre, ignore algo! ("In Joan.", 1,27; "Contra Cels.", VI, xvii). No podemos admitir ignorancia en el Espíritu “que indaga las profundidades de Dios” (De princip., I, v, 4; I, vi, 2; I, vii, 3; "In Num. him.", XI, 8 etc.). Como la santidad sustancias el privilegio exclusivo de la Trinidad es también la fuente de toda santidad creada. El pecado se perdona por la concurrencia simultánea del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; nadie es santificado en el bautismo salvo a través de su acción común, el alma en la que habita el Espíritu Santo posee igualmente al Padre y al Hijo. En otras palabras, las Tres Personas de la Trinidad son indivisibles en su ser, en su presencia y en su operación.
Además de estos textos perfectamente ortodoxos hay algunos de deben ser interpretados con diligencia, debiendo recordar que el lenguaje de la teología aun no estaba fijado y que Orígenes fue con frecuencia el primero en enfrentarse a estos difíciles problemas. Se verá entonces que la subordinación de las Divinas Personas, que tanto se ha usado contra él, consiste generalmente en diferentes apropiaciones (el Padre creador, el Hijo redentor, el Espíritu santificador) que parecen atribuir a las Personas una esfera desigual de acción o en la práctica litúrgica de rezar al padre a través del Hijo en el Espíritu Sano, o en la extendida teoría de la Iglesia griega de los primeros cinco siglos de que el Padre tiene preeminencia de rango (taxis) sobres las otras dos Personas, en cuanto que al mencionarlos El va en primer lugar y dignidad (axioma) porque El representa a toda la Divinidad de la que El es el principio (arche), el origen (aitios), u la fuente (pege). Por ello S. Atanasio defiende la ortodoxos de Orígenes sobre la Trinidad y por lo que S. Gregorio Nacianceno replicó a los herejes que decían acogerse a su autoridad, que no le habían entendido.
C. EL origen y destino de los seres racionales
Aquí nos encontramos con una desafortunada amalgama de filosofía y teología. El sistema que resulta no es coherente, porque Orígenes reconociendo francamente la contradicción de los elementos incompatibles que está intentando unificar retrocede ante las consecuencias, protesta contra las conclusiones lógicas y con frecuencia corrige por confesiones de fe ortodoxa lo heterodoxo de sus especulaciones.
Debe decirse que casi todos los textos que hay que tratar están contenidos en "De principiis", donde e autor pisa terreno muy peligroso. El sistema puede ser reducido a unas pocas hipótesis, cuyo error y el peligro no fueron reconocidos por Orígenes.
1.Eternidad de la Creacion.
Todo lo que existe fuera de Dios, es creado por El: el catequista alejandrino defendió siempre esta tesis con mucho calor contra los filósofos paganos que admitían una materia no creada. ("De princip.” II, i, 5; "In Genes.", I, 12, in Migne, XII, 48-9). Pero cree que Dios creó desde la eternidad, porque “es absurdo”, dice, “imaginar la naturaleza de Dios inactiva o su deidad ineficaz o su dominio sin súbditos" (De princip., III, v, 3). Consiguientemente se ve forzado a admitir una doble serie infinita de mundos antes y después del mondo actual
2. Igualdad Original de los Espiritua creados.
“Al principio todas las naturalezas intelectuales fueron creadas iguales y semejantes, puesto que Dios no tenía motivo para crearlas de otra manera” (De princip., II, ix, 6). Los diferencias actuales surgen solamente de su diferente uso del don de la voluntad libre. Los espíritus creados buenos y felices se cansaron de su felicidad (op. cit., I, iii, 8), y por su negligencia, cayeron, unos más otros menos (I, vi, 2). De ahí la jerarquía de los ángeles; de ahí también las cuatro categorías de intelectos creados: Ángeles, estrellas (suponiendo, como es probable, que están animadas, "De princip., I, vii, 3), hombres y demonios. Pero sus papeles pueden cambiar un día porque lo que ha hecho la voluntad libre, lo puede deshacer libremente, porque sólo la Trinidad es esencialmente inmutable en lo bueno
3.Esencia y Razón de ser de la Materia.
La materia existe solo para lo espiritual; si lo espiritual no o necesitara, no existiría, porque su finalidad no está en si misma. Pero Orígenes le parece – aunque no se aventura a declararlo expresamente- que los espíritus creados hasta los más perfectos no obra sin una materia extremadamente diluida y sutil que les sirve como vehículo y medio de acción (De princip., II, ii, 1; I, vi, 4 etc.). La materia fue creada, consiguientemente, al mismo tiempo que lo espiritual, aunque lo espiritual es lógicamente anterior; y la materia nunca dejará de ser porque lo espiritual, por más perfecto que sea, la necesitará siempre. Pero la materia que es susceptible de transformaciones indefinidas se adapta a las variantes condiciones de os espíritus. “Cuando está destinada a espíritus más imperfectos, se convierte en solidificada, espesa y forma los cuerpos de este mundo visible. Si es para inteligencias más elevadas, brilla con el brillo de los cuerpos celestiales y sirve como vestimenta de los ángeles de Dios y los hijos de la Resurrección “(op. cit., II, ii, 2).
4. Universalidad de la Redención y de la Restauración Final.
Ciertos textos de las escrituras, e.g., I Cor. xv, 25-28, parecen extender a todos los seres racionales el beneficio de la Redención y Orígenes se permite dejarse llevar por el principio filosófico que enuncia varias veces, sin probarlo nunca, de que el final es siempre igual que el principio: “Pensamos que la bondad de Dios, por la mediación de Cristo, traerá a las criaturas a un único y mismo fin” (De princip., I, vi, 1-3). La restauración universal (apokatastasis) se sigue necesariamente de estos principios.
En esta última reflexión se podrá ver que esas hipótesis, comenzando por puntos de vista contrarios, son irreconciliables porque la teoría de una restauración final se opone diametralmente a la teoría de los juicios sucesivos indefinidos. Sería fácil encontrar en los escrito de Orígenes una masa de textos que contradicen estos principios y destruyen las conclusiones resultantes. El afirma ,por ejemplo que la caridad de los elegidos en el cielo no falla.; en su caso “la libertad de la voluntad estará inclinada de manera que el pecado sea imposible (In Roman., V, 10). Así, también, los réprobos estarán siempre fijos en el mal, menos por la habilidad de liberarse de él cuanto porque desean ser malos (De princip., I, viii, 4), f ya que la malicia ase ha vuelto natural para ellos, es como una segunda naturaleza para ellos (In Joann., xx, 19). Orígenes se enfadó cuando fue acusado de enseñar la eterna salvación del diablo. Pero la hipótesis que presenta aquí y allá no son menos dignas de censura. ¿Qué se puede decir en su defensa sino con S. Atanasio (De decretis Nic., 27)que no debemos buscar su opinión real en las obras en las que discute los argumentos como un ejercicio intelectual de diversión o con S. Jerónimo (Ad Pammach. Epist., XLVIII, 12), que una cosa es dogmatizar y otra enunciar opiniones hipotéticas para que se aclaren en las discusiones?
III. CONTROVERSIAS ORIGENISTAS
Las discusiones sobre orígenes y sus enseñanzas tienen un carácter muy singular y complejo. Comienzan inesperadamente, a largos intervalos y asumen una inmensa importancia imprevista en sus sencillos comienzos. Se complican por tantas disputas personales y tantas cuestiones extrañas el tema fundamental de la controversia que hacer exposición una breve y rápida de las polémicas es difícil, si no imposible. Y finalmente desaparecen tan repentinamente que uno se ve forzado a concluir que la controversia era superficial y la ortodoxia de Orígenes no era el único punto en discusión
A. PRIMERA CRISIS ORIGENISTA
Estalló en los desiertos de Egipto, creció en Palestina y terminó en Constantinopla con la condena de S. J Crisóstomo (392-404). Durante la segunda parte del siglo cuarto, los monjes de Nitria profesaban un exagerado entusiasmo por Orígenes, mientras que los hermanos vecinos de Sceta, como resultado de una innecesaria reacción y excesivo miedo al alegorismo, cayeron en el Antropomorfismo.
Estas discusiones doctrínales invadieron gradualmente los monasterios de Palestina que estaba al cuidado de S. Epifanio, obispo de Salamina y que, convencido de los peligros del origenismo, lo había combatido en sus obras y estaba resuelto a prevenir su divulgación y a extirparlo completamente. En 394 fue a Jerusalén donde predicó vehementemente contra los errores de Orígenes, en presencia del obispo de la ciudad, Juan, del que se pensaba que un origenista. Juan a su vez habló contra el Antropomorfismo dirigiendo su discurso tan claramente contra Epifanio que todos lo entendieron. Otro episodio contribuyó a amargar la disputa: Epifanio había ordenado sacerdote al hermano de S. Jerónimo, Pauliniano, en un lugar que pertenecía a la sede de Jerusalén. Juan se quejó d esta violación de sus derechos y la réplica de Epifanio no fue nada apaciguadora.
Otros dos combatientes estaban ahora listos para entrar en la lid. Desde el tiempo en que Jerónimo y Rufino he habían establecido, uno en Belén y otro en el monte Oliveti habían vivido en fraternal paz. Ambos admiraban , imitaban y traducían a Orígenes y estaban en amigables términos con el obispo, cuando en 392 Aterbio, monje de Sceta, vino a Jerusalén y les acusó a ambos de Origenismo. S. jerónimo, muy sensible a las cuestiones de la ortodoxia, se sintió muy ofendido por las insinuaciones de Atrevió y dos años después se puso de parte de S. Epifanio, que tradujo al latín la respuesta a Juan de Jerusalén. Rufino supo de esta traducción, aunque no sabemos cómo, que no estaba destinada al público y Jerónimo sospechó que la había conseguido fraudulentamente. Poco después se dio una reconciliación, pero no fue duradera. En 397 Rufino, que entonces estaba en Roma, había traducido al latín "De principiis" de orígenes y en su prefacio siguió el ejemplo de S. Jerónimo, cuyo ditirámbico Eulogio dirigido al catequista de Alejandría aún recordaba. El solitario de belén, herido profundamente por esta acción, escribió a sus amigos pata refutar la pérfida implicación de Rufino, denunció los errores de Orígenes al papa Atanasio, intentó atraer al patriarca de Alejandría a la causa anti-origenista y comenzó una discusión con Rufino, que estuvo llena de amargura por ambas partes. Hasta el 400 Teófilo de Alejandría fue en conocido seguidor de orígenes. Su confidente era el monje Isidoro de Nitria y sus amigos, los “altos hermanos”, los reconocidos líderes de los seguidores de Orígenes. Había apoyado a Juan de Jerusalén contara Rufino, cuyo antropomorfismo denunció ante el papa Silicio. Pero repentinamente cambió de postura, aunque no se sabe porqué exactamente. Se dice que los monjes de Sceta disgustados con lo carta pascual de 399, invadieron ala fuerza su residencia episcopal y la amenazaron de muerte si no cantaba la palinodia.
Lo que es cierto que había luchado contra S. Isidoro sobre cuestiones de dinero y contra los “altos hermanos” que le acusaban de avaricia y de mundanidad. En cuanto Isidoro y los “altos hermanos” se retiraron a Constantinopla, donde fueron acogidos por Crisóstomo que intercedió por ellos, aunque sin admitirles a la comunión hasta que se levantaran las censuras a las que habían sido condenadas, el irascible patriarca de Alejandría se decidió a suprimir el origenismo en todas partes bajo el pretexto de arruinar a Crisóstomo al que odiaba y envidiaba.
Durante cuatro años inmisericorde: condenó los libros de Orígenes en el concilio de Alejandría (400), expulsó a los monjes de Nitria, ayudado por una banda armada escribió a los obispos de Chipre y palestina para atraerlos a su cruzada contra Orígenes, escribió cartas pascuales en 401, 402 y 404 contra la doctrina de orígenes y envió misivas al papa Anastasio pidiendo la condena del Origenismo.. Tuvo un éxito inesperado: los obispos de Chipre aceptaron su invitación, los de Palestina, reunidos en Jerusalén, condenaron los errores que les fueron presentados añadiendo que entre ellos no se enseñaban.
Anastasio, mientras declaraba que Orígenes era completamente desconocido para él, condenaba las proposiciones extraídas de sus libros. S. Jerónimo tradujo al latín las varias elucubraciones del patriarca, hasta su virulenta diatriba contra Crisóstomo. S. Epifanio, precediendo a Teófilo a Constantinopla, trató a S. Crisóstomo como temerario y casi hereje, hasta el día en que la verdad comenzó entender la verdad y sospechando que quizás le habían engañado, se marchó repentinamente de Constantinopla y murió en el mar antes de llegar a Salamina.
Es bien sabido cómo Teófilo que había sido llamado por el emperador para explicar su conducta hacia Isidoro y los “altos hermanos” logró astutamente con sus maqui naciones cambiar los papeles. En vez de ser acusado se convirtió en acusador y requirió que Crisóstomo se presentase ante el conciliábulo ad Quercus (del Roble), en el que se condenó a Crisóstomo. Una vez Teófilo sació su sede de venganza, nada más volvió a oírse del origenismo.
El patriarca de Alejandría comenzó a leer a orígenes, pretendiendo que podía separar las rosas de las espinas. Se reconcilió con los “altos hermanos” sin pedirles que se retractaran. Y espectro del origenismo desapareció con las desaparición de las disputas personales.
B. SEGUNDA CRISIS ORIGENISTA
En 514 algunas doctrinas heterodoxas de carácter muy singular se habían propagado ya entre los monjes de Jerusalén y sus cercanías. Las semillas de estas disputas pudieron haber sido sembradas por Esteban Bar-Sudaili, un monje revoltoso expulsado de Edessa que unía a un cierto origenismo hecho a su medida algunos puntos panteístas. Durante 30 años intrigó conspiró y los monjes sospechosos de origenismo fueron expulsados de sus monasterios, readmitidos y vueltos a expulsar. Nonus era el líder que hasta su muerte en 547 mantuvo al grupo unido , junto con Teodoro Askidas y Diomiciano que se había gana do el favor del emperador y fueron consagrados obispos uno para la sede de Ancira en Galacia y el otro de la cesarea de Capadocia, aunque continuaron residiendo en la Corte (537).
En estas circunstancias, se dirigió a Justiniano un informe contra el origenismo aunque no se sabe quien fue el autor y en qué circunstancias (los dos relatos que nos han llegado son variaciones : Cirilo de Scitopolis "Vita Sabae" y Liberato, "Breviarium", xxiii).
En todo caso, el emperador escribió su "Liber adversus Origenem", que contenía además de una exposición de las razones para condenarle , 25 textos censurables del "De principiis", y por fin diez proposiciones que debían ser anatematizadas. Justiniano hizo que el patriarca Mennas reuniera a todos los obispos que estaban en Constantinopla y les hiciera suscribir esos anatemas. Esto sucedió en el sínodo local (synodos endemousa) de 543. Copia del edicto imperial se había entregad a los patriarcas, incluido el papa Virgilio y todos dieron su adhesión el caso del papa Virgilio, tenemos el testimonio de Liberato (Breviar., xxiii) y de Casiodoro (Institutiones, 1).
Se esperaba que Domiciano y Teodoro Askidas, que se negaron a condenar el origenismo, cayeran en el la ira del emperador, pero firmaron todo lo que les pidieron y permanecieron todavía más poderosos que nunca. Askidas hasta se vengó persuadiendo al emperador haciendo de que condenase a Teodoro de Mopsuestia, un conocido enemigo de Orígenes (Liberatus, "Breviar.", xxiv; Facundas de Hermiano, "Defensio trium capitul.", I, ii; Evagrius, "Hist.", IV, xxxviii).
El nuevo edicto de Justiniano, que no ha sobrevivido, dio como resultado la reunión del quinto concilio ecuménico en el que Teodoro de Mopsuestia, Ibas y Teodoreto fueron condenados (553).
¿Se anatematizó a Orígenes y al Origenismo? Muchos creen que sí y muchos lo niegan. Las autoridades más modernas no se han decidido o manifiestan tener reservas. Según estudios modernos se puede decir que:
• Es cierto que el quinto concilio general se convocó exclusivamente para tratar el asunto de los tres Capítulos y que ni Orígenes ni el origenismo fueran la cause de la reunión.
• Es cierto que el Concilio abrió el 5 de mayo de 553 a pesar de las protestas del papa Virgilio que aunque estaba en Constantinopla rehusó asistir a él. Y que en las ocho sesiones conciliares ( del 5 de mayo al 2 de junio) las Actas que poseemos solo se trataron los asuntos de los Tres Capítulos.
• Y finalmente, es cierto que solo se enviaron al papa para su aprobación las Actas sobre el asunto de los Tres Capítulos y fueron aprobadas el 8 de diciembre de 553 y el 23 de febrero de 554.
• Es un hecho que los papas Virgilio, Pelagio I (556-61), Pelagio II (579-90), Gregorio el Grande (590-604), al tratar del quinto concilio solo hablan de los Tres Capítulos y no hacen mención alguna del origenismo, como si no conocieran su condena.
• Hay que admitir que antes de la apertura del concilio que se había pospuesto por la resistencia del papa, los obispos ya reunidos en Constantinopla tuvieron que considerar, por orden del emperador una forma de origenismo que nada tenía que ver con Orígenes, pero que era mantenido por uno de los grupos origenistas de Palestina. Los argumentos para corroboras esta hipótesis se pueden hallar en Dickamp (op. cit., 66-141).
• Los obispos suscribieron los quince anatemas propuestos por el emperador (ibid., 90-96); y que el conocido origenista Teodoro de Scitópolis fue obligado a retractarse (ibid., 125-129); pero no hay pruebas de que se pidiera la aprobación del papa, que entonces protestaba contra la convocatoria del concilio.
Es fácil de entender que esta sentencia extra conciliar se confundiera después con un decreto del concilio ecuménico.
F. PRAT .
Transcrito por Anthony A. Killeen , Aeterna non caduca .
Traducido por Pedro Royo