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Domingo, 24 de noviembre de 2024

San Marcos

De Enciclopedia Católica

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(Griego Markos, Latín Marcus)

Se asume en este artículo que el individuo al que se refieren los Hechos como Juan Marcos (xii, 12, 25; xv,37), Juan (xiii, 5, 13), Marcos (xv, 39) es idéntico al Marcos mencionado por san Pablo (Col., iv, 10; II Tim., iv, 11: Flm., 24) y por san Pedro (I P., v, 13). Su identidad no es cuestionada por ningún escritor antiguo notable, aunque es fuertemente sugerido, por un lado por el hecho de que el Marcos de las Epístolas Paulinas era el primo (ho anepsios) de Bernabé (Col., iv, 10), a quien el Marcos de los Hechos parece haber estado ligado por algún vínculo especial (Hch., xv, 37, 39); por otro lado, por la probabilidad de que Marcos, a quien san Pedro llama su hijo (I p., v, 13), no es otro que el hijo de María, el viejo amigo de los Apóstoles en Jerusalén (Hch., xxi, 12). Al nombre judío de Juan le fue añadido el sobrenombre romano Marcus, y por este último fue comúnmente conocido para los lectores de los Hechos (xv, 37, ton kaloumenon Markon) y de las Epístolas. La madre de Marcos fue un miembro prominente de la incipiente Iglesia en Jerusalén; fue a su casa que Pedro regresó después de ser liberado de la prisión; a la casa se entraba por un porche (pulon), allí había una niña esclava (paidiske), probablemente la portera, para abrir la puerta, y la casa era un lugar de reunión para los hermanos, muchos de los cuales estaban orando allí la noche que san Pedro llegó de la prisión (Hch., xii, 12-13).

Cuando, con ocasión de la hambruna del 45-46 D.C., Bernabé y Saúl habían completado su ministerio en Jerusalén, se llevaron a Marcos con ellos de regreso a Antioquía (Hch., xii, 25). No mucho tiempo después, cuando comenzaron el primer viaje Apostólico de san Pablo, llevaron a Marcos con ellos como una clase de asistente (hupereten, Hch., xiii, 5); pero la vaguedad y la variedad de significado del término griego hace incierto saber de qué manera precisa él actuó. Sin haber sido seleccionado por el Espíritu Santo, ni delegado por la Iglesia de Antioquía, como lo fueron Bernabé y Saúl (Hch. Xiii, 2-4), probablemente Marcos fue tomado por los Apóstoles como alguien que podía ayudar en cualquier cosa. El contexto de los Hechos, xiii, 5, sugiere que él ayudo incluso en la prédica de la Palabra. Cuando Pablo y Bernabé resolvieron avanzar desde Perge hacia el interior de Asia Menor, Marcos se separó de ellos, si, de hecho, no lo había hecho en Pafos, y regresó a Jerusalén (Hch., xiii, 13). No podemos decir con certeza cuáles fueron las razones de su regreso; Hechos, xv, 38, parece sugerir que le temía al trabajo duro. En todo caso, san Pablo no olvidó el incidente, y por esto se rehusó a llevar a Marcos en su segundo viaje Apostólico. Este rechazo llevó a la separación de Pablo y Bernabé, y este último se llevó a Marcos en su viaje a Chipre (Hch., xv, 37-40). En este punto (49-50 D.C.) perdemos de vista a Marcos en los Hechos, y no volvemos a encontrarlo en el Nuevo Testamento, hasta que aparece cerca de diez años más tarde como compañero de trabajo de san Pablo, y en la compañía de san Pedro en Roma. San Pablo, al escribir a los Colosenses durante su primer encarcelamiento en Roma (59-61 D.C.), dice: “Os saludan Aristarco, mi compañero de cautiverio, y Marcos, primo de Bernabé, acerca del cual recibiste ya instrucciones. Si va a vosotros, dadle buena acogida” (Col., iv, 10). Cuando esto era escrito, es evidente que Marcos estaba en Roma, pero tenía cierta intención de visitar Asia Menor. Alrededor de la misma época, San Pablo envía saludos de Marcos a Filemón, a quien menciona entre sus colaboradores (sunergoi, Flm., 24). La intención del Evangelista de visitar Asia menor pudo haberse llevado a cabo, ya que San Pablo, escribiendo a Timoteo en Éfeso poco antes de su muerte le pide que recoja a Marcos y lo traiga con él a Roma, añadiendo: “pues me es muy útil para el ministerio” (II Tm., iv, 11). Si Marcos viajó a Roma en esa época, probablemente estaba allí cuando san Pablo fue martirizado. Volviendo a la Primera Epístola de Pedro, v, 13, leemos: “Os saluda la que está en babilonia, elegida como vosotros, así como mi hijo Marcos” (Markos, o huios aou). Esta carta fue dirigida a varias Iglesias de Asia Menor (I P. i, 1) y podemos concluir que Marcos era conocido de ellos. Por lo tanto, aunque él rehusó penetrar en Asia Menor con Pablo y Bernabé, san Pablo lo hace probable, y san Pedro lo asegura, que después de todo él viajó, y el hecho de que san pedro envía saludos de Marcos a un número de Iglesias implica que él debió ser ampliamente conocido allí. Al llamar a Marcos “su hijo”, Pedro podría implicar posiblemente que él lo había bautizado, aunque en ese caso puede suponerse teknon en vez de huios (cf. I Cor., iv, 17; I Tm., i, 2, 18; II Tm., i, 2; ii, 1; Tit., i, 4; Flm., 10). No es necesario que el término sea tomado para implicar más que una relación afectiva por un hombre joven, quien tiempo atrás se sentaba a los pies de Pedro en Jerusalén, y cuya madre había sido la amiga de los Apóstoles (Hch, xii, 12). En cuanto a la Babilonia desde la que escribe Pedro, y en la cual Marcos está presente con él, no pude caber duda de que se trata de Roma. La opinión de san Jerónimo: “San Pedro también menciona este Marcos en su Primera Epístola, cuando se refiere figurativamente a Roma bajo el título de Babilonia” (De vir. Ilustr., viii), es apoyada por todos los primeros Padres que se refieren al asunto. Puede decirse que había sido cuestionado por primera vez por Erasmo, a quien siguió un número de escritores protestantes, que ellos podrían haber negado fácilmente la conexión de san Pedro con Roma. De esta manera, encontramos a Marcos en roma con san pedro en la época cuando él ya era ampliamente conocido en las Iglesias de Asia Menor. Si suponemos que Marcos viajó a Asia Menor después de la fecha de la Epístola a los Colosenses, permaneciendo allí por algún tiempo, y regresando a Roma antes de que la Primera Epístola de san Pedro fuese escrita, las referencias Paulinas y de san Pedro del Evangelista son muy claras y consistentes.

Cuando volvemos a la tradición, Papias (Eusebio, “Hist. Eccl.”, III, xxxix) afirma no más tarde que el año 130 D.C., sobre la autoridad de un “anciano”, que Marcos había sido el intérprete (hermeneutes) de Pedro, y escribió con exactitud, aunque no en orden, las enseñanzas de Pedro (ver abajo, MARCOS, EVANGELIO DEL SANTO, II). Una tradición muy extendida, aunque tardía, representa a san Marcos como el fundador de la Iglesia de Alejandría. Aunque extrañamente ni Clemente ni Orígenes hacen referencia a la conexión del santo con su ciudad, sí es atestiguada por Eusebio (op. Cit., II, xvi, xxiv), por san Jerónimo (“De Vir. Illust”. viii) por las Constituciones Apostólicas (VII, xlvi), por Epifanio ("Hær;.", li, 6) my por varias autoridades posteriores. El “Martyrologium Romanum” (25 de abril) afirma: “En Alejandría el aniversario de San Marcos Evangelista… en Alejandría de san Aniano Obispo, el discípulo de San Marcos y su sucesor en el episcopado, quien durmió en el Señor”. La fecha en la cual Marcos fue a Alejandría es incierta. La Crónica de Eusebio la asigna a los primeros años de Claudio (41-4 D.C.), y más tarde afirma que el primer sucesor de san Marcos, Anianus, ocupó la Sede de Alejandría el octavo año de Nerón (61-2). Esto podría hacer a Marcos obispo de Alejandría por un periodo de cerca de veinte años. Eso no es imposible, si suponemos de acuerdo con alguna evidencia temprana que san Pedro vino a Roma el año 42 de nuestra era, Marcos, quizás, lo acompañó. Pero los Hechos hacen surgir considerables dificultades. Bajo el supuesto de que el fundador de la Iglesia de Alejandría era el mismo que acompañaba a Pablo y Bernabé, lo encontramos en Jerusalén y Antioquía cerca del año 46 (Hch., xii, 25), en Salamina en el 47 (Hch., xiii, 5), de nuevo en Antioquía alrededor del año 49 o 50 (Hch., xv, 37-9) y cuando abandona Antioquía, sobre la separación de Pablo y Bernabé, no fue a Alejandría sino a Chipre a donde se dirigió (Hch. xv, 39). De hecho, no hay nada que pruebe absolutamente que todo esto es inconsistente con haber sido Obispo de Alejandría al mismo tiempo, pero viendo que la cronología de la edad Apostólica es realmente incierta, y que no tenemos una autoridad más temprana que Eusebio para la fecha de la fundación de la Iglesia de Alejandría, podemos tal vez concluir con más probabilidad que fue fundada tiempo más tarde. Hay mucho tiempo entre los años 50 y 60 D.C., un periodo durante el cual el Nuevo Testamento permanece en silencio con relación a san Marcos, por su actividad en Egipto.

En el prefacio de su Evangelio en los manuscritos de la Vulgata, Marcos es representado como un sacerdote judío: “Marcos el Evangelista, quién ejerció el sacerdocio en Israel, un Levita por raza”. Antiguas autoridades, sin embargo, permanecen en silencio acerca de este punto, y es tal ves sólo una inferencia de su relación con Bernabé el Levita (Hch. iv, 36). Papias (en Eusebio, “Hist. Eccl”, III, xxxix) dice, sobre la autoridad del “anciano”, que Marcos ni escuchó al Señor, ni lo siguió (oute gar ekouse tou kurion oute parekoluthesen auto), y la misma afirmación es hecha en el Diálogo de Adamantius (siglo IV, Leipzig, 1901, p. 8) por Eusebio ("Demonst. Evang.", III, v), por San Jerónimo ("In Matth."), por San Agustín ("De Consens. Evang."), y es sugerida por el Fragmento Muratoriano. Tradiciones tardías, sin embargo, hacen de Marcos uno de los 72 discípulos, y san Epifanio ("Hær", li, 6) dice que él fue uno de aquellos que se apartó de Cristo (Juan, vi, 67). La tradición tardía puede no tener ningún peso frente a la evidencia temprana, pero la afirmación de que Marcos ni escuchó al Señor ni lo siguió no necesita ser presionada demasiado estrictamente, ni tampoco forzarnos a creer que él nunca vio a Cristo. De hecho, muchos son de la opinión de que el joven que corrió desnudo de Getsemani (Marcos, xiv, 51) fue el mismo Marcos. A comienzos del siglo 3 Hipólito (“Philosophumena”, VII, xxx) se refiere a Marcos como ho kolobodaktulos, es decir, “dedos de muñón” o “mutilado de los dedos”, y autoridades posteriores aluden al mismo defecto. Varias explicaciones del epíteto han sido sugeridas: que marcos, después de haber abrazado el cristianismo, se cortó su dedo pulgar para no ser apto para el sacerdocio judío; que sus dedos eran cortos por naturaleza; que se alude a algún defecto de los dedos de los pies; que el apodo debe ser considerado como metafórico, y significa “abandonado” (cf. Hch. xiii, 13).

La fecha de la muerte de Marcos es incierta. San Jerónimo ("De Vir. Illustr.", viii) asigna el octavo año de Nerón (62-63) (Mortuus est octavo Neronis anno et sepultus Alexandriæ), pero esta es probablemente una conclusión de las afirmaciones de Eusebio ("Hist. eccl.", II, xxiv), de que en ese año Aninano sucedió a san Marcos en la Sede de Alejandría. Ciertamente, si san Marcos estaba vivo cuando se escribió la Segunda Epístola a Timoteo (II Tm., iv, 11), copudo haber muerto en el año 61 o 62. Eusebio no dice que Marcos hubiera muerto; el historiador simplemente dice que entonces san Marcos renunció a su sede, y dejó Alejandría para reunirse con Pedro y Pablo en Roma. En cuanto a la manera en que murió, los “Hechos” de Marcos le dan al santo la gloria del martirio, y dicen que murió mientras era arrastrado por las calles de Alejandría; así mismo se cuenta en la Crónica de Pascual. Pero no tenemos evidencia anterior al siglo cuarto de que el santo fue martirizado. Este silencio temprano, sin embargo, no es del todo decisivo contra la verdad de las tradiciones posteriores. Para la supuesta conexión del santo con Aquilea, ver “Acta SS”, XI, pp. 346-7. y acerca de la remoción de su cuerpo de Alejandría a Venecia y su culto allí, ibid, pp. 352-8. En la literatura y el arte cristianos san Marcos es representado simbólicamente por un león. Las Iglesias Latina y Griega celebran su fiesta el 25 de abril, pero la Iglesia Griega mantiene también la fiesta de Juan Marcos el 27 de septiembre.

J. MACRORY Transcrito por Ernie Stefanik Traducido por Mauricio Acosta Rojas