Cátaros
De Enciclopedia Católica
(Del griego katharo, puro).
Literalmente el término significa “puritanos” un nombre que ha sido usado o que se les ha aplicado a varias sectas en diferentes períodos. Los novicianos del Siglo III fueron frecuentemente conocidos como cátaros, y el término fue también utilizado por los maniqueos. En el sentido más amplio, cátaro fue una designación más generalizada para hacer referencia a las sectas dualísticas de los períodos tardíos de la Edad Media. Otros nombres numerosos estaban también en voga para denominar a estos grupos heréticos.
Sin hablar de las formas corrompidas de "cazzari", "gazzari", en Italia, y "ketzer" en Alemania, encontramos las siguientes denominaciones: “piphili", "piphles", en el norte de Francia; "arianos", "maniqueos", y "patareni", perteneciendo a grupos que manejaban doctrinas similares. "tesserants", "textores" (tejedores), que eran grupos en los cuales el comercio era normal. Algunas veces sus contemporáneos erróneamente le llamaron "waldenses".
El demagogo Arnoldode Brescia y su hereje obispo Roberto de Sperone, les llamaron “arnoldistas” y “esperonistas”. Por su distribución geográfica ellos fueron denominados “cátaros de Desenzano” o “albaneses” (de Desenzano, entre Brescia y Verona, o de Alba en Piedmonte, Albano, o quizá de las provincias de Albania); "bajolenses" o "bagnolenses" (de Bagnolo en Italia); "concorrezenses" (probablemente de Concorrezo en Lombardía); "tolosani" (de Toulouse); y especialmente "albigenses" (de Albi).
Las designaciones “pauliciani”, de la cual fueron modificaciones “publicani”, “poplicani”, y “bulgari”, “bugri”, “bougres”, señalan su origen muy probablemente en oriente. Recientemente, entre historiadores está surgiendo la tendencia a pronunciarse en el sentido de que los cátaros fueron descendientes lineales de los maniqueos. La doctrina, organización y liturgia de los primeros, en muchos aspectos, reproduce la doctrina, organización y liturgia de los primeros discípulos de Manes.
El sucesivo aparecimiento de los priscillianistas, los paulicianos, y los bogomilis, representa hasta cierto punto el compartir de principios similares. Esto establece la evidencia sobre continuidad entre los dos extremos de nexos de la cadena –los maniqueos del Siglo III, y los cátaros del Siglo XI. Conforme nuestro conocimiento actual, sin embargo, se carece de pruebas sobre la dependencia genética de los cátaros respecto a los maniqueos.
Algunas diferencias entre los dos sistemas religiosos son tan radicales que hace difícil encontrar una explicación suficiente en apelar a que allí existe una evolución del pensamiento humano. Entre los cátaros, buscamos en vano por evidencias en relación con la mitología astral, el simbolismo pagano, la adoración de la memoria de Manes, todas las cuales fueron características importantes del maniqueismo. Sin embargo es atractivo trazar los orígenes de los cátaros a los primeros siglos de la cristiandad. En esto debemos de tener cuidado en no aceptar datos históricos que hasta el presente, no dejan de ser solamente conclusiones probables.
I. PRINCIPIOS DE LOS CATAROS
La característica esencial de los cátaros fue la fe en el dualismo. Por ejemplo creer en el principio del bien y el mal. El primero creó el universo invisible y espiritual, mientras que el segundo fue el autor del mundo material. Existen diferencias de opinión acerca de la naturaleza de estos dos postulados.
Los dualistas absolutos admitieron una perfecta equidad, mientras la corriente mitigada del dualismo se inclinaba por considerar que el principio del bien era eterno y supremo, mientras que el mal, inferior y una mera criatura. Tanto en el oriente como en el occidente, las dos versiones del dualismo llegaron a coexistir. Los bogomili del oriente profesaron las formas modificadas.
En occidente, los albaneses en Italia y casi todos los cátaros no italianos, fueron partidarios del dualismo rígido. El dualismo mitigado o modificado prevaleció entre bagnolenses y concorrezenses, quienes fueron más numerosos que los albaneses de Italia, aunque con poca representación en el exterior (para una exposición del dualismo absoluto, ver ALBIGENSES; para referencias sobre las modalidades mitigadas, ver BOGOMILI).
No solamente los albanenses y los concorrezenses se opusieron entre ellos, al punto de condenas mutuas, sino que también existieron divisiones entre los albanenses. Juan de Lugio, o de Bergamo, introdujo innovaciones en el sistema doctrinal tradicional, el que fue defendido por su (y quiza único) padre espiritual Balasinansa, o Belesmagra, el Obispo Cátaro de Verona. Hacia el año 1230 Juan llegó a ser el líder de un nuevo partido compuesto por los integrantes más jóvenes e independientes de la secta. En los dos principios coeternos de bien y mal, él ve dos dioses en contienda; entre ellos se limitan mutuamente sus libertades.
La perfección infinita no es un atributo del bien. Siendo un rasgo del mal, puede penetrar en todas las criaturas, y sólo puede producir seres imperfectos. Los bagnolenses y Concorrenzes fueron también diferentes en algunas cuestiones doctrinales. Los primeros mantuvieron que las almas humanas fueron creadas y habían pecado antes de que el mundo estuviese ya formado.
Los concorrezenses enseñaron que Satán insufló en el cuerpo del primer humano, su trabajo, un angel de quien se derivan las almas humanas en el sentido de haber sido culpable y de haber sido un transgresor. El sistema moral, la organización, liturgia del absoluto y el dualismo mitigado no tienen entre ellos diferencias substanciales, y han sido tratados como temas en el artículo de los albigenses.
II. HISTORIA
Francia, Bélgica y España
No existe fundamento histórico sobre la leyenda del maniqueo Fontanus, uno de los oponentes de San Agustín. Se dice que Fontanus llegó al castillo de Montwimer (Montaimé en la Diócesis de Châlons-sur-Marne) y desde allí extendió los principios dualísticos. Se considera que Montwimer fue quizá el más antiguo de los centros de cátaros en Francia y ciertamente el principal en el país norteño de Loire. Se ubicó como componente central de Francia en lo que llegó a ser la primera manifestación importante del catarismo.
En un concilio celebrado en 1022, en Orléans, en presencia del Rey Roberto el Piadoso, trece cátaros fueron condenados a la hoguera. Diez de ellos habían sido canónicos en la iglesia de la Santa Cruz, y otro había sido confesor de la Reina Constanza. Aproximadamente en la misma época (1025), herejes de similar condición, que reconocieron haber sido discípulos del italiano Gundulf, aparecieron en Liege y Arras. Con base en su arrepentimiento, quizá más aparente que real, se les dejó libres.
Los sectarios aparecieron de nuevo en Châlons bajo el obispado de Roger II (1043-65) quien en 1045 acudió a su compañero obispo, Wazo de Liège, en búsqueda de consejo respecto al tratamiento que se les debía dar. Este último sugirió indulgencia. No se registra manifestación de herejías en el norte de Francia durante la segunda parte del Siglo XI. No debe dudarse, sin embargo de su existencia secreta. Una nueva manifestación del mal ocurrió en el Siglo XII tanto en Francia como en Bélgica. En 1114 varios herejes que habían sido capturado en la Diócesis de Soissons fueron quemados por el populacho mientras sus casos estaban en discusión aún en el Consejo de Beauvais.
Otros resultaron amenazados con recibir un trato similar o bien corrieron la misma suerte en Liège en 1144. Algunos de ellos fueron liberados sólo debido a la enérgica intervención del obispo local, Adalbero II. Durante el resto del Siglo XII, los cátaros aparecieron en rápida sucesión en lugares diferentes. En 1162, el Arzobispo de Reims, mientras estaba de visita en Flandes, los encontró ampliamente extendidos en esa parte de la provincia eclesiástica. Luego de haber sido rechazados en un soborno que le ofrecieron por seiscientos marcos, que deseaban entregar a cambio de tolerancia, los herejes apelaron al Papa Alejandro III, quien se inclinó por tener misericordia, a pesar de que el rey Luis VII se avocaba por imponer rigurosas medidas.
En Vézelay en Burgundy siete herejes fueron quemados en 1167. Hacia el final de ese siglo, el Conde de Flanders, Felipe I, fue notable por la severidad mostrada hacia ellos. El Arzobispo de Reims, Guillaume de Champagne (1176-1202), vigorosamente secundó sus esfuerzos. La confiscación, el exilio, y la muerte fueron las penalidades que se les impusieron por Hugues, Obispo de Auxerre (1183-1206). La ejecución de cerca de ciento ochenta herejes en Montwimer, en mayo de 1239, fue un duro golpe para el catarismo en esos países.
El sur de Francia, donde los adherentes al catarismo fueron conocidos como Albigenses, fue el principal bastión cátaro en Europa Occidental. De allí se estima que este movimiento llegó a las pronvicias del norte de España: Cataluña, Aragón, Navarra y León. Partidarios de la herejía existieron en la península en 1159. Al principio del Siglo XIII, el rey Pedro II de Aragón personalmente condujo sus tropas para asistir a Raymundo VI de Toulouse contra los cruzados católicos, y cayó en la batalla de Muret en 1213. Durante ese siglo ocurrieron pocas manifestaciones esporádicas de la herejía, en Castelbo, en 1225, y otra vez en 1234,en León en 1232. Los cátaros sin embargo, nunca ganaron un establecimiento firme en el país y no se mencionan, sino después de 1292.
Italia
La región alta de Italia fue, luego del sur de Francia, el principal lugar de asentamiento de los cátaros. Entre 1030-1040 se encontró aquí una importante comunidad cátara en el castillo de Monteforte, cerca de Asti en Piedmont. Algunos de sus miembros fueron apresados por el Obispo de Asti y un cierto número de nobles de lugares vecinos, ante su negativa a retractarse, fueron quemados. Otros, por orden del Arzobispo de Milán, Eriberto, fueron llevados a esa ciudad arzobispal, donde se esperaba que fueron convertidos.
Ellos respondieron ante sus infructuosos esfuerzos, mediante actos que buscaban hacer proselitismo, después de ello, los magistrados les dieron la opción de escoger entre la cruz o la estaca. La mayoría prefirió la muerte a la conversión. En el siglo XII, luego de prolongados silencios, los registros históricos nuevamente hablan del catarismo, y lo muestra como una fuerte organización. Lo encontramos muy poderoso en 1125 en Orvieto, una ciudad perteneciente a los Estados Papales, la cual a pesar de las medidas tomadas, se sorprendió de tener allí a la herejía, la cual estaba desde hacía muchos años. Milán fue la más grande capital de los herejes, y escasamente había alguna parte de Italia, donde la herejía no estuviera presente.
Penetró en Calabria, Sicilia, y Cerdeña, y aún en Roma. Las prohibiciones, penalidades que impusieron las autoridades civiles y eclesiásticas del Siglo XIII, no fueron suficientes para detener el mal. Todo ello a pesasr de que Federico II no tuvo misericordia ocupando el trono, y que los Papas Inocencio III, Honorio III, y Gregorio IX, no escatimaron esfuerzos a fin de suprimir la secta. Para prevenir el reforzamiento de la ley contra ellos, los miembros de la secta, llegaron a recurrir al asesinato, como está probado en las muertes de San Pedro Parenzo (1199) y San Pedro de Verona (1252), o la de Pungilovo, quien luego de su muerte (1269), fue temporalmente honorado como un santo, por parte de la población católica local. Muchos en el exterior observaban prácticas católicas, mientras que permanecían fieles al catarismo.
De acuerdo con el inquisidor dominico Rainier Sacconi, él mismo habiendo sido un adherente de la herejía, había a mediados del Siglo XIII, cerca de 4,000 cátaros en el mundo. Ellos estaban en Lombardía y Marches, 500 en la secta Albanesiana, cerca de 200 bagnolenses, 1500 concorrezenses, 150 refugiados franceses, 100 en Vicenza y muchos más en Florencia y Spoleto.
Aunque el número de “creyentes” muy probablemente no era proporcional con el de “perfecti”, influido por el hecho de haber recibido refugiados de Francia, el número de cátaros del norte de Italia, correspondería a unas tres quintas partes del total de la membresía. La herejía, no obstante, no pudo mantenerse completamente en la segunda parte del Siglo XIII, y aunque continuó existiendo en el Siglo XIV, gradualmente fue desapareciendo de las ciudades y se refugió en lugares menos accesibles.
San Vicente Ferrer aún descubrió y convirtió a algunos cátaros en 1403 en Lombardía y también en Piedmont. Allí, en 1412 fueron ejecutados algunos de ellos. No hay definitivas referencias de ellos luego de esa fecha.
Alemania e Inglaterra
En términos comparativos, el catarismo no fue muy importante en Alemania e Inglaterra. En Alemania apareció principalmente en las tierras del Rin. Algunos miembros fueron aprehendidos en 1052 en Goslar en Hanover y ahorcados por orden del emperador Henry III. Cerca del 1110, algunos herejes, posiblemente cátaros, y dentro de ellos dos sacerdotes, aparecieron en Trier, pero no aparecen como sujetos a ninguna pena. Algunos años más tarde (1143) cátaros fueron descubiertos en Colonia.
Algunos de ellos se retractaron, pero el obispo de la secta y su socio, no estaban dispuestos a cambiar sus creencias y fueron citados ante un tribunal ecleciástico. Durante el juicio ellos, contra la voluntad de los jueces, fueron llevador por una turba y quemados. la iglesia herética parece haber tenido una completa organización en esta parte de Alemania, tal y como la presencia de un obispo parece confirmarlo.
Sobre estos eventos tenemos la refutación a la herejía, escrita por San Bernardo, quien lo hizo a requerimiento de Everwin, Abade de Steinfeld. En 1163 la ciudad de Rhenish, fue testiga de otra ejecución y una escena similar tuvo lugar casi simultáneamente en Bon. Otros distritos que también habían sido infectados fueron los de Bavaria, Suabia, y Suiza. No obstante, la herejía no pudo enraizarse firmemente en esas áreas y desapareció casi completamente en el Siglo XIII.
Aproximadamente en 1159, treinta cátaros, alemanes por su lengua y raza, dejaron un lugar desconocido, posiblemente Flandes, buscando refugio en Inglaterra. Sus esfuerzos proselitistas fueron compensados por la conversión de una mujer. Ellos fueron detectados en 1166 y entregados al poder secular de los obispos del Consejo de Oxford. Por órdenes de Henry II fueron azotados y maracados con hierro en la frente, y fueron lanzados a la intemperie en medio del frío del invierno. Se prohibió que alguna persona les ayudara. Todos perecieron por hambre o por exposición al frío.
Los Estados Balcánicos
En cierto momento histórico, Europa del Este, parece haber sido el territorio en el cual inicialmente se manifestó el catarismo, y ciertamente fue la región en la cual persistió hasta su final. Los bogomili, quienes fueron representantes de las herejías en su forma mitigada, quizá existieron desde inicios del Siglo X, y mucho después se encontraban numerosamente en Bulgaria. Bosnia fue otro centro catarista.
Algunos escritores en aportes recientes, no hacen diferencia entre los herejes encontrados allí y los bogomili, aunque otros se agrupan entre los dualistas rígidos. En occidente, documentos contemporáneos, usualmente se les llama “patareni”. La designación que se aplicó a los cátaros en Italia. A fines del Siglo XII, Kulin, el gobernante civil de Bosnia (1168-1204) se convirtió a la herejía, y 10,000 de sus súbditos siguieron su ejemplo.
Los esfuerzos realizados por la Iglesia Católica, bajo la dirección de los Papas Inocencio III, Honorio III, y Gregorio IX, a fin de erradicar el mal, no fueron permanentemente exitosos. Un trabajo noble se acompañó con las misiones de los franciscanos que fueron enviados a Bosnia por el Papa Nicolás IV (1288-92). No obstante, aunque se utilizaron armas y persuasión contra los herejes, ellos continuaron con su movimiento en forma floreciente. Como esos territorios fueron durante largo tiempo dependencia de Hungría, se insertaron en el contexto en el cual los húngaros mostraron fuerte resistencia a la nueva fe.
Todo esto resultó en ser una fuente de debilidad para la Iglesia Católica, debido entre otras consideraciones, a que la causa religiosa se identificó con la independencia nacional. Cuando en el Siglo XV, el rey de Bosnia, Thomas, se convirtió a la fe católica, los estrictos edictos que lanzó contra sus anteriores correligionarios, no tuvieron mayor poder contra el mal. Los cátaros, con un número de 40,000 para entonces, dejaron Bosnia y pasaron a Herzegovina (1446). Los herejes desaparecieron unicamente luego de la conquistas de estos territorios por los turcos, en la segunda mitad del Siglo XV. Varios miles de los cátaros se unieron a la Iglesia Ortodoxa, mientras que otros se convirtieron al Islam.
III. LOS CATAROS Y LA IGLESIA CATOLICA
El sistema de los cátaros fue un ataque simultáneo para la Iglesia Católica y para el Estado. La Iglesia fue directamente asaltada en su doctrina y jerarquía. Aspectos que erosionaron las bases del Estado Cristiano fueron la negación del valor de los votos, y la supresión, al menos en teoría, del derecho a castigo. Pero el peligro más grande del triunfo de los principios heréticos hubiese significado la extinción de la raza humana.
La aniquilación fue la consecuencia directa de la doctrina catarista, que toda comunicación entre los sexos debe ser evitada y que el suicidio, o endura, bajo ciertas circusntancias son legales sino loables. La indicación de escritores como Charles Molinier, que las enseñanzas sobre el matrimonio de los cátaros y los católicos son similares, es una errónea interpretación de la doctrina y la práctica de la doctrina católica.
Entre los católicos, se prohibe que el sacerdote llegue a casarse, pero los devotos pueden tener la felicidad eterna en el estado de casados. Para los cátaros, ninguna salvación fue posible sin haber renunciado previamente al matrimonio. El señor H.C. Lea, de quien no se puede sospechar que tenga palabras parcializadas por la Iglesia Católica, escribe: “Sin embargo por mucho que desaprobemos los medios usados (por el catarismo) y tengamos compasión por quienes sufrieron por consciencia, no podemos dejar de admitir que la ortodoxia fue en este caso, causa de progreso y civilización. Si el catarismo hubiese llegado a ser dominante, o aún se le hubiese permitido existir en términos equitativos, su influencia no hubiera fallado en cuanto a probar el ser desastrosa” (véase Lea, Inquisition, I, 106).
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N.A. WEBER Transcripción de Fr. Paul-Dominique Masiclat, O.P. Traducción al castellano de Giovanni E. Reyes