Rienzi, Cola di
De Enciclopedia Católica
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(i.e., NICOLA, hijo de Lorenzo).
Tribuno popular y figura histórica extraordinaria. Su padre fue un vecino del Transtévere de Roma, aunque se creía que era hijo del emperador Enrique VII. Su infancia y juventud transcurrieron en Anagni, en casa de unos parientes a donde fue enviado tras la muerte de su madre. Aunque creció en el campo, se preocupó de adquirir conocimiento de las letras y latín, dedicándose al estudio de la historia de la Antigua Roma en los autores latinos como Livio, Valerio Máximo, Cicerón, Séneca, Boecio y los poetas. Al morir su padre, volvió a Roma donde trabajó como notario. La vista de las ruinas de la antigua grandeza de Roma sólo incrementó su admiración por la ciudad y los hombres descritos en sus autores favoritos. Viendo la situación de Roma en ausencia de los papas, destrozada por las facciones de nobles que se dedicaban al pillaje y al derramamiento de sangre inocente, concibió la idea de restaurar la justicia y esplendor del pasado. Cuando su hermano fue asesinado en una pelea entre Orsini y Colonna pensó en llevarlos a la práctica y para ello era primero necesario que conseguir la simpatía del populacho defendiendo la causa de los oprimidos.
Como consecuencia de todo esto y por su elocuencia hablando latín, el capitán del pueblo le envió a Aviñón en 1343 ante Clemente VII, para pedirle que volviera a Roma y que concediera un gran Jubileo cada cinco años. Cola explicó al papa la condición miserable de Roma. Clemente quedó muy impresionado y le nombró notario (secretario) de la Cámara Capitolina, posición en la que pudo adquirir un mejor conocimiento de las miserias de la ciudad. Cola fue preparando a la gente con sus discursos públicos y conversaciones privadas, organizó una conspiración y el 19 de mayo de 1347, convocó al populacho a una asamblea al día siguiente en el Campidoglio en la que expuso sus planes y leyó una constitución democrática que, entre otras cosas, ordenaba el establecimiento de una milicia civil. El pueblo le entregó el poder absoluto, aunque Cola se contentó con el título de tribuno de la plebe, más tarde asumió el pretencioso título de Candidatus Spiritus Sancti, Imperator Orbis, Zelator Italiæ, Amator Orbis et Tribunus Augustus ( candidato del Espíritu Santo, emperador del mundo, amante de Italia, del mundo, tribuno augusto). Fue lo suficientemente prudente para elegir un colega, el vicario del papa, Raimundo, obispo de Orvieto. El éxito del nuevo régimen fue maravilloso. Los más poderosos barones hubieron de abandonar la ciudad y los otros juraron fidelidad al gobierno popular. Parecía que había llegado una era de justicia y paz. El papa, al saber lo que había pasado, se quejó de no haber sido consultado pero dio a Cola el título y oficio de Rector, que debía ejercer junto con el obispo de Orvieto. Su nombre se oía por todas partes, los príncipes recurrían a él en sus disputas y el sultán fortificaba sus puertos. Entonces Cola pensó en restablecer la libertad e independencia de Italia y de Roma, restaurando el Imperio Romano con un emperador italiano. En agosto de 1347, 200 diputados de las ciudades italianas se reunieron a petición suya. Se declaró libre a Italia y todos aquellos que se había arrogado un señorío se les declaró fuera del poder, y se aseguró el derecho del pueblo a elegir al emperador.
Luis de Baviera y Carlos de Bohemia fueron llamados para que justificaran su usurpación del título imperial. Cola creía que iba a ser elegido emperador y esta alta opinión de si mismo le llevó a la ruina. Era un soñador, más que un hombre de acción. Carecía de muchas cualidades para el ejercicio del buen gobierno, especialmente la previsión y la prudencia política. Se había formado un concepto muy pueril del imperio. Se rodeo de lujo asiático y para pagarlo puso nuevos impuestos con lo que el entusiasmo de la gente desapareció, cansados de servir al teatral emperador. Los barones se dieron cuenta y olvidando sus mutuas discordias se unieron contra el enemigo común. La campana llamó en vano a las armas en el Compidoglio. Nadie se movió. Cola había expulsado a los barones pero había conseguido que creciera su hostilidad por sus muchos y torpes actos de humillación. Careciendo de conocimientos militares, no pudo poner seria resistencia a sus ataques. Aumentó el descontento del pueblo y el obispo de Orvieto, el otro rector de Roma, que ya había protestado por lo que había ocurrido en la asamblea de los diputados italianos, abandonó la ciudad. El papa repudió a Cola en una Bula. Abandonado, Cola se refugió en el Castillo de Sant´Angelo y tres días después (18 de dic. 1347) los barones volvieron triunfantes, restableciendo la situación anterior.
Cola logró escapar y buscó refugio con los Franciscanos Espirituales que vivían en los eremitorios del monte Maiella. Pero la peste de 1348, la presencia de las bandas de aventureros y el jubileo de 1350 había aumentado el misticismo de la gente y más aun el de los Espirituales Uno de ellos, Fra Angelo, le dijo a Rienzi que ahora era el momento para pensar en los fines comunes como la restauración del imperio y la purificación de la Iglesia, ya que todo ello había sido profetizado por Joquín de Fiore, el famoso abad calabrés. Cola se dirigió a Carlos IV, en Praga (1350) que lo hizo prisionero como hereje o como loco. Dos años después, a petición del papa, Cola fue enviado a Aviñón, donde, gracias a la intercesión de Petrarca, su admirador desilusionado, fue mejor tratado.
Cuando Inocencio VI envió al cardinal Albornoz a Italia (principios de 1353) permitió a Cola di Rienzi que le acompañase. Los romanos, que de nuevo vivían en un estado de anarquía, le invitaron a volver y Albornoz consintió en nombrarle senador (sindaco) de Roma. El 1 de agosto de 1354, Rienzi entró triunfalmente en Roma. Pero el nuevo gobierno no duró mucho. El lujo y las celebraciones llevaron a los inevitables impuestos y la matanza injusta de varias personas (entre ellas Fra Moriale, un bandido al servicio de Cola) provocó la furia del pueblo. El 8 de octubre, 1354, el grito de “Muerte a Rienzi el traidor” se levantó en la ciudad. Cola intentó huir pero fue reconocido, muerto y su cadáver arrastrado por las calles de la ciudad. Cola representaba, podría decirse, la muerte y agonía de los Güelfos (papal-nacional-democracia) y el triunfo de la idea clásica (imperial y estética) de Renacimiento.
Bibliografía.
Vita Nicolai Laurentii in MURATORI, Antiquitates; Vita Nicolai Laurentii, ed. DEL Rè (Florence, 1854); GABRIELLI, Epistolario de Cola Rienzo (Rome, 1890); PAPENCORDT, Cola de Rienzo und seine Zeit (Hamburg, 1841); RODOCANACHI, Cola di Rienzo (Paris, 1888).
U. BENIGNI .
Transcrito por Gerald Rossi, In Honorem Ricardi Wagneri operium excellentium christianorum causa.
Traducido por Pedro Royo.