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Martes, 3 de diciembre de 2024

Cordero

De Enciclopedia Católica

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Uno de los pocos símbolos Cristianos procedentes del primer siglo es el del Buen Pastor llevando sobre sus hombros un cordero o una oveja, con otras dos ovejas a su lado. Entre los siglos primero y cuarto fueron pintados ochenta y ocho frescos de este tipo en las Catacumbas Romanas. Según la interpretación de Wilpert, el significado que puede ser asociado a este símbolo, es el que sigue. El cordero u oveja sobre los hombros del Buen Pastor es un símbolo del alma de los difuntos llevada por Nuestro Señor al cielo; mientras que las dos ovejas que acompañan al Pastor representan los santos que ya gozan de la felicidad eterna. Esta interpretación está en armonía con una antigua oración litúrgica por los difuntos del siguiente tenor: "Te rogamos Dios . . . que seas misericordioso con él en el juicio, habiéndolo redimido por tu muerte, líbralo del pecado, y reconcílialo con el Padre. Se para él el Buen Pastor y llévalo sobre tus hombros [al redil] Recíbelo en el Reino venidero, y concédele participar en el gozo eterno de la Sociedad de los santos" (Muratori, "Lit. Rom. Vet.", I, 751). En los frescos de las catacumbas esta petición está representada como ya cumplida; el difunto está en compañía de los santos.

Otro ciclo de pinturas en las catacumbas (menos numeroso) representa un cordero, o una oveja, con una vasija de ordeñar en la espalda o suspendido de un cayado de pastor. Un único fresco de este tipo muestra un pastor ordeñando una oveja, mientras otro muestra una vasija para ordeñar sobre un altar, entre dos ovejas. Los frescos de este tipo (de la oveja y la vasija de ordeñar) eran, hasta hace poco, generalmente interpretados como símbolos de la Eucaristía, pero Mgr. Wilpert disiente de la opinión recibida, y relaciona todos estos frescos con alusiones a la leche como símbolo del gozo celestial. Ambas interpretaciones proceden de un texto muy conocido de las Actas de las Santas Perpetua y Felicidad. Mientras estaban en prisión esperando el martirio, Sta. Perpetua dice contemplar en una visión un inmenso jardín, y en su centro la figura elevada y venerable de un anciano vestido de pastor, ordeñando una oveja. "Levantando su cabeza, me miró y dijo, 'Bienvenida, hija mía.' Y me invitó a acercarme y me dio de la leche. La recibí con las manos unidas y tomé de ella. Y todos los que estaban alrededor gritaron 'Amén'. Y al sonido de la voz desperté, sintiendo una dulzura indescriptible en mi boca." La coincidencia de ideas entre esta descripción y los frescos de las catacumbas de la oveja y la vasija de ordeñar es tan clara que, a primera vista, la interpretación corriente de esta clase de representaciones parecería ser obviamente precisa. Wilpert, sin embargo, llama la atención sobre la circunstancia de que los hechos descritos en la visión de Sta. Perpetua no tienen lugar en la tierra, sino en el cielo, donde ya no se recibe la Eucaristía. Por lo tanto propone que los frescos del tipo vasija de ordeñar son símbolo del gozo que el alma del difunto posee en el paraíso.

El cordero, u oveja, símbolo, entonces, del primer tipo descrito, tiene siempre, en todas las pinturas de catacumbas y en sarcófagos del siglo cuarto, un significado asociado con la condición del difunto después de muerto. Pero en la nueva era iniciada por Constantino el Grande, el cordero aparece en el arte de las basílicas con un significado totalmente nuevo. El esquema general de la decoración absidal con mosaico en las basílicas que se construyen por todas partes tras la conversión de Constantino, se asemeja en lo fundamental a lo descrito por San Paulino como existente en la Basílica de San Felix de Nola. "La Trinidad resplandece en su misterio pleno", el santo nos dice: "Cristo es representado mediante la figura de un cordero; la voz del Padre truena desde el cielo; y el Espíritu Santo es derramado a través de la paloma. La Cruz está rodeada por un círculo de luz como por una corona. La corona de esta corona son los mismos apóstoles, que son representados por un coro de palomas. La Divina unidad de la Trinidad es resumida en Cristo. La Trinidad tiene al mismo tiempo sus propias representaciones; Dios es representado por la voz paternal, y por el Espíritu; la Cruz y el Cordero significan la Víctima Santa. El fondo de púrpura y las palmas significan la realeza y el triunfo. Sobre la roca está de pie aquel que es la Roca de la Iglesia, de la que fluyen las cuatro fuentes murmurantes, los Evangelistas, ríos vivos de Cristo" (San Paulino, "Ep. xxxii, ad Severum", sect. 10, P. L. LXI, 336). El Divino Cordero era normalmente representado en los mosaicos absidales de pie sobre el monte místico desde donde fluyen los cuatro arroyos del Paraíso simbolizando a los Evangelistas; doce ovejas, seis a cada lado, eran además representadas, viniendo desde las ciudades de Jerusalén y Belén (indicadas por pequeñas casas en los extremos de la escena) y marchando hacia el cordero. La zona inferior, no existente en la actualidad, del famoso mosaico del siglo cuarto de la iglesia de Sta. Pudenciana de Roma, originalmente representaba el cordero sobre la montaña y probablemente también las doce ovejas; el mosaico absidal del siglo sexto de los Sts. Cosme y Damián existente en Roma, da una buena idea de la manera en que se representaba este tema.

Según el "Liber Pontificalis", Constantino el Grande regaló al baptisterio Laterano, que él fundó, una estatua de oro de un cordero derramando agua que fue emplazada entre dos estatuas de plata de Cristo y San Juan Bautista; el Bautista estaba representado portando un rollo inscrito con las palabras: "Ecce Agnus Dei, ecce qui tollit peccata mundi." Desde el siglo quinto, la cabeza del cordero empezó a ser rodeada por la aureola. Diversos monumentos también muestran al cordero con su cabeza coronada por varias formas de Cruz; un monumento descubierto por de Vogüé en la Siria Central muestra al cordero con la Cruz sobre sus espaldas.

El siguiente paso en el desarrollo de la idea de asociar la Cruz con el cordero aparece en un mosaico del siglo sexto de la Basílica Vaticana que representaba al cordero sobre un trono, a los pies de una Cruz adornada con gemas. Del costado traspasado de este cordero, fluía sangre en un cáliz desde donde a su vez se distribuía en cinco chorros, recordando las cinco llagas de Cristo. Finalmente, otro monumento del siglo sexto, formando parte en la actualidad del ciborio de San Marcos, en Venecia, presenta una escena de crucifixión con los dos ladrones crucificados, mientras que Cristo es representado como un cordero, permaneciendo erguido sobre la unión de los maderos. Uno de los más interesantes monumentos mostrando al Divino Cordero de variadas maneras es el sarcófago de Junius Bassus (m. 358). En cuatro de los tímpanos entre los nichos aparece

Levantando a Lázaro, por medio de un bastón, desde la tumba; siendo bautizado por otro cordero, con una paloma sobrevolando la escena; multiplicando los panes, en dos cestos, mediante el toque con un bastón; unido a otros tres corderos. Otras dos escenas muestran un cordero recibiendo las Tablas de la Ley en el Monte Sinaí y golpeando una roca de la que fluye un chorro de agua. Por tanto en esta serie, el cordero es un símbolo, no sólo de Cristo, sino también de Moisés, del Bautista, y de los tres Jóvenes en el horno ardiente. El fresco del cementerio de Praetextatus, mostrando a Susana como un cordero entre dos lobos (los ancianos), es otro ejemplo del cordero como símbolo de un creyente ordinario.

MAURICE M. HASSETT Transcrito por Michael C. Tinkler Traducido por Juan I. Cuadrado