Calixto III, Papa
De Enciclopedia Católica
Calixto III, Papa Alfonso de Borja, así llamado antes de ser papa, (en italiano Borgia) nació cerca de Valencia, España, el 31 de diciembre de 1378 y murió en Roma el 6 de agosto de 1458; venía de una noble familia. Habiendo terminado sus estudios, abrazó la causa de Benedicto XIII, antipapa, y del que recibió el título de canónigo. Cuando Alfonso V de Aragón resolvió retirarse del Cisma y ponerse con su reino bajo la jurisdicción de Martín V, Alfonso Borja actuó como mediador con el sucesor de Benedicto, Clemente VIII y le indujo a someterse al papa legal. Martín V nombró a Borja obispo de Valencia (1429) y en 1444 Eugenio IV lo creó cardenal. En ambos cargos fue notable por su vida morigerada, la firmeza de sus propósitos y su prudencia ante las dificultades serias. La opinión popular lo había señalado para el papado. El 25 de marzo de 1455, Nicolás V murió y Borja fue elegido ( l 98 de abril) asumiendo el nombre de Calixto III. Como papa estuvo principalmente preocupado con la organización de la Europa cristiana contra la invasión de los turcos. Constantinopla había sido capturada por Mohamed II (1453) y aunque el papa Nicolás V había hecho todos los esfuerzos, nada se había hecho para detener la victoriosa marcha de las fuerzas del Islam. Como cardenal, Calixto había manifestado un interés especial en este proyecto y tras su elección se puso personalmente a llevarlo a cabo lo que había planificado. Se enviaron nuncios a todos los países de Europa para suplicar a los príncipes que dejaran todas las desconfianzas nacionales y se unieran en un esfuerzo final para terminar con el peligro de la invasión turca. Se enviaron misioneros a Inglaterra, Francia, Alemania, Hungría, Portugal y Aragón para predicar la Cruzada y asegurarse voluntarios para el servicio activo en la guerra, recoger los impuestos necesarios para mantener a los que estaban el campo de batalla y pedir las oraciones de los fieles para el éxito de la empresa. Por orden de Calixto III las campanas se tocaban a medio día para recordar a los fieles que debían orar por el bienestar de los cruzados. Pero los príncipes europeos fueron lentos en contestar a la llamada del papa. En Alemania, Federico III, por odio a Ladislao de Hungría no quería unirse a un movimiento del que Hungría iba a sacar beneficios inmediatos, mientras que los obispos y los electores se oponían a la recaudación del impuesto papal en favor de los cruzados Inglaterra y Francia estaban en guerra y no quisieron permitir que sus fuerzas se debilitasen por participar en los planes de Calixto III. Génova organizó una flota y la envió contra los turcos, pero quedó así desprotegida ante el ataque de Aragón, mientras que Portugal descorazonada por la falta de éxito, retiró la flota que ya había enviado. Afortunadamente para Europa, los esfuerzos del papa no fueron totalmente en vano. Las fuerzas cruzadas dirigidas por Hunyady, inspiradas por el celo y valor delegado papal Carvajal y S. Juan de Capistrano, se enfrentaron a los turcos en Belgrado (22 de julio 1456) y les infligieron una de las peores derrotas que sufrieron en su largo conflicto con la Europa cristiana. El papa había deseado tal victoria con la esperanza de que pudiera animar a los príncipes europeos a responder a su llamada de socorro. Las nuevas de la victoria fueron adecuadamente notificadas a las cortes por mensajeros especiales del papa, pero la única respuesta fueron cálidas enhorabuenas .Desafortunadamente poco después de la victoria sobre Mohamed II en Belkgardo, Hunyady murió de fiebres y daba la impresión de que ningún general cristiano estaba a la altura de la tarea de salvar a Europa. Al año siguiente de su pontificado se hicieron renovados esfuerzos para conseguir la cooperación de Alemania. El papa trató de que Federico III hiciera las paces con Ladislao de Hungría, pero éste murió durante las negociaciones (1457) tras reinar siete años, y su muerte fue ocasión de disputas renovadas entre los tres grandes representantes de la casa de los Habsburgo Frederico III, Albrecht VI, y Sigismundo del Tyrol. Sólo en Albania surgió un líder, Scanderbeg, que había resistido la invasión. Calixto III convocó otra asamblea de los príncipes de Europa para idear medidas contra la penetración de Mohamed. Pero de nuevo los esfuerzos resultaron inútiles. En Francia el Delfín estaba a favor de las propuestas de Calixto, pero el rey rehusó unirse a la empresa y los clérigos estaban tan descontentos con el impuesto para la cruzada que en muchas provincias rehusaron pagar y apelaron a un Concilio general. Sentimientos similares de desconfianza y resentimiento tenían los clérigos y los príncipes electores del Imperio Germánico, Inglaterra no quería embarcaren ninguna expedición nueva debido a la guerra contra los poderes aliados, Francia y Escocia. La guerra entre Aragón y Génova continuaba, mientras que Venecia estaba más preocupada en promover su propio comercio que en tomar parte en la destrucción de la flota turca. En Bohemia se disputaba sobre la sucesión al trono y cuando una asamblea de nobles se declaró a favor de George Von Podiebrad, él resultó más interesado en tratar de reconciliar a sus súbditos católicos y Utraquistas y asegurárse un entendimiento con Federico III, que permitirse entrar en una cruzada. Hungría estaba también distraída en las disputas entre los rivales que reclamaban el trono. Guillermo de Sajonia y Casimiro de Polonia, se declararon pretendientes en nombre de sus esposas, pero no hallaron eco en el pueblo húngaro. Una asamblea nacional celebrada en Pest eligió como rey a Matthias Hunyady, hijo del conquistador de Belgrado, pero los rivales no aceptaron la decisión. Por fin (1459) procedieron a la elección de Federico III. El resultado fue que los países más afectados por el peligro turco eran incapaces de hacer nada y aunque el joven Hunyady deseaba seguir los pasos de su padre y unirse a los planes imperiales de una cruzada general, estaba demasiado ocupado con el desorden interno y las pretensiones de Federico III para prestar asistencia real alguna. Scanderbeg estaba aún en el campo de batalla pero con las pocas fuerzas de que disponía apenas podía defender su propio país, Albania, contra el ataque. El papa estaba de nuevo envuelto en disputas tras la muerte d Alfonso V de Aragón. De acuerdo con los arreglos acordados había de sucederle su hermano en Aragón y en Sicilia, mientras que su hijo Fernando, previamente reconocido como legítimo por Calixto III, tendría Nápoles. Pero el papa rehusó reconocer las reclamaciones de Fernando a Nápoles y, como señor feudal del territorio, se aseguró de quedarse con el poder de disponer a su voluntad. Esta disputa le impidió seguir con el trabajo de organizar la cruzada y consiguió que la poderosa familia de Aragón se apartase de la causa. Más aún, la reputación de Calixto III salió mal parada por las acusaciones de nepotismo. Había elevado ya al cardenalato a dos de sus sobrinos, uno cuales, el joven Rodrigo, llegaría a ser más tarde papa como Alejandro VI. Nombró a un tercero gobernador del Castillo de Sant ´Angelo y le dio el título de duque de Espoleto. Muchos aseguraban que la oposición a Fernando de Aragón se debía a su deseo de conseguir Nápoles para el inútil duque de Espoleto. En todo esto se perdió la primera parte de 1458 y durante los últimos meses de su vida hasta Calixto había empezado a darse cuenta de que el trabajo al que había dedicado su pontificado había acabado en fracaso. Y que serían otros hombros los que llevaran el peso de hacer retroceder a los turcos. Su reinado fue también notable por la revisión del juicio de Juana de Arco, que se llevó a cabo bajo la dirección papal. La sentencia del primer tribunal fue anulada y proclamada la inocencia de la Doncella de Orleáns. Tuvo el honor de elevar a los altares a Osmundo, obispo de Salisbury. Las energías de Calixto habían estado casi exclusivamente dirigidas a la campaña contra los turcos para poder dedicarse a fomentar la vida literaria, como algunos de sus predecesores, especialmente Nicolás V, y ese olvido de los humanistas le atrajo algunas enemistades, aunque parece haber dedicado considerables sumas de dinero para asegurar y aumentar los tesoros del Vaticano. Calixto III debe ser considerado hombre de elevados ideales, de enorme valentía, energía y perseverancia. Se dio cuenta de los peligros a los que se enfrentaba Europa e hizo todos los esfuerzos para unir a los príncipes cristianos en la defensa de sus propios países y si falló la culpa no fue del papa sino de los que rehusaron poner atención a sus consejos. Es desafortunado que un carácter, por otra parte recto y sin tacha, se estropeara por los cargos de nepotismo y avaricia. Dejó, tras su muerte, una considerable suma de dinero. Sus cartas se encuentran en Raynaldus, "Annales Eccl." De 1455 a 1458; ver también Harduin, "Concilia", IX, 1375-78, D'Achéry, "Spicilegium", III (Paris ed. 796-804), y "Magn. Bullar. Rom." (Lyons, 1692), I, 279-82. HARDUIN, Concilia, IX, 1375; PASTOR, tr. ANTROBUS, History of the Popes (London, 1894), III; CREIGHTON, History of the Papacy during the Reformation, III, IV; BLUME, Iter Italicum, III; REUMONT, Geschichte der Stadt Rom (Berlin, 1858), III; 126 sq; HEFELE, Concilieng., VIII, 74 sqq. JAMES MACCAFFREY Transcrito por Benjamin F. Hull Traducido por Pedro Royo