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Viernes, 22 de noviembre de 2024

Reforma Eclesial fraudulenta

De Enciclopedia Católica

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¿REFORMA ECLESIAL? O ¿PROTESTA INTERESADA?

Un grupo de 143 (un tercio del total) de docentes de facultades teológicas de Alemania, Austria y Suiza, de lengua alemana, publicaron un comunicado, bajo cuyo título, "Iglesia 2011: un nuevo comienzo", piden reformas en la Iglesia: supresión del celibato sacerdotal, acceso de las mujeres al sacerdocio, mayor participación de los laicos en las elecciones episcopales. En España, tres profesores buscaban firmas de adesión.

¿Otro grupo pidiendo otra vez cambios a la Iglesia sin cambiar radicalmente cada hijo de la Iglesia que somos tú y yo? ¿No debiera preocuparnos más la marcada o notable (es decir, digna de ser notada) nuestra identidad cristiana por nuestra sociedad? ¿Sabe hoy el mundo que Jesús nos ha definido, especialmente a sus sacerdotes, como luz del mundo y sal de la tierra? (Mt 5 13-14). ¿Cuál es el grado (por no hablar raquíticamente de dosis o ración) de nuestra fidelidad (de fides = confianza) a la Iglesia? ¿Hemos pensado alguna vez, no ya en la comisión, sino en las omisiones contra las necesidades espirituales y aun materiales, debidas por nosotros a nuestro pueblo? ¿No serán nuestros pecados los que no nos dejan asomarnos a nosotros mismos y por eso acusamos a los de enfrente? Sí, otra vez lo de la viga en el ojo propio (Lc 6 42) o, peor, lo de la mujer sorprendida en adulterio (Jn 8 3). ¿Desde estos planteamientos evangélicos y otros similares, ¿de verdad puede ser aquel un reclamo serio, autorizado, en conciencia?

¿No pregonaron y adoptaron, ya hace siglos, esas mismas “exigencias” otros profesores y “teólogos” y confesiones cristianas? ¿Consiguieron difundir mejor el Evangelio, iluminar a muchos más fieles, hacer vivir la fe más evangélicamente y difundirla para el bien de nuestra humanidad? ¿Han logrado esos teólogos de hoy reformar más auténtica y luminosamente en sus países esas decadentes y aun degeneradas sociedades? No vengan a decirnos que es porque sus sacerdotes católicos no se casan, y las mujeres no pueden acceder al sacerdocio ministerial.

Por el contrario: Algunas llamadas “iglesias cristianas” han entrado en una escalada de escándalos y podredumbre que delatan a gritos su ceguera adrede, hasta aprobar las aberraciones, el homosexualismo o sodomía, y el atropello de atentar, al más alto nivel contra los Sacramentos instituidos por Jesucristo. Y digo atentar porque la mujer nunca podrá ser sujeto del Orden sacerdotal. Su sacerdocio es el don de su maternidad. ¿En qué versículos de la Biblia leen que Jesús, y la Iglesia de todos los siglos han ordenado a mujeres? ¿No son esas iglesias, decimos, objeto de escándalo, de babélica confusión y de abandono de cientos de miles porque no solo no se reforman los jefes, sino que deforman a los fieles? Solo por forzado eufemismo llaman algunos crisis a tan denigrante cuadro, asumido por votación y todo.

¿Por qué no estudian en conciencia la Historia de la Iglesia y esforzarse por conectar con su legítima Tradición? Se encontrarán infinidad de hombres y mujeres, como Sta. Catalina de Siena (s. XIV), la que hizo volver al Papa de Aviñón a Roma, y tantos que, dejándose llevar por el verdadero Espíritu de empuje y mejora de “la Iglesia que no nos gusta”, hicieron la auténtica reforma de sus vidas, y así le dieron un verdadero impulso renovador a la Iglesia en la que aún arde aquel corazón, y alientan sus latidos en muchos aspectos. Así lo hicieron tantas mentes inquietas, pero con corazones sinceros, como el ya beato Henry Newman (s. XIX), quien decía: “Olvidad el catolicismo y os convertiréis en protestantes, unitarios, deístas, panteístas, escépticos…”.

¿Es que irrumpiendo otra vez por esas trochas ya trilladas y tan fracasadas, van a servir mejor a los fieles, a su iglesia particular? La experiencia general nos da con mucho el balance más negativo. Además, es difícil creer que esos firmantes sean mejores profesando lo que piden, que lo que ahora son desde su “presión” a la Iglesia. Un contemporáneo de Lutero, S. Ignacio de Loyola (s.XVI), –un ejemplo entre miles– ha dado incomparablemente más luz, más progreso, ejemplos sublimes, más vitalidad y riqueza, sana reforma a la Iglesia y al mundo, que las divisiones y las deletéreas consecuencias-racimo del hereje ex agustino. Unas 30.000 sectas se dicen hoy, (y secta significa sub-subdivisión), del desgaje de la rebelión luterana.

La respuesta a la pretensión de algunas mujeres, y de algunos hombres para ellas, hace décadas que la Iglesia, desde el Magisterio papal, ya ha dicho la última palabra: Non possumus. La iglesia no puede cambiar la voluntad de Jesucristo. Por la sencilla razón de que la voluntad de Jesucristo no fue dar el orden a la mujer, pues no se configura in persona Christi como varón.

El celibato (del lat. caelebs –ibis, solo) sacerdotal es de carácter disciplinar. Sí. Pero, también, más que disciplinar. Es, diremos, teológico: Y es que se configura mejor a la imitación y seguimiento de Jesucristo Casto, Célibe, y de cuyo sacerdocio participa todo sacerdote. Son muy poderosas, fecundas y válidas estas razones. Además nuestro pueblo cristiano, con su sensus fidei y con su sensus pietatis, es lo que más amplísimamente valora, respalda y desea para sus sacerdotes. Si tantos presbiterianos y anglicanos, desde el escándalo o naufragio de sus congregaciones, acuden a salvarse en la Iglesia Única de Jesucristo, la Iglesia de Pedro, ¿a dónde acudirían seguramente los millones que se irían de la Iglesia, si cediera a las presiones de esos, en esto, neo-véteroprotestantes?

Los carismas en la vida de la Iglesia para edificar el Cuerpo de Cristo son infinitos porque son Dones del Espíritu Santo. Y lleno está el santoral de admirables e inumerables y hasta pintorescos Dones con que tantos han enriquecido y fortalecido hasta hoy el Cuerpo de la Iglesia. ¡Sépase!: Dones. Nunca, reclamos, pretensiones, exigencias o “arribismos” disimulados (y no tan disimulados). No pocos de los que se llenan la boca con la palabreja democracia son, lo sabemos, los más distantes del pueblo, cuando han logrado instalarse “arriba” a costa de ella. También sabemos que algunos de los que piden trasparencia en la elección de los obispos, es no por la siempre saludable y necesaria purificación de la Iglesia, sino porque no los eligieron a ellos. Y esto, no solo suele ser verdad experimentada en la carne de cada cual, sino clamorosa historia de la miseria humana. El brillante presbítero romano Hipólito (s. III), primer antipapa, (después S. Hipólito, mártir), es tipo y paradigma de lo que decimos.

Evocando la gran figura de S. Roberto Belarmino (s. XVI), que padeció los años convulsos del protestantismo, y por su sinceridad y convicción, sus prédicas agradaban lo mismo a católicos que a protestantes, el Papa ha recordado: «En la obra "El gemido de la Paloma", en que la paloma representa a la Iglesia, Belarmino "llama con fuerza al clero y a los fieles a una reforma personal y concreta de la propia vida, siguiendo las enseñanzas de la Escritura y de los santos" y "enseña con gran claridad y con el ejemplo de su vida que no puede haber una reforma verdadera de la Iglesia si antes no hay una reforma de la persona y una conversión del corazón». (Benedicto XVI, 23 febr. 2011).

“El verdadero cambio necesario que urge nuestra Iglesia pasa siempre por el reto de la santidad, de la fidelidad, de la comunión, de la constante renovación espiritual y del ardor evangelizador. El verdadero cambio necesario es vivir de la Palabra de Dios, que encuentra en la Iglesia -como recordó el teólogo y arzobispo Ladaria- el único ámbito adecuado para su interpretación como Palabra actual de Dios (Congr. sobre la Biblia de la CEE). (Edit. de Ecclesia, 19 febr. 2011).

El cambio permanente que necesitamos es buscar y encarnar los Valores del Evangelio, el zelus domus tuae comedit me (Sal 69 10), iluminado por la fe, sobrevolando con nuestra actuación los vaivenes de la política y desoyendo los reclamos acomodaticios de la moda. Cuando a la M. Teresa, la Bta. Madre Teresa, le aconsejaban y rogaban que no podía ir a tal o cual país en guerra abierta, respondía con humildad y firmeza evangélicas: –¡Iré! Porque era cuando más necesidad tenían sus víctimas y sus pobres de su corazón y de sus manos.

Es muy urgente conocer y discernir los signos de los tiempos (Lc 54-56). Y hoy, sobre todo, me atrevo a decir, los antisignos de este tiempo. Padecemos en Europa la impuesta legislación antivida por el rabioso ateísmo ideológico, la matanza de los Inocentes en el sagrario de sus madres, la distanasia o cacotanasia (que esos deben ser sus nombres) o muerte inyectada a los ancianos y enfermos “inservibles” por antimédicos y demás gentes ya engañosamente “sensibilizadas” para “quitarse de encima” a los abuelos; legislaciones aberrantes y degeneradas que contravienen el Plan de la Creación de Dios y de la naturaleza humana (Gn 1 26-30); descalificación incluso, de la Palabra de Dios y de la Sda. Escritura, para que a esa ralea de antipolíticos y antisociales, no haya quien les diga “generación perversa y adúltera” (Mt 12 39).

¿No han valorado esos profesores de lengua alemana todos esos gravísimos antisignos e implantación contracultural? ¿Buscan inquietar a jóvenes sacerdotes y seminaristas para que se acomoden a lo que el mundo quisiera, y no a las exigencias y renuncias que pide el Reinado de Dios en el mundo, que es el Reino para los hombres? ¡Por Dios!

¿Qué hay de la urgencia renovadora de S. Pablo: No os ajustéis –sysjêmatídsesze– a los esquemas y vigencias de moda de este siglo? (Ro 12 2). Tiempos difíciles los ha habido siempre, pero estos tiempos son extremadamente crudos y duros, endurecidos por el descreimiento como sistema, por el ateísmo como antirreligión, más que por un secularismo anodino o de inercia.

A los oscuros y duros tiempos de increencia y aun de apostasía, debemos oponer lo tiempos firmes de la Luz de la Fe, de la Trascendencia, de la vigencia del Amor de Dios que nosotros debemos reflejar y que anula todo fatalismo. Enseñar otra vez al mundo lo que ya enseñaba el gran Padre de la Iglesia, Orígenes (s. III) en sus escritos y en su vida: Que la voluntad de Dios hay que distinguirla bien de su Providencia. Que si bien hay muchas cosas en el mundo en contra de la voluntad de Dios, (como los pecados de los hombres), no hay nada, sin embargo, que sea sin su Providencia.

Esto nos sitúa en la escucha y disposición, para que Dios obre con su poder, y providentemente haga maravillas, incluso a partir de nuestras deficiencias. Porque la condición es “la pequeñez de su esclava” (Lc 1 48), no la frivolidad cortesana ni la arrogancia académica.

Y, a propósito. Si son 143 los profesores de esas universidades de lengua germánica, somos muchos, muchos cientos más, con toda modestia, los profesores de Teología de las universidades de lengua española que rechazamos el comunicado de aquellos, y que acatamos fiel y gozosamente las enseñanzas del Evangelio propuestas por el Papa y los obispos para toda la Iglesia.


P.Donato Jiménez Sanz, oar