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Viernes, 22 de noviembre de 2024

Atahuallpa

De Enciclopedia Católica

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ATAHUALPA


Más propiamente dicho ATAU-HUALLPA (etimología usual derivada de huallpa, nombre de un ave indígena).

Hijo del jefe guerrero incaico Huayna Cápac y de una india de Quito. Por lo tanto, como la descendencia se traspasaba sólo por línea femenina, no se consideraba a Atahualpa perteneciente a la raza inca, sino indio de Ecuador. Las guerras prolongadas durante las cuales los incas subyugaron a las tribus ecuatorianas, y que provocaron el asentamiento permanente de las partidas de guerra en Ecuador, condujeron a la formación de una tribu nueva de indígenas incas con esposas e hijos quiteños. Esto dio como resultado unos choques entre esa tribu y los descendientes de las mujeres incas. En la lucha, Atahualpa figuraba como líder de los primeros, mientras que los últimos reconocían como su jefe a Huáscar, que había sido debidamente elegido en Cuzco. Atahualpa actuó con gran crueldad, al punto de que casi exterminó las tribus ecuatorianas que se resistieron. Finalmente triunfó, y envió a sus guerreros hacia el sur, contra Cuzco, a lo largo de las montañas. Cuando en 1532, Pizarro desembarcó en Túmbez, sobre la costa peruana del norte, la gente de Quito ya había derrotado a la tribu inca en Cuzco, tomado el asentamiento, y cometiendo las crueldades más atroces, principalmente contra los conservadores de las tradiciones antiguas a quienes intentaron exterminar, con la finalidad de borrar todo recuerdo del pasado cuzqueño para empezar una nueva era. Atahualpa mismo permaneció en Cajamarca con una hueste numerosa. Allí aguardó a los blancos a quienes despreciaba. Los españoles encontraron desierta a Cajamarca, con los guerreros de Atahualpa acampados a tres millas del lugar. Pizarro admitió que se le había tendido una trampa, y se preparó para lo peor.

En la tarde del 16 de noviembre de 1532, Atahualpa entró en la plaza de Cajamarca con un nutrido séquito de hombres que llevaban sus armas escondidas. Ocuparon completamente el lugar. Pizarro había emplazado su artillería (dos pedereros) sobre el tejado del edificio donde no se les podía apuntar sino de forma horizontal. Cuando los indios entraron en tropel en la plaza, Pizarro mandó a fray Vicente Valverde, fraile dominico, a informar a Atahualpa, mediante un intérprete, de los motivos de la aparición de los españoles en el país. Esta embajada fue recibida con burlas, por lo cual el fraile, viendo que los indios se disponían a comenzar las hostilidades, advirtió de ello a Pizarro. Su acción ha sido criticada injustamente; Valverde hizo lo que constituía su deber según las circunstancias, ya que no quería que los indios atacaran a los españoles tomando la ofensiva. El ruido de los cañones y mosquetes, así como la vista de los caballos, aterrorizaron a los indios que huyeron consternados, dejando a Atahualpa prisionero de Pizarro, que lo trató con la consideración apropiada a su rango. La historia sobre una matanza terrible de indios constituye una exageración desmedida. Mientras estuvo prisionero, Atahualpa entregó la mayor parte del oro y plata del Cuzco a los españoles, al tiempo que los masacraba. Cuando Pizarro se enteró, lo hizo ejecutar el 9 de agosto de 1633. Esta ejecución no fue injustificada. Al tiempo de su muerte, Atahualpa tenía alrededor de treinta años.