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Viernes, 22 de noviembre de 2024

Papa San Celestino I

De Enciclopedia Católica

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Nada se conoce de su historia antigua, excepto que fue un romano y que el nombre de su padre fue Priscus. Se dice que vivió durante un tiempo en Milán con San Ambrosio. La primera noticia, sin embargo, que está consignada en un documento de San Inocencio I, en el año 416, indica que Celestino habría sido un diácono.

En 418, San Agustín le escribió de una manera reverencial. El sucedió a San Bonifacio I, como papa, el 10 de septiembre de 422 (de conformidad con Tillemont, aunque los bollandistas indican como fecha el 3 de noviembre). Murió el 26 de julio de 432, habiendo cumplido en el pontificado nueve años, diez meses y dieciséis días. A pesar de los tiempos tumultuosos de Roma, fue electo sin ninguna oposición, tal y como se dice en una carta de San Agustín (Epist., cclxi). La misma fue escrita al pontífice muy poco después de haber sido nombrado como tal. En ella, el gran doctor le pide su asistencia en arreglar las dificultades con Antonio, Obispo de Fessula en Africa.

Al parecer existió una fuerte amistad entre Celestino y Agustín, y luego de la muerte de este último, a fines de 430, Celestino escribió una extensa carta a los obispos de Gaul sobre la santidad, aprendizaje y la dedicación del santo doctor, e indicó todos los ataques sobre su memoria de parte de los semipelagianos, quienes bajo el liderazgo del famoso asceta, Juan Cassian, empezaron en ese entonces a tener más influencia.

Vivió duros tiempos, en los cuales la paz de la iglesia se vió interrumpida por acciones de los maniqueos, donatistas, noviacianos, y pelagianos; también por las hordas bárbaros que empezaban a penetar en el corazón del imperio. El carácter firme y gentil de Celestino, le permitió cumplir con las exigencias de su posición. Le vemos a él en por doquier defendiendo los derechos de la Iglesia y la dignidad de su posición.

En todo esto él contó con la ayuda de Placidia, quien en nombre de su hijo más joven, Valentiniano III, hizo desaparecer de Roma a los maniqueos y a otros heréjes que estaban interrumpiendo la paz. Celestino no sólo excluyó a Coelestius, el más cercano discípulo de Pelagius, de Italia, sino que también procedió más hacia la condena de la secta del Consejo de Efesio. Entretanto, y con su apoyo, San Germán de Auxerre y San Lupus de Troyes, que estaban en Bretaña en 429, la tierra nativa de Pelagius, junto con los obispos de Galia, tuvieron éxito en extirpar los errores de esa región.

Fue un firme defensor de los canones antiguos. De esa manera vemos a Celestino haciendo observar a los obispos de Illyria, los canones de vieja data del Obispo de Thessalonica, vicario del papa. Sin ello no se podía consagrar a ningún obispo, ni se podía realizar ningún consejo. También escribió a los obispos de Viena y Narbonne, a quienes les advierte sobre la observancia de canones originales, y siguiendo la línea de su predecesor, a que se resistieran a las pretensiones de la Sede de Arles.

Más aún no se debía rechazar el admitir las penas de aquellos que así lo desearan, en el momento de la muerte. Los obispos no debían vestir como monjes, y acciones severas se tomaron contra cierto Daniel, un moje de oriente, quien había sido el causante de serios desórdenes en la Iglesia de Gaul. A los obispos de Apulia y Calabria, les escribió indicándoles que los clérigos no debían estar ignorantes acerca de los cánones, ni que tampoco los del episcopado debía estar por sobre los clérigos. No se trataba de la voluntad popular, no importando cuan fuerte fuese; “populus docendus non sequendus”. Amenazó con severas penas para futuros transgresores.

En función de defender los derechos de la Iglesia Romana, y el manejo que hizo de las apelaciones, llegó a tener conflicto con la gran Iglesia de Africa (véase Apiarius). Los obispos africanos, aunque con algunas reticencias, nunca cuestionaron la divina supremacía de la Santa Sede. Su lenguaje y acciones demostraron el completo reconocimiento de la misma. Sus quejas fueron más bien dirigidas a lo que algunas veces se consideró era el indiscreto uso de las prerrogativas papales.

Los últimos días del pontificado de Celestino se caracterizaron por la lucha en el este en contra de la herejía de Nestorius (véase Nestorius; Cirilo de Alejandría; Efesio, Concilio de). Nestoius quien había llegado a ser Obispo de Constantinopla en 428, primero dio una gran satisfacción, tal y como podemos ver en una carta dirigida por él a Celestino. Pronto se levantaron sospechas de su ortodoxia por recibir amablemente a los pelagianos, que habían sido rechazados por el papa en Roma. Poco después, rumores sobre sus enseñanzas acerca de la personalidad dual de Cristo, llegaron a Roma. Celestino comisionó a Cirilo de Alejandría para que investigara e hiciera un reporte.

Cirilo encontró que Nestorius profesaba abiertamente sus herejías y envió un recuento completo de la situación a Celestino. En un Sínodo en Roma (430) el Papa condenó solemnemente los errores de Nestorius, y ordenó a Cirilo que en su nombre, procediera contra el hereje quien fue incomunicado y depuesto, a menos que en diez días hiciera una declaración por escrito mediante la cual se retractara de sus errores.

En cartas escritas en el mismo día a Nestorius, a los clérigos, la gente de Constantinopla, Juan de Antioquia, Juvenal de Jerusalem, Rufus de Thessalonica, y Flavian de Filipi, Celestino anuncia la sentencia contra Nestorius y comisiona a Cirilo para que ejecute la decisión. De manera simultánea, restaura a todos los que habían sido excomunicados o privados de derechos por Nestorius.

Cirilo envía la sentencia papal y su propio anatema a Nestorius. El emperador ahora establece un concilio general que ser reunirá en Efesio. A este concilio Celestino envia como delegados a Arcadius, y Projectus, obispos, y a Filipo, un sacerdote, quienes deben actuar en coordinación con Cirilo. Sin embargo, ellos no estuvieron involucrados en discusiones, sino que debían juzgar las opiniones de otros. Celestino in todas sus cartas aume que su propia decisión es ya la final, y Cirilo y el concilio se manifiesta “compelido por los cánones sagrados y las cartas de Nuestro Más Santo Padre, Celestino, Obispo de la Iglesia Romana.”

El último acto oficial de Celestino, fue enviar a San Patricio a Irlanda, quizá sobrepasando todas las expectativas en esta acción de grandes consencuencias para el bien. Ya había enviado con anterioridad (431) a Palladius como obispo de los “Scots (i.e. irlandeses) creyentes en Cristo.” Pero Palladius abandonó pronto su misión en Irlanda y murió al año siguiente en Bretaña.

San Patricio, quien con anterioridad había sido rechazado, recibió su misión unos pocos días antes de la muerte de Celestino. Por tanto el papa fue quien compartió la conversión de vastas proporciones, en los siguientes siglos, de la civilización y el mundo bárbaro. Mostró gran dedicación y celo en el cumplimiento de sus funciones en los asuntos de la Iglesia Romana.

Celestino restauró y embelleció la iglesia de Santa María en Trastevere, la que había sido víctima del pillaje gótico de Roma, y también la iglesia de Santa Sabina, además de decorar el Cementerio de Santa Priscila, con las pinturas del Concilio de Efesio. No se sabe con certeza la fecha precisa de su muerte. Su festividad se guarda en la Iglesia Latina, el 6 de abril, el día en el cual su cuerpo fue colocado en las Catacumbas de Santa Priscila. De allí fueron transferidas en 820 por el papa San Pascual I a la iglesia de Santa Prassede. Todo ello, aunque la catedral de Mantua reclama tener sus reliquias. En la Iglesia Griega, tiene grandes honores por su condena de Nestorius, y su festividad se observa el 8 de abril.

Los escritos en extenso de Celestino, consisten en dieciséis cartas, el contenido de muchas de las cuales se ha señalado arriba, y un fragmento del discurso sobre el nestorianismo, que fue leído en el Sínodo de Roma de 430. La “Capitula Coelestini”, las diez decisiones sobre el sujeto de la gracia, lo que jugaría un papel muy importante en el agustianismo, no se atribuyen a su autoría. Por siglos se consideró que eran parte de su carta a los Obispos de Gaul, pero en la actualidad se considera que son trabajos de San Próspero de Aquitaine. El bibliotecario Anatasius atribuye a él varias otras constituciones pero con poca autoridad. También se tienen muchas dudas respecto al contenido de “Liber Pontificalis” que Celestino agregó al Introito de la Misa.

Sancti Celestini Epistolae et Decreta, P.L., L; Acta ss., X; Hefele, History of the Councils, II, III; Duchesne, Liber Pontificalis, I; Grisar, Geschichte Roms und der Papste im Mittelalter (Freiburg im Br., 1898), I ; Cardinal de Noris, Historia Pelagiana; Tillemont, Memoires pour servir a l' histoire ecclesiastique, XIV; Natalis Alexander, Historia Ecclesiastica, ed. Roncaglia-Mansi, IX; Mansi, Sacrorum Conciliorum Amplissima Collectio, IV; Rivington, The Roman Primacy.

J.F.X. MURPHY Transcripción de William D. Neville Traducción al castellano de Giovanni E. Reyes