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Sábado, 23 de noviembre de 2024

Docetas

De Enciclopedia Católica

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(Griego Doketai.)

Secta herética de tiempos apostólicos, Su nombre se deriva de dokesis, "apariencia" o "semejanza", porque enseñaban que Cristo solo era un hombre en apariencia, había nacido en apariencia y había vivido y sufrido en apariencia. Algunos negaban completamente la realidad de la naturaleza humana de Cristo, otros solamente que su cuerpo humano fuera real o lo fueran su nacimiento y muerte. La palabra docetae, una especie de "ilusionismo" aparece por vez primer en una carta del obispo de Antioquía Serapión (190-203) a la iglesia de Rhosos, donde habían surgido dificultades sobre la lectura pública del evangelio apócrifode Pedro. Sin sospechar, Serapión lo permitió al principio pero enseguida lo prohibió diciendo que había pedido prestada una copia de la secta que la utilizaba, “a los que llamamos Docetae”. Sospechaba una conexión con el Marcionismo y encontró en este Evangelio” algunos añadidos a las enseñanzas correctas del Salvador”.

En 1885 se encontró un fragmento apócrifo que contenía tres pasajes que con fuerte sabor de Ilusionismo. El nombre vuelve surgir en Clemente de Alejandría (m. 216), Strom., III, xiii, VII, xvii, donde estos sectarios son mencionados junto con los Haematitas como ejemplos de herejes calificados según su principal error. Sin embargo, la herejía es mucho más vieja puesto que es combatida en el Nuevo Testamento. Clemente menciona a un cierto Julio Cassianus como ho tes dokeseos exarchon “el fundador del Ilusionismo”. Este nombre también es conocido por S. Jerónimo y Teodoreto y se dice que Casiano es discípulo de Valentiniano, pero nada más se sabe de él. La idea de la naturaleza humana de Cristo no real era mantenida por las más antiguas sectas gnósticas y no se pudo originar en Casiano. Puesto que Clemente distingue a los Docetae de otras sectas gnósticas, probablemente conocía a algunos seguidores de las sectas cuya suma total de errores consistía en la teoría ilusionista, pero el Docetismo, como se conoce hoy siempre ha acompañado al Gnosticismo, o más tarde al Maniqueísmo. Los Docetas descritos por Hipólito (Philos., VIII, i-iv, X, xii) son como la secta gnóstica, aunque estos extendían su teoría de la ilusión a todas las sustancias materiales.

El Docetismo no es propiamente una herejía cristiana pues no nació en la Iglesia del mal entendimiento de un dogma por creyentes, sino que vino de fuera. Los Gnósticos que partían del principio del antagonismo entre materia y espíritu y que hacían consistir la salvación en la liberación de toda atadura de la materia volviendo como espíritu puro al Supremo espíritu, no podían acertar la sentencia “El Verbo se hizo carne”, en un sentido literal.

Para tomar prestada la doctrina cristiana de un salvador que era hijo de Buen Dios estaban obligados a modificar la doctrina de la encarnación. Su incomodidad con este dogma causó muchas inconsistencias pues algunos defendían la habitación de un Eón en un cuerpo real, otros negaban la existencia actual objetiva de cualquier cuerpo o de toda la humanidad, otros permitían un cuerpo “psíquico” pero no hilemórfico o realmente material, otros creían en un cuerpo real pero humano sideral, otros aceptaban el cuerpo pero no la realidad del nacimiento de una mujer o la realidad de la pasión y muerte en la cruz.

Cristo solo parecía sufrir ya que ingeniosa y milagrosamente sustituía con algún otro que soportaba el dolor o porque lo que ocurrió en el Calvario era un engaño visual. Simón el Mago habló por primera vez de una “pasión putativa de Cristo y afirmó que era él mismo, Simón, el que soportó los sufrimientos reales.” “Como los ángeles gobernaban muy mal este mundo, ya que cada uno quería para si el puesto principal, él (Simón) vino a mejorar las cosas y se transfiguró en una de las Virtudes y potestades y Ángeles, de manera que apareció entre ellos como un hombre, aunque no lo era, y se creyó que había sufrido en Judea, aunque no había sufrido” (passum in Judea putatum cum non esset passus -- Irenaeus, Adv. Haer. I, xxiii ss.)

La mención de ángeles demiúrgicos da a este pasaje el color del Gnosticismo. Poco después, siguiendo a un gnóstico sirio de Antioquía, Saturnino (ca. 125), hizo a Cristo el Eón principal, aunque trató de demostrar que el Salvador no había nacido (agenneton), que no tenía cuerpo (asomaton) y sin forma (aneideon), y era hombre solo en apariencia (phantasia) (Irenaeus, Adv. Haer., XXIV, ii).

Otro gnóstico sirio, Cerdo, que llegó a Roma en tiempos del papa Higinio (137) y fue maestro de Marción, enseñaba que “Cristo, el hijo del más importante dios, apareció sin nacer de la virgen, sí, sin ninguna clase de nacimiento como hombre en esta tierra”.

Y ello es natural ya que la materia no es creación del más importante de los dioses sino del Demiurgo y por consiguiente Cristo no podía estar hecho de materia. Todo esto lo explica claramente Tertuliano en la polémica contra Marción (140), según el cual Cristo, pasando a través del vientre de María y dotado sólo con un cuerpo aparente, de repente llegó de los cielos a Cafarnaún en el quinto año de Tiberio; y Tertuliano hace notar:” todos estos trucos acerca de la corporeidad putativa que Marción ha adoptado no sea que la verdad del nacimiento de Cristo sea discutida desde la realidad de su naturaleza humana y así Cristo sea vindicado como obra del creador (Demiurgo) y se muestre que tiene carne humana ya que tuvo un nacimiento humano” (Adv. Marc., III, xi). Más aún, Tertuliano afirma que el principal discípulo de Marción, Apeles, modificó visiblemente el sistema de su maestro, aceptando de hecho la verdad de la carne de Cristo, pero negando testarudamente la verdad de su nacimiento. Defiende que Cristo tenía un cuerpo astral hecho de sustancia superior y comparaba la Encarnación a la apariencia del Ángel de Abraham. Tertuliano añade sarcásticamente que esto es como caer de la sartén al fuego de calcaria in carbonariam.

Valentino el egipcio intentó acomodar este sistema acercándose más a la doctrina cristiana al admitir no solamente la realidad del cuerpo del Salvador sino hasta algo parecido a un nacimiento, diciendo que el cuerpo del Salvador pasó a través de María como a través de un canal (hos dia solenos) aunque no tomó nada de ella sino que obtuvo un cuerpo desde lo alto. La aproximación a la ortodoxia, sin embargo, era solo aparente porque Valentino distinguía entre Cristo y Jesús. Cristo y el Espíritu Santo eran emanaciones de eones y procedían juntos a Jesús el Salvador, que se unió con el Mesías del Demiurgo.

En el Oriente, Marino y la escuela de Bardasanes, aunque no el mismo Bardasanes, mantenían puntos de vista similares respecto al cuerpo astral de Cristo y nacimiento aparente. En Occidente, Ptolomeo redujo el Docetismo a mínimos diciendo que Cristo era en verdad un hombre de verdad, pero Su Sustancia estaba compuesta de lo neumático y lo psíquico (espiritual y etéreo). Recibió lo neumático de Achamoth o Sabiduría y lo Psíquico del Demiurgo. Su naturaleza psíquica le permitía sufrir y sentir dolor aunque no tenía nada groseramente material (Irenaeus, Adv. Haer., I, xii, II, iv). Puesto que los docetas ponían objeciones a la realidad del nacimiento, también desde el principio se oponía particularmente a la realidad de la pasión. De ahí el torpe intento de Basílides y otros de sustituirle por otra víctima.

Según Basílides Cristo parecía a los hombres que era un hombre y que había hecho milagros. Pero no fue Cristo quien sufrió sino Simón el cirineo, obligado a llevar la cruz y crucificado en lugar de Cristo por error. Simón, habiendo recibido la forma de Jesús y Jesús la de Simón se reía mientras permanecía al lado. Jesús fue crucificado y Jesús volvió a su Padre (Irenaeus, Adv. Char., 1, xxiv). Algunos apócrifos creen que fue Judas y no Simón el que le sustituyó. Hipólito describe una secta gnóstica que tomó el nombre de Docetas y que por esa razón no es aparente, especialmente puesto que su teoría sobre la apariencia era el último aspecto de su sistema. Sus puntos de vista eran muy parecidos a los de los seguidores de Valentino. El ser Primigenio es, por así decirlo, la semilla de la higuera, de pequeño tamaño pero de infinito poder, de la que proceden tres eones, tres hojas, frutos que multiplicados por el diez, número perfecto, se convierten en treinta. Estos treinta eones juntos hacen fructificar a uno de ellos del que procede la Virgen-Salvador, una perfecta representación del dios más alto.

La tarea del Salvador es impedir que sigan las transmisiones de las almas de cuerpo a cuerpo, que es la tarea del gran Archon, el creador del mundo. El Salvador entra en el mundo sin ser notado, de forma oscura. Un ángel anuncia la buena nueva a Maria. Nació e hizo todo lo que se había escrito sobre él en los Evangelios. Pero en el bautismo recibió la forma y sello de otro cuerpo además del nacido de la Virgen. El objeto de esto era que cuando el Archon condenara a su propio y peculiar ilusión de carne a muerte en la cruz, el alma de Jesús - aquella alma que había sido alimentada en el cuerpo nacido de la Virgen - pudiera desnudarse de ese cuerpo y clavarlo al madero maldito. En el cuerpo neumático recibido en el bautismo Jesús podría triunfar sobre el Archon, cuyo malvado plan había logrado eludir.

Esta herejía, que destruía el verdadero significado y finalidad de la Encarnación, fue combatida hasta por los Apóstoles. Posiblemente la afirmación de Pablo “pues Dios tuvo a bien hacer residir en El toda plenitud”…”porque en El reside toda la plenitud de la divinidad corporalmente” (Colosenses 1:19, 2:9) hace alguna referencia a los errores del docetismo.

S. Juan se refiere, sin duda, (1 Juan 1:1-3, 4:1-3; 2 Juan 7) a esta herejía o al menos así se lo pareció a Dionisio de Alejandría (Eusebio, H. E., VII, xxv) y a Tertuliano (De carne Christi, xxiv). En tiempos sub-apostólicos esta secta fue vigorosamente combatida por S. Ignacio y Policarpo. Ignacio advierte contra los docetas de los que dice que son “monstruos en forma humana” (therion anthropomorphon) y propone a los fieles que no los reciban y hasta que eviten encontrárselos. Exclama patéticamente: “si algunos de estos hombres sin dios [atheoi], quiero decir incrédulos, dicen que El ha sufrido solamente en la apariencia externa, ellos mismos no son nada más una apariencia exterior. ¿Por qué lo lamento? ¿Por qué desearía luchar contra las bestias salvajes? Porque moriría por nada y entonces solamente estaría mintiendo contra el Señor” (Ad Trall. x; Eph., vii, xviii; Smyrn., i-vi).

En los días de S. Ignacio el docetismo parece haber estado muy relacionado con el judaísmo (cf. Magn viii, 1 x, 3; Phil, vi, viii). Policarpo en su carta a los Filipenses se hace eco de I Juan iv 2-4, con el mismo propósito: S. Justino no combate expresamente los errores docetistas, pero menciona a varios gnósticos que fueron notorios por sus aberraciones docéticas, como los seguidores de Basílides y de Valentino; en su “Diálogo con Trifón el Judío” enfatiza el nacimiento de Cristo de la Virgen. Tertuliano escribió un tratado “Sobre la Carne de Cristo” y atacó los errores docetistas en su “Adversus Marcionem”. Hipólito, en su "Philosophoumena" enumera y refuta el docetismo en los diferentes errores gnósticos y muestra dos veces el sistema del docetismo como se ha visto arriba.

El primer Docetismo que parecía destinado a desaparecer con la muerte del Gnosticismo, fue reanimado como un error parásito dentro de otra herejía, el Maniqueísmo. Los gnósticos maniqueos partían de un doble principio, el bueno (espíritu) y el malo (la materia). Para añadir la soteriología cristiana al dualismo procedente de Irán se vieron forzados, como los gnósticos, a jugar con la verdad de la Encarnación. Los maniqueos distinguían entre un Jesus patibilis y un Jesus impatibilis o Cristo. Éste último era la luz que existe, ya simbolizada por o personificada por el Sol. El otro era la luz aprisionada en la materia y la oscuridad de la que cada alma humana era una chispa.

Jesus patibilis era como un signo de la palabra, una abstracción del Bien, la pura luz de lo alto. Durante el reinado de Tiberio Jesús aparece en Judea. Hijo de la Luz Eterna y también hijo del Hombre. Pero la palabra “hombre” es un término técnico maniqueo por Logos o Palabra-Alma. Ambos, anthropos y pneuma son emanaciones de la deidad. Aunque Cristo es hijo del Hombre, su cuerpo es solo una apariencia y sólo sufre en apariencia. Su pasión es una ficción mística de la cruz. Obviamente esta doctrina toma de la Encarnación solamente unos pocos nombre.

Ejemplos diseminados de docetismo se hallan tan al oeste como España y los Selicianos de Constantinopla, entre los priscilianistas de los siglos cuarto y quinto. Los Paulicianos de Armenia también promueven estos errores. Aún quedaban Paulicianos en el siglo diez, negando la realidad del nacimiento de Cristo, para ello apelando a Lucas vii, 20. Según ellos, Dios envió a un ángel a sufrir la pasión. Por eso no adoraban la cruz sino los evangelios, palabra de Cristo. Entre los eslavos, los Bogomilos renovaron la antigua fantasía de que Jesús entró en el cuerpo de María por el oído derecho y recibió de ella un cuerpo solo aparente.

En Occidente, un concilio de Orleans (1022) condenó a trece herejes cátaros por negar la realidad de la vida y muerte de Cristo. En los círculos teosóficos y espiritistas se renueva esta herejía primitiva con ideas tan fantásticas como las más imaginativas extravagancias antiguas.


J.P. Arendzen.


Transcrito por Joseph P. Thomas.


Traducido por Pedro Royo

The Catholic Encyclopedia, Volume V. Published 1909. New York: Robert Appleton Company. Nihil Obstat, May 1, 1909. Remy Lafort, Censor. Imprimatur. +John M. Farley, Archbishop of New York