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Sábado, 23 de noviembre de 2024

Canaán, Cananeos

De Enciclopedia Católica

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Cana, Cananitas

(Canaán, Cananitas).

La palabra hebrea "kenaan", que significa "persona", aparece:

a) en el Antiguo Testamento, como nombre propio de uno de los hijos de Ham, b) en una forma más larga, "kenaanah" (chanana, canaana), como nombre propio de otras dos personas, en I Cro 7, 10 y II Cro 18, 10, o que denota un país, la región de los cananitas o descendientes de Canaán.

En la época en la que los mercaderes fenicios ocupaban un lugar prominente, en especial entre los cananitas, la palabra "kena'ani", e incluso "Canaán" (por ejemplo Is 23:8), llegó a significar "comerciante", "mercader". Como nombre de país, dos siglos antes de Moisés aparece bajo las formas "knnahni", "kinahni" y "kinahna", en las letras cuneiformes de los príncipes sirios y faraones egipcios. También se encuentra en Tell el-Amarna y antes en algunas inscripciones egipcias, con la forma "kna-n-na". Las monedas del siglo II a.C. de la ciudad fenicia de Laodicea llaman a ésta "una madre en Kena'an". La literatura griega también conserva indicios de que los fenicios llamaban "Chna" a cierto antepasado, y usaban el mismo nombre para nombrar su nación. Y en tiempos de san Agustín, los pobladores del pueblo púnico, vecino a Hipona, se llamaban a sí mismos "chanani", o sea, cananeos. Si el vocablo es de origen fenicio, debe derivarse de la raíz "kana", que originalmente significa "bajo", o en forma figurada: "pequeño", "humilde", "despreciable", "subyugado". Según esta derivación del sentido original del nombre "la tierra de Canaán", varios estudiosos la han entendido como "la tierra baja", ya sea porque el nombre haya significado solamente la playa plana, o también porque haya significado la zona montañosa de Palestina occidental, en oposición a las montañas de Líbano y el Hermon, mucho más elevadas. Pero la tradición bíblica tiende a derivar el nombre del país a partir de un nombre de persona. Ella asume que "la tierra de Canaán" es la "frontera de los cananitas" (Gn 10,19), o sea, de la tierra de la raza de Canaán, hijo de Ham, y no parece aconsejable oponerse a esta interpretación con una conjetura tan poco sustentada como la etimología descrita más arriba. Sobre todo porque el sentido figurado de la palabra para referirse a un esclavo o siervo cuadra muy bien con lo poco que sabemos del nieto de Noé.

Canaán, hijo de Ham

En Gn. 9,18 y 9, 22 Ham aparece como el padre de Canaán, y en la predicción de Noé (9, 25-27), Canaán está junto a sus "hermanos" (en un sentido amplio del término hebreo) Sem y Jafet. "El dijo: "Maldito sea Canaán. Será siervo de los siervos de sus hermanos" "Y añadió: " Bendito sea el Señor Dios de Sem; que Canaán sea su sirviente". "Que Dios engrandezca a Jafet, y viva éste en las tiendas de Sem, y que Canaán sea su siervo". La maldición pronunciada sobre Canaán indudablemente está conectada con el pecado de su padre, Ham (versículo 22). Pero es muy difícil definir la naturaleza de esa conexión. ¿Debía Canaán participar de algún modo en los pecados de su padre? ¿Es por ello que lo que se dijo en el versículo 18 se repite en la historia del pecado, o sea, que Ham era el padre de Canaán? ¿O lo que sucedió fue que este último fue afectado por la maldición profética de Noé a causa de los pecados de su posteridad, la cual iba a imitar la maldad de Ham? Lo cierto es que esa maldición, así como las bendiciones pronunciadas sobre Sem y Jafet, fueron cumplidas totalmente tiempo después. Los descendientes de Canaán fueron parcialmente aniquilados y parcialmente subyugados por los israelitas, y todas las tribus cananitas desaparecieron del escenario de la historia. Algunas personas han tratado de resolver el problema usando los métodos críticos. Se suponía que Gn 10, 20-27 se había derivado de una fuente en la que Canaán había tomado el lugar de su padre Ham, de modo que era visto como el hijo tercero de Noé. Es comprensible que en la profecía original haya aparecido el nombre de Ham, y que los israelitas, viendo cumplida la profecía, especialmente en la posteridad de Canaán, se la hayan atribuido al hijo. Pero ninguna de tales conjeturas tiene fundamentos sólidos.

Igual de incierta es la opinión que representa a Canaán como el menor de los cuatro hijos de Ham. Tal opinión está basada en Gn 10, 6: "Y los hijos de Ham: Cus, Mesram, Phut y Canaán". Pero esta lista de descendientes de Noé es, al menos en substancia, etnográfica, y el orden de sucesión es geográfico, una enumeración de tribus que empieza con la más lejana y terminando en Palestina. En los versos 16-20, por tanto, se habla de las tribus cananitas, las cuales ocupan el último lugar porque habitan en, o cerca de Palestina. Por consecuencia, no se puede concluir de eso que Canaán haya sido el hijo menor de Ham.

La tierra de Canaán

Con pocas excepciones, los escritores bíblicos usan este nombre para indicar la totalidad de la Palestina occidental, o Cisjordania. Ese territorio se extiende desde el desierto de Sin en el sur hasta cerca de Rohob y la entrada de Emath en el norte (Num 13,3: Cfr. 22). Una delimitación más cuidadosa de la tierra de Canaán se encuentra en Num 34,3-12 y Ez 47,15-20. Pues aunque el nombre no aparece como tal en Ezequiel, no se puede dudar de la identidad de las fronteras que se describen ahí. En ambos textos la frontera occidental está formada por el Mediterráneo, y la mayor parte de la oriental por el Mar Muerto y el cauce inferior del Jordán.

La frontera sur coincide con la del territorio de Judá (Jo 15,1-4), mientras que Cadesbarne (Ain Kedis), con latitud 30º 33' N puede ser tomada como el punto más al sur. Fue por ello que en tiempos de san Jerónimo (In Ezech, Migne, XXV, 476-478) se creyó que la frontera del norte se ubicaba en Siria del centro o del norte. De ese pasaje de san Jerónimo hasta una fuente Daphnis (Dafne, cerca de Antioquía) se coló en la Vulgata (Num 34,11) en vez del pueblo de Ain. A pesar de que no han identificado cabalmente todos los pueblos de la frontera, podemos dar por sentado hoy día que la línea divisoria del norte se debe trazar al sur de Líbano y del Hermón, casi en latitud 33º 10' N., y que eso coincide completamente con la frontera norte del país conquistado y habitado por los israelitas. Dicho país se extendía, según numerosas citas, desde Dan hasta Berseba, o desde la entrada de Emath hasta el arroyo de Egipto. La parte norte de la frontera occidental, sin embargo, parece seguir no el curso superior del Jordán, sino el del Rukkad, desde Hasar Enana (El-Hadr) hasta Ain (Ayun). De ese modo toda la parte occidental de Jaulan quedaría incluida en la tierra de Canaán, no así la tierra de Galaad, ni el territorio allende el Jordán, al sur del Jarmuk. Todos los sitios mencionados antes están en concordancia con esta concepción, y sólo dos veces aparece el nombre del país de Canaán con un sentido más limitado. Primero por la costa fenicia (Is 23,11), y luego por las tierras bajas de los filisteos (Sof 2, 5). Ambos en un tiempo cuando únicamente estas regiones costeras estaban aún habitadas por los cananitas. Hemos visto ya cómo ese nombre ha sido respetado incluso posteriormente por los fenicios. En Egipto el nombre se utiliza especialmente para referirse a la costa, y el nombre de canaanita se aplica a los habitantes de la tierra montañosa que está detrás de aquella. En las cartas Tell el-Amarna el país de Kinahhi parece incluir tanto la costa fenicia cono las montañas de la Alta Galilea, y quizás, más hacia el norte, el país de Amurri (Líbano y Anti-Líbano) cf. H. Clauss Zeitschrift des Deutschell Palastinavereins (1907), XXX, 17, 29, 30, 35, 36, 64, 67.

Génesis (10,15-18) enumera una serie de tribus como descendientes de Canaán. En su mayoría, aunque originalmente todas ellas, estaban situadas fuera de Palestina propiamente dicha y se extendían hasta el norte de Siria: "Y Canaán engendró a Sidón, su primogénito, y a Het, al jebuseo, al amorreo, al guigasita, al jivita, al arqueo, al sineo, al arvadeo, al semareo y al jamateo. Más tarde se propagaron las estirpes cananeas". Las últimas son las tribus que poblaban al Canaán bíblico o la Palestina occidental. "La frontera de los cananeos iba desde Sidón, en dirección de Guerar, hasta Gaza; y en dirección de Sodoma, Gomorra, Admá y Seboyim, hasta Lesa". Si identificamos a Lesa (A.V. . Lasha) con Lesem (Jo 19,47) o Lais (Jue 18,14), el Dan posterior, la costa desde Sidón a Gaza y Gerara es señalada aquí como la frontera occidental de Canaán, y el valle del Jordán desde la Pentapolis a Lais-Dan como la frontera oriental. Pero el Códice Samaritano en su verso 19 trae otra teoría: "Y el borde del cananita se extendía desde el río de Egipto hasta el gran río, el Eufrates, y desde el Eufrates hasta el extremo del mar occidental". Aparentemente, aquí por cananita se debe entender a toda su descendencia, mencionada en los versos 15-18, de la que al menos los hetitas vivían cerca del Eufrates. Es difícil decidir cuál lectura es la original. Ambas presentan a los descendientes de Canaán viviendo en la tierra bíblica de Canaán, o sea, lo que más tarde sería la tierra de Israel. Por regla general es a los habitantes pre-israelitas de esta tierra de Canaán, considerados en su conjunto, a quienes se refiere con el nombre común de cananitas. Así está en el Pentateuco, sobre todo en las partes atribuidas a la fuente yahvista, como es Gn. 12,6; 2,37; 38,2; 50,11. En los demás sitios, sin embargo, principalmente en las partes elohistas, se usa el nombre de amorreos con el mismo sentido general. Muy frecuentemente, se distinguen hasta seis o siete, y hasta once, tribus, de las cuales una lleva el nombre de Cananitas. Esto se puede ver en Ex 3,8: "Al país de los cananeos, de los hititas, de los amorreos, de los perizitas, de los jivitas y los jebuseos". Reiteradamente se añade (Jo 3,10) a los gerguesitas, mencionados más arriba. Y en Gn 15, 19-21 encontramos a los "los quenitas, los quenizitas, cadmonitas. . . y también a los refaitas", y en Num 14, 25,a los amalecitas; en A.V. Dt 2, 23 y Jo 13,3, a los avitas, y en Jo 11, 21 se habla de los anaquitas, dejando fuera a otras tribus, más antiguas, probablemente transjordánicas, como los zuzíes, los emíes, y los joritas (Gn 14,5- 6).

De la mayor parte de esas tribus no se sabe nada. Sobre los amorreos, consulte el lector el artículo correspondiente. Los hititas fundaron un reino muy poderoso al norte de Siria, pero no se sabe con certeza si sus homónimos del sur de Palestina tenían algo en común con ellos además del nombre. En un sentido más estrecho, sabemos de los cananitas que habitaban al oriente y occidente de las montañas, o sea, a lo largo de la costa mediterránea y en el valle del Jordán y de la Araba, al sur del Mar Muerto (Num 13, 30; 14, 25; Deut 1,7; 11,29; Jo 5,1; 11,3; 13,3). Es por este nombre que se conoce a los fenicios en Abdías 20. Y la mujer sirofenicia de Mc 7,26 es una mujer cananita en Mt 15,22. No parece posible que las demás tribus pre-israelitas se hayan distinguido muy profundamente una de otra. "Existen poderosas razones para creer que en una época primitiva la población de Palestina ya presentaba una mezcla de razas, y que gracias al matrimonio interracial se habían debilitado las fronteras, hasta que eventualmente toda diferencia quedó eliminada. El problema de distinguir entre los grupos que encontraron los hebreos al llegar a Palestina es algo imposible de solucionar hoy día." (Morris, Jastrow, Jr. Encyclop. Bibl., I, 642.) No obstante, no parece muy desproporcionado distinguir, siguiendo a Hughes Vincent, ("Canaán", p. 455) dos grupos principales de tribus: los amorritas en las montañas y los cananitas a lo largo de la costa y el valle del Jordán, y quizás hasta en el valle de Esdrelón (Jo7, 12-18). Por otro lado, cuando los israelitas llegaron a Canaán, a las órdenes de Josué, encontraron una población mixta: cananeos y amorreos. No tenían un gobierno común, sino que estaban desplegados en más de treinta pequeños reinos (Jo 12,7-14), cosa que obviamente facilitó la conquista a los israelitas. Este sistema de dividir en varias partes pequeñas un país conquistado siglos antes ya existía en tiempo de las cartas de Tell el-Amarna, escritas en su mayoría por los reyes, o para los reyes, de esos reinos, y quizás hasta desde tiempos de Abraham (Gn 14,2-20; 20,2). En este aspecto las cartas constituyen una corroboración del relato bíblico. Luego de la campaña de Tothmes II en el siglo XVI a.C. todos esos pequeños reinos reconocieron la supremacía de los faraones egipcios y les pagaron tributo. Posteriormente, sin embargo, esa soberanía se desvaneció poco a poco y se convirtió en algo nominal, a pesar de las campañas de Seti I y Ramses II contra los hititas. Con la conquista capitaneada por Josué desapareció sin dejar rastro.

La Biblia da pocos detalles precisos acerca de los cananitas. A veces leemos acerca de sus ciudades que eran "grandes y con murallas que llegaban al cielo" (Dt 1,28; Num 13,29), que sus carros eran de acero (Jo 17,16). Nos habla de sus dioses Baal y Molok, y sus diosas Astarté y Ashera; de sus altares y columnas de piedra (masseboth), de sus pilares de madera (asherim), de sus sacrificios de infantes y de toda clase de perversidad moral. Su abominación merecía que "la tierra vomite a sus pobladores" (A.V. Lev 18,25), lo cual a pesar de las estrictas prohibiciones de la Ley y las advertencias de los profetas, encontró imitadores dentro del mismo Israel. La mayoría de estos detalles han sido recientemente corroborados y explicados gracias a los descubrimientos arqueológicos, especialmente los resultantes de las investigaciones hechas en Palestina por W.H. Flinders Petrie y F.J. Bliss en Tell el-Hesy; por Bliss y M.R.A. Stewart Macalister en Tell Zakariya, Tell es-Safy, y Tell Jedeide; por Macalister en Teil Jezer; por E. Sellin en Thenac; por G. Schumacher en Tell el-Mutesallim — a todos los cuales se les agregaron los trabajos realizados por Sellin en 1907 en la antigua Jericó.

Aún antes de que las tribus que nos fueron presentadas como cananitas en la Biblia penetraran en Palestina (entre 3000 y 2500 a. C), ya debió haber existido una civilización más antigua, que habitaba en cuevas y en pequeños pueblecillos rodeados de muros de barro. Este período se caracteriza especialmente por instrumentos de piedra y vasijas muy primitivas. Las tribus cananitas que gradualmente tomaron su lugar procedían del norte y por mucho tiempo estuvieron, si no bajo la supremacía, sí bajo la influencia de Babilonia. que sellin añadió por sus trabajos en Jericó (borrar todo eso) En el s. XV a.C. cuando el país ya estaba sujeto a Egipto, los reyes de los pueblos cananeos usaban los caracteres cuneiformes y, con algunas añadiduras cananitas, el leguaje de Babilonia para sus comunicaciones con los faraones y entre sí mismos. Macalister (Pal. Expl. fund Quart. Stat. 1905, 323 ss.) y, más recientemente, Sellin (Mitth.und Nach. des Deutschen Palastinavereins, 1907, 70) encontraron alguna evidencia de que los antiguos caracteres fenicios y hebreos ya eran conocidos entonces. Mientras tanto la civilización había avanzado enormemente, como lo demuestran el uso de bronce y otros metales, y enseguida el uso del hierro. También lo demuestran los anfiteatros, torres y fortalezas; el creciente número y valor de los objetos de uso doméstico y religioso; sus diseños de sus santuarios y de sus recintos mortuorios; la variedad de formas, adornos y pinturas de los productos de cerámica, si bien el arte no había llegado a poseer un desarrollo continuo y estable.

Cuando los israelitas (Num 13,29; Deut 1,28) hablan con admiración de "grandes ciudades", la hipérbole es tan enorme como cuando dicen "murallas tan altas como el cielo". Las ciudades encontradas hasta ahora cubren, cuando mucho, siete u ocho hectáreas, pero sus fortificaciones son excelentes. Las murallas de Jericó, hechas de ladrillo, tienen una anchura de tres a doce metros (Sellin, op. cit., p. 69). Si los antiguos pobladores ofrecían sus sacrificios en recipientes labrados de las rocas superficiales, los cananitas tenían templos al aire libre, o Bamoth (altos), con altares, pozos sacrificiales, y pilares de roca de tres a cinco metros de altura. En Gazer se encontraron ocho pilares aún de pie, de los cuales el más pequeño (alrededor de 1.60 m) parece ser el más antiguo y es quizás el emblema de la deidad. De los asherim, o columnas de madera, únicamente quedan las bases. Hay dos grutas bajo el santuario que deben haber desempeñado algún papel en el culto. Pero el resto más sobresaliente de la idolatría son los esqueletos de niños -en su mayoría recién nacidos- que fueron sacrificados a la deidad. Fueron encontrados algunos en Gazer, dentro de jarras, bajo el piso del santuario, y otros más en terrenos circundantes de Maggedo. En varias ocasiones se han encontrado restos de víctimas humanas, entre los cuales también había adultos. Estos estaban dentro de los cimientos de las casas y de otras edificaciones. Son como una impresionante corroboración de las palabras de Josué: "Maldito será por el Señor quien construya en la ciudad de Jericó. Quien ponga a su primogénito en los cimientos, o construya sus puertas con el menor de sus hijos". El carácter naturalista de esa religión aparece evidente en las numerosas placas de Astarté, o estatuillas de diversos tipos, y por los omnipresentes emblemas fálicos. Entre estos últimos algunos forman parte de los pilares betílicos de piedra. En las cabezas de toros algunos ven representaciones de Baal o Molok. También se han descubierto algunas representaciones de deidades babilónicas, y no faltan imágenes de la mitología egipcia. Las placas de Astarté denotan inspiración de los egipcios. En breve, la civilización cananea parece haber experimentado constantemente la influencia de esas dos civilizaciones. Más aún, en la cerámica, el arte del período egeo-fenicio produjo trabajos característicos desde el inicio del siglo XIV a.C. Por otro lado, el establecimiento de los israelitas en Canaán, a juzgar por los resultados de las excavaciones realizadas, no abrió ningún período nuevo desde el punto de vista arqueológico, de modo que el período cananita (o sea, los varios períodos semíticos de Macalister, Palestine exploration Fund Quarterly Statements, 1907, p. 203) se extiende hasta el siglo VIII o IX a. C.

Sin duda, la sumisión de Canaán no se llevó a cabo en forma efectiva en forma tan veloz como nos hace creer el libro de Josué. En particular en los sitios que son más conocidos por nosotros a través de los descubrimientos recientes. Thenac, Mageddo, y Gazer están entre los que fueron sometidos por Israel hasta después de un cierto lapso de tiempo (Jo 17,11-13; Jue 1,27-29). Se cree que Gazer estuvo habitado por los cananeos incluso en los días de Salomón (I Re 9,16). Y ese mismo contexto (20-21) nos cuenta que Salomón, subyugó a toda la población cananea de su reino a través de trabajos forzados. De ese modo Canaán quedó sometida por Sem de una vez por todas. Posteriormente, Fenicia, con todos sus pobladores, fue conquistada por los romanos, hijos de Jafet, y desapareció de la lista de naciones.

Van Kasteren, J.P. (1908).

Transcripción. Este artículo fue transcrito por Joseph P. Thomas.

Traducción: Javier Algara Cossío