La Cardiomorfosis y la Esclavitud que libera
De Enciclopedia Católica
En la devoción a los santos Cristos en forma de pasos o estaciones en la procesiones de semana Santa, que acabamos de ver, hay una intención “utilitaria” en favor de la Cardiomorfosis. La “composición de lugar” y la visión “cuadro por cuadro” de la dolorosa Pasión de Cristo estaba pensada para encender los corazones fríos, para caldear los corazones tibios y para calcinar en el fuego del amor Eucarístico a los corazones inflamados , todo esto en la línea del concepto “incendium amoris” .
En esta alegoría, de mediados del siglo XVIII, el Sagrado Corazón de Jesús horno ardiente de caridad, y los Corazones de María y de José son las pavesas que comunican este fuego de amor, incendiándolos, a los corazones de santa Teresa, san Ignacio de Loyola, san Lorenzo y san Cayetano en presencia de un franciscano y un donante. La ignición del Corazón frío es el inicio del camino cardiomórfico, camino que esta pautado con detalle y que era espejo de la vida de Cristo, tanto en sus esfuerzos, como en Sus Sacrificios.
Asociando el concepto del "incendium amoris" al suceso de la zarza ardiente, se entenderá mejor a qué se debe el protagonismo de San Agustín en los emblemas, grabados y pinturas puestos al servicio de la Cardiomorfosis. Recordaremos que en la manifestación teofánica del desierto, una voz que salía de la zarza ordenó a Moisés pastor que se descalzara porque estaba pisando suelo santo; luego de este encuentro, en Moisés se operaría una transformación espiritual. San Agustín, por su parte, presta oídos a un niño que le ofrece la Sagrada Escritura. Enfocando su atención en la Palabra escrita, San Agustín, se irá despojando de los elementos que no se condicen con la vida de santidad, tal como Moisés se despojó de sus sandalias sucias.
Desde ese momento, San Agustín empieza a enderezar sus senderos, tal como leemos en sus sentidas "Confesiones". Por consiguiente, San Angustín será el modelo por excelencia de obispos, sacerdotes y religiosos de ambos sexos, y sus sentencias, comentarios y tratados, estarán siembre en boca y manos de la gente de Iglesia. El corazón de San Agustín, a la manera de la zarza, empezó a arder con el fuego inextinguible del amor de Dios. El libro de "Las Confesiones", profusamente publicado, inspira y alienta a los corazones que entran en combate espiritual, y les sirve de bálsamo en los momentos de aridez o pérdida de la gracia, porque los textos del doctor latino son insuperablemente esperanzadores, ya que presentan a un Dios que es "Amor y nada más que Amor".