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Domingo, 24 de noviembre de 2024

Regla de San Benito: Prólogo

De Enciclopedia Católica

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Prólogo

[1] ESCUCHA, hijo, los preceptos del Maestro, e inclina el oído de tu corazón; recibe con gusto el consejo de un padre piadoso, y cúmplelo verdaderamente. [2] Así volverás por el trabajo de la obediencia, a Aquel de quien te habías alejado por la desidia de la desobediencia. [3] Mi palabra se dirige ahora a ti, quienquiera que seas, que renuncias a tus propias voluntades y tomas las preclaras y fortísimas armas de la obediencia, para militar por Cristo Señor, verdadero Rey. [4] Ante todo pídele con una oración muy constante que lleve a su término toda obra buena que comiences, [5] para que Aquel que se dignó contarnos en el número de sus hijos, no tenga nunca que entristecerse por nuestras malas acciones. [6] En todo tiempo, pues, debemos obedecerle con los bienes suyos que Él depositó en nosotros, de tal modo que nunca, como padre airado, desherede a sus hijos, [7] ni como señor temible, irritado por nuestras maldades, entregue a la pena eterna, como a pésimos siervos, a los que no quisieron seguirle a la gloria. [8] Levantémonos, pues, de una vez, ya que la Escritura nos exhorta y nos dice: "Ya es hora de levantarnos del sueño". [9] Abramos los ojos a la luz divina, y oigamos con oído atento lo que diariamente nos amonesta la voz de Dios que clama diciendo: 10 "Si oyeren hoy su voz, no endurezcan sus corazones". [11] Y otra vez: "El que tenga oídos para oír, escuche lo que el Espíritu dice a las iglesias". [12] ¿Y qué dice? "Vengan, hijos, escúchenme, yo les enseñaré el temor del Señor". [13] "Corran mientras tienen la luz de la vida, para que no los sorprendan las tinieblas de la muerte". [14] Y el Señor, que busca su obrero entre la muchedumbre del pueblo al que dirige este llamado, dice de nuevo: [15] "¿Quién es el hombre que quiere la vida y desea ver días felices?". [16] Si tú, al oírlo, respondes "Yo", Dios te dice: [17] "Si quieres poseer la vida verdadera y eterna, guarda tu lengua del mal, y que tus labios no hablen con falsedad. Apártate del mal y haz el bien; busca la paz y síguela". [18] Y si hacen esto, pondré mis ojos sobre ustedes, y mis oídos oirán sus preces, y antes de que me invoquen les diré: "Aquí estoy". [19] ¿Qué cosa más dulce para nosotros, carísimos hermanos, que esta voz del Señor que nos invita? [20] Vean cómo el Señor nos muestra piadosamente el camino de la vida. [21] Ciñamos, pues, nuestra cintura con la fe y la práctica de las buenas obras, y sigamos sus caminos guiados por el Evangelio, para merecer ver en su reino a Aquel que nos llamó. [22] Si queremos habitar en la morada de su reino, puesto que no se llega allí sino corriendo con obras buenas, [23] preguntemos al Señor con el Profeta diciéndole: "Señor, ¿quién habitará en tu morada, o quién descansará en tu monte santo?". [24] Hecha esta pregunta, hermanos, oigamos al Señor que nos responde y nos muestra el camino de esta morada [25] diciendo: "El que anda sin pecado y practica la justicia; [26] el que dice la verdad en su corazón y no tiene dolo en su lengua; [27] el que no hizo mal a su prójimo ni admitió que se lo afrentara". [28] El que apartó de la mirada de su corazón al maligno diablo tentador y a la misma tentación, y lo aniquiló, y tomó sus nacientes pensamientos y los estrelló contra Cristo. [29] Estos son los que temen al Señor y no se engríen de su buena observancia, antes bien, juzgan que aun lo bueno que ellos tienen, no es obra suya sino del Señor, [30] y engrandecen al Señor que obra en ellos, diciendo con el Profeta: "No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria". [31] Del mismo modo que el Apóstol Pablo, que tampoco se atribuía nada de su predicación, y decía: "Por la gracia de Dios soy lo que soy". [32] Y otra vez el mismo: "El que se gloría, gloríese en el Señor". [33] Por eso dice también el Señor en el Evangelio: "Al que oye estas mis palabras y las practica, lo compararé con un hombre prudente que edificó su casa sobre piedra; [34] vinieron los ríos, soplaron los vientos y embistieron contra aquella casa, pero no se cayó, porque estaba fundada sobre piedra". [35] Después de decir esto, el Señor espera que respondamos diariamente con obras a sus santos consejos. [36] Por eso, para corregirnos de nuestros males, se nos dan de plazo los días de esta vida. [37] El Apóstol, en efecto, dice: "¿No sabes que la paciencia de Dios te invita al arrepentimiento?". [38] Pues el piadoso Señor dice: "No quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y viva". [39] Cuando le preguntamos al Señor, hermanos, sobre quién moraría en su casa, oímos lo que hay que hacer para habitar en ella, a condición de cumplir el deber del morador. [40] Por tanto, preparemos nuestros corazones y nuestros cuerpos para militar bajo la santa obediencia de los preceptos, [41] y roguemos al Señor que nos conceda la ayuda de su gracia, para cumplir lo que nuestra naturaleza no puede. [42] Y si queremos evitar las penas del infierno y llegar a la vida eterna, [43] mientras haya tiempo, y estemos en este cuerpo, y podamos cumplir todas estas cosas a la luz de esta vida, [44] corramos y practiquemos ahora lo que nos aprovechará eternamente. [45] Vamos, pues, a instituir una escuela del servicio divino, [46] y al hacerlo, esperamos no establecer nada que sea áspero o penoso. [47] Pero si, por una razón de equidad, para corregir los vicios o para conservar la caridad, se dispone algo más estricto, [48] no huyas enseguida aterrado del camino de la salvación, porque éste no se puede emprender sino por un comienzo estrecho. [49] Mas cuando progresamos en la vida monástica y en la fe, se dilata nuestro corazón, y corremos con inefable dulzura de caridad por el camino de los mandamientos de Dios. [50] De este modo, no apartándonos nunca de su magisterio, y perseverando en su doctrina en el monasterio hasta la muerte, participemos de los sufrimientos de Cristo por la paciencia, a fin de merecer también acompañarlo en su reino. Amén.

Fin del Prólogo

Notas

1. Cf. Prov 4,20; 1,8; 6,20; Sal 44,11; Eclo 51,21

3. Cf. Mt 27,37; Jn 18,37; 2 Tim 2,3-4

5. Cf. Sab 5,5

8. Rom 13,11

10. Sal 94,8

11. Ap 2,7; cf. Mt 11,15

12. Sal 33,12

13. Jn 12,35

14. Cf. Mt 20,1

15. Sal 33,13; cf. 1 Pe 3,10-12

17. Cf. Mt 19,16; Sal 33,14-15

18. Cf. Is 58,9; 65,24

21. Cf. Ef 6,14

23. Sal 14,1

25. Sal 14,2-3

28. Cf. Sal 14,4; cf. Sal 136,9; cf. 1 Cor 10,4

29. Sal 14,4

30. Cf. Sal 14,4; Flp 2,13; Sal 113,9

31. 1 Cor 15,10

32. 2 Cor 10,17

33. Mt 7,24-25

35. Mt 7,28

37. Rom 2,4

38. Ez 33,11

48. Cf. Mt 7,14

49. Cf. Sal 118,32

50. Cf. Act 2,24; 1 Pe 4,13