Herramientas personales
En la EC encontrarás artículos autorizados
sobre la fe católica
Jueves, 21 de noviembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Papa Paulo III»

De Enciclopedia Católica

Saltar a: navegación, buscar
 
Línea 26: Línea 26:
 
Traducido por E. B. Durell
 
Traducido por E. B. Durell
 
Por las gracias recibidas
 
Por las gracias recibidas
 +
[[Categoría:Concilio de Trento]]

Revisión de 15:39 16 feb 2009

(ALESSANDRO FARNESE)

Nacido en Roma o Canino, el 29 de febrero de 1468; Electo, el 12 de octubre de 1534; muerto en Roma, el 10 de Noviembre de 1549. Los Farnese constituían una antigua, familia romana cuyas posesiones se agrupaban alrededor del lago en Bolsena. A pesar de contarse entre la aristocracia romana, aparecen en la historia asociados con las villas de Viterbo y Orvieto. Entre los testigos del Tratado de Venecia entre Barbaroja y el papado, encontramos la firma de un Farnese como Rector de Orvieto; un obispo Farnese consagró su catedral. Durante los interminables conflictos feudales que distraían la vida peninsular, los Farnese eran consistentemente del bando Guelfo. El abuelo del futuro pontífice fue comandante en jefe de los ejércitos papales bajo el mando de Eugenio IV; su hijo mayor pereció en la batalla de Fornuovo; el segundo, Pier Luigi, casó con Giovannella Gaetani, hermana del Señor de Sermoneta. Entre sus hijos estaban la hermosa Giulia, que casó con un Orsini, y Alessandro, posteriormente Pablo III.

Alessandro recibió la mejor educación que su tiempo podía ofrecer; primero en Roma, donde tuvo a Pomponio Leto por tutor; después en Florencia en el palacio de Lorenzo el Magnífico, donde forjó su amistad con el futuro León X, quien le llevaba seis años de edad. Sus contemporáneos alaban su dominio en todos los campos del saber del Renacimiento, especialmente su maestría del Latín clásico y el Italiano. Con tales ventajas de origen y talento, su avance en la carrera eclesiástica fue rápida y segura. El 20 de Septiembre ( Eubel), fue designado por Alejandro VI cardenal-decano con el título SS Cosme y Damián. Portó la púrpura por más de cuarenta años, pasando a través de varias promociones, hasta llegar a Rector del Sagrado Colegio. En concordancia con los abusos de su tiempo, acumuló numerosos beneficios opulentos, y gastó su inmensos ingresos con una generosidad que le ganaron el aprecio de artistas y el afecto del populacho romano. Su habilidad innata y talento diplomático, adquirido por su larga experiencia, le hicieron sobresalir por encima de sus colegas en el Sagrado Colegio, aún su Palazzo Farnese excedía en magnificencia a todos los otros palacios de Roma. El hecho de continuar creciendo a favor bajo pontífices tan diferentes en personalidad como los Borgia, Rovera, y los papas Médici es prueba suficiente de su tacto.

De hecho en dos previas ocasiones, estuvo a corta distancia de la tiara, cuando en el cónclave de 1534, casi sin la formalidad de una votación, fue proclamado sucesor de Clemente VII. Hecho acreditable a su reputación y la buena voluntad de los cardenales, que las facciones que dividían al Sagrado Colegio concordaran en elegirle. Se le reconoció universalmente como el hombre del momento, y la piedad y ardor, que le caracterizaron después de ser ordenado sacerdote, causaron que los hombres olvidaran las extravagancias de sus años previos.

El pueblo de Roma se regocijó con la elección a la tiara del primer ciudadano de su ciudad desde Martín V. Pablo III fue coronado el 3 de Noviembre, y no perdió tiempo en enfocarse a las más urgentes reformas. No hay persona alguna, que habiendo estudiado su retrato por Tiziano pueda olvidar con facilidad la maravillosa expresión de ese semblante desgastado y demacrado. Esos agudos ojos, y esa peculiar actitud de alguien presto para avanzar o contenerse, relatan la historia de un veterano diplomático que no podía ser engañado o tomado fuera de guardia. Su extrema cautela, y la dificultad de atarlo a un obligación definitiva, le ganó que Pasquino refiriera jocosamente que el tercero de los Pablos era un "Vas Dilationis." El ascenso al cardenalato de sus nietos, Alejandro Farnese, de 14 años, y Guido Ascanio Sforza, de dieciséis, disgustó al partido reformista y atrajo una protesta del emperador, pero esto fue olvidado, cuando al poco tiempo, introdujo al Sagrado Colegio hombres del calibre de Reginald Pole, Contantini, Sadoleto, y Caraffa.

Poco después de su ascenso, el 2 de Junio de 1536, Pablo III convocó a un consejo general a reunirse en Mantua el Mayo siguiente, pero la oposición de los príncipes Protestantes y el rechazo del Duque de Mantua para asumir la responsabilidad de mantener el orden frustraron el proyecto. El expidió una nueva Bula, convocando a consejo en Vicenza , el 1 de Mayo de 1538; el principal obstáculo era la renovada enemistad entre Carlos V y Francisco I. El avejentado pontífice les indujo a sostener una conferencia en Niza concluyendo en una tregua de diez años. Como muestra de buena voluntad, una nieta de Pablo se casó con un príncipe francés, y el emperador entregó a su hija, Margarita en matrimonio, a Ottavio, el hijo de Pier Luigi, fundador de la dinastía Farnese de Parma.

Muchas causas contribuyeron a la demora de la apertura del consejo general. La extensión de poder que una Alemania reunificada pudiera colocar en manos de Carlos era intolerable a Francisco I, quien persiguiera la herejía en su propio reino con tanta crueldad que el mismo Papa apeló a él para mitigar su violencia, se convirtió en enemigo jurado de la Liga Esmalcáldica, estimulándolos a rechazar todas las aperturas a la reconciliación.

El mismo Carlos no era en menor medida culpable, ya que, a pesar de sus deseos de reunir un consejo, se le hizo creer que las diferencias religiosas de Alemania podrían ser resueltas por conferencias entre los dos bandos. Estas conferencias, como todos los intentos de resolver las diferencias fuera de los canales normales de la Iglesia, condujeron a una pérdida de tiempo, causando mucho más daño que bien. Carlos tenía una falsa idea de los oficios de un consejo general. En su deseo de unificar a todos los bandos, se guió por una vaga fórmula a la cual todos se pudieran suscribir, un relapso a los errores de los emperadores Bizantinos. Un consejo de la Iglesia, por otra parte, debe formular la Fé con tal precisión que ningún hereje se pueda suscribir a la misma. Tomó varios años convencer al emperador y sus asesores en el tema que el Catolicismo y Protestantismo era tan opuestos entre ellos como la luz y la oscuridad. Mientras Pablo III se dedicaba a reformar la corte papal con un vigor que pavimentó el camino a los cánones disciplinarios de Trento. Nombró comisiones para reportar abusos de cualesquier tipo; reformó la Cámara Apostólica, el Tribunal de la Rota, la Penitenciaría, y la Chancillería. Resaltó el prestigio del papado haciendo por si mismo lo que sus predecesores habrían reservado a la acción de un consejo. En las constantemente recurrentes disputas entre Francisco y Carlos, Pablo III mantuvo una estricta neutralidad, a pesar de que Carlos le urgía que apoyara el imperio sometiendo a Francisco a la censura de la Iglesia. La actitud de Pablo como patriota italiano hubiera sido mas que suficiente para prevenirle permitir al emperador de convertirse en el único árbitro de Italia. Fue con el claro propósito de asegurar los dominios papales, así como el ennoblecimiento de su familia, que Pablo obtuvo de Carlos y de sus reacios cardenales la erección de Piacenza y Parma en un ducado para su hijo, Pier Luigi. Desatando un feudo con Gonzaga, el Gobernador imperial de Milán, terminando posteriormente con el asesinato de Pier Luigi y el permanente distanciamiento de Piacenza de los Estados Papales.

Cuando el Tratado de Crespi ( 18 de Sept., de 1544) acabó con las desastrosas guerras entre Carlos y Francisco, Pablo enérgicamente tomo el proyecto de convocar un consejo general. Mientras tanto se revelaba que el emperador había formado una agenda propia, bastante diferente en algunos puntos de importancia con el del Papa. Dado que los Protestantes repudiaban un consejo presidido por el Pontífice romano, Carlos estaba resuelto a someter a obediencia los príncipes por fuerza de las armas. Cosa a la que no objetó Pablo, y prometió ayudarle con trescientos mil ducados y veinte mil soldados de infantería; pero astutamente agregó una cláusula, que Carlos no entrara en tratos por separado con los herejes y no realizara acuerdos perjudiciales a la Fe o a los derechos de la Santa Sede. Carlos entonces argumentaba que le consejo debería prorrogarse, hasta que la victoria se decidiera a favor de los Católicos. Mas aún, previniendo que la lucha con los predicadores de la herejía resultara más obstinada que el conflicto con los príncipes, le urgió al Pontífice evitar declarar dogmas de fe por el momento, y confinar las tareas del consejo a la aplicación de la disciplina. Con ninguna de estas propuestas pudo el Papa concordar. Finalmente después de interminables dificultades (13 de Dic. de 1545) el Consejo de Trento sostuvo su primer sesión. En siete sesiones, la última el 3 de Marzo de 1547, los Padres intrépidamente enfrentaron las cuestiones más importantes de fe y disciplina. Sin escuchar las amenazas de y argumentaciones del bando imperial, formularon para siempre la doctrina Católica acerca de las Escrituras, pecado original, justificación, y los Sacramentos. La tarea del consejo estaba a medio terminar, cuando la irrupción de la plaga en Trento causó una remoción a Bolonia. Pablo III no fue el promotor del cambio de sede del consejo; Él simplemente aceptó la decisión de los Padres. Quince prelados, devotos del emperador, se rehusaron a dejar Trento. Carlos demandó el retorno del consejo a territorio alemán, pero las deliberaciones del consejo continuaron en Bolonia, hasta que finalmente, el 21 de Abril, el Papa, para evitar un cisma, prorrogó el consejo indefinidamente. La sabiduría de la enérgica acción del consejo, en establecer tempranamente las verdades fundamentales del credo Católico, fueron pronto evidentes, cuando el emperador y sus semi-protestantes asesores le impusieron a Alemania su religión de interinato, que era aborrecida por ambos bandos. El Papa Paulo III, que le había proporcionado apoyo esencial en la guerra Esmalcáldica, resintió su intromisión en asuntos de teología, y su distanciamiento continúo hasta la muerte del Pontífice.

El fin de Paulo llegó en forma repentina. Después del asesinato de Pier Luigi, él había luchado para retener Piacenza y Parma para la Iglesia privando a Ottavio, hijo de Pier Luigi y yerno del emperador Carlos, de esos ducados. Ottavio, confiando en la benevolencia del emperador, rehusó obediencia; rompiéndole el corazón al anciano, cuando se enteró que su nieto favorito, el Cardenal Farnese, fue parte de la transacción. Cayendo víctima de una fiebre violenta muriendo en el palacio del Quirinal, a la edad de ochenta y dos años. Reposan sus restos en San Pedro en la tumba diseñada por Miguel Ángel y construida por Guglielmo della Porta. No todos los papas reposan en monumentos correspondientes a su importancia en la historia de la Iglesia; pero pocos estarían dispuestos a objetar el derecho de Alejandro Farnese a descansar justo bajo el trono de Pedro. Él tuvo sus fallas; pero estas no lastimaron mas que a él mismo. Los quince años de su pontificado contemplaron la completa restauración de la fé y devoción Católica. Fue sucedido por muchos santos pontífices, pero ninguno de ellos poseía todas sus imponentes virtudes. En Roma su nombre aparece por toda la ciudad que él renovó. La capilla Paulina, las obras de Miguel Angel en la Sixtina, las calles de Roma, que él amplió y enderezó, los innumerables objetos de arte asociados con el nombre de Farnese, todas ellas hablan elocuentemente de la notable personalidad del pontífice que cambio el curso de la marea en favor de la religión. Y si a todo esto agregamos el favor otorgado por Pablo a las nuevas ordenes y congregaciones religiosas que entonces aparecían, los Capuchinos, Barnabitas, Teatinos, Jesuitas, Ursulinas, y muchas otras, estamos forzados a confesar que su reinado fue uno de los más fructíferos en los anales de la Iglesia.

PANVINIUS, Pont. Romanorum vitæ; PALLAVICINI, Concilio di Trento; PASTOR, Gesch. der Päpste, V; EHSES, Concilium Tridentinum, V; VON RANKE, Hist. of the Popes in the XVI-XVIII Centuries: ARTAUD DE MONTOR, Hist. of the Popes (New York, 1867).

JAMES F. LOUGHLIN Transcrito por WG Kofron En agradecimiento a la Iglesia de Santa María, Akron, Ohio Traducido por E. B. Durell Por las gracias recibidas