Diferencia entre revisiones de «La Última Cena en el Arte virreinal peruano, y su correcta interpretación»
De Enciclopedia Católica
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[[Archivo:25152032 1538595236190275 3384833629023736990 n.jpg|700px|thumb|center| <<Alimentaré a los sacerdotes con manjares sustanciosos, y mi pueblo se saciará de mis bienes>> | [[Archivo:25152032 1538595236190275 3384833629023736990 n.jpg|700px|thumb|center| <<Alimentaré a los sacerdotes con manjares sustanciosos, y mi pueblo se saciará de mis bienes>> | ||
− | Este es un cuadro, del que - a mi parecer- se ha hablado mucho y mal. Al margen de los elementos comunes, con cualquier representación de la Última Cena, hay particularidades notables. Los servidores de la mesa, son ángeles figurados en niños pequeños, ya que Cristo es el centro del actuar angélico | + | Este es un cuadro, del que - a mi parecer- se ha hablado mucho y mal. Al margen de los elementos comunes, con cualquier representación de la Última Cena, hay particularidades notables. Los servidores de la mesa, son ángeles figurados en niños pequeños, ya que Cristo es el centro del actuar angélico. Me parece que el dinamismo y la presteza que se percibe en el servicio y la repetición de los manjares, es una invitación a la comunión frecuente, que es alimento mejor. La tierna edad de los niños es indicativa de la mansedumbre e inocencia con la que el comulgante debe acceder al banquete Eucarístico. Es un cuadro dramático en lo que toca al Memorial de la Cena, divertido en lo que toca a los menesteres del servicio: curiosos de la ventana, el escanciador, el catador y narrativo histórico en lo que toca al momento presente (la cena) y al momento inmediatamente futuro, que es la partida de Judas para ir a negociar el prendimento de Cristo (lado izquierdo del cuadro). |
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[[Archivo:24775135 1538595346190264 4610746561379485878 n.jpg|700px|thumb|center|Vírgenes puras con blancos lirios | [[Archivo:24775135 1538595346190264 4610746561379485878 n.jpg|700px|thumb|center|Vírgenes puras con blancos lirios |
Revisión de 18:42 24 may 2018
En mis día de universitario -en mi etapa más temprana- había una expresión que los catalogadores, decodificadores, intérpretes y peritos en asuntos artísticos de cepa marxista o marxistoide, usaban a porfía: <<el discurso disidente>>.
Cometían hasta una triple equivocación: creer que el arte religioso virreinal era "creación heroica" andina, que entrañaba y transportaba un germen de resistencia, que había una identificación colectiva con los latigazos de Cristo, en la que la ellos se subrogaban, a manera de protesta por la "esclavitud de hombre andino". O sea algo así como un taqui onqoy pictórico.
Nota distintiva del <<discurso disidente>>, en lo artístico, fue la absoluta prescindencia de la emblemática, la ignorancia culpable de la doctrina de la Iglesia, la luz de la Patrística para reemplazarlas por la especulación arbitraria y vanidosa.
Sobre este asunto presumieron y doctoraron muchas personas, y lo hicieron durante mucho tiempo. Luego, el progreso tecnológico, de los años 80, permitió la reproducción y la comparación masiva del arte europeo y el hispano-americano.
Bastó una superficial confrontación con la alegoría mitológica clásica, para que la antedicha fantasía crítica fuese herida de muerte. ¡Y con justa razón! Porque ese corpus de afirmaciones, viciosas en su origen, no son más que un canasto de cachivaches en el que caben tanto la fantasía homoerótica como la sublimación freudiana…
Digamos de paso, que hay dos temas groseramente manidos por los antropólogos y deconstructivistas: la presencua del cuy en la cena pascual, que aquí impgnamos (conejillo de Indias), y el Niño Manueñito.
Respecto de éste último diremos que no es sino una adaptación del modelo clásico del "niño de la espina", tal y como se subordinaron a la teológica y pastoral de la Iglesia latina otros elementos mitológicos, que servían de ilustración alegórica de los Misterios de la Fe: los trabajos de Hérculos, los ojos de Argos, Mercurio, la Fama, Homo bula etc etc etc.
No puede ser un cuy por varios motivos: el primero y más importante, porque sería un elemento disturbador de la finalidad pedagógica, que era modélica; es decir, no se dejaba al arbitrio o capricho del artista; en segundo lugar porque la censura inquisitorial las hubiese destruido; y en tercer lugar por iconografía universal comparada. Es un corderito lechal.