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Domingo, 24 de noviembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «La Cardiomorfosis y la Esclavitud que libera»

De Enciclopedia Católica

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En la devoción a los santos Cristos en forma de pasos o estaciones en la procesiones de semana Santa, que acabamos de ver, hay una intención “utilitaria” en favor de la Cardiomorfosis.  La “composición de lugar” y la visión “cuadro por cuadro” de la dolorosa Pasión de Cristo estaba pensada para encender los corazones fríos, para caldear los corazones tibios y para calcinar en el fuego del amor Eucarístico a los corazones inflamados , todo esto en la línea del concepto “incendium amoris” .
 
En la devoción a los santos Cristos en forma de pasos o estaciones en la procesiones de semana Santa, que acabamos de ver, hay una intención “utilitaria” en favor de la Cardiomorfosis.  La “composición de lugar” y la visión “cuadro por cuadro” de la dolorosa Pasión de Cristo estaba pensada para encender los corazones fríos, para caldear los corazones tibios y para calcinar en el fuego del amor Eucarístico a los corazones inflamados , todo esto en la línea del concepto “incendium amoris” .
  
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[[Archivo:Incendium.jpg|700px|thumb|left|El Sagrado Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad en cuyas brasas se consumieron se inflamaron los corazones de María y de San José. En la parte inferior, nótese al corazón espiritualizado de san Cayetano]] que vuela al cielo para entrar en él, para ser contado en el número de aquellos que correspondieron amor con amor]].
  
 
En esta alegoría, de mediados del siglo XVIII, el Sagrado Corazón de Jesús horno ardiente de caridad, y los Corazones de María y de José son las pavesas que comunican este fuego de amor, incendiándolos, a los corazones de santa Teresa, san Ignacio de Loyola, san Lorenzo y san Cayetano en presencia de un franciscano y un donante. La ignición del Corazón frío es el inicio del camino cardiomórfico, camino que esta pautado con detalle y que era espejo de la vida de Cristo, tanto en sus esfuerzos, como en Sus Sacrificios.
 
En esta alegoría, de mediados del siglo XVIII, el Sagrado Corazón de Jesús horno ardiente de caridad, y los Corazones de María y de José son las pavesas que comunican este fuego de amor, incendiándolos, a los corazones de santa Teresa, san Ignacio de Loyola, san Lorenzo y san Cayetano en presencia de un franciscano y un donante. La ignición del Corazón frío es el inicio del camino cardiomórfico, camino que esta pautado con detalle y que era espejo de la vida de Cristo, tanto en sus esfuerzos, como en Sus Sacrificios.

Revisión de 17:14 30 may 2017

En la devoción a los santos Cristos en forma de pasos o estaciones en la procesiones de semana Santa, que acabamos de ver, hay una intención “utilitaria” en favor de la Cardiomorfosis. La “composición de lugar” y la visión “cuadro por cuadro” de la dolorosa Pasión de Cristo estaba pensada para encender los corazones fríos, para caldear los corazones tibios y para calcinar en el fuego del amor Eucarístico a los corazones inflamados , todo esto en la línea del concepto “incendium amoris” .

El Sagrado Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad en cuyas brasas se consumieron se inflamaron los corazones de María y de San José. En la parte inferior, nótese al corazón espiritualizado de san Cayetano
que vuela al cielo para entrar en él, para ser contado en el número de aquellos que correspondieron amor con amor]].

En esta alegoría, de mediados del siglo XVIII, el Sagrado Corazón de Jesús horno ardiente de caridad, y los Corazones de María y de José son las pavesas que comunican este fuego de amor, incendiándolos, a los corazones de santa Teresa, san Ignacio de Loyola, san Lorenzo y san Cayetano en presencia de un franciscano y un donante. La ignición del Corazón frío es el inicio del camino cardiomórfico, camino que esta pautado con detalle y que era espejo de la vida de Cristo, tanto en sus esfuerzos, como en Sus Sacrificios.

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Asociando el concepto del "incendium amoris" al suceso de la zarza ardiente, se entenderá mejor a qué se debe el protagonismo de San Agustín en los emblemas, grabados y pinturas puestos al servicio de la Cardiomorfosis. Recordaremos que en la manifestación teofánica del desierto, una voz que salía de la zarza ordenó a Moisés pastor que se descalzara porque estaba pisando suelo santo; luego de este encuentro, en Moisés se operaría una transformación espiritual. San Agustín, por su parte, presta oídos a un niño que le ofrece la Sagrada Escritura. Enfocando su atención en la Palabra escrita, San Agustín, se irá despojando de los elementos que no se condicen con la vida de santidad, tal como Moisés se despojó de sus sandalias sucias.

Desde ese momento, San Agustín empieza a enderezar sus senderos, tal como leemos en sus sentidas "Confesiones". Por consiguiente, San Angustín será el modelo por excelencia de obispos, sacerdotes y religiosos de ambos sexos, y sus sentencias, comentarios y tratados, estarán siembre en boca y manos de la gente de Iglesia. El corazón de San Agustín, a la manera de la zarza, empezó a arder con el fuego inextinguible del amor de Dios. El libro de "Las Confesiones", profusamente publicado, inspira y alienta a los corazones que entran en combate espiritual, y les sirve de bálsamo en los momentos de aridez o pérdida de la gracia, porque los textos del doctor latino son insuperablemente esperanzadores, ya que presentan a un Dios que es "Amor y nada más que Amor".

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El quid del asunto podría ser resumido así: la vida del hombre es lucha constante, en la que se ha de obtener vencimiento sobre uno mismo y sobre el mundo, el demonio y la carne; es lucha porque es disputa entre el demonio y el ángel de la Guarda cuyas consecuencias se terminan de pagar bien en el Purgatorio, bien en el infierno. Hay una disputa entre fuerzas contrarias.

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Hay que optar entre la esclavitud al demonio y las esclavitud que libera: La Esclavitud a San José, a María y a la Eucaristía. Es la reactualización, en el hombre, del combate angélico; entre los que dicen ¡Serviam!, y aquellos que se niegan a servir, la diferenciación de los que tienen corazón de plomo, atados a las cosas terrestre y los tienen un corazón espiritualizado, que a la menor oportunidad sale volando hacia Dios, como se ve la primera pintura que ilustra esta sección.

Las dos imágenes que siguen, son correspondientes, aunque opuestas. Sabiendo “que por las llagas de Cristo hemos sido sanados”, por deducción directa se entiende que igualmente lo he hemos sido merced a los instrumentos que las causaron. Si muriendo en la Cruz,Cristo nos libro de eterna muerte, cuando cargó sus cadenas, nos liberó de las nuestras, que no son otras que las del pecado. Si juntamos las dos imágenes, el mensaje es muy directo: o somos aherrojados por las pesadas cadenas del pecado, que tiran de nosotros como quien tira de unas bestias, hasta conducirnos a la condenación eterna; o humillamos la cerviz para ser uncidos por el suavísimo yugo de la ley de Dios que nos conduce mansamente a la eterna bienaventuranza.

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En ese sentido, debe entenderse la imagen siguiente, que nos muestra dos fuerzas que tiran, cada cual por su lado, un carro en el que descansa un corazón. Las fuerzas aludidas son el Ángel de la guarda, Ministro de Dios, que es observado por el ojo abierto del alma –que reside en el corazón- , como recordándonos la expresión de . San Agustín: <<el alma es un ojo abierto que mira a Dios>>. El santo Ángel fija los ojos en el cielo contemplando la corona de victoria que le espera a su protegido, por cuya salvación reza permanentemente, como lo indica el gesto de sus manos. En sentido opuesto tenemos al demonio y los pecados que inspira, alegorizados en una mula. La terquedad de la mula es símbolo de lo pertinaz del pecado y de lo contumaz de la impenitencia. La elección de un animal como alegoría nos recuerda que el pecado bestializa al hombre, deshumanizándolo, tal como ocurrió con el rey Nabucodonosor, que privado de entendimiento llegó a pacer con los rumiante en los jardines de su propio palacio.

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La vida no es solamente lucha, sino también es laboreo, siembra y cosecha de Virtudes y descarte de las malezas de los vicios y de los Siete pecados capitales. Cristo aparece como divino hortelano que criba el corazón humano para desprenderlo de guijarros, alimañas y cizañas. El segundo plano nos indica que habrá una última criba, entendida como purificación última en forma de penitencia, o bien como descarte final del corazón de piedra, que es imagen del higuera que no da fruto, que Cristo maldice porque sólo sirve para ser talada y para ser quemada. En el primer plano, es decir en el momento “actual”, vemos a Cristo hortelano sacudiendo con fuerza un corazón, del que ya han saltado la desidia, la avaricia, la soberbia, la lujuria la ira, la gula, y la envidia.

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El alma humana resultará vencedora, solamente si el corazón ha perseverado y se ha correspondido con el de Cristo. Vemos aquí al alma victoriosa, alada a la manera de la diosa Niké, con alas pequeñas para que la alegoría sea manifiestamente clara: se trata del alma humana y no de un ser angélico. El combatiente en la fe, empuña con la mano izquierda cual bastón de Mariscal, la cruz que fue su soporte en la vida temporal: la fe, la esperanza y la caridad. Con la mano derecha sostiene su corazón que está encendido en caridad (incendium amoris). Pisotea al demonio con ambos pies, porque ya no será tentado de andar por malos caminos, y contempla la luz eterna. Dicho en otras palabras, se ha producido la victoria del amor divino que ha asistido al amor humano, para que ame de corazón lo que debe amar y odie de corazón lo que deba odiar.

La Lucha se da en dos planos, en el plano sobrenatural y en el plano terrenal. El hombre debe luchar no sólo contra los Principados y Potestades del infierno –enemigos que tuvo Dios en el cielo- sino también contra los lacayos de éstos, que son los enemigos de Dios en la tierra. Dado el período histórico que tratamos, se alude directa y nítidamente a los nefandos mahometamos y a los reinos protestantes europeos. Los Santos Ángeles nos auxilian para enfrentar tanto a los enemigos sobrenaturales como a los terrenales, como parecen sugerirlo los Ángeles arcabuceros de la escuela cuzqueña de pintura, que son correspondencia sobrenatural exacta de los grabados de los arcabuceros de los Tercios de Flandes, factura de Jacob de Gheyn.

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No hay ciudad importante desde el virreinato de Nueva España hasta el Virreinato del Perú que, en el período de los austrias, no haya tenido, al menos, una representación secuenciada de la victoria de las armas cristianas en Lepanto. Propondremos, aquí, un par de ejemplos musicales del barroco de ambos reinos para tener una idea de cómo se sentía en los corazones este doble combate y tratar de avizorar la inmensa confianza que se tenían en el santo Ángel custodio: "Al campo sale María" [1] y "Angélicas Milicias" [2]. En los grabados que siguen, está la confirmación de las afirmaciones que se han esgrimido a lo largo de este estudio respecto del protagonismo de la teología agustiniana, y del impacto que tuvo la publicación del tratado <<Vulnera Christi>>, ambas en el tema de la Nave de la Iglesia: Basta con notar la presencia de San Agustín, con ornamentos episcopales en la cubierta de la primera nave, y con examinar atentamente el velamen y el gallardete de la segunda nave, es de decir, el elemento motor y el blasón de orgullo, que reproducen la impronta de la síndone de Turín y los instrumentos de la Pasión de Cristo, incluidos en el libro de Alfonso Paleotti, Obispo de Bolonia: la Iglesia sólo se gloría en Pasión de Cristo.

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Así, la victoria que se obtiene en el plano sobrenatural es sobre Satanás, y en el plano terrenal, sobre los afectos humanos, porque no es sino negándose a uno mismo y cargando la cruz personal que se puede ser mílite Cristiano. El grabado que a continuación presentamos, muestra en los márgenes un compendio de la Pasión de Cristo, que comienza con el prendimiento en Getsemaní (en el extremo inferior derecho) y que termina con la muerte en Cruz (extremo inferior derecho). Por lo tanto ,la parte central, el primer plano y la dimensión de la figura de Cristo, nos indican que ha resucitado. Su Cruz y su Resurrección ha salvado al hombre y genera una nueva Creación y permite que se vuelva a inscribir en el corazón humano la Ley de Dios y, además, el Mandato Nuevo. Así se lo indica el santo Ángel al hombre, sosteniendo un corazón sobre el que están las tablas del Sinaí. El hombre avanza admirado, pero decidido a unir su voluntad con la de Cristo, para lo cual se despoja de humanos afectos (pisotea a cupido) y le ofrece a Cristo su corazón.

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Estas dos imágenes resumen el mismo mensaje del grabado anterior, pero como su fin es devocional, lo expresa de manera más simple y empleando categorías que son familiares al devoto. En santo Ángel de la guarda - gestor de la voluntad de Dios y a la vez inspirador de buenas obras- recorre un camino de ida y vuelta como buen mensajero que es. Va de la Cruz hacia el hombre, y desde el hombre hacia la Cruz. Transmite al hombre el mensaje de Amor de Aquel que “tanto ha amado a los hombres”, y regresa con la aceptación de este. Eso lo indica los dos sentidos de la flecha. El hombre dice “quiero seguirte”, pero para eso necesita negarse a sí mismo (vencimiento de sus pasiones mundanas simbolizadas por cupido) para cargar su propia cruz. Esto abre las puertas de la reconciliación.

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Entiéndase que no referimos a una reconciliación perfecta, fruto de un examen de conciencia muy minucioso, de un dolor de corazón real y muy sentido, que permite al hombre hacer de tu corazón << tabula rasa>>, del que se ha limpiado toda iniquidad y todo pecado, cuyas reliquias se irán eliminando conforme se transite el camino de la Cardiomorfosis. Respecto del estado anterior al de <<tabula rasa>> , existe un grabado muy didáctico, que con una buena dosis humor y de caricatura convierte a Satanás en el objeto de ludibrio que siempre debiera ser: en un oscuro salón, en presencia del pecador, y con su complicidad, el Ángel caído manipula a placer su corazón, a la manera de un pintor de caballete. Calzados los quevedos sobre una nariz ciceroniana, empuñando con la izquierda una panoplia de paleta y pinceles, muestra gran diligencia, minuciosidad y concentración en imprimir en el corazón humano, mediante un pincel que sostiene con su mano derecho, la apetencia por sus mil y una inmundicias, siempre apoyado sobre una guía para no borrar con la palma lo que traza con los dedos. Demás está decir que se ha recurrido a todos los lugares comunes, pictóricamente hablando, que simbolizan al demonio: los cuernos, que no son otra cosas que las potencias torcidas, las alas de murciélago, atrofiadas inmóviles e inútiles, porque no hay voluntad de “volar” para cumplir al instante la voluntad de Dios, a Quien ha decidido no servir; las patas de cabra, orejas puntiagudas, y un rabo de pollino.

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Alcanzar la perfección de la belleza, es trascender el estado de tabula rasa, que es transicional. Cuando dicha belleza se alcanza es porque se ha perseverado hasta el final en la fe y en la práctica de las virtudes, además de haber recibido la purificación ultraterrena, volviendo así a un estado de inocencia , como el de los primeros padres, antes de su desobediencia, tiempos adámicos en los que la pareja genésica tenían trato familiar con Dios, figurada en la conversación de Adán y Eva inocentes con el Padre eterno. El estado de naturaleza es alegorizado por la mujer que esgrime un corazón en el que se puede leer: “haz el bien y huye del mal”. Sin embargo se puede ver, también, con toda claridad a la sierpe maldita que anda buscando como perder al hombre.

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José Gálvez Krüger

Enciclopedia Católica



Un agradecimiento especial a:

  • Luis Martín Bogdanovich.
  • Alejandro H. Escorcia.
  • Enrique Guerrero [3]