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Domingo, 22 de diciembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Antropología cristiana: Humanismo cristiano integral»

De Enciclopedia Católica

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(Página creada con «El humanismo cristiano es integral, porque no se detiene a considerar al hombre en sí mismo, considerándolo casi un producto acabado y perfecto, olvidando su origen y su...»)
 
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Última revisión de 10:47 17 oct 2016

El humanismo cristiano es integral, porque no se detiene a considerar al hombre en sí mismo, considerándolo casi un producto acabado y perfecto, olvidando su origen y su destino. Es más, el humanismo cristiano mira al hombre y ve en él al ser creado por el amor de Dios, que encuentra su plenitud humana en Jesucristo (que es el modelo y revelación de todo hombre), que tiene vocación de eternidad en la comunión con Dios.


Muchas pueden ser las corrientes humanísticas que hoy pululan... que hablan del hombre, su dignidad y derechos, pero todo está supeditado al hombre mismo y a su capricho, determinando el hombre mismo cuáles son sus derechos y creándolos (derecho al aborto, por ejemplo). Pero eso no es humanismo, es una caricatura del mismo. Ni ven en el hombre más que el portador de un voto y por tanto ha de ser convencido, engañado y manipulado, o ven un hombre que simplemente es un consumidor en el mercado: habrá que crearle necesidades nuevas para que requiera consumir y que se crea que así es feliz.

Nada de eso corresponde a la estructura de lo humano.

El humanismo cristiano en su valoración del hombre (creado, redimido, agraciado) lo potencia en todo aquello que sea bueno, bello y verdadero y le oriente y acompañe en su camino de comunión con Dios. De lo contrario el hombre está siempre frustrado, nostálgico, perdido. Esa es la grandeza del humanismo cristiano integral:


“En el vértice de todo se sitúa vuestra conciencia moral y religiosa. La tentación de irse quedando apagados, mientras que se han satisfecho las necesidades materiales y temporales, insidia a las sociedades que han alcanzado vuestro nivel de vida: existe el riesgo de reducirlo todo a un humanismo terreno, olvidado de la dimensión moral y espiritual de la vida, y de no preocuparse más de la necesaria relación del hombre con el Creador de todo bien y con el Supremo Regulador de su recto uso. ¡Qué vacío entonces en el corazón humano! ¡Qué tentación de suplirlos mediante falsificaciones, de las cuales algunas, como el egoísmo, el hedonismo, el erotismo y muchas otras más, llevan al desprecio del hombre mismo, sin que además satisfaga su profunda inquietud! El corazón del hombre está hecho para Dios, y no existe humanismo integral si no es en su servicio!” (Pablo VI, Homilía en el Hipódromo Randwick, Sydney (Australia), 1-diciembre-1970).

Mal estamos con las continuas confusiones y falsificaciones sobre el hombre, las visiones parciales y destructoras que hay sobre el hombre:

-No es un ciudadano anónimo, ni un voto viviente, al que dirigirle y engañarle arrogándose el Estado el papel de educador de la moral, de los afectos, y controlando el pensamiento (sólo lo que es políticamente correcto)

-No es un sujeto pasional al que distraer moviendo sus pasiones: ya sean los deportes de masas, ya sean los programas que sin pudor desmenuzan la vida de "famosos" y "varios", ya sea el erotismo...

-No es un consumidor que halle su felicidad en la adquisición de nuevas cosas, viviendo para comprar, tener dinero y llamar "calidad de vida" a la alienación del consumo.

-No es un mero animal instintivo, sino un sujeto racional, con inteligencia, con sed de infinito y vocación de trascendencia hacia Dios.

¡Son tantas y tantas las falsificaciones! ¡Son tantos los falsos humanismos encerrados en sí mismos, los humanismos ateos y filosofías vitalistas o nihilistas!

Por eso, el bendito Papa Pablo VI, en la Populorum progressio, resumía así el humanismo cristiano como camino común hoy para la Iglesia:


Es un humanismo pleno el que hay que promover[36]. ¿Qué quiere decir esto sino el desarrollo integral de todo hombre y de todos los hombres? Un humanismo cerrado, impenetrable a los valores del espíritu y a Dios, que es la fuente de ellos, podría aparentemente triunfar. Ciertamente el hombre puede organizar la tierra sin Dios, pero «al fin y al cabo, sin Dios no puede menos de organizarla contra el hombre. El humanismo exclusivo es un humanismo inhumano»[37]. No hay, pues, más que un humanismo verdadero que se abre a lo Absoluto, en el reconocimiento de una vocación, que da la idea verdadera de la vida humana. Lejos de ser norma última de los valores, el hombre no se realiza a sí mismo si no es superándose. Según la tan acertada expresión de Pascal: «el hombre supera infinitamente al hombre»[38].(n. 42).

P.D. Para que nadie se escandalice: "el hombre es el camino de la Iglesia" es frase de Juan Pablo II en su primera encíclica, Redemptor hominis, en el n. 14.

Fuente: Corazón eucarístico de Jesús [1]