Herramientas personales
En la EC encontrarás artículos autorizados
sobre la fe católica
Lunes, 25 de noviembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Fundamentalismo: Judaísmo, Islam y Cristianismo»

De Enciclopedia Católica

Saltar a: navegación, buscar
Línea 1: Línea 1:
 +
= Advertencia del autor =
 +
 
En sí, el tema es complejo, y un estudio suficientemente profundo tanto histórico como teológico (implicando teologías judía, islámica y cristiano-católica) requeriría un esfuerzo de investigación cuyo resultado sería un hermoso tratado.Por eso quiero dejar en claro que estas pocas páginas no son nada más que unas simples reflexiones que puedan ayudarnos a entender las raíces o fundamentos histórico religiosos, de los “fundamentalismos”, es decir, de las actitudes enraizadas en los fundamentos, existen-tes o por existir, en estas tres religiones.  
 
En sí, el tema es complejo, y un estudio suficientemente profundo tanto histórico como teológico (implicando teologías judía, islámica y cristiano-católica) requeriría un esfuerzo de investigación cuyo resultado sería un hermoso tratado.Por eso quiero dejar en claro que estas pocas páginas no son nada más que unas simples reflexiones que puedan ayudarnos a entender las raíces o fundamentos histórico religiosos, de los “fundamentalismos”, es decir, de las actitudes enraizadas en los fundamentos, existen-tes o por existir, en estas tres religiones.  
  
Línea 13: Línea 15:
 
Vayamos, pues, por último, a las raíces o fundamentos histórico-religiosos del cristianismo, surgido de la predicación y hechos de Jesús de Galilea en Palestina (en el primer tercio del s.I d.C.). Tiene que realizar su labor de predicación del Reino de Dios con gran prudencia (“Sed, pues prudentes como las serpientes, y sencillos como las palomas” ), para no provocar tal reacción que impida desde el primer instante su actividad predicadora (¿Cuanto hubiera tardado en morir apedreado si se hubiera presentado desde el primer instante como el Hijo de Dios, como el Logos, el Verbo, la Palabra, “que al principio existía... estaba con Dios... y era Dios” y que “se hizo carne” ?).. Se presenta, en palabras (“No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda” ) y hechos (circuncisión, presentación en el templo , celebraciones de las fiestas judías, etc.) como estricto cumplidor de la Ley mosaica. Pero también desde el primer momento de su predicación, Jesús empieza a ir estableciendo una nueva fe (revelación de todo el orden sobrenatural, antes desconocido, en cuyo desarrollo expresamente renuncio a entrar, para atenerme al tema previsto), y un nuevo comportamiento, una nueva moral, inmensamente superior a la de la antigua Ley: manifiesta y exige de sí mismo y sus discípulos una actitud pacífica (hacedora de paz) y de perdón y amor a los enemigos. Transcribir aquí todos y cada uno de los pasajes neotestamentarios en general, o evangélicos en particular en que aparece esta actitud en hechos o palabras, implicaría copiar una buena cantidad de páginas bíblicas. Siguiendo básicamente el Evangelio de San Mateo, demos un breve repaso a las palabras y hechos de Jesús que más directamente atañen a nuestro tema: “Bienaventurados los mansos, porque de ellos es el Reino de los Cielos... Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia... Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios... Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegráos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros” . “Habéis oído que se dijo: «Ojo por ojo, y diente por diente». Pues yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra; al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos... Habéis oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo» y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿no hacen eso también los publicanos?. Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles?” . En este mismo sentido sería interpretable la parábola de la cizaña , pero renuncio ahora a transcribirla y a tener que interpretarla. “Entonces dijo a sus discípulos: «si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame»” “Pedro se acercó entonces y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?» Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete»” . Y a continuación viene la parábola del “siervo sin entrañas” que, cuando su Rey le pide cuentas de una deuda de “diez mil talentos”, logra mover a compasión al señor, quien “le dejó en libertad y le perdonó la deuda”; a renglón seguido el perdonado “echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía”, a uno de sus “compañeros, que le debía cien denarios”. Enterado y encolerizado su señor “le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con vosotros mi padre celestial si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano” . Esa misma doctrina es la que está expresamente recogida en la oración que nos enseña Cristo, y que de hecho rezamos con más frecuencia que congruencia los cristiano, el “Padre nuestro”: “perdónanos nuestra ofensas como nosotros perdona-mos a los que nos ofenden” . Sería todo una hermosa y simplemente utópica doctrina de no ser que eso mismo que Jesús dice lo lleva personalmente a la práctica con sus hechos: En el momento de su prendimiento, en el huerto de Getsemaní, “uno de los que estaban con Jesús echó mano a su espada, la sacó e, hiriendo al siervo del sumo sacerdote, le llevó la oreja. Dícele entonces Jesús: «Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que empuñen espada, a espada perecerán. ¿O piensas que no puedo yo rogar a mi Padre, que pondría al punto a mi disposición más de doce legiones de ángeles?...»” . “Y tocando la oreja le curó”, aclara San Lucas. San Juan precisa aún más: fue Pedro el que sacó la espada, y el siervo se llamaba Malco. Que el comportamiento de Jesús es fruto de una decisión libre de la voluntad de Jesús, y no simple cobardía fruto de un miedo compulsivo, se demuestra de muchos modos: su atrevimiento para enfrentarse con escribas y fariseos, detentadores del poder religioso en su pueblo (“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas...!” ); su decisión de subir a celebrar la Pascua en Jerusalén asumiendo que allí sufrirá la pasión y muerte que previamente ha profetizado ; su serena y valiente actitud a lo largo de toda su pasión y muerte, fuera cual fuese la autoridad ante la que se hallaba, Sanedrín, Pilatos o Herodes, aún a riesgo de que sus respuestas le acarreasen mayores torturas. Por ejemplo, “Apenas dijo esto [en respuesta a Anás], uno de los guardias que allí estaba, dio una bofetada a Jesús, diciendo: «¿Así contestas al Sumo Sacerdote?». Y, sin amedrantarse, vuelve a decir Jesús, respondiendo ahora al guardia “«Si he hablado mal, declara lo que está mal; pero si he hablado bien, ¿por qué me pe-gas?»” . Estas doctrina y comportamiento llegan a su culmen en el momento de la crucifixión: “Llegados al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen»” . Tal doctrina, y concorde actuación, son sin duda disparatadas... desde un punto de vista humano. No son el camino del éxito, sino del fracaso. Hasta Pedro lo rechaza: “Y [Jesús] comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días. Hablaba de esto abiertamente. Tomándole aparte, Pedro se puso a reprenderle. Pero él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro diciéndole: «¡Quítate de mi vista, Satanás!, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres»” . Aquí está la clave de la doctrina de Jesús, en éste terreno, como en todos los demás. Contradice continuamente los criterios usuales humanos. Porque su único destino posible era... el fracaso personal de su muerte a manos de sus enemigos. Y en plena lógica, el fracaso colectivo de la comunidad de discípulos por el fundada. Antes de seguir con esa comunidad, hagamos un pequeño inciso. Hay quienes han pretendido hallar una justificación de origen evangélico a la violencia contra las personas en el episodio de la expulsión de los mercaderes del templo . Tal pretensión no resiste un mínimo análisis de los textos. San Mateo dice: “Entró Jesús en el Templo y echo fuera a todos los que vendían y compraban en el Templo; volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas...”. San Marcos precisa: “..y no permitía que nadie transportase cosas por el templo”. San Lucas es mucho más conciso en la narración de los hechos, y se limita a decir que “Entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían, diciéndoles [y repite Lucas las mismas palabras que Mateo y Marcos han puesto también en boca de Jesús] «Está escrito: Mi Casa será casa de oración. ¡Pero vosotros la habéis hecho una cueva de bandidos!»”. Ninguno de los tres refiere , como vemos, látigo ni violencia alguna contra las personas, sólo el derribo de mesas y puestos. En cambio San Juan, el último evangelista, el que quiere dejar claro lo que comprueba que está quedando oscuro años después de la difusión de los otros tres Evangelios, narra la escena añadiendo la presencia de unos animales antes no nombrados: “Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos. Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; despa-rramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: «Quitad esto de aquí. No hagáis de la casa de mi Padre una casa de mercado». Cierto que se habla de un látigo (por cierto no excesivamente hiriente, estaba simplemente constituido por unas cuerdas), pero es manifiesta su finali-dad: la expulsión de ovejas y, sobre todo, bueyes, cuyo arreo todos sabemos que es prácticamente imposible sin un látigo, unas piedras para arrojar, un palo o mejor, una “aguijada” . Es obvio que lo que encontró más a mano Jesús fue un manojo de cuerdas para improvisar un látigo de fortuna. La doctrina y los hechos de Jesús son aceptados e imitados por sus discípu-los tras la Resurrección y, sobre todo, Pentecostés. El primer mártir cristiano, San Esteban, muere perdonando a los que lo matan a pedradas . Su perdón sin duda alcanza sin duda a Saulo-San Pablo, que de cuidar los vestidos de los que apedreaban a Esteban y luego perseguir cristianos, pasa, tras su conversión, a decir y hacer: “Bendecid a los que os persiguen, no maldigáis... Sin devolver a nadie mal por mal; procurando el bien ante todos los hombres; en lo posible, y en cuanto de vosotros dependa, en paz con todos los hombres; no tomando la justicia por cuenta vuestra, queridos míos, pues dice la Escritura: Mía es la venganza, yo daré el pago merecido, dice el Señor. Antes al contrario: si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber; haciéndolo así amontonarás ascuas sobre su cabeza. No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien” . San Pablo asume también lo absurdo de su doctrina ante los ojos de los hombres. “Así, mientras los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos y necedad para los gentiles; más para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Porque la necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad divina, más fuerte que la fuerza de los hombres” . Debió de ser esa necedad y debilidad divina, la que hizo que los cristianos, “sin disparar un solo tiro”, que diríamos hoy día, es decir, “sin pasar ellos a nadie a filo de espada”, de acuerdo a las armas de su época, y tras varios siglos de cruentas y frecuentes persecuciones contra ellos, que llenaron de mártires el santoral cristiano, conquistaran el Imperio Romano, llegando a ser la “Religión oficial” de ese Imperio a comienzos del s.IV. La expansión del cristianismo por el Imperio Romano y sus aledaños fue, ante la historia, una expansión realizada por la persuasión y el convenci-miento de las inteligencias y las voluntades. Los creyentes en Cristo pensamos que esa expansión se debió a algo más: a la continua intervención gratuita de la fuerza divina que cambia a los hombres por dentro sin necesidad de violentarlos por fuera. ¿Qué paso en la Iglesia en los siglos posteriores para que ella misma se hiciera belicosa, ofensiva, represiva... y olvidara sus raíces y fundamentos? Esa es otra historia. Larga y compleja. De la que por supuesto tampoco intentaré nunca hacer un tratado. Pero sobre la que también tengo algunas ideas que... algún día, si Dios quiere, dejaré por escrito. Pero, para evitar cualquier posible confusionismo del auténtico pacifismo cristiano con los seudopacifismos generalmente antimilitaristas pero muchas veces revolucionarios actuales, creo importante resaltar algo: cuando Jesús cura milagrosamente al criado del Centurión, es decir, de un oficial del ejército roma-no, como todos sabemos , expresa admiración por su fe, y no dice una sola palabra de reproche por su profesión. Igualmente, en todo el largo episodio del bautismo del Centurión Cornelio y su familia por Pedro en Cesarea, tan detallada como interesantemente narrado en los Hechos de los Apóstoles , no hay una sola palabra de reproche hacia la profesión militar de Cornelio. Consta también que hubo militares entre los cristianos de esos primeros siglos en que se vivía espíritu pacifista hasta la propia muerte. ¿Es pues compatible ser cristiano y ser militar? Sin duda lo es. ¿Es explicable este aparente absurdo?. Sin duda tam-bién. ¿Conozco esa explicación?. Creo que sí. Pero es también larga y compleja, ya que implica analizar la relación entre el orden natural de la justicia y el orden sobrenatural de la caridad. Sobre ello tengo igualmente algunas ideas que... algún otro día, si Dios quiere, espero poder dejar por escrito. Una última pregunta: ¿puede el cristianismo en general, y el catolicismo en particular volver a reconquistar una sociedad que, al menos aparentemente, se le está yendo de las manos? ¿ puede incluso expandirse, misioneramente, por espacios geográficos a los que parece le está vedado el acceso ?por ejemplo el mundo musulmán??. Y una última respuesta, que es una conclusión: Sí puede..., sí podemos..., si volve-mos a nuestras raíces y fundamentos, si aceptamos pensar y obrar de modo que Cristo no tenga de nuevo que repetirnos el reproche que dirigió a Pedro: tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres.  
 
Vayamos, pues, por último, a las raíces o fundamentos histórico-religiosos del cristianismo, surgido de la predicación y hechos de Jesús de Galilea en Palestina (en el primer tercio del s.I d.C.). Tiene que realizar su labor de predicación del Reino de Dios con gran prudencia (“Sed, pues prudentes como las serpientes, y sencillos como las palomas” ), para no provocar tal reacción que impida desde el primer instante su actividad predicadora (¿Cuanto hubiera tardado en morir apedreado si se hubiera presentado desde el primer instante como el Hijo de Dios, como el Logos, el Verbo, la Palabra, “que al principio existía... estaba con Dios... y era Dios” y que “se hizo carne” ?).. Se presenta, en palabras (“No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda” ) y hechos (circuncisión, presentación en el templo , celebraciones de las fiestas judías, etc.) como estricto cumplidor de la Ley mosaica. Pero también desde el primer momento de su predicación, Jesús empieza a ir estableciendo una nueva fe (revelación de todo el orden sobrenatural, antes desconocido, en cuyo desarrollo expresamente renuncio a entrar, para atenerme al tema previsto), y un nuevo comportamiento, una nueva moral, inmensamente superior a la de la antigua Ley: manifiesta y exige de sí mismo y sus discípulos una actitud pacífica (hacedora de paz) y de perdón y amor a los enemigos. Transcribir aquí todos y cada uno de los pasajes neotestamentarios en general, o evangélicos en particular en que aparece esta actitud en hechos o palabras, implicaría copiar una buena cantidad de páginas bíblicas. Siguiendo básicamente el Evangelio de San Mateo, demos un breve repaso a las palabras y hechos de Jesús que más directamente atañen a nuestro tema: “Bienaventurados los mansos, porque de ellos es el Reino de los Cielos... Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia... Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios... Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegráos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros” . “Habéis oído que se dijo: «Ojo por ojo, y diente por diente». Pues yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra; al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos... Habéis oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo» y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿no hacen eso también los publicanos?. Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles?” . En este mismo sentido sería interpretable la parábola de la cizaña , pero renuncio ahora a transcribirla y a tener que interpretarla. “Entonces dijo a sus discípulos: «si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame»” “Pedro se acercó entonces y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?» Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete»” . Y a continuación viene la parábola del “siervo sin entrañas” que, cuando su Rey le pide cuentas de una deuda de “diez mil talentos”, logra mover a compasión al señor, quien “le dejó en libertad y le perdonó la deuda”; a renglón seguido el perdonado “echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía”, a uno de sus “compañeros, que le debía cien denarios”. Enterado y encolerizado su señor “le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con vosotros mi padre celestial si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano” . Esa misma doctrina es la que está expresamente recogida en la oración que nos enseña Cristo, y que de hecho rezamos con más frecuencia que congruencia los cristiano, el “Padre nuestro”: “perdónanos nuestra ofensas como nosotros perdona-mos a los que nos ofenden” . Sería todo una hermosa y simplemente utópica doctrina de no ser que eso mismo que Jesús dice lo lleva personalmente a la práctica con sus hechos: En el momento de su prendimiento, en el huerto de Getsemaní, “uno de los que estaban con Jesús echó mano a su espada, la sacó e, hiriendo al siervo del sumo sacerdote, le llevó la oreja. Dícele entonces Jesús: «Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que empuñen espada, a espada perecerán. ¿O piensas que no puedo yo rogar a mi Padre, que pondría al punto a mi disposición más de doce legiones de ángeles?...»” . “Y tocando la oreja le curó”, aclara San Lucas. San Juan precisa aún más: fue Pedro el que sacó la espada, y el siervo se llamaba Malco. Que el comportamiento de Jesús es fruto de una decisión libre de la voluntad de Jesús, y no simple cobardía fruto de un miedo compulsivo, se demuestra de muchos modos: su atrevimiento para enfrentarse con escribas y fariseos, detentadores del poder religioso en su pueblo (“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas...!” ); su decisión de subir a celebrar la Pascua en Jerusalén asumiendo que allí sufrirá la pasión y muerte que previamente ha profetizado ; su serena y valiente actitud a lo largo de toda su pasión y muerte, fuera cual fuese la autoridad ante la que se hallaba, Sanedrín, Pilatos o Herodes, aún a riesgo de que sus respuestas le acarreasen mayores torturas. Por ejemplo, “Apenas dijo esto [en respuesta a Anás], uno de los guardias que allí estaba, dio una bofetada a Jesús, diciendo: «¿Así contestas al Sumo Sacerdote?». Y, sin amedrantarse, vuelve a decir Jesús, respondiendo ahora al guardia “«Si he hablado mal, declara lo que está mal; pero si he hablado bien, ¿por qué me pe-gas?»” . Estas doctrina y comportamiento llegan a su culmen en el momento de la crucifixión: “Llegados al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen»” . Tal doctrina, y concorde actuación, son sin duda disparatadas... desde un punto de vista humano. No son el camino del éxito, sino del fracaso. Hasta Pedro lo rechaza: “Y [Jesús] comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días. Hablaba de esto abiertamente. Tomándole aparte, Pedro se puso a reprenderle. Pero él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro diciéndole: «¡Quítate de mi vista, Satanás!, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres»” . Aquí está la clave de la doctrina de Jesús, en éste terreno, como en todos los demás. Contradice continuamente los criterios usuales humanos. Porque su único destino posible era... el fracaso personal de su muerte a manos de sus enemigos. Y en plena lógica, el fracaso colectivo de la comunidad de discípulos por el fundada. Antes de seguir con esa comunidad, hagamos un pequeño inciso. Hay quienes han pretendido hallar una justificación de origen evangélico a la violencia contra las personas en el episodio de la expulsión de los mercaderes del templo . Tal pretensión no resiste un mínimo análisis de los textos. San Mateo dice: “Entró Jesús en el Templo y echo fuera a todos los que vendían y compraban en el Templo; volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas...”. San Marcos precisa: “..y no permitía que nadie transportase cosas por el templo”. San Lucas es mucho más conciso en la narración de los hechos, y se limita a decir que “Entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían, diciéndoles [y repite Lucas las mismas palabras que Mateo y Marcos han puesto también en boca de Jesús] «Está escrito: Mi Casa será casa de oración. ¡Pero vosotros la habéis hecho una cueva de bandidos!»”. Ninguno de los tres refiere , como vemos, látigo ni violencia alguna contra las personas, sólo el derribo de mesas y puestos. En cambio San Juan, el último evangelista, el que quiere dejar claro lo que comprueba que está quedando oscuro años después de la difusión de los otros tres Evangelios, narra la escena añadiendo la presencia de unos animales antes no nombrados: “Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos. Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; despa-rramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: «Quitad esto de aquí. No hagáis de la casa de mi Padre una casa de mercado». Cierto que se habla de un látigo (por cierto no excesivamente hiriente, estaba simplemente constituido por unas cuerdas), pero es manifiesta su finali-dad: la expulsión de ovejas y, sobre todo, bueyes, cuyo arreo todos sabemos que es prácticamente imposible sin un látigo, unas piedras para arrojar, un palo o mejor, una “aguijada” . Es obvio que lo que encontró más a mano Jesús fue un manojo de cuerdas para improvisar un látigo de fortuna. La doctrina y los hechos de Jesús son aceptados e imitados por sus discípu-los tras la Resurrección y, sobre todo, Pentecostés. El primer mártir cristiano, San Esteban, muere perdonando a los que lo matan a pedradas . Su perdón sin duda alcanza sin duda a Saulo-San Pablo, que de cuidar los vestidos de los que apedreaban a Esteban y luego perseguir cristianos, pasa, tras su conversión, a decir y hacer: “Bendecid a los que os persiguen, no maldigáis... Sin devolver a nadie mal por mal; procurando el bien ante todos los hombres; en lo posible, y en cuanto de vosotros dependa, en paz con todos los hombres; no tomando la justicia por cuenta vuestra, queridos míos, pues dice la Escritura: Mía es la venganza, yo daré el pago merecido, dice el Señor. Antes al contrario: si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber; haciéndolo así amontonarás ascuas sobre su cabeza. No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien” . San Pablo asume también lo absurdo de su doctrina ante los ojos de los hombres. “Así, mientras los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos y necedad para los gentiles; más para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Porque la necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad divina, más fuerte que la fuerza de los hombres” . Debió de ser esa necedad y debilidad divina, la que hizo que los cristianos, “sin disparar un solo tiro”, que diríamos hoy día, es decir, “sin pasar ellos a nadie a filo de espada”, de acuerdo a las armas de su época, y tras varios siglos de cruentas y frecuentes persecuciones contra ellos, que llenaron de mártires el santoral cristiano, conquistaran el Imperio Romano, llegando a ser la “Religión oficial” de ese Imperio a comienzos del s.IV. La expansión del cristianismo por el Imperio Romano y sus aledaños fue, ante la historia, una expansión realizada por la persuasión y el convenci-miento de las inteligencias y las voluntades. Los creyentes en Cristo pensamos que esa expansión se debió a algo más: a la continua intervención gratuita de la fuerza divina que cambia a los hombres por dentro sin necesidad de violentarlos por fuera. ¿Qué paso en la Iglesia en los siglos posteriores para que ella misma se hiciera belicosa, ofensiva, represiva... y olvidara sus raíces y fundamentos? Esa es otra historia. Larga y compleja. De la que por supuesto tampoco intentaré nunca hacer un tratado. Pero sobre la que también tengo algunas ideas que... algún día, si Dios quiere, dejaré por escrito. Pero, para evitar cualquier posible confusionismo del auténtico pacifismo cristiano con los seudopacifismos generalmente antimilitaristas pero muchas veces revolucionarios actuales, creo importante resaltar algo: cuando Jesús cura milagrosamente al criado del Centurión, es decir, de un oficial del ejército roma-no, como todos sabemos , expresa admiración por su fe, y no dice una sola palabra de reproche por su profesión. Igualmente, en todo el largo episodio del bautismo del Centurión Cornelio y su familia por Pedro en Cesarea, tan detallada como interesantemente narrado en los Hechos de los Apóstoles , no hay una sola palabra de reproche hacia la profesión militar de Cornelio. Consta también que hubo militares entre los cristianos de esos primeros siglos en que se vivía espíritu pacifista hasta la propia muerte. ¿Es pues compatible ser cristiano y ser militar? Sin duda lo es. ¿Es explicable este aparente absurdo?. Sin duda tam-bién. ¿Conozco esa explicación?. Creo que sí. Pero es también larga y compleja, ya que implica analizar la relación entre el orden natural de la justicia y el orden sobrenatural de la caridad. Sobre ello tengo igualmente algunas ideas que... algún otro día, si Dios quiere, espero poder dejar por escrito. Una última pregunta: ¿puede el cristianismo en general, y el catolicismo en particular volver a reconquistar una sociedad que, al menos aparentemente, se le está yendo de las manos? ¿ puede incluso expandirse, misioneramente, por espacios geográficos a los que parece le está vedado el acceso ?por ejemplo el mundo musulmán??. Y una última respuesta, que es una conclusión: Sí puede..., sí podemos..., si volve-mos a nuestras raíces y fundamentos, si aceptamos pensar y obrar de modo que Cristo no tenga de nuevo que repetirnos el reproche que dirigió a Pedro: tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres.  
  
Fray Fernando Fragoso Lousteau O.P.  
+
Fray [[Fernando Fragoso Lousteau O.P.]]
  
 
Puerto Maldonado, Perú, 15 de diciembre de 2002.  
 
Puerto Maldonado, Perú, 15 de diciembre de 2002.  
  
 
Selección [[José Gálvez Krüger]] 05-04-2009.
 
Selección [[José Gálvez Krüger]] 05-04-2009.

Revisión de 18:46 17 feb 2010

Advertencia del autor

En sí, el tema es complejo, y un estudio suficientemente profundo tanto histórico como teológico (implicando teologías judía, islámica y cristiano-católica) requeriría un esfuerzo de investigación cuyo resultado sería un hermoso tratado.Por eso quiero dejar en claro que estas pocas páginas no son nada más que unas simples reflexiones que puedan ayudarnos a entender las raíces o fundamentos histórico religiosos, de los “fundamentalismos”, es decir, de las actitudes enraizadas en los fundamentos, existen-tes o por existir, en estas tres religiones.

Judaísmo

Los cristianos sabemos que las raíces del pueblo de Israel, como pueblo, y de su fe religiosa se encuentran descritas en la Biblia, en aquella parte de ella que nosotros denominamos “Antiguo Testamento”, y los judíos simplemente Biblia (“Tora”, Pentateuco y el resto), ya que no reconocen el otro. En nuestra denominación de “Antiguo” ya va connotado que aceptamos la existencia de uno “Nuevo”, que precisa-mente es el que establece, para nosotros de modo definitivo, nuestra fe y nuestra moral, y a la luz del cual interpretamos el sentido del aquél. Pero, para entender el judaísmo en sí, hemos de hacer el no pequeño esfuerzo de hacer abstracción del Nuevo Testamento, y de aquellas de nuestras interpretaciones exegéticas del Antiguo (especialmente de las interpretaciones de los “géneros literarios”) que derivan precisamente de lo que para nosotros significa la Encarnación del Hijo de Dios y la plenitud de la Revelación Divina en Él. No soy experto en Tora, Talmud, Mishna ni nada por el estilo. Pero mucho me temo que los textos actuales hebreos de la Tora no difieran mucho de los nuestros, y que la interpretación de ellos por los judíos ortodoxos, sea, en cambio, mucho más literal que la nuestra. Con tal perspectiva, hagamos un pequeño repaso de las raíces o fundamentos histórico-religiosos de Israel, del pueblo hebreo. “Yahveh dijo a Abram: «vete de tu tierra y de tu patria, y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré. De ti haré una nación grande y te bendeciré»... Tomó Abram a Saray, su mujer, y a Lot, hijo de su hermano [de su hermano Harán ], con toda la hacienda que habían logrado, y el personal que habían adquirido en Jarán, y salieron para dirigirse a Canaán.” La entrada del, por ahora Abram (su cambio de nombre por Abraham es posterior ), en Canaán como pastor trashumante es pacífica, así como su entrada y salida de Egipto (por una situación de hambruna en Canaán) y su separación de Lot (“porque su hacienda se había multiplicado, de modo que no podían vivir juntos” ). Pero se produce la “campaña de los cuatro grandes reyes”, que “apresaron también a Lot, el sobrino de Abram, y su hacienda, pues él habitaba en Sodoma, y se fueron” . Y entonces, “al oír Abram que su hermano [propiamente su sobrino ] había sido hecho cautivo, movilizó a la tropa de gente nacida en su casa, en número de trescientos dieciocho, y persiguió a aquellos hasta Dan. Y cayendo él y sus siervos sobre ellos por la noche, los derrotó, y los persiguió hasta Jobá; recuperó toda la hacienda, y también a su hermano Lot con su hacienda, así como a las mujeres y a la gente” . No voy a detenerme ni un instante en reflexión alguna sobre la legitimidad del derecho de Abraham a liberar a su sobrino, hacienda y demás gente. Como tampoco en planteamiento alguno sobre el grado mayor o menor de rigurosidad histórica que, para la exégesis católica, tenga cada hecho o acontecimiento narrado por la Biblia en los libros del Pentateuco , ni en el resto de los denominados históricos . Lo que me interesa es resaltar es que, para la fe del pueblo hebreo, su iniciador, su Patriarca, cuando se le planteó un “casus belli”, una situación bélica, tomó sin dudarlo las armas para él disponibles y lo solucionó “manu militari”, con mano militar. Demos un pequeño gran salto histórico, y vayamos a Moisés, el gran libertador del pueblo judío de su esclavitud en Egipto y su conductor hasta las mismas puertas de Palestina. Por lo pronto, tras los episodios de su nacimiento, salvación de la muerte en la cestilla de papiro, y adopción por la hija del Faraón , se nos narra: “En aquellos días, cuando Moisés ya fue mayor, fue a visitar a sus hermanos, y comprobó sus penosos trabajos; vio también como un egipcio golpeaba a un hebreo, a uno de sus hermanos. Miró a uno y otro lado, y no viendo a nadie, mató al egipcio y lo escondió en la arena” . En ningún momento el texto bíblico expone crítica alguna a esta acción violenta de Moisés. Más bien provoca la impresión de que es el fundamento de su elección por Dios como libertador del pueblo hebreo cuando “los israelitas, gimiendo bajo la servidumbre, clamaron, y su clamor, que brotaba del fondo de su esclavitud, subió a Dios. Oyó Dios sus gemidos, y acordose Dios de su alianza con Abraham, Isaac y Jacob. Y miró Dios a los hijos de Israel y conoció...” a Moisés. A Moisés, pues, encarga Dios la gran misión: «He bajado para librarle [al pueblo hebreo] de la mano de los egipcios y para subirle de esta tierra a una tierra buena y espaciosa; a una tierra que mana leche y miel, al país de los cananeos, de los hititas, de los amorreos, de los perizitas, de los jivitas y de los jebuseos... Ahora, pues, ve; yo te envío al Faraón, para que saques a mi pueblo, los israelitas, de Egipto» . Tampoco voy a detenerme en reflexionar sobre la, ahora ilegitimidad, a la luz del derecho internacional del siglo XXI (filosofía griega + derecho romano + cristianismo + XX siglos de fermentación occidental del cocktail de los tres componentes), del “derecho de conquista” del “país de los cananeos, de los hititas, de los amorreos, de los perizitas, de los jivitas y de los jebuseos”, en otras palabras, Palestina. Lo que me interesa es resaltar que, para la fe del pueblo hebreo, éste fue liberado de la esclavitud de Egipto y llevado a la “tierra prometida”, que Dios les entregaba en propiedad a ellos, para lo cual hubieron de arrebatársela a los anteriores propietarios. Su conductor fue, por encargo divino, Moisés, quien ya había demostrado su entereza en la defensa de los israelitas al matar al egipcio que golpeaba al hebreo. Tras los episodios de la salida de Egipto, paso del Mar Rojo y marcha inicial por el desierto, parece que los habitantes de aquellas regiones no estaban por la labor de dejarse invadir su tierra por las buenas. “Vinieron los amalecitas y atacaron a Israel en Refidim. Moisés dijo a Josué: «Elígete algunos hombres, y sal mañana a combatir contra Amalec...» ... Josué derrotó a Amalec y a su pueblo a filo de espada. Yahveh dijo a Moisés: «Escribe esto en un libro para que sirva de recuerdo, y haz saber a Josué que yo borraré por completo la memoria de Amalec debajo de los cielos»” . Queda claro para la fe del pueblo hebreo, desde el primer momento, que enfrentarse bélicamente a Israel en su, por ahora viaje hacia ella, luego conquista de la tierra prometida, acarrea el castigo divino de ser borrado “debajo de los cielos”, es decir, de la faz de la tierra. Pero el pueblo de Israel aún no estaba preparado para esa conquista. Deambuló durante 40 años por el desierto. Murió Moisés. Y “Sucedió después de la muerte de Moisés, siervo de Yahveh, que habló Yahveh a Josué, hijo de Nun, y ayudante de Moisés, y le dijo: «Moisés, mi siervo, ha muerto; arriba, pues; pasa ese Jordán, tú con todo este pueblo, hacia la tierra que yo les doy (a los israelitas). Os doy todo lugar que sea hollado por la planta de vuestros pies, según declaré a Moisés. Desde el desierto (Sur) y el Líbano [Norte] hasta el Río grande, el Éufrates (Este]), (toda la tierra de los hititas) y hasta el mar Grande de Poniente [Mediterráneo, Oeste], será vuestro territorio. Nadie podrá mantenerse delante de ti en todos los días de tu vida: lo mismo que estuve con Moisés estaré contigo; no te dejaré ni abandonaré...»” . Queda delimitado el territorio de la “tierra prometida” al que el pueblo hebreo cree tener “derecho de ocupación”... por donación divina. Se trata de la Palestina (la tierra de los Philistim, o filisteos) que se haya al Oeste del Jordán, entre él y el Mediterráneo, o en las cercanías de tal río por el Este, pero también, sólo teóricamente, porque los hebreos no las conquistaron, las enormes extensiones hacia el Este, “hasta el Éufra-tes”, que hoy pertenecen a Jordania e Irak. Comienza la conquista. Se pasa el Jordán. Conquista de Jericó. Pero ha de quedar claro que la conquista se hace por mandato y con el auxilio de Yahveh. Por ello Josué establece: “«La ciudad será consagrada como anatema a Yahveh, con todo lo que haya en ella: únicamente Rajab, la prostituta, quedará con vida, así como todos los que están con ella en su casa, por haber ocultado a los emisarios que enviamos»” . ¿En qué consistía el “anatema”, (o “herem”, en su expresión hebrea)? Transcribo la sintética y concisa descripción que de ello hace la Biblia de Jerusalén : “El anatema reservaba para Dios todo el botín: todos los seres vivientes eran muertos, y los objetos preciosos entregados para el santuario. Era una manera primitiva de reconocer que la victoria era debida a Dios”. En Jericó el pueblo hebreo cumplió con su deber: “ El pueblo clamó y se tocaron las trompetas. Al escuchar el pueblo la voz de la trompeta, prorrumpió en gran clamor, y el muro se vino abajo. La gente escaló la ciudad, cada uno frente a sí, y se apoderaron de ella. Consagraron al anatema todo lo que había en la ciudad, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, bueyes, ovejas y asnos, a filo de espada” . Hoy lo denominaríamos limpieza étnica, y hasta zoosanita-ria. Y desde entonces el belicismo se incluye y hace presente como una constante en la historia del pueblo de Israel, desde su mismo inicio, desde su instalación (en el último tercio del siglo XIII a.C.), como pueblo estrictamente dicho (plurifamiliar y pluritribal), en la tierra que considera “suya” por promesa y regalo divinos. Que una actitud más pacifista propugnada en Libros Poéticos y Sapienciales y Proféticos no alteró demasiado ese belicismo, queda de manifiesto cuando en la época de redacción de los Libros de los Macabeos (ya último tercio del s.II a.C. y comienzo del I a .C.), se nos vuelve a describir a los judíos como, a la vez, fervorosos y creyentes en Yahveh, y esforzados enfrentadores de cada “casus belli” con la “manu militari” más eficaz, estratégica y astuta posible, aunque no les condujera al éxito deseado. Tras la destrucción romana de Jerusalén, y dispersión de los judíos por el mundo, los judíos, que sufrieron persecuciones diversas en diversos lugares y épocas, general-mente las sufrieron con una pasividad y hasta pacifismo no pertenecientes a su tradición, aunque también generalmente con la confianza y esperanza en Yahveh liberador propias de su fe e historia. Cuando en el siglo XX d.C. se esforzaron, y lograron (aplicando métodos económicos compra masiva de tierras, invasivos inmigra-ción ilegal, y jurídico internacionales reconocimiento del Estado de Israel por la ONU, pero empleando también, mezclados con lo uno y lo otro, métodos belicosos y hasta neta y claramente terroristas ), lograron, repito, asentarse de nuevo en la tierra de los palestinos o filisteos, ahora no ya paganos sino islamizados desde la Edad Media, no hacían otra cosa que reeditar su propia historia. Muchos judíos actuales han perdido la fe de sus padres o incluso son notoriamente ateos. Pero los creyentes, los “ortodoxos”, cuando meditan en las raíces o fundamentos de su historia y su fe, lo que encuentran son páginas y páginas de acciones bélicas, de victorias y derrotas, de conquistas, deportaciones, retornos... sobre una tierra, Palesti-na, que es suya por designio divino, y en la que cualquier otro ocupante es un intruso sin derecho a permanecer, y menos como propietario de ella. ¿Nos extraña la intransi-gencia de los fundamentalistas judíos actuales, generalmente no denominados así, sino “judíos y «partidos» ortodoxos”?. Recordemos que, aunque en el Levítico les había preceptuado Yahveh “No odies de corazón a tu hermano, pero corrige a tu prójimo, para que no te cargues con pecado por su causa. No te vengarás ni guardarás rencor contra los hijos de tu pueblo. Amarás a tu prójimo [es decir, próximo] como a ti mismo” , la universalización de la noción de “próximo” incluyendo en ella hombres de otros pueblos, como “el buen samaritano” , pertenece al Nuevo Testamento. En el mismo Levítico se establece la “Ley del Talión” (que de por sí ya es un avance jurídico, como limitación y medida de la venganza, frente a la anterior “venganza desaforada” ): “El que hiera mortalmente a cualquier otro hombre, morirá... Si alguno causa una lesión a su prójimo, como él hizo, así se hará: fractura por fractura, ojo por ojo, diente por diente; se le hará la misma lesión que haya causado a otro... Del mismo modo juzgarás al forastero y al nativo” . Supongo que estamos ya habituados a la sistemática y continua realización de “represalias” (denominación eufemística), o “venganzas” (denominación políticamen-te menos correcta) entre judíos y palestinos, ante la no menos continua realización de actos de grave violencia mutua desde al menos la década de 1940.

Islam

Es imposible resumir en una líneas el conjunto de la doctrina islámica o mahometa-na. Como a lo que yo aquí quiero atenerme es al tema enunciado en el título de este trabajo, remito al lector interesado en la doctrina general a cualquier buen diccionario enciclopédico. Me limitaré a recordar que en su doctrina Mahoma integra, con algunas creencias árabes preislámicas (p.ej.: peregrinación a la Caaba), muchas otras del Antiguo y algunas del Nuevo Testamento bíblicos. Téngase en cuenta que había comunidades judías en una serie de oasis que se escalonaban entre Medina y Jorda-nia. También había cristianos en algunos lugares de Arabia: consta su presencia en el Yemen, en el oasis de Nachram, ciertamente en La Meca, y es muy probable que los hubiera en otros lugares . Para Mahoma, el penúltimo de los profetas enviados por Dios a la humanidad para recordarles la verdadera religión es Jesús, simple criatura, pero una de las mayores, enviado únicamente a los hijos de Israel. Al final, cuando se cumplió el tiempo, Mahoma fue enviado a los árabes primero, y luego a toda la humanidad. Después de él no será enviado ningún profeta, y la legislación promulgada en el Corán será válida hasta el día de la Resurrección. Durante su primera predicación en La Meca, “el Corán se presenta como la religión bíblica (tal como se la conocía en La Meca); pero en Medina, después de haberse hecho evidentes las diferencias” entre islam, judaísmo y cristianismo, el islam se presenta como la “reforma” de los otros dos. Mahoma comienza su predicación en La Meca (612-622). Surgen sus primeros discípulos. “La primera convertida fue su mujer Jadicha; [cuyo primo, el cristiano Waraqa ibn Nawfal, la tranquilizó ante las visiones de Mahoma, afirmando que venían de Dios] luego siguieron su primo Alí y su amigo el futuro primer Califa Abu Bakr. Los contrarios pedían milagros y pasaron a los hechos contra los musulmanes”. Yasir es el primer mártir del islam. Mahoma envía a Abisinia a un grupo de discípulos amenaza-dos por la persecución. Los paganos de la Meca boicotean a los musulmanes: prohíben casarse y comerciar con ellos. En 619, comienza a ceder la crisis, pero entonces Mahoma pierde uno tras otro sus dos apoyos: su rica mujer, Jadicha, y su influyente tío Abu Talib. Mahoma busca otra protección. Los habitantes de Taif le rechazan. Un grupo de medinenses, llegados en peregrinación anual (la Caaba, con la venerada “Piedra Negra” en su interior, era ya, como dijimos, centro de peregrinacio-nes en la Arabia preislámica), le aceptan y se convierten. Finalmente en 622 Mahoma emigra a Medina con sus fieles, en difíciles condiciones. Es la HÉGIRA “emigración”(622 d.C.), fecha de inicio de la era musulmana. Medina,llamada también Yatribera un gran oasis, con poderosa colonia judía, o, más probablemente, de árabes judaizados, con rabinos y escuelas. Mahoma, desde su llegada, “se convirtió en jefe de todo el oasis. Se celebró un pacto con las tribus judías, imponiéndoles una especie de protectorado, que ellas nunca aceptaron; buscaron, más bien, recuperar su independencia confabulándose con los enemigos del islam, lo cual acarreó su pérdida”. Se genera una situación inestable que dará lugar a diversas, primero escaramuzas, y luego verdaderas batallas. “Para el jesuita egipcio Samir Khalil Samir, uno de los expertos más renombrados en materia islámica... «Mahoma, entre los años 622 y 632, organizó la sociedad musulmana con numerosas reglas sociales. Y lo hizo por medio de 19 guerras en esos diez años»” . Vamos a referir algunas de las batallas más importantes libradas por Mahoma y sus seguidores a partir de la Hégira : El 624 (marzo) en Badr (entre Medina y el Mar rojo): se libra entre un millar de mecanos (paganos), que habían sido enviados para proteger una caravana procedente de Siria, y un contingente de medinenses (mahometanos) tres veces menor, quienes, a pesar de su inferioridad numérica logran la victoria. El Coran presenta esa victoria como una prueba de la veracidad del Islam (“para hacer triunfar la verdad y aniquilar lo falso, a despecho de los pecadores” ), después de haber aclarado que “El botín pertenece a Dios y al Enviado” [es decir, a Mahoma] . El 625 en Uhud (arrabales de Medina). Derrota musulmana, que sólo pudo ser remediada en el último momento (los arqueros musulmanes, saboreando la victoria, abandonaron sus puestos para apoderarse del botín, lo que permitió a los mecanos contraatacar a los musulmanes, que tras tiempo y esfuerzo lograron rehacerse y salvar la situación). Comentada en el Corán : “Dios ha cumplido la promesa que os hizo cuando, con Su permiso, les vencíais, hasta que, por fin, flaqueasteis, discutisteis sobre el particular y desobedecisteis, después de haberos dejado Él ver la victoria que queríais... Luego hizo que os retirarais de ellos para probaros. Ciertamente, os ha perdonado. Dios dispensa su favor a los creyentes...” . El 627: “Campaña del foso” (así denominada porque los musulmanes habían abierto un foso para proteger Medina-Yatrib). Fue breve y victoriosa para Mahoma y los suyos. También es comentada en el Corán . Especialmente interesante para nuestro estudio es el contenido de las aleyas 26-27: “Hizo bajar de sus fortalezas a los de la gente de la Escritura [judíos] que habían a poyado a aquellos. Sembró el terror en sus corazones. A unos los matasteis, a otros los hicisteis cautivos. Os ha dado en herencia sus tierras, sus casas, sus bienes y un territorio que nunca habíais pisado . Dios es omnipotente”. Los musulmanes se volvieron contra los judíos de Medina después de cada una de estas dos últimas batallas. El Corán lo comenta: tanto la de Uhud (Sura 59, con normas para el reparto del botín): “Lo que Dios ha concedido a Su Enviado [Mahoma], de la población de las ciudades, pertenece a Dios, al Enviado, a sus parientes, a los huérfanos, a los pobres y al viajero. Para que no vaya de nuevo a parar a los que de vosotros ya son ricos. Pero si el Enviado os da algo, aceptadlo. Y si os prohíbe algo, absteneos. Y ¡temed a Dios! Dios castiga severamente” ; como la de “el foso”, como vimos. Tras esta última, rendidos los judíos, fueron degollados de 600 a 900 varones, y sus mujeres e hijos reducidos a la esclavitud . El año 628 se firma la tregua de Hudaybiyya entre musulmanes y paganos (los coraixíes) de La Meca. Significa una gran victoria moral (tras las previas bélicas) de aquellos, que, de ser despreciados como simples rebeldes, pasan a ser considerados de igual a igual. Tras el tratado del 628, los musulmanes realizan varias incursiones hacia el norte. “Seis semanas después de la tregua de Hudaybiyya, expedición sin botín, Mahoma atacó el oasis judío de Jaybar, a 150 kilómetros al norte de Medina, en mayo de 628, y lo conquistó. La mitad del producto de la tierra pasó a manos de los mil seiscientos expedicionarios, pero no directamente a los individuos, sino a sus clanes” El 630: Toma de La Meca. Que conlleva un endurecimiento de la actitud musulma-na. Claramente manifiesta en las dos ultimas Suras pronunciadas por Mahoma antes de su muerte (9 y 5, esta última de contenido más “doctrinal” en su peculiar “interpreta-ción” de la Tora y el Evangelio, tema en el cual expresamente evito entrar ahora, porque se sale del objetivo propuesto): Contra “asociadores” (“Cuando hayan transcurridos los meses sagrados [de tregua pactada], matad a los asociadores dondequiera que los encontréis. ¡Capturadles! ¡Sitiadles! ¡Tendedles emboscadas por todas partes! Si se arrepienten, hacen la azalá [oración institucional obligatoria] y dan el azaque [impuesto-limosna legal sobre los bienes], ¡dejadles en paz! Dios es indulgente, misericordioso” ); y contra cristianos y judíos (¡Combatid contra quienes, habiendo recibido la Escritura, no creen en Dios ni en el último día, ni prohíben lo que Dios y Su Enviado han prohibido, ni practican la religión verdadera, hasta que, humillados, paguen el tributo [por haber sido dejados con vida] directamente” ). Es cierto que el Corán tiene diversos lugares donde se predica el perdón. Perdón de Dios a quien se arrepiente, incluso al apóstata que se arrepiente; Dios perdona todo menos que se le “asocie”. Hay que pedir perdón a Dios, aunque sea inútil hacerlo por los hipócritas. En diversos momentos manda perdonar a otros hombres , incluso a judíos y cristianos, “a muchos de la gente de la Escritura les gustaría hacer de vosotros infieles después de haber sido creyentes... Vosotros, empero perdonad y olvidad hasta que venga Dios con Su orden” . Pero no es menos cierto que en otros muchos, como hemos visto, se predica la guerra, especialmente contra los infieles, con todas sus consecuencias: matanza de enemigos, reparto de apetitoso botín... No es menos cierto tampoco que, con el alto sentido comercial propio de un pueblo de comerciantes, al que pertenece Mahoma y en el que predica su doctrina, estimula a la guerra santa, al combate, al morir matando, a cambio de la felicidad en el cielo y librarse del infierno: “¡Creyentes! ¿Qué os pasa? ¿Por qué, cuando se os dice: «Id a la guerra por la causa de Dios!», permanecéis clavados en tierra? ¿Preferís la vida de acá o la otra? Y qué es el breve disfrute de la vida de acá comparado con la otra, sino bien poco? Si no vais a la guerra, os infligirá [Dios] un doloroso castigo. Hará que otro pueblo os sustituya, sin que podáis causarle [a Dios] ningún daño. Dios es omnipotente” . “Dios ha comprado a los creyentes sus personas y su hacienda, ofreciéndoles, a cambio, el Jardín. Combaten por Dios: matan o les matan. Es una promesa que Le obliga, verdad, contenida en la Tora [Antiguo Testamento], en el Evangelio [¿¡!?] y en el Corán. Y ¿quién respeta mejor su alianza que Dios? ¡Regoci-jaos por el trato que habéis cerrado con Él! ¡Ese es el éxito grandioso!” . “¡Creyen-tes! ¿Queréis que os indique un negocio que os librará de un castigo doloroso?: ¡Creed en Dios y en Su Enviado y combatid por Dios con vuestra hacienda y vuestras personas. Es mejor para vosotros. Si supierais Así, os perdonará vuestros pecados y os introducirá en jardines por cuyos bajos fluyen arroyos y en viviendas agradables del edén. ¡Ese es el éxito grandioso!” . Se cambia el concepto de mártir. De ser sólo “aquel creyente que se deja matar antes que apostatar de su fe o cometer acciones contrarias a ella”, pasa a ser también “aquel creyente que muere en la guerra santa (matan o les matan, o mueren al matar), en la guerra librada contra los infieles para conservar o expandir el islam” Y, lo más importante, no sólo se predica sino que se lleva a cabo con los hechos durante la vida misma de Mahoma, de modo que no cabe duda alguna de cómo él entendía e interpretaba su propia doctrina. No es tampoco extraño, pues, que, cuando unos u otros musulmanes, unas u otras sectas o escuelas musulmanas, como la wahhabita, que es la que impera en la Arabia cargada de petrodólares, y de la que procede no sólo Ben Laden, sino el dinero con el que se erigen mezquitas por todo el mundo, incluido el occidental, y los imanes que las regentan, investigan, sus raíces o fundamentos histórico-religiosos, y, en plena con-gruencia con su fe y sus creencias, tratan de vivir y actuar conforme a ellos, es decir, son fundamentalistas, sus proyectos y acciones sean de alta belicosidad, y consideren un “éxito grandioso” morir matando, a cambio de conseguir “el Jardín” prometido. Si además la vida terrenal se les ha convertido en un verdadero infierno, como por ejemplo en Palestina, se hace menos extraño aún que opten por la muerte... llevándose por delante el mayor número posible de infieles.

Cristianismo

Vayamos, pues, por último, a las raíces o fundamentos histórico-religiosos del cristianismo, surgido de la predicación y hechos de Jesús de Galilea en Palestina (en el primer tercio del s.I d.C.). Tiene que realizar su labor de predicación del Reino de Dios con gran prudencia (“Sed, pues prudentes como las serpientes, y sencillos como las palomas” ), para no provocar tal reacción que impida desde el primer instante su actividad predicadora (¿Cuanto hubiera tardado en morir apedreado si se hubiera presentado desde el primer instante como el Hijo de Dios, como el Logos, el Verbo, la Palabra, “que al principio existía... estaba con Dios... y era Dios” y que “se hizo carne” ?).. Se presenta, en palabras (“No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda” ) y hechos (circuncisión, presentación en el templo , celebraciones de las fiestas judías, etc.) como estricto cumplidor de la Ley mosaica. Pero también desde el primer momento de su predicación, Jesús empieza a ir estableciendo una nueva fe (revelación de todo el orden sobrenatural, antes desconocido, en cuyo desarrollo expresamente renuncio a entrar, para atenerme al tema previsto), y un nuevo comportamiento, una nueva moral, inmensamente superior a la de la antigua Ley: manifiesta y exige de sí mismo y sus discípulos una actitud pacífica (hacedora de paz) y de perdón y amor a los enemigos. Transcribir aquí todos y cada uno de los pasajes neotestamentarios en general, o evangélicos en particular en que aparece esta actitud en hechos o palabras, implicaría copiar una buena cantidad de páginas bíblicas. Siguiendo básicamente el Evangelio de San Mateo, demos un breve repaso a las palabras y hechos de Jesús que más directamente atañen a nuestro tema: “Bienaventurados los mansos, porque de ellos es el Reino de los Cielos... Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia... Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios... Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegráos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros” . “Habéis oído que se dijo: «Ojo por ojo, y diente por diente». Pues yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra; al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos... Habéis oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo» y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿no hacen eso también los publicanos?. Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles?” . En este mismo sentido sería interpretable la parábola de la cizaña , pero renuncio ahora a transcribirla y a tener que interpretarla. “Entonces dijo a sus discípulos: «si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame»” “Pedro se acercó entonces y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?» Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete»” . Y a continuación viene la parábola del “siervo sin entrañas” que, cuando su Rey le pide cuentas de una deuda de “diez mil talentos”, logra mover a compasión al señor, quien “le dejó en libertad y le perdonó la deuda”; a renglón seguido el perdonado “echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía”, a uno de sus “compañeros, que le debía cien denarios”. Enterado y encolerizado su señor “le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con vosotros mi padre celestial si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano” . Esa misma doctrina es la que está expresamente recogida en la oración que nos enseña Cristo, y que de hecho rezamos con más frecuencia que congruencia los cristiano, el “Padre nuestro”: “perdónanos nuestra ofensas como nosotros perdona-mos a los que nos ofenden” . Sería todo una hermosa y simplemente utópica doctrina de no ser que eso mismo que Jesús dice lo lleva personalmente a la práctica con sus hechos: En el momento de su prendimiento, en el huerto de Getsemaní, “uno de los que estaban con Jesús echó mano a su espada, la sacó e, hiriendo al siervo del sumo sacerdote, le llevó la oreja. Dícele entonces Jesús: «Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que empuñen espada, a espada perecerán. ¿O piensas que no puedo yo rogar a mi Padre, que pondría al punto a mi disposición más de doce legiones de ángeles?...»” . “Y tocando la oreja le curó”, aclara San Lucas. San Juan precisa aún más: fue Pedro el que sacó la espada, y el siervo se llamaba Malco. Que el comportamiento de Jesús es fruto de una decisión libre de la voluntad de Jesús, y no simple cobardía fruto de un miedo compulsivo, se demuestra de muchos modos: su atrevimiento para enfrentarse con escribas y fariseos, detentadores del poder religioso en su pueblo (“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas...!” ); su decisión de subir a celebrar la Pascua en Jerusalén asumiendo que allí sufrirá la pasión y muerte que previamente ha profetizado ; su serena y valiente actitud a lo largo de toda su pasión y muerte, fuera cual fuese la autoridad ante la que se hallaba, Sanedrín, Pilatos o Herodes, aún a riesgo de que sus respuestas le acarreasen mayores torturas. Por ejemplo, “Apenas dijo esto [en respuesta a Anás], uno de los guardias que allí estaba, dio una bofetada a Jesús, diciendo: «¿Así contestas al Sumo Sacerdote?». Y, sin amedrantarse, vuelve a decir Jesús, respondiendo ahora al guardia “«Si he hablado mal, declara lo que está mal; pero si he hablado bien, ¿por qué me pe-gas?»” . Estas doctrina y comportamiento llegan a su culmen en el momento de la crucifixión: “Llegados al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen»” . Tal doctrina, y concorde actuación, son sin duda disparatadas... desde un punto de vista humano. No son el camino del éxito, sino del fracaso. Hasta Pedro lo rechaza: “Y [Jesús] comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días. Hablaba de esto abiertamente. Tomándole aparte, Pedro se puso a reprenderle. Pero él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro diciéndole: «¡Quítate de mi vista, Satanás!, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres»” . Aquí está la clave de la doctrina de Jesús, en éste terreno, como en todos los demás. Contradice continuamente los criterios usuales humanos. Porque su único destino posible era... el fracaso personal de su muerte a manos de sus enemigos. Y en plena lógica, el fracaso colectivo de la comunidad de discípulos por el fundada. Antes de seguir con esa comunidad, hagamos un pequeño inciso. Hay quienes han pretendido hallar una justificación de origen evangélico a la violencia contra las personas en el episodio de la expulsión de los mercaderes del templo . Tal pretensión no resiste un mínimo análisis de los textos. San Mateo dice: “Entró Jesús en el Templo y echo fuera a todos los que vendían y compraban en el Templo; volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas...”. San Marcos precisa: “..y no permitía que nadie transportase cosas por el templo”. San Lucas es mucho más conciso en la narración de los hechos, y se limita a decir que “Entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían, diciéndoles [y repite Lucas las mismas palabras que Mateo y Marcos han puesto también en boca de Jesús] «Está escrito: Mi Casa será casa de oración. ¡Pero vosotros la habéis hecho una cueva de bandidos!»”. Ninguno de los tres refiere , como vemos, látigo ni violencia alguna contra las personas, sólo el derribo de mesas y puestos. En cambio San Juan, el último evangelista, el que quiere dejar claro lo que comprueba que está quedando oscuro años después de la difusión de los otros tres Evangelios, narra la escena añadiendo la presencia de unos animales antes no nombrados: “Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos. Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; despa-rramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: «Quitad esto de aquí. No hagáis de la casa de mi Padre una casa de mercado». Cierto que se habla de un látigo (por cierto no excesivamente hiriente, estaba simplemente constituido por unas cuerdas), pero es manifiesta su finali-dad: la expulsión de ovejas y, sobre todo, bueyes, cuyo arreo todos sabemos que es prácticamente imposible sin un látigo, unas piedras para arrojar, un palo o mejor, una “aguijada” . Es obvio que lo que encontró más a mano Jesús fue un manojo de cuerdas para improvisar un látigo de fortuna. La doctrina y los hechos de Jesús son aceptados e imitados por sus discípu-los tras la Resurrección y, sobre todo, Pentecostés. El primer mártir cristiano, San Esteban, muere perdonando a los que lo matan a pedradas . Su perdón sin duda alcanza sin duda a Saulo-San Pablo, que de cuidar los vestidos de los que apedreaban a Esteban y luego perseguir cristianos, pasa, tras su conversión, a decir y hacer: “Bendecid a los que os persiguen, no maldigáis... Sin devolver a nadie mal por mal; procurando el bien ante todos los hombres; en lo posible, y en cuanto de vosotros dependa, en paz con todos los hombres; no tomando la justicia por cuenta vuestra, queridos míos, pues dice la Escritura: Mía es la venganza, yo daré el pago merecido, dice el Señor. Antes al contrario: si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber; haciéndolo así amontonarás ascuas sobre su cabeza. No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien” . San Pablo asume también lo absurdo de su doctrina ante los ojos de los hombres. “Así, mientras los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos y necedad para los gentiles; más para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Porque la necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad divina, más fuerte que la fuerza de los hombres” . Debió de ser esa necedad y debilidad divina, la que hizo que los cristianos, “sin disparar un solo tiro”, que diríamos hoy día, es decir, “sin pasar ellos a nadie a filo de espada”, de acuerdo a las armas de su época, y tras varios siglos de cruentas y frecuentes persecuciones contra ellos, que llenaron de mártires el santoral cristiano, conquistaran el Imperio Romano, llegando a ser la “Religión oficial” de ese Imperio a comienzos del s.IV. La expansión del cristianismo por el Imperio Romano y sus aledaños fue, ante la historia, una expansión realizada por la persuasión y el convenci-miento de las inteligencias y las voluntades. Los creyentes en Cristo pensamos que esa expansión se debió a algo más: a la continua intervención gratuita de la fuerza divina que cambia a los hombres por dentro sin necesidad de violentarlos por fuera. ¿Qué paso en la Iglesia en los siglos posteriores para que ella misma se hiciera belicosa, ofensiva, represiva... y olvidara sus raíces y fundamentos? Esa es otra historia. Larga y compleja. De la que por supuesto tampoco intentaré nunca hacer un tratado. Pero sobre la que también tengo algunas ideas que... algún día, si Dios quiere, dejaré por escrito. Pero, para evitar cualquier posible confusionismo del auténtico pacifismo cristiano con los seudopacifismos generalmente antimilitaristas pero muchas veces revolucionarios actuales, creo importante resaltar algo: cuando Jesús cura milagrosamente al criado del Centurión, es decir, de un oficial del ejército roma-no, como todos sabemos , expresa admiración por su fe, y no dice una sola palabra de reproche por su profesión. Igualmente, en todo el largo episodio del bautismo del Centurión Cornelio y su familia por Pedro en Cesarea, tan detallada como interesantemente narrado en los Hechos de los Apóstoles , no hay una sola palabra de reproche hacia la profesión militar de Cornelio. Consta también que hubo militares entre los cristianos de esos primeros siglos en que se vivía espíritu pacifista hasta la propia muerte. ¿Es pues compatible ser cristiano y ser militar? Sin duda lo es. ¿Es explicable este aparente absurdo?. Sin duda tam-bién. ¿Conozco esa explicación?. Creo que sí. Pero es también larga y compleja, ya que implica analizar la relación entre el orden natural de la justicia y el orden sobrenatural de la caridad. Sobre ello tengo igualmente algunas ideas que... algún otro día, si Dios quiere, espero poder dejar por escrito. Una última pregunta: ¿puede el cristianismo en general, y el catolicismo en particular volver a reconquistar una sociedad que, al menos aparentemente, se le está yendo de las manos? ¿ puede incluso expandirse, misioneramente, por espacios geográficos a los que parece le está vedado el acceso ?por ejemplo el mundo musulmán??. Y una última respuesta, que es una conclusión: Sí puede..., sí podemos..., si volve-mos a nuestras raíces y fundamentos, si aceptamos pensar y obrar de modo que Cristo no tenga de nuevo que repetirnos el reproche que dirigió a Pedro: tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres.

Fray Fernando Fragoso Lousteau O.P.

Puerto Maldonado, Perú, 15 de diciembre de 2002.

Selección José Gálvez Krüger 05-04-2009.