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Sábado, 23 de noviembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Corazón de María: Nupcial»

De Enciclopedia Católica

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“En Nazaret la Virgen inmaculada unida a José el Justo por un amor profundo y purísimo, te entona cánticos y te adora en silencio, te celebra mediante su vida y te glorifica con su trabajo”  
 
“En Nazaret la Virgen inmaculada unida a José el Justo por un amor profundo y purísimo, te entona cánticos y te adora en silencio, te celebra mediante su vida y te glorifica con su trabajo”  
  
Bertrand de Margerie S.J.
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[[Bertrand de Margerie S.J.]]
  
Traducido del francés por José Gálvez Krüger para la Enciclopedia Católica
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Traducido del francés por [[José Gálvez Krüger]] para la Enciclopedia Católica

Revisión de 08:38 25 ene 2010

Podría pensarse que, subjetivamente, la Virgen María eligió25 a José, el hombre justo predestinado26 para esta misión; justamente como esposo para poder conservar la virginidad consagrada, en el seno de una sociedad judía donde el celibato consagrado no era practicado sino por los grupos marginales Esenios. Pero objetivamente este matrimonio virginal tenía además, como lo enseña Roberto Belarmino27, otros fines: preservar a la Virgen de la sospecha de adulterio y ayudarla en la educación del Dios - Niño. Este matrimonio virginal produjo, en el Corazón de la Virgen, un amor creciente y único por San José, guardián de su virginidad; virgen él mismo para ella28 y por ella; con ella educador del Hombre - Dios, Mesías y Salvador. El nombre de Jesús, que María y José conjuntamente confirieron al Hijo de Dios, de Adán y de David, en obediencia a la voluntad divina, fue el nudo supremo de este amor indisolublemente virginal y nupcial. En el cielo como en la tierra, el Corazón de María ama a José con este amor que ella no tiene ni podrá tener por ninguna otra criatura. ¿Cuál otra habría podido tener el derecho a un amor tan íntimo? San José es el amigo aparte; el amigo único de María, que ella ama más que a los ángeles y a los santos más perfectos, y que quería más santo que toda criatura. María supo ser deudora a José del honor, de la vida (sin él, recalca San Jerónimo, ella pudo ser lapidada), del pan cotidiano y supo deberle a Jesús mismo, que no hubiera podido ser concebido virginalmente en ella sino gracias a la virginidad de San José30. Honrando al Corazón de María, no sabríamos hacer abstracción de este objeto privilegiado de su amor que fue San José. Salvo algunas excepciones y algunos tratamientos parciales y locales, este amor y este matrimonio no han encontrado en las síntesis mariológicas, el lugar que merecen.31 ¿No será, acaso, que no se ha remarcado suficientemente la significación eclesial, a pesar de ser percibida por Sauvé? 32 “Dios - nos dice - decidió desde la eternidad entregar su Hijo al mundo, pero sólo gracias a este matrimonio virginal. Este matrimonio era tanto más cierto cuanto era el signo y la prenda más perfecta, después de la Encarnación, de la unión de Jesús con su Iglesia. Esta unión, que el matrimonio de José y María anuncia, se inaugura en la perfección. Aunque la unión de Jesús con su Iglesia no será más que la prolongación - necesariamente menos perfecta - de este matrimonio vivificado por la presencia de Jesús. Porque en el futuro ¿a qué alma podría estar unido Jesús tan íntimamente y tan profundamente que a las de María y de José, unidas entre ellas por Él? 33 La Iglesia, Esposa virginal de Cristo, su Salvador, cuyas nupcias son sacramentalmente representadas y actualizadas por todos los matrimonios cristianos, ama en el Corazón de María la irrevocable decisión de un matrimonio virginal, y el amor nupcial único por San José, condiciones y fuentes de su propia existencia. En el corazón nupcial de la Inmaculada, la Iglesia ama, también, con un amor fiel e indisoluble a San José, causa ejemplar y meritoria de su propio amor invencible por Jesús. Un amor casto, fuente de castidad conyugal para los esposos cristianos; un amor cuya contemplación le hace seguir más fácilmente la sugerencia del Apóstol Pablo: “privarse el uno del otro de común acuerdo, por un tiempo, para dedicarse a la oración” (1 Co 7,5). La Iglesia sabe, por lo demás, que reflexionando sobre este matrimonio virginal, su prototipo, está llamada a descubrir más exactamente que “la esencia del matrimonio consiste en la unión indivisible de los espíritus, en virtud de la cual los esposos están mutuamente obligados a la fidelidad”, como lo subrayaba Santo Tomás de Aquino34. La contemplación del matrimonio virginal de María y de José ha hecho comprender a la Iglesia que el matrimonio ya es verdadero antes de ser consumado carnalmente. ¿No es, también, una consideración orante de este matrimonio único - al menos en parte - el origen del audaz contrato mediante el cual San Juan Eudes tomó a María por Esposa mística? 35. Se comprende, entonces, que el culto de la Iglesia para con el Corazón de María lleva a glorificarlo como el corazón virginal y nupcial de la Esposa de José. Y es como tal que María es el Corazón de una Iglesia Esposa y Virgen. En su exhortación apostólica sobre La figura y la misión de San José en la vida de Cristo y de la Iglesia (15 de agosto de 1989), Juan Pablo II nos ayuda a contemplar el matrimonio de María con José: “Las palabras dirigidas (por el Ángel del Señor) a José son muy significativas: “No temas recibir contigo a María, tu mujer, pues su concepción es del Espíritu Santo” (Mt 1, 20). Explican el misterio de la Esposa de José: María es virgen en su maternidad... Lo que se cumplió en ella por obra del Espíritu Santo expresa, al mismo tiempo, una particular confirmación del vínculo esponsal que ya existía entre María y José. De esta manera su matrimonio con María su realizó por voluntad de Dios, debiendo ser conservado. En su maternidad divina, María debe continuar viviendo como “una virgen, desposada con un varón” (cf. Lc 1,27) . En las palabras de la anunciación nocturna, prosigue el Papa, José vuelve a oír la verdad sobre su propia vocación. Justo, ligado a la Virgen con un amor esponsal, José es llamado nuevamente por Dios a este amor. Si aquello que es engendrado en María viene del Espíritu Santo, ¿no es necesario concluir que su amor de hombre es, también, regenerado por el Espíritu Santo? ¿no es necesario pensar que el amor de Dios derramado en el corazón del hombre por el Espíritu Santo (Rm 5, 5), da forma de la manera más perfecta a todo amor humano? Forma también - y de una manera muy singular – “el amor esponsal de los esposos”. La profundidad de esta intimidad, la intensidad espiritual de la unión y del contacto interpersonal del hombre y de la mujer provienen, en definitiva, del Espíritu que vivifica. José, obedeciendo al Espíritu Santo, encontró en él la fuente de su amor esponsal de hombre (Redemptoris custos, 18 - 19). Se ve: para Juan Pablo II, el Corazón de María Esposa favorece la eclosión de un auténtico amor conyugal. Es en el Corazón inmaculado de aquella que los Padres y Doctores llaman algunas veces la Esposa del Padre, la Esposa del Hijo (Cirilo de Alejandría, Roberto Belarmino), la Esposa del Espíritu (León XIII) y que es también la esposa no desposada, (ver la expresión de la liturgia bizantina) según el Espíritu y no según la carne, de José que los justos pueden sacar el tesoro de un casto amor conyugal, ligado por la gracia sacramental del matrimonio. El prefacio de la misa de Nuestra Señora de Nazaret nos presenta la magnífica conclusión resultante con forma de alabanza:

“En Nazaret la Virgen inmaculada unida a José el Justo por un amor profundo y purísimo, te entona cánticos y te adora en silencio, te celebra mediante su vida y te glorifica con su trabajo”

Bertrand de Margerie S.J.

Traducido del francés por José Gálvez Krüger para la Enciclopedia Católica