Diferencia entre revisiones de «Imágenes de la Anunciación de María»
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Juan Interian de Ayala El Pintor Cristiano y erudito 1782
Es muy digna de ser admirada, y alabada la suave, y eficaz Providencia de Dios, y su amor, y benignidad para con la Bienaventurada Virgen. Pues pudiendo hacer que su Hijo, á quien había engendrado desde la eternidad, tomase carne en las entrañas de María sin prestar ella ningún consentimiento, y aun sin tener de ello ninguna noticia, como afirman comúnmente los Teólogos; quiso sin embargo, que por medio del Arcángel se cerciorara la Divina Señora de un tan estupendo, é inaudito prodigio, y que prestara ella misma su humilde, y reverente consentimiento, para que la Inmaculada Madre del Verbo Divino, concibiera primero en su mente, que en su cuerpo, al mismo Verbo subsistente en la naturaleza humana, como elegantemente habla S. León Magno: sobre que yo mismo he dicho en otra parte algunas cosas, que podrá verlas quien gustase. Lo que he querido tocar aquí brevemente, para que adviertan los Pintores la propiedad, y decoro, y al mismo tiempo la respetuosa majestad, con que deben portarse en la Pintura de este Misterio: sin embargo de que algunas veces (bien que ya no con mucha frecuencia) se hayan apartado algún tanto de estas reglas.
Ya advertirnos arriba ser no solamente erróneo, sí también peligroso en la Fé, el modo de representar este Misterio, que justamente reprehendió S. Antonino, cuando dijo: Son también reprensibles los pintores, cuando pintan cosas que son contra la Fé: por ejemplo, cuando en la Anunciación nos representan, que formado ya un niño pequeño, esto es, Jesús, se mete en las entrañas de la Virgen, como si su cuerpo no hubiese sido tomado de la substancia de esta Señora. Pero, como hayamos refutado ya esto mismo en otra parte, no hay para que detenernos aquí en referir muchas cosas, que podían decirse sobre este particular. Baste advertir, que estas Pinturas, é Imágenes, deben omitirse enteramente, y aun (segun yo pienso) deben borrarse, ó quitarse, si todavía ha quedado alguna de ellas. Porque, si bien podrían interpretarse en otros sentidos píos, como observó un Teólogo, que escribió sobre estas materias; sin embargo, no veo por que deba hacerse tanto caso de dichas Pinturas (que por lo menos son rudas, y ridículas), que por ellas se haya de recurrir á un sentido muy remoto, y escondido. Esto supuesto, examinemos otras cosas, en las cuales algunos Pintores (aun de los que no son del vulgo) no tanto se manifiestan erróneos, ó que dan motivo á error, como ridículos. Y para tratar esto con mas método, hablaré: I. acerca del lugar: 2. acerca del Arcángel, que tuvo el honor de ejercer tan grande, y excelente Embajada: 3. acerca de la misma Virgen, á quien se hizo este anuncio celestial: 4. finalmente acerca de algunas otras cosas, que se añaden por lo común, y con mucha oportunidad en la descripción de dicho Misterio.
Por lo que respecta al lugar, quiero se tenga presente, que esta mi obra, tal cual ella es, la escribo para pintores píos, y cuerdos, y por decirlo de una vez, Católicos. Lo que advierto aquí, porque como los Herejes de nuestros tiempos son de un ánimo feroz, y mal intencionados contra la Santísima Madre de Dios, no han faltado entre ellos, algunos, á quienes refiere sin expresar sus propios nombres el Doctor Eximio (pues no son dignos de nombrarse los enemigos del nombre de María), los cuales han dicho, que habiendo enviado Dios el Angel á María, buscó á la Purísima Señora, que andaba vagueando por las plazas; pero que habiéndola finalmente encontrado, le había hablado: como tampoco han faltado otros, que han creído semejantes, ó iguales disparates: sobre lo cual, óigase á un varón de acendrado juicio, que dice así: Acerca de esto (á saber, sobre lo que acabamos de decir) los herejes, que hoy ponen duda en ello, y quieren persuadirse, que la Santísima Virgen estaba en casa de algún pariente suyo haciendo labor con las demás criadas, parécenme, que tienen un genio propio de Judíos. Por lo que, no les debemos creer mas, que á aquel Autor apócrifo del Protoevangelio, que corre con el nombre de S. Jacobo, donde leemos, que la Bienaventurada Virgen casualmente había salido por agua, cuando se le apareció el Ángel. Pero volvamos á los Pintores, que no son sospechosos de tan grande impiedad. Algunos de ellos representaron un lugar sobradamente distante de la profesión, sencillez, y santidad de la Santísima Virgen: pues abusando sin moderación de su ingenio mal aplicado, figuraron, no una habitación modesta, y verdaderamente pobre, según convenía á la Virgen, sino una sala de un palacio real, sostenida con grandes columnas, enladrillado el suelo magníficamente; y figurando además dentro de ella, una cama desproporcionada, adornada de ricos tapices, de almohadas, y colgaduras, á que añaden otras cosas semejantes, que con razón las reprende el gran Cardenal Gabriel Paleoto, el cual había determinado continuar, y concluir esta misma obra, que yo tengo entre manos, y lo hubiera conseguido, á no haberse opuesto la muerte á sus doctas empresas, y trabajos. Por lo que mira al Arcángel S. Gabriel, hay algunos, ó á lo menos, los ha habido, que le pintaron de edad, ó figura pueril: pero esto no es mas que desatinar. Pues el razonamiento de uno de esta edad, y aspecto, no tendría representación, ni seria á propósito: particularmente acostumbrando Dios ordenar, y disponer todas las cosas de un modo conveniente, y proporcionado. Al contrario, no ha faltado (como ya lo notamos arriba) quien, para precaver toda ocasión de pensamiento impuro de la plática de la Virgen con un joven; pintó al Arcángel S. Gabriel en figura de viejo, la barba, y el cabello largo, y cano, de suerte que en vez de estar adornado, estaba disforme. Pero casi parece increíble, sin embargo que debemos dar fe á un Pintor juicioso, grave, y erudito, que refiere haber visto él mismo en la representación de este Misterio, pintado al Arcángel S. Gabriel con vestiduras Sacerdotales, y vestido con Capa Pluvial; en cuya orilla se veían las Imágenes de los Apóstoles, y aun la del mismo Cristo saliendo del sepulcro: a lo que había añadido, este gracioso pintor, otras cosas semejantes, como Rosarios, y anteojos colgados de la pared, lo que solo de referirlo, me avergüenzo. He visto yo también, no lo mismo, que refiere Pacheco; pero sí, adornado en parte el Arcángel con vestiduras Sacerdotales; esto es, con Alba, y una estola puesta ante el pecho á manera de cruz, y el cíngulo, que apretaba sus extremidades. Todo lo cual, y otras cosas semejantes, aunque no sean errores contrarios á la Fé, y buenas costumbres, son por lo menos necedades ridículas, y propias de viejas. Se ha, pues, de pintar al Arcángel S. Gabriel en este Misterio, en figura de un joven modesto, y bien parecido, adornado con alas, y cubierto decentemente con vestiduras resplandecientes, y de varios colores, que lleguen hasta sus pies. Pero sería lo mejor, si se le pintara arrodillado ante aquella Señora, á quien el mismo Dios, y Señor de todo lo criado, había elegido para Madre suya. Por lo que, seria reprensible el pintarle volando por el aire abiertas las alas, por no expresar dicho movimiento aquel decoro, que pide tan grande Misterio.
Mas, por lo perteneciente á la Purísima, é Inmaculada Virgen, no se la debe pintar de pie (lo que sin embargo hicieron Pintores de gran nota) ni en ademán de huir del Angel, ó como que por vergüenza cubría su rostro con un velo: cosa que solo el pensarla, es suma locura. Tampoco se la debe pintar sentada, como que el Paraninfo celestial la hubiese encontrado haciendo labor, cuya Pintura he visto yo algunas veces: sino (lo que es mucho mas probable, y decente) arrodillada, teniendo juntas las manos ante el pecho, ó cruzados los brazos. Pues, como notó un varón muy sabio, y versado en estas materias: En la Historia Evangélica de la Encarnación del Señor, no expresan los Evangelistas, qué es lo que estaba haciendo la Bienaventurada Virgen, cuando entró el Arcangel S. Gabriel para saludarla: si estaba en pie, sentada, ó de rodillas, ocupándose en pías meditaciones. Y por cuanto al pintar esta historia, necesariamente se ha de añadir una de estas cosas; está ya recibido por un cierto común consentimiento entre los Pintores, y aprobación de los demás, lo que tiene mas probabilidad. Pues es muy probable, que estando de rodillas la Beatísima Virgen, se ocuparía entonces en la meditación de nuestra redención. Porque, si el Arcángel S. Gabriel no anunció á Daniel, varón de deseos, la Natividad de Cristo, ni el Precursor del Mesías anunció esto mismo al Sacerdote Zacarías, sino cuando ambos estaban en profunda meditación ¿acaso podremos persuadirnos, que el Arcángel S. Gabriel vino á esta Virgen, no estando ella ocupada en las cosas de Dios? Pero, el que pinten á dicha Señora, vestida no solo con túnica blanca, y resplandeciente, y tejida con flores de oro, como frecuentemente se hace; sino también adornada con vestidos encarnados, y cerúleos, y no del color nativo de la misma ropa; aunque esto lo aprueban otros, y lo que es mas, algunos de los que intentan, ó pretenden instruir á los Pintores, manden que lo hagan así; á mí no me agrada: como ni tampoco, el que la pinten descubierta la cabeza, tendido el cabello por su cuello, sino antes cubierta con mucha modestia su cabeza con un velo verdaderamente virginal. Véase lo que dijimos arriba, tratando de las Imágenes de la Virgen en general.
Suelen tambien pintar en la parte superior de esta Imagen, al Padre Eterno, abierto el Cielo, y algunos Ángeles en figura de párvulos, que le asisten, y además al Espíritu Santo en figura de paloma, despidiendo por todas partes rayos de luz, que llegan hasta la Purísima Virgen. Todo esto puede decirse, que lo hacen con bastante propiedad, y decencia, por ser bastante conforme á las palabras del Evangelio, que dice: El Espíritu Santo vendrá sobre tí, y la virtud del Altísimo te hará sombra. Pero, el que algunos añadan al Hijo en figura humana sentado á la diestra de Dios Padre, es cosa, que en ninguna manera puedo aprobarla: pues en la representación de este hecho, se pretende poner á la vista lo mismo, que realmente sucedió; esto es, que el Hijo engendrado desde la eternidad, toma la naturaleza humana de la Virgen, y por tanto, no debe figurarse ya vestido de carne humana. Volviendo ahora á lo que dejamos dicho, el Cuarto de la Virgen no debe pintarse á semejanza de una sala real, sino de una habitación particular: no adornado con alhajas superfluas, sino con otras verdaderamente pobres, y sencillas; con lo que dice bien, una, ú otra silla, una cama regular, y modesta, alguna arca, y otras cosas semejantes, bien que no muchas: entre las cuales puede ponerse también un pequeño escritorio, en cuya ínfima grada pueda arrodillarse, y sobre el cual esté abierto un libro. Añádese también á esta Pintura una cándida azucena, ó un ramo de estas hermosísimas flores. No que con esto se pretenda significar, que en aquel tiempo del año floreciesen las azucenas, ó que la Bienaventurada Virgen, que estaba muy lejos de toda afectación, tuviese alguna azucena bordada, ó de cera, sino que solamente se pone (y muy á menudo) para significar la pureza, y perpetua virginidad de la Santísima Señora; la cual, así por su virginidad, como por su purísima vida, consiguió el que con razon se la comparase á la azucena entre las espinas. A esto alude aquel rytmo, con que, dicen, se deleytaba el piadosísimo Prelado, y Martir de la Iglesia, Santo Thomas Cantuariense: Gaude quia Deo plena/ Peperisti sine pœna/ Cum pudoris lilio
Suele haber alguna diferencia en pintar dicha azucena: Algunos la pintan en un vaso, ó en una copa; otros (que es lo mas frecuente) en la mano del Arcángel S. Gabriel, en lugar de vara, ó de cetro. Todo lo cual parece se ha discurrido con bastante probabilidad. Mas, sobre si debe, ó puede pintarse bien, y juiciosamente, una vela ardiendo, para quitar del cuarto de la Virgen la obscuridad, y las tinieblas, es cosa que puede dudarse muy bien, por el motivo de que, si bien no es cosa cierta, y, definida, que el Arcángel hiciese su embajada á María, por la mañana, ó á medio día, por la tarde, ó de noche; sin embargo son comúnmente de parecer los hombres mas doctos, que la hizo de noche, y cuando esta estaba ya muy adelantada: por cuanto este tiempo en especial, es el mas apto para la contemplación de las cosas celestiales, y para recibir las ilustraciones divinas. Y aunque no sin fundamento pudiera decirse, que el mismo Arcángel con la luz que despedía de si mismo, alumbró, y llenó de claridad la habitación; siendo una cosa sabida, que este mismo género de milagro aconteció en la cárcel de Jerusalén, donde por orden de Herodes Agripa, estaba Pedro encerrado, y atado con cadenas, como consta claramente de la relación de S. Lucas, que dice: En la misma noche estaba Pedro durmiendo entre dos soldados : y he aquí que se manifestó el Ángel del Señor, y resplandeció la luz en la cárcel. Aunque, como digo, pudiera pensarse no fuera de Propósito, haber acontecido lo mismo en nuestro caso; sin embargo, no es muy fácil de creer por otra parte, que la Virgen, en el profundo silencio de la noche, estuviera en oración, careciendo de toda luz de vela, ó candela. Pero yo, por ser esta una cosa totalmente incierta, nada afirmo: pues, ni está en uso (á lo menos, es muy poco común) el pintar semejante vela, ó velón; ni, por lo que acabamos de decir, será reprehensible el Pintor, que quiera pintar dicha luz en esta ocasión.
Juan Interian de Ayala
El Pintor Cristiano y erudito 1782
Adaptado por José Gálvez Krüger para la Enciclopedia Católica