Diferencia entre revisiones de «Jerusalén (Después de 1291)»
De Enciclopedia Católica
(Página nueva: Jerusalén (después de 1291) I Historia Política El dominio latino sobre Jerusalén llegó realmente a su fin el 2 de octubre del 1187, cuando la ciudad abrió sus puertas a Saladi...) |
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El dominio latino sobre Jerusalén llegó realmente a su fin el 2 de octubre del 1187, cuando la ciudad abrió sus puertas a Saladino (Yusuf ibn Ayyub, Salah-ed-din, emir de Egipto, 1169-93), aunque algunos fragmentos del reino latino en Palestina duraron otro siglo más. Federico II obtuvo posteriormente mediante un tratado una breve posesión de Jerusalén y hasta prácticamente nuestros días el título de “Rey de Jerusalén” confería cierto esplendor vacuo a los nombres de varios soberanos europeos. No obstante lo anterior, después de 1187 se cerró el episodio del gobierno cristiano y latino sobre la Ciudad Santa. A partir de esta fecha la ciudad regresó a su antiguo estatus bajo un gobierno musulmán, en el cual los peregrinos cristianos eran cuando más, solamente tolerados. | El dominio latino sobre Jerusalén llegó realmente a su fin el 2 de octubre del 1187, cuando la ciudad abrió sus puertas a Saladino (Yusuf ibn Ayyub, Salah-ed-din, emir de Egipto, 1169-93), aunque algunos fragmentos del reino latino en Palestina duraron otro siglo más. Federico II obtuvo posteriormente mediante un tratado una breve posesión de Jerusalén y hasta prácticamente nuestros días el título de “Rey de Jerusalén” confería cierto esplendor vacuo a los nombres de varios soberanos europeos. No obstante lo anterior, después de 1187 se cerró el episodio del gobierno cristiano y latino sobre la Ciudad Santa. A partir de esta fecha la ciudad regresó a su antiguo estatus bajo un gobierno musulmán, en el cual los peregrinos cristianos eran cuando más, solamente tolerados. | ||
Tan pronto como el ejército de Saladino ocupó la ciudad comenzó la destrucción de todo indicio del gobierno cristiano. Arrancaron la gran cruz dorada de la Cúpula de la Roca, rompieron las campanas, saquearon las iglesias y conventos, restauraron todas las edificaciones que habían sido mezquitas (especialmente la Cúpula de la Roca y la mezquita de El-Aqsa), convirtieron iglesias en establos y graneros, fundaron escuelas y hospitales musulmanes así como todas las demás instituciones piadosas que se agrupan bajo el nombre de waqf. Mientras Europa quedaba atónita por la perdida de la Ciudad Santa y preparaba una nueva cruzada para la recaptura, se enviaron a todos los rincones del mundo musulmán cartas anunciando la grata noticia de que El-Quds había sido purificado y devuelto a los verdaderos creyentes. Sin embargo, debido a una promesa realizada por Omar, Saladino permitió que el Santo Sepulcro y algunas pocas iglesias quedaran en manos de los cristianos (ortodoxos), aunque para el uso de las mismas tenían que pagar un fuerte tributo. La iglesia de los Caballeros de San Juan fue convertida en hospital (en el lugar que todavía se llama Muristán, del farsi “hospital”, donde se encuentra ahora la iglesia protestante alemana). Saladino reforzó las murallas de la ciudad al conocer de la aproximación y amenaza de la tercera cruzada en 1191 (con el rey Ricardo de Inglaterra o Ricardo Corazón de León, 1157-1199 N.de T.). En 1219 el sultán Malik-el-Mu’azzam (m. 1227, virrey de El-Mansur en Damasco) ordenó el derribo de las murallas por miedo que sirvieran de protección a los francos. En 1229 comenzaría otro pequeño interludio. El emperador Federico II (1212-50) llevó a cabo la quinta cruzada y obtuvo mediante un tratado con el sultán de Egipto, El-Kamil (1219-38) la posesión de Jerusalén, Belén, Nazaret y las rutas de peregrinación provenientes de Jaffa y Akka (San Juan de Acre N.del T.) durante un período de diez años y medio. La ciudad no fue fortificada y el Haram esh-sherif (el área del Templo) quedó como una posesión exclusiva de los musulmanes. En 1239 el emir de Kerak, En-nasir Daud, conquistó una vez más Jerusalén, destruyó la Torre de David y en 1243 retiró los derechos de los latinos sin que mediara ningún tipo de estipulación. Esto condujo a la pérdida definitiva de la ciudad porque Essalih Ayyub, califa de Egipto (1238-49), convocó a las tribus salvajes del Jorezm o Jwarizm (Mesopotamia) para reconquistarla. Estas tribus que se volcaron sobre Siria saqueando y asesinando, asolaron Jerusalén en septiembre de 1244. En la masacre que tuvo lugar perecieron 7000 cristianos; siendo la ciudad restituida una vez más y de forma definitiva al imperio del califa. Desde este momento las propiedades que le restaban a los latinos en Palestina se perdieron una tras otra en rápida sucesión. El último reducto, Akka (San Juan de Acre) cayó en 1291. | Tan pronto como el ejército de Saladino ocupó la ciudad comenzó la destrucción de todo indicio del gobierno cristiano. Arrancaron la gran cruz dorada de la Cúpula de la Roca, rompieron las campanas, saquearon las iglesias y conventos, restauraron todas las edificaciones que habían sido mezquitas (especialmente la Cúpula de la Roca y la mezquita de El-Aqsa), convirtieron iglesias en establos y graneros, fundaron escuelas y hospitales musulmanes así como todas las demás instituciones piadosas que se agrupan bajo el nombre de waqf. Mientras Europa quedaba atónita por la perdida de la Ciudad Santa y preparaba una nueva cruzada para la recaptura, se enviaron a todos los rincones del mundo musulmán cartas anunciando la grata noticia de que El-Quds había sido purificado y devuelto a los verdaderos creyentes. Sin embargo, debido a una promesa realizada por Omar, Saladino permitió que el Santo Sepulcro y algunas pocas iglesias quedaran en manos de los cristianos (ortodoxos), aunque para el uso de las mismas tenían que pagar un fuerte tributo. La iglesia de los Caballeros de San Juan fue convertida en hospital (en el lugar que todavía se llama Muristán, del farsi “hospital”, donde se encuentra ahora la iglesia protestante alemana). Saladino reforzó las murallas de la ciudad al conocer de la aproximación y amenaza de la tercera cruzada en 1191 (con el rey Ricardo de Inglaterra o Ricardo Corazón de León, 1157-1199 N.de T.). En 1219 el sultán Malik-el-Mu’azzam (m. 1227, virrey de El-Mansur en Damasco) ordenó el derribo de las murallas por miedo que sirvieran de protección a los francos. En 1229 comenzaría otro pequeño interludio. El emperador Federico II (1212-50) llevó a cabo la quinta cruzada y obtuvo mediante un tratado con el sultán de Egipto, El-Kamil (1219-38) la posesión de Jerusalén, Belén, Nazaret y las rutas de peregrinación provenientes de Jaffa y Akka (San Juan de Acre N.del T.) durante un período de diez años y medio. La ciudad no fue fortificada y el Haram esh-sherif (el área del Templo) quedó como una posesión exclusiva de los musulmanes. En 1239 el emir de Kerak, En-nasir Daud, conquistó una vez más Jerusalén, destruyó la Torre de David y en 1243 retiró los derechos de los latinos sin que mediara ningún tipo de estipulación. Esto condujo a la pérdida definitiva de la ciudad porque Essalih Ayyub, califa de Egipto (1238-49), convocó a las tribus salvajes del Jorezm o Jwarizm (Mesopotamia) para reconquistarla. Estas tribus que se volcaron sobre Siria saqueando y asesinando, asolaron Jerusalén en septiembre de 1244. En la masacre que tuvo lugar perecieron 7000 cristianos; siendo la ciudad restituida una vez más y de forma definitiva al imperio del califa. Desde este momento las propiedades que le restaban a los latinos en Palestina se perdieron una tras otra en rápida sucesión. El último reducto, Akka (San Juan de Acre) cayó en 1291. | ||
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En junio de 1967 estalló la tercera guerra Árabe-Israelí o “Guerra de los seis días” y las fuerzas israelitas tomaron la zona oriental de la ciudad que fue anexionada inmediatamente, de facto, al resto del municipio. A pesar de las protestas de los países árabes, el parlamento israelí declaró en 1980 la Jerusalén reunificada como capital eterna de Israel mediante la Ley de Jerusalén. Esta ley fue declarada nula por el Consejo de Seguridad de la ONU, sin efectos prácticos hasta hoy. | En junio de 1967 estalló la tercera guerra Árabe-Israelí o “Guerra de los seis días” y las fuerzas israelitas tomaron la zona oriental de la ciudad que fue anexionada inmediatamente, de facto, al resto del municipio. A pesar de las protestas de los países árabes, el parlamento israelí declaró en 1980 la Jerusalén reunificada como capital eterna de Israel mediante la Ley de Jerusalén. Esta ley fue declarada nula por el Consejo de Seguridad de la ONU, sin efectos prácticos hasta hoy. | ||
Durante las décadas de 1980 y 1990, mientras que Israel seguía manteniendo su reclamación sobre la totalidad de su territorio, los palestinos exigían la devolución de Jerusalén Este, incluyendo la Ciudad Antigua y los Santos Lugares. En septiembre de 1993 Israel y la Organización para la Liberación de Palestina firmaron un tratado de paz que incluía la necesidad de negociar un acuerdo sobre el futuro estatutos político de la ciudad. En septiembre de 1996, la construcción de un túnel bajo la Ciudad Antigua de Jerusalén durante la administración de Benjamín Netanyahu, condujo a la resurrección de la intifada palestina en la ciudad. En 1997 la creación de un barrio judío en una colina árabe de Jerusalén supuso el inicio de nuevas revueltas, dificultando el proceso de paz en la zona. | Durante las décadas de 1980 y 1990, mientras que Israel seguía manteniendo su reclamación sobre la totalidad de su territorio, los palestinos exigían la devolución de Jerusalén Este, incluyendo la Ciudad Antigua y los Santos Lugares. En septiembre de 1993 Israel y la Organización para la Liberación de Palestina firmaron un tratado de paz que incluía la necesidad de negociar un acuerdo sobre el futuro estatutos político de la ciudad. En septiembre de 1996, la construcción de un túnel bajo la Ciudad Antigua de Jerusalén durante la administración de Benjamín Netanyahu, condujo a la resurrección de la intifada palestina en la ciudad. En 1997 la creación de un barrio judío en una colina árabe de Jerusalén supuso el inicio de nuevas revueltas, dificultando el proceso de paz en la zona. | ||
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II El Santo Sepulcro | II El Santo Sepulcro | ||
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Los cruzados encontraron el grupo de construcciones tal y como fueron dejadas por la restauración de Constantino IX (1048; ver arriba). Desde 1140 hasta 1149 se llevó a cabo bajo la dirección de un arquitecto, el maestro Giordano, una reparación capital de todo el conjunto y la construcción de una gran catedral de estilo franco-románico. Al este de la rotonda ubicada sobre la Anastasis se construyó el transepto, y algo más alejados, rodeados por un pasillo, se fabricaron el coro, el ábside y un arco de triunfo en la unión con la rotonda. La iglesia central se comunicada con numerosas capillas. Desde los escalones del ábside se llegaba a la capilla de Santa Elena. La entrada estaba dirigida hacia el sur, dirección en la cuál el Santo Sepulcro se transformaba en una gran construcción. Desde el coro se podía observar tanto la Anastasis como el interior de todas las capillas. Es esta iglesia levantada por los cruzados la que todavía se puede observar: las hermosas puertas de estilo románico, especialmente las orientadas en el lado sur le confieren al templo un estilo oriental. Se realizaron ligeras reparaciones en 1244, 1310, 1400 y 1719. En 1808 la rotonda se quemó hasta los cimientos y los ortodoxos convencieron al gobierno turco de que se les permitiera llevar a cabo la reconstrucción. El arquitecto clausuró el arco de triunfo destruyendo de esta forma la unidad del conjunto, y reemplazó las viejas columnas de la rotonda por toscos pilares, también encerró la tumba en una cubierta de mármol. El coro de la Iglesia cruzada se trasformó en el actual Katholikon Ortodoxo, los arcos del pasillo que rodeaban al coro fueron tapados convirtiéndolo en un pasaje oscuro y la cúpula que se levanto sobre la rotonda amenazó con desplomarse en 1869. En una acción conjunta Francia y Rusia sustituyeron esta cúpula por la cubierta de hierro que todavía existe. Fue la disputa entre católicos y ortodoxos por la posesión de las llaves del Santo Sepulcro la causa inmediata de la Guerra de Crimea (1853). Debido a la mutua desconfianza entre ambas iglesias y al temor de que se violaran sus antiguos privilegios no se realizaron las reparaciones de aquellas partes del templo que lo necesitaban, especialmente en el interior de la cúpula de la Anastasis donde era ostensible el grado de deterioro. Lo más problemático de todo fue la reparación del techo porque en la ley turca el derecho a reparar implicaba posesión y la posesión del techo implicaba la posesión de todo lo que este cubre. A pesar de que la construcción actual está erigida y dividida en un complejo amasijo de oscuros pasajes y capillas recargadas de ornamentaciones, todavía es posible trazar el plano del gran templo cruzado. | Los cruzados encontraron el grupo de construcciones tal y como fueron dejadas por la restauración de Constantino IX (1048; ver arriba). Desde 1140 hasta 1149 se llevó a cabo bajo la dirección de un arquitecto, el maestro Giordano, una reparación capital de todo el conjunto y la construcción de una gran catedral de estilo franco-románico. Al este de la rotonda ubicada sobre la Anastasis se construyó el transepto, y algo más alejados, rodeados por un pasillo, se fabricaron el coro, el ábside y un arco de triunfo en la unión con la rotonda. La iglesia central se comunicada con numerosas capillas. Desde los escalones del ábside se llegaba a la capilla de Santa Elena. La entrada estaba dirigida hacia el sur, dirección en la cuál el Santo Sepulcro se transformaba en una gran construcción. Desde el coro se podía observar tanto la Anastasis como el interior de todas las capillas. Es esta iglesia levantada por los cruzados la que todavía se puede observar: las hermosas puertas de estilo románico, especialmente las orientadas en el lado sur le confieren al templo un estilo oriental. Se realizaron ligeras reparaciones en 1244, 1310, 1400 y 1719. En 1808 la rotonda se quemó hasta los cimientos y los ortodoxos convencieron al gobierno turco de que se les permitiera llevar a cabo la reconstrucción. El arquitecto clausuró el arco de triunfo destruyendo de esta forma la unidad del conjunto, y reemplazó las viejas columnas de la rotonda por toscos pilares, también encerró la tumba en una cubierta de mármol. El coro de la Iglesia cruzada se trasformó en el actual Katholikon Ortodoxo, los arcos del pasillo que rodeaban al coro fueron tapados convirtiéndolo en un pasaje oscuro y la cúpula que se levanto sobre la rotonda amenazó con desplomarse en 1869. En una acción conjunta Francia y Rusia sustituyeron esta cúpula por la cubierta de hierro que todavía existe. Fue la disputa entre católicos y ortodoxos por la posesión de las llaves del Santo Sepulcro la causa inmediata de la Guerra de Crimea (1853). Debido a la mutua desconfianza entre ambas iglesias y al temor de que se violaran sus antiguos privilegios no se realizaron las reparaciones de aquellas partes del templo que lo necesitaban, especialmente en el interior de la cúpula de la Anastasis donde era ostensible el grado de deterioro. Lo más problemático de todo fue la reparación del techo porque en la ley turca el derecho a reparar implicaba posesión y la posesión del techo implicaba la posesión de todo lo que este cubre. A pesar de que la construcción actual está erigida y dividida en un complejo amasijo de oscuros pasajes y capillas recargadas de ornamentaciones, todavía es posible trazar el plano del gran templo cruzado. | ||
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III El Patriarcado Ortodoxo | III El Patriarcado Ortodoxo | ||
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A pesar de todos los cambios políticos ocurridos bajo los sarracenos, los egipcios y los turcos la antigua línea de los Patriarcas de Jerusalén (que siguieron a la Iglesia de Constantinopla durante el cisma del siglo once) se mantuvo, aunque hay poco que contar de su historia. La línea se interrumpió a menudo y ocurrieron numerosas y discutidas sucesiones. La lista completa de los patriarcas desde Sofronio se puede encontrar en Le Quien “Oriens Christianus”, III, 498-516. Cuando los cruzados tomaron Jerusalén (1099) el patriarca ortodoxo (Simon II) huyó hacia Chipre y mientras aquellos pudieron mantener el control de la ciudad, les fue imposible a los rivales cismáticos de los patriarcas latinos vivir en Jerusalén. En 1142 los ortodoxos continuaron su línea mediante la elección de Arsenio II que residió en Constantinopla. Después que los musulmanes recapturaran la ciudad los patriarcas ortodoxos regresaron y se asentaron en sus alrededores. A partir de este momento, el único evento digno de mención en la historia del Patriarcado Ortodoxo de Jerusalén es el Sínodo de Jerusalén (a menudo erróneamente nombrado como Sínodo de Belén) en 1672. Este sínodo representa el clímax de la reacción ortodoxa contra las herejías de Cirilo Lucaris (m.1638). Cirilo fue Patriarca de Constantinopla (Cirilo I) en cinco períodos diferentes (1620-3, 1623-30, 1630-4, 1634-5 y 1637-8) y se había permeado de las ideas protestantes de sus amigos en Alemania e Inglaterra. Como Patriarca organizó, o más bien trató de organizar, un partido reformista y en 1629 escribió la famosa “Confesión” (Confesión Oriental de la Fe Cristiana), la cual estaba llena de las más puras ideas calvinistas. Finalmente Lucaris fue acusado de traición contra el sultán y estrangulado por los jenízaros en 1638. Dejó un cierto número de discípulos protestantes pero la inmensa mayoría de los ortodoxos abjuraron de las nuevas doctrinas. En los años que siguieron a su muerte se realizaron cuatro sínodos: Constantinopla (1639), Iaşi, en Moldavia (actualmente pertenece a Rumanía N. del T.) (1643), Jerusalén (1672) y nuevamente en Constantinopla (1672) donde la fe ortodoxa se reafirmó de la manera más radical frente al protestantismo. De todos estos sínodos el celebrado en Jerusalén fue, con mucho, el más importante. De hecho ha sido uno de los pronunciamientos oficiales más relevantes de la Iglesia Ortodoxa, pudiendo ser comparado con nuestro Concilio de Trento. Fue Dositeo, Patriarca de Jerusalén (1669-1707) y ciertamente el obispo más distinguido en este último período, quien convocó a dicho sínodo. Él es considerado uno de los teólogos ortodoxos modernos más importantes y estudiados. Como Patriarca disuadió al gobierno turco de expulsar a los latinos y armenios de los Santos Lugares y reorganizó los monasterios de su patriarcado sobre bases más estrictas. Como teólogo escribió obras contra los católicos y recolectó evidencia de escritores antiguos acerca de algunos de los temas que se discutían en su tiempo: la eterna cuestión del papado y la procedencia del Espíritu Santo, la controversia del hesicasmo, etc. y sobre todo trató las cuestiones introducidas por Lucaris y sus discípulos. Sus obras principales fueron: Tomos katallages (1692), Tomos agapes (1699), Tomos charas (1705). En la primera publicó las actas de un pretendido Sínodo de Constantinopla contra los latinos en 1540 aunque ni este sínodo ocurrió ni las actas son verídicas. Dositeo también escribió una “Historia de los Patriarcas de Jerusalén”, publicada después de su muerte (Bucarest, 1715). Este trabajo contiene más de lo que su título sugiere y casi puede ser considerada una historia de la Iglesia vista desde el punto de vista ortodoxo, incluyendo polémicas vehementes en contra de otras Iglesias. | A pesar de todos los cambios políticos ocurridos bajo los sarracenos, los egipcios y los turcos la antigua línea de los Patriarcas de Jerusalén (que siguieron a la Iglesia de Constantinopla durante el cisma del siglo once) se mantuvo, aunque hay poco que contar de su historia. La línea se interrumpió a menudo y ocurrieron numerosas y discutidas sucesiones. La lista completa de los patriarcas desde Sofronio se puede encontrar en Le Quien “Oriens Christianus”, III, 498-516. Cuando los cruzados tomaron Jerusalén (1099) el patriarca ortodoxo (Simon II) huyó hacia Chipre y mientras aquellos pudieron mantener el control de la ciudad, les fue imposible a los rivales cismáticos de los patriarcas latinos vivir en Jerusalén. En 1142 los ortodoxos continuaron su línea mediante la elección de Arsenio II que residió en Constantinopla. Después que los musulmanes recapturaran la ciudad los patriarcas ortodoxos regresaron y se asentaron en sus alrededores. A partir de este momento, el único evento digno de mención en la historia del Patriarcado Ortodoxo de Jerusalén es el Sínodo de Jerusalén (a menudo erróneamente nombrado como Sínodo de Belén) en 1672. Este sínodo representa el clímax de la reacción ortodoxa contra las herejías de Cirilo Lucaris (m.1638). Cirilo fue Patriarca de Constantinopla (Cirilo I) en cinco períodos diferentes (1620-3, 1623-30, 1630-4, 1634-5 y 1637-8) y se había permeado de las ideas protestantes de sus amigos en Alemania e Inglaterra. Como Patriarca organizó, o más bien trató de organizar, un partido reformista y en 1629 escribió la famosa “Confesión” (Confesión Oriental de la Fe Cristiana), la cual estaba llena de las más puras ideas calvinistas. Finalmente Lucaris fue acusado de traición contra el sultán y estrangulado por los jenízaros en 1638. Dejó un cierto número de discípulos protestantes pero la inmensa mayoría de los ortodoxos abjuraron de las nuevas doctrinas. En los años que siguieron a su muerte se realizaron cuatro sínodos: Constantinopla (1639), Iaşi, en Moldavia (actualmente pertenece a Rumanía N. del T.) (1643), Jerusalén (1672) y nuevamente en Constantinopla (1672) donde la fe ortodoxa se reafirmó de la manera más radical frente al protestantismo. De todos estos sínodos el celebrado en Jerusalén fue, con mucho, el más importante. De hecho ha sido uno de los pronunciamientos oficiales más relevantes de la Iglesia Ortodoxa, pudiendo ser comparado con nuestro Concilio de Trento. Fue Dositeo, Patriarca de Jerusalén (1669-1707) y ciertamente el obispo más distinguido en este último período, quien convocó a dicho sínodo. Él es considerado uno de los teólogos ortodoxos modernos más importantes y estudiados. Como Patriarca disuadió al gobierno turco de expulsar a los latinos y armenios de los Santos Lugares y reorganizó los monasterios de su patriarcado sobre bases más estrictas. Como teólogo escribió obras contra los católicos y recolectó evidencia de escritores antiguos acerca de algunos de los temas que se discutían en su tiempo: la eterna cuestión del papado y la procedencia del Espíritu Santo, la controversia del hesicasmo, etc. y sobre todo trató las cuestiones introducidas por Lucaris y sus discípulos. Sus obras principales fueron: Tomos katallages (1692), Tomos agapes (1699), Tomos charas (1705). En la primera publicó las actas de un pretendido Sínodo de Constantinopla contra los latinos en 1540 aunque ni este sínodo ocurrió ni las actas son verídicas. Dositeo también escribió una “Historia de los Patriarcas de Jerusalén”, publicada después de su muerte (Bucarest, 1715). Este trabajo contiene más de lo que su título sugiere y casi puede ser considerada una historia de la Iglesia vista desde el punto de vista ortodoxo, incluyendo polémicas vehementes en contra de otras Iglesias. | ||
Sin duda alguna la obra maestra de Dositeo fue el Sínodo de Jerusalén, convocado en ocasión de la consagración de una iglesia en Belén en 1672 (de ahí el nombre de “Sínodo de Belén”). El Sínodo se celebró ese mismo año en Jerusalén. Las actas están firmadas por Dositeo, su predecesor, el expatriarca Nectario, seis metropolitanos y obispos, el Archimandrita del Santo Sepulcro, Josafat, y un gran número de otros archimandritas, sacerdotes, monjes y teólogos para un total de sesenta ocho. La Iglesia de Rusia estaba representada por el monje Timoteo. Las actas tienen fecha del 20 de marzo de 1672 y portan el título: “Cristo guía. Una defensa de la Fe Ortodoxa, o la Apología compuesta por el Sínodo de Jerusalén bajo la autoridad del Patriarca de Jerusalén, Dositeo, contra los herejes calvinistas, quienes falsamente dicen que la Iglesia Oriental piensa de forma herética acerca de Dios y de las cosas divinas de la misma forma en que ellos lo hacen”. La primera parte comienza citando la frase: “Existe un tiempo para hablar y un tiempo para callar”, frase que es en seguida explicada y desarrollada. También narra como fue convocado el sínodo y niega vehementemente que la Iglesia Ortodoxa Oriental hubiera apoyado alguna vez las opiniones atribuidas a Lucaris. Para enfatizar esto se citaron las relaciones entre los luteranos y Jeremías II de Constantinopla, así como las actas de los sínodos anteriores (Constantinopla e Iaşi). Se realizó entonces un intento muy elaborado para demostrar que Lucaris no había escrito realmente las famosas “Confesiones”. Para lograr esto se compararon, cláusula por cláusula, las “Confesiones” con otras declaraciones realizadas por Lucaris en sus sermones y escritos. Este intento de negación, debe ser interpretado como un ejemplo de manipulación de los hechos por parte del sínodo puesto que no existe ninguna duda de la autenticidad de las “Confesiones” de Lucaris. El que él utilizara otro tipo de lenguaje en otras ocasiones, especialmente durante las predicaciones, es bien conocido y completamente natural. En el capítulo II el sínodo declara que en cualquier caso Lucaris no le enseñó las “Confesiones” a nadie (lo cual es completamente falso) y trata de encontrar razones adicionales que permitan dudar de su autoría. En el capítulo III sostiene que: incluso en el caso de haberlas escrito, no por esto se volverían una Confesión de Fe de la Iglesia Ortodoxa, simplemente quedarían como la opinión personal de un hereje. Esto les permite a los Padres moverse en un terreno seguro. En el capítulo IV defiende, no a Cirilo, sino a la Iglesia Ortodoxa al citar sus fórmulas. Contiene también una lista de anatemas contra las herejías de las “Confesiones”. El capítulo V trata nuevamente de defender a Cirilo al enumerar varios de sus hechos y sentencias. También transcribe completamente el decreto del Sínodo de Constantinopla de 1639 y el de Iaşi (Giaision) en 1641. El capítulo VI contiene el decreto del sínodo en la forma de las “Confesiones de Dositeo”. Tenía dieciocho decretos (horoi), y además cuatro “preguntas” (eroteseis) con largas respuestas. En estas, todos los puntos negados por las “Confesiones” de Lucaris (Iglesia y Biblia, predestinación, culto a los santos, sacramentos, la Real Presencia, la liturgia, el sacrificio real, etc.) son reafirmados ampliamente y de forma categórica. Un corto epílogo finaliza las actas seguido de la fecha, las firmas y los sellos. | Sin duda alguna la obra maestra de Dositeo fue el Sínodo de Jerusalén, convocado en ocasión de la consagración de una iglesia en Belén en 1672 (de ahí el nombre de “Sínodo de Belén”). El Sínodo se celebró ese mismo año en Jerusalén. Las actas están firmadas por Dositeo, su predecesor, el expatriarca Nectario, seis metropolitanos y obispos, el Archimandrita del Santo Sepulcro, Josafat, y un gran número de otros archimandritas, sacerdotes, monjes y teólogos para un total de sesenta ocho. La Iglesia de Rusia estaba representada por el monje Timoteo. Las actas tienen fecha del 20 de marzo de 1672 y portan el título: “Cristo guía. Una defensa de la Fe Ortodoxa, o la Apología compuesta por el Sínodo de Jerusalén bajo la autoridad del Patriarca de Jerusalén, Dositeo, contra los herejes calvinistas, quienes falsamente dicen que la Iglesia Oriental piensa de forma herética acerca de Dios y de las cosas divinas de la misma forma en que ellos lo hacen”. La primera parte comienza citando la frase: “Existe un tiempo para hablar y un tiempo para callar”, frase que es en seguida explicada y desarrollada. También narra como fue convocado el sínodo y niega vehementemente que la Iglesia Ortodoxa Oriental hubiera apoyado alguna vez las opiniones atribuidas a Lucaris. Para enfatizar esto se citaron las relaciones entre los luteranos y Jeremías II de Constantinopla, así como las actas de los sínodos anteriores (Constantinopla e Iaşi). Se realizó entonces un intento muy elaborado para demostrar que Lucaris no había escrito realmente las famosas “Confesiones”. Para lograr esto se compararon, cláusula por cláusula, las “Confesiones” con otras declaraciones realizadas por Lucaris en sus sermones y escritos. Este intento de negación, debe ser interpretado como un ejemplo de manipulación de los hechos por parte del sínodo puesto que no existe ninguna duda de la autenticidad de las “Confesiones” de Lucaris. El que él utilizara otro tipo de lenguaje en otras ocasiones, especialmente durante las predicaciones, es bien conocido y completamente natural. En el capítulo II el sínodo declara que en cualquier caso Lucaris no le enseñó las “Confesiones” a nadie (lo cual es completamente falso) y trata de encontrar razones adicionales que permitan dudar de su autoría. En el capítulo III sostiene que: incluso en el caso de haberlas escrito, no por esto se volverían una Confesión de Fe de la Iglesia Ortodoxa, simplemente quedarían como la opinión personal de un hereje. Esto les permite a los Padres moverse en un terreno seguro. En el capítulo IV defiende, no a Cirilo, sino a la Iglesia Ortodoxa al citar sus fórmulas. Contiene también una lista de anatemas contra las herejías de las “Confesiones”. El capítulo V trata nuevamente de defender a Cirilo al enumerar varios de sus hechos y sentencias. También transcribe completamente el decreto del Sínodo de Constantinopla de 1639 y el de Iaşi (Giaision) en 1641. El capítulo VI contiene el decreto del sínodo en la forma de las “Confesiones de Dositeo”. Tenía dieciocho decretos (horoi), y además cuatro “preguntas” (eroteseis) con largas respuestas. En estas, todos los puntos negados por las “Confesiones” de Lucaris (Iglesia y Biblia, predestinación, culto a los santos, sacramentos, la Real Presencia, la liturgia, el sacrificio real, etc.) son reafirmados ampliamente y de forma categórica. Un corto epílogo finaliza las actas seguido de la fecha, las firmas y los sellos. | ||
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Con el paso de los siglos el patriarcado, que nunca fue muy rico, sufrió un empobrecimiento constante y ya en su época, Dositeo se quejaba de esta tendencia. Decía que las peregrinaciones eran escasas y que además los peregrinos traían poco dinero y constantemente se vio obligado a viajar hasta Constantinopla, Rusia, Moldavia, etc. recolectando limosnas. Una consecuencia de la conquista turca fue que desde 1517 los Patriarcas de Jerusalén quedaron sujetos en cuestiones civiles a sus hermanos de Constantinopla, al menos en lo que concernía a las relaciones con los gobernantes. Los turcos nombraron al Patriarca Ecuménico cabeza civil de toda la “nación romana” (rum millet), que no era más que la Iglesia Ortodoxa. Los demás patriarcas podían acercarse a la Sublime Puerta solamente a través de este Patriarca. Esa autoridad civil no debe confundirse con la jurisdicción eclesiástica. En el código de derecho canónigo ortodoxo la iglesia de Jerusalén es autocéfala por lo que no reconoce más autoridad que la de Cristo y la de los Siete Consejos. Jerusalén como el resto de las ramas independientes en las Iglesias Orientales siempre resistió indignada los numerosos intentos de Constantinopla de ejercer una especie de autoridad papal, y defendió tenazmente el axioma de que el obispo ecuménico no tiene jurisdicción eclesial fuera de su patriarcado. A pesar de esto, desde aquella época y hasta principios del siglo XX la independencia de Jerusalén fue meramente teórica. Durante mucho tiempo todos los patriarcas han sido griegos. Originalmente, bajo el gobierno egipcio los patriarcas fueron árabes que salían del clero nativo de Palestina hasta que en 1534, Germano, un griego del Peloponeso, logró ser elegido y desde ese momento sus sucesores han sido todos griegos. Germano también consiguió helenizar toda la administración de su patriarcado: los monjes del Santo Sepulcro, los obispos, archimandritas y oficiales de la corte patriarcal también eran todos griegos. Se estableció entonces un principio reconocido de que ningún nativo de Arabia pudiese ser nombrado para cargo alguno dentro del patriarcado. Lo anterior trajo como consecuencia que durante más de tres siglos la curia patriarcal de Jerusalén permaneciera como una colonia extranjera completamente separada del clero árabe nativo (de menor jerarquía) y del pueblo. Sin embargo, este estado de cosas pronto llegaría a su fin. Siguiendo el ejemplo triunfante de Antioquía se fomentó un estado de gran agitación entre los árabes ortodoxos para asegurarse un lugar dentro de su patriarcado. Como estaban apoyados por Rusia parecía que podían tener éxito. El patriarca de entonces, Damianus, quien por supuesto era griego, no era mal visto por los agitadores árabes. Por otro lado, los monjes, la “Fraternidad del Santo Sepulcro” se mantuvieron firmes como el baluarte de la ortodoxia frente a la situación creada y trataron a los árabes como revolucionarios cismáticos. Todo el mundo escuchó acerca de los escandalosos disturbios que tuvieron lugar en 1908, que culminaron con la pretendida deposición del patriarca. Además, hasta fines del siglo XIX, la mayoría de los patriarcas griegos ni siquiera se habían molestado en residir en su ciudad titular. Simples sirvientes del obispo ecuménico y sin ningún interés en su rebaño árabe, se contentaban desperdiciando sus vidas en Constantinopla, en el Fanar (barrio griego de Estambul N. del T.), como ornamentos inservibles. Esta situación se enmendó desde la llegada de Cirilo II (1845-72) y los patriarcas comenzaron a residir cerca del monasterio del Santo Sepulcro. | Con el paso de los siglos el patriarcado, que nunca fue muy rico, sufrió un empobrecimiento constante y ya en su época, Dositeo se quejaba de esta tendencia. Decía que las peregrinaciones eran escasas y que además los peregrinos traían poco dinero y constantemente se vio obligado a viajar hasta Constantinopla, Rusia, Moldavia, etc. recolectando limosnas. Una consecuencia de la conquista turca fue que desde 1517 los Patriarcas de Jerusalén quedaron sujetos en cuestiones civiles a sus hermanos de Constantinopla, al menos en lo que concernía a las relaciones con los gobernantes. Los turcos nombraron al Patriarca Ecuménico cabeza civil de toda la “nación romana” (rum millet), que no era más que la Iglesia Ortodoxa. Los demás patriarcas podían acercarse a la Sublime Puerta solamente a través de este Patriarca. Esa autoridad civil no debe confundirse con la jurisdicción eclesiástica. En el código de derecho canónigo ortodoxo la iglesia de Jerusalén es autocéfala por lo que no reconoce más autoridad que la de Cristo y la de los Siete Consejos. Jerusalén como el resto de las ramas independientes en las Iglesias Orientales siempre resistió indignada los numerosos intentos de Constantinopla de ejercer una especie de autoridad papal, y defendió tenazmente el axioma de que el obispo ecuménico no tiene jurisdicción eclesial fuera de su patriarcado. A pesar de esto, desde aquella época y hasta principios del siglo XX la independencia de Jerusalén fue meramente teórica. Durante mucho tiempo todos los patriarcas han sido griegos. Originalmente, bajo el gobierno egipcio los patriarcas fueron árabes que salían del clero nativo de Palestina hasta que en 1534, Germano, un griego del Peloponeso, logró ser elegido y desde ese momento sus sucesores han sido todos griegos. Germano también consiguió helenizar toda la administración de su patriarcado: los monjes del Santo Sepulcro, los obispos, archimandritas y oficiales de la corte patriarcal también eran todos griegos. Se estableció entonces un principio reconocido de que ningún nativo de Arabia pudiese ser nombrado para cargo alguno dentro del patriarcado. Lo anterior trajo como consecuencia que durante más de tres siglos la curia patriarcal de Jerusalén permaneciera como una colonia extranjera completamente separada del clero árabe nativo (de menor jerarquía) y del pueblo. Sin embargo, este estado de cosas pronto llegaría a su fin. Siguiendo el ejemplo triunfante de Antioquía se fomentó un estado de gran agitación entre los árabes ortodoxos para asegurarse un lugar dentro de su patriarcado. Como estaban apoyados por Rusia parecía que podían tener éxito. El patriarca de entonces, Damianus, quien por supuesto era griego, no era mal visto por los agitadores árabes. Por otro lado, los monjes, la “Fraternidad del Santo Sepulcro” se mantuvieron firmes como el baluarte de la ortodoxia frente a la situación creada y trataron a los árabes como revolucionarios cismáticos. Todo el mundo escuchó acerca de los escandalosos disturbios que tuvieron lugar en 1908, que culminaron con la pretendida deposición del patriarca. Además, hasta fines del siglo XIX, la mayoría de los patriarcas griegos ni siquiera se habían molestado en residir en su ciudad titular. Simples sirvientes del obispo ecuménico y sin ningún interés en su rebaño árabe, se contentaban desperdiciando sus vidas en Constantinopla, en el Fanar (barrio griego de Estambul N. del T.), como ornamentos inservibles. Esta situación se enmendó desde la llegada de Cirilo II (1845-72) y los patriarcas comenzaron a residir cerca del monasterio del Santo Sepulcro. | ||
Mientras tanto la sede del patriarcado había desaparecido prácticamente. En los tiempos de Juvenal (420-458) obedecían al nuevo patriarca cincuenta y nueve obispos de las tres Palestinas. La conquista musulmana, los cruzados y los problemas de la Iglesia Ortodoxa en Siria, redujeron gradualmente este número hasta dejar un puñado de obispos titulares que residían en Jerusalén en vez de en sus diócesis y un grupo de sedes cuyos títulos están registrados, pero que en realidad se encontraban vacantes. En 1913 solamente un obispo (el Metropolitano de Acre) vivía en su diócesis. El listado completo de los Patriarcas de Jerusalén durante este período se puede encontrar en Le Quien, “Oriens Christianus”, III, o en Williams, “Holy City”, I, pp. 487-8. Los patriarcas del siglo diecinueve son: Antemio, 1787-1808; Policarpo, 1808-27; Atanasio V, 1827-45, Cirilo II, 1845-72. Este último rehusó a firmar la excomunión de los búlgaros en 1872 y fue depuesto ese mismo año. Procopio fue elegido mientras Cirilo todavía declaraba ser el patriarca. Rusia y los árabes nativos reconocieron a Cirilo; el Fanar y prácticamente todo el mundo ortodoxo a Procopio. Rusia depuso a Procopio en 1875 y Cirilo murió poco después. Rusia nombró entonces a Hieroteo, quien para sorpresa de todos se puso de parte del Fanar en la disputa búlgara, de modo que Rusia se sintió traicionada y aprovechó la oportunidad para confiscar las propiedades del Santo Sepulcro en Besarabia. Hieroteo murió en 1882. Se propusieron entonces tres candidatos para la sede vacante: Nicodemo, Gerásimo y Potio. Potio (siempre enemigo acérrimo de Rusia) fue canónicamente elegido, pero los rusos hicieron que el sultán le rehusara la berat y se la otorgara a Nicodemo. Gerásimo se convirtió en el patriarca de Antioquía en 1885, mientras que Potio regresó a su monasterio en el Sinaí. Nicodemo gobernó desde 1883 hasta 1890. En 1890, el Fanar convenció al sultán para que depusiera a Nicodemo y le otorgara la berat a Potio. Nicodemo se retiró a Halki, pero los rusos se rehusaron rotundamente a permitir que Potio fuera el patriarca, de modo que Gerásimo, el tercero de los candidatos originales, fue convencido para que dejara Antioquía y fuera a Jerusalén. Gobernó desde 1891 hasta 1897. Potio se convirtió en el Metropolitano de Nazaret y en 1899 fue nombrado Patriarca de Alejandría. Gerásimo murió en 1897. Ese mismo año los rusos intentaron imponer a su candidato Eutimio, Archimandrita del Santo Sepulcro, pero fue nombrado el candidato del Fanar, Damián (Damianus), Metropolitano de Filadelfia quién falleció en 1931. La lista de los patriarcas en el siglo XX continúa del modo siguiente: Timoteo (1935-1955); vacante (1955-1957); Benedicto (1957-1980); Diódoro (1981-2000), Irineo (2001-2005), Teófilo III (2005- ) (N. del T.). | Mientras tanto la sede del patriarcado había desaparecido prácticamente. En los tiempos de Juvenal (420-458) obedecían al nuevo patriarca cincuenta y nueve obispos de las tres Palestinas. La conquista musulmana, los cruzados y los problemas de la Iglesia Ortodoxa en Siria, redujeron gradualmente este número hasta dejar un puñado de obispos titulares que residían en Jerusalén en vez de en sus diócesis y un grupo de sedes cuyos títulos están registrados, pero que en realidad se encontraban vacantes. En 1913 solamente un obispo (el Metropolitano de Acre) vivía en su diócesis. El listado completo de los Patriarcas de Jerusalén durante este período se puede encontrar en Le Quien, “Oriens Christianus”, III, o en Williams, “Holy City”, I, pp. 487-8. Los patriarcas del siglo diecinueve son: Antemio, 1787-1808; Policarpo, 1808-27; Atanasio V, 1827-45, Cirilo II, 1845-72. Este último rehusó a firmar la excomunión de los búlgaros en 1872 y fue depuesto ese mismo año. Procopio fue elegido mientras Cirilo todavía declaraba ser el patriarca. Rusia y los árabes nativos reconocieron a Cirilo; el Fanar y prácticamente todo el mundo ortodoxo a Procopio. Rusia depuso a Procopio en 1875 y Cirilo murió poco después. Rusia nombró entonces a Hieroteo, quien para sorpresa de todos se puso de parte del Fanar en la disputa búlgara, de modo que Rusia se sintió traicionada y aprovechó la oportunidad para confiscar las propiedades del Santo Sepulcro en Besarabia. Hieroteo murió en 1882. Se propusieron entonces tres candidatos para la sede vacante: Nicodemo, Gerásimo y Potio. Potio (siempre enemigo acérrimo de Rusia) fue canónicamente elegido, pero los rusos hicieron que el sultán le rehusara la berat y se la otorgara a Nicodemo. Gerásimo se convirtió en el patriarca de Antioquía en 1885, mientras que Potio regresó a su monasterio en el Sinaí. Nicodemo gobernó desde 1883 hasta 1890. En 1890, el Fanar convenció al sultán para que depusiera a Nicodemo y le otorgara la berat a Potio. Nicodemo se retiró a Halki, pero los rusos se rehusaron rotundamente a permitir que Potio fuera el patriarca, de modo que Gerásimo, el tercero de los candidatos originales, fue convencido para que dejara Antioquía y fuera a Jerusalén. Gobernó desde 1891 hasta 1897. Potio se convirtió en el Metropolitano de Nazaret y en 1899 fue nombrado Patriarca de Alejandría. Gerásimo murió en 1897. Ese mismo año los rusos intentaron imponer a su candidato Eutimio, Archimandrita del Santo Sepulcro, pero fue nombrado el candidato del Fanar, Damián (Damianus), Metropolitano de Filadelfia quién falleció en 1931. La lista de los patriarcas en el siglo XX continúa del modo siguiente: Timoteo (1935-1955); vacante (1955-1957); Benedicto (1957-1980); Diódoro (1981-2000), Irineo (2001-2005), Teófilo III (2005- ) (N. del T.). | ||
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IV La Iglesia Católica en Jerusalén | IV La Iglesia Católica en Jerusalén | ||
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La organización de los cristianos en Palestina data desde tiempos de las cruzadas. Tan pronto como Godofredo de Bouillón se convirtió en el Rey de Jerusalén en 1099, se estableció un patriarcado latino. Arnulfo, el capellán de lo normandos, fue nombrado administrador del patriarcado por el sínodo que se celebró en Jerusalén esemismo año, pero pronto fue apartado del cargo debido a su vida inmoral y Dagoberto, el Arzobispo de Pisa, fue elegido Patriarca. La línea de los patriarcas latinos es la siguiente: Dagoberto de Pisa, 1099-1107 (Ehremar, antipatriarca nombrado por Balduino I mientras Dagoberto viajaba a Roma a responder a las quejas del rey); Gibelín de Arlés, 1107-11; Arnulfo (el administrador original), 1111-18; Guarimundo, 1118-28; Esteban, 1128-30; Guillermo, 1130-45; Fulco, 1146-57; Amalarico, 1157-80; Heraclio, 1180-91; -- durante el episcopado de Heraclio los sarracenos tomaron Jerusalén (1187) y regresó el patriarcado ortodoxo. Desde este momento el patriarcado latino residió en la corte de los reyes latinos; cuando esta corte se trasladó hacia Acre (durante el último período del reino) el patriarcado se unió al obispado de la ciudad (Ptolemais en latín).--Miguel; Alberto de Parma (m. 1214); Geraldo o Giroldo, 1214-27; Roberto, 1227-54; Santiago Pantaleón (más tarde Papa Urbano IV), 1254-61; Guillermo, 1261; Tomás; Juan, 1270-78; Nicolás, 1278-94. | La organización de los cristianos en Palestina data desde tiempos de las cruzadas. Tan pronto como Godofredo de Bouillón se convirtió en el Rey de Jerusalén en 1099, se estableció un patriarcado latino. Arnulfo, el capellán de lo normandos, fue nombrado administrador del patriarcado por el sínodo que se celebró en Jerusalén esemismo año, pero pronto fue apartado del cargo debido a su vida inmoral y Dagoberto, el Arzobispo de Pisa, fue elegido Patriarca. La línea de los patriarcas latinos es la siguiente: Dagoberto de Pisa, 1099-1107 (Ehremar, antipatriarca nombrado por Balduino I mientras Dagoberto viajaba a Roma a responder a las quejas del rey); Gibelín de Arlés, 1107-11; Arnulfo (el administrador original), 1111-18; Guarimundo, 1118-28; Esteban, 1128-30; Guillermo, 1130-45; Fulco, 1146-57; Amalarico, 1157-80; Heraclio, 1180-91; -- durante el episcopado de Heraclio los sarracenos tomaron Jerusalén (1187) y regresó el patriarcado ortodoxo. Desde este momento el patriarcado latino residió en la corte de los reyes latinos; cuando esta corte se trasladó hacia Acre (durante el último período del reino) el patriarcado se unió al obispado de la ciudad (Ptolemais en latín).--Miguel; Alberto de Parma (m. 1214); Geraldo o Giroldo, 1214-27; Roberto, 1227-54; Santiago Pantaleón (más tarde Papa Urbano IV), 1254-61; Guillermo, 1261; Tomás; Juan, 1270-78; Nicolás, 1278-94. | ||
Desde la caída de Acre en 1291 la línea latina se continuó por una serie de patriarcas puramente titulares que vivían en Roma y utilizaban la basílica de San Lorenzo extramuros como iglesia patriarcal hasta que en 1847 Pío III restauró realmente el patriarcado en Jerusalén. Los patriarcas de los tiempos de los cruzados no fueron, en la mayoría de los casos, personas muy edificantes. Buena parte de la historia del Reino Latino está marcada con sus disputas con los reyes, intrigas y aventuras escandalosas. Un divertido, aunque insidioso recuento de estas intrigas se puede encontrar a lo largo de todo el libro “Jerusalén” de Besant y Palmer. El patriarcado se extendió hasta los límites del territorio cruzado a medida que se iban conquistando nuevos territorios, de manera que se establecieron nuevas sedes. | Desde la caída de Acre en 1291 la línea latina se continuó por una serie de patriarcas puramente titulares que vivían en Roma y utilizaban la basílica de San Lorenzo extramuros como iglesia patriarcal hasta que en 1847 Pío III restauró realmente el patriarcado en Jerusalén. Los patriarcas de los tiempos de los cruzados no fueron, en la mayoría de los casos, personas muy edificantes. Buena parte de la historia del Reino Latino está marcada con sus disputas con los reyes, intrigas y aventuras escandalosas. Un divertido, aunque insidioso recuento de estas intrigas se puede encontrar a lo largo de todo el libro “Jerusalén” de Besant y Palmer. El patriarcado se extendió hasta los límites del territorio cruzado a medida que se iban conquistando nuevos territorios, de manera que se establecieron nuevas sedes. |
Última revisión de 17:36 7 feb 2009
Jerusalén (después de 1291)
I Historia Política
El dominio latino sobre Jerusalén llegó realmente a su fin el 2 de octubre del 1187, cuando la ciudad abrió sus puertas a Saladino (Yusuf ibn Ayyub, Salah-ed-din, emir de Egipto, 1169-93), aunque algunos fragmentos del reino latino en Palestina duraron otro siglo más. Federico II obtuvo posteriormente mediante un tratado una breve posesión de Jerusalén y hasta prácticamente nuestros días el título de “Rey de Jerusalén” confería cierto esplendor vacuo a los nombres de varios soberanos europeos. No obstante lo anterior, después de 1187 se cerró el episodio del gobierno cristiano y latino sobre la Ciudad Santa. A partir de esta fecha la ciudad regresó a su antiguo estatus bajo un gobierno musulmán, en el cual los peregrinos cristianos eran cuando más, solamente tolerados. Tan pronto como el ejército de Saladino ocupó la ciudad comenzó la destrucción de todo indicio del gobierno cristiano. Arrancaron la gran cruz dorada de la Cúpula de la Roca, rompieron las campanas, saquearon las iglesias y conventos, restauraron todas las edificaciones que habían sido mezquitas (especialmente la Cúpula de la Roca y la mezquita de El-Aqsa), convirtieron iglesias en establos y graneros, fundaron escuelas y hospitales musulmanes así como todas las demás instituciones piadosas que se agrupan bajo el nombre de waqf. Mientras Europa quedaba atónita por la perdida de la Ciudad Santa y preparaba una nueva cruzada para la recaptura, se enviaron a todos los rincones del mundo musulmán cartas anunciando la grata noticia de que El-Quds había sido purificado y devuelto a los verdaderos creyentes. Sin embargo, debido a una promesa realizada por Omar, Saladino permitió que el Santo Sepulcro y algunas pocas iglesias quedaran en manos de los cristianos (ortodoxos), aunque para el uso de las mismas tenían que pagar un fuerte tributo. La iglesia de los Caballeros de San Juan fue convertida en hospital (en el lugar que todavía se llama Muristán, del farsi “hospital”, donde se encuentra ahora la iglesia protestante alemana). Saladino reforzó las murallas de la ciudad al conocer de la aproximación y amenaza de la tercera cruzada en 1191 (con el rey Ricardo de Inglaterra o Ricardo Corazón de León, 1157-1199 N.de T.). En 1219 el sultán Malik-el-Mu’azzam (m. 1227, virrey de El-Mansur en Damasco) ordenó el derribo de las murallas por miedo que sirvieran de protección a los francos. En 1229 comenzaría otro pequeño interludio. El emperador Federico II (1212-50) llevó a cabo la quinta cruzada y obtuvo mediante un tratado con el sultán de Egipto, El-Kamil (1219-38) la posesión de Jerusalén, Belén, Nazaret y las rutas de peregrinación provenientes de Jaffa y Akka (San Juan de Acre N.del T.) durante un período de diez años y medio. La ciudad no fue fortificada y el Haram esh-sherif (el área del Templo) quedó como una posesión exclusiva de los musulmanes. En 1239 el emir de Kerak, En-nasir Daud, conquistó una vez más Jerusalén, destruyó la Torre de David y en 1243 retiró los derechos de los latinos sin que mediara ningún tipo de estipulación. Esto condujo a la pérdida definitiva de la ciudad porque Essalih Ayyub, califa de Egipto (1238-49), convocó a las tribus salvajes del Jorezm o Jwarizm (Mesopotamia) para reconquistarla. Estas tribus que se volcaron sobre Siria saqueando y asesinando, asolaron Jerusalén en septiembre de 1244. En la masacre que tuvo lugar perecieron 7000 cristianos; siendo la ciudad restituida una vez más y de forma definitiva al imperio del califa. Desde este momento las propiedades que le restaban a los latinos en Palestina se perdieron una tras otra en rápida sucesión. El último reducto, Akka (San Juan de Acre) cayó en 1291. El título de “Rey de Jerusalén” pasó de Gui de Lusignan (rey de Jerusalén y Chipre, 1186-92) a Enrique II de Champaña (1192-97), para quién el título era ya algo meramente simbólico puesto que los musulmanes gobernaban la ciudad. Amaury (Amalarico) de Lusignan (hermano de Gui), rey de Chipre (1194-1205) fue elegido rey por el ejército cruzado en Tiro y se casó con Isabel, hermana de Amaury I de Jerusalén (1162-73). De este modo pudo añadir a su título de rey de Chipre el de rey de Jerusalén (Amaury II). Desde entonces los reyes de Chipre de la línea de Lusignan utilizaron el título de Jerusalén y cuartelaron su escudo de armas (en plata una cruz potenzada rodeada de cuatro cruces menores en oro) con el escudo de armas de la familia (10 barras de azur y plata, un león rampante o corona de gules. Ver el blasón “die conine von cipers” en el Armorial de Gelre, 1334-72). El “Reino de Jerusalén y Chipre” de la dinastía Lusignan llegó a su fin en 1474 cuando Caterina Cornaro, viuda del último rey (Juan III) abdicó a favor de la República de Venecia con lo que cualquier derecho que hubieran pensado tener respecto al título de Jerusalén pasó a manos de la Casa de Saboya. Por otra parte, a la muerte de Amaury II (1205), Juan de Brienne que se había casado con María, la hermana de Isabel y Conrado de Montferrato, comenzó una línea rival de reyes titulares de Jerusalén. Su hija Isabel (Iolanthe o Yolanda N.del T.) se casó con el emperador Federico II, quien entonces asumió el título y (como hemos visto) realmente reinó, aunque por corto tiempo, en Jerusalén. Federico se coronó a si mismo en la iglesia del Santo Sepulcro el 17 de marzo de 1229 y después de su muerte el título fue portado por sus descendientes hasta Conradin (m. 1268). Entonces Hugo III, príncipe de Antioquía (1267-80) y regente de las dispersas posesiones latinas en Palestina, debido a la ausencia de reyes descendientes del linaje de Federico, dio inicio a otra serie de reyes titulares de Jerusalén. Hugo fue coronado en Tiro en 1269 y su decisión fue mantenida por su hijo Enrique en Acre. Sin embargo, María de Antioquía, que también descendía de Isabel, estableció una reclamación a esta corona utópica y finalmente la vendió a su sobrino-nieto Carlos de Anjou, rey de Sicilia (1285-1309, que ya tenía derechos sobre ella por haberse casado con Margarita, nieta de Juan de Brienne. De esta forma, mientras los musulmanes ganaban terreno y hacían retroceder cada año más los restos dispersos del Reino Latino, los sicilianos y el partido de Hugo de Antioquía continuaban una pelea por un título vacío. Eventualmente los reyes de Sicilia lo añadieron a su título y “Jerusalén y las dos Sicilias” perduró como un título de la realeza hasta la revolución italiana (1860). Finalmente la casa de los Habsburgo también le añadió este nebuloso reino a su larga lista de títulos. Yolanda, hija de René el Bueno (m. 1480), rey titular de Jerusalén y Nápoles, desposó al duque Federico de Lorena, pasando con ella el título a los duques de Lorena y más adelante, debido al casamiento de María Teresa con Francisco de Lorena (1736) el título pasó a la Casa de Austria. El escudo de armas de Jerusalén pasó a ser uno de los cincuenta y ocho cuarteles del Escudo de Armas Imperial de Austria y “Koening von Jerusalen” fue uno más en la larga serie de títulos de los emperadores hasta Fernando I (1835-48) quien tuvo el suficiente sentido común como para reducir el número de cuarteles y títulos a solo aquellos que realmente tenían sentido. La historia del título de Rey de Jerusalén ha trazado una curiosa senda y es un ejemplo típico de aquellas pretensiones que amaron los heraldos medievales. Mientras todo esto ocurría los musulmanes gobernaban sobre la Ciudad Santa y los ideales de los cruzados persistieron en Occidente durante siglos. El Papa Pío II (1458-64) todavía tenía esperanzas de poder renovar la empresa comenzada por Urbano II, pero nada resultó de sus intentos. Jerusalén se perdió para la Cristiandad en 1187 y nunca más pudo ser recuperada. Hasta el siglo dieciséis Siria perteneció a los califas de Egipto, aunque varias veces fue conquistada por cortos períodos de tiempo por los diferentes enemigos del califato. En el siglo trece los mongoles, que habían destruido la línea dinástica de los califas de Bagdad, cayeron sobre Siria saqueando y destruyendo bajo las órdenes de su jefe Hulagu (capturó Alepo en 1260). El califa Kutuz, (1259-60) envió a su famoso general, Beibars el-bundukdari, que expulsó a los mongoles. Beibars hizo entonces, asesinar a Kutuz y reinó en su lugar como califa (1260-77). Tuvo éxito en rechazar a los cruzados hasta las cercanías de lo que sería su última plaza fuerte, Acre, aplastó a los “Asesinos” (Hashishiye), ismaelitas fanáticos que habían sembrado el terror en Siria por más de dos siglos, y conquistó una gran parte de Asia Menor. El nombre de Beibars (Ez sultan el-malik ez-zahir, rukn-ed-dunga wa-din; “El Sultán, el rey manifiesto, pilar del universo y de la fe”) puede ser visto en numerosos monumentos de Jerusalén. Kala’un (1279-90) depuso al hijo de Beibars, se autoproclamó califa y mas tarde hostigó a los cruzados y construyó monumentos espléndidos por toda Siria. En 1400 los mongoles volvieron a devastar la región bajo el mando de Timur. Mientras tanto los turcos osmanlíes (otomanos N. del T.) se habían convertido en el grupo dominante dentro del Islam. En 1516 durante el sultanato de Selim I (1512-20), después de haber aplastado a los persas (1514) comenzaron una expansión hacia el sur, hacia Siria. El 14 de agosto de 1516 Selim derrotó al ejército egipcio y mató al califa Kansuh el-Ghuri. Mutawekkil, el último califa egipcio murió cautivo de los turcos en 1538, legando su título a la conquistadora Casa de Osmán. Es en base de esta (bastante ilegal) herencia que el sultán turco se comenzó a titular como Califa del Islam y desde esta época los turcos comenzaron a gobernar en Jerusalén. En 1799 Napoleón I invadió Siria alcanzando Nazaret. En 1831 el ejército egipcio bajo el mando de Ibrahim Pasha derrotó a los turcos cerca de Homs (Emesa) y mantuvo la posesión de Siria y Jerusalén hasta que Inglaterra y Austria las reconquistaron devolviéndolas a los turcos en 1840. Durante el siglo diecinueve Siria fue beneficiada por varias de las reformas turcas. Jerusalén y los Santos Lugares, por ser los sitios de mayor interés para los cristianos dentro del imperio y escenario de continuas peregrinaciones, fueron los lugares donde los turcos se esforzaron más en demostrar que las reformas realmente eran efectivas. El gran número de instituciones cristianas pertenecientes a varias denominaciones así como la importante población cristiana de Jerusalén habían tomado de la ciudad la apariencia de los pueblos orientales. En esta época también comenzó un incremento notable de la población judía, quienes a pesar de los intentos repetidos de las autoridades por mantenerlos fuera de la ciudad, se fueron estableciendo en sus alrededores formando grandes colonias, conformando junto a los cristianos europeos el elemento predominante (en la década de 1860 se fundaron los primeros barrios extramuros con la donación del filántropo judío Moisés Montefiori. N. del T.). No existieron ciudades en el Imperio Turco donde la influencia musulmana fuera menos evidente que en Jerusalén, Belén y Nazaret. En 1917 Jerusalén fue ocupada por las fuerzas militares británicas al mando del general Allenby con lo que se ponía fin al dominio del Imperio Otomano sobre la ciudad. En 1922 la Sociedad de Naciones ratificó la declaración de Balfour con lo que confiaba al Reino Unido la administración del Mandato de Palestina y la creación de un estado judío en la región. Los británicos no pudieron calmar las crecientes hostilidades entre la población civil judía y árabe a lo que se sumó la oposición de los grupos paramilitares judíos que reclamaban un estado judío independiente. En 1946, el grupo paramilitar Etzel, liderado por Menahem Beguin, destruyó con explosivos las oficinas británicas de la ciudad, en el Hotel Rey David, en el que es considerado uno de los mayores atentados ocurridos Palestina. El 29 de noviembre de 1947 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó un Plan de Partición donde se establecían dos estados, uno árabe y otro judío y recomendaba la “creación de un régimen internacional especial en la ciudad de Jerusalén, constituyéndola como un corpus separatus bajo la administración de las Naciones Unidas”. Este plan fue aceptado por los judíos, pero fue rechazado por los palestinos y los países árabes de la región. Los enfrentamientos que se produjeron entre judíos y árabes y la posterior Guerra de Independencia de Israel (1948), durante la cual Jerusalén fue sometida a un intenso asedio por parte de las tropas árabes, impidieron que la partición se llevara a efecto. Durante el conflicto la ciudad quedó dividida en dos: la parte oeste quedó del lado israelí, mientras que la parte este quedó en manos de Jordania, incluyendo la Ciudad Vieja, con excepción de un pasillo con el que se comunicaban con Tel Aviv-Yafo en la costa. Mediante el armisticio firmado el 3 de abril de 1949 entre Israel y Jordania, ambas partes reconocieron la partición de la ciudad. En 1950 el sector occidental fue declarado la capital de Israel y se instalaron allí la sede de la residencia presidencial, el Parlamento israelí (Kneset), la Corte Suprema y otras instituciones administrativas. A pesar de los términos del armisticio de 1949 entre Israel y Jordán, a los israelitas les fue negado el acceso a los sitios sagrados judíos, situados en la parte occidental, muchos de los cuales fueron desacralizados. Solo se permitió un acceso extremadamente limitado a los sitios sagrados cristianos. En junio de 1967 estalló la tercera guerra Árabe-Israelí o “Guerra de los seis días” y las fuerzas israelitas tomaron la zona oriental de la ciudad que fue anexionada inmediatamente, de facto, al resto del municipio. A pesar de las protestas de los países árabes, el parlamento israelí declaró en 1980 la Jerusalén reunificada como capital eterna de Israel mediante la Ley de Jerusalén. Esta ley fue declarada nula por el Consejo de Seguridad de la ONU, sin efectos prácticos hasta hoy. Durante las décadas de 1980 y 1990, mientras que Israel seguía manteniendo su reclamación sobre la totalidad de su territorio, los palestinos exigían la devolución de Jerusalén Este, incluyendo la Ciudad Antigua y los Santos Lugares. En septiembre de 1993 Israel y la Organización para la Liberación de Palestina firmaron un tratado de paz que incluía la necesidad de negociar un acuerdo sobre el futuro estatutos político de la ciudad. En septiembre de 1996, la construcción de un túnel bajo la Ciudad Antigua de Jerusalén durante la administración de Benjamín Netanyahu, condujo a la resurrección de la intifada palestina en la ciudad. En 1997 la creación de un barrio judío en una colina árabe de Jerusalén supuso el inicio de nuevas revueltas, dificultando el proceso de paz en la zona.
II El Santo Sepulcro
Los cruzados encontraron el grupo de construcciones tal y como fueron dejadas por la restauración de Constantino IX (1048; ver arriba). Desde 1140 hasta 1149 se llevó a cabo bajo la dirección de un arquitecto, el maestro Giordano, una reparación capital de todo el conjunto y la construcción de una gran catedral de estilo franco-románico. Al este de la rotonda ubicada sobre la Anastasis se construyó el transepto, y algo más alejados, rodeados por un pasillo, se fabricaron el coro, el ábside y un arco de triunfo en la unión con la rotonda. La iglesia central se comunicada con numerosas capillas. Desde los escalones del ábside se llegaba a la capilla de Santa Elena. La entrada estaba dirigida hacia el sur, dirección en la cuál el Santo Sepulcro se transformaba en una gran construcción. Desde el coro se podía observar tanto la Anastasis como el interior de todas las capillas. Es esta iglesia levantada por los cruzados la que todavía se puede observar: las hermosas puertas de estilo románico, especialmente las orientadas en el lado sur le confieren al templo un estilo oriental. Se realizaron ligeras reparaciones en 1244, 1310, 1400 y 1719. En 1808 la rotonda se quemó hasta los cimientos y los ortodoxos convencieron al gobierno turco de que se les permitiera llevar a cabo la reconstrucción. El arquitecto clausuró el arco de triunfo destruyendo de esta forma la unidad del conjunto, y reemplazó las viejas columnas de la rotonda por toscos pilares, también encerró la tumba en una cubierta de mármol. El coro de la Iglesia cruzada se trasformó en el actual Katholikon Ortodoxo, los arcos del pasillo que rodeaban al coro fueron tapados convirtiéndolo en un pasaje oscuro y la cúpula que se levanto sobre la rotonda amenazó con desplomarse en 1869. En una acción conjunta Francia y Rusia sustituyeron esta cúpula por la cubierta de hierro que todavía existe. Fue la disputa entre católicos y ortodoxos por la posesión de las llaves del Santo Sepulcro la causa inmediata de la Guerra de Crimea (1853). Debido a la mutua desconfianza entre ambas iglesias y al temor de que se violaran sus antiguos privilegios no se realizaron las reparaciones de aquellas partes del templo que lo necesitaban, especialmente en el interior de la cúpula de la Anastasis donde era ostensible el grado de deterioro. Lo más problemático de todo fue la reparación del techo porque en la ley turca el derecho a reparar implicaba posesión y la posesión del techo implicaba la posesión de todo lo que este cubre. A pesar de que la construcción actual está erigida y dividida en un complejo amasijo de oscuros pasajes y capillas recargadas de ornamentaciones, todavía es posible trazar el plano del gran templo cruzado.
III El Patriarcado Ortodoxo
A pesar de todos los cambios políticos ocurridos bajo los sarracenos, los egipcios y los turcos la antigua línea de los Patriarcas de Jerusalén (que siguieron a la Iglesia de Constantinopla durante el cisma del siglo once) se mantuvo, aunque hay poco que contar de su historia. La línea se interrumpió a menudo y ocurrieron numerosas y discutidas sucesiones. La lista completa de los patriarcas desde Sofronio se puede encontrar en Le Quien “Oriens Christianus”, III, 498-516. Cuando los cruzados tomaron Jerusalén (1099) el patriarca ortodoxo (Simon II) huyó hacia Chipre y mientras aquellos pudieron mantener el control de la ciudad, les fue imposible a los rivales cismáticos de los patriarcas latinos vivir en Jerusalén. En 1142 los ortodoxos continuaron su línea mediante la elección de Arsenio II que residió en Constantinopla. Después que los musulmanes recapturaran la ciudad los patriarcas ortodoxos regresaron y se asentaron en sus alrededores. A partir de este momento, el único evento digno de mención en la historia del Patriarcado Ortodoxo de Jerusalén es el Sínodo de Jerusalén (a menudo erróneamente nombrado como Sínodo de Belén) en 1672. Este sínodo representa el clímax de la reacción ortodoxa contra las herejías de Cirilo Lucaris (m.1638). Cirilo fue Patriarca de Constantinopla (Cirilo I) en cinco períodos diferentes (1620-3, 1623-30, 1630-4, 1634-5 y 1637-8) y se había permeado de las ideas protestantes de sus amigos en Alemania e Inglaterra. Como Patriarca organizó, o más bien trató de organizar, un partido reformista y en 1629 escribió la famosa “Confesión” (Confesión Oriental de la Fe Cristiana), la cual estaba llena de las más puras ideas calvinistas. Finalmente Lucaris fue acusado de traición contra el sultán y estrangulado por los jenízaros en 1638. Dejó un cierto número de discípulos protestantes pero la inmensa mayoría de los ortodoxos abjuraron de las nuevas doctrinas. En los años que siguieron a su muerte se realizaron cuatro sínodos: Constantinopla (1639), Iaşi, en Moldavia (actualmente pertenece a Rumanía N. del T.) (1643), Jerusalén (1672) y nuevamente en Constantinopla (1672) donde la fe ortodoxa se reafirmó de la manera más radical frente al protestantismo. De todos estos sínodos el celebrado en Jerusalén fue, con mucho, el más importante. De hecho ha sido uno de los pronunciamientos oficiales más relevantes de la Iglesia Ortodoxa, pudiendo ser comparado con nuestro Concilio de Trento. Fue Dositeo, Patriarca de Jerusalén (1669-1707) y ciertamente el obispo más distinguido en este último período, quien convocó a dicho sínodo. Él es considerado uno de los teólogos ortodoxos modernos más importantes y estudiados. Como Patriarca disuadió al gobierno turco de expulsar a los latinos y armenios de los Santos Lugares y reorganizó los monasterios de su patriarcado sobre bases más estrictas. Como teólogo escribió obras contra los católicos y recolectó evidencia de escritores antiguos acerca de algunos de los temas que se discutían en su tiempo: la eterna cuestión del papado y la procedencia del Espíritu Santo, la controversia del hesicasmo, etc. y sobre todo trató las cuestiones introducidas por Lucaris y sus discípulos. Sus obras principales fueron: Tomos katallages (1692), Tomos agapes (1699), Tomos charas (1705). En la primera publicó las actas de un pretendido Sínodo de Constantinopla contra los latinos en 1540 aunque ni este sínodo ocurrió ni las actas son verídicas. Dositeo también escribió una “Historia de los Patriarcas de Jerusalén”, publicada después de su muerte (Bucarest, 1715). Este trabajo contiene más de lo que su título sugiere y casi puede ser considerada una historia de la Iglesia vista desde el punto de vista ortodoxo, incluyendo polémicas vehementes en contra de otras Iglesias. Sin duda alguna la obra maestra de Dositeo fue el Sínodo de Jerusalén, convocado en ocasión de la consagración de una iglesia en Belén en 1672 (de ahí el nombre de “Sínodo de Belén”). El Sínodo se celebró ese mismo año en Jerusalén. Las actas están firmadas por Dositeo, su predecesor, el expatriarca Nectario, seis metropolitanos y obispos, el Archimandrita del Santo Sepulcro, Josafat, y un gran número de otros archimandritas, sacerdotes, monjes y teólogos para un total de sesenta ocho. La Iglesia de Rusia estaba representada por el monje Timoteo. Las actas tienen fecha del 20 de marzo de 1672 y portan el título: “Cristo guía. Una defensa de la Fe Ortodoxa, o la Apología compuesta por el Sínodo de Jerusalén bajo la autoridad del Patriarca de Jerusalén, Dositeo, contra los herejes calvinistas, quienes falsamente dicen que la Iglesia Oriental piensa de forma herética acerca de Dios y de las cosas divinas de la misma forma en que ellos lo hacen”. La primera parte comienza citando la frase: “Existe un tiempo para hablar y un tiempo para callar”, frase que es en seguida explicada y desarrollada. También narra como fue convocado el sínodo y niega vehementemente que la Iglesia Ortodoxa Oriental hubiera apoyado alguna vez las opiniones atribuidas a Lucaris. Para enfatizar esto se citaron las relaciones entre los luteranos y Jeremías II de Constantinopla, así como las actas de los sínodos anteriores (Constantinopla e Iaşi). Se realizó entonces un intento muy elaborado para demostrar que Lucaris no había escrito realmente las famosas “Confesiones”. Para lograr esto se compararon, cláusula por cláusula, las “Confesiones” con otras declaraciones realizadas por Lucaris en sus sermones y escritos. Este intento de negación, debe ser interpretado como un ejemplo de manipulación de los hechos por parte del sínodo puesto que no existe ninguna duda de la autenticidad de las “Confesiones” de Lucaris. El que él utilizara otro tipo de lenguaje en otras ocasiones, especialmente durante las predicaciones, es bien conocido y completamente natural. En el capítulo II el sínodo declara que en cualquier caso Lucaris no le enseñó las “Confesiones” a nadie (lo cual es completamente falso) y trata de encontrar razones adicionales que permitan dudar de su autoría. En el capítulo III sostiene que: incluso en el caso de haberlas escrito, no por esto se volverían una Confesión de Fe de la Iglesia Ortodoxa, simplemente quedarían como la opinión personal de un hereje. Esto les permite a los Padres moverse en un terreno seguro. En el capítulo IV defiende, no a Cirilo, sino a la Iglesia Ortodoxa al citar sus fórmulas. Contiene también una lista de anatemas contra las herejías de las “Confesiones”. El capítulo V trata nuevamente de defender a Cirilo al enumerar varios de sus hechos y sentencias. También transcribe completamente el decreto del Sínodo de Constantinopla de 1639 y el de Iaşi (Giaision) en 1641. El capítulo VI contiene el decreto del sínodo en la forma de las “Confesiones de Dositeo”. Tenía dieciocho decretos (horoi), y además cuatro “preguntas” (eroteseis) con largas respuestas. En estas, todos los puntos negados por las “Confesiones” de Lucaris (Iglesia y Biblia, predestinación, culto a los santos, sacramentos, la Real Presencia, la liturgia, el sacrificio real, etc.) son reafirmados ampliamente y de forma categórica. Un corto epílogo finaliza las actas seguido de la fecha, las firmas y los sellos. Por su marcado antiprotestantismo (los protestantes son presentados como herejes evidentes y airetikon koryphaiotatoi) los escritores protestantes han descrito este sínodo como si fuera obra de los jesuitas, del embajador francés, Olivier de Nointel y de otros católicos que habrían estado socavando a la Iglesia Oriental. Si bien es cierto que el Sínodo de Jerusalén representó una fuerte reacción equivalente a la católica, frente a los problemas planteados por Lucaris (por ejemplo acepta y defiende el término transubstanciación – metousiosis) lo más significativo es que todos sus decretos fueron aceptados sin reservas por toda la Iglesia Ortodoxa. Estos fueron aprobados por los otros patriarcas, la Iglesia de Rusia, etc. Sus textos completos se encuentran impresos entre los libros simbólicos de la Iglesia Ortodoxa y forman un credo oficial, o declaración en su sentido más estricto, que todo Cristiano Ortodoxo está obligado a aceptar. Un asunto que involucró al Patriarcado Ortodoxo de Jerusalén fue el de la independencia del gran monasterio del Monte Sinaí. Este monasterio, uno de los más ricos y famosos de la cristiandad oriental (En 1859 Tischendorf encontró allí el Codex Sinaiticus de la Biblia N.del T.) estuvo en su momento sujeto a la jurisdicción del Patriarca de Jerusalén. En 1782, después de una gran disputa, el Abad del Monte Sinaí tuvo éxito en hacer valer su independencia de cualquier patriarcado. Como arzobispo de Sinaí el abad gobernaba ahora sobre la pequeña iglesia autocéfala de su congregación aunque todavía tenía que ordenarse en Jerusalén y los patriarcas constantemente trataban de ejercer alguna autoridad sobre la pequeña e independiente iglesia-hija. La última gran pelea fue en 1866 cuando el arzobispo (Cirilo el Bizantino) tuvo una disputa con sus monjes. En lugar de apelar a Jerusalén escribió a Constantinopla pidiendo ayuda. Sofronio III de Constantinopla (1863-67) tomó en sus manos su causa contra los monjes. Como consecuencia el Patriarca de Jerusalén convocó a un sínodo (1867) en el cual protestó duramente contra la interferencia de Constantinopla. Las otras Iglesias Ortodoxas apoyaron a Jerusalén, no tanto por aprobar los dudosos derechos de esta sobre el Sinaí, sino por ser esta una buena y siempre bienvenida oportunidad de oponerse a la arrogante interferencia de Constantinopla. De esta forma Cirilo fue depuesto y el Patriarca de Constantinopla tuvo que renunciar. Este fue el último intento que realizó Jerusalén de interferir en los asuntos de la que es hasta ahora universalmente reconocida como la Iglesia Autocéfala del Sinaí. En la actualidad el único vínculo jerárquico del monasterio con el Patriarcado de Jerusalén es la disposición antes mencionada de que el abad tiene que ser ordenado obispo por el Patriarca de Jerusalén, quién también es recordado en la liturgia del monasterio. La comunidad monástica está conformada por unos veinte monjes quienes junto a unos cientos de beduinos y pescadores habitan en el Sinaí (N. del T.). Con el paso de los siglos el patriarcado, que nunca fue muy rico, sufrió un empobrecimiento constante y ya en su época, Dositeo se quejaba de esta tendencia. Decía que las peregrinaciones eran escasas y que además los peregrinos traían poco dinero y constantemente se vio obligado a viajar hasta Constantinopla, Rusia, Moldavia, etc. recolectando limosnas. Una consecuencia de la conquista turca fue que desde 1517 los Patriarcas de Jerusalén quedaron sujetos en cuestiones civiles a sus hermanos de Constantinopla, al menos en lo que concernía a las relaciones con los gobernantes. Los turcos nombraron al Patriarca Ecuménico cabeza civil de toda la “nación romana” (rum millet), que no era más que la Iglesia Ortodoxa. Los demás patriarcas podían acercarse a la Sublime Puerta solamente a través de este Patriarca. Esa autoridad civil no debe confundirse con la jurisdicción eclesiástica. En el código de derecho canónigo ortodoxo la iglesia de Jerusalén es autocéfala por lo que no reconoce más autoridad que la de Cristo y la de los Siete Consejos. Jerusalén como el resto de las ramas independientes en las Iglesias Orientales siempre resistió indignada los numerosos intentos de Constantinopla de ejercer una especie de autoridad papal, y defendió tenazmente el axioma de que el obispo ecuménico no tiene jurisdicción eclesial fuera de su patriarcado. A pesar de esto, desde aquella época y hasta principios del siglo XX la independencia de Jerusalén fue meramente teórica. Durante mucho tiempo todos los patriarcas han sido griegos. Originalmente, bajo el gobierno egipcio los patriarcas fueron árabes que salían del clero nativo de Palestina hasta que en 1534, Germano, un griego del Peloponeso, logró ser elegido y desde ese momento sus sucesores han sido todos griegos. Germano también consiguió helenizar toda la administración de su patriarcado: los monjes del Santo Sepulcro, los obispos, archimandritas y oficiales de la corte patriarcal también eran todos griegos. Se estableció entonces un principio reconocido de que ningún nativo de Arabia pudiese ser nombrado para cargo alguno dentro del patriarcado. Lo anterior trajo como consecuencia que durante más de tres siglos la curia patriarcal de Jerusalén permaneciera como una colonia extranjera completamente separada del clero árabe nativo (de menor jerarquía) y del pueblo. Sin embargo, este estado de cosas pronto llegaría a su fin. Siguiendo el ejemplo triunfante de Antioquía se fomentó un estado de gran agitación entre los árabes ortodoxos para asegurarse un lugar dentro de su patriarcado. Como estaban apoyados por Rusia parecía que podían tener éxito. El patriarca de entonces, Damianus, quien por supuesto era griego, no era mal visto por los agitadores árabes. Por otro lado, los monjes, la “Fraternidad del Santo Sepulcro” se mantuvieron firmes como el baluarte de la ortodoxia frente a la situación creada y trataron a los árabes como revolucionarios cismáticos. Todo el mundo escuchó acerca de los escandalosos disturbios que tuvieron lugar en 1908, que culminaron con la pretendida deposición del patriarca. Además, hasta fines del siglo XIX, la mayoría de los patriarcas griegos ni siquiera se habían molestado en residir en su ciudad titular. Simples sirvientes del obispo ecuménico y sin ningún interés en su rebaño árabe, se contentaban desperdiciando sus vidas en Constantinopla, en el Fanar (barrio griego de Estambul N. del T.), como ornamentos inservibles. Esta situación se enmendó desde la llegada de Cirilo II (1845-72) y los patriarcas comenzaron a residir cerca del monasterio del Santo Sepulcro. Mientras tanto la sede del patriarcado había desaparecido prácticamente. En los tiempos de Juvenal (420-458) obedecían al nuevo patriarca cincuenta y nueve obispos de las tres Palestinas. La conquista musulmana, los cruzados y los problemas de la Iglesia Ortodoxa en Siria, redujeron gradualmente este número hasta dejar un puñado de obispos titulares que residían en Jerusalén en vez de en sus diócesis y un grupo de sedes cuyos títulos están registrados, pero que en realidad se encontraban vacantes. En 1913 solamente un obispo (el Metropolitano de Acre) vivía en su diócesis. El listado completo de los Patriarcas de Jerusalén durante este período se puede encontrar en Le Quien, “Oriens Christianus”, III, o en Williams, “Holy City”, I, pp. 487-8. Los patriarcas del siglo diecinueve son: Antemio, 1787-1808; Policarpo, 1808-27; Atanasio V, 1827-45, Cirilo II, 1845-72. Este último rehusó a firmar la excomunión de los búlgaros en 1872 y fue depuesto ese mismo año. Procopio fue elegido mientras Cirilo todavía declaraba ser el patriarca. Rusia y los árabes nativos reconocieron a Cirilo; el Fanar y prácticamente todo el mundo ortodoxo a Procopio. Rusia depuso a Procopio en 1875 y Cirilo murió poco después. Rusia nombró entonces a Hieroteo, quien para sorpresa de todos se puso de parte del Fanar en la disputa búlgara, de modo que Rusia se sintió traicionada y aprovechó la oportunidad para confiscar las propiedades del Santo Sepulcro en Besarabia. Hieroteo murió en 1882. Se propusieron entonces tres candidatos para la sede vacante: Nicodemo, Gerásimo y Potio. Potio (siempre enemigo acérrimo de Rusia) fue canónicamente elegido, pero los rusos hicieron que el sultán le rehusara la berat y se la otorgara a Nicodemo. Gerásimo se convirtió en el patriarca de Antioquía en 1885, mientras que Potio regresó a su monasterio en el Sinaí. Nicodemo gobernó desde 1883 hasta 1890. En 1890, el Fanar convenció al sultán para que depusiera a Nicodemo y le otorgara la berat a Potio. Nicodemo se retiró a Halki, pero los rusos se rehusaron rotundamente a permitir que Potio fuera el patriarca, de modo que Gerásimo, el tercero de los candidatos originales, fue convencido para que dejara Antioquía y fuera a Jerusalén. Gobernó desde 1891 hasta 1897. Potio se convirtió en el Metropolitano de Nazaret y en 1899 fue nombrado Patriarca de Alejandría. Gerásimo murió en 1897. Ese mismo año los rusos intentaron imponer a su candidato Eutimio, Archimandrita del Santo Sepulcro, pero fue nombrado el candidato del Fanar, Damián (Damianus), Metropolitano de Filadelfia quién falleció en 1931. La lista de los patriarcas en el siglo XX continúa del modo siguiente: Timoteo (1935-1955); vacante (1955-1957); Benedicto (1957-1980); Diódoro (1981-2000), Irineo (2001-2005), Teófilo III (2005- ) (N. del T.).
IV La Iglesia Católica en Jerusalén
La organización de los cristianos en Palestina data desde tiempos de las cruzadas. Tan pronto como Godofredo de Bouillón se convirtió en el Rey de Jerusalén en 1099, se estableció un patriarcado latino. Arnulfo, el capellán de lo normandos, fue nombrado administrador del patriarcado por el sínodo que se celebró en Jerusalén esemismo año, pero pronto fue apartado del cargo debido a su vida inmoral y Dagoberto, el Arzobispo de Pisa, fue elegido Patriarca. La línea de los patriarcas latinos es la siguiente: Dagoberto de Pisa, 1099-1107 (Ehremar, antipatriarca nombrado por Balduino I mientras Dagoberto viajaba a Roma a responder a las quejas del rey); Gibelín de Arlés, 1107-11; Arnulfo (el administrador original), 1111-18; Guarimundo, 1118-28; Esteban, 1128-30; Guillermo, 1130-45; Fulco, 1146-57; Amalarico, 1157-80; Heraclio, 1180-91; -- durante el episcopado de Heraclio los sarracenos tomaron Jerusalén (1187) y regresó el patriarcado ortodoxo. Desde este momento el patriarcado latino residió en la corte de los reyes latinos; cuando esta corte se trasladó hacia Acre (durante el último período del reino) el patriarcado se unió al obispado de la ciudad (Ptolemais en latín).--Miguel; Alberto de Parma (m. 1214); Geraldo o Giroldo, 1214-27; Roberto, 1227-54; Santiago Pantaleón (más tarde Papa Urbano IV), 1254-61; Guillermo, 1261; Tomás; Juan, 1270-78; Nicolás, 1278-94. Desde la caída de Acre en 1291 la línea latina se continuó por una serie de patriarcas puramente titulares que vivían en Roma y utilizaban la basílica de San Lorenzo extramuros como iglesia patriarcal hasta que en 1847 Pío III restauró realmente el patriarcado en Jerusalén. Los patriarcas de los tiempos de los cruzados no fueron, en la mayoría de los casos, personas muy edificantes. Buena parte de la historia del Reino Latino está marcada con sus disputas con los reyes, intrigas y aventuras escandalosas. Un divertido, aunque insidioso recuento de estas intrigas se puede encontrar a lo largo de todo el libro “Jerusalén” de Besant y Palmer. El patriarcado se extendió hasta los límites del territorio cruzado a medida que se iban conquistando nuevos territorios, de manera que se establecieron nuevas sedes. Existían cuatro provincias: Palaestina I (metrópolis: Cesarea. Dos sedes sufragáneas: Sebaste y Saba), Palaestina II (Nazaret con Tiberias como sufragánea), Palaestina III (Metrópolis: Petra, Sufragánea: Sinaí), Phoenicia (metrópolis Tiro; sufragáneas: San Juan de Acre, Sidón, Beirut y Paneas). Belén y Ascalón (unidas) y Hebrón y Lidia (Diospolis) se sometieron inmediatamente al patriarcado. Hay que destacar que el número de las sedes fluctuaba con la fortuna que corrían las cruzadas; existen varias listas dadas por autores de la época que reflejan las diferentes circunstancias que vivía el patriarcado y el reino. Había también numerosas abadías, además del priorato del Santo Sepulcro (regidas por la regla de San Agustín). Para profundizar en este tema se puede consultar Le Quien, III, 1279 sqq., y la “Gesta Dei per Francos” (Hanover, 1611), 1077. Desde el siglo trece, cuando la jerarquía desapareció, hasta nuestros días, la presencia católica fue mantenida casi exclusivamente por la Orden Franciscana. Los frailes fueron enviados a Palestina por primera vez en 1219 siguiendo los deseos de San Francisco. La orden tiene una provincia especial: la “Custodia Terrae Sancta” que incluía el bajo Egipto, Chipre y Armenia. El provincial franciscano que porta el título de “Custos Terrae Sanctae”gobierna la provincia y hasta 1847 fue la autoridad suprema para los católicos en Palestina. Él tiene jurisdicción episcopal (aunque no el orden) y el gobierno turco le concedía muchos privilegios como representante civil de la “nación latina” en Palestina. Esta provincia (conocida comúnmente por su nombre italiano de “Terra Santa”, incluso entre árabes y turcos) reclutaba a sus monjes desde todas las demás provincias franciscanas. Su lengua oficial es el italiano. Durante muchos siglos, desde la caída del Reino Latino, los heroicos frailes han sabido guardar los derechos de la Iglesia Católica concernientes a los Santos Lugares. Expuestos siempre a los celos de los ortodoxos y de otras sectas, y perseguidos continuamente por los turcos, supieron conservar firmemente su lugar hasta el presente al precio de su sangre. Con ellos se mantienen nuestros derechos en la Tierra Santa. Era en sus hospicios (las case nuove que construyeron por toda Palestina) donde los peregrinos católicos encontraban refugio. Repararon los altares latinos y nunca han cesado, durante más de seis siglos, de ofrecer la Misa según el Rito Latino, incluso en tiempos en los que nadie se ha ocupado de ellos. El “Reverendissimus Custos Terrae Sanctae” ocupa desde principios del siglo XX un lugar menos importante dentro de la Iglesia Católica, pero ningún cambio podrá hacernos olvidar lo que se le debe a estos frailes que defendieron nuestra causa durante aquellos años oscuros. Actualmente la Custodia de Tierra Santa es una Provincia autónoma de la Orden de Frailes Menores y una entidad con carácter internacional, en cuanto que está compuesta por religiosos provenientes de todo el mundo. El 30 de noviembre de 1992 Su Santidad Juan Pablo II, recordaba el acontecimiento de la encomienda de los Lugares Santos a la Orden y exhortó a los Frailes Menores a continuar y perseverar en la fidelidad al mandato que la Sede Apostólica les encomendó en su tiempo. Por tanto, los Frailes Menores son custodios de los Lugares Santos, por voluntad y mandato de la Sede Apostólica, como recordó el Papa Pablo VI y confirmó Juan Pablo II durante su peregrinación a los Lugares Santos con ocasión del Gran Jubileo del año 2000. La Custodia de Tierra Santa trabaja en los siguientes países: Israel, Palestina, Jordania, Siria, Líbano, Egipto y las islas de Chipre y Rodas. Los franciscanos prestan sus servicios en los principales santuarios de la Redención entre los que se encuentran como lugares privilegiados: el Santo Sepulcro, la Natividad de Belén y la Iglesia de la Anunciación de Nazaret. El ministerio pastoral de los franciscanos se despliega en 29 parroquias, iglesias y capillas. (N. del T.).
En el siglo diecinueve se determinó que las circunstancias que traían como resultado la existencia de una especie de monopolio franciscano en Palestina se habían superado. El gobierno turco era tolerante, el número de peregrinos católicos se había incrementado enormemente, muchas otras órdenes religiosas habían construido casas en Jerusalén y en otras ciudades y existían árabes católicos que querían ser sacerdotes y servir a su pueblo, pero sin necesariamente tener la vocación para pertenecer a la Orden Franciscana. De esta forma la antigua situación que prácticamente reservaba el cuidado de todo lo relacionado con la sanación del alma a los franciscanos y sometía a todos a la jurisdicción del custos (situación totalmente natural dado que no había más nadie que se encargara de esa labor) ya no tenía razón de ser. No existía ya ningún motivo por el cuál los católicos de Palestina no pudieran ser gobernados normalmente por una jerarquía episcopal. Movido por estas consideraciones Pío IX decidió cambiar el patriarcado latino titular que se encontraba en Roma por una sede real ubicada nuevamente en Jerusalén. Al patriarca titular, Augusto Foscolo (1830-47) se le pidió que renunciara. En su lugar fue nombrado patriarca Giuseppe Valerga en 1847 al que se ordenó que ocupara su residencia en la Ciudad Santa (Breve del 23 de julio de 1847). Fue consagrado por el Papa el 10 de octubre de 1847 y arribó a su patriarcado en enero de 1848. A su llegada se encontró con 4200 católicos latinos y a su muerte ocurrida en 1872 este número se había duplicado. La sucesión de patriarcas latinos restaurados es: Giuseppe Valerga (1847-72), Vicento Bracco (1873-89), Luigi Piavi o.f.m. (1889-1905). Mons. Piavi falleció el 24 de enero de 1905. Después de cierto retraso fue elegido en noviembre de 1906 Mons. Felipe Camassei, anteriormente Obispo Latino de Siria, que llegó a Jerusalén poco después de la Pascua de 1907. La lista de los patriarcas continúa con: Mons. Luigi Barlassina (1920 – 49); Alberto Gori, o.f.m. (1949 – 70); Mons. Giacomo G. Beltrini (1970 – 88) y Mons. Michel Sabbah (1988 - 2008) quienes son asistidos por sus Vicarios Patriarcales de Jerusalén, Amman (Jordania), Nazareth (Israel, Nicosia (Chipre) y el Vicario General para la Comunidad hebreoparlante en Tierra Santa. Monseñor Sabbah, que ha cumplido sus 75 años, ha sido sustituido por Mons. Fouad Twal (2008 -). La administración de la Iglesia está en manos de los órganos habituales: la Cancillería, el Tribunal Eclesiástico, la Administración general, los Colegios y otros departamentos y comités que abarcan los servicios de la diócesis (N. del T.) A finales del siglo XIX la madre María Alfonsina de Jerusalén y fray Yousef Tannous de Nazareth, apoyados por el patriarca Vicento Bracco, fundaron la Congregación de las Hermanas del Rosario de Jerusalén. Otras congregaciones han sido llamadas por los Patriarcas Latinos a prestar sus servicios en Jerusalén de acuerdo con su carisma particular: Los Hermanos de La Salle, las Hermanas de Nazareth y las Hermanas de San José (educación); los Hermanos de San Juan, las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul y las Hermanas de la Madre Teresa (servicios sociales y de caridad); las Hermanas Carmelitas y las Hermanas de Santa Dorotea (vida de oración) entre muchas otras. En la actualidad laboran en la diócesis cerca de treinta congregaciones masculinas y unas setenta y dos congregaciones femeninas siendo todavía un elemento importante de la historia de la Iglesia en Tierra Santa (N. del T.). Los católicos de rito latino son fundamentalmente árabes, palestinos y jordanos. Existen además comunidades extranjeras formadas por emigrantes (en su mayoría obreros) filipinos, rumanos, africanos, etc. Algunas de estas comunidades tienen regularmente capellanes de Alemania, Francia, Polonia y Rumania. Varios cientos de católicos hebreoparlantes que son también parte de la Iglesia Católica Latina, bajo la jurisdicción del Patriarca Latino, son atendidos por la “Comunidad de San Juan” mediante la celebración de la liturgia en hebreo (N. del T.). Hoy en día podemos encontrar en Jerusalén las siguientes iglesias cristianas: Católicas: Latina, Melquita, Maronita, Siria, Armenia y Caldea; Ortodoxas: Ortodoxa Griega, Armenia, Copta, Siria y Etíope; Protestantes: Anglicanos y Luteranos. La jurisdicción de todas estas iglesias comprende Israel, Palestina y Jordania y en el caso del Patriarcado Latino hay que añadir Chipre a estos territorios. En el caso de los Melquitas, en lugar de una diócesis que abarca el territorio de los tres países tienen tres diócesis independientes. En total son quince Iglesias y diócesis, de ellas trece con su sede en Jerusalén y dos diócesis Melquitas que tienen sedes en Amman (Jordania) y en Galilea (Israel) (N. del T.). (5) Situación de la ciudad a principios del siglo XX Hacia 1910 Jerusalén (El Quds) era la capital de un sanjak y la sede del mustasarrif que dependía directamente de la Sublime Puerta. En la administración del sanjak el mustasarrif era asistido por un consejo llamado majlis ida ra; la ciudad tenía un gobierno municipal (majlis baladiye) presidido por un anciano. La población total estaba estimada en 66.000 personas. El censo turco de 1905, que solo comprendía a los otomanos, arrojaba estos datos: judíos, 45000; musulmanes, 8000; cristianos ortodoxos, 6000; latinos, 2500; armenios, 950; protestantes, 800; melquitas o coptos, 150; abisinios, 100; jacobitas, 100; católicos sirios, 50. Durante el siglo diecinueve se desarrollaron grandes suburbios hacia el norte y el este, principalmente para uso de la colonia judía. En ellos habitaba cerca de la mitad de la población de la ciudad. Actualmente la Ciudad Vieja está dividida en cuatro barrios, de mayor a menor, el barrio árabe, el barrio judío, el barrio cristiano, y el barrio armenio; el barrio judío fue expandido a partir de 1967. Como resultado del armisticio que siguió a la guerra de 1948, el 84% de la ciudad moderna pasó a ser parte del estado de Israel. Desde 1967, la nueva municipalidad surgida de la ocupación, extiende los límites de la ciudad mediante la anexión de tierras de propiedad árabe del resto de Cisjordania, albergando a casi medio millón de habitantes judíos de los cuales unos 180.000 son colonos en los asentamientos de Jerusalén Este y 200.000 palestinos. Según el Buró Central de Estadísticas de Israel (CBS por sus siglas en inglés) en el 2006 la población de Jerusalén rondaba los 870.100 habitantes. De estos 592.900 eran judíos; 248.100 musulmanes y 15.900 cristianos (N . del T.).
El Patriarca Latino de Jerusalén tenía a principios del siglo XX jurisdicción sobre todos los latinos de Palestina, extendiéndose a Egipto hacia el sur, la Delegación Latina en Siria (con sede en Beirut) en el norte e incluyendo a Chipre. Esta distribución ha variado con el paso del tiempo y los acontecimientos que durante todo el siglo XX han transformado la región. Actualmente su jurisdicción comprende una diócesis que abarca los territorios de Israel, Palestina, Jordania y Chipre (N. del T.). El Patriarca era nombrado por la Curia Romana (libera collatio S. Pont.) y se encontraba personalmente exento de la autoridad turca (nominalmente se hallaba bajo el protectorado de Francia) y estaba representado en el majlis. El patriarcado no tenía sedes sufragáneas. El Custos Terrae Sanctae mantuvo el uso de las insignias episcopales y ciertos derechos de admisión a los Santos Lugares, aunque solamente era considerado como el provincial de los franciscanos. Los nombramientos para la “Orden del Santo Sepulcro” (orden militar que comenzó con las cruzadas y que se mantiene en la actualidad como una pequeña dignidad otorgada a católicos que la merecen) que eran antiguamente otorgados formalmente por el custos se encuentran ahora en manos del patriarca. En teoría el Santo Sepulcro era la iglesia patriarcal, pero dado que los católicos solo tenían derechos que alternaban con los ortodoxos y armenios, Fóscolo construyó una pro-catedral cerca de la Puerta de Jaffa (hacia el norte) a la que se le adjuntó la casa del patriarca y un seminario. A pesar de esto, el patriarca podía llevar a acabo las celebraciones de Semana Santa y algunas otras en el Santo Sepulcro en virtud de los derechos concedidos a los católicos, los cuáles habían sido aprobados por el gobierno turco que además se encargaba de hacerlos cumplir. El custos franciscano reside en el convento de San Salvador en el norte del Muristán. Este convento, que continúa siendo el cuartel general de los franciscanos en Jerusalén, fue originalmente un monasterio georgiano adquirido por los frailes en 1551. Seguidamente se encuentran la gran iglesia parroquial de San Salvador, terminada en 1885 a expensas del Emperador Francisco José I de Austria y la Casa Nuova (un hospicio para los peregrinos). Agrupados alrededor del convento y a cargo de los frailes había además un orfanato, una escuela, una biblioteca y una imprenta. Los franciscanos también poseen el pequeño convento del Santo Sepulcro con la “Capilla de la Aparición” que conforma la parte más septentrional del grupo de edificaciones en la Anastasis. Estos han sido propiedad de los franciscanos desde el siglo trece (la “Noveau Guide” del P. Barnabe Meisterman contiene un excelente plano de la Anastasis, coloreada de acuerdo a las posesiones de las diferentes denominaciones religiosas). Cada tres meses eran enviados desde el convento de San Salvador grupos formados por seis o siete sacerdotes y varios hermanos legos para que residieran en el convento del Santo Sepulcro. Estos son los “Padres del Santo Sepulcro” que están siempre dispuestos para celebrar el Santo Oficio según el rito latino, recibir a los peregrinos y mantener los derechos tradicionales de los latinos. Durante este período de servicio los frailes vivían en condiciones muy precarias. El convento no tiene ninguna salida excepto la puerta que da acceso a todo el complejo y que se encuentra hacia el sur. Esta puerta era cerrada por los guardias turcos todas las noches, por lo que los frailes quedaban encerrados dentro del recinto. Su comida era llevada diariamente desde el convento de San Salvador y pasaba por un postigo de la gran puerta. Además, la residencia en el estrecho y húmero convento ubicado entre las otras edificaciones y del que no podían salir durante el período de servicio era muy perniciosa para su estado de salud. Sin embargo en 1869, cuando el emperador Francisco José de Austria realizó el peregrinaje a Jerusalén obtuvo del gobierno turco ciertas mejoras en la ventilación del convento así como la autorización para construir una terraza y un campanario detrás del edificio. En 1875, por primera vez en muchos siglos, los frailes pudieron tocar las campanas para convocar a los católicos al servicio religioso (los ortodoxos no usan campanas sino el simandro – instrumento formado por una pieza plana de madera suspendida de cadenas o correas N. del T.– mientras que para los musulmanes las campanas son abominables). El tercero de los conventos franciscanos en Jerusalén está en la Capilla de la Flagelación en el Tariq Bab Sitti Miriam, frente a la torre Antonia. Fue propiedad de la orden desde la época de las cruzadas hasta 1618 cuando el Pasha lo convirtió en un establo. Les fue devuelto en 1838 y restaurado a expensas del rey Maximiliano de Baviera. En el presente los frailes atienden además: el Santuario de la Manifestación de Jesús a los Discípulos, el Santo Cenáculo (Monte Sión), la capilla del Litóstrotos (II estación del Via Crucis), la capilla del encuentro con el Cireneo (V estación ), la Columna de la Sentencia o capilla de la VII estación, en Getsemaní: la Basílica de la Agonía, la Gruta del Prendimiento y el Sepulcro de la SSma. Virgen, el Dominus Flevit y el lugar de la Ascensión de N. S. Jesucristo (N. del T.).
Otras propiedades latinas de Jerusalén han sido: el Seminario de Santa Ana para el clero melquita regido (desde 1878) por los Padres Blancos del cardenal Lavigiere, cercano a Bab Sitti Miriam (Puerta de la Virgen María) (el seminario de Santa Ana fue cerrado a raíz de la guerra de 1967, siendo sustituido en 1987 por el Seminario de San Salvador N. del T.); el convento dominico y Ecole biblique ubicados en San Esteban, más allá de la Puerta Damasco (1884); el gran hospicio francés “Nuestra Señora de Francia”, dirigido por los Agustinos de la Asunción ubicado extramuros hacia el noroeste cerca de Bab’ Abdu-I’hamid (1887); el monasterio benedictino con un seminario para los católicos sirios en el Monte de los Olivos (1899), el nuevo monasterio benedictino alemán en el “Dormitio B.M.V.” en el Monte de Sión dado por el emperador alemán en 1906; los Hospicios alemanes y austriacos, los Pasionistas y Lazaristas franceses, los Salesianos italianos y los Padres Franceses de Sión y Hermanos Cristianos. Hay también conventos de monjas Carmelitas francesas (en el Monte de los Olivos desde 1873), Clarisas Pobres, monjas Franciscanas, Damas de Sión, Hermanas de San Vicente de Paul, monjas Benedictinas, Hermanas del Rosario de San José y de María Reparadora. De todas estas instituciones latinas, las más antiguas (ej. Franciscanos) tenían un marcado carácter italiano, aunque el mayor número eran francesas y los alemanes (especialmente desde los problemas con el protectorado) consiguieron una considerable influencia. Como en el resto del Imperio Turco, a principios del siglo XX el francés era la lengua europea que más se hablaba en Jerusalén. En estos momentos muchas de las parroquias, no solo en Jerusalén sino en toda la diócesis, tienen su escuela propia donde se imparten clases tanto a cristianos como a no cristianos. De forma general en el patriarcado existen 104 escuelas dependientes de la diócesis Católica Romana y Latina de Jerusalén. De estas, 39 se encuentran bajo la supervisión de la Administración General de Escuelas del Patriarcado Latino y el resto pertenece a distintas congregaciones religiosas como: Franciscanos, Padres Salesianos, Hermanos De La Salle, Hermanas del Rosario y Hermanas Carmelitas entre otras. Casos relevantes lo constituyen las Escuelas Católicas Bíblicas y de Arqueología que impulsan importantes estudios de arqueología e historia bíblica y la Universidad de Belén fundada hace veintiséis años. Dentro de las instituciones eclesiales destaca, el Seminario Patriarcal Latino, fundado por Mons. Valerga donde se preparan, los futuros integrantes del clero diocesano. Ubicados en la ciudad encontramos el Instituto Ecuménico de Tantur para estudios Teológicos, fundado por decisión del Papa Pablo VI y el Centro Notre Dame de Jerusalén destinado a la realización de actividades culturales y educativas, así como a la acogida de peregrinos (N. del T.). Son también propiedades católicas: San Pedro en Gallicantu (Asuncionistas); Ecce Homo (Hermanas de Nuestra Señora de Jerusalén de Sión) y la Basílica de la Natividad de María (N. del T.). Muchas de las Iglesias Católicas de rito oriental se establecieron en la ciudad. El Patriarca Melquita, cuyo título es Patriarca Melquita de Antioquía, Alejandría, todo el Oriente y Jerusalén posee una iglesia (la de Santa Verónica) (actualmente atendida por las Hermanitas de Jesús N. del T.) en el Khan-ez-zeit justamente detrás de la de San Salvador donde oficia el patriarca (cuando se encuentra en la ciudad) y el vicario patriarcal melquita (que generalmente reside en Jaffa), en las cercanías hay un hospicio para los peregrinos. Existe también un monasterio melquita cerca del Bazar Nuevo (Es-suk el-jedid), la parroquia de la Anunciación, así como otras instalaciones (N. del T.). Los maronitas tienen en la ciudad una parroquia (Iglesia de San Marón) atendida por su vicario patriarcal (desde 1996 Mons. Paul Sayah), mientras que la de los Católicos Armenios (Nuestra Señora del Espasmo) se encuentra en la Vía Dolorosa enfrente a lo que fuera el hospicio austriaco (esta parroquia se encuentra adjunta a la residencia del obispado de los Católicos Armenios, en la IV estación del Vía Crucis N.del T.). Los armenios tuvieron un Arzobispo de Jerusalén (Miguel Alessandrius) desde 1855 hasta 1867 aunque no se nombró a un sucesor. En este momento el exarca patriarcal de Jerusalén es S.M.R. Rafael Minassian (N.del T.). Los Católicos Sirios tienen una pequeña iglesia donde oficiaba el vicario patriarcal y en julio de 1985 se consagró una nueva iglesia patriarcal dedicada a Santo Tomás (N. del T.). El Patriarca Católico Sirio de Antioquía es considerado como el administrador de la Arquidiócesis de Jerusalén, aunque él nunca usa este título. A principios del siglo XX existía un gran pesar entre todos los católicos de rito oriental puesto que no podían celebrar los oficios en el Santo Sepulcro porque los turcos solo le reconocían ese derecho a los latinos. Como era de esperar la Iglesia Ortodoxa ocupa un lugar importante entre las comunidades cristianas de Jerusalén. El patriarca porta el título de “el más bendecido y santo Patriarca de la ciudad santa de Jerusalén y de toda la Palestina, de Siria, Arabia más allá de Jordán, Caná de Galilea y el Santo Sión”. Debe destacarse que de entre todas las personas que portan el título de “Patriarca de Jerusalén” solamente este presenta una continuidad histórica con la línea original. Su patriarcado se extendía desde el Líbano en el norte, hasta el Mar rojo en el sur (excepto el convento autocéfalo del Sinaí). Hacia el este tiene como frontera el desierto Sirio y al oeste el mar. Actualmente comprende los territorios de Israel, Palestina y Jordania (N.del T.). El patriarca reside en el “Gran Lavra”, en el Haret deir-er-rum no muy lejos de la Anastasis; también tiene propiedades próximas a Jerusalén, en Katamon (donde dicen que vivió San Simeón) y cerca de Deir Aban (entre Jerusalén y Jaffa). Han sido sedes del Patriarcado: Cesarea, Escitopolis (Beit Shean), Petra, Ptolemais (Acre), Nazaret, Belén, Lida, Gaza, Nablus, Sebaste, Tabor, el Jordán, Tiberias, Filadelfia, Pella, Kerak, Diocesarea (Seforis) y Madaba. Durante el siglo XIX el único obispo residente era el Metropolitano de Acre puesto que los de Lida, Gaza, Nablus, Sebaste, el Jordán, Filadelfia, Kerak y Madaba vivían en Jerusalén y formaban la Corte del Patriarca. Las otras sedes permanecían vacantes. En la administración de su Iglesia el patriarca estaba asistido por un sínodo compuesto por diez obispos y diez archimandritas. Cerca del patriarcado está el gran monasterio ortodoxo (San Constantino) que tenía una imprenta y un hospicio para peregrinos. En el Santo Sepulcro los ortodoxos poseen la parte central (el Katholikon) y varias capillas, también tienen un monasterio construido enfrente (hacia la zona occidental). La Anastasis actual construida bajo su cúpula es demasiado preciosa para que sea utilizada por una sola denominación religiosa por lo que es considerada como propiedad común y utilizada por turnos por todas. Existen al menos otros dieciséis monasterios ortodoxos diseminados en la ciudad, así como varios hospicios, hospitales y escuelas. Para la educación de sus clérigos tienen el “Monasterio de la Santa Cruz” (Deir el-musallebe) a una milla y media al oeste de la ciudad. Este monasterio (construido donde cuentan que crecía el árbol con el que se hizo la cruz) era en un inicio georgiano e inscripciones en este idioma se pueden encontrar en la iglesia. Fue vendida a los griegos y abrió como un colegio teológico en 1855 y desde entonces ha tenido que cerrar varias veces. Muchos estudiantes que no pertenecían al patriarcado llegaban desde Asia Menor, Chipre, Grecia, etc. para cursar sus estudios en el monasterio, aunque apenas matriculaban estudiantes árabes. El griego era el único lenguaje que se empleaba en el colegio y el elemento griego mantenía, a finales del siglo XIX, una posesión exclusiva de los establecimientos más antiguos de Jerusalén. Hemos aludido anteriormente los problemas que enfrentaron los árabes tratando de romper este monopolio que ya estaba muy debilitado aunque no a favor de los árabes, sino debido al establecimiento de los rusos. La Iglesia Autocéfala Rusa estaba representada en Palestina por un gran número de colonias e instituciones separadas completamente de las del patriarcado (conformaban la Misión Rusa en Palestina N. del T.). El primer archimandrita ruso llegó en 1844 y el consulado data de 1858. La Sociedad Palestina Rusa (fundada en 1860 para ayudar a los peregrinos rusos N. del T.) construyó iglesias en las que la liturgia se celebraba en eslavo y también edificó por todo el país hospicios para los peregrinos rusos, lo que provocó la irritación del elemento patriarcal griego. Era debido a que Rusia tomó para sí la causa de los árabes nativos que estos últimos ya no podían ser considerados e ignorados como si fueran revolucionarios oscuros de las clases bajas. La influencia griega por el contrario, fue disminuyendo durante este período y se llegó a esperar que cuando Lord Damianus falleciera o fuese depuesto se escogería un patriarca árabe como su sucesor. (contrariamente a lo que se pensaba a inicios del siglo XX se ha mantenido el origen griego de los Patriarcas de Jerusalén. La lista de los patriarcas que sucedieron a Lord Damianus puede verse en el acápite “El patriarcado ortodoxo” N. del T.) Los principales establecimientos rusos en Jerusalén conformaban un enorme complejo de edificios ubicados en las afueras de la ciudad, en el camino a Jaffa. Destacaban una enorme y hermosa iglesia donde oficiaba un archimandrita, un hospicio para peregrinos de considerables dimensiones, un hospital y otras edificaciones, todas ellas cercanas a lo que era el consulado ruso. Tienen también una iglesia magnífica en Getsemaní y otra en el Huerto de los Olivos (según su tradición, el lugar de la ascensión) que tiene una gran torre, un convento para monjas y otras instalaciones. En el Muristán poseían otro hospicio, un asilo para enfermos mentales y varias escuelas. Los rusos sin embargo, no tienen derechos en el Santo Sepulcro. Cada vez que necesitaban realizar un servicio religioso allí debían solicitar la autorización del patriarca. Esta situación de pujanza política y religiosa por parte de los rusos se vería detenida súbitamente por los acontecimientos ocurridos en Europa y Rusia durante la Primera Guerra Mundial. Durante la contienda, los soldados turcos ocuparon las instalaciones del Complejo Ruso y estas no serían devueltas hasta 1919 bajo el mandato británico. En 1920, debido a la hostilidad del gobierno bolchevique hacia la Iglesia Ortodoxa, el Patriarca de Moscú expidió una ukasa (decreto) en la que se indicaba que todos los ortodoxos que se encontraban bajo la autoridad de su patriarcado podían buscar asilo y guía espiritual donde pudiesen. Esto fue interpretado como una autorización para crear un sínodo de emergencia que permitiera el funcionamiento de la Iglesia ortodoxa fuera de Rusia. Con el tiempo se crearía la Iglesia Ortodoxa Rusa fuera de Rusia, separada del Patriarcado Ruso (solo en el año 2006 se firmaría un Acta de Comunión Canónica con el Patriarcado Ruso), a la que se sometería la Iglesia Ortodoxa Rusa en Jerusalén (la antigua Misión Rusa). La guerra árabe-israelí de 1948 y la creación del estado de Israel privó a la Misión de casi todas sus propiedades en el Complejo Ruso incluyendo la Catedral de la Trinidad que fueron entregadas al Patriarcado Ruso en reconocimiento al apoyo brindado por Moscú a la creación del estado de Israel. Durante este período, la Misión rusa traslado sus instalaciones a Getsemaní primero y después al Huerto de los Olivos donde, de una forma más modesta que en sus orígenes, mantienen su presencia en la actualidad. A principios del siglo XX alrededor de 8000 peregrinos rusos visitaban cada año los santos lugares. Ahora la cifra supera los 50000 (N. del T.). Los Armenios gregorianos tienen el Patriarcado de Jerusalén como uno de sus dos patriarcados menores (el primer Patriarca del que se tienen registros data del 638 d.n.e. aunque parece ser que la fundación del patriarcado fue en una fecha anterior N.del T). En el siglo XVII el Katholikos de Echmiadzin le confirió al Obispo Armenio de Jerusalén el derecho a consagrar el crisma y de ahí en adelante el obispo asumió el título de patriarca y comenzó a ordenar obispos. El título es reconocido actualmente por la Iglesia de Armenia. La jurisdicción del Patriarca Armenio de Jerusalén se extendía por todo el territorio del pachá de Damasco, Acre, Tarabulus (Trípoli) y Chipre. Actualmente su jurisdicción comprende los territorios de Israel, Palestina y Jordania (N. del T.). Bajo su autoridad hay siete arzobispos y obispos que viven con él y forman su sínodo y catorce sufragáneos. El patriarca reside en el gran monasterio armenio de Santiago, en el sudoeste de la ciudad, cerca de Bab Nebi Daud (Puerta de Sión N. del T.). Antiguamente era un monasterio georgiano y desde el siglo XIII le pertenece a los armenios. Además del patriarca y los obispos, un centenar de vartabeds (doctores o maestros dentro de la Iglesia Apostólica Armenia que generalmente están a cargo de las diócesis y realizan funciones episcopales N. del T.) residen en el monasterio. Adjuntos a la iglesia hay también un seminario, una escuela y un hospicio para peregrinos. Los armenios tienen en el exterior de la ciudad, a la salida de la puerta mencionada anteriormente, otro monasterio (la reputada casa de Caifás); cerca del patriarcado un convento de monjas (Deir-ez-zeituni) (o Convento del Olivo N. del T.) y tierras en las afueras de la ciudad, enfrente a lo que fuera la gran colonia rusa. Tienen además el Seminario Teológico Armenio, el Colegio de los Santos Traductores (“Serpots Tarkmantchats Varjaran”), la Biblioteca Calouste Gulbenkian y el museo de Arte y Cultura Armenia Eduardo y Elena Mardigian (N. del T.). Todo el sudoeste de Jerusalén, cerca de su patriarcado conforma el “barrio Armenio”. En el Santo Sepulcro poseen las capillas de Santa Elena, de San Juan, de la “División de las Prendas”, de Santiago (detrás de la Anastasis) y la “Piedra de la Santa Mujer” (cf. Plano de Meistermans). Los armenios poseen antiguos derechos que les permiten caminar en procesión alrededor de la Anastasis, así como el poder celebrar ahí sus oficios. Los sirio jacobitas (o sirio ortodoxos) tienen una pequeña iglesia (declarada como la casa de Juan Marcos) en el Haret-en-nebi-Daut, junto a un monasterio donde reside el vicario de su mafrianato (que suma ahora a este cargo el de Metropolitano de Jerusalén). El arzobispo-vicario patriarcal ejerce su autoridad sobre los aproximadamente 2100 sirio jacobitas que habitan Tierra Santa y Jordania. También poseen la capilla que está detrás de la Anastasis y la tumba de José de Arimatea (N. del T.). Los coptos poseían un gran monasterio (Deir-es-sultan) y un hospicio cerca del Santo Sepulcro, hacia el norte, en la novena estación del Via Crucis. En 1970, mientras los coptos celebraban su Pascua, monjes etíopes apoyados por la policía israelí y aprovechando la coyuntura política de hostilidad hacia El Cairo, tomaron por la fuerza Deir-es-Sultán y cambiaron las cerraduras de todas las puertas. Para ellos esta acción es completamente legítima pues el monasterio fue originalmente propiedad de los etíopes hasta 1838 cuando la peste mató a todos los monjes y el monasterio pasó a manos de los coptos. Aunque los coptos han intentado varias medidas legales el monasterio permanece en manos de los etíopes y el litigio entre las dos iglesias por su propiedad permanece sin solución. Deir-es-sultán está compuesto por dos capillas (la del Arcángel San Miguel y la de los cuatro Vivientes) unidas por un corredor y por un conjunto de chozas y construcciones ubicadas en el techo de la Capilla de Santa Elena. Hay otra iglesia copta en su Khan, hacia el norte de la Birket Hammam-el-batrak (Piscina de Ezequías) y poseen varias capillas en el Santo Sepulcro. Los coptos han tenido un Obispo de Jerusalén desde el siglo XI. Este reside ahora en El Cairo donde recibe el título de Obispo del Este (Sharkiye) o de la Anastasis (Kayame) o Jerusalén (El-Quds) y se situaba en jerarquía sobre el Abuna de Abisinia (actual Etiopia). En 1948 las iglesias coptas y etíopes acordaron la autocefalia de la Iglesia Etíope, hecho que se concretó cuando en 1959 fue consagrado el Abuna Patriarca Etíope, que se encuentra en plena comunión con el Papa de todos los coptos y Patriarca de Alejandría y con el Patriarca copto de Eritrea conformando una sola Iglesia (N. del T.). Los etíopes poseen una gran iglesia de planta redonda en las afueras de la ciudad, hacia el noroeste (más allá de las construcciones rusas) y un monasterio que colinda con el Santo Sepulcro y con el monasterio copto (en la actualidad tiene además otros dos monasterios en Jerusalén. N. del T.). No tienen un lugar específico dentro del complejo del Santo Sepulcro (excepto Deir-es Sultán N. del T.), pero comparten con los coptos (con quienes están en comunión). Los nestorianos tuvieron un Metropolitano de Jerusalén entre los siglos IX y XIII. El título parece que ha desaparecido desde 1282 (Le Quien, II, 1299). Finalmente ingleses, alemanes y protestantes americanos de todas las denominaciones protestantes tienen un gran número de iglesias, hospitales y hospicios en Jerusalén. De estos últimos los más importantes eran: el Evangélico Alemán Erl serkirke en el Muristán (construido en 1898 en unas tierras cedidas por el Emperador Alemán) que tenía adjunto una escuela, el Johanniterhospiz, hospital de las diaconisas Kaiserwerth, el leprosorio atendido por moravitas y el orfanato sirio protestante. En 1841, mediante un acuerdo entre los gobiernos prusianos e ingleses se fundó en Jerusalén un obispado anglo-luterano: el “Obispado de Santiago”. Los obispos debían ser nombrados, de forma alterna, por los dos gobiernos y tenían jurisdicción sobre todos los anglicanos y luteranos en Siria, Caldea, Egipto y Abisinia. Este es el famoso “Obispado de Jerusalén” que escandalizó tanto a los líderes del Movimiento Ortodoxo. Los obispos fueron: Miguel Samuel Alejandro (nombrado por Inglaterra), 1842-45; Samuel Gobat von Cremines (por Prusia), 1845-79 y José Barclay (por Inglaterra), 1879-81. Ya desde la época de Gobat las dos partes venían presentando desavenencias; cuando Barclay falleció el acuerdo fue derogado. Los anglicanos tuvieron desde 1887 un obispo de un estilo muy diferente. El obispo Blyth y sus archidiáconos mantuvieron un ambiente conciliador con todas las Iglesias Orientales y de excelentes términos con el Patriarca Ortodoxo. La Colegiata Anglicana de San Jorge (con una universidad), actualmente Iglesia Catedral de San Jorge el Mártir, es la sede del obispo de Jerusalén y está situada en las afueras de la ciudad hacia el norte, más allá del convento dominico. Los cultos se celebran tanto en árabe como en ingles. A fines de 1976 se creó la nueva Iglesia Anglicana en Jerusalén y el Medio Oriente siendo consagrado el primer obispo árabe en la ciudad. La Iglesia Anglicana es en el presente la mayor comunidad protestante en Tierra Santa (N. del T.). La iglesia de San Pablo pertenece a la Iglesia de la Sociedad Misionera (afuera al noroeste) donde existe una gran escuela anglicana (fundada por el obispo Gobat) en la esquina sudoeste de las murallas. La Sociedad Judía de Londres tenía una iglesia, dos hospitales y varias escuelas. Después de la disolución del acuerdo anglo-prusiano, la Iglesia Luterana Alemana estableció una presencia independiente en Jerusalén y Tierra Santa. Esta comunidad ha atraído cada vez más miembros árabe-parlantes. Desde 1979, la congregación árabe-parlante tiene su propio obispo y existe independientemente de la pequeña congregación germano-parlante, que está representada por un Propst (pastor). Ambos clérigos comparten las instalaciones del Propstei en la calle Muristán en la Ciudad Vieja de Jerusalén. Existen también pequeñas congregaciones luteranas dinamarquesas, suecas y angloparlantes La Iglesia Evangélica Luterana del Jordán incluye seis congregaciones de habla árabe y una congregación en Aman, Jordán. Los cultos se celebran en alemán e inglés (N. del T.). La Iglesia Bautista en Tierra Santa comenzó con la formación de una congregación en Nazaret en 1911. Hoy en día la Asociación de Iglesias Bautistas cuenta con Iglesias y centros en Jerusalén y en otras ciudades de Israel. La mayor parte de sus miembros son árabe-parlantes. La Iglesia de Escocia (Presbiteriana Calvinista) envió su primera misión a la Galilea en 1840 y es hoy en día una comunidad pequeña y en gran parte expatriada que mantiene una Iglesia y un hospedaje en Jerusalén. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (Mormona) creó una pequeña comunidad en Haifa en 1886 y otra en Jerusalén en 1972 (N. del T.). Las siguientes personas utilizan de alguna forma el título de Jerusalén: • Católicos: El Patriarca Latino que reside en la ciudad; el Patriarca Melquita de Antioquía, Alejandría, Jerusalén y todo el este, que reside en Damasco o Alejandría; el Vicario Patriarcal Melquita de Jerusalén que reside en Jaffa (actualmente en Jerusalén N. del T.) y el Vicario Patriarcal Maronita de Jerusalén que reside en la ciudad. • No Católicos: El Patriarca Ortodoxo que reside Jerusalén; el Patriarca Armenio que también reside en la ciudad; el Mafrián Jacobita (Metropolitano de Jerusalén) que reside junto a su Patriarca (el de Antioquía) en el monasterio de Zafarán (actualmente el metropolitano reside en Jerusalén N.del T.), cerca de Mardín; el Obispo Copto de Jerusalén (o del Este de la Anastasis) que reside en el Cairo y el Obispo Anglicano de Jerusalén. Información de la publicación: Escrito por: Adrian Fortescue. Transcrita por Donald J. Boon. Dedicada a la Gloriosa venida de Nuestro Señor Jesucristo. Traducido por: José Andrés Pérez García
The Catholic Encyclopedia, Volumen VIII. Publicada en 1910. Nueva York: Robert Appleton Company. Nihil Obstat, 1 de octubre de 1910. Remy Lafort, S.T.D., Censor. Imprimatur. + Juan Cardenal Farley, Arzobispo de Nueva York.
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