Diferencia entre revisiones de «Pacifismo y guerra»
De Enciclopedia Católica
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Implícita en Thomas Hobbes subyace la definición de la guerra como la ausencia de una ley | Implícita en Thomas Hobbes subyace la definición de la guerra como la ausencia de una ley | ||
común. Abrazo su concepción, en tanto en cuanto se adecua sobremanera a la realidad, aunque - por mor de la precisión - quizá sea oportuno anexionarle el adjetivo «natural». Mi más sincero pésame ante los positivistas, pero sospechar una ley no-natural es un oxímoron excesivamente exitoso. | común. Abrazo su concepción, en tanto en cuanto se adecua sobremanera a la realidad, aunque - por mor de la precisión - quizá sea oportuno anexionarle el adjetivo «natural». Mi más sincero pésame ante los positivistas, pero sospechar una ley no-natural es un oxímoron excesivamente exitoso. |
Última revisión de 17:26 8 ene 2025
Implícita en Thomas Hobbes subyace la definición de la guerra como la ausencia de una ley común. Abrazo su concepción, en tanto en cuanto se adecua sobremanera a la realidad, aunque - por mor de la precisión - quizá sea oportuno anexionarle el adjetivo «natural». Mi más sincero pésame ante los positivistas, pero sospechar una ley no-natural es un oxímoron excesivamente exitoso.
El estado de guerra existe allí donde un hombre no reconoce una ley natural común. De ahí que los combates sean tan solo una consecuencia del estado de guerra, y no un elemento esencial de este. Esta definición filosófica abarca acontecimientos que, vulgarmente, no se denominan «guerra». De ahí que Hobbes considerase el crimen esencialmente idéntico a la guerra, si bien diferentes en grado. Ahora bien, en la índole de la diplomacia, justamente para eludir esta identificación esencial que tantísimos problemas prácticos acarrearía, se utiliza una definición empírica y, por lo mismo, opaca en sus conceptos: enfrentamiento violento entre dos grupos humanos de tamaño masivo. Sin duda, la definición más verdadera es, no obstante, la Hobbesiana. Como corolario, en efecto, no existe diferencia esencial entre la guerra y el crimen.
En este sentido, el pacifismo es un error teórico producto de la definición empírica de guerra - no ya por su párvula visión del hombre; quizá sólo parangonable en memez con la del buen salvaje roussoniano - , sino porque se funda en la confusión de la violencia con el combate. Esta confusión es asaz falaz: el pacifismo se basa en una mentira. Como de toda mentira, del pacifismo brota una maraña de otros engaños. Véase la cruzada pacifista por la prohibición del boxeo, el cual sería un deporte violentísimo a su parecer. Cuando, en realidad, nada es menos violento que dos personas peleando voluntariamente bajo el amparo de un reglamento estricto. Asimismo, un pacifista —qua pacifista— estimaría la esclavitud no-violenta, pues esta no es nada más que la perpetuación de un estado de rendición incondicional donde no hay combates o, lo que es lo mismo, no es violenta bajo su idiosincrasia. Para Hobbes, en cambio, la esclavitud es esencialmente guerra y la rebelión de esclavos solo la reanudación del combate de un estado de guerra que nunca había cesado. Así pues, el pacifismo es, en puridad, tregüismo, a saber: no busca la paz, sino la tregua. Los pacifistas no están en contra de la verdadera violencia, es decir, de la violación de una ley natural común, sino en contra de sus efectos, y no de sus causas. Estos cándidos inteligentísimos quieren que, dada la causa, el efecto (el combate) no se produzca, lo cual es simple y llanamente irrealista, empero no porque el ser humano sea imperfecto, sino porque esa ideología es imperfecta. Si se derivan las últimas consecuencias lógicas de su doctrina, entonces, será harto evidente que no contrarresta la guerra. Muy por el contrario, la incentiva: quien postula el ideal de la tregua lo hace, puesto que considera que la guerra no puede ser evitada. Y quien considera que la guerra no puede ser evitada no cree que sea posible la paz.
Para solucionar un problema han de ser atacadas las causas generadoras del mismo. Así, el pacifismo comparece como peligro, ya que —como cree la guerra instinto y no invento— nos impide comprender sus causas. En suma, estudiar el fenómeno de la guerra en general (con todos los fenómenos circundantes, como lo es el pacifismo) y las causas de la guerra en particular es menester para alcanzar la paz verdadera.
Iñaki Rodríguez Mejía