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Viernes, 22 de noviembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Gregorio XIII, Papa»

De Enciclopedia Católica

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(UGO BUONCOMPAGNI).  
 
(UGO BUONCOMPAGNI).  

Revisión de 15:40 22 ene 2007

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(UGO BUONCOMPAGNI).

Nacido en Bolonia el 7 de enero de 1502 fallecido en Roma el 10 de abril de 1585. Estudió jurisprudencia en la universidad de Bolonia, en la que consiguió el doctorado en derecho canónico y civil, siendo muy joven. Más tarde enseñó jurisprudencia en la misma universidad y tuvo entre sus discípulos al famoso futuro cardenal Alejandro Farnesio, Cristóbal Madruzzi, Otto Truchsess von Waldburg, Reginald Pole, Carlos Borromeo y Stanislaus Hosius. En 1530 fue a Roma llamado por el cardenal Parizzio y Paulo III le nombró juez en el Capitolio, escribano papal y refrendatario de ambas signaturas. En 1545 el mismo papa le envió al concilio de Trento como uno de sus juristas. A su vuelta a Roma ocupó varios oficios en la curia romana bajo Julio III (1550-1555), que también lo nombró prolegado en la Campaña, 1555. Con Paulo IV (1555-1559) acompañó al cardenal Alfonso Caraffa en una misión papal ante Felipe II en Flandes y a su vuelta fue nombrado obispo de Viesti (1558). Hasta este momento no había sido ordenado como sacerdote. En 1559 el nuevo papa Pío IV de envió como diputado confidencial al concilio de Trento y permaneció allí hasta su clausura en 1563. Podo después de volver a Roma el mismo papa le creó cardenal presbítero de S. Sixto (1564) y le envió como legado a España para investigar la causa del arzobispo Bartolomé de Carranza, de Toledo, que era sospechoso de herejía y estaba encarcelado por la Inquisición. Mientras estaba en España fue nombrado secretario de los Breves papales, y después de la elección de Pío V, el 7 de enero de 1566, volvió a Roma a su nuevo cargo. Después de morir Pío V, el 1 de mayo 1572, Ugo Buoncompagni fue elegido papa. el 13 de mayo, 1572, principalmente por la influencia del cardenal Antonio Granvella y tomó el nombre de Gregorio XIII. Al ser elegido papa tenía ya 70 años pero aún estaba fuerte y lleno de energía.

Su juventud no pasó sin manchas. Mientras estuvo en Bolonia tuvo un hijo, Giacomo, con una mujer soltera. Continuó con su mentalidad mundana y aficionado a la ostentación hasta después de entrar en el estado clerical. Pero desde el momento que fue elegido papa siguió los pasos de su santo predecesor y estuvo completamente imbuido de las enorme reponsabilidad que conllevaba su elevada posición. Su elección fue acogida con alegría por el pueblo romano así como por los gobernantes extranjeros. El emperador Maximiliano II, los reyes de España y Francia, Portugal, Hungría, Polonia los príncipes italianos y otros, enviaron sus representantes a Roma a rendir obediencia al recién elegido pontífice. En su primer consistorio ordenó que se leyera en público la Constitución de Pío V que prohibía la enajenación de la propiedad de la iglesia y se comprometió a ejecutar los decretos del Concilio de Trento. Enseguida nombró un comité de cardenales: Borromeo, Palcotti, Aldobrandini y Arezzo, con instrucciones de averiguar y abolir los abusos eclesiásticos. Decidió que los cardenales que estaban a la cabeza de diócesis no estaban exentos de los decretos tridentinos, sobre la residencia episcopal; designo un comité de cardenales para completar el Índice de Libros prohibidos y designó un día de cada semana para una audiencia pública durante la cual todos tuvieran acceso a él. Para que sólo las personas más dignas fueran investidas con dignidades eclesiásticas, mantuvo un alista de hombres recomendables dentro y fuera de Roma, en la que anotaba sus virtudes y defectos que llegaba a conocer. El mismo cuidado tenía en la elección de cardenales. Durante su pontificado creó 34 cardenales y en su nombramiento siempre tenía a la vista el bien de la iglesia. No se le puede acusar de nepotismo. Hizo cardenales a dos de sus sobrinos, Filippo Buoncompagni y Filippo Vastavillano, porque pensó que eran dignos, pero cuando un tercero apareció aspirando a la púrpura, ni siquiera le concedió una audiencia. Nombró a su hijo Giacomo castellano de Sant´Angelo y portaestandarte de la Iglesia, pero no le concedió una dignidad mayor, aunque Venecia le enroló entre sus nobili y el rey de España le nombró general de su ejército.

Como su santo predecesor, Gregorio XIII no ahorró esfuerzos para promover una expedición contra los turcos. Con este propósito envió legados especiales a España, Francia, Alemania, Polonia y otros países, pero las discordias entre los príncipes cristianos, la paz que firmaron los venecianos con los turcos y el tratado de España con el Sultán, frustraron todos sus esfuerzos en este asunto.

Para detener la oleada de protestantismo que ya había apartado a naciones enteras del seno de la Iglesia, Gregorio XIII no supo encontrar mejores medios que una cuidadosa formación y preparación de los aspirantes al sacerdocio en filosofía y teología católicos. Fundó numerosos colegios y seminarios, la mayoría de ellos bajo la dirección de los jesuitas. Al menos 23 de tales instituciones deben su existencia o supervivencia a la munificencia de Gregorio XIII. El primero de ellos que gozó de la liberalidad del papa fue el Colegio Alemán de Roma, estaba en peligro de ser abandonado por falta de fondos. En una Bula del 6 de agosto de 1573 ordenó que no menos de cien estudiantes cada vez, de Alemania y del norte de frontera, fueran educados en el Colegio Alemánal que al que asignó un ingreso anual de 10.000 ducados, pagados, si era necesario, del tesoro papal. En 1574 les la iglesia y el palacio de S. Apolinar y en 1580 unió el colegio húngaro con él. Los siguientes colegios romanos fueron fundados por Gregorio XIII: El colegio griego, el 13 de enero de 1577; el colegio para los neófitos, i.e., judíos e infieles convertidos, en 1577; el colegio inglés, el 1 de mayo de 1579: el colegio maronita el 27 de junio, 1584. Para el colegio internacional de los Jesuitas (Collegium Romanum) construyó en 1582 el gran edificio conocido como Colegio Romano que fue ocupado por la facultad y los estudiantes del Collegium Romanum (Universidad Gregoriana) hasta que el gobierno piamontés lo declaró propiedad nacional y expulsó a los jesuitas en 1870. Fuera de Roma los siguientes colegios fueron fundados o dotados liberalmente por Gregorio XIII: El colegio inglés de Donai, el colegio escocés de Pont-à-Mousson, los seminarios papales de Gratz, Viena, Olmutz, Praga, Colosvar, Fulda, Augsburgo, Dillingen, Braunsberg, Milán, Loreto, Friburgo en Suiza y tres escuelas en Japón. En estas escuelas se preparaba a numerosos misioneros para los distintos países donde el protestantismo había sido declarado religión del Estado y para la misión entre paganos en China, India y Japón.

Así, Gregorio XIII al menos en parte, restauró la vieja fe en Inglaterra y en los países del norte de Europa, proporcionó a los católicos de esos países los sacerdotes que necesitaban e introdujo la cristiandad en los países paganos de Asia oriental. Quizás uno de los eventos más felices de su pontificado fue la llegada a Roma de cuatro embajadores japoneses, en 22 de marzo de 1585 que habían sido enviado por los reyes de Bungo, Arima y Omura, en Japón, que se habían convertido, para agradecer al papa su paternal preocupación enviando a los misioneros jesuitas que les habían enseñado la religión de Cristo.

Para salvaguardar la religión católica en Alemania, instituyó una congregación especial de cardenales para los asuntos alemanes, la llamada Congregatio Germanica, que duró hasta 1573-78. Y para estar informado de lo que ocurría en Alemania y mantener mejor contacto con sus gobernantes, erigió nunciaturas residentes en Viena en 1581 y Colonia en 1582. Con la bula "Provisionis nostrae" de 29 enero, 1579, confirmó los actos de su predecesor Pío V condenando los errores de Bayo y el mismo tiempo comisionó al jesuita Francisco de Toledo que le exigiese la abjuración. Gregorio XIII reconoció el gran valor que tenían las ordenes religiosas para la conversión de los paganos, la represión de la herejía y el mantenimiento de la religión católica. Fue muy amigable sobre todo con los jesuitas cuyo expansión durante su pontificado se debió en gran manera a su apoyo y asistencia financiera. Pero no se olvidó de las otras órdenes religiosas. Aprobó la Congregación del Oratorio en 1574, a los Barnabitas en 1579 a los Carmelitas Descalzos en 1580; honró a los Premostratanses canonizando a su fundador, S. Norberto, en 1582.

Gregorio XIII no ahorró esfuerzos par restaurar la fe católica en los países que se habían hecho protestantes. En 1574 envió al jesuita polaco Warsiewicz a Juan III de Suecia para intentar convertirle al catolicismo. No lo logró, pero envió a otro jesuita, el noruego Lorenzo Nielssen en 1576, que convirtió al rey el 6 de mayo de 1578, aunque volvió pronto al protestantismo por razones políticas.

Gregorio XIII envió al jesuita Antonio Possevino como nuncio a Rusia, para mediar entre el zar Ivan IV y el rey Esteban Bator de Polonia y no sólo logró un arreglo amistoso entre los dos gobernantes sino que consiguió para los católicos rusos el derecho de practicar su religión abiertamente.

Gregorio no logró la libertad religiosa para los católicos ingleses. El mundo sabe las atrocidades cometidas por la reina Isabel contra muchos misioneros y laicos católicos. No hay que culpar, pues a Gregorio XIII pro tratar de deponer a la reina por la fuerza de las armas. Ya en 1578 envió a Thomas Stukeley con un barco y un ejército de 800 hombres a Irlanda, pero el traidor Stukeley unió sus fuerzas a las del rey Sebastián de Portugal contra el emperador Abdulmelek de Marruecos. Otra expedición papal se hizo a la mar hacia Irlanda en 1579 bajo el mando de James Fitzmaurice, acompañado por Nicholas Sanders como nuncio papal: tampoco tuvo éxito. Gregorio XIII no tuvo nada que ver con la conjura de Enrique, duque de Guisa, y su hermano el duque de Mayenne para asesinar a la reina y muy probablemente no sabía nada (ver Bellesheim, "Wilhelm Cardinal Allen", Mainz, 1885, p. 144).

Algunos historiadores han criticado severamente a Gregorio XIII por ordenar que se celebrara con un Te Deum y otras señales de alegría, en Roma, la horrible matanza de los Hugonotes en el día de S. Bartolomé de 1572. En defensa de Gregorio XIII hay que decir que no tuvo nada que ver en absoluto con la masacre y que tanto él como su nuncio en París, Salvatti, fueron mantenidos en la ignorancia de la masacre que se avecinaba. El papa participó, sí, en las festividades romanas pero probablemente no tenía conocimiento de las circunstancias de los horrores de París y como muchos otros gobernantes europeos se le había informado que los hugonotes habían sido cogidos en medio de una conspiración para matar al rey y a toda la familia real, y habían sido castigados por sus planes traicioneros. Pero aunque Gregorio XIII fuera consciente de todas las circunstancias de la masacre (lo que nunca se ha probado) hay que tener en cuenta que no se celebró el derramamiento de sangre sino la supresión de una rebelión política y religiosa. Que Gregorio XIII no aprobó la masacre sino que detestaba el cruel acto y lloró cunado se le informó de todo ello, lo manifiesta el apóstata Gregario Leti en su "Vita di Sisto V" (Cologne, 1706), I, 431-4, y por Beautome, un contemporáneo de Gregorio XIII en su "Vie de M. l'Amiral de Chastillon" (obras completas, La Haya, 1740, VIII, 196). La Medalla que imprimió en memoria del suceso lleva su efigie en el anverso y el en reverso bajo la leyenda Vgonotiorum Strages (derrota de los hugonotes) hay un ángel de pie con una cruz y espada desnuda, matando a los hugonotes.

Pero ninguno de sus actos le ha dado más fama duradera que la reforma del calendario juliano que fue completada e introducida en la mayoría de los países católicos en 1578. Y en relación con la reforma del calendario Gregorio ordenó en el otoño de 1580 enmendar el martirologio romano, que iba a consistir principalmente en la restauración del texto del martirologio de Usuard, en uso en tiempos de Gregorio XIII; que encargó al sabio cardenal Sirleto la difícil tarea. El cardenal formó un comité de diez miembros que le asistieron en el trabajo. La primera edición del nuevo martirologio, que salió en 1582, estaba lleno de errores tipográficos, así como la segunda de 1583. Ambas ediciones fueron suprimidas por Gregorio XIII y en enero de 1584 apareció una tercera, mejor, bajo el título Martyrologium Romanum Gregorii XIII jussu editum" (Roma, 1583). En un breve fechado el 14 de enero de 1584, Gregorio XIII ordenó que el nuevo martirologio sustituyera a todos los otros. Otro gran éxito de Gregorio XIII es una edición romana oficial del Corpus Juris Canonici.

Poco después de la conclusión del Concilio de Trento, Pío IV había nombrado un comité que iba a producir una edición crítica del Decreto de Graciano. El comité aumentó a 35 miembros (correctores Romani) por pío V en 1566. Gregorio XIII había sido uno de los miembros desde el principio. El trabajo se terminó en 1582. En el Breve "Cum pro munere", datado el de 1 Julio, 1580, y "Emendationem", del 2 junio de 1582, Gregorio XIII ordenó que en adelante se usara sólo el texto oficial enmendado y que no se imprimiese ningún otro.

Ya se ha mencionado que Gregorio XIII gastó grandes sumas en la fundación de colegios y seminarios. Ningún gasto le parecía excesivo si era en beneficio de la religión católica. Para la educación de los candidatos pobres al sacerdocio dedicó dos millones durante su pontificado y para el bien de la catolicidad envió grandes sumas de dinero a Malta, Austria, Inglaterra, Francia, España y los Países Bajos. En Roma construyó la magnífica Capilla gregoriana en la iglesia de S. Pedro y el Palacio del Quirinal en 1580. En 1575 construyó en las Termas de Diocleciano un amplísimo granero,las fuentes de la Plaza Navona, la Plaza del Panteón y la Piazza del Popolo. En reconocimiento a todas tas mejoras en Roma, el senado y el pueblo erigieron en su honor una estatua en la colina Capitolina, mientras aún vivía.

Las grandes sumas gastadas de esta manera redyjeron necesariamente el tesoro papal. Actuando según los consejos del secretario de la Camara, Bonfigliuoto, confiscó varias propiedades y castillos de barones, porque algunos habían olvidado sus obligaciones feudales con el tesoro papal no pagando o porque los propietarios actuales no eran los propietarios legales. Los barones estaban atemorizados de perder de esta manera sus propiedades y la consecuencia fue la aristocracia odiaba al gobierno papal e incitaba a los campesinos a hacer lo mismo. La influencia papal sobre la aristocracia estaba debilitada, los barones de la Romagna guerreaban entre ellos y siguió un período de derramamiento de sangre que Gregorio XIII fue incapaz de prevenir. Más aún, la imposición de cargas portuarias y los importantes impuestos sobre las mercancías venecianas impuestos por el gobierno papal dañaron considerablemente al comercio.

Los bandidos que infestaban la Camnpagna estaban protegidos por los barones y el campesinado envalentonándose día tras día. Eran dirigidos por jóvenes de familias nobles como Alfonso Piccolomini, Roberto Malatesta y otros. La misma Roma estaba plagada de estos forajidos y los oficiales papales corrían riesgos de sus vidas todos los días. Gregorio parecía incapaz de reprimir estas bandas fuera de la ley. Fueron suprimidas finalmente por su vigoroso sucesor Sixto V.

Bibliografía.


CLAPPI, Compenitio delle attioni e santa vita di Gregorio XIII (Rome, 1591); BOMPLANI, Historia Pont. Greg. XIII (Dillingen, 1685); PALATIUS, Gesta Pontificum Romanorum (Venice, 1688), IV, 329-366; MAFFEL, Annales Gregorii XIII, 2 vols. (Rome, 1712); PAGI, Breviarium Gestorum Pontificum Romanorum (Antwerp, 1753), VI, 718-863; RANKE, Die römischen Papste, tr. FOSTER, History of the Popes (London, 1906), I, 319-333; BROSCH, Gesch. des Kirchenstaates (Gotha, 1880), I, 300 sqq.; MILEY, History of the Papal States.

MICHAEL OTT.

Transcrto por Janet van Heyst.

Traducido por Pedro Royo.