Diferencia entre revisiones de «Pachacámac, dios del sustento»
De Enciclopedia Católica
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Revisión de 20:50 21 nov 2018
Pachacámac, dios del sustento SUMILLA El autor plantea que la divinidad Pachacámac representada en el ídolo que los españoles destruyeron en 1532 y la vara hallada por Alberto Giesecke 1938 representan a un mismo ente divino. Agrega que desde los albores de la civilización que tuvo su desarrollo en el Área Inca (o Andina), este numen fue el mismo, por más que variaran sus nombres y representaciones en la iconografía a lo largo de los tres o cuatro últimos milenios. A pesar del aspecto demoniaco con que era representado, lo denomina Dios del Agua debido a que ejercía poderes omnímodos sobre los fenómenos climáticos y estaba siempre presto a castigar a la humanidad desatando anomalías climáticas destructoras de las sementeras. Su benevolencia se aseguraba solamente con ofrendas y sacrificios en su nombre. PALABRAS CLAVE Pachacámac, Irma, religión, Vara Giesecke, cronista Estete, qhoa El dios Pachacámac, al parecer originalmente Ychma (¿=Vicha-ma?) o Irma, venerado en el santuario del mismo nombre, era reverenciado desde tiempo inmemorial por pobladores de la costa central y norteña (Rostworowski 1972, 1999). Éstos acudían en romerías al ahora sitio arqueológico de Pachacámac, para escuchar al oráculo que les vaticinaba particularmente las condiciones climáticas que con frecuencia afectaban la normal producción de los alimentos, especialmente cuando se presentaba el fenómeno de El Niño (El Niño Southern Oscillation). Asimismo, para presenciar y participar en las acciones mágico-religiosas dirigidas a exorcizar las referidas anomalías atmosféricas, que se presumía eran desatadas por una especie de Dios del Agua, denominado así por su carácter de gobernante supremo del líquido vivificante, pero de carácter demoniaco ya que castigaba con prolongadas sequías, friajes, lluvias torrenciales u otros fenómenos climáticos que hacían que asomara el fantasma del hambre (Kauffmann Doig 1992, 1996, 2003a, 2003b, 2012). Los azotes atmosféricos se sentían también en la región andino-costeña, donde no se presentan precipitaciones pluviales pero cuyos campos de cultivo dependen de las condiciones meteorológicas producidas en los espacios andino-cordilleranos.
Esto es, carecían de agua cuando dejaba de llover en la sierra, pero cuando las lluvias eran excesivas debían soportar avalanchas aluviales o llocllas, conocidas popularmente como huaycos. El monumental complejo arquitectónico de Pachacámac se levanta en el valle bajo de Lurín, dando frente al mar (Bueno 1982; Franco y Paredes 2016; Jiménez Borja 1985; Pozzi-Escot 2011; Pinasco 2010; Ravines 1998; Uhle 1903). Comprende construcciones de diversas etapas, incaicas y preincaicas, datando las más antiguas de los albores del primer milenio antes de Cristo. Las mismas se caracterizan por su forma piramidal, trunca y compacta, y las más antiguas por el empleo en su construcción de adobes pequeños, conocidos como “adobitos”. Luego de que los incas ocuparan la zona, construyeron la estructura conocida al presente como Templo del Sol, de proporciones mayores al primigenio en Pachacámac. En el monumento que erigieron, al parecer, siguieron rindiendo culto a la antigua divinidad cuyo nombre original se estima fue Ychma (¿=Vicha-ma?) o Irma, tan solo rebautizándola como Pachacámac. Esta voz es quechua, cuya etimología fue desvirtuada tal como veremos luego. Al parecer reconocieron que Irma o Pachacámac no era, en el fondo, más que la misma divinidad de máxima jerarquía, venerada en el Área Inca desde muy remotos tiempos. Por eso mismo, los incas siguieron adorando a la antigua deidad que hallaron en Pachacámac. Esto continuó hasta la irrupción de la hueste española en el santuario, en 1532, capitaneada por Hernando Pizarro. Según refiere en su crónica Miguel de Estete (ca. 1534), quien fue testigo ocular de los acontecimientos, la divinidad Pachacámac era representada en “un madero hincado en la tierra [que] presentaba la figura de hombre hecha en la cabeza de él, mal tallada y mal formada”. A juzgar por la descripción que de aquella estatua hace el citado cronista, esta debió representar la imagen de Irma (Vitshma) - Pachacámac, venerada desde tiempos anteriores al Incario y por lo mismo de muy antigua data. Pasados cuatro siglos de la destrucción del ídolo por los europeos, en 1938, Alberto Giesecke ubicó en el santuario de Pachacámac una vara de madera tallada con la figura de un personaje sobrenatural, esculpido en el sector superior de la misma. Curiosamente, la escultura recuerda la descripción de la imagen que proporciona Miguel de Estete (ca. 1534). Por lo mismo, existe la presunción de que podría tratarse de una réplica de la figura de la divinidad Pachacámac tallada en el madero que fue destruido por Hernando Pizarro. En el pasado réplicas en madera de la imagen del dios Pachacámac abundaban en el santuario. Sobre el particular, Estete enfatiza que por “todas las calles del pueblo, y las puertas principales […] tienen muchos 5 ídolos de palo”. Es por ello que se considera que el madero descubierto por Alberto Giesecke, y que al presente conserva el Museo de Sitio de Pachacámac, debe ser una de las tantas réplicas antiguas de la divinidad venerada que existían originalmente en Pachacámac. La vara de madera hallada por Giesecke mide 2,35 metros de largo y fue tallada en alto relieve con diversos motivos por todos sus contornos. La corona una escultura que representa la imagen de un dignatario. El sector inferior del madero es llano, ya que esta parte de la vara no era visible y solo servía para hincarla en el suelo, de tal manera que las representaciones talladas lucieran verticalmente. La imagen del personaje sobrenatural al que ya hemos aludido, tallada a la redonda en la parte superior del madero, se duplica como para que el dignatario fuese admirado tanto de frente como por el lado posterior. De costado se advierte claramente los dos rostros divergentes. Las diferencias que presentan las dos figuras del personaje son de segundo orden. Una de ellas es la asociación de una de las figuras a mazorcas de maíz, visibles en una especie de faldellín que cubre el abdomen del personaje, al igual que una de las figuras subsidiarias de alto rango tallada en la vara. Además, registra una serie de otras figuras subsidiarias en altorrelieve. Debemos señalar que los rostros vistos de frente recuerdan a las máscaras de la cultura Lambayeque, lo que no es de extrañar ya que esta última tiene también raíces de Tiahuanaco- Huari o Wari, que se remontan laxu sensu a la segunda mitad del primer milenio de nuestra era. Lo que llama la atención en la vara descubierta por Giesecke es que en ella fue tallada una escena representada todavía en el siglo XVI, en kheros coloniales, en la que se advierte la imagen de un arcoíris asociado al motivo rayo que remata en ambos extremos en dos cabezas del felino qhoa (Kauffmann Doig 2003a: 66, 2003b: 66, 2011, 2015: 126). Los motivos en altorrelieve presentes en lo que sería el pedestal sobre el que aparece parado el dignatario, son también diversos. Algunas imágenes corresponden a felinos trazados de perfil. Consideramos que son representaciones del qhoa u oscollo (Oreilurus jacobita), del mito todavía vigente que refiere que un felino se desplaza por los aires al momento de producirse las tempestades u otros fenómenos atmosféricos. Posteriores indagaciones en parajes desolados de la puna nos permitieron corregir nuestra inicial propuesta, al indicarnos que los qhoa no eran una forma en la que se representaba el supremo gobernante de los fenómenos atmosféricos, una especie de Dios del Agua que se materializa en los apus o ciertas montañas sagradas, eran sus servidores o acólitos a los que ordenaba anunciar lluvias o en su defecto generar granizadas u otras calamidades climáticas dañinas de la producción agraria (Kauffmann Doig 2011).
1. El Arcoíris con sendas cabezas del felino qhoa en ambos de sus extremos, presente en la Vara Giesecke de Pachacámac. Este motivo se repite ocho veces, y en otros casos con ligeras variantes. Qhoa, asumiendo su forma de tan solo un felino aparece figurado de perfil en cinco oportunidades y por lo general luciendo su cuerpo el motivo circular que venimos interpretando como gotas de agua (=lluvia). 2. El motivo anterior -un arcoíris rematando en cabezas de felino- curiosamente presente en un dibujo Moche. Adviértase la imploración del chamán por la lluvia, figurada en forma de gotas (=lluvia), así como el hecho de que tiene capturados a los qhoas o felinos voladores del mito todavía vigente. Y es que de acuerdo al relato mítico, los qhoas son acólitos de la divinidad suprema, un Dios del Agua que les ordena producir la lluvia o en su defecto causar anomalías climáticas afectando de este modo la producción de los alimentos. Se presumía que para evitar estas calamidades era menester tributarle y sacrificarle (Federico Kauffmann Doig: Historia y Arte en el antiguo Perú Tomo V, p. 756). 3. El mismo motivo de arcoíris presente en la vara de Pachacámac, en un khero inca-colonial. Nótese la presencia de personajes soportando una copiosa lluvia, pero que da lugar a que florezcan las plantas como lo simbolizan los motivos asociados. Al respecto es también de subrayar el simbolismo a que apuntan las cabezas de qhoas coronadas por una planta. Y es que en el mito, los qhoas no son imaginados únicamente como portadores de inclemencias climáticas: de ser ordenados por el Dios del Agua anuncian y provocan lluvias que permiten generar los comestibles (Federico Kauffmann Doig: Historia y Arte en el antiguo Perú Tomo VI, pp. 894-895).
La denominación Pachacámac no significa “hacedor del mundo”, como se viene asumiendo.
Alude a un numen con facultad de fecundar, esto es de “animar la tierra”, tal como lo subraya
Garcilaso de la Vega (1609). Consiguientemente, proponemos que Irma o en su defecto
Pachacámac no fueron sino representaciones de lo que venimos llamando Dios del Agua, ente
que era la divinidad que con su líquido vivificante, sus aguas, fecundaba a la Diosa Tierra o
Pachamama. Solo de este modo, “animándola” -volviendo así a emplear el término utilizado
por Garcilaso para fecundar- es que estaba facultada a donar los comestibles indispensables a
la vida.
Este planteamiento es también respaldado por las noticias que recoge Miguel de Estete (ca.
1534) al comentar la divinidad representada en la vara decorada de Pachacámac, que mandó
destruir Hernando Pizarro en 1533. Refiere al respecto que ésta “les da a la gente maíz y
buenos temporales”. En este contexto se debe finalmente señalar que, en sus tempranos
escritos, ni Miguel de Estete como tampoco Hernando Pizarro, aluden a una “divinidad solar”.
Como venimos exponiendo desde hace más de veinte años basados en información de orden
iconográfico y etnográfico, en el antiguo Perú, salvo entre la élite cusqueña, el Sol no debió ser
considerado más que tal vez la personificación de la divinidad suprema que venimos calificando
de Dios del Agua, numen que se materializa en los Apus o montañas imponentes, consideradas
todavía al presente deidades en parajes altoandinos (Kauffmann Doig 1992, 1996, etc
Federico Kauffmann Doig
AMAUTA DEL PERÚ
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1609 Primera parte de los comentarios reales, que tratan del origen de los yncas, reyes
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