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Martes, 26 de noviembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Ipsa Philosophia (I)»

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A lo largo de los siglos - desde los primeros Padres de la iglesia de Oriente y de Occidente,  pasando por Santo Tomás de Aquino en el Medio Evo, hasta los representantes de la neoescolástica y el neotomismo en los siglos XIX y XX - ha sido preocupación de los hombres que se dedican a la reflexión metafísica y racional el conocer el origen y la naturaleza del saber filosófico y sus relaciones con otras actividades y disciplinas humanas, sobre todo con la teología, para así tratar de llegar a la verdad y progresar en su conocimiento con la mirada puesta en destacar la unidad existente entre la filosofía y la fe. Entre las figuras más representativas de pensadores neoescolásticos que buscaron realizar una síntesis de la filosofía y la fe se puede mencionar al filósofo y teólogo español Santiago María Ramírez, que fue un gran conocedor del pensamiento aristotélico-tomista y el metafísico más importante del siglo XX, y que, entre sus múltiples obras, escribió De ipsa philosophia in universum, obra en la que  hace una redefinición de la filosofía y plantea problemas como: orígenes, naturaleza, clasificación, sentido unitario, significación genuina de la filosofía, su relación con la teología y otros problemas relacionados.
 
A lo largo de los siglos - desde los primeros Padres de la iglesia de Oriente y de Occidente,  pasando por Santo Tomás de Aquino en el Medio Evo, hasta los representantes de la neoescolástica y el neotomismo en los siglos XIX y XX - ha sido preocupación de los hombres que se dedican a la reflexión metafísica y racional el conocer el origen y la naturaleza del saber filosófico y sus relaciones con otras actividades y disciplinas humanas, sobre todo con la teología, para así tratar de llegar a la verdad y progresar en su conocimiento con la mirada puesta en destacar la unidad existente entre la filosofía y la fe. Entre las figuras más representativas de pensadores neoescolásticos que buscaron realizar una síntesis de la filosofía y la fe se puede mencionar al filósofo y teólogo español Santiago María Ramírez, que fue un gran conocedor del pensamiento aristotélico-tomista y el metafísico más importante del siglo XX, y que, entre sus múltiples obras, escribió De ipsa philosophia in universum, obra en la que  hace una redefinición de la filosofía y plantea problemas como: orígenes, naturaleza, clasificación, sentido unitario, significación genuina de la filosofía, su relación con la teología y otros problemas relacionados.
  
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1. INTRODUCCIÓN GENERAL
 
1. INTRODUCCIÓN GENERAL

Revisión de 12:25 2 abr 2012


SANTIAGO M, RAMÍREZ, O.P.


PROPIEDADES DE LA FILOSOFÍA CON RELACIÓN A OTRAS ACTIVIDADES Y DISCIPLINAS HUMANAS

(De Proprietatibus Relativis, sive Philosophiae Relate ad Alia Humana Studia et Disciplinas)


Introdución y traducción por Luis Manzanares López


Resumen

A lo largo de los siglos - desde los primeros Padres de la iglesia de Oriente y de Occidente, pasando por Santo Tomás de Aquino en el Medio Evo, hasta los representantes de la neoescolástica y el neotomismo en los siglos XIX y XX - ha sido preocupación de los hombres que se dedican a la reflexión metafísica y racional el conocer el origen y la naturaleza del saber filosófico y sus relaciones con otras actividades y disciplinas humanas, sobre todo con la teología, para así tratar de llegar a la verdad y progresar en su conocimiento con la mirada puesta en destacar la unidad existente entre la filosofía y la fe. Entre las figuras más representativas de pensadores neoescolásticos que buscaron realizar una síntesis de la filosofía y la fe se puede mencionar al filósofo y teólogo español Santiago María Ramírez, que fue un gran conocedor del pensamiento aristotélico-tomista y el metafísico más importante del siglo XX, y que, entre sus múltiples obras, escribió De ipsa philosophia in universum, obra en la que hace una redefinición de la filosofía y plantea problemas como: orígenes, naturaleza, clasificación, sentido unitario, significación genuina de la filosofía, su relación con la teología y otros problemas relacionados.


1. INTRODUCCIÓN GENERAL

“La fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerle a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo”

(Fides et ratio, Introducción) El origen y la naturaleza del saber filosófico, el significado genuino de la Philosophia Prima y sus relaciones con otras actividades y disciplinas humanas, sobre todo con la Teología, son temas que a lo largo de los siglos han estado presentes en la mente de los que se dedican a la reflexión metafísica y racional sobre diversas cuestiones fundamentales relativas a la existencia del hombre, tratando de encontrarse con la verdad y progresar en el conocimiento de ella.

En los primeros siglos, los Padres de la Iglesia, tanto de Oriente como de Occidente, con la aportación de la riqueza de la fe, “fueron capaces de sacar a la luz plenamente lo que todavía permanecía implícito y propedéutico en el pensamiento de los grandes filósofos antiguos” .

En el “medioevo” sobresale de una manera singular el pensamiento de Santo Tomás de Aquino, quien “tuvo el gran mérito de destacar la armonía que existe entre la razón y la fe. Argumentaba que la luz de la razón y la luz de la fe proceden ambas de Dios; por tanto, no pueden contradecirse entre sí” : “omne verum a quocumque dicatur a Spiritu Sancto est”. En la baja Edad Media, la legítima distinción entre la filosofía y la teología dio paso a la aparición de sistemas que propugnaron “un conocimiento racional separado de la fe o alternativo de ella” , cuya consecuencia de hecho es la destrucción del vínculo armónico entre la filosofía y la teología, y, que se profundiza con la llegada de la época moderna y la aparición de nuevos sistemas filosóficos que empobrecen la reflexión humana y, por lo mismo, hacen de la filosofía una simple “razón instrumental al servicio de fines utilitaristas, de placer o de poder” .

En los siglos XIX y XX se inicia el restablecimiento de la metafísica o philosophia perennis, en el que cabe resaltar la “neoescolástica” y el “neotomismo”: “La renovación tomista y neotomista no ha sido el único signo de restablecimiento del pensamiento filosófico en la cultura de inspiración cristiana. Ya antes, y paralelamente a la propuesta de León XIII, habían surgido no pocos filósofos católicos que elaboraron obras filosóficas de gran influjo y de valor perdurable, enlazando con corrientes de pensamiento más recientes, de acuerdo con una metodología propia. Hubo quienes lograron síntesis de tan alto nivel que no tienen nada que envidiar a los grandes sistemas del idealismo; quienes, además, pusieron las bases epistemológicas para una nueva reflexión sobre la fe a la luz de una renovada comprensión de la conciencia moral; quienes, además, crearon una filosofía que, partiendo del análisis de la inmanencia, abría el camino hacia la trascendencia; y quienes, por último, intentaron conjugar las exigencias de la fe en el horizonte de la metodología fenomenológica. En definitiva, desde diversas perspectivas se han seguido elaborando formas de especulación filosófica que han buscado mantener viva la gran tradición del pensamiento cristiano en la unidad de la fe y la razón.”


Entre las figuras más representativas de pensadores neoescolásticos que buscaron realizar una síntesis de la filosofía y la fe se puede mencionar, además de John Henry Newman, Antonio Rosmini, Jacques Maritain, Étienne Gilson, y otros muchos más, a Santiago María Ramírez, filósofo y teólogo dominico español, que sobresale como un gran erudito del pensamiento aristotélico-tomista y el metafísico más importante del siglo XX.

Santiago M. Ramírez entre sus múltiples obras teológicas y filosóficas, la mayoría escritas en latín y en las que lo esencial es la verdad, es la solidez, es la profundidad de su pensamiento, escribió a mediados del siglo XX De ipsa philosophia in universum. En esta obra, Santiago María Ramírez, recurriendo a cuadros sinópticos y paradigmas lógicos , hace una redefinición completa de la filosofía: sus orígenes y naturaleza, la clasificación de la filosofía y de las ciencias, el sentido unitario de toda la filosofía, la significación genuina de la filosofía, la relación de filosofía y teología y otros problemas relacionados.

Con el propósito de colaborar en los esfuerzos que realizan los estudiosos de las disciplinas filosófica y teológica, con la mirada puesta en destacar la unidad existente entre la fe y la razón, hemos querido traducir los capítulos I (De proprietatibus philosophiae relate ad humana studia inferioris ordinis) y II (De proprietatibus philosophiae relate ad disciplinas superioris ordinis, scilicet fidei divinae et theologiae sacrae) de la Parte III, sección II de “De ipsa philosophia in universum secundum doctrinam aristotélico-thomisticam”, en las que Santiago M. Ramírez habla de la las relaciones de la filosofía con las demás ciencias humanas y con la sagrada teología.



2. TRADUCCIÓN DEL TEXTO


SOBRE LA FILOSOFÍA MISMA EN GENERAL

TERCERA PARTE

SECCIÓN SEGUNDA

PROPIEDADES DE LA FILOSOFÍA CON RELACIÓN A OTRAS ACTIVIDADES Y DISCIPLINAS HUMANAS


En consecuencia se deben hacer ver con claridad las propiedades que convienen a la filosofía comparada con otras actividades y disciplinas humanas.

Éstas son, en efecto, de dos clases: unas de orden inferior, como lo son aquellas partes de la cultura humana que de cualquier modo, sin la filosofía, son capaces de perfeccionar al hombre; otras de orden superior, como lo son la fe divina y la sagrada teología.


CAPÍTULO I

PROPIEDADES DE LA FILOSOFÍA CON RELACIÓN A ACTIVIDADES HUMANAS DE ORDEN INFERIOR

Con el nombre de actividades humanas de orden inferior entendemos en este capítulo todas aquellas preocupaciones o actividades que los hombres asumen para que la vida individual y social, no solo en cuanto al cuerpo, sino también en cuanto al espíritu, se desarrolle y perfeccione, sin la denominada con justicia filosofía: por ejemplo, las artes manuales y las bellas artes; las instituciones de todo género y manifestaciones populares culturales, tanto físicas como intelectuales y morales; praxis y modos de reunirse y actuar en sociedades particulares, y, también, de gobernar y colaborar en los asuntos públicos; y otras muchas más.

En verdad es conveniente para la filosofía ser madre, maestra y reina respecto de todo esto.

Es ciertamente madre porque el arte presupone la naturaleza, a la que imita, y debe acomodarse a sus leyes. La filosofía considera a la naturaleza y sus leyes. Y por esto la filosofía ofrece los primeros principios de todo arte. Por esto santo Tomás escribe con profundidad: “Así como una obra de arte presupone la obra de la naturaleza, así la obra de la naturaleza presupone la obra de Dios creador. En efecto, la materia de las cosas artificiales se da a partir de la naturaleza, pero la de las cosas naturales se da por creación de Dios. Las cosas artificiales se conservan in esse en virtud de las naturales, así como una casa se conserva por la solidez de las piedras”

Y en otra parte escribe convenientemente: “así como el arte presupone la naturaleza, así la naturaleza presupone a Dios. Pero la naturaleza opera por operación del arte: en efecto, la operación del arte no se realiza sin la operación de la naturaleza, tal como, por ejemplo, el hierro es ablandado con fuego para que se expanda con el golpe del herrero. Luego, también Dios opera en la operación de la naturaleza”

Y por ello es que “como dice el Filósofo en II Physicorum, cap. 2, el arte imita la naturaleza. La razón de esto es que así como se encuentran principios para uno y otra, de igual manera se encuentran proporcionalmente operaciones y efectos. Y el principio de aquellas cosas que resultan según el arte es el intelecto humano, que según cierta similitud se deriva del intelecto divino, que es el principio de las cosas naturales. Por ello es necesario que tanto las operaciones del arte imiten las operaciones de la naturaleza, como que las que son según el arte, imiten a las que están en la naturaleza.

En efecto, si algún instructor de algún arte realizara una obra de arte, convendría que el discípulo que hubiera recibido de éste la destreza para el arte considere la obra de aquél, para que también él mismo trabaje a semejanza del instructor. Y por eso el intelecto humano, al cual es derivada desde el intelecto divino una luz inteligible para operar de modo semejante, tiene que ser informado en las cosas que hace a partir de la observación de aquellas cosas que son hechas naturalmente.

Y por ello es que el Filósofo dice que si el arte hiciera aquellas cosas que son propias de la naturaleza, debería también actuar de modo semejante a la naturaleza; y, por el contrario, si la naturaleza hiciera aquellas cosas que son propias del arte, debería obrar de modo semejante como lo hace el arte. Pero la naturaleza ciertamente no lleva a término aquellas cosas que son propias del arte, sino solo dispone algunos principios y, en cierto modo, ofrece a los artífices un modelo de operación. El arte, sin embargo, puede ciertamente observar aquellas cosas que son de la naturaleza y usar de ellas para realizar su obra propia; sin embargo, no puede perfeccionarlas .

Con razón Tulio Cicerón dice que la Filosofía es “la madre de todas las artes” . Y después de haber enumerado muchas artes añade que “la que los griegos llaman φιλοσοφία es una especie de procreadora y, en cierto modo, madre de todas las artes dignas de alabanza .

Esto también lo repite en particular de la elocuencia y oratoria: evidentemente “sin filosofía no puede formarse el orador que buscamos; no porque en ella estén todas las cosas, sino porque ayuda, tal como la palestra ayuda al histrión” . Y el mismo Demóstenes fue un filósofo muy asiduo de Platón. “Y, evidentemente, sin la disciplina de los filósofos no podemos distinguir el género y especie de cada cosa, ni explicarla con una definición, ni dividirla en partes; ni juzgar qué es verdadero, qué es falso; ni discernir las conclusiones, ver los contradictorios, distinguir lo ambiguo. ¿Qué diré de la naturaleza de las cosas, cuyo conocimiento proporciona al discurso gran abundancia sobre la vida, los deberes, la virtud, las costumbres?” .

Y lo mismo dígase del arte de escribir, según la famosa sentencia de Horacio: “El saber es tanto el principio como la fuente de la correcta escritura” .

Por lo que, si esto es verdad respecto de toda la filosofía, de modo especial le conviene a la Lógica, que con toda justicia es llamada por S. Tomás “arte de las artes, porque nos dirige en el acto de razonar, del cual proceden todas las artes” . En efecto, “de esto, del hecho de que la razón saca conclusiones a partir de un acto manual, se inventaron el arte de la construcción y artesanía, por las que el hombre puede ejercitar fácil y ordenadamente actos de esta naturaleza” . Así también el orden, que la razón crea en las cosas exteriores constituidas por la razón humana, pertenece a las artes mecánicas” pues realmente el arte es la recta razón de lo factible.

Pero, además, la filosofía es la madre del arte del buen vivir, tanto privadamente como en la sociedad. “La filosofía es verdaderamente la medicina del alma” , “que tiene alivio de los pesares, de los temores, de las pasiones” . Como testimonio de esto está a la vista la celebérrima obra de Boecio De consolatione philosophiae, quien también la llama “máximo consuelo de los espíritus fatigados” . Más aún, incluso Tulio Cicerón proclama a la filosofía como “la más importante disciplina de todas las artes del buen vivir” . Por lo que también le dice: “¡oh filosofía guía de la vida, buscadora de la virtud y ahuyentadora de los vicios! ¿Qué hubiéramos podido ser no solo nosotros, sino, sobretodo, la vida de los hombres sin ti? Tú alumbraste las ciudades; tú convocaste a los dispersos a una sociedad de vida humana; tú los uniste entre sí, en primer lugar a sus domicilios, luego a sus cónyuges, tanto en comunión de letras como de voces; tú fuiste inventora de las leyes; tú, maestra de las costumbres y de la disciplina” .

“Y precisamente el insigne Platón, varón sobresaliente por su talento y doctrina, consideró que las repúblicas serían felices solamente si o las hubieran empezado a gobernar hombres doctos y sabios o si los que las que gobernaban hubieran puesto todo su esfuerzo en la doctrina y la sabiduría. Consideró que ciertamente esta conjunción de poder y sabiduría podía ser saludable para las ciudades” .

Y abarcando todo en un todo, llama a la filosofía “madre de todas las cosas bien hechas y bien dichas” .

Pero es maestra además, porque enseña a los hombres a pensar bien, a hablar bien, a vivir honestamente y a obrar con pericia, según el modo y valor propio de cada arte, ciencia y virtud, en las diversas circunstancias concomitantes de las cosas. Es propio de la filosofía tener una probada axiología de todas las cosas. Por lo que también es llamada por Boecio “maestra de todas las virtudes” .

Finalmente es la reina de todas las artes y ciencias mencionadas antes porque les señaló el fin y les impuso mesura para que, según su propio método, concurran al fin último de toda la vida y de toda la filosofía, conforme a la extraordinaria sentencia de S. Agustín: “En general, todos los filósofos, estudiando, investigando, disputando, viviendo, han apetecido tener una vida feliz. Ésta ha sido la única razón del filosofar” .

En efecto, así como entre los hombres que llevan una vida verdaderamente humana, los que tienen buen entendimiento y sabiduría, aunque no sobresalen en fuerza , dirigen a los frágiles de mente, aunque robustos de cuerpo, de la misma manera sucede en las artes y las ciencias. Por consiguiente, puesto que la filosofía, en tanto que es sabiduría humana, sobresale en amplitud, en grandeza y profundidad de conocimiento intelectual entre todas las artes y actividades humanas de orden natural, atañe a ella, sin lugar a dudas, dirigir y ordenar las otras actividades y operaciones de este orden.

Ciertamente lo que se dice sobre la Metafísica en referencia a las otras partes de la filosofía, vale proporcionalmente para toda la filosofía en consideración a las otras actividades y ocupaciones humanas de orden natural. “Tal como dice el Filósofo en el libro antes citado (Politicorum), ciertamente los hombres que sobresalen en entendimiento son naturalmente guías y jefes de los otros; en cambio, los hombres que son robustos de cuerpo, pero faltos de intelecto, son naturalmente siervos: de la misma manera debe haber una ciencia naturalmente reguladora de las otras, la cual es sumamente intelectual”, sin duda la Metafísica .

Por esto, León XIII señaló con razón que de la filosofía “depende en gran parte la recta razón de las demás ciencias” . “Y verdaderamente, las buenas artes acostumbraron a tomar de la filosofía, como de la sabiduría moderadora, la sana enseñanza y el recto modo, y a tomar de aquella, como de una común fuente de vida, el espíritu. De hecho y por una constante experiencia se comprueba que las artes liberales florecieron mayormente, cuando permaneció incólume el honor y el sabio juicio de la filosofía; pero fueron despreciadas y casi olvidadas, cuando la filosofía se inclinó a los errores o se implicó en inepcias” .

Y llevando adelante las investigaciones, la filosofía tiene grandes partes de las ciencias experimentales, “para cuyo fructuoso ejercicio e incremento, no es suficiente, pues, la sola consideración de los hechos y la contemplación de la naturaleza, sino que cuando se han presentado los hechos, se ha de subir más alto; y hay que esforzarse ingeniosamente para conocer la naturaleza de las cosas corpóreas y para investigar las leyes a las que obedecen, y los principios de donde proceden su orden y unidad en la variedad, y la mutua afinidad en la diversidad” . Y no solo de las ciencias y de las artes, sino también de la vida individual y social.

El mismo Romano Pontífice lo examina cuidadosamente así: “Si alguno fija la atención en la acerbidad de nuestros tiempos, y abraza con el pensamiento la razón de las cosas que pública y privadamente se ejecutan, descubrirá indudablemente que la causa fecunda de los males, tanto de aquellos que nos oprimen, como de los que tememos mucho, consiste en esto: en el hecho de que los perversos principios sobre las cosas divinas y humanas, emanados ya hace tiempo de las escuelas de los filósofos, se han introducido subrepticiamente en todos los órdenes de la sociedad recibidos por el común sufragio de muchos. Pues siendo innato al hombre que en el obrar siga a la razón como guía, si en algo obra mal la inteligencia, también la voluntad fácilmente cae en lo mismo; y así sucede que la perversidad de las opiniones, cuyo asiento está en la inteligencia, influye en las acciones humanas y las pervierte. Por el contrario, si el entendimiento de los hombres está sano y se apoya firmemente en sólidos y verdaderos principios, producirá muchos beneficios para utilidad pública y privada" .

Esto, ciertamente, corresponde al orden de la actuación o influencia de la filosofía en las otras artes y actividades humanas.

Pero si se confrontan en el orden del ser y de la bondad, la filosofía es mejor que todas las otras actividades humanas. En efecto, el bien humano es triple, a saber, honesto, agradable y útil . Con todo, entre todas las actividades humanas, el estudio de la filosofía es más honesto, más agradable y más útil.

Sin duda, es más honesto, porque es más perfecto, más sublime y más hermoso que el de las otras artes. Más perfecto, por cierto, “porque cuando el hombre se dedica a la sabiduría, ya tiene en sí una parte de la verdadera bienaventuranza” . Por lo que “la consideración de las ciencias especulativas es cierta participación de la verdadera y perfecta bienaventuranza” .

“Es más sublime porque por él, el hombre accede especialmente a la similitud divina, que hace todo en sabiduría (Salmos, 103, 24): de donde, puesto que la similitud es causa de predilección, la dedicación a la sabiduría une especialmente a Dios por amistad” . Por eso el sabio o filósofo es llamado por Aristóteles θεοφιλέσατος , es decir, muy amado por Dios. “El sabio, en efecto – anota S. Tomás – ama y honra el intelecto, que, entre todas las criaturas humanas, es amado en gran manera por Dios. El sabio también obra bien y rectamente. Por tanto, queda decir que él mismo ama muchísimo a Dios” .

También es más hermoso porque, entre lo más hermoso, es incluso muy hermoso en sí mismo, en tanto que es el más ordenado y honesto. En efecto, “honesto es lo mismo que belleza espiritual” , como dice S. Agustín: “llamo honesto a la belleza inteligible, a la que nosotros llamamos propiamente espiritual” . Y esto, porque tanto la claridad como la proporción, que se requieren para la pulcritud, se encuentran fundamentalmente en la razón “a la que corresponde ordenar en las otras tanto la luz que se revela como la proporción debida (y también establecerla en sus propias obras). Por eso en la vida contemplativa, que consiste en un acto de la razón, se encuentra per se y esencialmente la belleza” .

Y por esta causa S. Agustín une íntimamente la filocalia a la filosofía. “¿Qué es, pues, la filosofía? Amor a la sabiduría. ¿Qué es la filocalia? Amor a la belleza… ¿Qué es, por tanto, la Sabiduría? ¿Acaso no es ella misma la verdadera belleza? “En las cosas inmateriales y supremas, la filocalia es lo mismo que la filosofía” .

Además, el estudio de la filosofía es más agradable que todos los otros, según la célebre sentencia de Aristóteles: “la filosofía tiene placeres admirables para la pureza y para la firmeza” .

Santo Tomás explica así estas palabras del Filósofo: “En efecto, la filosofía tiene placeres admirables en la contemplación de la sabiduría, tanto respecto a la pureza, como respecto a la firmeza. La Pureza de tales deleites se considera por esto, por el hecho de que están en el entorno de las cosas inmateriales. La Firmeza de estos, en cambio, se considera de acuerdo a esto, al hecho de que están en el entorno de las cosas inmutables.

En efecto, quien se deleita en torno a las cosas materiales, cae en cierta impureza de afecto, porque se ocupa ante todo de cosas inferiores. Y quien se deleita en torno a cosas mutables, no puede tener un deleite firme; porque cambiada o corrompida la cosa que causaba deleite, cesa el deleite, y en cualquier momento se convierte en tristeza.

Dice, sin embargo, que los deleites de la filosofía son admirables por la poca costumbre de tales deleites entre gran número de individuos que se deleitan en cosas materiales” .

En realidad, nada hay que cause más deleite que la operación propia y, sobre todo, connatural, ya que precisamente el deleite es una operación connatural no atada, sino totalmente libre . Ninguna operación es más propia y más connatural al hombre que la de entender y razonar, ya que él mismo es un animal racional; operación que se ejercita, a su vez, filosofando. Y por eso para el hombre, en tanto en cuanto que es hombre, nada hay que cause más deleite que el filosofar.

Ciertamente, este deleite conviene, sin duda, a la filosofía “in fieri”, es decir, en la adquisición de las verdades que le competen por invención o por disciplina, pero sobre todo por el ejercicio de la filosofía ya adquirida y perfecta, es decir, “in facto esse”, porque

entonces la operación de filosofar es sumamente perfecta y connatural y libre, puesto que se hace según lo que se tiene.

Por esto, Santo Tomás dice con razón: “la especulación de la verdad es doble: una que consiste ciertamente en la búsqueda de la verdad; otra que consiste, sin duda, en la contemplación de la verdad ya encontrada y conocida. Y esto es más perfecto, ya que hay un término y un fin de la búsqueda. Por lo cual, también es mayor el deleite en la consideración de la verdad ya conocida que en su búsqueda” .

Ciertamente esto, per se loquendo, es verdad. En efecto, per accidens, puede suceder que el deleite del que investiga sea más vivo que el del que contempla. Pues, como prosigue el mismo S. Doctor, “el deleite tiene dos elementos, a saber, la quietud en el bien y la percepción de esta quietud. Respecto a lo primero, puesto que es más perfecto contemplar la verdad conocida que buscar la que no se conoce, la contemplación de las cosas conocidas, per se loquendo, es mayor deleite que la búsqueda de las cosas que no se conocen. Sin embargo, respecto a lo segundo, per accidens, sucede que la búsqueda es a veces más deleitable, en cuanto que procede de un deseo más grande. Pero, el deseo más grande procede de la percepción de la ignorancia. Por tanto, el hombre se deleita muchísimo en estas cosas nuevas que descubre o aprende” .

Por esta razón, San Agustín dice a Romaniano: “la filosofía es, en efecto, tal que ninguna edad se lamentará de ser excluida de sus senos; para estimularte a conservarla y a beberla más ávidamente, aunque conozco bien tu sed, he querido, sin embargo, enviarte un sorbo, que para ti será muy agradable y, por así decirlo, muy estimulante; ruego no haber esperado en vano” .

Finalmente, el estudio de la filosofía es muy útil en cuanto que por ella se consigue la última perfección de esta y la felicidad natural. Lo que, ciertamente, vale sobretodo con respecto a las otras partes por debajo de la metafísica, que disponen y preparan el espíritu del hombre para ella: pero no vale propiamente respecto de la Metafísica misma, que tiene a la razón como fin, en cuanto que en su acto ha sido apartada la felicidad formal natural. Y por tanto, aunque estos tres géneros de bienes le convienen principalmente a la filosofía, sin embargo, no convienen por igual a cada una de sus partes: pero le conviene especialmente a la Metafísica ser un bien honesto y que deleite; pero para las otras partes, útil. En efecto, la honestidad y el deleite son propios del fin, pero la utilidad, de los medios.

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Directorio: lusipenmozart6@hotmail.com

Luis Manzanares López ha realizado estudios de Filosofía en el Seminario Mayor de “Santo Toribio de Mogrovejo” de Lima; estudios de Teología y Educación en la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima. Es Bachiller y Licenciado en Educación por la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima. Desde hace 29 años es profesor de los cursos de Latín (I–IV) de esta misma Facultad. Ha publicado, para uso interno de la F.T.P.C.L., las Guías de estudio y Cuadernos de ejercicios para los cuatro cursos de Latín.



CAPÍTULO II


PROPIEDADES DE LA FILOSOFÍA CON RELACIÓN A LAS DISCIPLINAS DE ORDEN SUPERIOR, A SABER, LA FE DIVINA Y LA SAGRADA TEOLOGÍA


En este asunto, suponemos, en primer lugar, el hecho de la divina revelación sobrenatural, y. por consiguiente, la existencia de verdades que son objeto propio de esta revelación y de la fe divina que le corresponde .

En segundo lugar, suponemos que estas verdades reveladas son de dos clases: unas, intrínsecamente y per se sobrenaturales, las cuales, ciertamente, exceden todas las fuerzas cognitivas naturales de cualquier intelecto creado y creable, de tal manera que, si no son reveladas por voluntad divina, no pueden darse a conocer, por ejemplo: que Dios es uno en esencia y trino en personas, que el Verbo de Dios se hizo hombre, asumiendo evidentemente la naturaleza humana individua en la unidad de la persona del Hijo de Dios, y otras verdades semejantes; las otras, en cambio, ex se e intrínsecamente naturales, las que pueden ser alcanzadas por una potencia física por medio de fuerzas cognitivas naturales de un intelecto creado, incluso humano, aunque superen la potencia moral y libre de la mayor parte de los hombres en el presente estado de la naturaleza caída, por ejemplo: que Dios existe, su unidad y omnipotencia, la creación del mundo de la nada, y otras de esta clase .

Las primeras son llamadas objeto per se de la revelación y de la fe; las segundas, en cambio, solo per accidens, puesto que solo exceden las fuerzas cognitivas de una y otra, o, en un estado tal, no de manera absoluta y simple. Por lo que más que misterios de fe, se les llama preámbulos de la fe.

S. Thomas explica claramente esta distinción diciendo: “que la fe esta relacionada con algo de dos maneras, a saber, per se y per accidens. Y lo que per se pertenece a la fe, pertenece a ella siempre y en todas partes; por eso lo que pertenece a la fe por razón de esto o aquello, no es propio de la fe per se, sino per accidens.

Y así, por consiguiente, lo que simplemente excede el intelecto humano, pues se refiere a Dios y nos ha sido revelado por voluntad divina, pertenece a la fe per se. Pero lo que excede el intelecto de esto o aquel hombre, pero no de todo hombre, pertenece a la fe no per se, sino per accidens.

Ahora bien, las cosas que superan todo entendimiento humano no pueden ser probadas por demostración: porque la demostración de los principios se funda en el entendimiento, y, por lo tanto, no pueden ser conocidos de este modo. Pero algunas cosas que son anteriores a la fe, de las que no hay fe, salvo por accidente, en cuanto que exceden la comprensión de este hombre, y no simplemente la del hombre, pueden ser demostradas y conocidas, como es el hecho de que Dios existe: lo cual ciertamente es creído respecto a él, cuyo entendimiento no corresponde a la demostración” .