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Miércoles, 18 de diciembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Credo de Nicea»

De Enciclopedia Católica

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El Credo de Nicea.
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Es la profesión de la fe cristiana, común a la iglesia Católica, a todas las iglesias orientales separadas de Roma, y a la mayoría de las denominaciones protestantes, tal como se aprobó en forma ampliada en el Concilio de Constantinopla. Poco después del Concilio de Nicea se compusieron muchas y nuevas fórmulas de fe, siendo la mayoría de ellas variaciones del Símbolo de Nicea, para hacer frente a nuevas fases del arrianismo. Al menos hubo cuatro antes del concilio de Sardica en 341, y en él se presentó una nueva fórmula que se puso en las Actas, aunque no la aceptó el concilio. El Símbolo Niceno, sin embargo, continuó siendo el único en uso entre los defensores de la Fe. Gradualmente fue siendo reconocido como la profesión apropiada para los candidatos al bautismo. Su alteración en la fórmula Niceno-Constantinopolitana, la que ahora usamos, se suele atribuir al concilio de Constantinopla, puesto que el de Calcedonia (451) , que lo designó como “El Credo del Concilio de Constantinopla de 381” hizo que se leyera dos veces y que se pusiera en las Actas. Los historiadores Sócrates, Sozomen y Teodoreto no mencionan ésto, aunque sí que testimonian que los obispos que permanecieron en el concilio tras la partida de los Macedonios, confirmaron la fe de Nicea. Hefele (II,9) admite la posibilidad de que nuestro credo actual sea una condensación del “Tomo” ( Gr. tomos),i.e., la exposición de las doctrinas sobre la Trinidad hechas por el concilio de Constantinopla, pero prefiere la opinión de Rémi Ceillier y Tillemont, que rastrean la nueva fórmula al "Ancoratus" de Epifanio escrito en 374. Hort, Caspari, Harnack, y otros son de la opinión de que la forma Constantinopolitana no se originó en el concilio de Constantinopla, ya que no está en las Actas del concilio de 381, y que se insertó más tarde, porque Gregorio Nacianceno que estuvo en el concilio sólo menciona la fórmula nicena advirtiendo que está incompleta en lo que se refiere al Espíritu Santo, lo que muestra que no supo de la forma constantinopolitana que corrige esa deficiencia y porque los Padres latinos aparentemente nada saben de ella antes de mediado el siglo quinto.
 
Es la profesión de la fe cristiana, común a la iglesia Católica, a todas las iglesias orientales separadas de Roma, y a la mayoría de las denominaciones protestantes, tal como se aprobó en forma ampliada en el Concilio de Constantinopla. Poco después del Concilio de Nicea se compusieron muchas y nuevas fórmulas de fe, siendo la mayoría de ellas variaciones del Símbolo de Nicea, para hacer frente a nuevas fases del arrianismo. Al menos hubo cuatro antes del concilio de Sardica en 341, y en él se presentó una nueva fórmula que se puso en las Actas, aunque no la aceptó el concilio. El Símbolo Niceno, sin embargo, continuó siendo el único en uso entre los defensores de la Fe. Gradualmente fue siendo reconocido como la profesión apropiada para los candidatos al bautismo. Su alteración en la fórmula Niceno-Constantinopolitana, la que ahora usamos, se suele atribuir al concilio de Constantinopla, puesto que el de Calcedonia (451) , que lo designó como “El Credo del Concilio de Constantinopla de 381” hizo que se leyera dos veces y que se pusiera en las Actas. Los historiadores Sócrates, Sozomen y Teodoreto no mencionan ésto, aunque sí que testimonian que los obispos que permanecieron en el concilio tras la partida de los Macedonios, confirmaron la fe de Nicea. Hefele (II,9) admite la posibilidad de que nuestro credo actual sea una condensación del “Tomo” ( Gr. tomos),i.e., la exposición de las doctrinas sobre la Trinidad hechas por el concilio de Constantinopla, pero prefiere la opinión de Rémi Ceillier y Tillemont, que rastrean la nueva fórmula al "Ancoratus" de Epifanio escrito en 374. Hort, Caspari, Harnack, y otros son de la opinión de que la forma Constantinopolitana no se originó en el concilio de Constantinopla, ya que no está en las Actas del concilio de 381, y que se insertó más tarde, porque Gregorio Nacianceno que estuvo en el concilio sólo menciona la fórmula nicena advirtiendo que está incompleta en lo que se refiere al Espíritu Santo, lo que muestra que no supo de la forma constantinopolitana que corrige esa deficiencia y porque los Padres latinos aparentemente nada saben de ella antes de mediado el siglo quinto.
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Nosotros creemos (yo creo) en un Dios, el Padre Todopoderoso, hacedor del cielo y tierra, y de todas las cosas visibles e invisibles. Y en un Señor Jesús Cristo, el unigénito hijo de Dios y nacido del Padre antes de todas las edades. (Dios de Dios), luz de luz, verdadero hijo de Dios verdadero. Engendrado, no creado, consustancial al padre, por quien todas las cosas fueron hechas. Quien para nosotros hombres y por nuestra salvación bajó del cielo. Y se encarnó del Espíritu Santo y de la Virgen Maria y se hizo hombre, fue crucificado también por nosotros, bajo Poncio Pilato, sufrió y fue sepultado y al tercer día se levantó de nuevo según las Escrituras. Y ascendió al cielo, se sienta a la derecha del Padre y vendrá de nuevo con gloria a juzgar a los vivos y a los muertos, de cuyo reino no tendrá fin. Y (yo creo) en el Espíritu Santo , el Señor y Dador de vida, que procede del padre ( y del Hijo) quien junto con el Padre y el Hijo ha de ser adorado y glorificado, que habló por los Profetas. Y una santa católica y apostólica iglesia. Nosotros confesamos (yo confieso) un bautismo para la remisión de los pecados. Y esperamos ( yo espero) la resurrección de los muertos y la vida del mundo que vendrá. Amén  
 
Nosotros creemos (yo creo) en un Dios, el Padre Todopoderoso, hacedor del cielo y tierra, y de todas las cosas visibles e invisibles. Y en un Señor Jesús Cristo, el unigénito hijo de Dios y nacido del Padre antes de todas las edades. (Dios de Dios), luz de luz, verdadero hijo de Dios verdadero. Engendrado, no creado, consustancial al padre, por quien todas las cosas fueron hechas. Quien para nosotros hombres y por nuestra salvación bajó del cielo. Y se encarnó del Espíritu Santo y de la Virgen Maria y se hizo hombre, fue crucificado también por nosotros, bajo Poncio Pilato, sufrió y fue sepultado y al tercer día se levantó de nuevo según las Escrituras. Y ascendió al cielo, se sienta a la derecha del Padre y vendrá de nuevo con gloria a juzgar a los vivos y a los muertos, de cuyo reino no tendrá fin. Y (yo creo) en el Espíritu Santo , el Señor y Dador de vida, que procede del padre ( y del Hijo) quien junto con el Padre y el Hijo ha de ser adorado y glorificado, que habló por los Profetas. Y una santa católica y apostólica iglesia. Nosotros confesamos (yo confieso) un bautismo para la remisión de los pecados. Y esperamos ( yo espero) la resurrección de los muertos y la vida del mundo que vendrá. Amén  
 
(Nota del Traductor: Esta es una traducción literal del texto inglés de este artículo de esta Enciclopedia),  
 
(Nota del Traductor: Esta es una traducción literal del texto inglés de este artículo de esta Enciclopedia),  
En ésta fórmula del artículo de Nicea sobre el Espíritu Santo se amplia con varias palabras, en especial las dos frases “de la sustancia del Padre” y se omiten “Dios de Dios”  y los anatemas. Se añaden diez cláusulas y en cinco lugares las palabras están colocadas en distintos lugares. En general, las dos fórmulas contienen lo que es común a todas las  fórmulas bautismales de la Iglesia primitiva. Vossius (1577-1649)  fue el primero en detectar la semejanza entre el credo del "Ancoratus" y la formula bautismal de la iglesia de Jerusalén. Hort (1876) mantiene que el símbolo es una revisión de la fórmula de Jerusalén, en la que se han insertado las más importantes aseveraciones sobre el Espíritu Santo  El autor de la revisión puede haber sido S. Cirilo de Jerusalén  (315-386). Se ofrecen varias hipótesis sobre la tradición de que el símbolo niceno-constantinopolitano se originó con el concilio de Constantinopla, pero ninguna es satisfactoria. Sea cual fuere su origen, lo cierto es que el concilio de Calcedonia (451) se lo atribuyó al de Constantinopla y si de hecho no se compuso en él,  fue adoptado y autorizado por los Padres reunidos en la asamblea como verdadera expresión de la Fe. La historia del Credo se completa en el artículo Filioque ( ver también ARRIO, EUSEBIO DE CESAREA)
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En ésta fórmula del artículo de Nicea sobre el Espíritu Santo se amplia con varias palabras, en especial las dos frases “de la sustancia del Padre” y se omiten “Dios de Dios”  y los anatemas. Se añaden diez cláusulas y en cinco lugares las palabras están colocadas en distintos lugares. En general, las dos fórmulas contienen lo que es común a todas las  fórmulas bautismales de la Iglesia primitiva. Vossius (1577-1649)  fue el primero en detectar la semejanza entre el credo del "Ancoratus" y la formula bautismal de la iglesia de Jerusalén. Hort (1876) mantiene que el símbolo es una revisión de la fórmula de Jerusalén, en la que se han insertado las más importantes aseveraciones sobre el Espíritu Santo  El autor de la revisión puede haber sido S. Cirilo de Jerusalén  (315-386). Se ofrecen varias hipótesis sobre la tradición de que el símbolo niceno-constantinopolitano se originó con el concilio de Constantinopla, pero ninguna es satisfactoria. Sea cual fuere su origen, lo cierto es que el concilio de Calcedonia (451) se lo atribuyó al de Constantinopla y si de hecho no se compuso en él,  fue adoptado y autorizado por los Padres reunidos en la asamblea como verdadera expresión de la Fe. La historia del Credo se completa en el artículo Filioque ( ver también ARRIO, EUSEBIO DE CESAREA).
J. WILHELM  
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Transcrito por Fr. Rick Losch  
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J. WILHELM.
Traducido por Pedro Royo
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Transcrito por Fr. Rick Losch.
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Traducido por Pedro Royo.

Revisión de 16:45 20 dic 2006

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Es la profesión de la fe cristiana, común a la iglesia Católica, a todas las iglesias orientales separadas de Roma, y a la mayoría de las denominaciones protestantes, tal como se aprobó en forma ampliada en el Concilio de Constantinopla. Poco después del Concilio de Nicea se compusieron muchas y nuevas fórmulas de fe, siendo la mayoría de ellas variaciones del Símbolo de Nicea, para hacer frente a nuevas fases del arrianismo. Al menos hubo cuatro antes del concilio de Sardica en 341, y en él se presentó una nueva fórmula que se puso en las Actas, aunque no la aceptó el concilio. El Símbolo Niceno, sin embargo, continuó siendo el único en uso entre los defensores de la Fe. Gradualmente fue siendo reconocido como la profesión apropiada para los candidatos al bautismo. Su alteración en la fórmula Niceno-Constantinopolitana, la que ahora usamos, se suele atribuir al concilio de Constantinopla, puesto que el de Calcedonia (451) , que lo designó como “El Credo del Concilio de Constantinopla de 381” hizo que se leyera dos veces y que se pusiera en las Actas. Los historiadores Sócrates, Sozomen y Teodoreto no mencionan ésto, aunque sí que testimonian que los obispos que permanecieron en el concilio tras la partida de los Macedonios, confirmaron la fe de Nicea. Hefele (II,9) admite la posibilidad de que nuestro credo actual sea una condensación del “Tomo” ( Gr. tomos),i.e., la exposición de las doctrinas sobre la Trinidad hechas por el concilio de Constantinopla, pero prefiere la opinión de Rémi Ceillier y Tillemont, que rastrean la nueva fórmula al "Ancoratus" de Epifanio escrito en 374. Hort, Caspari, Harnack, y otros son de la opinión de que la forma Constantinopolitana no se originó en el concilio de Constantinopla, ya que no está en las Actas del concilio de 381, y que se insertó más tarde, porque Gregorio Nacianceno que estuvo en el concilio sólo menciona la fórmula nicena advirtiendo que está incompleta en lo que se refiere al Espíritu Santo, lo que muestra que no supo de la forma constantinopolitana que corrige esa deficiencia y porque los Padres latinos aparentemente nada saben de ella antes de mediado el siglo quinto. La siguiente es una traducción literal del texto griego de la fórmula Constantinopolitana, Los paréntesis indican las palabras alteradas o añadidas en la forma litúrgica occidental actualmente en uso: Nosotros creemos (yo creo) en un Dios, el Padre Todopoderoso, hacedor del cielo y tierra, y de todas las cosas visibles e invisibles. Y en un Señor Jesús Cristo, el unigénito hijo de Dios y nacido del Padre antes de todas las edades. (Dios de Dios), luz de luz, verdadero hijo de Dios verdadero. Engendrado, no creado, consustancial al padre, por quien todas las cosas fueron hechas. Quien para nosotros hombres y por nuestra salvación bajó del cielo. Y se encarnó del Espíritu Santo y de la Virgen Maria y se hizo hombre, fue crucificado también por nosotros, bajo Poncio Pilato, sufrió y fue sepultado y al tercer día se levantó de nuevo según las Escrituras. Y ascendió al cielo, se sienta a la derecha del Padre y vendrá de nuevo con gloria a juzgar a los vivos y a los muertos, de cuyo reino no tendrá fin. Y (yo creo) en el Espíritu Santo , el Señor y Dador de vida, que procede del padre ( y del Hijo) quien junto con el Padre y el Hijo ha de ser adorado y glorificado, que habló por los Profetas. Y una santa católica y apostólica iglesia. Nosotros confesamos (yo confieso) un bautismo para la remisión de los pecados. Y esperamos ( yo espero) la resurrección de los muertos y la vida del mundo que vendrá. Amén (Nota del Traductor: Esta es una traducción literal del texto inglés de este artículo de esta Enciclopedia), En ésta fórmula del artículo de Nicea sobre el Espíritu Santo se amplia con varias palabras, en especial las dos frases “de la sustancia del Padre” y se omiten “Dios de Dios” y los anatemas. Se añaden diez cláusulas y en cinco lugares las palabras están colocadas en distintos lugares. En general, las dos fórmulas contienen lo que es común a todas las fórmulas bautismales de la Iglesia primitiva. Vossius (1577-1649) fue el primero en detectar la semejanza entre el credo del "Ancoratus" y la formula bautismal de la iglesia de Jerusalén. Hort (1876) mantiene que el símbolo es una revisión de la fórmula de Jerusalén, en la que se han insertado las más importantes aseveraciones sobre el Espíritu Santo El autor de la revisión puede haber sido S. Cirilo de Jerusalén (315-386). Se ofrecen varias hipótesis sobre la tradición de que el símbolo niceno-constantinopolitano se originó con el concilio de Constantinopla, pero ninguna es satisfactoria. Sea cual fuere su origen, lo cierto es que el concilio de Calcedonia (451) se lo atribuyó al de Constantinopla y si de hecho no se compuso en él, fue adoptado y autorizado por los Padres reunidos en la asamblea como verdadera expresión de la Fe. La historia del Credo se completa en el artículo Filioque ( ver también ARRIO, EUSEBIO DE CESAREA).

J. WILHELM.

Transcrito por Fr. Rick Losch.

Traducido por Pedro Royo.