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Sábado, 23 de noviembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Suicidio»

De Enciclopedia Católica

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HISTÓRICA SINDÓNICA
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==Concepto y división==
  
La primera vez que se menciona a la Sábana Santa es en los Evangelios. Mateo (27, 59), Marcos (15, 46) y Lucas (23, 53) nos cuentan que José de Arimatea se hizo cargo del Cadáver de Jesús descolgándolo de la cruz y envolviéndolo en una Sábana limpia cuando lo depositó en un sepulcro nuevo excavado en una peña.
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El suicidio es el acto en el cual uno mismo causa su propia muerte, sea destruyendo definitivamente la propia vida —por ejemplo, ocasionándose una herida mortal—, u omitiendo hacer lo necesario para escapar de la muerte —como por ejemplo rehusar abandonar una casa en llamas—. Por tanto, desde un punto de vista moral debemos tratar no sólo la prohibición del suicidio definitivo, sino también la obligación que le incumbe al hombre de preservar su vida.
  
Los Evangelios se escribieron en griego, y en esa lengua la palabra “sábana” se dice s??d??, razón por la que a esta reliquia también se la conoce con el nombre de “Síndone”. A partir de ahora nos referiremos indistintamente a ella también con este término técnico. La Sindonología es, por tanto, el esfuerzo de múltiples disciplinas científicas para tratar de comprender en su conjunto qué es la Síndone y verificar o no su autenticidad. Por cierto, la palabra “sudario” referida a esta reliquia es del todo impropia, pues traduce como “sábana” el s??da???? griego que es, en realidad, un pañuelo.
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El suicidio es directo cuando una persona tiene la intención de causar su propia muerte, ya como fin, ya como medio para lograr otro fin, como cuando un hombre se suicida para escapar condenas, vergüenza, ruina, etcétera. Es indirecto —aunque normalmente no se llame por este nombre— cuando la persona no lo desea, ya como fin o como medio; no obstante, comete un acto que de hecho provoca la muerte, como cuando se consagra al cuidado de los aquejados de la peste y sabe que sucumbirá en la tarea.
  
La Síndone es lo suficientemente larga como para cubrir un cuerpo humano tanto por delante como por detrás. Una de las objeciones que a menudo se plantean es que los hebreos sepultaban los cadáveres de una forma mucho más compleja, no sólo envueltos en una tela, pero se responde fácilmente cuando deducimos por el relato evangélico que al cadáver de Jesús lo ponen en el sepulcro provisionalmente dado que tienen que dejar de trabajar, según la ley judía, antes de que comience el sagrado sábado, es decir, mientras todavía se puede distinguir un hilo blanco de un hilo negro con la luz solar del viernes por la tarde. Esa es la razón por la que las santas mujeres acuden el domingo por la mañana con los aromas para terminar de ungir el cadáver, cosa que no podrán hacer porque el Cuerpo del Maestro ya no está en el interior del sepulcro.
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==Moralidad==
  
Cuenta el Evangelio que la primera persona a la que se aparece Jesús Resucitado es María Magdalena y a ella le encarga que vaya a contárselo a los Apóstoles. Cuando la Magdalena cumple esta misión, Pedro y Juan corren para comprobar por sí mismos la veracidad del relato y, efectivamente, encuentran el sepulcro vacío y el Lienzo sobre la losa, tal y como lo habían dejado el viernes por la tarde. Para un judío una mortaja, así como todo lo que hubiese estado en contacto con un cadáver, era algo impuro: estaba manchada de sangre y dentro de una tumba. No obstante, no es descabellado pensar que los Apóstoles la conservaran porque si Cristo había en verdad resucitado ya no se podía aplicar al Lienzo aquella idea de impureza legal, puesto que el Maestro estaba vivo.
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La enseñanza de la Iglesia católica sobre la moralidad del suicidio puede resumirse como sigue:
  
Si bien Eusebio de Cesarea, un historiador cristiano del siglo IV, da a entender que la Síndone fue resguardada por los discípulos en la cercana ciudad de Pella para evitar su destrucción ante el asedio de las legiones romanas de Tito, los evangelios apócrifos nos dan una pista de cuál pudo haber sido su auténtico destino.
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===El suicidio directo y definitivo===
  
Se escribieron diversos relatos sobre Jesús al comienzo de nuestra era, los denominados “apócrifos”, y forman parte de la literatura cristiana de los primeros siglos. En uno de estos evangelios apócrifos, el denominado “Doctrina de Tadeo”, se cuenta la historia del rey Abgar V de Edesa que, según parece, padecía la lepra. Este rey envió una carta a Jesús rogándole que fuese hasta allí para curarle, a lo que Jesús responde que una vez haya consumado Su misión en este mundo enviará a uno de Sus discípulos hasta Edesa en Su nombre. Este relato cuenta, además, que el rey Abgar se curó milagrosamente cuando recibió al discípulo que le llevaba una imagen de Jesús “arquerópita”, es decir, “no elaborada por mano humana”.
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El suicidio definitivo y directo perpetrado sin el consentimiento de Dios constituye siempre una injusticia grave para con Él. Destruir una cosa es deshacerse de ella como amo absoluto y actuar como alguien que posee dominio total e independiente sobre ella; mas el hombre no posee este dominio total e independiente sobre su vida, ya que el dueño debe ser superior a su propiedad. Dios se ha reservado la potestad directa sobre la vida; Él es dueño de su sustancia y le ha dado al hombre sólo el dominio práctico, el derecho de uso, con el cometido de proteger y preservar dicha sustancia, esto es, la vida misma. Por consiguiente, el suicidio es una tentativa contra la autoridad y el derecho de propiedad del Creador. A esta injusticia se añade una ofensa grave contra la caridad que el hombre se debe a sí mismo, ya que por su acción se priva del máximo bien que posee y de la posibilidad de alcanzar su fin último. Además, la gravedad del pecado empeora si al quitarse la vida se eluden las obligaciones existentes de la justicia o los actos de caridad, que podía y debía cumplir, tales como la piedad conyugal, paternal o filial. Que el suicidio es ilícito es la enseñanza de la Sagrada Escritura y de la Iglesia, la cual condena el acto como el crimen más atroz y, por el odio que le tiene y para suscitar el horror en sus hijos, le niega al suicida el sepelio cristiano. (Actualmente esto ha sido cambiado y si se le da sepultura cristiana por lo que nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica en el numero 2283; “No se debe desesperar de la salvación eterna de aquellas personas que se han dado muerte. Dios puede haberles facilitado por vías que él solo conoce la ocasión de un arrepentimiento saludable. La Iglesia ora por las personas que han atentado contra su vida.”) Por otro lado, el suicidio se opone directamente a la tendencia más poderosa e invencible de toda criatura, especialmente del hombre: la conservación de la vida. Finalmente, para que un hombre sensato se quite deliberadamente la propia vida, debe primero, como regla general, haber aniquilado en sí mismo todos los goces de la vida espiritual, puesto que el suicidio está en total oposición a todo lo que nos enseña la religión cristiana sobre el fin y el objeto de la vida y, salvo en casos de locura, es la conclusión natural de una vida desordenada, débil y cobarde.
  
Según el historiador de la Universidad de Oxford Ian Wilson, ese “retrato”, entre comillas, no era otro que la Sábana Santa doblada de tal forma que sólo mostraba la cara de la enigmática imagen frontal que se puede apreciar claramente en ella. A esto apunta el hecho de que a la tela venerada en Edesa como el verdadero Rostro de Cristo se la conocía, entre otros, con el nombre de “Tetradiplon” (que quiere decir “doblado cuatro veces”, en griego). Es curioso observar que en las leyendas más antiguas, la Santa Verónica era precisamente una princesa de Edesa. Y hasta el nombre de la santa proviene del latín “vera icona”, o lo que es lo mismo, “verdadera imagen”. Wilson precisa que es muy probable que se escribiese el relato apócrifo de la correspondencia entre Abgar y Jesús precisamente para justificar la presencia en Edesa de una tela con la imagen de Cristo. En textos de siglos posteriores a esa tela se la denomina Mandylión (es decir, “sudario”, en siríaco)
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La razón que hemos presentado para probar la malicia del suicidio, a saber, el derecho y el dominio de Dios, justifica asimismo la modificación del principio general: como Dios es señor de nuestra existencia, Él puede con su propio consentimiento eliminar del suicidio todo lo que constituya su desorden. De este modo justifican algunas autoridades la conducta de ciertos santos, quienes, impelidos por el deseo del martirio y especialmente por el deseo de proteger su castidad, no esperaron que el verdugo los ejecutara, sino que de una manera u otra lo buscaron en sí mismos; no obstante, la voluntad divina debería manifestarse claramente en cada caso particular.
  
El Mandylión fue venerado en Edesa en un marco de oro en el punto más importante de la ciudad. No obstante, uno de los hijos de Abgar volvió al paganismo y comenzó una persecución contra los cristianos que motivó que la reliquia fuese escondida en un nicho sobre la puerta occidental de la muralla. Allí permaneció oculta hasta que en el año 525 una enorme riada la puso al descubierto. El mismo emperador bizantino Justiniano II, enterado del hallazgo, envió dinero para construir una catedral donde poder conservarla que poder conservarla. Los persas intentaron conquistar Edesa en el año 544, pero se asustaron al ver que sus habitantes utilizaban la imagen de Jesús grabada en la tela como escudo protector.
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Se ha formulado la pregunta: ¿puede suicidarse un condenado si se lo ordena el juez? Algunos autores responden esta pregunta afirmativamente y basan su argumento en la facultad de la sociedad para castigar a ciertos malhechores con la muerte y de encargar el trabajo de verdugo a cualquiera; por consiguiente, también el malhechor puede llevar a cabo la sentencia. Nosotros compartimos la opinión más ampliamente aceptada, a saber, que esta práctica, frecuente en algunos países del Este, no es lícita. La justicia vengativa —y, en realidad, toda justicia— requiere una distinción entre el sujeto de derechos y el de deberes; en el caso presente, entre el que castiga y el castigado. Finalmente, el mismo principio que prohibe a uno ocasionar su propia muerte también le prohibe aconsejar, mandar u ordenar —con la intención directa de suicidio— que otro le ejecute.
  
Más tarde, en el año 944, el entonces emperador bizantino Romano I Lecapeno compró el Mandylión a los árabes que dominaban Edesa en ese momento por 12.000 denarios de plata, la liberación de doscientos prisioneros y la promesa formal de que los ejércitos imperiales no volverían a poner los pies en Edesa. El 16 de agosto de ese año, el Mandylión fue trasladado solemnemente a Constantinopla y se produce un hecho muy interesante: el arcediano Gregorio pronuncia un sermón en la catedral de Santa Sofía en el que afirma que le impresiona enormemente contemplar en el Mandylión la herida del costado del Señor. Esto, junto a otros documentos descubiertos en el Monte Athos por Mark Guscin, insvestigador del Centro Español de Sindonología, confirman que, en efecto, el Mandylión no era más que la Sábana Santa doblada, y que con el traslado se dieron cuenta de que conservaba una impronta de cuerpo entero y no sólo de la cara.
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===El suicidio positivo e indirecto===
  
Robert de Clary, cronista de la IV Cruzada, relata textualmente en 1204 que en el monasterio de Santa María de Blanquerna se guardaba la Sábana “en la que Nuestro Señor fue envuelto, y cada viernes se izaba toda derecha, y así que se podía ver bien la figura de Nuestro Señor”.
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El suicidio positivo pero indirecto cometido sin el consentimiento divino también es ilícito, a menos que, bien mirado, exista razón suficiente para hacer lo que traiga como resultado la muerte. De ahí que no sea pecado, sino un acto de virtud exaltada, el viajar a tierras salvajes para predicar el Evangelio o acudir a la cabecera de los aquejados por la peste y atenderlos, aun cuando los que eso hacen prevén la posibilidad de una muerte pronta e inevitable; tampoco es pecado que los obreros, en cumplimiento de sus deberes, suban a los tejados y a los edificios y se expongan con ello a la muerte, etcétera. Todo esto es lícito precisamente porque el acto mismo es bueno y recto, pues, al menos en teoría, las personas ya aludidas no persiguen, ni como fin ni como medio, el resultado funesto, es decir, la muerte; y, además, si resultase un mal, sería compensado en gran parte por el efecto bueno y provechoso que buscan. Por otro lado, es pecado exponerse al peligro de muerte para dar prueba de valor, para ganar una apuesta, etcétera, porque en todos estos casos el fin no compensa de ninguna forma el peligro de muerte que se corre. Para juzgar si existe o no razón suficiente para una acción a la que aparentemente le seguirá la muerte, deben considerarse todas las circunstancias, esto es, la importancia del resultado benéfico, la mayor o menor certeza de que se logrará, el mayor o menor peligro de muerte, etcétera, problemas que en un caso específico pueden ser difíciles de resolver.
  
Es en este punto donde la historia de la Síndone se conecta con la de la Orden de los Templarios. La Orden fue acusada por la Santa Sede de venerar un extraño rostro de Cristo. En la noche del 6 de octubre de 1307, pocas horas antes del ajusticiamiento de los principales dirigentes templarios, un carro abandonó la fortaleza del Temple en las afueras de París. El hombre que lo conducía se protegía con una simple sábana. Los soldados de Felipe IV el Hermoso registraron la carga de heno, pero no encontraron el fabuloso tesoro que supuestamente querían salvar los templarios. Siete años después, en 1314, Jacques de Molay, gran maestre de la Orden del Temple y Godofredo de Charny, su lugarteniente y comendador de Normandía, eran quemados. En 1349, por orden del Papa Clemente V, otro Godofredo de Charny, señor de la ciudad francesa de Lirey y probablemente familiar del caballero templario ajusticiado, expone la Sábana Santa a la veneración de los fieles que visitan la Colegiata. Margarita de Charny, nieta de Godofredo, retiró la Sábana de allí y la trasladó al castillo de San Hippolyte. Finalmente, se la vendió a los Duques de Saboya el 22 de marzo de 1453 y éstos se la llevaron a Chambéry, donde se encontraba su corte.
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===El suicidio negativo y directo===
  
En la noche del 3 al 4 de diciembre de 1532 se produjo un incendio en la capilla en la que se guardaba la Síndone. La reliquia se encontraba doblada y metida dentro de una doble caja, de madera en el interior y de plata por fuera. Cuando el fuego alcanzó el relicario, una gota de plata fundida penetró en el interior y cayó sobre la tela quemando el tejido y dañando la Sábana para siempre con dieciséis agujeros. La temperatura generada por el fuego tuvo que haber alcanzado los 920 grados necesarios para que la plata se fundiera. El agua arrojada sobre la urna para enfriarla penetró por las rendijas y mojó parte del tejido dejando unas manchas que aún hoy se pueden apreciar. Los agujeros fueron remendados dos años más tarde por las monjas clarisas empleando corporales bendecidos. Esta labor la realizaron de rodillas y utilizando agujas de oro mientras pronunciaban oraciones de deprecación.
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El suicidio negativo y directo sin el consentimiento de Dios constituye el mismo pecado que el suicidio positivo. De hecho, el hombre tiene sobre su vida únicamente el derecho de uso con las obligaciones correspondientes de preservar el objeto del dominio de Dios: la sustancia de su vida. Por consiguiente, obviamente falla en esta obligación de usufructuario quien descuida los medios necesarios para la preservación de la vida, esto con la intención de destruirla, y, por tanto, viola los derechos de Dios.
  
En el año 1576 una epidemia de peste asoló la diócesis de Milán. Su cardenal, San Carlos Borromeo, prometió que si la enfermedad cesaba iría a pie a venerar la Síndone hasta Chambéry. Enterados de este voto, los duques de Saboya quisieron acortar el viaje del santo y evitar que tuviese que atravesar los Alpes siendo ya un hombre mayor. Por eso, en 1578, trasladaron la Síndone hasta la ciudad piamontesa de Turín, donde se conserva desde entonces, en la capilla construida por Guarino Guarini, dedicada a San Juan Bautista y que conecta, a la vez, con la Catedral de la Diócesis y con el Palacio Real. La Síndone sólo ha abandonado Turín, y en secreto, durante la II Guerra Mundial, momento en que fue trasladada por motivos de seguridad al santuario benedictino de Montevergine, en las montañas.
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===El suicidio negativo e indirecto===
  
La Sábana Santa fue propiedad de los Duques de Saboya durante más de quinientos años, hasta que en 1983 Humberto II de Saboya, el desterrado rey de Italia, se la regaló a la Santa Sede. El Vaticano ha considerado acertadamente que la reliquia, conocida en todo el mundo como “la Sábana de Turín”, permanezca en la capital piamontesa.
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El suicidio negativo e indirecto sin el consentimiento de Dios también es una tentativa contra los derechos del Creador y una injusticia para con Él cuando se descuidan sin causa suficiente todos los medios de conservación que se deberían utilizar. Si una persona como usufructuaria está obligada en justicia a preservar su vida, es lógico que está igualmente obligada a hacer uso de todos los medios ordinarios que se imponen en circunstancias normales, esto es:
  
En diversas ocasiones la Síndone ha sido expuesta a la veneración pública en lo que se denomina una “ostensión”. Mientras, ha estado guardada en diversos recipientes, la mayor parte del tiempo cosida a una tela de soporte, enrollada y metida dentro de un relicario rectangular que, a su vez, se conservaba en el altar de mármol negro de la capilla de San Juan.
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debería emplear todos los medios ordinarios que la naturaleza misma facilita, tales como comer, beber, dormir y así sucesivamente;
  
Esta capilla fue prácticamente destruida en un nuevo incendio que por segunda vez puso en serio peligro la existencia de la Síndone. Tuvo lugar en la noche del 11 al 12 de abril de 1997 y por lo publicado en la prensa italiana hay serios indicios de que fue provocado. Los bomberos de Turín consiguieron recuperar la reliquia y posteriormente se comprobó que afortunadamente no había sufrido daño alguno.
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además, debería evitar todos los peligros que pueden evitarse fácilmente; por ejemplo, huir de una casa en llamas, huir de un animal enfurecido cuando puede hacerse sin dificultad.
  
En la actualidad, la Síndone está conservada en una cápsula de cristal irrompible alimentada con argón, un gas inerte que frena la proliferación de bacterias que podrían dañar la celulosa del tejido. El complejo sistema de conservación está controlado en todo momento por ordenador y dispone de ruedas que permiten su traslado.
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De hecho, descuidar los medios ordinarios para la preservación de la vida equivale a suicidarse, mas lo mismo no puede decirse con respecto a los medios extraordinarios. Así, los teólogos enseñan que para preservar la vida uno no está obligado a emplear remedios que, teniendo en cuenta la salud propia, se consideran como extraordinarios y suponen gastos extraordinarios; no hay obligación de someterse a operaciones quirúrgicas muy penosas ni a amputaciones considerables ni viajar al exilio para buscar un clima más benéfico, etcétera. Si hacemos una comparación, el arrendatario de una casa está obligado a cuidar de ella como conviene a un buen padre de familia, a utilizar los medios ordinarios para la conservación de la propiedad, por ejemplo, extinguir un fuego que sea fácil de extinguir, etcétera; pero no está obligado a emplear medios considerados extraordinarios, tales como procurar las últimas novedades que haya producido la ciencia para prevenir o extinguir un incendio.
PRINCIPALES ESTUDIOS CIENTÍFICOS SOBRE LA SÍNDONE
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La Sábana Santa mide 4 metros y 42 centímetros de largo por 1’13 de ancho. Está compuesta por dos piezas cosidas a lo largo. Tiene un color parduzco característico y está hecha de lino prácticamente puro entre cuyos hilos se han hallado algunas fibras sueltas de algodón.
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===Aplicación de los principios===
  
El experto textil profesor Raes determinó que la forma de entrelazar los hilos, llamada “sarga” o “espina de pescado”, es la propia de uno tipo de telares que dejaron de funcionar en Antinópolis en el siglo IV. Es decir, estamos ante una tela muy antigua.
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Los principios esbozados en las cuatro proposiciones o divisiones dadas arriba deberían servir para la solución de casos particulares; sin embargo, la aplicación puede que no siempre sea fácil, y, de esta manera, una persona puede quitarse la vida mediante un acto objetivamente ilícito y aun así considerarse tolerable y hasta un acto de virtud exaltada.
  
La reliquia está muy contaminada. Esto es una suerte para los investigadores, puesto que toda esa basura añadida, convenientemente analizada, proporciona una información extraordinaria sobre las vicisitudes históricas que acabamos de relatar.
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Podría preguntarse si una persona puede realizar u omitir un acto que pueda dañar su salud y acortar su vida. Aplicando los principios anteriores: antes que nada está claro (por la 1.ª y 3.ª proposición, A y C) que no puede tener como objetivo adelantar la muerte; mas, haciendo a un lado esta hipótesis, puede decirse, por una parte, que exponerse sin razón suficiente a un abreviamiento considerable de la vida constituye un daño grave a los derechos del Creador; y por otro lado, si el peligro de muerte no es inminente, aunque es de temerse que la vida pueda acortarse aún por varios años, no es un pecado grave, sino venial. Este es el caso con el beodo, que por intemperancia causa su muerte prematura.
  
En la Síndone se aprecian diversas huellas. Las más llamativas son dos grandes líneas longitudinales de tela quemada que corresponden a los daños producidos por el incendio de 1532. Hasta el año 2002, momento en que la Sábana fue restaurada, los dieciséis agujeros producidos por la gota de plata recalentada estuvieron cubiertos con los remiendos aplicados por las clarisas de Chambéry. También se observan con claridad manchas de lo que en 1978 se determinó que es sangre. Por último, es visible una doble impronta, frontal y dorsal, del Cuerpo del Hombre que se envolvió con la reliquia.
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Nuevamente, debe tenerse en cuenta que, con la adición de un motivo razonable, la acción puede ser totalmente lícita y hasta un acto de virtud; así, el obrero no peca al dedicarse a los trabajos pesados, y los santos realizaron un acto muy meritorio y altamente virtuoso cuando, a fin de vencer sus pasiones, laceraron y torturaron sus cuerpos con penitencia y ayuno, y, con ello, fueron la causa de su muerte prematura.
  
1898 fue un año muy importante en la reciente historia sindónica porque por vez primera la Sábana fue fotografiada. El encargado de hacerlo fue Secondo Pia, un abogado turinés aficionado al entonces nuevo arte fotográfico. Tuvo contratiempos con la iluminación y empleó para obtener las placas una enorme y primitiva cámara que aún hoy puede verse en el Museo Sindónico de Turín. Él mismo relata que cuando reveló las fotografías en su estudio quedó sobrecogido, porque era en el cliché, en el negativo fotográfico, donde se observaba con perfecta nitidez la imagen delantera y trasera de un Hombre de particular belleza cuyo Rostro sereno contrastaba enormemente con las huellas de las torturas a las que, según la Síndone, fue sometido. Pia fue el primer hombre que vio la imagen que la Síndone había mantenido oculta hasta ese momento.
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==Frecuencia del suicidio; causas principales==
  
Desde la invención de la fotografía todos hemos tenido alguna vez un cliché en la mano y sabemos interpretar un negativo, es decir, la inversión de blanco y el negro. Lo que es blanco en la realidad aparece negro en el cliché, y vice-versa. En la Sábana ocurre exactamente al contrario, es decir, sólo observamos la imagen auténtica en el cliché, lo que convierte a toda la reliquia, inexplicablemente, en un negativo fotográfico en sí. La Síndone, por tanto, lleva un adelanto de diecinueve siglos a su propia época. En 1931 y 1933, un fotógrafo profesional, Giuseppe Enrié, bajo la tutela de diversos peritos, tomó nuevas fotografías, más detalladas, y confirmó que lo que Secondo Pia había observado tres décadas atrás volvía a suceder: el negativo de las fotos era el lugar idóneo para observar la imagen, y no la Sábana.
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La plaga del suicidio pertenece especialmente al período de la decadencia de las civilizaciones de la antigüedad: griegos, romanos y egipcios. La Edad Media cristiana no conoció esta tendencia morbosa, mas ha vuelto a aparecer en los últimos tiempos, se ha desarrollado constantemente desde el Renacimiento y actualmente ha alcanzado tal intensidad entre las naciones civilizadas que puede considerarse uno de los males especiales de nuestros tiempos.
  
La ciencia se ha interesado por la Síndone en distintas ocasiones. Los primeros en estudiarla como la huella de un horrendo crimen fueron diversos médicos como los doctores Paul Vignon, profesor de Biología del Instituto Católico de París, Yves Delage, profesor de Anatomía de la Sorbona francesa, Pierre Barbet, cirujano jefe del Hospital de San José de París o Giovanni Judica-Cordiglia, profesor de Medicina Legal de la Universidad de Milán, entre otros. No hay un solo forense que se haya acercado a la Síndone a estudiarla que no coincida en que las huellas que en ella se aprecian son anatómicamente perfectas y corresponden, sin lugar a dudas, a las que dejaría en una tela el cuerpo de un varón crucificado tal y como describen los Evangelios y como la arqueología y la historia nos indican que hacían los romanos en el siglo I. Es más: en la Síndone aparecen claramente reflejadas huellas de tipo anatómico-forense desconocidas antes de nuestro siglo, como por ejemplo la presencia de sangre venosa y sangre arterial, sangre pre y post mortal o suero sanguíneo alrededor de las costras que sólo es posible apreciar cuando se fotografía la reliquia con luz ultravioleta. Para ser exactos, la Síndone es el único retrato de la Pasión que, en contra del resto de las representaciones de la misma realizadas a lo largo de dos mil años de arte cristiano, muestra detalladamente cada una de las torturas sin un solo error.
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Este índice de suicidio obviamente incluye suicidios que se pueden atribuir a las enfermedades mentales, pero no podemos aceptar la opinión de un gran número de médicos, moralistas y juristas que, llevados al error por una filosofía errada, establecen como regla general que el suicidio siempre se debe a la demencia, ya que grande es el horror que este acto inspira en todo hombre cuerdo. La Iglesia rechaza esta teoría y, aunque acepta excepciones, considera que dichos desgraciados que intentan suicidarse, impelidos por la desesperación o la ira, a menudo actúan por malicia o cobardía culpable. De hecho, la desesperación y la ira no son generalmente movimientos del alma imposibles de resistir, especialmente si uno no descuida la ayuda que ofrece la religión, la confianza en Dios, la creencia en la inmortalidad del alma y en la vida futura de recompensas y castigos.
  
No obstante, fue durante el mes de octubre de 1978 cuando un equipo multidisciplinar de científicos denominado S.T.U.R.P. (siglas en inglés de Shroud of Turín Research Project) tuvo en su poder la Síndone durante 120 horas seguidas para analizarla con los instrumentos más avanzados del momento. El coordinador del equipo fue el John Jackson, físico de la Academia de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos y que trabajó estrechamente con varios expertos del Laboratory Jet Propulsion de Pasadera. Los resultados de sus investigaciones fueron publicados por las revistas científicas más prestigiosas.
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Se han presentado muchas y variadas razones para explicar el alto índice de suicidio, pero es más correcto decir que no depende de una causa particular, antes bien, en un conjunto de factores, tales como la situación social y económica, la miseria de un gran número, una búsqueda más febril de lo que se considera la felicidad y que a menudo termina en crueles decepciones, la cada vez más refinada búsqueda del placer, un estímulo más precoz e intenso de la vida sexual, el agotamiento intelectual, la influencia de los medios de comunicación y de las noticias sensacionalistas que provee a diario a sus lectores, las influencias de la herencia, los estragos del alcoholismo, etcétera. Pero es innegable que el factor religioso es muchísimo más importante, pues el aumento en los suicidios guarda relación con la descristianización de una nación.
  
Lo primero que hizo el equipo fue desenrollar la Síndone y colocarla cuidadosamente en un bastidor diseñado ex profeso para el estudio de la reliquia. Descosieron parte de la tela de sujeción para poder observar el otro lado y descubrieron que en ese zona también estaban las manchas de sangre que habían empapado la mortaja, pero no se podía apreciar tan claramente la imagen del Hombre de la Sábana. A la Síndone la fotografiaron con luz normal y luz ultravioleta, se la observó con microscopios electrónicos y se la sometió a diversas pruebas cuyos resultados, aún hoy, nos siguen admirando.
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Francia representa un ejemplo penoso paralelo a la descristianización sistemática; el número de suicidios por cada 100 000 aumentó de 8.32 en 1852 a 29 en 1900. La razón es obvia. La religión por sí sola, y especialmente la religión católica, nos instruye con respecto al seguro destino de la vida y de la importancia de la muerte; ella sola proporciona una solución al enigma del sufrimiento, ya que presenta al hombre viviendo en el exilio y al sufrimiento como el medio para conseguir la gloria y la felicidad de una vida futura. Por sus doctrinas de la eficacia del arrepentimiento y la práctica de la confesión, alivia el sufrimiento moral del hombre; prohibe y previene en gran medida los desórdenes de la vida; en pocas palabras, es de una naturaleza que previene las causas que se calculan impelen al hombre a la acción extrema.
  
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Obras generales de teología y de filosofía moral, especialmente en referencia a los principios, la frecuencia y las causas del suicidio: WALTER in Staatslexikon (2.ª ed., Friburgo, 1903), s.v. Selbstmord; MASARYK, Der Selbstmord als sociale Massenerscheinung der modernen Civilisation (Viena, 1881); MORSELLI, Suicide, International Scientific Series (Nueva York, 1882); BAILEY, Modern Social Conditions (Nueva York, 1906); SCHNAPPER-ARNDT, Socialstatistik (Leipzig, 1906); KROSE, Des Selbstmord im 19en Jahrhundert (Friburgo, 1906); NIEUWBARN, Beknopt kerkelyk Handwoordenboek (Tilburgo, 1910); JACQUART, Essais de statistique morale: I, Le Suicide (Bruselas, 1908).
  
ESTUDIO PALINOLÓGICO
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A. VANDER HEEREN
 
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Transcrito por Tomas Hancil
La palinología es la parte de la botánica que se encarga del estudio de los pólenes, es decir, de los granos microscópicos contenidos en las anteras de las flores y que son, en sí, las células reproductoras de las plantas fanerógamas. Cada flor produce su propio polen, inconfundible, y un palinólogo es capaz de identificar a qué planta pertenece un determinado grano polínico. Hay plantas que se denominan endemismos porque sólo se dan en determinadas zonas del Planeta. El polen es arrastrado por el viento dentro de un territorio, pero el viento amaina y el polen cae y se deposita sobre los tejidos que se encuentran en su camino. Esto es muy interesante para una investigación policial, pues analizando la ropa de un presunto asesino se puede saber si estuvo en este bosque o pasó por aquel jardín.
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Traducción de Manuel Rodríguez Rmz.
 
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Uno de los palinólogos más famosos del mundo por haber sido director del Servicio Científico de la Policía Criminal de Zurich hasta su jubilación, el profesor Max Frei, fue el encargado de estudiar los pólenes presentes en la Sábana Santa. Tomó muestras del polvo depositado sobre ella y dedicó nueve años al estudio de estas muestras. Hizo siete expediciones a Oriente Medio para identificar sin lugar a dudas los pólenes que había encontrado. Identificó, en fin, 49 especies distintas, algunas comunes y otras exclusivas de los lugares por los que sabemos que pasó la Síndone. Entre sus principales conclusiones están que la contaminación polínica de la Síndone es la normal de un objeto con sus características, que el lienzo ha viajado y ha sido expuesto al aire de lugares muy diversos del mundo, que tres cuartas partes de las especies encontradas sobre la Síndone crecen en Palestina, entre ellas el zygophillum dumosum y la gundelia turnefortii, y que también se hallan en la tela granos de polen secos de plantas que se han encontrado en los estratos sedimentarios de hace dos mil años del Lago de Galilea. En resumen: los pólenes microscópicos presente en la reliquia confirman punto por punto el recorrido histórico que conocemos de la Sábana y son, en palabras del propio Frei, una prueba infalsificable porque nadie hubiese podido manipular pólenes de tan distintas partes del mundo antes de inventarse el microscopio a finales del siglo XVII.
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ESTUDIO HEMATOLÓGICO
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El estudio médico forense de las manchas de la Síndone comenzó por la determinación de si lo que aparentemente se ve como sangre en la tela es sangre real. De ello se encargaron los doctores Alan Adler y John Heller. Tras estudiar los hilos impregnados llegaron a la conclusión de que, efectivamente, se trata de sangre humana. Además, comprobaron que bajo las costras de sangre coagulada no hay imagen, lo que quiere decir que la Sábana se manchó primero de sangre y sólo después llegó hasta la tela la imagen del Hombre que en ella se envolvió. Esto también descarta una posible falsificación, porque sería absurdo pensar que un falsificador medieval primero “pinta” con sangre las manchas en lugares anatómicamente perfectos y luego genera la imagen del Cuerpo para hacerla coincidir con aquellas. Si se hubiese empleado un pincel con sangre para pintar las manchas, por cierto, no hubiese quedado, como así es, una película de suero sólo visible con luz ultravioleta alrededor de los regueros. Por último, el profesor Baima Bollone, en 1981, determinó utilizando anticuerpos fluorescentes, que la sangre presente en la Sábana es del tipo AB, muy extraño entre los seres humanos pero curiosamente el más común entre las personas de raza hebrea.
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Precisamente, fotografiando ese suero sanguíneo sólo visible con luz ultravioleta, se comprobó que el Rostro del Hombre de la Sábana se encuentra surcado por hilillos de sangre, lo que correspondería correspondería a un fenómeno conocido como “hematohidrosis” y que consiste en que el sujeto, a causa de un intensísimo stress, suda sangre tras romperse los vasos sanguíneos superficiales debido a la tensión emocional. Recordemos que el Evangelio de San Lucas menciona este dato en el momento de la angustiosa oración de Jesús en el Huerto de Getsemaní poco antes de ser apresado. Es curioso observar que es precisamente San Lucas, médico de profesión, el único de los cuatro evangelistas que recoge este dato.
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HIPÓTESIS SOBRE LA FORMACIÓN DE LA IMAGEN SINDÓNICA
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La mayor sorpresa de los investigadores llegó a la hora de explicar el proceso de formación de la imagen presente en la tela.
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Estudiosos como Vignon o Romanese habían intentado en el pasado reproducir una imagen similar empleando diversas técnicas como la vaporigrafía, la aplicación de hierros candentes o, sencillamente, la pintura, pero todos fracasaron en su intento de mostrar a la ciencia una imagen que tuviese las mismas características que se pueden apreciar en la de la Sábana Santa.
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Otra objeción que a veces se plantea contra la autenticidad de la reliquia es que existen muchas “sábanas santas” en el mundo. Y es cierto. Domenico Leone, por ejemplo, catalogó en su día más de setenta sólo en España, pero basta observarlas para darse cuenta de que son copias pintadas sobre telas, algunas verdaderamente malas, que se consideran reliquias de segundo grado por haber estado en contacto en algún momento con el original conservado en Turín. Además, todas las copias tienen un certificado que acredita que lo son y siempre hacen referencia a la Síndone como modelo original. Es más: los pintores, desconcertados ante lo que veían y siendo incapaces de interpretar el efecto de negatividad fotográfica que ya hemos explicado, también pintaban en su ingenuidad los agujeros, las quemaduras y los remiendos.
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En la tela de Turín no hay pintura. Esto es fácilmente constatable cuando se observa que están coloreados los hilos, pero no hay grumo de pintura entre hilo e hilo, como sería lógico tras dar un brochazo sobre el lienzo. Cualquiera que diga hoy que la imagen de la Sábana Santa es pintada merece, sin más, la misma consideración que si dijese que la Tierra es plana. Además, la imagen es muy superficial. Se ha calculado que si un hilo tuviese el grosor de un brazo humano sólo estaría coloreado lo que correspondería al vello superficial. La imagen no ha sido generada por contacto, pues de haber sido así sólo tendríamos retratadas aquellas partes del cuerpo que tocaron la tela, pero dado que hay imagen del cuerpo al completo, incluso de partes que estaban alejadas de la Síndone, se debe concluir que el foco necesario para realizar esta singular fotografía salió desde dentro del cadáver y fue proyectado de manera uniforme hacia todos lados.
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El Jet Propulsión Laboratory de Pasadena fue el Centro encargado de interpretar, a finales de los años 70, las imágenes que las sondas robot Viking enviaron a la Tierra desde la superficie de Marte. Con esa información, los científicos fueron capaces de generar un mapa tridimensional de la orografía del Planeta Rojo. Para ello emplearon un ordenador llamado VP-8, especializado en el tratamiento de imágenes computerizadas. A los profesores John Jackson y Eric Jumper se les ocurrió la idea de someter al mismo proceso y con esta herramienta a la imagen presente en la Síndone. El resultado fue una gigantesca sorpresa: un modelo volumétrico tridimensional del Hombre de la Sábana tan perfecto que es posible, incluso, rotarlo para obtener su perfil. Los expertos quedaron perplejos porque, dicho con otras palabras, acababan de descubrir que en un lienzo fúnebre del siglo I hay codificada información tridimensional para que pueda ser interpretada correctamente por los ordenadores de la Era Espacial.  
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Tras esto, el Equipo de Investigación STURP resumió en nueve puntos las claves exclusivas de la imagen sindónica, y son los siguientes:
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• Superficialidad: el agente causante de la imagen sólo alteró algunas fibras de los hilos.
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• Ausencia de pigmento: no se trata de tintes o pinturas.
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• Estabilidad hídrica: el agua no es capaz de borrarla.
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• Estabilidad química: no se conocen reactivos químicos capaces de modificar la calidad de la imagen y, por tanto, no fue generada mediante procesos químicos como ocurre, por ejemplo, con las técnicas vaporigráficas.
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• Pormenorización: se pueden, incluso, contar los latigazos que le dieron a la víctima. La imagen, además, está perfectamente enfocada.
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• No direccionalidad: es decir, está proyectada de manera uniforme a lo largo de toda su superficie.
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• No elaborada por contacto: pues de haber sido generada al entrar en contacto con el cuerpo no hubiéramos tenido imagen, como así es, de las zonas que no tocó.
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• Negativa: en la imagen se produce el efecto de inversión de blanco y negro propio de los procesos fotográficos.
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• Tridimensionalidad: los matices de grises (que no capta el ojo humano) no corresponden a luz y sombra, sino a distancia, con lo que empleando los instrumentos informáticos adecuados es posible generar un modelo volumétrico del cuerpo que fue envuelto en el Lienzo.
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¿Cómo es posible explicar una imagen que es única en toda la historia del arte y que desafía a todas las técnicas conocidas, de la que sólo hay un ejemplar y que con nuestra tecnología del siglo XXI aún no hemos sido capaces hoy de reproducir? El Equipo de Investigación STURP, con lógica, tuvo que descartar todas las hipótesis de formación de la imagen que no cumpliesen rigurosamente estos nueve requisitos. Sus conclusiones han constituido la noticia más espectacular sobre la Síndone que se ha divulgado porque, dadas estas evidencias, han formulado la siguiente hipótesis para explicar la formación de la imagen: durante un brevísimo espacio de tiempo, el cuerpo envuelto por la Síndone podría haber generado desde su interior un “destello” uniforme de energía radiante de naturaleza desconocida lo suficientemente potente como para “retratarlo” sobre el Lienzo, pero a la vez tan delicado que no deterioró la tela. Este hipotético relámpago luminoso se produjo, además, mientras el cuerpo comenzaba a hacerse “mecánicamente transparente” (es decir, empezaba a “desubicarse”, a desaparecer) y permitía que la Sábana, atraída por la gravedad, lo atravesase en su caída. El lienzo, por tanto, quedó exactamente en la misma posición en la que había sido colocado al anochecer del viernes, pero sin el relieve característico que tendría de estar envolviendo un cadáver. Es decir: vacío. Esto coincide, por cierto, con la forma en la que el Evangelio según San Juan describe la manera en la que Pedro y Juan encuentran la Sábana el domingo por la mañana: ???µe?a, o sea, “allanada”, “alisada”, “vaciada”. No sólo eso: estudiando la imagen de la espalda se aprecia que no existe presión sobre las zonas que tendrían que haber estado soportando en ese momento un peso aproximado de 80 kilos, lo que quiere decir que en el instante de fogonazo radiante propuesto como hipótesis el Cuerpo, sencillamente, carecía de peso alguno. De haberse retirado la Sábana para sacar el cadáver se hubiesen quebrado los bordes de los regueros de sangre ya coagulada, y cuando se los examina se ve que están intactos. O sea, el Cuerpo dejó de estar dentro de la Síndone que, repetimos, sencillamente se deshinchó. Pero, naturalmente, ningún cadáver genera algo similar, con lo que lo que acabamos de relatar es imposible. Lo fascinante es que en la Sábana Santa se nos muestra una imagen que no debería existir.
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Es lógico que la primera tentación de un creyente sea levantar el dedo y preguntarle al científico si lo que nos está describiendo es la Resurrección. Muy prudentemente, el Dr. Jackson explica que a él sólo le corresponde explicar en una hipótesis el proceso de formación de la imagen presente en el objeto que se le ha dado para su estudio, pero no puede emplear la palabra “Resurrección” porque no corresponde al ámbito científico sino al religioso. Un fenómeno como el descrito no se puede reproducir en un laboratorio y, por tanto, es indemostrable por la ciencia.
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ESTUDIO ANATÓMICO-FORENSE
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El Hombre de la Sábana, en opinión de los peritos forenses que han estudiado la reliquia, fue torturado de forma inmisericorde con una malicia inusitada. Si la Síndone es una falsificación, es la prueba de que en algún momento de la Historia algún falsario torturó y crucificó a una víctima exactamente igual a como nos dicen los Evangelios que se hizo con Jesús. Pero vamos por partes.
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Lo primero que hicieron los médicos del equipo STURP fue analizar antropométricamente al Hombre de la Síndone. Varón de unos 30 años. Caucásico. Mide entre 1’81 y 1’86 de estatura (la medida varía a causa de los pliegues de la tela y a la torsión del cadáver debida a la propia crucifixión). 99 centímetros de torso. 82 centímetros desde el hombro a la punta de los dedos de la mano. 94 centímetros de piernas. 42 centímetros el perímetro máximo de las rodillas. 80 kilos. Peso aproximado del cerebro: 1.492 gramos. En resumen, un cuerpo humano atlético perfecto y de particular belleza.
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Sigamos el relato de la Pasión según los Evangelios y comparémoslo con lo que nos muestra la Síndone, pues no en vano se la ha llegado a llamar “el Evangelio número cinco” porque complementa perfectamente a los de la Biblia.
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Jesús es sometido a dos juicios. El primero, por blasfemo al decir de Sí mismo que era el Hijo de Dios. El tribunal es el Sanedrín, consejo de ancianos del Israel teocrático. Mientras es interrogado por el Sumo Sacerdote recibe un golpe en la mejilla. En el texto original del Evangelio de San Juan se dice que el esbirro de Caifás le da a Jesús un ?ap?sµa y erróneamente se traduce este término griego por “bofetada”. En realidad, habría que traducirlo por “porrazo”, “golpe seco y contundente infligido con un palo”, “bastonazo”. También en la Palestina del siglo I los soldados iban armados con porras y es con ese instrumento con el que golpean a Jesús. El Hombre de la Síndone muestra una excoriación en el pómulo dirigida hacia la nariz y se aprecia perfectamente que el tabique nasal ha sido quebrado por el golpe y muestra, además, múltiples magulladuras. Recordemos que desde que Jesús es detenido en el Huerto de Getsemaní hasta prácticamente el momento de morir recibe continuamente golpes que le van desfigurando la cara. Es inconcebible la extraordinaria crudeza de este castigo teniendo en cuenta que se trata de un reo desprotegido, atado y que en ningún momento presenta resistencia.
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El segundo juicio tiene como juez al octavo procurador romano en la Judea, Poncio Pilatos. La acusación, en este caso, es sedición, porque Jesús afirmó públicamente ser rey de un Reino que no es de este mundo. Pilato estaba convencido de la inocencia de Jesús, según nos cuentan los mismos Evangelios, y se le ocurrió una estratagema para salvarle la vida: mandó que lo azotaran y luego lo mostró al pueblo ensangrentado, buscando sin éxito la misericordia del populacho.
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A Jesús, por tanto, lo flagelan con terrible dureza, pero atendiendo a la orden de Pilato de respetar Su vida los verdugos se cuidan de no golpear la zona del corazón. Para este castigo emplean el llamado “flagrum taxilatum”, un látigo con dos o tres colas de cuero y unas piezas de hierro pequeñas en los extremos que escorian la piel cuando la golpean. Por su crueldad, este flagelo recibía el nombre de “escorpión” o “caricia de Satanás”. Midiendo los ángulos de los golpes que se aprecian en el cuerpo del Hombre de la Sábana se deduce que hubo dos agresores, el de la izquierda más bajito y más sádico, que golpearon la espalda, las nalgas y las piernas, aunque también el pecho y la zona genital. La pérdida de sangre tuvo que haber sido profusa y es de suponer que Jesús perdió el conocimiento en alguna ocasión dada la brutalidad de la paliza.
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La flagelación era una práctica de la ley romana, y según ella se infligía a los condenados a muerte. El Dr. Milklik cita el número de escritores romanos que describen la inaudita crudeza del suplicio de la flagelación. A veces dejaba al descubierto las entrañas. Algunos morían en el lugar del suplicio. Otros quedaban lisiados para toda la vida. Flavio Josefo y Filón, cuentan casos de muerte después de ser flagelados. El Hombre de la Sábana fue azotado con método y precisión por gente que dominaba perfectamente la técnica de su oficio, y mientras se hallaba inmovilizado con ataduras. La Síndone nos demuestra que las heridas de la flagelación en los glúteos y la cadera tienen la misma profundidad que el resto del cuerpo, con lo que se deduce que el castigo se le practicó mientras el Hombre de la Sábana estaba desnudo. Una nota importante asombra el sadismo escalofriante de los verdugos que golpearon con mayor intensidad en la parte delantera superior interna de ambos muslos, junto a las ingles. El Flagelo utilizado era lacerante, abría la piel del reo y provocaba la salida de sangre a cada golpe. La duración de la flagelación pudo ser de 25 a 35 minutos.
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De ningún otro crucificado más que de Jesús de Nazaret se sabe que haya sido coronado con espinas. Era una burla cruel a un Hombre que había afirmado ser rey. Estamos acostumbrados a ver la corona como en forma de anillo que rodea la frente y las sienes, pero la realidad fue otra. Existen en la imagen de la Síndone graves lesiones distribuidas por las regiones frontal, tempo-parietales y parieto-occipitales. Todos los autores coinciden en que se trata de lesiones provocadas por objetos punzantes en el cuero cabelludo que, debido a su gran número, produjeron una hemorragia múltiple y un agudísimo dolor. Estas lesiones son explicables porque la cabeza del Hombre de la Sábana estuvo cubierta por un casco o capacete de púas. Los experimentos médicos realizados al respecto confirmaron esta hipótesis. No olvidemos que, según el relato Evangélico, los soldados, con satánica malicia, comenzaron además a golpearle sobre la corona con un palo para clavársela más profundamente. Esto tuvo que provocarle un dolor de paroxismo. En la Sábana se aprecia un reguero de sangre en forma de tres invertido que se produjo al perforar con una de las espinas la vena frontal y manar la sangre sobre una frente arrugada por el dolor.
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Otro error bastante común es representar a Cristo cargando con toda la cruz. En la espalda, justo en la región escapular, vemos una amplia zona erosiva y contusa de forma rectangular que se distribuye oblicuamente de arriba abajo, de unos 10 x 9 centímetros. Esto demuestra que el palo horizontal ha gravitado sobre estas zonas allanando, deformando y volviendo a abrir las lesiones provocadas por la flagelación. La rodilla se encuentra fuertemente lesionada porque durante el camino al suplicio, por lo que se deduce que el Hombre de la Sábana debió caer en varias ocasiones al suelo. Cargó, por tanto, sólo con el palo horizontal de la cruz, porque una cruz completa pesaría unos 200 kilos de peso. Jesús recorría el Via Crucis desangrado y muy débil, y por ello obligan a Simón de Cirene a ayudarle. La ignorancia de los pintores y escultores sobre lo que era una crucifixión en el siglo I era justificable, porque se abolió en el siglo IV. De este modo se perdió la memoria visual real de lo dramática que era la muerte en la cruz, pero hemos vuelto a recuperarla tras los estudios sindónicos.
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En la Sábana, por cierto, hay restos de tejido epitelial, piel humana de varón y también tejido muscular depositado en la zona de la espalda.
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El enclavamiento se llevó a cabo no por las palmas de las manos, donde no hay tejido lo suficientemente fuerte como para soportar el peso total del cuerpo, sino atravesando con los clavos las muñecas, separando los huesos del llamado Espacio de Destot y destrozando así el nervio mediano. Este nervio tiene una doble función motora y sensitiva y su destrucción genera, según los forenses, un dolor tan insoportable que puede sobrevenir un síncope y morir. Se ha descrito como una continua descarga eléctrica desde la mano hasta el pecho. En la Síndone se aprecia perfectamente el agujero de salida del clavo en la muñeca izquierda, justo donde debería estar y no donde se ha representado hasta la saciedad a lo largo de dos mil años de arte cristiano.
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La Síndone muestra también claramente que se empleó un solo clavo para clavar los dos pies, el izquierdo sobre el derecho, al madero vertical.
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Colgado de las muñecas y soportando el peso en los pies, la única forma en la que es posible respirar, dado que el diafragma oprime los pulmones, es hacer un titánico esfuerzo por tirar hacia arriba e inspirar un poco de aire. Dado lo espantoso del espectáculo, los propios soldados se apiadaban de los condenados y les rompían las piernas con unas mazas. A Jesús no se las rompieron por dos motivos: uno, porque ya estaba muerto: ya no se movía y estaba en una posición incompatible con la respiración. Dura sólo tres horas sobre el madero, a diferencia de otros crucificados que tardaban incluso días en morir, pero recordemos que Él llega ya muy desangrado a la cruz a causa de las torturas previas; y dos, para que se cumpliera la profecía del Salmo 34, en la que se indica que al Mesías no le quebrarían un solo hueso a pesar de castigarle de forma inmisericorde. El crucificado era acosado por terribles calambres y espasmos tetánicos. En plena lucidez de pensamiento, veía cómo se le escapaba la vida lentamente en cada respiración. Es difícil imaginar el terrible sufrimiento no solo físico, sino también moral, de verse abandonado, desnudo, indefenso ante una chusma increpante, acosado por el frío, la sed y la fiebre. Y todo por decir cosas como “perdona a tus enemigos” y “reza por los que te persiguen”.
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No hay un solo médico que se haya acercado a la Síndone, repetimos, que no haya quedado plenamente convencido de su autenticidad atendiendo sencillamente a los datos anatómico-forenses presentes en la reliquia. Uno de ellos, el Dr. Yves Delages, agnóstico, declaró lo siguiente:
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“"En el estudio del Lienzo de Turín se ha introducido una innecesaria cuestión religiosa, puesto que si el personaje histórico no hubiese sido Jesús de Nazaret sino Aquiles o un faraón, nadie habría planteado objeciones a su autenticidad. No hay tan siquiera una probabilidad sobre un millón de que la Síndone no sea la Sábana fúnebre de Cristo".
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Apunta aquí el doctor Delage a un peligro al que se expone el informador que se enfrenta a la tarea de divulgar los resultados de las investigaciones que se han efectuado sobre el que es, sin duda, el objeto arqueológico más estudiado de todos los tiempos: dejarse influir por esa “innecesaria cuestión religiosa”. O sea, el enfocar su artículo desde los prejuicios (a favor o en contra) y hacer peligrar de esa forma la objetividad de lo que debería ser una transmisión fiel de la verdad, sea la que sea. Por eso recomendamos desde el Centro Español de Sindonología que se lean los libros y los artículos de quienes han estudiado la Sábana en profundidad, y no de quienes más que basarse en hechos reflejan sus propias opiniones, muchas veces poco contrastadas con lo que la ciencia ha dictaminado como definitivo.
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Queda un último suplicio, pero ya sobre el cadáver del crucificado: asegurarse de que está muerto y bien muerto atravesando con un pillum o lanza romana de siete centímetros el quinto espacio intercostal y perforar la aurícula derecha del corazón. En cadáveres recientes, esta cámara cardiaca conserva sangre fluida. San Juan afirma haber visto manar agua y sangre del costado abierto de Jesús tras la lanzada. San Juan era pescador y, por tanto, no supo interpretar que el “agua” que veía era tejido pleural. En la Sábana se aprecia la mayor mancha de sangre precisamente en la zona del costado. Es la única sangre identificada como post-mortal en el estudio hematológico. Además, de haber estado latiendo el corazón no hubiese manado como babeando, sino que habría salido a borbotones. Indiscutiblemente, esa herida se produjo en un cuerpo muerto.
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Sería interminable referirse a todo lo que se sabe desde el punto de vista anatómico sobre el “Hombre de la Sábana”. Baste con decir que estamos ante la única imagen que se ajusta al cien por cien a lo que la Medicina Legal considera que fue una muerte idéntica a la que los Evangelios describen. Tengamos en cuenta, por último, que o bien se flagelaba o bien se crucificaba (a Jesús le hacen ambas cosas debido a la estratagema que se le ocurre a Pilatos para intentar salvarle la vida), y que de ningún otro personaje sabemos que se le haya colocado una corona de espinas tal y como se nos describe en los Evangelios. Es decir: en la Sábana hallamos huellas de tormentos que sabemos que sólo le infligieron a Jesús, con lo que, tal y como afirma un reciente cálculo estadístico, sería más probable sacar el mismo número y el mismo color en una ruleta 52 veces seguidas que admitir que la Sábana Santa no es la tela en la que se envolvió el cadáver de Jesús de Nazaret. Bruno Barberis, matemático de la Universidad de Turín, ha afinado esta estadística aún más concluyendo que si hubiese habido 200.000 millones de crucificados (tengamos en cuenta que se calcula que han existido unos 70.000 millones de seres humanos) uno solo puede haber tenido estadísticamente hablando las mismas características comunes a Jesús y al Hombre de la Sábana.
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EL CARBONO-14, UNA CONTROVERTIDA FORMA DE DATAR LA SÁBANA
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En el año 1988 una noticia dio la vuelta al mundo: tras aplicarle a la Sábana Santa la prueba del carbono-14 el resultado fue que se trataba de una tela medieval, fechada entre los años 1290 y 1340 aproximadamente. Si esto es así, es falsa, pues no pudo haber cubierto el cadáver de Jesús en el siglo I en Jerusalén.
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Como es lógico, los científicos que habían estudiado la reliquia y que estaban convencidos de su autenticidad pusieron en entredicho no los resultados, sino la interpretación que se había dado de éstos. Vamos a explicarlo.
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El carbono-14 es un isótopo inestable que se desintegra a un ritmo constante en el tiempo. Los seres vivos, mientras respiramos, estamos continuamente incorporando carbono-14 a nuestras células, pero al morir ese isótopo comienza a desintegrarse de forma paulatina. La prueba radiocarbónica consiste en medir la cantidad de carbono-14 residual que aún queda en la muestra y deducir, con una sencilla regla de tres, cuándo murió el ser vivo en cuestión. La Sábana fue una vez un tejido vivo, puesto que está hecha de lino.
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El problema con el carbono-14 es que sólo es fiable con muestras que presenten determinadas condiciones de conservación y de limpieza. Cuando le preguntaron al profesor Willard Libby, descubridor del método del carbono-14, si era posible aplicar su técnica a la Síndone, se negó a que se le hiciese entendiendo que la pieza en cuestión no reunía las condiciones adecuadas para que el método apuntase una fecha probable. Según una reciente estadística se ha comprobado que esta prueba es muy exacta en el sesenta y siete por ciento de los casos. En un nueve por cierto de ellos, da una fecha dudosa. Y en un veintidós por ciento, el resultado genera unos años que son, sencillamente, imposibles y, por tanto, inaceptables. Esto quiere decir, ni más, ni menos, que en uno de cada cuatro casos, el carbono-14, falla.
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Al laboratorio de Tucson, uno de los tres que participaron en la datación de la Síndone, le ofrecieron en los años 80 un cuerno de un casco vikingo para que lo datara. El resultado fue que es de un animal cuyo nacimiento estimaron en el año 2006.
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En conclusión: la prueba del carbono-14 da un resultado que hay que cotejar con el resto de las pruebas que se le hacen a la muestra en cuestión, porque si al datar un vaso de plástico el carbono-14 me dice que es de la Edad Media tendré que explicar cómo es posible ese dato, pues es evidente que en la Edad Media no existían los plásticos.
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Doctores como Dimitri Kutnetsov, Jean-Baptiste Rinaudo, Garza-Valdés o Mattingly, entre otros muchos, han elaborado diversas pruebas que confirman que el carbono-14 no es fiable a la hora de datar una Sábana que ha estado expuesta a todo tipo de agentes contaminantes, cientos de años sin ninguna clase de protección, que ha sufrido altas temperaturas en incendios y que, en fin, pudo haber sido sometida, según la hipótesis del Equipo STURP a un proceso de formación de la imagen incomprensible desde el punto de vista de la ciencia y que podría haber rejuvenecido el tejido alterando el carbono-14 residual de la tela.
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Si la Sábana Santa hay que fecharla, como indica el carbono-14, entre los años 1290 y 1340 no se explica cómo es posible que tenga sobre sí tal cantidad de pólenes de plantas orientales puesto que aparece en Europa a principios del siglo XIV. O por qué aparece Jesús representado exactamente igual que el Hombre de la Sábana en monedas del siglo VII o en vasos litúrgicos del siglo VI o en iconos de hace más de mil años. Y aún si admitimos que el carbono-14 no falla, habría que explicar cómo es posible que el supuesto falsificador medieval se las arreglara para generar una imagen de la Pasión de Jesús que va en contra de toda la iconografía religiosa de la Historia, perfecta en todos sus detalles anatómico-forenses y con una técnica desconocida que ni siquiera hoy somos capaces de reproducir en toda su perfección. O cómo es posible que ese falsificador medieval conociese la manera de codificar información tridimensional.
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SÍNDONE DE TURÍN Y SUDARIO DE OVIEDO
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En la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo se conserva, desde tiempo inmemorial, una tela manchada de sangre que, según la Tradición, fue el Sudario con el que le envolvieron la cara a Jesús.
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El Centro Español de Sindonología consideró interesante estudiar esta tela y realizar una comparación de sus manchas con las que hay presentes en la Sábana Santa. Para ello se creó el EDICES o Equipo De Investigación del Centro Español de Sindonología que, formado por más de cuarenta científicos de distintas especialidades, se trasladó a Oviedo a fin de someter esta segunda reliquia a estudio.
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En el Evangelio según San Juan se afirma claramente que en el sepulcro de Cristo había dos telas: la Sábana en la que envolvieron Su cadáver y “el sudario que habían puesto sobre Su cabeza no puesto con la Sábana, sino enrollado en un lugar aparte”. Por tanto, la Sagrada Escritura parece confirmar que, en efecto, se emplearon dos telas distintas para amortajar a Jesús.
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La palabra “sudario”, repetimos, mueve a confusión, porque muchas veces se ha aplicado también a la Síndone. En el Congreso Internacional de Oviedo de 1994 quedó depurada esta cuestión lingüística toda vez que sudario es un pañuelo, y a la Sábana Santa se la ha de denominar Síndone para identificar las dos telas sin que se confundan.
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El Dr. José Delfín Villalaín, médico forense del Equipo de Investigación, comprobó que las manchas del Sudario de Oviedo son sangre humana del tipo AB. Coincide, por tanto, con la encontrada en la Síndone. Además, superponiendo las manchas de sangre de ambas telas se aprecia claramente que coinciden. El dictamen forense es taxativo: tanto la Síndone como el Sudario de Oviedo cubrieron el mismo Rostro. Además, la morfología de las manchas es incompatible con la respiración, lo que quiere decir que ese Rostro era el de un cadáver.
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En los archivos de la Catedral de Oviedo se conserva un catálogo elaborado con motivo de la visita del rey Alfonso VI a la ciudad en el año 1075 y en él se indica explícitamente que dentro del Arca Santa, junto a otras reliquias, estaba el Sudario.
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Esto es, pues, una prueba indirecta y contundente de que el carbono-14 ha fallado porque si el Sudario y la Sábana Santa han cubierto la misma cara y el Sudario estaba guardado en Oviedo en el año 1075 como así se indica documentalmente, la Sábana no puede ser de ninguna manera del siglo XIV porque hay un desfase de 300 años insalvable tanto histórica como científicamente.
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¿QUÉ DICE LA IGLESIA SOBRE LA SÁBANA SANTA?
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En religión se entiende propiamente por reliquias los restos (“reliquia” viene del latín, “despojo”) de algún santo, generalmente sus huesos, sangre, carne incorrupta o momificada, residuos de su organismo o cenizas (denominadas reliquias de primer orden) y también, por extensión, las cosas que han estado en contacto con su cuerpo o a las que dio uso tales como vestidos, libros, utensilios, escritos, etc. (conocidas como reliquias de segundo orden). En la misma Biblia ya encontramos que ciertos objetos que han entrado en contacto de alguna manera con la santidad quedan como impregnados de ese algo indefinible que los hace distintos y que los convierte en mediaciones de la Realidad Suprema. Algunos ejemplos: a la hemorroisa del Evangelio le basta con tocar la orla del manto de Jesús para quedar sanada de su mal. Lucas, además, habla de forma mucho más explícita de una especie de fuerza o virtud que se desprende de la tela. El mismo efecto sanador lo encontramos más tarde en los vestidos no ya de Jesús, sino de los Apóstoles y hasta en la misma sombra de Pedro, a cuyo contacto sanaban los enfermos, según el Libro de los Hechos. Sin embargo, en la atmósfera general de los relatos el denominador común es la fe de la persona que hace uso de la reliquia. Sin este elemento esencial, el objeto, sea el que sea, carece de su potencia mediativa.
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No obstante, el interés de la reliquia va mucho más allá del teológico desde el momento en que también puede ser considerada en su faceta de documento. Documento al que, por cierto, se le puede seguir la pista desde la historia o la arqueología y que es susceptible de estudio en un laboratorio al tratarse de un elemento físico y acotado en categorías de tiempo y espacio.
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Durante el siglo XX la ciencia ha sometido a análisis a algunos de estos documentos (el Titulus Crucis de Roma, el Santo Cáliz de Valencia, las Especies Eucarísticas de Lanciano, el Sudario de Oviedo o, en fin, la Síndone de Turín, entre muchos otros) a fin de discernir su autenticidad, y ha despertado un inusitado interés por los resultados no sólo entre los católicos, sino también en el público en general dado que algunos de ellos, por su singularidad, son verdaderas anomalías científicas que llegan a desconcertar al investigador que intenta aprehender su realidad.
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La abundantísima producción periodística surgida del deseo de dar a conocer los resultados es sencillamente fascinante. Aunque, por desgracia, en muchas ocasiones, también poco objetiva.
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A la difusión seria de los datos realizada con todas las garantías del periodismo científico más eficaz se ha sumado una caterva de publicaciones de dudosa filiación que han aprovechado la sorpresa de los investigadores ante ciertos resultados o bien para desacreditar el asunto o bien para difundirlo teñido de un esoterismo ajeno al método empírico.
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En el caso de la Sábana Santa ha sido necesario reunir el poder de diversas disciplinas a fin de elaborar un modelo que explique no sólo las evidencias médico-forenses presentes en la tela, sino también el mecanismo de formación de la enigmática imagen que hay en ella retratada. Entre estas disciplinas se encuentran la Física, la Química, la Medicina, la Palinología, la Historia, la Teología, la Geografía o la Informática, entre otras. Huelga decir que cada una se ha expresado con la terminología que le es propia y ha empleado los recursos y procedimientos más eficaces en cada caso, de ahí que la tarea del periodista divulgador que de una manera seria desee informar al público sobre los resultados obtenidos sea, en verdad, laboriosa, compleja y enormemente formativa.
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Escribía el doctor Pietro Scotti en vísperas del Congreso Sindoniano de Turín de 1939:
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"Las pocas voces que surgen contra la autenticidad de la Sábana Santa provienen, por lo general, de ambientes deficientemente informados, poco ilustrados sobre el valor del método experimental y sobre la seriedad de las investigaciones realizadas".
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Hoy en día, estas palabras siguen estando de actualidad y cabría preguntarse si los medios de comunicación no han tenido en parte la culpa de esa desinformación de la que se queja el Dr. Scotti.
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Divulgar la ciencia no es sencillo y lo es menos ser completamente aséptico, pues el periodista es un sujeto humano que no puede aspirar del todo a una despersonalizada objetividad. Pero la honestidad de profesional se basa principalmente en buscar la verdad, pase lo que pase, y transmitirla siendo lo más fiel a la realidad que la limitación de nuestra inteligencia sea capaz.
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La Iglesia Católica tiene un especial interés en el estudio científico de las reliquias, pero deja que sea la propia ciencia la que determine no sólo los métodos, sino también los resultados. La Sábana Santa, por tanto, no es un dato de fe y si algún día llegase a probarse su falsedad la fe no saldría afectada, pues la creencia en la Resurrección se debe a otros factores.
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RESPUESTA A ALGUNAS OBJECIONES
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Objeción: El Vaticano reconoció oficialmente en 1988 que la Sábana Santa es falsa tras valorar los resultados obtenidos en esa fecha con la datación mediante el carbono-14.
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Respuesta: El comunicado oficial tras los análisis no fue del Vaticano, sino del Arzobispado de Turín. En ningún momento dice que la Sábana sea falsa sino que es necesario continuar los estudios para aclarar el resultado obtenido. O sea: dice lo que tiene que decir.
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Objeción: En 1389 el Obispo de Troyes, Pierre D’Arcis, escribió un informe al Papa de Avignon Clemente VII diciéndole que Henri de Poitiers, su predecesor en el cargo, había descubierto que la Sábana Santa era una pintura. El Pontífice, tras esto, prohibió las ostensiones en la Colegiata de Lirey.
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Respuesta: En dicho informe, D’Arcis hace un memorando exponiendo la opinión y hechos de su antecesor Henri de Poitiers, la polémica con los canónigos de la Colegiata de la que él mismo tomó parte, la solicitud de prohibición de las exposiciones u ostensiones (que se habían puesto en marcha sin su consentimiento) y sus excusas por sentir el deber de oponerse a las exposiciones. Es decir, en contra de algunas afirmaciones que se hacen, en este memorial NO SE MENCIONA EN ABSOLUTO un informe sobre la autenticidad de la reliquia, sino una cuestión disciplinaria y una solicitud al Papa para que salvaguarde la autoridad del Obispo. D’Arcis afirma en el memorando que su predecesor Henri de Poitiers consideraba “que era una pintura”, pero no nos proporciona dato alguno que permita conocer si esto pasaba de ser una simple impresión personal (no sabemos si quiera si de Poitiers la vio). Como afirma Jorge-Manuel Rodríguez en “La Síndone de Turín, estudios y aportaciones” (1998), “poco importa que un obispo o sus peritos (¡con los medios del siglo XIII!) dijeran que les parecía una pintura si los especialistas de nuestros días afirman taxativamente lo contrario”.
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Objeción: Si la Sábana Santa es un negativo fotográfico, ¿por qué las manchas de sangre son rojas? Y también, si la imagen de la Sábana es negativa, Jesús tendría que haber tenido la barba y el pelo blancos, porque aparecen negros en la imagen.
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Respuesta: Para ser exactos habría que decir que la Sábana “se comporta A MODO DE negativo fotográfico”. El efecto de negatividad de la imagen está fuera de toda duda cada vez que se la fotografía. Con un moderno software de retoque de imágenes (Adobe Photoshop) basta con utilizar la herramienta “inverse” aplicada a una foto de la Síndone para comprobar en el resultado la perfección de dicho negativo. La sangre es roja porque son manchas de contacto. El efecto de negatividad fotográfica no corresponde en la Síndone a la luminosidad sino a distancia: está más cerca de la piel lo que aparece más oscuro. No está retratado, por tanto, el color. Por eso, al igual que vemos en el negativo el pelo y la barba blancas vemos la cara negra, y el Hombre de la Sábana no corresponde a una persona de esa raza. Esta objeción proviene de no saber distinguir entre marcas de contactos y marcas de la impronta en la Síndone.
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Objeción: ¿Por qué la melena del Hombre de la Sábana cae hacia los hombros?
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Respuesta: Porque la sangre coagulada produce un efecto de fijación del pelo. Es más: PRECISAMENTE eso es una prueba de que sangró estando en posición vertical y en tal abundancia que empapó la cabellera.
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Objeción: ¿Por qué no aparecen los lados del cuerpo si también los cubría la tela?
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Respuesta: Eso no es una objeción sino una realidad que aún está en estudio. Da la casualidad de que si hubiese sido obra de un falsificador es más probable que se hubiese preocupado de “pintar” también los laterales.
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Objeción: Jesús sufría la enfermedad de Marfan, o sea, que era microcefálico, porque entre la frente y la parte posterior de la cabeza sólo hay 12 centímetros.
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Respuesta: Lo que ocurre es que hay un hueco donde no hay imagen, pero para hacer esa medición hay que preguntarse dónde se coloca el punto más alto de la cabeza por detrás. Los médicos forenses que han estudiado la Síndone han quedado convencidos no sólo de la perfección física del sujeto, sino también de la autenticidad de la tela como mortaja de un crucificado.
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Objeción: ¿Por qué si aparecen las piernas relajadas en la imagen frontal tenemos, no obstante, la huella del pie derecho en la imagen dorsal?
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Respuesta: Es que las piernas NO aparecen relajadas en la imagen frontal. Si nos fijamos bien apreciamos que aparece una rodilla más alta que otra. Es lógico que así sea para poder dejar la huella de la planta del pie.
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Objeción: McCrone detectó en la Sábana muestras de bermellón y rojo de rubia, pinturas habituales durante la Edad Media.
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Respuesta: Primero, McCrone jamás estudió la Síndone en Turín, sino ciertas fibras que le fueron enviadas a su laboratorio. Es verdad que encontró esos tintes, pero son fruto de las copias de la Sábana (pintadas con ellos, naturalmente) que fueron frotadas al original para convertirlas en reliquias de segundo orden. No ha encontrado que el bermellón forma la imagen. También hay ácaros en la Sábana y no por eso se afirma que la imagen está pintada por ácaros.
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Objeción: Max Frei ha sido el único palinólogo que, supuestamente, ha encontrado pólenes de especies propias de Palestina.
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Respuesta: Avinoam Danim y Uri Baruch estudiaron las muestras de Max Frei y han presentado sus trabajos en congresos de botánicos confirmando a su predecesor en el estudio palinológico.
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Objeción: Se ha argumentado que Willard Libby, inventor de método de datación radiocarbónica, desacreditó los resultados. Pero esto es imposible, porque la prueba se realizó en 1988 y Libby murió en 1980.
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Respuesta: Es cierto. El caso de la supuesta “desacreditación” de los resultados por Libby es fruto de un error periodístico. Lo que ocurrió es que se negó a hacer la prueba del carbono-14 cuando se lo propusieron estando vivo.
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Objeción: El museólogo Joe Nickell, autor de “Inquest on the Shroud of Turín” (1983), ha demostrado que, para obtener resultados similares a los de la Sábana Santa, basta con hacer lo mismo que cualquier escolar tomando una tela y un bajorrelieve, calcando el bajorrelieve tras cubrirlo con la tela.
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Respuesta: Eso es, sencillamente, falso. Si se “calca” un bajorrelieve en una tela queda muchísimo material entre hilo e hilo. En la Síndone vemos que están “coloreados” los hilos, pero no hay grumo de pintura, ni restos de “material de calco” entre hilo e hilo.
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Objeción: En la imagen supuestamente tridimensional elaborada por Jackson y Jumper, ¿por qué también se ven tridimensionales las quemaduras?
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Respuesta: Porque atribuye alturas a los tonos. No obstante, lo que es sorprendente es que las alturas del cuerpo estén de acuerdo con los de un cuerpo humano, y las alturas de las quemaduras sean, sin más, desorbitadas.
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Objeción: Según el Evangelio, Nicodemo lavó y perfumó el cadáver de Jesús antes de envolverlo en la Sábana.
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Respuesta: En el original griego no aparecen los verbos “lavar” o “perfumar”, sino que se dice que “envolvió el cuerpo junto con los aromas”, probablemente espolvoreados.
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CENTRO ESPAÑOL DE SINDONOLOGÍA
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El Centro Español de Sindonología es una asociación cultural de carácter civil, constituída con arreglo a las disposiciones legales vigentes, reconocida por el Ministerio del Interior e inscrita en el Registro Nacional de Asociaciones de España con el número 71.980 (resolución de 10 de Abril de 1987). Fue inaugurado oficialmente el 18 de Diciembre de 1987.
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La fundadora del fue Manuela Corsini de Ordeig, escritora y eminente sindonóloga quien supo transmitir al grupo inicial de universitarios sus inquietudes por el estudio de tan intrigante objeto arqueológico, al que dedicó parte de sus últimos 30 años de vida. Publicó, entre otros libros "El sudario de Cristo" e "Historia del Sudario de Cristo". Falleció el 28 de Junio de 1988. El actual Presidente es el Dr. D. Celestino A. Cano Tello.
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Los fines del CES, tal como se desprende del artículo 5 de sus Estatutos, son el "estudio y difusión de los conocimientos sobre la reliquia conocida como Sábana Santa o Santa Síndone... y de cualesquiera otros temas afines con la misma o vinculados de manera especial". Utilizando los medios que para ello ponen a su alcance los socios y otras personas y entidades colaboradoras, el Centro asume una triple tarea:
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1- La investigación propia y el fomento de la investigación ajena que permitan desvelar los múltiples interrogantes que plantea la Síndone y cualesquiera otras reliquias históricas que aportaren luz sobre su existencia y significado, en especial el Sudario de Oviedo.
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2- La formación de los socios a fin de que sean capaces de dar razón del interés que al hombre de hoy le despierta esta reliquia.
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3- Utilización de todos los medios de comunicación posibles para dar a conocer al gran publico el estado de las investigaciones realizadas por estudiosos de todo el mundo.
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El Centro Español de Sindonología, aparte de las actividades de investigación que sus miembros individual o colectívamente llevan a cabo, se propone la actualización constante de los conocimientos de sus socios y de aquellos que tengan interés por los temas que nos ocupan. Con este fin organiza ciclos de conferencias internas (formación de socios) otros ciclos de carácter externo (acceso libre al público en general) y Simposiums o Congresos especializados. El Centro publica un Boletín titulado “Línteum”.
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BIBLIOGRAFÍA: Baima Bollone, Pier Luigi, “La prova”. Ed. Mondadori. Milán, 1998. Carreño, José Luis, “La Señal”. Ed. Don Bosco. Pamplona, 1983.
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Corsini de Ordeig, Margarita, “El Sudario de Cristo”, Madrid, 1985. Enrie, Giuseppe, “La Santa Síndone rivelata dalla fotografia”, Turín, 1933.
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Moretto, Gino, “síndone: la guida”. Ed. LDC Torino, 1996. Scannerini, Silvano, “Dossier sulla síndone”, Ed. Queriniana. Brescia, 1998.
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Siliato, Maria Grazia, “El Hombre de la Sábana Santa”. Ed. BAC, Madrid. 1987. Varios, “La Síndone de Turín: estudios y aportaciones”, Centro Español de Sindonología, Valencia, 1998.
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WEBSITES
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CENTRO ESPAÑOL DE SINDONOLOGÍA, PÁGINA DE LOS INVESTIGADORES ESPAÑOLES:
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http://www.linteum.com/
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PÁGINA DE BERRIE SCHWORTZ, INVESTIGADOR DEL EQUIPO S.T.U.R.P.:
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http://www.shroud.com/
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COLLEGAMENTO PRO SINDONE, PÁGINA DE LOS INVESTIGADORES ITALIANOS:
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http://www.shroud.it/
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TURIN SHROUD CENTER OF COLORADO, PÁGINA DE LOS INVESTIGADORES ESTADOUNIDENSES:
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http://www.shroudofturin.com/
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SITIO OFICIAL DE LA SÍNDONE, PÁGINA DE LA ARCHIDIÓCESIS DE TURÍN:
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http://sindone.torino.chiesacattolica.it/
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Artículo escrito por Andrés Brito Galindo
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Delegado en Canarias del Centro Español de Sindonología, Periodista, Licenciado en Estudios Eclesiásticos, Profesor de Antropología Educativa del Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias “Virgen de la Candelaria”.
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Última revisión de 16:08 6 nov 2008

Concepto y división

El suicidio es el acto en el cual uno mismo causa su propia muerte, sea destruyendo definitivamente la propia vida —por ejemplo, ocasionándose una herida mortal—, u omitiendo hacer lo necesario para escapar de la muerte —como por ejemplo rehusar abandonar una casa en llamas—. Por tanto, desde un punto de vista moral debemos tratar no sólo la prohibición del suicidio definitivo, sino también la obligación que le incumbe al hombre de preservar su vida.

El suicidio es directo cuando una persona tiene la intención de causar su propia muerte, ya como fin, ya como medio para lograr otro fin, como cuando un hombre se suicida para escapar condenas, vergüenza, ruina, etcétera. Es indirecto —aunque normalmente no se llame por este nombre— cuando la persona no lo desea, ya como fin o como medio; no obstante, comete un acto que de hecho provoca la muerte, como cuando se consagra al cuidado de los aquejados de la peste y sabe que sucumbirá en la tarea.

Moralidad

La enseñanza de la Iglesia católica sobre la moralidad del suicidio puede resumirse como sigue:

El suicidio directo y definitivo

El suicidio definitivo y directo perpetrado sin el consentimiento de Dios constituye siempre una injusticia grave para con Él. Destruir una cosa es deshacerse de ella como amo absoluto y actuar como alguien que posee dominio total e independiente sobre ella; mas el hombre no posee este dominio total e independiente sobre su vida, ya que el dueño debe ser superior a su propiedad. Dios se ha reservado la potestad directa sobre la vida; Él es dueño de su sustancia y le ha dado al hombre sólo el dominio práctico, el derecho de uso, con el cometido de proteger y preservar dicha sustancia, esto es, la vida misma. Por consiguiente, el suicidio es una tentativa contra la autoridad y el derecho de propiedad del Creador. A esta injusticia se añade una ofensa grave contra la caridad que el hombre se debe a sí mismo, ya que por su acción se priva del máximo bien que posee y de la posibilidad de alcanzar su fin último. Además, la gravedad del pecado empeora si al quitarse la vida se eluden las obligaciones existentes de la justicia o los actos de caridad, que podía y debía cumplir, tales como la piedad conyugal, paternal o filial. Que el suicidio es ilícito es la enseñanza de la Sagrada Escritura y de la Iglesia, la cual condena el acto como el crimen más atroz y, por el odio que le tiene y para suscitar el horror en sus hijos, le niega al suicida el sepelio cristiano. (Actualmente esto ha sido cambiado y si se le da sepultura cristiana por lo que nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica en el numero 2283; “No se debe desesperar de la salvación eterna de aquellas personas que se han dado muerte. Dios puede haberles facilitado por vías que él solo conoce la ocasión de un arrepentimiento saludable. La Iglesia ora por las personas que han atentado contra su vida.”) Por otro lado, el suicidio se opone directamente a la tendencia más poderosa e invencible de toda criatura, especialmente del hombre: la conservación de la vida. Finalmente, para que un hombre sensato se quite deliberadamente la propia vida, debe primero, como regla general, haber aniquilado en sí mismo todos los goces de la vida espiritual, puesto que el suicidio está en total oposición a todo lo que nos enseña la religión cristiana sobre el fin y el objeto de la vida y, salvo en casos de locura, es la conclusión natural de una vida desordenada, débil y cobarde.

La razón que hemos presentado para probar la malicia del suicidio, a saber, el derecho y el dominio de Dios, justifica asimismo la modificación del principio general: como Dios es señor de nuestra existencia, Él puede con su propio consentimiento eliminar del suicidio todo lo que constituya su desorden. De este modo justifican algunas autoridades la conducta de ciertos santos, quienes, impelidos por el deseo del martirio y especialmente por el deseo de proteger su castidad, no esperaron que el verdugo los ejecutara, sino que de una manera u otra lo buscaron en sí mismos; no obstante, la voluntad divina debería manifestarse claramente en cada caso particular.

Se ha formulado la pregunta: ¿puede suicidarse un condenado si se lo ordena el juez? Algunos autores responden esta pregunta afirmativamente y basan su argumento en la facultad de la sociedad para castigar a ciertos malhechores con la muerte y de encargar el trabajo de verdugo a cualquiera; por consiguiente, también el malhechor puede llevar a cabo la sentencia. Nosotros compartimos la opinión más ampliamente aceptada, a saber, que esta práctica, frecuente en algunos países del Este, no es lícita. La justicia vengativa —y, en realidad, toda justicia— requiere una distinción entre el sujeto de derechos y el de deberes; en el caso presente, entre el que castiga y el castigado. Finalmente, el mismo principio que prohibe a uno ocasionar su propia muerte también le prohibe aconsejar, mandar u ordenar —con la intención directa de suicidio— que otro le ejecute.

El suicidio positivo e indirecto

El suicidio positivo pero indirecto cometido sin el consentimiento divino también es ilícito, a menos que, bien mirado, exista razón suficiente para hacer lo que traiga como resultado la muerte. De ahí que no sea pecado, sino un acto de virtud exaltada, el viajar a tierras salvajes para predicar el Evangelio o acudir a la cabecera de los aquejados por la peste y atenderlos, aun cuando los que eso hacen prevén la posibilidad de una muerte pronta e inevitable; tampoco es pecado que los obreros, en cumplimiento de sus deberes, suban a los tejados y a los edificios y se expongan con ello a la muerte, etcétera. Todo esto es lícito precisamente porque el acto mismo es bueno y recto, pues, al menos en teoría, las personas ya aludidas no persiguen, ni como fin ni como medio, el resultado funesto, es decir, la muerte; y, además, si resultase un mal, sería compensado en gran parte por el efecto bueno y provechoso que buscan. Por otro lado, es pecado exponerse al peligro de muerte para dar prueba de valor, para ganar una apuesta, etcétera, porque en todos estos casos el fin no compensa de ninguna forma el peligro de muerte que se corre. Para juzgar si existe o no razón suficiente para una acción a la que aparentemente le seguirá la muerte, deben considerarse todas las circunstancias, esto es, la importancia del resultado benéfico, la mayor o menor certeza de que se logrará, el mayor o menor peligro de muerte, etcétera, problemas que en un caso específico pueden ser difíciles de resolver.

El suicidio negativo y directo

El suicidio negativo y directo sin el consentimiento de Dios constituye el mismo pecado que el suicidio positivo. De hecho, el hombre tiene sobre su vida únicamente el derecho de uso con las obligaciones correspondientes de preservar el objeto del dominio de Dios: la sustancia de su vida. Por consiguiente, obviamente falla en esta obligación de usufructuario quien descuida los medios necesarios para la preservación de la vida, esto con la intención de destruirla, y, por tanto, viola los derechos de Dios.

El suicidio negativo e indirecto

El suicidio negativo e indirecto sin el consentimiento de Dios también es una tentativa contra los derechos del Creador y una injusticia para con Él cuando se descuidan sin causa suficiente todos los medios de conservación que se deberían utilizar. Si una persona como usufructuaria está obligada en justicia a preservar su vida, es lógico que está igualmente obligada a hacer uso de todos los medios ordinarios que se imponen en circunstancias normales, esto es:

debería emplear todos los medios ordinarios que la naturaleza misma facilita, tales como comer, beber, dormir y así sucesivamente;

además, debería evitar todos los peligros que pueden evitarse fácilmente; por ejemplo, huir de una casa en llamas, huir de un animal enfurecido cuando puede hacerse sin dificultad.

De hecho, descuidar los medios ordinarios para la preservación de la vida equivale a suicidarse, mas lo mismo no puede decirse con respecto a los medios extraordinarios. Así, los teólogos enseñan que para preservar la vida uno no está obligado a emplear remedios que, teniendo en cuenta la salud propia, se consideran como extraordinarios y suponen gastos extraordinarios; no hay obligación de someterse a operaciones quirúrgicas muy penosas ni a amputaciones considerables ni viajar al exilio para buscar un clima más benéfico, etcétera. Si hacemos una comparación, el arrendatario de una casa está obligado a cuidar de ella como conviene a un buen padre de familia, a utilizar los medios ordinarios para la conservación de la propiedad, por ejemplo, extinguir un fuego que sea fácil de extinguir, etcétera; pero no está obligado a emplear medios considerados extraordinarios, tales como procurar las últimas novedades que haya producido la ciencia para prevenir o extinguir un incendio.

Aplicación de los principios

Los principios esbozados en las cuatro proposiciones o divisiones dadas arriba deberían servir para la solución de casos particulares; sin embargo, la aplicación puede que no siempre sea fácil, y, de esta manera, una persona puede quitarse la vida mediante un acto objetivamente ilícito y aun así considerarse tolerable y hasta un acto de virtud exaltada.

Podría preguntarse si una persona puede realizar u omitir un acto que pueda dañar su salud y acortar su vida. Aplicando los principios anteriores: antes que nada está claro (por la 1.ª y 3.ª proposición, A y C) que no puede tener como objetivo adelantar la muerte; mas, haciendo a un lado esta hipótesis, puede decirse, por una parte, que exponerse sin razón suficiente a un abreviamiento considerable de la vida constituye un daño grave a los derechos del Creador; y por otro lado, si el peligro de muerte no es inminente, aunque es de temerse que la vida pueda acortarse aún por varios años, no es un pecado grave, sino venial. Este es el caso con el beodo, que por intemperancia causa su muerte prematura.

Nuevamente, debe tenerse en cuenta que, con la adición de un motivo razonable, la acción puede ser totalmente lícita y hasta un acto de virtud; así, el obrero no peca al dedicarse a los trabajos pesados, y los santos realizaron un acto muy meritorio y altamente virtuoso cuando, a fin de vencer sus pasiones, laceraron y torturaron sus cuerpos con penitencia y ayuno, y, con ello, fueron la causa de su muerte prematura.

Frecuencia del suicidio; causas principales

La plaga del suicidio pertenece especialmente al período de la decadencia de las civilizaciones de la antigüedad: griegos, romanos y egipcios. La Edad Media cristiana no conoció esta tendencia morbosa, mas ha vuelto a aparecer en los últimos tiempos, se ha desarrollado constantemente desde el Renacimiento y actualmente ha alcanzado tal intensidad entre las naciones civilizadas que puede considerarse uno de los males especiales de nuestros tiempos.

Este índice de suicidio obviamente incluye suicidios que se pueden atribuir a las enfermedades mentales, pero no podemos aceptar la opinión de un gran número de médicos, moralistas y juristas que, llevados al error por una filosofía errada, establecen como regla general que el suicidio siempre se debe a la demencia, ya que grande es el horror que este acto inspira en todo hombre cuerdo. La Iglesia rechaza esta teoría y, aunque acepta excepciones, considera que dichos desgraciados que intentan suicidarse, impelidos por la desesperación o la ira, a menudo actúan por malicia o cobardía culpable. De hecho, la desesperación y la ira no son generalmente movimientos del alma imposibles de resistir, especialmente si uno no descuida la ayuda que ofrece la religión, la confianza en Dios, la creencia en la inmortalidad del alma y en la vida futura de recompensas y castigos.

Se han presentado muchas y variadas razones para explicar el alto índice de suicidio, pero es más correcto decir que no depende de una causa particular, antes bien, en un conjunto de factores, tales como la situación social y económica, la miseria de un gran número, una búsqueda más febril de lo que se considera la felicidad y que a menudo termina en crueles decepciones, la cada vez más refinada búsqueda del placer, un estímulo más precoz e intenso de la vida sexual, el agotamiento intelectual, la influencia de los medios de comunicación y de las noticias sensacionalistas que provee a diario a sus lectores, las influencias de la herencia, los estragos del alcoholismo, etcétera. Pero es innegable que el factor religioso es muchísimo más importante, pues el aumento en los suicidios guarda relación con la descristianización de una nación.

Francia representa un ejemplo penoso paralelo a la descristianización sistemática; el número de suicidios por cada 100 000 aumentó de 8.32 en 1852 a 29 en 1900. La razón es obvia. La religión por sí sola, y especialmente la religión católica, nos instruye con respecto al seguro destino de la vida y de la importancia de la muerte; ella sola proporciona una solución al enigma del sufrimiento, ya que presenta al hombre viviendo en el exilio y al sufrimiento como el medio para conseguir la gloria y la felicidad de una vida futura. Por sus doctrinas de la eficacia del arrepentimiento y la práctica de la confesión, alivia el sufrimiento moral del hombre; prohibe y previene en gran medida los desórdenes de la vida; en pocas palabras, es de una naturaleza que previene las causas que se calculan impelen al hombre a la acción extrema.

Obras generales de teología y de filosofía moral, especialmente en referencia a los principios, la frecuencia y las causas del suicidio: WALTER in Staatslexikon (2.ª ed., Friburgo, 1903), s.v. Selbstmord; MASARYK, Der Selbstmord als sociale Massenerscheinung der modernen Civilisation (Viena, 1881); MORSELLI, Suicide, International Scientific Series (Nueva York, 1882); BAILEY, Modern Social Conditions (Nueva York, 1906); SCHNAPPER-ARNDT, Socialstatistik (Leipzig, 1906); KROSE, Des Selbstmord im 19en Jahrhundert (Friburgo, 1906); NIEUWBARN, Beknopt kerkelyk Handwoordenboek (Tilburgo, 1910); JACQUART, Essais de statistique morale: I, Le Suicide (Bruselas, 1908).

A. VANDER HEEREN Transcrito por Tomas Hancil Traducción de Manuel Rodríguez Rmz.