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Sábado, 23 de noviembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Cautiverios de los israelitas»

De Enciclopedia Católica

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(El exilio y sus efectos)
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==El cautiverio en Asiria==
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Vea [[Cautiverios de los Israelitas]].
 
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'''(1)  Final del Reino del Norte'''
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El Reino de Israel, formado por la secesión de las diez [[tribu judía|tribus]] bajo el mando de [[Jeroboam]], cubría la parte norte y noreste completa del reino de [[David]], la cual constituía la mayor parte del territorio de los hebreos.  Política y materialmente era de mucha más importancia que su vecina del sur, [[Judá]].  Bajo Jeroboam II (782-746 a.C.) se había recuperado de las incursiones de los sirios y de las exacciones pecuniarias de Salmanasar II de [[Asiria]], y había recuperado en el este y noreste los límites de antaño conquistados por [[Salomón]].  De hecho, el Israel de Jeroboam II estuvo en la cumbre de su prosperidad; pero debajo de este florecimiento material había una profunda corrupción [[moral]] y [[religiosa]].  [[Yahveh]] siempre había sido reconocido como el [[Dios]] supremo, pero su culto estaba aún contaminado por el simbolismo [[paganismo|pagano]] del [[becerro de oro|becerro]] en los [[templo]]s nacionales de [[Betel]] y [[Dan]] ([[Oseas]] 8,5-7); y ultrajado por el culto [[Canaán, cananeos|cananeo]] en los lugares altos y las arboledas, donde a los [[Baal, Baalim|Baalim]] o dioses de la fertilidad se les ofrecían [[ritos]] acompañados por licencia sexual desenfrenada (Os. 2,13.17; 4,12 ss).   
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Los [[profecía, profeta y profetisa|profetas]] [[Amós]] y Oseas ([[Versión Autorizada|V.A.]], Hoseas), especialmente el último, pintan en vivos colores una imagen de la extrema [[mal]]dad de la época: “No hay [[verdad ni misericordia, no hay [[conocimiento]] de Dios en la tierra; sino [[perjurio]] y [[mentira]], [[homicidio|asesinato]] y [[robo]], [[adulterio]] y [[violencia]], sangre que sucede a sangre.”  (Oseas 4,1-2).  Prácticamente prevalecía el principio de que Yahveh no podía dejar de defender a su pueblo, [[pecado]]r como era, siempre y cuando que la gente le rindiera el homenaje externo del [[sacrificio]] y la [[ceremonia]].  Oseas habló con ardientes palabras contra esta [[presunción]] [[superstición|supersticiosa]] y contra el libertinaje de la tierra, y en el apogeo mismo de la prosperidad de Israel predijo la destrucción del reino como la pena de su maldad.  Anunciaron el cautiverio en el extranjero: "No habitarán en la tierra de Yahveh; Efraín volverá a [[Egipto]], y en Asiria comerán viandas [[pureza e impureza|impuras]].”  (Os. 9,3). 
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Después de Jeroboam II, comenzó la desintegración política desde el interior por una serie de cortos reinados de los usurpadores, que alcanzaban el trono y eran arrojados de él por asesinato.  Al mismo tiempo una potencia mundial, Asiria, se perfilaba en Oriente y amenazaba la [[esencia y existencia|existencia]] de los pequeños estados que estaban entre éste y el Mediterráneo.  Un rey asirio, Tiglatpileser III ([[Biblia de Douay|B.D.]] Teglatfalasar, el Pul de 2 [[Libros de los Reyes|Ry.]] 15,19), encabezó una campaña contra [[Siria]] de Damasco, Jamat y Palestina (742-738), y [[Menajem]], el príncipe reinante de Israel, se vio [[obligación|obligado]] a comprar la seguridad con un pesado tributo en plata.  El hijo de Menajem, Pecajías, después de un reinado de dos años cayó víctima de una conspiración, y el trono fue capturado por su líder, Pecaj.  Este último entró en una alianza con el rey Rasin de [[Damasco]], cuyo objetivo era la captura de [[Jerusalén]] y la colocación de un rey damasceno sobre Judá, a fin de consolidar la defensa sirio-israelita contra el siempre amenazante dominio asirio.  Pero [[Ajaz]] de Jerusalén reconoció la soberanía de Teglatfalasar, y lo llamó en su ayuda en oposición a las advertencias [[profecía|proféticas]] de [[Isaías]].  Más tarde, en Damasco, le rindió homenaje al emperador asirio, y desde esa ciudad importó [[idea]]s paganas para el ritual del [[Templo de Jerusalén|Templo]].  El poder que Ajaz invocó estaba destinado en última instancia al flagelo de su país, pero primero cayó pesadamente sobre la coalición contra [[Judá]].  Teglatfalasar reapareció en Siria en 734, y su avance obligó a los aliados a levantar el sitio de Jerusalén.  Después de derrotar a Rasin y bloquear a Damasco, los asirios se volvieron hacia el oeste y ocuparon el norte de Palestina.  Las inscripciones cuneiformes nos dicen que Teglatfalasar pidió la muerte de Pecaj como la pena por su [[presunción]], y colocó a Oseas como rey en su lugar (Cf. 2 Rey. 15,29 ss.).  Se llevaron fuera de Israel muchos cautivos, la cual fue la primera de las deportaciones que despobló el país.  Los [[prisión | prisioneros]] fueron llevados de Calad, [[Galilea]] y otros distritos del norte del reino, tanto al este como al oeste de la cuenca del Jordán.
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Por lo tanto, fue sobre una desmantelada y empobrecida tierra que Oseas gobernó como vasallo-rey.  Para aliviar esta presión irritante se volvió a Egipto, la única nación que podría pretender hacer frente a Asiria.  Dejó de pagar el tributo anual y se alió con Shua (So), un gobernante del Bajo Egipto, y Ganan, un príncipe [[filisteos | filisteo]] de [[Gaza]].  La expedición fue un fracaso ruinoso; Egipto había sido siempre un [[falsedad|falso]] amigo de Israel y abandonó a Oseas.  El sucesor de Teglatfalasar, Salmanasar (el cuarto de su nombre), al saber sobre dicha conspiración, cayó sobre el Reino de Israel y tomó prisionero a Oseas.  Pero la revuelta patriótica era nacional y sobrevivió a la captura del rey.  Samaria, la capital, resistió desesperadamente contra un ejército sitiador asirio durante tres años, y no fue tomada hasta el 722 a. C.; en el entretanto Sargón II había sucedido a Salmanasar.  Fue el golpe de muerte del Reino de Israel.  Una inscripción asiria encontrada en las ruinas del palacio de Sargón en Nínive nos informa que se llevó 27.290 del pueblo.  La [[guerra]], el hambre y las deportaciones anteriores deben haber reducido mucho la población.  Para llenar el lugar de los [[israelitas]] muertos y exiliados, Sargón trajo entre el remanente de [[Babilonia]] y otros pueblos paganos de las tierras conquistadas.  El Reino del Norte se convirtió en la provincia asiria de Samaria, y del [[matrimonio mixto]] de sus varias razas surgieron los samaritanos.  Sin embargo, la despoblación del antiguo reino de sus nativos estaba lejos de ser completa.  Al grueso de la población, integrada por los habitantes más [[pobreza y pauperismo|pobres]] y menos influyentes, se le permitió permanecer, por lo que leemos en los monumentos asirios de un esfuerzo inútil después de Hamat, Arpad, Simnira, Damasco, y "Samarina", es decir, Samaria, para sacudirse el señorío de Sargón.  (Schrader, Keilinschriftliche Bibliothek, II, 56, 57.) Pero la población israelita dejada en la tierra poco a poco se mezcló en la raza combinada de los samaritanos.
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'''(2) Las diez tribus en el exilio'''
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Los conquistadores establecieron a los exiliados "en Halah y Habor [un río] por el río de Gozan, en las ciudades de los medos".  Sus colonias estaban por lo tanto, en el corazón del norte de Mesopotamia y en el oeste de [[Persia]], entonces sujeta a [[Asiria]].  En Mesopotamia, o Asiria propiamente, los israelitas fueron asignados a la región que bordea la ciudad de [[Nisibis]], que es mencionada por [[Flavio Josefo|Josefo]] como su asentamiento principal.  Los exiliados de las diez [[tribu judía|tribus]] se mantuvieron y se multiplicaron, y nunca regresaron a Palestina.  (Vea las autoridades citadas por Schurer en el art. "Diáspora" en sup. vol. Of Hastings’ Bib. Dict., 92).  Wellhausen y otros que asumen que los israelitas desterrados del reino del norte perdieron su identidad y desaparecieron en las poblaciones circundantes hacen caso omiso del testimonio explícito en el sentido contrario de Josefo en su "Antigüedades": "las diez tribus están más allá del Éufrates hasta ahora, y son una inmensa multitud (''muriades apeipoi'') que no pueden ser estimados por los números."  Muy bien podemos [[creencia|creer]] que el enjambre de población hebrea del sur de [[Rusia]] se compone en gran parte de los descendientes de los israelitas expatriados en el norte de Asiria y las regiones al sur del Caspio.  No nos han llegado datos relativos a la suerte de estos habitantes trasplantados del Reino del Norte. Sólo podemos conjeturar a partir de la forma en que se multiplicaban que su situación era por lo menos una tolerable.
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'''(3) El acoso asirio a Judá'''
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La aniquilación de su reino hermano dejó a la pequeña Judá bajo la total presión de Asiria.  A partir de entonces ese estado infeliz, situado entre los imperios rivales Asiria y Egipto, estaba a merced del que fuese más fuerte en ese momento.  Una intervención [[milagro]]sa (2 Rey. 19,35), efectivamente arrojó el ejército asirio de Senaquerib fuera de los muros de [[Jerusalén]] durante el reinado de [[Ezequías]], pero el país fuera de la ciudad sufrió cruelmente de los estragos de aquella expedición.  Un monumento a Senaquerib, que era hijo y sucesor de Sargón, registra que capturó cuarenta y seis ciudades fortificadas y un sinnúmero de lugares pequeños de Judá, y se llevó como botín, presumiblemente a Asiria, los 200,150 [[persona]]s y un inmenso número de bestias y ganado.  (Cf. 2 [[Libros de los Reyes|Ry.]] 18,13, en confirmación de esto.)
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==El cautiverio en Babilonia==
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===Destrucción del reino de Judá===
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Sin embargo, [[Jerusalén]], el [[Templo de Jerusalén|Templo]], y la dinastía se mantuvieron intactos.  Bajo los gobernantes siguientes, [[Manasés]] y Amón, el reino se recuperó lentamente, pero su ejemplo potente y aprobación dirigió a la nación a excesos sincréticos sin precedentes.  Tan flagrante era la [[idolatría]], la adoración de los [[Baal, Baalim|baales]] bajo el símbolo de obeliscos y columnas o árboles sagrados, y los cultos degradantes de Astarté y [[Moloc]], que ni siquiera los recintos [[santidad|sagrados]] del [[Templo]] de [[Yahveh]] estaban libres de tales abominaciones.  Se puede [[imaginación|imaginar]] la [[moral]] de un pueblo entregado al [[sincretismo]] cruel y licencioso.  La amplia reforma religiosa bajo [[Josías]] no parece haber penetrado muy profundo, y la propensión [[paganismo|pagana]] inveterada de la nación estalló en reinados posteriores.  Los [[profecía, profeta y profetisa|profetas]] [[denuncia]]ban y advertían en vano.  Salvo en el esfuerzo de la reforma de Josías, no fueron escuchados.  Sólo un castigo nacional supremo podía purificar a este pueblo carnal, y arrancar efectivamente las [[supersitición|supersticiones]] idólatras de sus corazones.  Judá sufriría el mismo [[destino]] que Israel. 
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Un preludio al proceso de extinción nacional fue la derrota de Josías y su ejército a manos del [[faraón]] Nekó en [[Meguiddó]] o Migdol.  [[Egipto]] se había quitado la soberanía asiria y amenazaba a [[Asiria]] misma.  Josías había luchado contra los egipcios, probablemente en un esfuerzo por mantener la independencia que [[Judá]] había disfrutado durante su reinado.  Pero por este [[tiempo]] el segundo imperio asirio se tambaleaba hacia su caída.  Antes de que Nekó llegara al Éufrates, Nínive se había entregado a los medos y babilonios, los territorios asirios se habían repartido entre los vencedores, y en lugar de Asiria, Nekó se tuvo que enfrentar al creciente poder caldeo.  [[Nabucodonosor]], el hijo y heredero del rey babilonio Nabopolasar, habría derrotado a los egipcios en Carquemis en el año 605.  Ahora era el reino caldeo, con su capital en [[Babilonia]], que tenía gran influencia en el horizonte político.
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Joacaz, un hijo de Josías, se vio [[obligación|obligado]] a intercambiar el vasallaje egipcio por el babilónico; pero un [[patriotismo]] fanático los instó a desafiar a los caldeos.  El pueblo miraba el Templo, morada de Yahveh, como un escudo nacional que protegería a Judá, o por lo menos a Jerusalén, del destino de [[Samaria]].  En vano [[Jeremías]] les advirtió que a menos que se convirtieron de sus [[mal]]as maneras Sión caería delante de sus enemigos según había caído antes el [[santuario]] de Silo.  Sus palabras sólo estimularon a los [[judaísmo|judíos]] y sus líderes a la furia, y el profeta escapó por poco de una muerte [[violencia|violenta]].  En el tercer año de su reinado Yoyaquim se rebeló, y Judá fue capaz de alejar por cuatro o cinco años la inevitable toma de Jerusalén por Nabucodonosor. 
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Joaquín, que mientras tanto había sucedido a la corona de Judá, fue obligado a entregar la ciudad sitiada en el año 597 a.C.  Su vida se salvó, pero el conquistador de Jerusalén le asestó un terrible golpe.  Se llevó cautivos a Caldea a los príncipes y líderes principales, la tropa del ejército, los ciudadanos [[uso de las riquezas|ricos]], y artesanos, en número ascendiente a diez mil.  El Templo y el palacio fueron saqueados de sus tesoros.  Sedecías, tío de Joaquín, fue colocado sobre la sombra del restante del reino (2 [[Libros de los Reyes|Rey.]] 24,8 ss.).  Después de nueve años de un reinado caracterizado por el deterioro gradual y el caos [[moral]] y [[religión|religioso]], la rebelión flameó de nuevo, alimentada por la siempre ilusoria [[esperanza]] del socorro procedente de Egipto.  Las advertencias de Jeremías contra la locura de la resistencia a la dominación caldea fueron inútiles; una furia fanática y ciega poseía a los príncipes y al pueblo.  Cuando la [[causa]] patriótica triunfó momentáneamente, el avance del ejército egipcio hizo que Nabucodonosor levantara temporalmente el sitio a Jerusalén; la del profeta fue la voz solitaria que rompió el repique exultante por el estribillo persistente de la ruina a manos de los caldeos.
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El resultado verificó la [[profecía]].  Los egipcios le fallaron de nuevo a los [[israelitas]] en su hora de [[necesidad]], y el ejército babilonio se acercó a la ciudad condenada.  Jerusalén resistió durante más de un año, pero una hambruna horrible debilitó la defensa y los babilonios finalmente entraron a través de un hueco en la muralla, en 586 a.C.  Sedecías y el resto de su ejército escaparon de noche, pero fueron alcanzados en la llanura de [[Jericó]], el rey fue capturado y sus seguidores huyeron (Jer. 3,7-9).  Fue llevado al campamento babilonia en Riblá de Jamat, y fue cruelmente enceguecido, pero no antes de haber visto el [[homicidio|asesinato]] de sus hijos.  El palacio real fue quemado.  Una suerte similar corrió el espléndido Templo de [[Salomón]], el cual había sido el estímulo y la estancia de los brotes religiosos nacionales.  Sus [[vasijas del altar|vasos]] sagrados, de enorme valor, fueron llevados a Babilonia y en parte distribuidos entre los [[templo]]s [[paganismo|paganos]] allí; las columnas de bronce fueron cortadas en pedazos.  La destrucción de las casas más grandes y de la muralla de la ciudad dejó a Jerusalén en ruinas. 
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La gente que se hallaba en Jerusalén y, presumiblemente, un gran número de los que no habían buscado refugio en la ciudad fueron deportados a Caldea, dejando sólo a los más pobres para cultivar la tierra y salvarla de volverse una pérdida absoluta.  Como se necesitaba un gobierno local para los habitantes restantes, se escogió a [[Mispá]] como su asiento, y se nombró a Godolías, un hebreo, como gobernador del resto.  Al saber esto, algunos israelitas que habían huido a países vecinos regresaron y una colonia considerable se reunió en Mispá.  Pero un cierto Ismael, del linaje de [[David]], actuando incitado por el rey de los [[ammonitas]], masacró traidoramente a Godolías y cierto número de sus subordinados.  El asesino y su banda de diez le llevaban a Ammón el aterrorizado resto de la población, cuando éstos fueron rescatados por un oficial militar hebreo relacionado con la administración.  Pero por [[miedo]] a que la venganza caldea por la muerte del capataz los destruyera indiscriminadamente, llevó la colonia a Egipto, y Jeremías, que había tomado asilo en Mispá, se vio obligado a acompañarlos hasta allá.
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===El exilio y sus efectos===
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Se nos deja conjeturar el número de los deportados desde [[Judá]] a [[Babilonia]].  Podemos razonablemente suponer que los 200,150 cautivos que el asirio Senaquerib tomó del Reino del Sur tres generaciones antes de su caída fueron establecidos en [[Asiria]], es decir, el norte de Mesopotamia, tal vez en la vecindad de las comunidades [[israelitas]] (véase más arriba).  Éstos no pueden ser considerados como propiamente exiliados a Babilonia.  No tenemos información para un estimado cercano al número de los llevados lejos por los caldeos.  Suponiendo que las [[fechas y datación|fechas]] de [[Jeremías]] 52,28-30 sean correctas, ninguna de las deportaciones ahí señaladas tuvieron lugar en los años de los grandes desastres, a saber, 597 y 586 a.C.  La adición de las expatriaciones de [[menor]] importancia---una suma de 4,600---a los 10.000 de la primera captura de [[Jerusalén]], da 14,600; y puesto que la catástrofe final fue más radical que la primera, se justifica que tripliquemos esa cifra como un estimado del total exiliado a Babilonia.  Los exiliados se asentaron en el reino de Babilonia, parte en la capital, Babilonia, pero sobre todo en las localidades no lejos de ella, a lo largo del Éufrates y los canales que irrigaban la gran planicie caldea.  Nehardea, o Neerda, una de las principales de estas colonias [[judaísmo|judías]], yacía en el gran río.  ([[Flavio Josefo|Josefo]], Antiq. XVIII, IX, 1.) Nippur, una importante ciudad entre el Éufrates y el Tigris, tuvo también muchos cautivos hebreos dentro de sus muros o de las inmediaciones.  Uno de los principales canales que fertilizaba la llanura interfluvial, y que pasaba por Nippur, era el ''nar Kabari'', que es idéntico al río Kebar "en la tierra de los caldeos" de [[Ezequiel]] 1,1.3; 3,15.  [Ver Hilprecht, Explorations in Bible Lands (1903), 410 ss].  Otras colonias estaban en [[Sora]] y Pumbeditha. 
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Se ha conjeturado plausiblemente que [[Nabucodonosor]], a quien los registros cuneiformes muestran como constructor y restaurador, no dejaría de utilizar la gran fuerza laboral de los cautivos hebreos en los trabajos de recuperación y drenaje de los terrenos baldíos en Babilonia; pues, como lo [[prueba]] su [[condición]] actual, esa región sin el riego artificial y el control del desbordamiento de los ríos es un simple [[desierto]].  El país cerca de Nippur parece haber sido restaurado de ese modo en la antigüedad.  De cualquier modo es probable a priori que la masa de los exiliados estuvieron por un [[tiempo]] al menos en una condición de [[esclavitud y cristianismo|esclavitud]] mitigada.  La condición de los esclavos en Babilonia no era uno de siervos oprimidos; disfrutaban de ciertos [[derecho]]s, y podían, por [[redención]] y otros medios, mejorar su suerte e incluso ganar la completa libertad.  Es evidente que poco después de su deportación muchos de los judíos en Caldea estaban en posiciones de construir hogares y plantar jardínes (Jer. 29,5).  Babilonia era eminentemente un país agrícola, y los [[israelitas]] del Sur, que en casa, en conjunto, había sido un pueblo vitícola y pastoral, ahora por elección, si no por [[necesidad]], se dieron a la labranza de la tierra y a la cría de ganado en las ricas planicies aluviales de Mesopotamia (cf. [[Esdras]] 2,66).  Los productos de Babilonia, especialmente de cereales, formaban el artículo principal de su ocupado comercio interno, y sin [[duda]] el gran emporio en Babilonia, Nippur y en otros lugares, atraían a muchos judíos a empresas mercantiles.  Las actividades mercantiles y los exactos y bien regulados métodos comerciales de Babilonia deben haber estimulado y desarrollado el genio comercial innato de la raza de expatriados.
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El hecho de que a los judíos se les permitiese establecerse en colonias, y esto de acuerdo a las [[familia]]s y clanes, tuvo una influencia vital en los [[destino]]s de ese pueblo.  Mantuvo vivo el [[espíritu]] nacional y la [[individuo, individualidad|individualidad]], que habría desaparecido en la masa del paganismo circundante si los israelitas del sur hubiesen sido dispersados en pequeñas unidades.  Hay indicios de que esta vida nacional se vio fortalecida por una organización social determinada, en la que reaparecieron las divisiones primitivas de la familia líder y las ramas tribales, y que sus jefes, los "ancianos", administraban bajo licencia real los asuntos puramente domésticos del asentamiento (cf. [[Ezequiel|Ez.]] 8,1; [[Esdras|Esd.]] 2,2; [[Nehemías|Neh.]] 7,7).  Mientras el [[Templo de Jerusalén|Templo]] estaba en pie, era el centro y la promesa de las [[esperanza]]s y aspiraciones judías, e incluso los primeros exiliados mantuvieron su visión [[mente|mental]] fija en él como un faro de liberación anticipada.  Ellos desatendieron la voz negativa y predictora de males de Ezequiel.  Cuando cayeron Jerusalén y el Templo, hubo un sentimiento de estupor.  Era inconcebible que [[Yahveh]] olvidara su morada y permitiera que su [[santuario]] fuera humillado en el polvo por [[gentiles]] burlones; pero el hecho terrible estaba ahí.  ¿Acaso el Señor no era ya su [[Dios]] y mayor que todos los otros dioses?  Fue una crisis en la [[religión]] de [[israelitas|Israel]]. 
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El [[Divina Providencia|providencial]] rescate estaba a la mano en la [[profecía]].  ¿Acaso [[Jeremías]], [[Ezequiel]] y otros antes que ellos no habían predicho en varias ocasiones esta ruina como el castigo de la infidelidad y el [[pecado]] nacional?  Esto era recordado ahora por los que en su fanática sordera no les escuchaban.  Lejos de Yahveh ser un Dios derrotado y humillado, fue su decreto mismo el que había permitido que ocurriera la catástrofe.  Los caldeos habían sido solamente los instrumentos de su [[justicia]].  Ahora se revelaba a los judíos como un Dios de justicia moral y dominio universal, como un Dios que no toleraba ningún rival.  Tal vez ellos nunca se habían percatado de esto; y desde luego nunca como ahora.  Por ello es que el exilio es un gran punto crucial en la historia de Israel---un castigo que fue una purificación y un renacimiento.  Pero la profecía sobre el exilio no se limitó a señalar la gran lección [[ética|ético]]-religiosa de las visitas del pasado, sino que planteó con más fuerza que nunca la nota de [[esperanza]] y [[promesa divina|promesa]].  Ahora que el propósito de Yahveh se había cumplido, y el pueblo elegido había sido humillado por debajo de su mano, una nueva era estaba por venir.  Incluso el luctuoso Jeremías había declarado que los cautivos regresarían a finales de setenta años---un número redondo, no debe tomarse literalmente.  En medio de la desolación del exilio, Ezequiel esbozó valientemente un plan de resurgimiento de Sión.  Y Deutero-Isaías, probablemente un poco más tarde, trajo un inspirador y jubiloso mensaje de consuelo y la seguridad de una nueva y alegre vida en la patria.
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Varios factores [[menor]]es pero importantes contribuyeron a la conservación y limpieza de la religión de Israel.  Uno de ellos fue negativo: el desarraigo forzoso de la tierra donde las [[idolatría]]s [[Canaán, cananeos|cananeas]] habían sobrevivido tanto tiempo, separaron a los judíos de estas tradiciones nefastas.  Los otros son positivos:  Sin el Templo no se podían practicar legalmente los [[sacrificio]]s ni el culto solemne.  La falta fue suplida en parte por la observancia del [[Sabbath|sábado]], sobre todo por las asambleas religiosas en ese día---los comienzos de las futuras [[sinagoga]]s.  La [[Legislación de Moisés]], también, asumió nueva importancia y sacralidad, porque Yahveh manifestaba en ella su voluntad, y de algún modo vivía en ella, como una Presencia ordenadora.  Los escritos de los [[profecía, profeta y profetisa|profetas y otras [[Escritura]]s, en la medida en que existían, también recibieron una parte de la [[dulía|veneración]] popular que hasta entonces se había concentrado en el Templo y en los [[ritos]] externos.  En resumen, la ausencia de sacrificio y culto ceremonial durante medio siglo tuvo la tendencia a refinar el [[monoteísmo]] y, en general, a espiritualizar la [[religión]] de los hebreos.
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===El preludio a la restauración===
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Después de un largo y próspero reinado [[Nabucodonosor]] fue sucedido por su hijo Evil Merodac, el Amil Marduk de los monumentos.  Este último se mostró benigno con el por largo [[tiempo]] encarcelado ex rey Joaquín (Jeconías), al liberarlo y reconocerle en cierta medida su dignidad real.  Después de un breve reinado Evil Merodac fue [[deposición|depuesto]], y dentro del intervalo de cuatro años (560-556) el [[trono]] fue ocupado por tres usurpadores.  Bajo el último de éstos, Nabonido, la otrora todopoderosa monarquía babilónica declinó rápidamente.  Un nuevo poder político apareció en las fronteras oriental y septentrional.  Ciro, el rey de Anzan (Elam) y [[Persia]], había vencido a Astiages, rey de Media (o Manda), y se había apoderado de su capital, Ecbataná.  Media, por la repartición del imperio asirio y las ulteriores conquistas de Ciajares, había crecido poderosamente; sus territorios comprendía, por norte y oeste, a [[Armenia]] y la mitad de Capadocia.  Ciro amplió estas conquistas al subyugar a Lidia, extendiendo así su soberanía al Mediterráneo Egeo y formó un vasto imperio.  El balance en Asia fue destruido, y Babilonia fue amenazada por este nuevo y formidable poder.  El profeta Deutero-Isaías saludó alegremente a esta estrella brillante en el horizonte político, y se reconoció en Ciro al servidor preordenado de [[Dios]], predijo por él la caída de Babilonia y la liberación de Israel ([[Isaías]] 44,28 - 45,7).  En el año 538 a.C. el monarca persa invadió el territorio caldeo, ayudado por el descontento en el sur; uno de sus generales fue capaz en pocos días de tomar a Babilonia sin resistencia, y Ciro se convirtió en el gobernante del reino caldeo.
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===La restauración bajo Ciro:  el regreso de Zorobabel===
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==El cautiverio en Roma==
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'''Fuente''':  Reid, George. "Captivities of the Israelites." The Catholic Encyclopedia. Vol. 3. New York: Robert Appleton Company, 1908.
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<http://www.newadvent.org/cathen/03315a.htm>.
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Traducido por Luz María Hernández Medina
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Última revisión de 14:49 22 mar 2020

Vea Cautiverios de los Israelitas.