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Domingo, 24 de noviembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Papas muertos por declinación senil»

De Enciclopedia Católica

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Dice la Sagrada Escritura: «Summa annorum nostrorum sunt septuaginta anni et si validi sumus octoginta» (la cima de nuestra edad son setenta años y, si gozamos de salud robusta, ochenta) (Salmo LXXXIX, 10, versión del cardenal Bea). Estos son los limites que se asignan tradicionalmente a la duración de la vida humana. Dante comparte esta convicción, puesto que empieza su Commedia diciendo que, hallándose «a metá del cammin di nostra vita» (a mitad del camino de la vida), se vio extraviado en aquella selva oscura de donde le sacó el espectro de Virgilio para emprender su viaje sobrenatural. Ahora bien, como el poeta (n. 1265) supone la acción en el año jubilar de 1300, tenía entonces 35 años, lo cual quiere decir que, según el, el hombre llega normalmente al fin de su existencia a los 70. En los últimos tiempos, la esperanza de vida se ha elevado de manera considerable y no es raro llegar a los 80 años y superarlos, a veces ampliamente, sobre todo si se han tenido costumbres saludables.
 
Dice la Sagrada Escritura: «Summa annorum nostrorum sunt septuaginta anni et si validi sumus octoginta» (la cima de nuestra edad son setenta años y, si gozamos de salud robusta, ochenta) (Salmo LXXXIX, 10, versión del cardenal Bea). Estos son los limites que se asignan tradicionalmente a la duración de la vida humana. Dante comparte esta convicción, puesto que empieza su Commedia diciendo que, hallándose «a metá del cammin di nostra vita» (a mitad del camino de la vida), se vio extraviado en aquella selva oscura de donde le sacó el espectro de Virgilio para emprender su viaje sobrenatural. Ahora bien, como el poeta (n. 1265) supone la acción en el año jubilar de 1300, tenía entonces 35 años, lo cual quiere decir que, según el, el hombre llega normalmente al fin de su existencia a los 70. En los últimos tiempos, la esperanza de vida se ha elevado de manera considerable y no es raro llegar a los 80 años y superarlos, a veces ampliamente, sobre todo si se han tenido costumbres saludables.
  

Revisión de 22:18 27 feb 2020

Pioix-1.jpg Dice la Sagrada Escritura: «Summa annorum nostrorum sunt septuaginta anni et si validi sumus octoginta» (la cima de nuestra edad son setenta años y, si gozamos de salud robusta, ochenta) (Salmo LXXXIX, 10, versión del cardenal Bea). Estos son los limites que se asignan tradicionalmente a la duración de la vida humana. Dante comparte esta convicción, puesto que empieza su Commedia diciendo que, hallándose «a metá del cammin di nostra vita» (a mitad del camino de la vida), se vio extraviado en aquella selva oscura de donde le sacó el espectro de Virgilio para emprender su viaje sobrenatural. Ahora bien, como el poeta (n. 1265) supone la acción en el año jubilar de 1300, tenía entonces 35 años, lo cual quiere decir que, según el, el hombre llega normalmente al fin de su existencia a los 70. En los últimos tiempos, la esperanza de vida se ha elevado de manera considerable y no es raro llegar a los 80 años y superarlos, a veces ampliamente, sobre todo si se han tenido costumbres saludables.


En los últimos siglos, dada la edad mas bien provecta y la morigeración de las costumbres de los hombres que se han sentado en la silla de Pedro, esta forma de morir ha sido más habitual que en otros tiempos. De hecho, la estadística muestra que en los últimos dos si­glos el promedio de edad alcanzada por los quince Pa­pas que han ocupado el solio pontificio en ese lapso es de 78 años, habiendo nueve de ellos superado los 80. La du­ración media de sus reinados es de catorce años, mayor a la de periodos similares precedentes. Ocho de estos pontificados superaron los quince años y entre ellos hay que contar el de Pío IX (1846-1878), el más largo de la historia con sus casi treinta y dos. Hay que advertir, no obstante, que no siempre una edad avanzada es serial de muerte por declinación senil. Clemente X, por ejemplo, tenía 86 años cuando murió de fiebre violenta; Clemen­te XII era un anciano valetudinario de mas de 87 años a cuya vida puso fin una trabajosa agonía, y Juan XXIII falleció a consecuencia de un cáncer habiendo ya supe­rado los 81; el mismo Juan Pablo II, octogenario, murió sin embargo de las consecuencias respiratorias del mal de Parkinson.

Los Papas que murieron, como suele decirse, «de viejos» fueron:


- San Agatón (678-681). Elegido en la mas extrema ancianidad, moría tranquilamente a la increíble edad de 107 años, después de haber aprobado el Concilio III de Constantinopla (VI de los ecuménicos), que venció definitivamente la herejía monotelista.


- Celestino III (1191-1198). En la Navidad de 1197, sintiendo aproximarse su fin (pues contaba a la sazón 92 años), intentó abdicar con la condición de que el Sacro Colegio le eligiese sucesor en la persona del cardenal Juan de Santa Prisca, lo que fue naturalmente rechazado, expirando el Papa el 8 de enero siguiente.

- Gregorio IX (1227-1241). A punto de cumplir los 100 años, no resistió las apreturas de un verano particularmente caliginoso no solo por el clima sino por el enfrentamiento con Federico II de Suabia, que ya daba mucho hilo a torcer al Papado.

- - Juan XXII (1316-1334). Al ser elegido como Papa de transición a los 72 años y prácticamente moribundo, recupero prodigiosamente la salud y vivió hasta los 90, gobernando con extraordinaria energía y mostrando una gran capacidad organizativa.

- Benedicto XIII, el papa Luna (1394-1423). Expiro apaciblemente en su castillo-fortaleza de Peñíscola a los 95 años de edad y casi veintinueve de reinado (el segundo más largo de la historia), habiendo dado muestras de una salud de hierro y una resistencia extraordinaria cuando ya nonagenario se recuperó asombrosamente del veneno que le fue administrado por orden del cardenal pisano, legado de Martín V.

- Gregorio XII, Correrio (1406-1415). Murió plácidamente en Recanati a los 92 años, no como Papa sino como «Angelo, cardenal obispo» (que es como el mismo se firmó al abdicar ante el Concilio de Constanza dos años antes, en 1415).


- Leon XIII (1878-1903). Aun pudo celebrar el jubileo argenteo de su Sumo Pontificado en febrero de 1903, expirando serenamente el 20 de julio siguiente, a los 93 años cumplidos.

- Los precedentes son los casos documentados de los Papas mas ancianos que tuvieron una muerte tranquila. De los primeros siglos no constan datos precisos, limitándose las fuentes a expresiones como la de haber muerto algún pontifice «muy viejo», como Bonifacio I (418-422) para poner un ejemplo.

- Otros vicarios de Cristo que tuvieron la misma muerte, aunque no llegaron a nonagenarios, fueron:

- San Antero (235-236). El Catdlogo Liberiano dice que «se durmió», expresión utilizada para significar una muerte dulce y que rebate la antigua creencia de su martirio.

- Inocencio VII (1404-1406). Papa de la obediencia romana durante el Gran Cisma, falleció a los 70 años de muerte pía y tranquila, pero rehuyendo el necesario encuentro con su rival Benedicto XIII.

- Gregorio XIII (1572-1585). Expiro a los 84 años ya cansado de una vida intensa, pero con la indecible dicha que le proporcionó recibir una embajada japonesa compuesta por cuatro jóvenes príncipes de sangre imperial conducidos por jesuitas, y que, tras un viaje de tres años, acababan de llegar a Roma para testimoniar su acatamiento al Romano Pontífice.

- Urbano VIII (1623-1644). A los 76 años, habiendo escapado en el pasado a dos atentados urdidos contra su vida (en 1632 y 1640) por ciertos eclesiásticos complicados respectivamente en asuntos de hechicería y en política, vio llegar el fin de sus días.

- Benedicto XIII, Orsini (1724-1730). Murió a los 81 años, tras guardar cama solo dos días. De él se cuenta que a quienes le advertían que redujese su in­tensa actividad litúrgica para evitar fatigas respondió: «Un Papa debe morir con el pluvial puesto.»

- Gregorio XVI (1831-1846). Acabo su existencia a los 80 años, dejando una Roma presta a la revuelta, que se desencadenó contra el cardenal Lambruschini, mano derecha del difunto, a quien se consideraba responsable de su política reaccionaria.

- Pío IX (1846-1878). «Se extinguía serenamente» (al decir de Saba-Castiglioni) a los 85 años, después de una vida de sobresaltos y contrariedades, entre estas la perdida del poder temporal. Las mismas contrariedades tuvo que pasar su cadáver hasta que por fin, después de no pocas peripecias, descansó en la Basílica de San Lorenzo Extramuros.

Rodolfo Vargas Rubio

Fuente: Temas de Historia de la Iglesia

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Selección: José Gálvez Krüger