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[[Archivo:Job es10.jpg|300px|thumb|left|]]Uno de los libros del Viejo Testamento, y el personaje principal del mismo. En este artículo, se trata primordialmente del libro. De todos modos, cuando ocurra oportunamente, y en la medida que sea posible, se considerará a Job en sí mismo. El tema será discutido bajo los siguientes títulos: | [[Archivo:Job es10.jpg|300px|thumb|left|]]Uno de los libros del Viejo Testamento, y el personaje principal del mismo. En este artículo, se trata primordialmente del libro. De todos modos, cuando ocurra oportunamente, y en la medida que sea posible, se considerará a Job en sí mismo. El tema será discutido bajo los siguientes títulos: | ||
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− | [[Archivo:JOB.jpg|300px|thumb|left|]][[Archivo:Frisodejob.jpg|300px|thumb|left|]]En la Biblia Hebrea Salmos, Proverbios y Job siempre están juntos, primero los Salmos, mientras que Job se ubica entre los otros dos o, a veces, como último. Los tres libros forman parte de la Hagiografa (1) (Kethubim), teniendo a veces el primer lugar entre la Hagio-grafa, pudiendo ser precedido de nuevo por Ruth, o Paralipómenos, o Paralipómenos con Ruth (cf. las listas en Ginsburg, “Introducción a la Biblia Hebrea”, Londres, 1897, 7). En la Biblia Griega y en la Vulgata Job está ubicado antes de los Salmos y luego de los libros históricos. Los viejos manuscritos Griegos y Latinos, de todos modos, le asignan las más variadas posiciones; ver, por ejemplo, las listas de Melito de Sardis, y la de Orígenes como las muestra Eusebio, “Hist. Eccle.”, IV, iv, 26, y vi, 25 (en P.G., XX, 398, 582). En la Bi-blia Siríaca Job es ubicado directamente después del Pentateuco y antes de Josué (cf. las listas de Hodius, “De Bibliorum textibus”, Oxford, 1705, 644 ss.; Samuel Berger, "Hist. de la Vulgate", Paris, 1893, 331-39). | + | [[Archivo:JOB.jpg|300px|thumb|left|]][[Archivo:Frisodejob.jpg|300px|thumb|left|]][[Archivo:Grabado job.jpg|300px|thumb|left|]][[Archivo:Tratado de la tribulación.jpg|300px|thumb|left|]][[Archivo:0007 s.jpg|300px|thumb|left|]]En la Biblia Hebrea Salmos, Proverbios y Job siempre están juntos, primero los Salmos, mientras que Job se ubica entre los otros dos o, a veces, como último. Los tres libros forman parte de la Hagiografa (1) (Kethubim), teniendo a veces el primer lugar entre la Hagio-grafa, pudiendo ser precedido de nuevo por Ruth, o Paralipómenos, o Paralipómenos con Ruth (cf. las listas en Ginsburg, “Introducción a la Biblia Hebrea”, Londres, 1897, 7). En la Biblia Griega y en la Vulgata Job está ubicado antes de los Salmos y luego de los libros históricos. Los viejos manuscritos Griegos y Latinos, de todos modos, le asignan las más variadas posiciones; ver, por ejemplo, las listas de Melito de Sardis, y la de Orígenes como las muestra Eusebio, “Hist. Eccle.”, IV, iv, 26, y vi, 25 (en P.G., XX, 398, 582). En la Bi-blia Siríaca Job es ubicado directamente después del Pentateuco y antes de Josué (cf. las listas de Hodius, “De Bibliorum textibus”, Oxford, 1705, 644 ss.; Samuel Berger, "Hist. de la Vulgate", Paris, 1893, 331-39). |
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Última revisión de 07:05 30 nov 2016
Uno de los libros del Viejo Testamento, y el personaje principal del mismo. En este artículo, se trata primordialmente del libro. De todos modos, cuando ocurra oportunamente, y en la medida que sea posible, se considerará a Job en sí mismo. El tema será discutido bajo los siguientes títulos:Contenido
- 1 Ubicación del Libro en el Canon
- 2 Autoridad
- 3 Los personajes del poema
- 4 Contenido
- 5 Disposición de la parte principal, poética del Libro
- 6 Diseño del Libro
- 7 Enseñanza sobre la vida futura
- 8 Integridad del Libro
- 9 Condición del Texto
- 10 Habilidad técnica del autor y patrón rítmico
- 11 Fecha de composición
Ubicación del Libro en el Canon
En la Biblia Hebrea Salmos, Proverbios y Job siempre están juntos, primero los Salmos, mientras que Job se ubica entre los otros dos o, a veces, como último. Los tres libros forman parte de la Hagiografa (1) (Kethubim), teniendo a veces el primer lugar entre la Hagio-grafa, pudiendo ser precedido de nuevo por Ruth, o Paralipómenos, o Paralipómenos con Ruth (cf. las listas en Ginsburg, “Introducción a la Biblia Hebrea”, Londres, 1897, 7). En la Biblia Griega y en la Vulgata Job está ubicado antes de los Salmos y luego de los libros históricos. Los viejos manuscritos Griegos y Latinos, de todos modos, le asignan las más variadas posiciones; ver, por ejemplo, las listas de Melito de Sardis, y la de Orígenes como las muestra Eusebio, “Hist. Eccle.”, IV, iv, 26, y vi, 25 (en P.G., XX, 398, 582). En la Bi-blia Siríaca Job es ubicado directamente después del Pentateuco y antes de Josué (cf. las listas de Hodius, “De Bibliorum textibus”, Oxford, 1705, 644 ss.; Samuel Berger, "Hist. de la Vulgate", Paris, 1893, 331-39).Autoridad
Exactitud Histórica
Muchos miran el contenido completo del libro como una parábola libremente inventada que no es ni histórica ni intenta ser considerada histórica; ningún hombre como Job ha vivido. Los comentadores Católicos, de todos modos, casi sin excepción, sostienen que Job ha existido realmente y que su personalidad ha sido preservada por la tradición popular. Nada en el texto hace necesario dudar de su existencia histórica. Las escrituras aparecen repetidamente para garantizarlo (cf. Ezequiel, xiv, 14; Santiago, v, I 1; Tobías., ii, 12-15, de acuerdo a la Vulgata — en el texto Griego de Tobías no hay mención de Job). Todos los Padres consideran a Job como una persona histórica; algunos de estos testimonios pueden encontrarse en Knabenbauer, “Zu Job” (Paris, 1886), 12 – 13. El Martirologio de la Iglesia Latina menciona a Job el 10 de Mayo, el de la Iglesia Griega el 6 de Mayo (cf. Acta SS.' II, May, 494). El libro de Job, por lo tanto, tiene de hecho un meollo o núcleo de hechos, al cual se han unido muchas adiciones imaginativas que no son estrictamente históricas. Lo relatado por el poeta en el prólogo en prosa y en el epílogo es principalmente histórico: las personas del héroe y sus amigos; la región donde vivió; su buena fortuna y sus virtudes; la gran desventura que le sobrevino y la paciencia con que la soportó; la restauración de su prosperidad. Se debe aceptar que Job y sus amigos discutieron sobre el origen de sus sufrimientos, y mientras lo hacían, se expresaron puntos de vista similares a los que el poeta pone en boca de sus protagonistas. Los detalles de la ejecución, la forma poética, el arte demostrado en el arreglo de los argumentos en la discusión son, de todas formas, la creación libre del autor. Las imágenes que expresan la salud de Job antes y después del juicio están rodeadas de imaginación. También en la narración del infortunio es imposible no reconocer una concepción poética que no necesita ser considerada como estrictamente histórica. La escena en el Cielo (i, 6; ii, 1) está llena de alegoría que muestra que la Providencia de Dios guía el destino del hombre (cf. Santo Tomás, “En Job”). La manifestación de Dios (xxxviii, 1) recibe generalmente una interpretación literaria de los comentadores. De todos modos, Santo Tomás remarca que también puede ser tomada metafóricamente como una revelación interna recibida por Job.
Autoridad Divina del Libro
La Iglesia enseña que el libro fue inspirado por el Espíritu Santo. Por tanto, todo lo que el autor da como hecho histórico o de otro modo garantiza, posee la infalible verdad Divina. Sin embargo, surge la pregunta: ¿Qué garantiza el libro? (a) Todo en el prólogo o epílogo que es comentario del autor es verdad Divina; de todos modos, lo que quizás es ornamentación poética, no debe ser confundido con verdad histórica o con preceptos dogmáticos objetivos. La misma autoridad poseen las expresiones asignadas por el poeta a Dios. Lo mismo son verdaderos los discursos de Eliú. Algunos piensan que los discursos de Eliú deben ser juzgados de la misma manera que los de Job y sus amigos. (b) Los discursos de Job y sus tres amigos no tienen autoridad Divina en sí mismos, sino solo la importancia humana en cuanto a que Job y sus tres amigos son definidos como Personas. Tienen, de todos modos, autoridad Divina cuando, y en cuanto, son aprobados por el autor expresa o tácitamente. En general, esa aprobación tácita debe entenderse para todos los puntos concernientes al acuerdo entre quienes discuten, salvo que el autor, o Dios., o Eliú, muestren desaprobación. Por ello las palabras de Job tiene un alto grado de autoridad Divina, porque los puntos de vista mantenidos contra los tres amigos están claramente caracterizados por el autor como los únicos relativamente correctos. Aun mucho de lo dicho por los tres amigos es de igual importancia, porque es al menos tácitamente aprobado. San Pablo arguye (I Cor., iii, 19) a partir del discurso de Elifaz (Job, v, 13) como de un escrito inspirado. (c) En lugares particulares, especialmente cuando se hacen descripciones de la naturaleza u cuando se refiere a otros temas seculares, se deben observar las precauciones prescriptas por las reglas de la hermenéutica.
Los personajes del poema
Aparte del prologo y el epílogo, el Libro de Job consiste en una sucesión de discursos asignados a distintas personas. Hay seis expositores: Yahveh, Eliú, Job, y los tres amigos de Job, Elifaz, Baldad, y Sofar.
(1) Job
El personaje principal es Job
(a) Nombre
Es llamado “el perseguido”, esto es, aquel tentado por (personificado) el sufrimiento, aquel duramente castigado, que sufre pacientemente. No es posible hoy en día determinar si el nombre original era diferente y posteriormente fue cambiado a la forma expresiva del folklore en vista del destino de Job. Muchos comentaristas no aceptan esta explicación del nombre.
(b) Tiempo en el que Job vivió
De acuerdo a la asunción usual y bien fundada, Job vivió mucho antes que Moisés. Esto se demuestra por la gran edad que alcanzó. No era joven cuando sobrevino su gran infortunio (xii, 12; xxx, 1); luego de su restauración, vivió 140 años más (xlii, 16). Su patrimonio como el de los Patriarcas, consiste especialmente en rebaños y ganados (i, 3; xlii, 12). La kesita o pieza de dinero mencionado en xlii, 11, pertenece al tiempo de los patriarcas; las únicas otra partes donde se nombra esta expresión son Gén, xxxiii, 19, y Jos., xxiv, 32. Los instrumentos musicales a los que se hace referencia (xxi, 12; xxx, 31) solo son aquellos mencionados en el Génesis (Gen iv, 21; xxxi, 27): órgano, arpa y pandereta. Job ofrece él mismo sacrificios como padre de familia (i, 5), como era la costumbre de los Patriarcas. Una ofrenda real por los pecados en el sentido Mosaico no era conocida; el holocausto ocupaba su lugar (i, 5; xlii, 8).
(c) Religión de Job
Job evidentemente no pertenecía al pueblo escogido. Más aún, vivía fuera de Palestina. Tanto él como el resto de los personajes demuestran no conocer las instituciones específicamente israelitas. Aún el nombre de Dios peculiar al pueblo elegido, Yahveh, es evitado cuidadosamente por los relatores en la parte poética del libro, y sólo se encuentra, como accidentalmente, en xii, 9, y de acuerdo con algunos documentos en xxviii, 28. El sacrificio en xlii, 8, recuerda al sacrificio de Balaam (Num., xxiii, 1), por lo tanto, una costumbre fuera de Israel. Para la solución del problema del sufrimiento, nunca se mencionan las revelaciones hechas a los Patriarcas o aun a Moisés. De todas maneras Job y sus amigos veneran al único Dios verdadero. Ellos conocían también el Diluvio (xxii, 16), y al primer hombre (xv, 7, y Hebreos, xxxi 33).
(d) País en que vivía Job
Job pertenece a los “pueblos del Este” (i, 3). Bajo este nombre se incluyen los Árabes (Gen., xxv, 6) y Arameos (Núm, xxxiii, 7) tribus que viven al Este de la cuenca del Jordán y en la región del Éufrates (Gen., xxix, 1). Job parece haber sido Arameo, ya que vivía en la región de Us (i, I; Ausitis). Us, el nombre de un hombre del Génesis, siempre se usa en estrecha conexión con Aram y los Arameos (Gen., x, 23; xxii, 21; xxxvi, 28). Su casa ciertamente estaba cerca de Edom, donde vivía Elifaz, y debe ubicarse en Palestina del Este, no muy lejos al norte, aunque en la región habitada por los Arameos. Está ubicada en el borde del desierto Sirio – Árabe, ya que estaba expuesto a los ataques de los merodeadores, bandas que asolaban a lo largo de este desierto: los Caldeos (i, 17) del bajo Éufrates y los Sabeos (i, 15), o Árabes. Muchos, siguiendo una vieja tradición, ubican la casa de Job en el Auran, en el distrito de Naiwa (o Neve), que está ubicada alrededor de los 36° Este de Greenwich y casi en la misma latitud del extremo Norte del Lago de Genesaret. Es posible esta localización, pero no hay pruebas positivas. Algunos ubican la casa de Job en Idumea, otros en la tierra de Ausitai, quien, de acuerdo con Ptolomeo (Geogr., V, xix, par. 18, 2), vivió en el Norte de Arabia cerca de Babilonia. La tierra de Us es también mencionada en Jer., xxv, 20, y Lam., iv, 21. En la primera referencia se usa en sentido general para todo el Este, y en la última se dice que los Edomitas viven allí.
(e) La situación de Job
Job era uno de los hombres más importantes de esa región (i, 3; xxix, 25) y tenía muchos bienes (xxxi, 39). Esto también es cierto para los amigos que lo visitan; en el Libro de Tobías ellos son llamados “reyes” (Tob., ii, 15, en la Vulgata). En el libro de Job también Job parece ser descrito como un rey con muchos vasallos a su cargo (xxix). Que el tiene hermanos y relaciones se ve en xix y en el epílogo.
(f) Job y Jobab
Un apéndice al Libro de Job en los Setenta identifica a Job con el Rey Jobab de Edom (Gen. xxxvi, 33). Nada en el libro demuestra que Job gobernara Edom; en Hebreo estos dos nombres no tienen nada en común.
(2) Elifaz, Bildad y Sofar
El más importante de los tres amigos de Job es Elifaz de Temán. Su nombre muestra que es un Edomita (Gen., xxxvi, 11, 15). Los Tamanitas de Edom eran famosos por su sabiduría (Jer., xlix, 7; Abd., S; Bar., iii, 22 ss.). Elifaz era uno de estos sabios (xv, 9). Estaba muy entrado en años (xv, 10), y mucho mayor que el anciano Job (xxx, 1). El segundo de los amigos de Job era Baibad el Suhita, quien parecía pertenecer a Arabia del Norte, ya que Sue era un hijo de Abraham por Keturá (Gen., xxv, 2, 6). Debía ser de la misma edad que Job. El tercer amigo, Sofar, estaba probablemente también en Arabia. Los textos Hebreos lo llaman Naamatita. Naama era un pequeño pueblo en el territorio que pertenecía a Judá (Jos., xv, 41), pero Sofar difícilmente viviera allí. Probablemente la lectura preferida sea la de los Setenta que define a Sofar como un Mineano; los mineanos eran una tribu árabe. Sofar era mucho más joven que Job (c.f. la réplica de Job a Sofar, xii, 11 – 12; xiii, 1 – 2).
(3) Elihú
Como Job, Eliú el Buzita era un arameo; al menos eso es indicativo de su país de origen, Buz, ya que Buz estaba estrechamente conectada (Gen., xxii, 21) con Us. Eliú era mucho más joven que Sofar (xxxii, 6)
(4) Oyentes
Además de los relatores hay un gran número de oyentes presentes durante la discusión (xxxiv, 2, 34); algunos mantienen una posición neutral, como al principio Eliú.
Contenido
El Libro de Job consiste en (1) un prólogo en prosa (i – ii), (2) la parte principal, poética (iii – xlii, 6), y (3) un epílogo también en prosa (xlii, 7 – 17).
(1) El prólogo narra como, con el permiso de Dios, un santo hombre Job es probado por Satanás con severas aflicciones, para probar su virtud. Sucesivamente Job soporta seis grandes tentaciones con paciencia heroica, y sin el menor murmullo contra Dios, y sin debilitar su lealtad a Él. Luego, tres amigos de Job, Elifaz, Baldad y Sofat, vienen a consolarlo. Su visita se transforma en la séptima y la mayor de las pruebas.
(2) La división principal del libro, poética, presenta en una sucesión de discursos el curso de las tentaciones. Los tres amigos están absolutamente convencidos que el problema es siempre el resultado de las malas acciones. Ellos consideran a Job, por lo tanto, como un gran pecador y estigmatizan sus aseveraciones de inocencia como hipocresía. Job se siente herido por la sospecha de sus amigos. El protesta que no es seguidor del diablo, que Dios no lo castiga por su deserción. En el curso de su discurso falla en reverenciar a Dios, Quien para él aparece no como injusto, sino más bien como un severo, duro y en cierto modo desconsiderado gobernante y no como un Padre gentil. Teniendo en cuenta que el lenguaje es poético, es cierto que sus expresiones no pueden llevarse muy lejos, pero la filosa reprobación de Eliú (xxxix, 1 – 9, 36 – 37; xxxv, 16) y de Yahveh (xxxviii, 2; xl, 3 – 9) no dejan dudas de su pecado. En respuesta a sus amigos Job enfatiza que Dios está acostumbrado a premiar la virtud y castigar la debilidad (xxvii, 7 – 23; xxxi). Aún amenaza a sus amigos con el juicio de Dios a causa de sus poco amistosas sospechas (vi, 14; xiii, 7-12; xvii, 4; xix, 29). El prueba correctamente, aunque violentamente, que en este mundo la regla tiene muchas excepciones. Casi universalmente, él dice, el malvado triunfa y el inocente sufre (ix, 22 – 24, xxi, xxiv). Aún por todo esto Job, como sus amigos, ven a todos los sufrimientos como castigo por los pecados personales, aunque él no los considera, a diferencia de sus amigos, como castigo de pecados mortales. Job ve al sufrimiento de los rectos como casi una injusta severidad de Dios, que Él inflige por el más leve error, y del cual los hombres más virtuosos no pueden escapar (vii, 21; ix 30-21; X, 6, 13-14). Las expresiones de depresión e irreverencia expresadas por Job son, además, sólo pecados veniales, que los seres humanos, nunca pueden evitar completamente. El mismo Job dice que sus palabras no deben tomarse literalmente, ya que son casi la involuntaria expresión de su dolor (vi, 2 – 10, 26 – 27). Muchas de sus expresiones tienen el carácter de tentaciones de pensamiento que fuerzan en salir casi en contra de su voluntad, más que voluntarias irreverencias hacia Dios, aunque el error de Job sea mayor que el que él quiera reconocer. Por lo tanto, Job supera todas las pruebas triunfalmente, aun aquellas causadas por sus amigos. No importa cuán terrible la persecución de Dios pueda ser, Job se sostiene más firmemente de Él (vi, 8 – 10) y se manifiesta más próximo a Él (xvii, 9). En medio de sus sufrimientos él clama al poder (xxvi, 5 – 14) y la sabiduría de Dios (xxviii). Satanás, quien se vanagloriaba que podía llevar a Job al pecado contra Dios (I, 11; ii, 5), es desacreditado. El epílogo testifica expresamente la fe de Job (xlii, 7 – 9). Luego de mucho discurrir (iii – xxii) Job finalmente triunfa en silenciar a sus tres amigos, aunque él no es capaz de convencerlos de su inocencia. En una serie de monólogos (xxiii – xxxi), interrumpido sólo por un corto discurso de Baldad (xxv) él renueva sus lamentaciones (xxiii – xxiv), exalta la grandeza de Dios (xxvi – xxviii), y cierra con un esforzado llamado al Altísimo a que, examine su caso y reconozca su inocencia (xxix – xxxi). En este punto, Eliú, un joven que formaba parte de los acompañantes que escuchan, es imbuido de Dios con el espíritu de profecía (xxxii, 18 – 22; xxxvi, 2 – 4). En un largo discurso él soluciona el problema del sufrimiento, que Job y sus amigos han fallado en explicar. El dice que el sufrimiento, ya sea leve o severo, no es siempre resultado del pecado; es un medio por el cual Dios prueba y promueve la virtud (xxxvi, 1 – 21), y es por lo tanto una prueba del amor de Dios hacia sus amigos. Los sufrimientos de Job son también este tipo de pruebas (xxxvi, 16 – 21). Al mismo tiempo Eliú enfatiza el hecho que lo que Dios dispensa permanece inexplicable y misterioso (xxxvi, 22; xxxvii, 24). Yahveh habla el final (xxxviii – xlii, 6). Confirma lo dicho por Eliú, llevando los pensamientos últimos de Eliú de la inexplicabilidad de los Decretos y trabajos Divinos mediante una referencia a la maravilla de la naturaleza animada e inanimada. Job es severamente reprendido por su irreverencia; él confiesa rápidamente su culpabilidad y promete enmendarse en el futuro.
(3) En el epílogo Yahveh toma en cuenta enfáticamente la inocencia de su sirviente, esto es libera a Job de haber cometido faltas graves. Los tres amigos son conminados a obtener la intercesión de Job, de otro modo ellos serán severamente castigados por sus críticas no caritativas contra el pío sufriente. Yahveh perdona a los tres ante los ruegos de Yahveh, a quien le restituye el doble de sus anteriores propiedades. En sus conferencias sobre “Babel und Bibel” Delitzsch dice que el Libro de Job expresa dudas, en un lenguaje cercano a la blasfemia, incluso de la existencia de una justicia de Dios. Estos ataques provienen de una visión extrema de expresiones de desaliento. Más aún, la aseveración frecuentemente oída al final, que el libro contiene muchas ideas mitológicas prueba ser mera imaginación.
Disposición de la parte principal, poética del Libro
(1) La parte poética del libro puede ser dividida en dos secciones: caps. iii – xxii y xxiii – xlii, 6. La primera sección consiste en coloquios: los tres amigos, por turno, expresan sus puntos de vista, mientras que a cada discurso Job le hace una réplica. En la segunda sección, los tres amigos están en silencio, por la intervención de Baldad (xxv) que es un pequeño discurso formal así como los breves comentarios de Job (xxxix, 34 – 35 y xlii, 2 – 6). Job, Eliú y Yahveh hablan sucesivamente, y cada uno pronuncia una serie de monólogos. La longitud de ambas secciones es exactamente o casi exactamente la misma, aproximadamente 510 líneas cada una. (cf. Hontheim “Das Buch Job”, Freiburg im Br., 1904, 44). La segunda división comienza con las palabras: “Cierto que hoy es amarga mi queja” (xxiii, 2; A. V.: “pero más grande que ella es mi carga"). Con estas palabras no solo se demuestra que comienza otra sección, sino también que los monólogos no son pronunciados el mismo día como los coloquios. El primer monólogo es evidentemente la apertura de una nueva sección, y no una réplica al discurso previo de Elifaz (xxii).
(2) Los coloquios están divididos en dos series: caps. iii – xiv y xv – xxii. En cada serie Elifaz, Baldad y Sofar hablan por turno en el orden establecido (iv – v, viii, ix y xv, xviii, xx), mientras Job contesta a cada uno de los discursos (vi-vii, ix-x, xii-xiv, xvi-xvii, xix, xxi). Más aun, la primera serie, se abre con el lamento de Job (iii), y la segunda se cierra con el discurso de Elifaz en el cual reprende débilmente a Job (xxii – se sostiene habitualmente que con este capítulo comienza una nueva serie), quien prudentemente deja este punto sin contestar. Cada serie contiene siete discursos. Al comienzo los amigos tratan de convencer a Job de su culpabilidad y de la necesidad y buen resultado de la enmienda. Elifaz apela a la Revelación (iv, 12 – 21), Baldad a la autoridad de los Padres (8 – 10), Sofar al entendimiento o filosofía (xi, 5 – 12). Elifaz pone el peso en la bondad de Dios (v, 9 – 27), Baldad en Su justicia (viii, 2 – 7), Sofar en Su poder de ver todo y en Su sabiduría, para la cual hasta los más secretos pecados de Job son expuestos, aun aquellos que Job mismo casi ha olvidado (xi, 5 – 12). En la segunda serie de discursos los amigos tratan de aterrar a Job: uno después de otro, y casi en la misma forma de acentuarlo, ellos señalan el castigo terri-ble que conllevan los pecados ocultos. Durante la primera serie de discursos la desespera-ción de Job aumenta continuamente, y aun los pensamientos en un futuro no le traen consuelo (xiv, 7 – 22); en la segunda serie el cambio hacia una mejoría ha comenzado, y una vez más Job se siente feliz y esperanzado en el pensamiento de Dios y en la vida futura (xvi, 18 – 22; xix, 23 – 28).
(3) Los monólogos también pueden ser divididos en dos series. El primero incluye los monólogos de Job, en número de siete. Primero Job repite sus lamentos a Dios (xxiii – xxiv), de todos modos, remarca en tres discursos su inalterable devoción a Dios alabando en un brillante discurso el poder (xxvi), la justicia (xxvii), y la sabiduría (xxviii) del Todopoderoso. Finalmente en tres discursos ulteriores plantea su caso frente a Dios, implorando la investigación y reconocimiento de su inocencia: Cuan feliz fui una vez (xxix), cuan infeliz soy ahora (xxx), y no voy a maldecir por este cambio (xxxi). La segunda serie contiene los discursos de Eliú y Yahveh, también en número de siete. En tres discursos Eliú explica los sufrimientos que recaen sobre los hombres. El problema es con frecuencia una instrucción divina, una advertencia de la divinidad para reformarse (xxxii – xxxiii, 30), revelando así la bondad de Dios; frecuentemente es un simple castigo de los malos que quizás no son mejorados por él (xxxiii, 31 – xxxv), revelando así la justicia de Dios.
(4) Finalmente, los problemas pueden sobrepasar al justo como un juicio que purifica y aumenta su virtud (xxxvi – xxxvii), revelando así la incomprensible sabiduría de Dios. Las siguientes cuatro expresiones de Yahveh ilustran lo inescrutable, ya referido por Eliú, sobre la Sabiduría Divina habitando sobre los deseos de la naturaleza inanimada (xxxviii, 1 – 38), del mundo animado (xxxviii, 39 – xxxix), y especialmente en referencia a los grandes monstruos del mundo animal, el hipopótamo y el cocodrilo (xl, 10 – xli). Luego cierra con una reprimenda a Job por expresarse en forma demasiado desesperanzada e irreverente respecto a sus sufrimientos, a lo cual Job confiesa su culpabilidad y promete enmendarse (xxxix, 31 – xl, 9 y xlii, 1 – 6); parecería que xxxix, 31 – xl, 9, debería insertarse luego de xli.
Diseño del Libro
La intención del libro de Job es enseñar. Remarca especialmente que la sabiduría de Dios y su Providencia guían todos los eventos del mundo (cf. xxviii, xxxviii – xii). El tema principal de investigación es el problema del diablo y su relación con Providencia de Dios; se considera especialmente el sufrimiento de los justos referido a alcanzar los fines en el gobierno del mundo. El libro de Job está más bien escrito para edificarnos, pues Job es para nosotros, un ejemplo de paciencia. Es, finalmente, un libro de consuelo para aquellos que sufren. Aprenden de él que el sufrimiento no es unos signos de aborrecimiento, sino frecuentemente una prueba del amor Divino. Para una explicación mística del libro, especialmente de Job como un modelo de Cristo, cf. Knabenbauer, “In Job”, 28 – 32.
Enseñanza sobre la vida futura
En su sufrimiento, Job abandona toda esperanza de restaurar la salud y la buena fortuna en este mundo (xvii, 11 – 16; xxi). Si el continuara sosteniendo la esperanza en la recompensa aquí, Satanás no sería derrotado. En el completo fracaso de todas sus esperanzas en la Tierra, Job dirige su mirada hacia el futuro. En el argumento de la primera serie de discursos, Job en su depresión mira al mundo futuro sólo como el fin de la existencia presente. Más aun, el alma continua viva, pero todas las ataduras con el mundo presente tan querido para nosotros son rotas para siempre. La muerte no solo es el fin de todos los sufrimientos terrenales (ii, 13 – 19), sino también de la vida terrenal (vii, 6 – 10), y de todas las alegrías terrenales (x, 21 – 22), sin ninguna esperanza de retorno a este mundo (xiv, 7 – 22). No es hasta la segunda serie que los pensamientos de Job en la vida futura crecen con mayor esperanza. De todos modos, él espera tan poco como en la primera serie de discursos sobre una recuperación de la vida terrena, aunque espera una mejor vida en el mundo futuro. Tan precozmente como en el capítulo xvi (19 – 22) se fortalecen sus esperanzas en el reconocimiento de sus virtudes en el mundo futuro. Es sin embargo en el cap. xix (23 – 28) donde la esperanza inspirada de Job alcanza sus más grandes alturas y donde expresa su famosa declaración sobre la resurrección del cuerpo. Independientemente de este jubiloso vistazo del futuro, el difícil problema de la vida presente permanece: “Aun para esta vida ¿cómo puede ser tan dura la sabiduría y bondad de Dios hacia Sus sirvientes?”. La solución completa de esto, al menos como era posible y estaba incluida en el plan de este libro, no aparece hasta los discursos de Eliú y de Yahveh. Los críticos han hecho grandes esfuerzos para alterar la interpretación del capítulo xix, y para sacar de él la resurrección del cuerpo; el significado natural de las palabras, el argumento del libro, y la opinión de todos los comentadores previos le quitan aval a estos intentos (cf. comentarios, como los de Knabenbauer, Hontheim, etc.; también el artículo "Eine neue Uebersetzung von Job xix, 25-27" in the "Zeitschrift für kath. Theologie", 1907, 376 ss.) . Ver los comentarios sobre las doctrinas de la sabiduría Divina (xxviii), etc.
Integridad del Libro
Muchos observan al prólogo y al epílogo (i – ii; xlii, 7 sus.) como no pertenecientes al trabajo original. De todos modos, el prólogo es absolutamente esencial. Sin él, los coloquios serían ininteligibles, ni podría el lector conocer el final, ni creer en la aseveración de Job sobre su inocencia o no. Al escuchar las recriminaciones de Eliú y Yahveh, podría estar expuesto al peligro de alinearse en contra de Job. Sin el epílogo el cierre del trabajo no sería satisfactorio, y una evidente humillación de los justos. Para un detallado estudio de esto y de preguntas similares ver Hontheim, op. cit.
(2) Muchos ven también al cap xxvii, 7 – 23, como un agregado ulterior; en este pasaje Job sostiene que los malos sufren en este mundo, mientras en todo el resto del texto él declara o contrario. La respuesta es: Job enseña que Dios está inclinado aun en este mundo a premiar a los buenos de alguna manera y de castigar a los malos. En otros pasajes él no niega esta regla, sino solo dice que pueden existir excepciones. En consecuencia, no hay contradicciones. (Ver arriba, IV (2).) Además, puede concederse que Job no siempre es lógico. Al comienzo, cuando su depresión es extrema, pone mucho énfasis en la prosperidad de los ateos; gradualmente él se recupera y corrige sus tempranos exabruptos extremistas. No todo lo que Job dice es la doctrina del libro. Ver arriba, II (2).
(3) Muchos consideran al cap xxviii como dudoso, ya que no tiene conexión con lo que está antes o con lo siguiente y no está relacionado en modo alguno con el sujeto o el asunto del libro. La respuesta a esto es que el poeta debe demostrar como el sufrimiento de Job no lo separa de Dios, sino que, contra los intentos de Satanás, lo guía a una dependencia más cercana a Dios. En consecuencia, representa a Job, luego de sus lamentos (xxiii – xxv), como glorificando nuevamente a Dios, como en xxvi – xxvii, en el que Job alaba el poder y la rectitud de Dios. La alabanza a Dios llega a un clímax en xxviii, donde Job exulta el poder y la rectitud de Dios. Luego que Job se ha rendido a sí mismo a Dios, puede con entera confianza, en xxix – xxxi, presentar su penosa condición ante Dios para su examen. En consecuencia xxviii está en un lugar apropiado, se conecta perfectamente con lo que lo precede y continúa y armoniza con el sujeto y el tema del libro.
(4) Muchos observan la descripción del hipopótamo y del cocodrilo (xl, 10 – xli) como agregados posteriores, porque ellos pierden contacto con xxxix, 31 – xl, 9, perteneciendo más a la descripción de los animales en xxxix. En respuesta se puede decir que a esta objeción no le faltan fuerzas. Quien esté de acuerdo con el presente escritor en esta opinión solo necesita sostener que xxxix, 31 – xl, 9, sigue originalmente a xli. La dificultad queda entonces resuelta, y no hay más razones para considerar la espléndida descripción de los dos animales como una inserción ulterior.
(5) Hay mucho desacuerdo respecto a los discursos de Eliú (xxxii – xxxvii). Con la excepción de Budde, casi todos los comentaristas Protestantes los ven como una inserción ulterior, mientras que la mayoría de los investigadores católicos los defienden justamente como correspondientes al trabajo original. Los detalles de esta discusión no pueden ser incluidos aquí, y el lector es referido a los comentarios de Budde y Hontheim. Éste último resume sus largas investigaciones en estas palabras: “La sección que contiene los discursos de Eliú ha sido cuidadosamente preparada por el poeta y está estrechamente, y con artística corrección conectada con las secciones previas y ulteriores. Está unida al resto del libro por incontables alusiones y relaciones. Está dominada por las mismas ideas que el resto del poema. Usa el mismo lenguaje y el mismo método de presentación tanto en lo general como en los detalles. Todas las peculiaridades exhibidas por el autor de los discursos argumentados son reproducidas en los correspondientes a Eliú. El contenido de esta parte es la salvación del honor de Job y es esencial como solución del tema de la discusión. En consecuencia no existe razón alguna para asumir que esta es una interpolación; todo está claramente en contra de esto” (Hontheim, op. cit., 20-39. Cf. also Budde, "Beiträge zur Kritik des Buches Hiob", 1876; Knabenbauer, "In Job"). Cualquiera que desee considerar los discursos de Eliú como una adición ulterior debe sostener, de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia, que ellas son inspiradas.
(6) No existe en general ninguna razón para considerar cualquier parte importante del libro ya sea amplia o pequeña como no perteneciente al texto original. Igualmente sin sustento es la suposición que importantes porciones de la composición original estén perdidas.
Condición del Texto
El medio más importante para juzgar el Texto Masorético (2) son las viejas traducciones hechas directamente del Hebreo: el Targum, Peschita, la Vulgata, la Setenta, y las otras traducciones Griegas usadas por Orígenes para suplementar a la Setenta. Con la excepción de la Setenta, el original de todas estas traducciones fue esencialmente idéntico al Texto Masorético; solo pueden demostrarse diferencias poco importantes. Como contraparte, la Setenta en la forma que tiene previa a Orígenes, era de alrededor de cuatrocientas líneas, esto es un quinto más corto que la del Texto Masorético. Orígenes completó lo que faltaba en la Setenta de la traducción Griega y marcó estos suplementos mediante asteriscos. Los copistas habitualmente omiten estas críticas señas, y solo un resto de ellos, mezclado con muchos errores, ha sido preservado en unos pocos manuscritos. En consecuencia el cono-cimiento de las viejas formas de los Setenta es muy imperfecto. Hoy en día, el mejor medio de restaurarlo es la traducción Copto – Sahídica que siguió a la Setenta y que no contiene los suplementos de Orígenes. Esta traducción fue publicada por Ciasca, "Sacrorum Biblio-rum fragments Copto-Sahidica" (2 vols., Rome, 1889), y por Amelineau in "Transactions of the Society of Biblical Archeology", IX (1893), 409-75. Hatch y Bickell sostienen que el texto más corto de la Setenta es en general el más temprano, y en consecuencia que el pre-sente Texto Masorético es una expansión del original más corto. Casi todos los otros inves-tigadores afirman lo opuesto, que la Setenta fue producida acortando el original que tenía mínimas variaciones con el Texto Masorético. Esto fue también el punto de vista de Bickell en años más tempranos, y es el estado real del caso. Para evitar repeticiones y discursivas afirmaciones, los traductores de la Setenta omitieron mucho, especialmente donde la lectura parece dudosa, la traducción difícil, el contenido antropomórfico no meritorio para Job, o de algún modo cuestionable. Al hacer esto la traducción frecuentemente dejaba de lado los principios fundamentales de la poesía hebrea, el paralelismo de las líneas. En resumen el valor crítico de la Setenta no es grande; en casi todas las circunstancias el Texto Masorético debe ser preferido. En conjunto el Texto Masorético ha preservado la forma original del texto consonántico bastante bien, y sólo necesita un moderado número de enmiendas críticas. La puntuación (signos vocales y acentos), es cierto, requiere frecuentes correcciones, ya que los que hicieron las puntuaciones no siempre entendían acabadamente los textos frecuentemente difíciles; a veces, también las palabras no están divididas en forma apropiada.
Habilidad técnica del autor y patrón rítmico
Los Capítulos iii – xlii, 6, son de forma poética. Esta parte del libro consiste en alrededor de 1020 líneas. Los versos, que no siempre corresponden con los versos Masoréticos de nues-tras ediciones, generalmente están divididos en dos oraciones o líneas que son paralelas en su contenido. Existe también un número de versos, alrededor de sesenta, de tres oraciones cada uno, los denominados tripletes. Es una violencia injustificada hacia el texto cuando un crítico remueve una de estas oraciones y transforma estos tripletes en versos pareados. Los versos forman los veintiocho discursos del libro que, como ya dijimos, hacen cuatro series de siete discursos cada uno. Los discursos están divididos, no directamente en líneas, sino en estrofas. Es más probable que los discursos formados frecuentemente por estrofas, quizás sigan siempre la ley de “estructuras corales” descubierta por el Padre Zenner. Esto es, los discursos frecuentemente o quizás siempre consisten en pares de estrofas, divididas por estrofas intermedias no en pares. Las dos estrofas formando un par son paralelas en contenido y cada una tiene el mismo número de líneas. Para una discusión más profunda de este tema ver Hontheim, op. cit. Los investigadores no están de acuerdo como para construir la línea. Algunos cuentan las sílabas, otros solo los acentos, otros las palabras acentuadas. Parece que esta última postura es una de las preferidas. Existen alrededor de 2100 líneas en el libro de Job, que contienen en general tres, a veces dos o cuatro, palabras acentuadas. Además de los comentarios, cf. Gietmann, "Parzival, Faust, Job" (Freiburg im Br., 1887); Baumgartner, "Gesch. d. Weltliteratur", I (Freiburg im Br., 1901), 24 ss. Una peculiaridad del autor de Job es su gusto por jugar con las palabras; por ejemplo, el cap. xxi contiene un doble sentido continuo.
Fecha de composición
Ni el autor del libro es conocido, ni el período en que fue escrito puede ser exactamente determinado. Muchos consideran que el libro es directamente un trabajo de Job o de Moisés. No es seguro, ni se sostiene universalmente que el libro no sea anterior al reino de Salomón. Por otra parte es anterior a Ezequiel (Ezeq., xiv, 1 – 20). Del mismo proviene la natural suposición que éste último obtuvo sus conocimientos de Job a partir del Libro de Job, y no de otras, vagas, fuentes. Se sostiene que se han encontrado alusiones a Job en Isaías, Amós, Lamentaciones, algunos de los Salmos y especialmente Jeremías. Muchos investigadores católicos incluso del tiempo presente asignan al libro al reino de Salomón; la magistral forma poética señala a este brillante período de la poesía Hebrea. Sin embargo, las pruebas no son convincentes. Otros, especialmente los investigadores Protestantes, asignan este trabajo a un período ulterior a Salomón. Sostienen esta posición sobre amplias consideraciones históricas religiosas que no parecen tener demasiada fuerza.
Bibliografía: Bibliografías más completas se encuentran en CORNELY, Introductio in U. T. libros sacros, II (2nd ed., 1897), ii, 71ss., y en los comentarios de DILLMANN and BUDDE, cf. también las varias introducciones a las Escrituras , como GIGOT (1906); TROCHON (1886); KAULEN (4th ed., 1899); CORNELY (2nd ed., Paris, 1897); más aun, los artículos de Job en las enciclopedias Bíblicas y Teológicas. Del amplio número de conen-tarios sobre Job pueden mencionarse los siguientes. Católicos: WELTE (1849); KNABENBAUER (Paris, 1886), HONTHEIM (1904). No-Católicos: DELITZSCH (2nd ed., 1876); DILLMANN (4th ed., 1891); DAVIDSON in Cambridge Bible (1895); BUDDE (1896); DUHM (1897); WIGHT AND HIRSCH, A Com-mentary on the Book of Job from a Hebrew Manuscript in the University Library, Cambridge (1905). Entre los trabajos especiales deben mencionarse a: BICKELL, De indole ac ratione versionis Alexandrinae in inter-pretando libro Jobi (1862); IDEM, Carmina Vet. Test. metrice (18S2); GIETMANN, De re Metrica Hebraeo-rum (1880); VETTER, Die Metrik des Buches Job (1897); BEER, Text des Buches Hiob untersucht (1897); ROGER, Eschatologie des Buches Job (1901); POSSELT, Der Verfasser der Eliúreden (1909).
Fuente Hontheim, Joseph. "Job." The Catholic Encyclopedia. Vol. 8. New York: Robert Appleton Company, 1910. <http://www.newadvent.org/cathen/08413a.htm>.
Traducido por Angel Nadales
Notas del traductor
(1) Hagiógrafa libros de la Biblia escritos por inspiración divina. (2) Texto Masorético proveniente del término masora, palabra hebrea que significa tradición, y designa el conjunto de observaciones textuales y comentarios críticos hechos sobre el A.T. por rabinos judíos. Estos sabios, o masoretas, elaboraron un sistema para marcar las vocales a base de puntos colocados alrededor de las consonantes, establecieron el silabeo de las palabras, y con su trabajo facilitaron la lectura y reproducción del texto hebreo que, por consiguiente se ha llamado texto masorético.
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