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Lunes, 25 de noviembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Jorge, San»

De Enciclopedia Católica

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Última revisión de 01:04 9 ene 2007

Mártir, patrono de Inglaterra, padeció en o cerca de Lydda, también conocida como Diospolis, en Palestina, probablemente antes del tiempo de Constantino. De acuerdo con la muy cuidadosa investigación de toda la cuestión recientemente instituida por el Padre Delehaye, el Bolandista, a la luz de modernas fuentes de información lo afirmado arriba resume todo lo que puede afirmarse con seguridad acerca de San Jorge, a pesar de su temprano culto y renombre preeminente tanto en el Este como en el Oeste (ver Delehaye, "Saints Militaires", 1909, pp.45-76). Anteriores estudios de la materia han estado generalmente basados en el intento de determinar cuál de los variados conjuntos de “Actos” legendarios parecía conservar más indicios de un registro primitivo y auténtico. Delehaye correctamente puntualiza que la más temprana narrativa que nos es conocida, aunque puedan leerse fragmentos de ella en un palimpsesto del siglo quinto, esta llena, más allá de lo creíble, de extravagancia y de increíbles maravillas. Tres veces es Jorge muerto, cortado en pequeños pedazos, enterrado profundamente en la tierra y consumido por el fuego, pero cada vez es resucitado por el poder de Dios. Además de esto, tenemos hombres muertos vueltos a la vida para ser bautizados, conversiones generalizadas, incluyendo la de “la Emperatiz Alexandra”, ejércitos e ídolos destruidos instantáneamente, vigas de madera repentinamente echando hojas, y finalmente leche fluyendo en lugar de sangre de la cabeza cortada del mártir. Hay, es verdad, una forma suavizada de la historia, a la cual el más viejo Bolandista tomó en cierta medida bajo su protección (ver Act. SS., 23 Ap., no. 159). Pero aún ésta abunda tanto en maravillas como en contradicciones históricas, mientras que los críticos modernos, como Amelineau y Delehaye, aunque aproximándose a la cuestión desde muy diferentes puntos de partida, están de acuerdo en pensar que esta versión mitigada ha derivado de la más extravagante mediante un proceso de eliminación y racionalización y no la viceversa. Recordando la inescrupulosa libertad con la cual cualquier historia desenfrenada, aún cuando fuera de origen pagano, era apropiada por los antiguos hagiógrafos para el honor de un santo popular (ver, por ejemplo, el caso de San Procopio como es detallado en Delehaye, “Legends”,c. v) podemos estar bastante seguros en asumir que los Actos de San Jorge, aunque antiguos en fecha y preservados para nosotros (con variaciones interminables) en muchos diferentes idiomas, no proporcionan absolutamente ningún indicio para llegar a la auténtica historia del santo. Esto, sin embargo, de ningún modo implica que el mártir San Jorge nunca existió. Un antiguo culto, volviendo a la muy temprana época y conectada con una localidad definida, constituye en sí mismo un fuerte argumento histórico. Esto es lo que tenemos en el caso de San Jorge. Las narrativas de los antiguos peregrinos, Teodosio, Antonino, y Arculfo, desde los siglos sexto al octavo, todos hablan de Lydda o Dospolis como el asiento de la veneración de San Jorge, y como el lugar de descanso de sus restos (Geyer, “Itinera Hierosol.”,139, 176, 288). La antigua fecha de las devociones al santo es atestiguada por las inscripciones existentes en ruinas de las iglesias en Siria, Mesopotamia, y Egipto y la iglesia de San Jorge en Tesalónica es también considerada por algunas autoridades como perteneciente al siglo cuarto. Más aún, el famoso decreto "De Libris recipiendis", atribuido al Papa Gelasio en 495, da fe que ciertos apócrifos Actos de San Jorge ya existían, pero los incluye entre aquellos santos “cuyos nombres son justamente reverenciados entre los hombres, pero cuyas acciones son sólo conocidas por Dios.

Parece no haber, por lo tanto, terreno para dudar de la existencia histórica de San Jorge, aún cuando no es conmemorado ni en el Hieronymian Martyrologium Sirio ni en el primitivo, pero no se puede depositar fe en los intentos que se han hecho para completar ninguno de los detalles de su historia. Por ejemplo, es ahora generalmente admitido que San Jorge no puede ser identificado con seguridad con el anónimo mártir que es mencionado por Eusebio (Hist. Eccles., VIII, v), quien desbarató el edicto de persecución de Diocleciano en Nicomedia. La versión de la leyenda en la cual Diocleciano aparece como perseguidor no es primitiva. Diocleciano es solamente una forma racionalizada del nombre de Dadiano. Más aún, la conección del nombre del santo con Nicomedia es inconsistente con el temprano culto en Diospolis.

Aún menos puede ser considerado San Jorge, como es sugerido por Gibbon, Veter y otros, un doble legendario del no respetable obispo Jorge de Capadocia, el oponente Ario de San Atanasio. “Este odioso extraño”, dice Gibbon, en un pasaje famoso, “encubriendo toda circunstancia de tiempo y espacio, asumió la máscara de un mártir, un santo, y un héroe Cristiano y el infame Jorge de Capadocia ha sido transformado en el renombrado Jorge de Inglaterra, el patrono de las armas, del la caballería, y de la Liga”. “Pero esta teoría”, dice el Profesor Bury, el último editor de Gibbon, “no tiene nada por decir”. El culto de San Jorge es demasiado antiguo para permitir tal identificación, aunque no es improbable que los Actos apócrifos hayan tomado prestado algunos incidentes de la historia del obispo Ario. Nuevamente, como señala Bury, “la conexión de San Jorge con la leyenda matando al dragón no lo relega a la región del mito, ya que sobre la oposición al fabuloso dragón Cristiano está el matador Teodoro de la Heraclea Británica, podemos poner a Agapito de Synnada y Arsacio, quienes aunque celebrados como matadores de dragones, fueron personas históricas”. El episodio del dragón es en verdad un muy posterior desarrollo, el que no puede ser rastreado más atrás que el siglo doce o trece. Se encuentra en la Leyenda Dorada (Historia Lombárdica de Jacobo de Vorágine) y a esta circunstancia probablemente debe su amplia difusión. Puede haber sido derivada de una alegorización del tirano Diocleciano o Dadiano, quien es a veces llamado como dragón (ho bythios drakon) en el texto más viejo, pero a pesar de las investigaciones de Vetter (Reinbot von Durne, pp.lxxv-cix) el origen de la historia del dragón permanece muy oscura. De cualquier modo la ocurrencia tardía de este desarrollo refuta los intentos hechos para hacerlos derivar de fuentes paganas. Por eso ciertamente no es verdad, como afirma Hartland, que en la persona de Jorge “la Iglesia ha convertido y bautizado al héroe pagano Perseo” (The Legend of Perseus, iii, 38). En el Este, San Jorge (ho megalomartyr), desde un principio ha sido catalogado entre los más grandes de los mártires. En el Oeste también su culto es muy temprano. Aparte del antiguo origen de San Jorge en Velabro en Roma, Clovis (c.512) construyó un monasterio en Baralle en su honor (Kurth, Clovis, II, 177). Arculfo y Adamnan probablemente lo hicieron bien conocido en Bretaña tempranamente en el siglo octavo. Sus Actos fueron traducido en Anglo-Sajón, y las iglesias Inglesas fueron dedicadas a él antes de la Conquista Normanda, por ejemplo una en Doncaster, en 1061. Sin duda las cruzadas aumentaron su popularidad. Guillermo de Malmesbury nos dice que los Santos Jorge y Demetrio, “los mártires caballeros”, fueron vistos asistiendo a los Francos en la batalla de Antioquia, 1098 (Gesta Regué, II, 420). Se conjetura, pero no está probado, que “las armas de San Jorge” (plata, cruz y gules) fueron introducidas alrededor de la época de Ricardo Corazón de León. Lo que es cierto, es que en 1284 en el sello oficial Lyme Regis un barco es representado con una sencilla bandera llevando una cruz. La gran cruz roja de San Jorge sobre un campo blanco continúa aún como la “insignia blanca” de la Armada Británica y es además uno de los elementos que va a hacer la Union Jack. De todos modos, en el siglo catorce, “las armas de San Jorge” se convirtieron en una especie de uniforme para los soldados y marineros Ingleses. Encontramos, por ejemplo, en los registros del guardarropas de 1345-49, en tiempos de la batalla de Crecy, que es hecho un cargo por 86 pequeños pendones de las armas de San Jorge proyectados para el barco del rey, y por otros 800 para los hombres de armas (Archaeologia, XXXI, 119). Un poco después, en las Ordenanzas de Ricardo II para el Ejército que estaba invadiendo Escocia, se ordena a cada hombre a usar “un signo de las armas de San Jorge” tanto adelante como por detrás, mientras se amenaza con pena de muerte a cualquiera de los soldados enemigos “que lleve la misma cruz o símbolo, aún cuando sean prisioneros”. Algo antes que esto Eduardo III había fundado (c. 1347) la Orden de la Liga, una orden de caballería de la cual San Jorge era el principal patrono. La capilla dedicada a San Jorge en el Castillo de Windsor fue construida para ser el santuario oficial de la orden, y como parte de la insignia fue adoptado un botón o una joya con San Jorge matando al dragón. De este modo la cruz de San Jorge se ha ido, de alguna manera, identificando con la idea de la caballería, y aún en días de Isabel, Spenser, al comienzo de su Faerie Queene, nos dice de su Héroe, el Caballero de la Cruz Roja:

Pero en su pecho llevaba una sangrienta Cruz

La querida remembranza de su moribundo Señor

Por cuyo dulce amor esa gloriosa insignia llevábamos

Y la muerte (como la vida) él siempre adoró


Nos es dicho también que el héroe pensó continuamente en infligir venganza:

Sobre su enemigo, un dragón horrible y severo.

Hablando eclesiásticamente, el día de San Jorge, el 23 de Abril, fue ordenado para ser guardado como una festividad menor tan antiguamente como 1222, en el sínodo nacional de Oxford. En 1415, la Constitución del Arzobispo Chichele elevó el día de San Jorge a una de las más grandes fiestas y ordenó que se la observara como el día de Navidad. Durante los siglos diecisiete y dieciocho, el día de San Jorge permaneció como una fiesta de guardar para los Católicos Ingleses. Desde 1778, ha sido conservada, como muchos de estas viejas festividades, como una simple fiesta de devoción, aunque litúrgicamente se ubica como el doble de la primera clase con un octavo.

SAN JORGE Y EL DRAGÓN

La forma más conocida de la leyenda de San Jorge y el Dragón es la hecha popular por la “Legenda Aurea”, y traducida al Inglés por Caxton. De acuerdo con ella, un terrible dragón había destrozado todo el campo alrededor de la ciudad de Libia, llamada Selena, haciendo su guarida en una ciénaga pantanosa. Su aliento causaba pestilencia cada vez que se aproximaba a la ciudad, por lo que la gente le daba al monstruo dos ovejas cada día para satisfacer su hambre, pero, cuando la oveja fallaba, era necesaria una víctima humana y se hacían sorteos para determinar la víctima. En una ocasión el sorteo recayó sobre la pequeña hija del rey. El rey ofreció toda su fortuna para comprar un sustituto, pero el pueblo se había prometido que no serían permitidos sustitutos, y por lo tanto la doncella, vestida como una novia, fue llevada al pantano. Ocurrió que San Jorge cabalgaba por el lugar, y preguntó a la doncella que hacía, pero ella le urgió a dejarla a menos que él también quisiera morir. El buen caballero, sin embargo, se quedó y, cuando apareció el dragón, San Jorge, haciendo la señal de la cruz, bravamente lo atacó y lo atravesó con su lanza. Entonces pidiéndole a la doncella el cordel que llevaba en la cintura (un incidente en la historia que podría tener algo que ver con la elección de San Jorge como patrono de la Orden de la Liga), se lo ató alrededor del cuello al monstruo, y acto seguido la princesa pudo conducirlo como a un cordero. Regresaron entonces a la ciudad, donde San Jorge le ordenó a la gente que no tuviera miedo sino que solamente fueran todos bautizados, tras lo cual cortó la cabeza del dragón y toda la gente del pueblo fue convertida. El rey le habría dado a Jorge la mitad de su reino, pero el santo le respondió que debía seguir cabalgando y le pidió al rey que mientras tanto tuviera buen cuidado de las iglesias de Dios, honrara a los clérigos, y tuviera compasión de los pobres. La primera referencia de tal episodio en el arte puede probablemente ser encontrado en una vieja lápida Romana en Conisborough en Yorkshire, que se considera que data de la primera mitad del siglo doce. Aquí la princesa es representada como ya en las garras del dragón mientras un abad se halla parado al lado y bendice a quien va al rescate.

STEMMER en Kirchenlex., s.v.; DELEHAYE, Les légendes grecques des saints militaires (Paris, 1909), pp.45-76; DELEHAYE, The Legends of the Saints (Eng. tr., Londres, 1907), pp. 190 y 212; STOKES en Dict. Christ. Biog., s.v. Georgius (43); MATZKE, Contributions to the History of St. George en Publications of the Modern Language Association (Baltimore, 902-3), XVII, 464-535 y XVIII, 99-171; GALTIER en el Bulletin del' Institut français d'archéologie orientale (Paris, 1905), IV, 220: HUBER, Zur Georgslegende (Erlangen, 1906); STRZYGOWSKI, Der Koptische Reiterheilige und der heilige Georg (Leipzig, 1902); GORRES, Ritter St. Georg in Zeitschrift f. wiss. Theologie, XVI, pp.454 sqq.; Act SS., 23 Apr.; DILLMANN, Apok. Märtyregeschichten en el Sitzungsberichte de la Berlin Academy, 1887; AMÉLINEAU, Les Actes des Martyrs de l'Eglise Copte (Paris, 1890); GUTSCHMID, Die Sage Vom H. Georg en Berichte de la Saxon Academy, XIII (Leipzig, 1861); ZARNCKE, Passio S. Georgii en Berichte de la Saxon Academy, XXVII (Leipzig, 1875); CLERMONT-GANNEAU, Horus et St. Georges en la Revue Archeologique, nuevas series, XXXII, pp.196-204 y 372-99; ZWIERZINA, Bemerkungen zur Georgius-Legende en Prager deutsche Studien (Praga, 1908), VIII, 1-10; DETLEFSEN en Sitzungsberichte K.K. Acad. (Vienna, 1858), XXVIII, 386-95; VETTER. Der heilige Georg des Reinbot von Durne (Halle, 1896); WALLIS BUDGE, The Martyrdom and Miracles of St. George, the Coptic texts and translation (London, 1888); THURSTON en The Month (Abril, 1892); FRIEDRICH, Der geschichtliche heilige Georg en Vienna Sitxungsberichte, 1889, II, 159-203; VESELOVSKIJ en Sbornik de la St. Petersburg Academy (1881), XXI, 172-89; ARNDT en Berichte de la Academy of Saxony, XXVI, pp.49-70 (Leipzig, 1874); sobre San Jorge en Artes ver especialmente: SCHARF, On a Votive Painting of St. George and the Dragon en Archaelogia, XLIX, pp.243-300 (Londres, 1885); GORDON, St. George Champion of Christendom (Lonres, 1907); BULLEY, St. George for Merrie England (Londres, 1908); sobre la Bandera y Armas de San Jorge: CUMBERLAND, History of the Union Jack (Londres, 1901); GREEN, The Union Jack (Londres, 1903).


HERBERT THURSTON

Transcripto por Michael T. Barrett

Dedicado a su padre Tom Barrett

Traducido por Luis Alberto Alvarez Bianchi