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Jueves, 31 de octubre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Codex Amiatino»

De Enciclopedia Católica

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(Página nueva: <span style="color:#000066"> El más celebrado manuscrito de la Biblia Vulgata Latina, notable como el mejor testigo del verdadero texto de S. Jerónimo y como un estupendo espéci...)
 
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El más celebrado manuscrito de la Biblia Vulgata Latina, notable como el mejor testigo del verdadero texto de S. Jerónimo y como un estupendo espécimen de caligrafía medieval, se guarda ahora en la Biblioteca Laurentina de Florencia. Su símbolo  si está escrito es am o A (Wordsworth). Se conserva en un inmenso tomo  que mide 19 1/4  pulgadas de alto y 13 3/8 de ancho y 7 de grosor – tan impresionante dice Hort, que llena al espectador con un  con una sensación muy parecida a un temor reverencial. Algunos lo consideran, Con White, quizás como “el libro más bello del mundo”, aunque hay varios manuscritos que están tan bellamente escritos y además tienen, como el Libro de Kells o el Libro de Lindisfarne esos exquisitos ornamentos de los que carece al Amiatino. Contiene 1029 hojas de fuerte y suave vellum, que parece fresco hoy, a pesar de su gran antigüedad, arreglado en manos de cuatro hojas. Escrito en caracteres unciales, grandes, claros, regulares y hermosos, dos columnas por página y 43 ó 44 líneas por columna. Con frecuencia se deja un pequeño espacio entre palabras pero en general la escritura es continua. El texto se divide en secciones, que en los Evangelios corresponden a las secciones Ammonianas. No hay signos de puntuación, pero el hábil lector era guiado para entender el sentido por un arreglo estequiométrico, similar a un verso, en coda y commata, que corresponden más o menos a la frase principal y secundarias de una sentencia. Se cree que para hacerlo así, el escriba tomó como modelo la gran Biblia de Casiodoro, pero seguramente se remonta hasta S. Jerónimo. Se ve mejor con un ejemplo:
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QUIA IN POTESTATE ERAT
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SERMO IPSIUS
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ET IN SYNAGOGA ERAT HOMO HABENS
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DAEMONIUM INMUNDUM
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ET EXCLAMAVIT VOCE MAGNA
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DICENS
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SINE QUID NOBIS ET TIBI IHU
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NAZARENE VENISTI PERDERE NOS
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SCIO TE QUI SIS SCS DI
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ET INCREPAVIT ILLI IHS DICENS
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Nótese que la sección "ET IN" y la coda comienzan casi en la misma línea perpendicular, la commata comienza más adentro bajo la tercera o segunda letra y de la misma forma la continuación de dos puntos o coma que corre más allá de una línea sola (ver página facsímil), este arreglo, además de ayudar a entender el texto, daba una apariencia espaciosa, variada y muy artística a la página. La letra inicial de una sección se escribía frecuentemente en tinta de diferente color, así como la primera línea de u
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n libro. Más allá de eso no había ningún otro intento de decorar el texto.
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Se suele decir que el códice (o pandecta) contiene toda la Biblia pero hay que notar que falta el Libro de Baruch, y la Epístola de Jeremías, que normalmente va incorporada a aquel, aquí va añadida al Libro de Jeremías. Además del texto de los libros de la Escritura, contiene el "Prologus Galeatus" de S. Jerónimo y sus prefacios a los libros individuales. Los capítula o resúmenes de los contenidos y en primer cuadernillo de cuatro hojas ciertos materiales que han sido muy discutidos y han resultado muy útiles para seguir la historia del códice, entre ellos versos de dedicatorias, una lista de los libros contenidos en el Codex, un dibujo del Tabernáculo ( primero se creyó que el Templo de Salomón), una división de los libros bíblicos según S. Jerónimo, otro de acuerdo con Hilario y Epifanio y un tercero según Agustín. Parte de la oración de Salomón (1 Reyes 8:22-30) se reproduce al final de Eclesiástico, en un antiguo texto latino. Una inscripción griega al final de levítico, haciendo constar que “el señor Servando preparó” este códice o parte de él, ha contribuido ampliamente a la discusión de su origen.
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La recuperación de la historia del Códice Amiatino, que tiene importantes consecuencias en la historia de la Vulgata misma y del texto de la Biblia, se debió a los trabajos de muchos eruditos y las intuiciones de un hombre de genio, de Rossi. Al principio de la pandecta, como hemos mencionado, hay ciertas dedicatorias en verso, que recogen el regalo del códice al venerable convento de S. Salvador, por un cierto Pedro que era abad en el extremo del  territorio de los lombardos. El texto latino es el que sigue:
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CENOBIUM AD EXIMII MERITO
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VENERABILE SALVATORIS
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QUEM CAPUT ECCLESIAE
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DEDICAT ALTA FIDES
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PETRUS LANGOBARDORUM
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EXTREMIS DE FINIB. ABBAS
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DEVOTI AFFECTUS
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PIGNORA MITTO MEI
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S. Salvador  es el nombre de un monasterio que hay sobre el monte Amiata (de ahí Amiatino) cerca de Siena, donde se guardó este códice desde el siglo noveno hasta 1786, año en el que se llevó a Florencia tras la supresión del monasterio.
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Se suponía naturalmente que el códice era un regalo a esa casa, paro nada se sabía del donante. Bandini, bibliotecario de la Laurentina, a cuyas manos fue a parar el códice, se dio cuenta de que los nombres del donante y del receptor del regalo no pertenecían a la dedicatoria inicial. Escritas por una mano diferente sobre partes de la inscripción original, como mostraban las evidentes señales de haber sido borradas. Las letras itálicas (pero con la raya encima) eran de la segunda mano, mientras que la letra inicial C de la primera línea  y la E en la quinta eran originales. Bandini también se dio cuenta de que cenobium reemplazaba a una palabra más corta y que las cinco últimas letras de salvatoris habían sido escritas en un pergamino que no había sido borrado y por consiguiente  que las diez letras de esta palabra reemplazaba a cinco de la palabra original. El metro fallaba completamente. Encontró la pista para reconstruir las líneas originales en la expresión caput ecclesiae, que pensó que se referían a S. Pedro. Y como en el medievo un título favorito para la Sede Apostólica era culmen apostolicum, reconstruyó la línea de esta manera:
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CULMEN AD EXIMII MERITO VENERABILE PETRI
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La conjetura produjo un verso hexámetro correcto, retenía la C original, aportaba una palabra de longitud apropiada al principio y otra al final, y aportaba un sentido que encajaba perfectamente con las probabilidades del caso. En la quinta línea, en vez de Petrus Langobardorum, Bandini sugirió Servandus latii, por la inscripción sobre Servando mencionada arriba. Se creía que este Servando era  un amigo de S. Benito al que hizo una visita a Monte Casino en 541 y que era abad de un monasterio cerca de la extremidad del Latium.
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Estas conjeturas fueron aceptadas por el mundo de los eruditos. Tischendorf, por ejemplo, 75 años después dijo que Bandini había probado tan bien este caso que no quedaba duda alguna. Y en consecuencia se estableció que el Códice Amiatino, que  databa de la mitad del siglo sexto, era el más antiguo manuscrito de la Vulgata y que fue escrito en el sur de Italia. Algunas protestas se oyeron, como la de Paul de Lagfartde. El había editado la traducción que hizo S. Jerónimo del Psalterio Hebreo, usando libremente para ese fin un códice del siglo nueve. Pensaba, con muy poca imparcialidad, que Amiatino  era “con toda probabilidad” de la misma mano del escriba  de su Psalterio del siglo noveno, escrito “en Reichenau en el lago Constanza”. Pero, para citar a Corssen, fue G. B. de Rossi “ese gran sabio cuya perspicacia que nunca fallaba y su sabiduría descubrieron enseguida el lugar de nacimiento del famoso manuscrito (Academy, 7 Abril, 1888).
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De Rossi siguió a Brandini en su reconstrucción del primer verso, pero pensó que no era probable en realidad que un abad, presentando un libro al papa en Roma, hablara de “los extremos límites del Lacio”, ya que estaban muy cerca de Roma. Anzizni, el bibliotecario de la Laurentina, le dijo que el espacio borrado para dejar un lugar a Petrus Langobardorum era más grande de lo que requería la conjetura de Bandini. De Rossi estaba entonces ocupado en una investigación sobre la antigua historia de la Biblioteca Vaticana y, recordando un pasaje de Beda, adivinó que el nombre perdido era Ceolfridus. Las borraduras irregulares que parecía que se ceñían mucho a las letras, correspondieron perfectamente a esta conjetura. Entonces propuso el verso:
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CEOLFRIDUS BRITONUM EXTREMIS DE FINIB. ABBAS.
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La frase encajaba exactamente con un abad del fin del mundo, lo que se pensaba de Inglaterra por aquel entonces. Y la historia de Ceolfrid hizo aceptables enseguida las conjeturas de Rossi-, especialmente para los eruditos ingleses. Ceolfrid era el discípulo de Benito obispo que fundó los monasterios de Wearmouth y Jarrow en Northumberland a finales del siglo séptimo. Inglaterra, en aquellos días, era la más devota hija de la Santa Sede, y el abad Benito tenía una devoción muy entusiasta. Sus monasterios dependían directamente de Roma a donde viajó  cinco veces durante su vida, trayéndose consigo libros que le regalaba el papa. Ceolfrid que le había acompañado en una de esas visitas, le sucedió en 686 y heredó su gusto por los libros. Beda menciona que había tres pandectas de la traducción de S. Jerónimo, una de la cuales terminó cuando ya era anciano, en 716, para llevarla a la iglesia de S. Pedro de Roma. Murió en el camino, pero su regalo fue entregado al Santo Padre, entonces Gregorio II. Este es el Códice que De Rossi identificó con el Amiatino Esta conjetura fue saludada por todos como un genuino descubrimiento de gran importancia. Sin embargo Berger, puso objeciones a Britonun sugiriendo Anglorum. Y pronto Hort resolvió el asunto más allá de toda duda al hallar la historia de Ceolfrid que viajaba a Roma y llevaba la pandecta inscrita con los versos en una vida anónima de Ceolfrid, que aunque se había publicado dos veces nadie le había puesto atención, pero que había sido la fuente de información de Beda. La Pandecta llevaba inscrita una dedicatoria con los siguientes versos:
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CORPUS AD EXIMII MERITO VENERABILE PETRI
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DEDICAT ECCLESIAE QUEM CAPUT ALTA FIDES
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CEOLFRIDUS, ANGLORUM EXTIMIS DE FINIBUS ABBAS
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Etc. A pesar de las variaciones, no quedaba duda de la identidad, con los versos de la dedicatoria del Amiatino. Corpus era el original, no Culmen, y Anglorum, no Britonum. Las otras diferencias se debían quizás al lapso de memoria, o quizás esta versión puede representar el borrador de la dedicatoria original. El punto de vista de Rossi quedaba así correctamente demostrado. Estableció que Amiatino se originó en Northumberland hacia el principio del siglo octavo, habiendo sido hecho, como afirma Beda, por orden de Ceolfrid. No se deduce sin embargo que el escriba fuera un inglés, ya que la escritura y ciertas peculiaridades  de la ortografía han llevado a varios a pensar que era un italiano. Sabemos que estos dos monasterios habían traído un músico romano para que enseñara a los monjes el canto romano y puede que, para un propósito similar, se hubieran procurado un hábil calígrafo de Italia. La escritura del Amiatino se parece mucho a algunos fragmentos de S. Lucas de un manuscrito de Dirham, también a fragmentos del Nuevo Testamento encuadernados con el Psalterio de Utrecht y al Stonyhurst S. Juan. Estos hechos, junto a la afirmación de Beda de que Ceolfird tenía tres pandectas escritos indican que “había una importante y floreciente escuela de caligrafía en Wearmouth o Jarrow en los siglos siete y ocho de la que hasta hace poco no teníamos conocimiento en absoluto “(White). Esta conclusión se confirma por las peculiaridades en el texto y en algunos de los sumarios.
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El contenido del primer cuadernillo de cuatro hijas de Amiatino coincide tan notablemente con las descripciones del célebre Codex Grandior de Casiodoro que se supone que las hojas fueron transferidas de él físicamente. La conjetura se ha vuelto más creíble por el hecho de este códice fue en verdad visto en Inglaterra por Beda, quizás antes de que Amiatino fuese llevado a Roma. Más aún, los contenidos de nuestro códice se corresponden exactamente con la lista prefijada  que trata de dar los contenidos. Estas razones, sin embargo probarían solamente que el Códice Grandior sirvió sin duda como modelo, mientras que por otra parte se han aducido razones de peso contra la otra atractiva hipótesis ( ver White y De Rossi).
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A pesar de rebajar su edad por un siglo y medio, Amiatino mantiene el primer lugar por la pureza del texto entre los manuscritos de la Vulgata. Su excelencia se explica mejor  sobre la base de que su prototipo era un manuscrito antiguo italiano, quizá uno de los que trajo a Roma el obispo Benito, quizás uno que trajo Adriano, abad de un monasterio cerca de Nápoles cuando en 668 acompañó a Benito y a Teodoro a Inglaterra. Es notable que Amiatino y los otros códices de Nortumbria están más cercanos en el texto a los manuscritos italianos, especialmente del sur de Italia, y a manuscritos que delatan ascendencia italiana. El grupo al que pertenece está muy relacionado con los más estimados de los manuscritos griegos que quedan, alef, B (Ver MANUSCRITOS DE LA BIBLIA; CRITICISMO, BIBLICO, subtítulo Textual). El texto del Antiguo Testamento no tiene igual pureza en todas partes. Berger, por ejemplo, nota la inferioridad de Sabiduría y Eclesiástico y Tischendorf la de Macabeos. El Psalterio no presenta el texto de la Vulgata, sino la traducción hecha del hebreo por S. Jerónimo (cf. PSALTERIO; VULGATA).
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La excelencia del texto Amiatino no es un descubrimiento nuevo. Ya era conocido por los revisores sixtinos de la Vulgata que lo usaban constantemente y lo preferían, en general, a los demás. Gracias a esto se debe el texto comparativamente puro de la Vulgata oficial y la ausencia de tantas corrupciones encontrados en el texto griego recibido, que se apoya, como es sabido, en algunos de los últimos y más imperfectos manuscritos griegos.
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JOHN F. FENLON.
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Transcrito por Sean Hyland.
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Traducido por Pedro Royo.
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Última revisión de 19:11 26 ago 2012

Vea Códice Amiatino