Herramientas personales
En la EC encontrarás artículos autorizados
sobre la fe católica
Sábado, 23 de noviembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Tentación de Cristo»

De Enciclopedia Católica

Saltar a: navegación, buscar
Línea 11: Línea 11:
  
  
Como Adán, Cristo (el segundo Adán) sobrellevó la tentación solo desde lo exterior, ya que su naturaleza humana estaba libre de toda concupiscencia, pero no como Adán, soportó los embates del Tentador, desde todos los puntos, de esa manera proporcionó a todos sus miembros místicos un modelo perfecto de resistencia a su enemigo espiritual, y una fuente permanente de ayuda victoriosa (Heb., iv, 15-16).  
+
[[Archivo:TENTAC~4.JPG|300px|thumb|left|]]Como Adán, Cristo (el segundo Adán) sobrellevó la tentación solo desde lo exterior, ya que su naturaleza humana estaba libre de toda concupiscencia, pero no como Adán, soportó los embates del Tentador, desde todos los puntos, de esa manera proporcionó a todos sus miembros místicos un modelo perfecto de resistencia a su enemigo espiritual, y una fuente permanente de ayuda victoriosa (Heb., iv, 15-16).  
  
 
En nuestros primeros tres Evangelios (Mat., iv, 1-11; Mc, i, 12-13; Lc., iv, 1-13), la narración de la tentación de Cristo está colocada en conexión inmediata con su bautismo, por un lado, y con el inicio de su ministerio público, por el otro. Está clara la razón de ello. Los Sinópticos naturalmente consideran el bautismo de Cristo como la designación de Jesús desde lo alto para que su Obra Mesiánica fuera lograda bajo guía del Espíritu Santo, que le fue otorgada en esta ocasión; y no menos consideran la permanencia de Cristo en el desierto, donde fue tentado, como su inmediata preparación para esa gran obra bajo la guía del mismo Espíritu Santo. Así como nuestros tres Evangelios concuerdan en lo relacionado al tiempo al cual asignan la tentación de Cristo, así también en el adscribir el mismo lugar en donde ocurrió, “el desierto”, por lo cual sin duda quieren decir lo inhabitado de Judea, donde en verdad estaría Jesús, como dice San Marcos: “con bestias”. De San Marcos (i, 13) –con el cual se compara San Lucas iv, 2—aprendemos que Jesucristo fue tentado durante los cuarenta días que pasó en el desierto (cf. San Agustín, “Armonía de los Evangelistas” II, xvi), así que los tres embates que dan en detalle San Mateo y San Lucas son aparentemente los tres asaltos finales de Satán contra Cristo. El primero de estos asaltos está directamente conectado, tanto en San Mateo como en San Lucas, con el ayuno prolongado de Jesús en el desierto. El Tentador sugirió a Jesús que debería utilizar su poder milagroso para aliviar su hambre, convirtiendo en pan las piedras del desierto. Los otros dos embates son dados en orden diferente, San Mateo probablemente en el relacionado al tiempo, y San Lucas en el de lugar. El lugar indicado por la tradición como la cumbre desde la cual Satán ofreció a Jesús el dominio sobre todos los reinos de la tierra, es el “Quarantania”, una cima de piedra en el camino de Jerusalén a Jericó. En lo que respecta el pináculo del Templo, desde el cual el Tentador retó a Jesús que se arrojará de el, no fue lo alto de la Casa de Yahvé, sino probablemente desde el techo del pórtico de Salomón, desde el cual, en fecha posterior, Santiago fue lanzado hacia el suelo (Eusebio, “Hist. Eccl.”, IV, xii).
 
En nuestros primeros tres Evangelios (Mat., iv, 1-11; Mc, i, 12-13; Lc., iv, 1-13), la narración de la tentación de Cristo está colocada en conexión inmediata con su bautismo, por un lado, y con el inicio de su ministerio público, por el otro. Está clara la razón de ello. Los Sinópticos naturalmente consideran el bautismo de Cristo como la designación de Jesús desde lo alto para que su Obra Mesiánica fuera lograda bajo guía del Espíritu Santo, que le fue otorgada en esta ocasión; y no menos consideran la permanencia de Cristo en el desierto, donde fue tentado, como su inmediata preparación para esa gran obra bajo la guía del mismo Espíritu Santo. Así como nuestros tres Evangelios concuerdan en lo relacionado al tiempo al cual asignan la tentación de Cristo, así también en el adscribir el mismo lugar en donde ocurrió, “el desierto”, por lo cual sin duda quieren decir lo inhabitado de Judea, donde en verdad estaría Jesús, como dice San Marcos: “con bestias”. De San Marcos (i, 13) –con el cual se compara San Lucas iv, 2—aprendemos que Jesucristo fue tentado durante los cuarenta días que pasó en el desierto (cf. San Agustín, “Armonía de los Evangelistas” II, xvi), así que los tres embates que dan en detalle San Mateo y San Lucas son aparentemente los tres asaltos finales de Satán contra Cristo. El primero de estos asaltos está directamente conectado, tanto en San Mateo como en San Lucas, con el ayuno prolongado de Jesús en el desierto. El Tentador sugirió a Jesús que debería utilizar su poder milagroso para aliviar su hambre, convirtiendo en pan las piedras del desierto. Los otros dos embates son dados en orden diferente, San Mateo probablemente en el relacionado al tiempo, y San Lucas en el de lugar. El lugar indicado por la tradición como la cumbre desde la cual Satán ofreció a Jesús el dominio sobre todos los reinos de la tierra, es el “Quarantania”, una cima de piedra en el camino de Jerusalén a Jericó. En lo que respecta el pináculo del Templo, desde el cual el Tentador retó a Jesús que se arrojará de el, no fue lo alto de la Casa de Yahvé, sino probablemente desde el techo del pórtico de Salomón, desde el cual, en fecha posterior, Santiago fue lanzado hacia el suelo (Eusebio, “Hist. Eccl.”, IV, xii).

Revisión de 21:17 23 ene 2012

TENTAC~1.JPG

En la traducción Católica de la Biblia, la palabra “tentación” se utiliza con varios sentidos, siendo los principales los siguientes: · El acto de probar (Deut., iv, 34; Tob., ii, 12; Luc., xxii, 28; etc.); · Incitación al mal (Mat.., xxvi, 41; I Cor., x, 13; etc.); · El estar siendo tentado (Mat., vi, 13; Luc., iv, 13; etc.); · Aquello que tienta o incita al mal (Sant., i, 12; II Pedro., ii, 9; etc.); · El nombre de un lugar (Ex., xvii, 7; Deut., vi, 16; etc.)


Tentacion3.jpg
Tomado en un sentido desfavorable, como denotando incitación al mal, la tentación no puede ser referida a Dios o a Cristo, asi que cuando leemos en Gen. xxii, 1, por ejemplo, “Dios tentó a Abraham”, y en Juan, vi, 6, "Hoc autem dicebat tentans eum", literalmente: “Esto lo dijo para tentarlo (Jesús a Felipe)”, las expresiones deben tomarse en el sentido de prueba. De acuerdo a Santiago (i, 12 ss), la fuente natural de las tentaciones del hombre es la concupiscencia, o esa disposición al mal que es el resultado de la caída de Adán., la cual permanece en la naturaleza humana después de la regeneración por el bautismo, y aún cuando el alma esta en estado de gracia santificante (cf Rom., viii, 1). La concupiscencia se vuelve pecaminosa solo cuando libremente se cede a ella; cuando se resiste a ella con el auxilio de Dios, es ocasión de mérito. Junto con la concupiscencia interna, y criaturas externas, que pueden ser la ocasión de pecado (I Jn ii, 15 ss), la causa principal de la tentación es Satanás, “el tentador” (Mat., iv, 3), inclinado hacia la ruina eterna del hombre (Ef., vi, 10 ss). En el Padre Nuestro, la cláusula “No nos dejes caer en tentación” es una petición humilde y confiada por la ayuda de Dios para que nos haga capaces de sobreponernos a la tentación cuando su Providencia Paternal permita que experimentemos las fuertes atracciones del mal. El hacer oración y estar en guardia, con las principales armas contra la tentación (Mc., xiv, 38, etc.). Dios no permite que el hombre sea tentado más allá de su fuerza (I Cor., x, 13).


TENTAC~4.JPG
Como Adán, Cristo (el segundo Adán) sobrellevó la tentación solo desde lo exterior, ya que su naturaleza humana estaba libre de toda concupiscencia, pero no como Adán, soportó los embates del Tentador, desde todos los puntos, de esa manera proporcionó a todos sus miembros místicos un modelo perfecto de resistencia a su enemigo espiritual, y una fuente permanente de ayuda victoriosa (Heb., iv, 15-16).

En nuestros primeros tres Evangelios (Mat., iv, 1-11; Mc, i, 12-13; Lc., iv, 1-13), la narración de la tentación de Cristo está colocada en conexión inmediata con su bautismo, por un lado, y con el inicio de su ministerio público, por el otro. Está clara la razón de ello. Los Sinópticos naturalmente consideran el bautismo de Cristo como la designación de Jesús desde lo alto para que su Obra Mesiánica fuera lograda bajo guía del Espíritu Santo, que le fue otorgada en esta ocasión; y no menos consideran la permanencia de Cristo en el desierto, donde fue tentado, como su inmediata preparación para esa gran obra bajo la guía del mismo Espíritu Santo. Así como nuestros tres Evangelios concuerdan en lo relacionado al tiempo al cual asignan la tentación de Cristo, así también en el adscribir el mismo lugar en donde ocurrió, “el desierto”, por lo cual sin duda quieren decir lo inhabitado de Judea, donde en verdad estaría Jesús, como dice San Marcos: “con bestias”. De San Marcos (i, 13) –con el cual se compara San Lucas iv, 2—aprendemos que Jesucristo fue tentado durante los cuarenta días que pasó en el desierto (cf. San Agustín, “Armonía de los Evangelistas” II, xvi), así que los tres embates que dan en detalle San Mateo y San Lucas son aparentemente los tres asaltos finales de Satán contra Cristo. El primero de estos asaltos está directamente conectado, tanto en San Mateo como en San Lucas, con el ayuno prolongado de Jesús en el desierto. El Tentador sugirió a Jesús que debería utilizar su poder milagroso para aliviar su hambre, convirtiendo en pan las piedras del desierto. Los otros dos embates son dados en orden diferente, San Mateo probablemente en el relacionado al tiempo, y San Lucas en el de lugar. El lugar indicado por la tradición como la cumbre desde la cual Satán ofreció a Jesús el dominio sobre todos los reinos de la tierra, es el “Quarantania”, una cima de piedra en el camino de Jerusalén a Jericó. En lo que respecta el pináculo del Templo, desde el cual el Tentador retó a Jesús que se arrojará de el, no fue lo alto de la Casa de Yahvé, sino probablemente desde el techo del pórtico de Salomón, desde el cual, en fecha posterior, Santiago fue lanzado hacia el suelo (Eusebio, “Hist. Eccl.”, IV, xii).


De acuerdo a San Lucas (iv, 13), después de haber expuesto a Cristo a toda clase de tentaciones –de las cuales la importancia Mesiánica es indudable—Satán se retiró, esperando una oportunidad favorable como la que siguió al ayuno prolongado de Cristo en el desierto. El conflicto posterior al que se alude no es otro que al de la Pasión de Cristo (cf Luc., xxii, 53; Jn., xiv, 30). El auxilio de ángeles a Jesús, en conexión con sus tentaciones, se menciona en Marcos, i, 13. El modo exacto de aparición de Satán a Jesús no se declara por los Evangelistas. A pesar de las dificultades aconsejadas, principalmente por estudiosos no-Católicos, contra el carácter histórico de las tres tentaciones de Jesús, como están registradas por San Mateo y San Lucas, está claro que estos escritores sagrados intentaron describir un aproximarse visible y actual de Satán, el hacer una crónica de un cambio actual de lugares, etc., y que la mirada tradicional, que mantiene la naturaleza objetiva de las tentaciones de Cristo, es la única que cumple todos los requerimientos de la narrativa del Evangelio.


(Los Autores Católicos se marcan con un asterisco). Vida de Cristo: *CABODEVILLA BAC 1964); *CIGOI (Klagenfurt, 1896-1905); *DIDON (tr. Nueva York, 1891); EDERSHEIM (Nueva York, 1884); FARRAR (Londres, 1874); *FORNARI (Roma, 1901); *FOUARD (tr. Nueva York, 1891); GEIKIE (Nueva York, 1886); *GRIMM (Ratisbon, 1876); HOLTZMANN (tr. Londres, 1904); KEIM (tr. Londres, 1876-83) *LE CAMUS (tr. Nueva York, 1906-08); NEANDER (tr. Londres, 1871); PRESSENSÉ (Paris, 1884); ROBINS0N (Londres, 1898); *SCHEGG (Freiburg, 1875); *SEPPAND *HANEBERG (Ratisbon, 1898-1902); *SHEEN F.J. (tr Barcelona 1959) WEISS (tr. Edinburgo, 1883-4); Para Commentarios vea bibliografias bajo MATEO, EVANTELIO DE SAN; MARCOS, EVANGELIO DE SAN; LUCAS, EVANGELIO DE SAN. Para el análisis literario de los relatos Sinópticos de la tentación de Cristo, ver New York Review, Oct.-Nov., 1905


FRANCIS E. GIGOT Transcribed by Douglas J. Potter (traducido por Claudio Blanco)

Traducido al español por Minerva Anguiano González Dedicado al Sagrado Corazón De Jesús