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Martes, 19 de marzo de 2024

Sábana Santa y Magisterio de los Papas

De Enciclopedia Católica

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Introducción

El poder descubrir la relación que tiene una enorme sábana de más de cuatro metros de largo con los últimos episodios de la vida de nuestro Señor Jesucristo es una tarea realmente fascinante.

Esta es la misma fascinación que tuvo Juan Pablo II quien nos compartió: «cada vez que se tiene la posibilidad de contemplarla, se queda profundamente impresionado. Esto me sucedió también a mí. En efecto, recuerdo con viva emoción mis visitas: la primera, pocas semanas antes de mi elección a la Sede de Pedro; la segunda, durante mi visita a Turín en 1980; y la tercera, con motivo de mi peregrinación, en mayo de 1998, después del grave incendio que estuvo a punto de dañarla seriamente. Cada una de esas ocasiones constituyó una profunda experiencia de gracia. En efecto, en el Hombre de la Sábana Santa, el amor infinito de Dios habla al corazón de todo hombre» . Queremos mediante este breve artículo poder dar algunas luces para poder aproximarnos de manera adecuada a este Santo Lienzo que se encuentra actualmente en la Catedral de Turín.

Aclarando algunos términos

La primera consideración que debemos de hacernos es aclarar brevemente la diferencia entre reliquia e icono. «Reliquia», etimológicamente hablando, significa “restos”, referidos al cuerpo humano o a parte de los mismos. En un sentido más amplio se llaman reliquias también a los objetos que han estado en contacto con una persona con fama de santidad. La Iglesia, desde sus orígenes, ha venerado las reliquias, primero la de los mártires, luego también la de los santos confesores.

La consideración de que, los objetos procedentes del contacto con el sepulcro de los santos eran otras tantas reliquias, facilitó de manera extraordinaria su multiplicación y la difusión de su culto. El culto de la reliquia, previa autorización de las autoridades eclesiásticas, se llama relativo, en cuanto se honra la reliquia por la relación que ha tenido con la persona del beato o del santo y, finalmente, con Dios.

Indudablemente a la Iglesia le preocupó de sobremanera cómo y con qué fin se utilizaban las reliquias. Claramente leemos en el IV Concilio de Letrán (1215): «Como quiera que frecuentemente se ha censurado la religión cristiana por el hecho de que algunos exponen a la venta las reliquias de los Santos y las muestran a cada paso, para que en adelante no se la censure, estatuimos por el presente decreto que las antiguas reliquias en modo alguno se muestren fuera de su cápsula ni se expongan a la venta. En cuanto a las nuevamente encontradas, nadie ose venerarlas públicamente, si no hubieren sido antes aprobadas por autoridad del Romano Pontífice» .

Por otro lado la palabra «Icono» proviene del griego eikon que significa imagen histórica. No es casualidad que la cultura griega indicó este término a un “retrato”, es decir, al rostro real, concreto e histórico de una persona. Después de la controversia iconoclasta, a la que puso fin el segundo concilio de Nicea (787), el icono ha pasado a ser considerado como un medio adecuado para expresar nuestra veneración al Dios Salvador. «Porque cuanto con más frecuencia son contemplados por medio de su representación en la imagen, tanto más se mueven los que éstas miran al recuerdo y deseo de los originales y a tributarles el saludo y adoración de honor, no ciertamente la latría verdadera que según nuestra fe sólo conviene a la naturaleza divina; sino que como se hace con la figura de la preciosa y vivificante cruz, con los evangelios y con los demás objetos sagrados de culto, se las honre con la ofrenda de incienso y de luces, como fue piadosa costumbre de los antiguos. “Porque el honor de la imagen, se dirige al original”, y el que adora una imagen, adora a la persona en ella representada» . Recordemos que el año 726, Leon III, el Isaurico, había prohibido el culto a las imágenes en la llamada «guerra de los iconoclastas». A pesar de la condena que sufre en el Concilio de Nicea, la paz no llega sino hasta el 843 cuando la emperatriz Teodora restaura definitivamente el culto a las imágenes y comienza la búsqueda de las que habían sobrevivido a la destrucción, sobre todo de los «archeiropitae» .

Magisterio Pontificio del siglo XX

Aclarados los términos en cuestión, veamos cómo se han aproximado a la Sábana Santa de Turín los últimos pontífices. El Papa Pío XI, Achille Ratti, el 21 de marzo de 1934, el día de la presentación oficial de las fotografías de la Sábana Santa realizadas por Guiseppe Enrie en 1931, decía: «Vale más esta fotografía que cualquier estudio». El 5 de septiembre de 1936, dirigiéndose a una peregrinación de jóvenes de la Acción católica a los que se les entregó una estampa con el Sagrado Rostro que aparece en la Sábana Santa, decía: «Proviene de aquel objeto aún misterioso, pero ciertamente no hecho por mano humana, como puede decirse ya demostrado, que es la Santa Síndone de Turín. Decíamos que es misterioso, porque todavía es mucho el misterio que envuelve este Lienzo sagrado, objeto sagrado cual quizás ningún otro en la tierra; más, según todo lo que hoy día consta del modo más positivo, dejando a un lado toda idea preconcebida de fe y piedad cristiana, seguramente que no es en modo alguno obra del hombre» .

Mientras se celebraba el Congreso Internacional de Sindonología de 1950, Pío XII, dirigió a los participantes un mensaje de bendición en el que llamaba a la Sábana Santa «extraordinario vestigio de la Pasión del Divino Redentor» y encomendaba «que se procurase una veneración universal de tan importante reliquia». En el radiomensaje dirigido por ocasión del Congreso Eucarístico Nacional de 1936, el Santo Padre se refirió a Turín como «la ciudad del Santísimo Sacramento que custodia como precioso tesoro la Santa Síndone, que muestra a nuestra conmoción y confortación la imagen del cuerpo exánime y del rostro abatido de Jesús».

El Papa Bueno, el beato Juan XXIII, el 16 de febrero de 1956, ante los Cultores de la Santa Síndone, que le presentaban una documentación fotográfica de la reliquia, exclamó varias veces: “Digitus Dei est hic” (¡El dedo de Dios está aquí!).

Celebrando una Santa Misa en la basílica de San Pedro, 4 de junio de 1967, el Papa Pablo VI decía: «Todos los artistas se han medido a traducir, en los colores y en las formas, el rostro divino de Jesús, y no hemos quedado satisfechos. Quizás la sola imagen de la Santa Síndone nos da algo del misterio de esta figura humana y divina, un admirable documento de la pasión, muerte y resurrección de Cristo escrito en caracteres de sangre».

Fue, ante millones de televidentes de toda Europa en un excepcional mensaje transmitido el 22 de noviembre de 1973 por Eurovisión con el motivo de la primera Ostensión para la prensa y la televisión, que el mismo Pablo VI dijo: «¡Fortuna inmensa la nuestra, si esta verdadera y superviviente efigie de la Santa Síndone nos permite contemplar el diseño auténtico de la adorable figura física de Nuestro Señor Jesucristo, que en verdad viene a calmar nuestra avidez – hoy tan ardorosa - de poder conocerle también visiblemente! ¿Estamos acaso también nosotros, como los viajeros del camino de Emaús, con los ojos tan nublados que no reconocieron a Jesús resucitado en el peregrino que les acompañaba?...El Rostro de Cristo, allí representado, se nos presenta tan verdadero, tan profundo, tan humano y divino, como en ninguna otra imagen podemos admirar y venerar...Cualquiera que sea el juicio histórico y científico que exigentes estudiosos llegarán a manifestar sobre esta sorprendente y misteriosa reliquia, no podemos eximirnos de hacer votos para que esta reliquia sirva para conducir a los visitantes no sólo hacia una absorta observación sensible de las líneas exteriores y mortales de la maravillosa figura del Salvador, sino que pueda además introducirlos a una más penetrante visión de su escondido y fascinante misterio» .

El Papa Juan Pablo II nos ha dejado hermosas palabras en sus diversas visitas pastorales a la ciudad de Turín. Al arribar a Turín, en su primer viaje el 13 de abril de 1980, ante la puerta del santuario de la Consolata y ante las autoridades italianas, el Santo Padre pronunció su primer discurso programático. En él, después de lo saludos protocolares, hace referencia a su visita personal cuando regresaba del Cónclave de 1978: «Cuando a principio de septiembre de 1978 vine a Turín, como peregrino, deseoso de venerar la Sábana Santa, insigne reliquia, ligada al misterio de nuestra redención, no podía, sin duda, prever, inmediatamente después de la elección de mi amado predecesor Juan Pablo I, que habría de volver, a menos de dos años de distancia con otras responsabilidades y en otro marco» .

En la homilía en la misa solemne, en el atrio de la Catedral de Turín, se referirá una vez más a la Sábana Santa diciendo que: «Por lo demás, no podría ser de otra manera (refiriendo a los testigos de la resurrección) en la ciudad que custodia una reliquia única y misteriosa, como la Sábana Santa, testigo singularísimo – si aceptamos los argumentos de tantos científicos – de la Pascua: de la pasión, de la muerte y de la resurrección. ¡Testigo mudo pero a la vez sorprendentemente elocuente!» .

Una semana después, en la invocación mariana del Regina Coeli, dirigido en Roma el 20 de abril de 1980, evocará su visita a la ciudad de Turín en los siguientes términos: «Y también la catedral de Turín: lugar donde se encuentra, desde hace siglos, la Sábana Santa, la reliquia más espléndida de la pasión y de la resurrección» .

Pasados dieciocho años y con motivo del 500 aniversario de la consagración de la Catedral de Turín, del primer centenario de la Ostensión de 1898 y del aniversario de la primera fotografía que contribuyó de modo determinante al inicio de las investigaciones científicas sobre la Sábana Santa; se realizó en 1998 una Ostensión pública. Por este motivo el Papa Juan Pablo II nuevamente emprende un viaje pastoral a la arquidiócesis de Turín. En su visita, el Santo Padre, se va a referir reiteradas veces al Santo Lienzo, siendo el punto más importante su discurso durante la celebración de la liturgia de la Palabra en la catedral de Turín ante la Sábana Santa.

En la mañana, durante la misa de beatificación de tres siervos de Dios en la plaza Vittorio Veneto se refiere por dos veces a la Sábana Santa. «Se trata de una perspectiva que nos permite comprender mejor el mensaje de la Sábana Santa, icono conmovedor de la pasión de Cristo. Doy gracias al Señor porque me ha dado la oportunidad de volver a Turín para contemplar esta tarde, una vez más, este extraordinario testimonio de los sufrimientos de Cristo... ¡La Sábana Santa! ¡Qué elocuente mensaje de sufrimiento y amor, de muerte y vida inmortal! Nos permite comprender las condiciones a través de las cuales quiso pasar Jesús antes de subir al cielo. Este preciosísimo lienzo, con su elocuencia dramática, nos ofrece el mensaje más significativo para nuestra vida: la fuente de toda existencia cristiana es la redención que nos consiguió el Salvador, que asumió nuestra condición humana, sufrió, murió y resucitó por nosotros. La Sábana Santa nos habla de todo esto. Es un testimonio único» .

El mismo día, por la tarde, el Santo Padre va a la catedral de Turín a venerar la Sábana Santa. Primero adoró el Santísimo Sacramento permaneciendo en oración un momento, en la capilla de la Natividad. Luego ora en silencio ante la Sábana Santa y seguidamente preside una Liturgia de la Palabra. Su mensaje, en esta ocasión, es considerado el texto más esclarecedor e importante sobre la Sabana Santa. En él se va a referir a la Sabana Santa de manera directa, diciendo lo que es, o de manera descriptiva, destacando lo que representa y el mensaje que ella nos transmite. Comienza su discurso refiriéndose al «precioso lienzo que nos ayuda a comprender mejor el misterio del amor que nos tiene el Hijo de Dios » ya que es una «imagen conmovedora de un dolor indescriptible» . Por este don el Santo Padre agradece al Altísimo. Para el Santo Padre es el «espejo del Evangelio » ya que el lienzo «tiene una relación tan profunda con cuanto narran los evangelios sobre la pasión y muerte de Jesús» y «así, la Sábana Santa constituye un signo verdaderamente singular que remite a Jesús» . En la parte final de su discurso se va a referir a la Sábana Santa como «icono del Cristo abandonado en la condición dramática y solemne de la muerte» y termina diciendo que «la Sábana santa nos presenta a Jesús en el momento de su máxima impotencia, y nos recuerda que en la anulación de esa muerte está la salvación del mundo entero» .

En el marco del año jubilar del 2000, ha pedido explícito del Santo Padre, se realiza una ostensión extraordinaria de la Sabana Santa entre el 12 de agosto y el 22 de octubre. Dirigiéndose a un grupo de peregrinos jubilares de la diócesis de Turín el Santo Padre nos dirá:« Pienso con íntima emoción en mi visita a Turín y en los momentos que pasé ante la Sábana Santa, que en este Año santo ha sido expuesta de nuevo a la devoción de los fieles. En este misterioso espejo del Evangelio cada uno puede descubrir el sentido de su sufrimiento como participación en el de Cristo, fuente de salvación para la humanidad entera» .

El jueves 19 de abril del 2005, el Cardenal Joseph Ratzinger fue elegido Papa tomando el nombre de Benedicto XVI. El Papa reinante siempre ha tenido una especial deferencia hacia la Sábana Santa, hacienda mención de ella en el Via Crucis el 25 de Marzo del 2005. En la décima primera estación, cuando el Señor es atravesado por los clavos nos dice: «La Sábana Santa de Turín nos permite hacernos una idea de la increíble crueldad de este procedimiento». En una bella reflexión teológica para el Encuentro de Rimini el año 2002 nos dice: «Él que es la Belleza en sí mismo a dejado que golpeen su rostro, Él ha dejado que sea golpeado y coronado de espinas. La Sábana Santa de Turín nos permite imaginar todo ello de una manera muy especial. Pero, justamente en ese desfigurado rostro la autentica Belleza resplandece: La belleza del amor que ama “hasta el extremo” y que, de esta manera, se revela de manera más fuerte que la falsedad y la violencia».

Conclusiones

Ciertamente, tras este breve recorrido podemos sacar algunas conclusiones: la Sábana Santa de Turín ha sido reconocida, en diversas oportunidades y ocasiones, por el Magisterio Pontificio ordinario de «reliquia», es decir que, de alguna forma, perteneció o que estuvo en contacto directo con nuestro Señor Jesucristo. Esto ha sido no sólo reconocido expresamente en diversas oportunidades sino que, actualmente, se le venera de manera explícita como tal a través de una memoria litúrgica el 4 de mayo.

Sin embargo recordemos que la Sabana Santa de Turín no es un dato de fe y que nuestra fe se basa en la resurrección de nuestro Señor Jesucristo que tienen como fundamento el testimonio histórico y seguro de quienes vieron a Jesús crucificado y sepultado y luego lo vieron resucitado en su mismo cuerpo glorioso.

La Sabana Santa, entonces, debe de ser vista como una ayuda en nuestro camino de fe y de amor y por lo tanto conserva su enorme valor de objeto de culto y de veneración ya que ella, como objeto histórico, nos proporciona datos que nos ayudan a entender mejor cómo fue una crucifixión del siglo I y por lo tanto a descubrir el inmenso dolor y sufrimiento de nuestro Redentor por cada uno de nosotros. Podemos aplicar el adagio de San Agustín de: «creo para comprender y comprendo para creer mejor» .


Rafael Guillermo de la Piedra Seminario.

[1] Sábana Santa: Respuestas a un enigma

Selección José Gálvez Krüger