Papa Pío II
De Enciclopedia Católica
(Enea Silvio de' Piccolomini)
Papa nacido en Corsignano, cerca de Siena, el 18 de octubre de 1405; elegido el 19 de agosto de 1458; y fallecido en Ancona el 14 de agosto de 1464. Fue el mayor de los dieciocho hijos de Silvio de' Piccolomini y Vittoria Forteguerra. Aunque de noble cuna, las estrechas circunstancias lo obligaron a ayudar a su padre en el cultivo de las tierras que la familia poseía en Corsignano. Posteriormente, él daría a esta villa la clasificación de pueblo y la convertiría en residencia episcopal dándole el nombre de Pienza (Pius). A la edad de dieciocho, y después de recibir algo de instrucción elemental por parte de un sacerdote, entró a la Universidad de Siena. Allí se entregó al estudio diligente y al libre disfrute de los placeres sensuales. En 1425, la prédica de san Bernardino de Siena encendió en él el deseo de abrazar la vida monástica, pero fue disuadido por sus amigos. Atraído por la fama del célebre Filelfo, poco después pasó dos años estudiando a los clásicos y poesía en Florencia. Regresó a Siena apremiado por sus familiares, para dedicarse al estudio de la jurisprudencia. Al pasar por Siena, camino al Concilio de Basilea (q.v.), Domenico Capranica, el obispo de Fermo, lo invitó a acompañarlo como secretario. Obispo y secretario llegaron a su destino en 1432, y se unieron a la oposición contra el Papa Eugenio IV.
Sin embargo, Piccolomini pronto dejó al indigente Capranica por un empleo más remunerativo con Nicodemo della Scala, obispo de Freising, Bartolomeo, obispo de Novara, y el cardenal Albergati. Acompañó a este último en varios viajes, especialmente al Congreso de Arras, donde en 1435 se discutió la paz entre Borgoña y Francia. En el mismo año, su patrón lo mandó a Escocia en una misión secreta. El viaje fue muy tempestuoso y Piccolomini prometió que si salía vivo caminaría descalzo desde el puerto de llegada hasta el santuario de Nuestra Señora más próximo. Desembarcó en Dunbar y, a raíz de su peregrinaje de 16 kilómetros a través de hielo y nieve hasta el santuario de Whitekirk, contrajo la gota, enfermedad que sufrió durante el resto de su vida. Aunque a su regresó de Escocia el cardenal Albergati ya no estaba en Basilea, decidió permanecer en la ciudad, y a su cultura humanística y talento como orador debió varios nombramientos para importantes puestos en el concilio. Continuó apoyando a la oposición contra Eugenio IV, y se relacionó principalmente con un pequeño círculo de amigos que veneraban la antigüedad clásica y vivían vidas disolutas. El hecho de que se abandonaba libremente a sus pasiones es evidente no sólo por el nacimiento de dos hijos ilegítimos (uno en Escocia y otro en Estrasburgo), sino por la manera en que se gloriaba de sus propios desórdenes. La poca moralidad de la época puede explicar parcialmente su licenciosa conducta, aunque no la justifica. Sin embargo, aun no se había ordenado sacerdote, y evitó hasta donde pudo el estado eclesiástico debido a la obligación de continencia que éste impone. Incluso el aliciente de convertirse en uno de los electores del sucesor de Eugenio IV, destituido ilegalmente, no fue suficiente para vencer su renuencia; en lugar de recibir el diaconado prefirió rechazar el honor conferido.
Entonces fue nombrado maestro de ceremonias del cónclave que eligió a Amadeus de Savoy para el papado. También perteneció a la delegación que en 1439 escoltaría al recién electo antipapa a Basilea. Éste se hizo llamar Félix V y escogió a Piccolomini como secretario. Sin embargo, la clarividencia de Eneas, pronto le hizo comprender que la posición del partido cismático llegaría a ser insostenible, y sacó provecho de su presencia como emisario del concilio en la Dieta de Francfort en 1442, para cambiar de señor nuevamente. Sus logros literarios llamaron la atención de Federico III, quien lo nombró poeta imperial y le ofreció un puesto a su servicio, gustosamente aceptado. El 11 de noviembre de 1442, Eneas salió de Basilea hacia Viena, donde asumió en enero del siguiente año las responsabilidades de secretario en la chancillería imperial. Olvidando gradualmente su actitud de partidario de Félix V, finalmente se convirtió, con el canciller imperial Schlick, de cuyo favor gozaba, en partidario de Eugenio IV. Su reconciliación formal con dicho papa tuvo lugar en 1445, cuando fue a Roma en una misión oficial. Primero fue absuelto de la censura en que había incurrido como partidario del Concilio de Basilea y oficial del antipapa. De la mano con este cambio de alianza personal vino una transformación de su sentido moral y en marzo de 1446 fue ordenado vicediácono en Viena. El mismo año tuvo éxito en desintegrar la Liga de Electores, igualmente peligrosa para Eugenio IV y Federico III, y poco después una delegación, de la cual él era miembro, presentó ante el papa la sumisión condicional de casi toda Alemania. En 1447 fue nombrado obispo de Trieste; el siguiente año jugó un papel muy importante en la conclusión del Concordato de Viena; y en 1450 recibió el obispado de Siena. Sin embargo, continuó hasta 1455 al servicio de Federico III, quien frecuentemente recurría a la habilidad diplomática de Eneas. En 1451 apareció en Bohemia a la cabeza de la embajada real, y en 1452 acompañó a Federico a Roma para la coronación imperial. Fue designado cardenal el 18 de diciembre de 1456, por Calixto III, a quien sucedió como Papa.
La idea central de su pontificado fue la liberación de Europa de la dominación turca. Con este fin convocó, al inicio de su papado, a todos los príncipes cristianos a un congreso el 1 de junio de 1459. Poco después de su partida a Mantua, donde estuvo para dirigir personalmente las deliberaciones de la asamblea, emitió una bula para instituir una nueva orden religiosa de caballeros. Llevarían el nombre de Nuestra Señora de Belén y tendrían su cuartel general en la Isla de Lemnos. La historia permanece en silencio respecto a la existencia de esta fundación, y probablemente la orden nunca se organizó. Debido a la escasa asistencia a Mantua fue necesario postergar la inauguración de las sesiones hasta el 26 de septiembre de 1459. Incluso entonces hubo pocos delegados, y las deliberaciones pronto revelaron el hecho de que sería difícil lograr la cooperación de los estados cristianos para emprender la lucha contra los turcos. Venecia usaba tácticas dilatorias y poco sinceras; Francia no prometía nada porque el papa había preferido a Ferrante de Aragón para el trono de Nápoles en lugar del pretendiente de la casa de Anjou. Entre los delegados alemanes, Gregorio de Heimburgo (q.v.) mostró una actitud ostentosamente irrespetuosa hacia Pío II; sin embargo, el país finalmente estuvo de acuerdo en levantar en armas a 32,000 hombres de infantería y 10,000 de caballería. No obstante la promesa nunca se cumplió, y aunque el congreso decretó una guerra de tres años contra los turcos, falló en su objetivo debido a que no se logró ningún resultado práctico. Era evidente que el papado ya no tenía la aceptación y respeto de ninguno de los poderes. Esto quedaría aun más patente por el hecho de que en la víspera de su partida de Mantua, Pío II emitió la bula "Execrabilis", en la cual condenaba cualquier apelación a las decisiones papales (18 de enero de 1460).
Durante el congreso había estallado una guerra en el sur de Italia por la posesión del reino de Nápoles. El papa siguió apoyando a Ferrante contra el postulante angevino; actitud adversa a los intereses eclesiásticos en Francia, donde el objetivo de Pío II era anular la Pragmática Sanción de Bourges. De hecho Luis XI suprimió dicho instrumento al ascender al trono en 1461; pero este éxito del papa fue más aparente que real. Debido a que no se cumplieron las expectativas de apoyo que Luis tenía para el sur de Italia, y a la oposición que la supresión de la sanción había provocado en Francia, su relación con la Iglesia cambió consecuentemente, e incluso se emitieron decretos reales que tenían como objetivo revivir las libertades galicanas. En Alemania, Federico III mostró buena disposición de cumplir las obligaciones asumidas en Mantua, pero algunas dificultades en el interior y en el extranjero lo imposibilitaron. Sin embargo, entre Pío II y el Duque Segismundo de Tirol surgió un conflicto fuerte con respecto al obispado de Brixen (q.v.). Igualmente, la negativa del arzobispo de Maguncia, Diether de Isenburg (q.v.), de acatar el decreto papal, condujo a la lucha civil. Finalmente, Diether fue vencido y sustituido por Adolfo de Nassau. En Bohemia los problemas fueron más difíciles; el husismo se extendía rápidamente en todo el reino gobernado por el astuto George Podiebrad, un rey aparentemente desprovisto de convicciones religiosas. Al rendir un juramento secreto durante su coronación, prometió profesar la fe católica y restaurar en su reino la unión con Roma en lo referente a ritual y culto. Esto era equivalente a renunciar al "Pacto de Basilea", el cual, bajo ciertas condiciones, posteriormente no observadas por los bohemios, les había concedido la celebración de la comunión con las dos especies, entre otros privilegios. El papa, engañado durante algún tiempo por las protestas hacia la fidelidad real, utilizó su influencia para aliar nuevamente a la ciudad católica de Breslau con el rey; pero en 1461, para impulsar sus fantasiosos planes de engrandecimiento político, Podiebrad prometió a sus súbditos seguir apoyando el pacto. En 1462, cuando su largamente anunciada embajada apareció en Roma, su propósito no era sólo rendir pleitesía al papa, sino también obtener la confirmación de ese pacto. En lugar de acceder a esa petición, Pío II retiró las concesiones dadas por el pacto de Basilea. Continuó negociando con el rey, pero murió antes de llegar a un acuerdo.
El predominio de dicha discordia en la cristiandad dejó muy pocas esperanzas de organizar una oposición armada contra los turcos. Como habían circulado rumores de que el sultán dudaba del islamismo, el papa intentó convertirlo a la fe cristiana. Sin embargo, en vano le dirigió una carta en 1461, donde le expuso lo que en su opinión eran los reclamos de la cristiandad. Posiblemente el fastuoso traslado de la cabeza de san Andrés a Roma también fue un infructuoso intento de reavivar el entusiasmo por las cruzadas. Como último recurso, Pío II se empeñó en despertar el entusiasmo de los apáticos príncipes cristianos colocándose a la cabeza de los cruzados. Aunque estaba gravemente enfermo, salió de Roma hacia el este, pero murió en Ancona, el lugar de reunión de las tropas cristianas.
Las opiniones con respecto a la vida de Pío II han sido muy divergentes. Aunque no se puede negar que poseía diversos talentos y una cultura superior, los motivos de sus frecuentes cambios de alianza, las causas de la radical transformación de sus opiniones, las influencias ejercidas sobre él por el ambiente que marcaba su suerte, son demasiados factores cuyo peso es extremadamente difícil de calcular con justicia y precisión. Durante el período inicial de su vida, su conducta y escritos fueron frívolos e inmorales, como los de muchos humanistas. Sus ideas y forma de vida fueron más serias después de su ordenación. Aun así, como papa no estuvo suficientemente libre de nepotismo, pero en lo demás sirvió bien a los intereses de la Iglesia. No sólo se preocupó constantemente por la paz de los cristianos contra el islamismo, sino que también instituyó una comisión para reformar el tribunal romano, emprendió un esfuerzo formal para restaurar la disciplina monástica, y defendió la doctrina de la Iglesia contra los escritos de Reginald Peacock, el anterior obispo de Chichester. Se retractó de los errores contenidos en sus primeros escritos mediante una bula, cuya esencia era "Rechacen a Eneas, acójanse pronto a Pío". Santa Catalina de Siena fue canonizada durante su pontificado.
A pesar de los muchos asuntos que debía atender como papa, encontró tiempo para continuar su actividad literaria. Durante este período escribió parcial o totalmente dos de sus obras importantes: su descripción geográfica y etnográfica de Asia y Europa; y sus "Memorias", la única autobiografía que nos ha dejado un Papa. El título de esta obra es "Pii II Commentarii rerum memorabilium, quae temporibus suis contigerunt". Anteriormente había escrito "Eurialus and Lucretia" y la recientemente descubierta comedia "Chrysis", así como las siguientes obras históricas: "Libellus dialogorum de generalis concilii auctoritate et gestis Basileensium"; "Commentarius de rebus Basileae gestis"; "Historia rerum Frederici III imperatoris"; "Historia Bohemica". En 1551 y 1571 se publicaron en Basilea colecciones incompletas de sus obras. Actualmente está por publicarse la importante edición Wolkan de sus cartas.
CAMPANUS, Vita Pii II in MURATORI, Rer. Ital. script., III, ii, 967-92; PLATINA, Lives of the Popes, tr. RYCAUT, ed. BENHAM (3 vols., Londres, 1888); WOLKAN, Der Briefwechsel des Eneas Silvius Piccolomini in Fontes rerum Austriacarum (Viena, 1909-); VOIGT, Enea Silvio de' Piccolomini als Papst Pius II und sein Zeitalter (Berlín, 1856-63); CREIGHTON, History of the Papacy, III (nueva ed., Nueva York, 1903), 202-358; WEISS, Aeneas Silvius Piccolomini als Papst Pius II (Graz, 1897); PASTOR, History of the Popes (Londres, 1891-94); BOULTING, Aeneas Silvius (Pius II), Orator, Man of Letters, Statesman, and Pope (Londres, 1908); The Cambridge Modern History, I; The Renaissance (Nueva York, 1909), en varias partes.
N.A. WEBER
Transcrito por Herman F. Holbrook Traducido por Leonardo Molina D.
Ubi Petrus, ibi Ecclesia