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Jueves, 25 de abril de 2024

Vocación

De Enciclopedia Católica

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La vocación eclesiástica o religiosa es el don de aquellos que, en la Iglesia de Dios, siguen con una intención pura la profesión eclesiástica o los consejos evangélicos. Los elementos de esta vocación son todas las ayudas interiores y exteriores, la gracia eficaz, que dan lugar a la adopción de la resolución, y todas las gracias que produce la perseverancia meritoria. Por lo general esta vocación se revela como el resultado de la deliberación de acuerdo a los principios de la razón y la fe; en casos extraordinarios, por luz sobrenatural tan abundantemente derramada sobre el alma como para hacer innecesaria la deliberación.

Hay dos señales de la vocación: la negativa, la ausencia de impedimentos, y la otra positiva, una firme resolución con la ayuda de Dios de servirle en el estado eclesiástico o religioso. Si Dios le deja libertad de elección a la persona que llama, no le deja ninguna a aquéllos cuyo deber es aconsejar; aquellos directores espirituales o confesores que atienden a la ligera un asunto de tanta importancia, o no contestan según el espíritu de Cristo y la Iglesia, incurren en una grave responsabilidad. Es su deber también descubrir el germen de una vocación, y desarrollarlo mediante la formación del carácter y el fomento de la generosidad de la voluntad.

Estas normas son suficientes para una decisión de seguir los consejos evangélicos, ya que pueden ser practicadas incluso en el mundo. Pero la naturaleza del estado eclesiástico y la constitución positiva del estado religioso requieren algunas reflexiones adicionales. A diferencia de la observancia de los consejos evangélicos, el estado eclesiástico existe sobre todo por el bien de la sociedad religiosa, y la Iglesia ha dado al estado religioso una organización corporativa. Los que pertenecen a una orden religiosa no sólo siguen los consejos evangélicos por sí mismos, sino que son aceptados por la Iglesia, más o menos oficialmente, para representar en la sociedad religiosa la práctica de las reglas de la perfección, y ofrecerlo a Dios como una parte del culto público. (Vea vida religiosa, votos). De esto se deduce que la profesión eclesiástica no es tan accesible para todos como el estado religioso; que para entrar al estado religioso en la actualidad, se requieren condiciones de salud, de carácter, y a veces de educación que no son demandados por los consejos evangélicos tomados en sí mismos; y que, tanto para el estado religioso como para el eclesiástico, es necesaria la admisión por una autoridad legal.

En la actualidad, es necesario que concurran dos voluntades antes de que una persona pueda entrar al estado religioso; siempre ha sido necesario que concurran dos voluntades antes de que una persona pueda entrar a las filas del clero. El Concilio de Trento pronuncia un anatema sobre una persona que represente como ministro legítimo del Evangelio y los Sacramentos a cualquiera que no haya sido ordenado regularmente y comisionado por la autoridad eclesiástica y canónica (Ses. XXIII, III, IV, VII). Una vocación a la que muchas personas llaman exterior, viene así a ser añadida a la vocación interior, y esta vocación exterior se define como la admisión de un candidato en debida forma por la autoridad competente.

En cuanto al candidato se refiere, la cuestión de la vocación misma ponerse en estos términos: ¿Estás haciendo una cosa que es agradable a Dios en el ofrecimiento de sí mismo en el seminario o noviciado? Y la respuesta depende de los datos anteriores: sí, si tu intención es honesta, y si tu fuerza es suficiente para el trabajo. Otra pregunta se le puede hacer al candidato al sacerdocio: ¿si haces bien en desear ser sacerdote, o harías mejor en convertirte en religioso? Es de notar que el candidato al sacerdocio ya debería tener las virtudes requeridas por su estado, mientras que la esperanza de adquirirlas es suficiente para el candidato a la vida religiosa.

La pregunta que debe hacerse el ordinario de una diócesis o el superior de una comunidad religiosa es: Considerando el interés general de la orden o la diócesis, ¿es correcto que yo acepte a este o ese candidato? Y aunque el candidato haya hecho bien en ofrecerse a sí mismo, la contestación puede ser en la negativa. Pues Dios a menudo sugiere planes que no requiere o desea que se lleven a cabo, aun cuando esté preparando la recompensa que le concederá a la intención y al juicio. La negativa del ordinario o superior les impide a los candidatos entrar en las listas de los clérigos o religiosos. De ahí que se puede decir que su aprobación completa la vocación divina. Por otra parte, en esta vida una persona a menudo entra en vínculos indisolubles que Dios desea ver respetados después del hecho. Queda, pues, para el hombre que se ha puesto bajo tal obligación de acomodarse al estado en el que Dios, quien le dará la ayuda de su gracia, ahora desea que persevere. Esta es la enseñanza explícita de San Ignacio en sus "Ejercicios Espirituales": Respecto a esta voluntad presente de Dios, se puede decir, por lo menos de los sacerdotes que no obtienen una dispensa, que las ordenación les confiere una vocación. Sin embargo, esto no implica que hayan hecho bien en ofrecerse para la ordenación.

Esto parece darnos base para la verdadera solución a las recientes controversias sobre el tema de la vocación.

Dos puntos han resultado temas de controversia en la consideración de la vocación al estado eclesiástico: ¿cómo la Divina Providencia da a conocer sus decretos a los hombres? ¿Cómo la Providencia reconcilia sus decretos con la libertad de la acción humana en la elección de un estado de vida? Casiano explica muy claramente los distintos tipos de vocación a la vida monástica, en su "Collatio, III: De tribus abrenuntiationibus", III, IV, V (PL, XLIX, 560 a 64). Los Padres de los siglos IV y V inculcan fuertemente la práctica de la virginidad, e intentan dar respuesta el texto: "Quien pueda entender, que entienda” (Evangelio según San Mateo | Mt.]] 19.12), lo que parece limitar la aplicación del consejo. San Benito admitió niños pequeños presentados por sus padres a su orden; y el axioma canónico Monachum aut paterna devotio aut propia professio facit (c. 3, XX, q. 1), "Un hombre se convierte en un monje, ya sea por consagración de los padres o por profesión personal ", un axioma que fue recibido en la Iglesia Latina desde el siglo VI hasta el XI, muestra hasta qué punto la vida religiosa se consideró abierta y recomendable como una regla para todos.

Una carta de San Gregorio el Grande y otra de San Bernardo insisten en los peligros a que se exponen aquellos que han decidido abrazar la vida religiosa y todavía permanecen en el mundo. Santo Tomás no trata sobre la necesidad de una llamada especial para abrazar el sacerdocio o la vida monástica, pero la realidad de una llamada divina a estados de vida más altos es claramente expresada en el siglo XVI, notablemente en los “Ejercicios Espirituales” de San Ignacio. Francisco Suárez elaboró una teoría completa de la vocación (De religione, tr. VII, IV, VIII). Independientemente de un progreso natural que aporta nuevos elementos a la discusión, dos causas se combinaron para aumentar la controversia sobre este punto, a saber, el abuso de las vocaciones forzadas, y un misticismo que está estrechamente relacionado con el jansenismo. En otros tiempos era costumbre que las familias nobles colocaran a sus hijos más jóvenes en el seminario o algún monasterio sin considerar los gustos o las calificaciones de los candidatos, y no es difícil ver cuán desastroso fue este tipo de reclutamiento para la vida sacerdotal y religiosa. Comenzó una reacción contra este abuso, y se esperaba que los jóvenes, en lugar de seguir la elección de sus padres, una opción a menudo dictada por consideraciones de orden puramente humano, esperaran una llamada especial de Dios antes de entrar al seminario o al claustro.

Al mismo tiempo, un semi quietismo en Francia llevó a la gente a creer que un hombre debía aplazar su acción hasta que fuese consciente de un especial impulso divino, una especie de mensaje divino que le revelara lo que debía hacer. Si una persona, con el fin de practicar la virtud, estaba obligada a hacer un examen interno de sí mismo a cada momento, ¿cuánto más necesario escuchar la voz de Dios antes de entrar en la senda sublime del sacerdocio o la vida monástica? Se supone que Dios hablaría por una atracción, que era peligroso anticipar: y así surgió la famosa teoría que identificaba la vocación con una atracción divina; sin atracción no hay vocación; con atracción había una vocación que era, por así decirlo, obligatoria, pues había mucho peligro en la desobediencia. Aunque teóricamente libre, la elección de un estado era prácticamente necesaria: "Aquellos que no son llamados", dice Scavini (Theol. moral., 14a ed., I, I, n. 473), "no pueden entrar al estado religioso: los que son llamados deben entrar en él, o si no cuál sería el uso de la llamada? " Otros autores, como Gury (II, n. 148-50), después de haber declarado que es una falta grave entrar al estado religioso estando consciente de no haber sido llamado, se corrigen solos de una manera notable al añadir, "a menos que tengan una resolución firme de cumplir con los deberes de su estado ".


Bibliografía: La opinion defendida en este artículo es corroborada por la decision favorable de la Comisión de Cardenales (10 de junio de 1912), nombrada para examinar la obra del Canónigo Joseph Lahitton, La vocation sacerdotale (París, 1909); la decisión de los cardenales ha sido completamente aprobada por el Papa. SLATER, Manual of Moral Theology (Nueva York, 1909); BERTHIER, una mission de La Salette, ha establecido una regla similar a la del antedicho libro, Des états de la vie chrétienne et de la vocation d'après les Docteurs de l'Église et les théologiens (4th ed., París, 1897); Eng. tr. Christian Life and Vocation (Nueva York, 1879); DAMANET, Choice of a State of Life (Dublín, 1880). Como un caso de excesiva severidad vea HABERT, Theol. dogmat. et mor.: De sacramento ordinis, Pt. 3, 1, sec. 2. Artículos a favor de la vocación por atracción han aparecido en la Revue pratique et apologétique, X; see loc. cit., XII, 558, para la lista de pueblicaciones en respuesta a LAHITTON.

Fuente: Vermeersch, Arthur. "Ecclesiastical and Religious Vocation." The Catholic Encyclopedia. Vol. 15. New York: Robert Appleton Company, 1912.

<http://www.newadvent.org/cathen/15498a.htm>.

Está siendo traducido por L H M.