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Viernes, 29 de marzo de 2024

Visiones y apariciones

De Enciclopedia Católica

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Este artículo tratará, no con las visiones naturales, sino con las sobrenaturales, es decir, visiones debidas a la intervención directa de un poder superior al hombre. El cardenal Bona (De discret. Spir., XV, n. 2) distingue entre visiones y apariciones. Hay una “aparición” cuando no sabemos si la figura que vemos se relaciona con un ser real; una “visión” cuando la relacionamos con un ser real. Al igual que la mayoría de los místicos consideraremos estos términos como sinónimos.

Tres tipos de visiones

Desde San Agustín (De gen. ad litt., 1. XII, VII, n. 16) los escritores místicos han concurrido en dividir las visiones en corpóreas, imaginativas e intelectuales.

Visiones corpóreas

La visión corpórea es una manifestación sobrenatural de un objeto a los ojos del cuerpo. Puede realizarse de dos maneras: o bien una figura realmente presente golpea la retina y allí determina el fenómeno físico de la visión, o un agente superior al hombre modifica directamente el órgano de la vista y produce en el compuesto una sensación equivalente a la producida por un objeto externo. Según las autoridades la primera es la forma habitual; corresponde a la creencia invencible del vidente, por ejemplo, Bernardita en Lourdes; implica un mínimo de intervención milagrosa si la visión es prolongada o si es común a varias personas. Pero la presencia de una figura externa puede entenderse de dos maneras. A veces se presentará la propia substancia del ser o la persona; otras veces será simplemente una apariencia consistente en una cierta disposición de los rayos luminosos. Lo primero puede ser cierto para personas vivas e incluso, parecería, de los nuevos cuerpos gloriosos de Cristo y María, los cuales por el eminentemente probable fenómeno de bilocación pueden hacerse presentes al hombre sin dejar su morada de gloria. La segunda se realiza en la aparición corpórea de los muertos no resucitados o de los espíritus puros.

Visiones imaginativas

La visión imaginativa es la representación sensible de un objeto sólo por la acción de la imaginación, sin la ayuda del órgano de la vista. A veces el sujeto es consciente de que el objeto existe sólo en su imaginación, que es una imagen puramente reproducida o compuesta. A veces la proyecta invenciblemente afuera, lo cual es el caso de la alucinación sobrenatural. En la visión imaginativa natural la imaginación es movida a la acción únicamente por un agente natural, la voluntad del sujeto, una fuerza interna o externa; pero en la visión imaginativa sobrenatural un agente superior al hombre actúa directamente ya sea en la imaginación misma o en ciertas fuerzas calculadas para estimular la imaginación. La señal de que estas imágenes vienen de Dios se encuentra, aparte de su viveza particular, en las luces y gracias de santidad sincera que las acompañan, y en el hecho de que el sujeto es incapaz de definir o fijar los elementos de la visión. Estos esfuerzos a menudo resultan en el cese o la limitación de la visión. Las apariciones imaginativas por lo general son de corta duración, ya sea porque el organismo humano es incapaz de soportar por un largo tiempo la violencia que se le hace, o porque las visiones imaginativas pronto dan lugar a las visiones intelectuales. Este tipo de visiones se presentan con mayor frecuencia durante el sueño, como fueron los sueños de Faraón y Nabucodonosor (Génesis 41, Daniel 2). El cardenal Bona da varias razones de conveniencia para esta frecuencia: durante el sueño el alma está menos dividida por la multiplicidad de pensamientos, es más pasiva, más inclinada a aceptar, y menos inclinada a la controversia, en el silencio de los sentidos las imágenes hacen una impresión más vívida.

A menudo es difícil decidir si la visión es corpórea o imaginativa. Sin duda, es corpórea (o extrínseca) si produce efectos externos, tales como las marcas de quemado dejadas en un objeto por el paso del diablo. Es imaginativa si, por ejemplo, la imagen persiste después de que uno ha cerrado los ojos, o si no hay rastros de los efectos externos que debió haber producido, por ejemplo, cuando una bola de fuego aparece sobre la cabeza de una persona sin lastimarla. El momento más propicio para estas visiones es el estado de éxtasis, cuando el ejercicio de los sentidos externos se suspende. Sin embargo, aunque la cuestión se ha debatido entre los místicos, parece que también pueden producirse fuera de ese estado. Esta es la opinión de Álvarez de Paz (De grad. contemp., 1., V, art. III, CII, t. 6) y del Papa Benedicto XIV (De servorum Dei beatif., 1. III, c. I, n. 1).

La visión imaginativa puede ser representativa o simbólica. Es representativa cuando presenta una imagen del mismo objeto que va a dar a conocer. Tal debió ser la aparición a Santa Juana de Arco, a Santa Catalina y a Santa Margarita, si no fue (lo cual es más probable) una visión luminosa. Es simbólica cuando indica el objeto por medio de un signo, tal como la aparición de una escalera a Jacob, la aparición del sol, la luna y las estrellas al patriarca José, como lo fueron también numerosas visiones proféticas.

Visiones intelectuales

Visiones de demonios

Evocación de los muertos y espiritismo

En 1 Samuel 28 dice que Saúl, cuando fue derrotado por los filisteos, fue donde la bruja de Endor y le pidió que le trajera el espíritu de Samuel, y el espíritu salió de la tirra y le reveló a Saúl que Dios estaba enojado con él porque había perdonado a Amalec. Numerosos cultos paganos practicaban la evocación de los muertos; los magos la practicaban en la Edad Media, y en los tiempos modernos los mediums o espiritistas se han tomado la tarea de comunicarse con las almas de los muertos o con espíritus encarnados (vea espiritismo). La Iglesia Católica en varias ocasiones ha condenado la práctica del magnetismo y el espiritismo, en la medida en que esta prática evoca a los muertos y puede llamar a la acción espíritus malvados. Pero nunca ha declarado que cada operación nos pone en relación real con los espíritus de los muertos o un espíritu malo. Las principales condenas son las del Santo Oficio, 4 de agosto de 1856; 21 de abril de 1841; 30 de marzo de 1898. (Vea también Acta Concil. Baltim., II (Col. Lac., III, 406)


Fuente: Roure, Lucien. "Visions and Apparitions." The Catholic Encyclopedia. Vol. 15. New York: Robert Appleton Company, 1912. <http://www.newadvent.org/cathen/15477a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina. rc