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Jueves, 25 de abril de 2024

Diferencia entre revisiones de «Vino del altar»

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El vino es uno de los dos elementos absolutamente [[necesidad|necesarios]] para el [[sacrificio]] de la [[Eucaristía]].  Para una [[consagración]] válida y lícita debe usarse vinum de vite, esto es, zumo puro de la uva fermentado natural y adecuadamente.  El vino sacado de la uva, siempre que por su color y sabor pueda juzgarse que sea puro, puede usarse (Collect.  S.C. de Prop. Fide, n. 705). Puede ser blanco o tinto, fuerte o flojo, dulce o seco. Puesto que la validez del Santo Sacrificio, y la licitud de su celebración, requiere absolutamente un vino genuino, procurarse sólo vinos puros se convierte en una seria [[obligación]] del celebrante. Y puesto que los vinos se adulteran con tanta frecuencia como para escapar a un minucioso análisis químico, puede darse por garantizado que la forma más segura de procurarse un vino puro es no comprarlo de segunda mano, sino directamente de un fabricante que comprenda y respete concienzudamente la gran responsabilidad que implica la celebración del [[Sacrificio de la Misa|Santo Sacrificio]]. Si el vino se avinagra, o se vuelve pútrido o se corrompe, si se prensó a partir de uva no totalmente madura, o si está mezclado con tal clase de agua que apenas puede llamársele vino, su utilización está prohibida (Missale Rom., De Defectibus, tit. IV, 1). Si el vino empieza a avinagrarse, o a volverse pútrido, o es el zumo no fermentado de la uva exprimida, sería una grave ofensa usarlo, pero se considera [[materia]] válida (Ibíd., 2). Para conservar vinos flojos y débiles, para preservarlos de que se agrien o se estropeen durante el transporte, se le puede añadir una pequeña cantidad de espíritu de vino (brandy o alcohol de uva), siempre que se observen las siguientes [[condición|condiciones]] (1) el espíritu (alcohol) añadido debe haber sido destilado de la uva (ex genimine vitis); (2) la cantidad de alcohol añadido, junto con la que el vino contenía naturalmente tras la fermentación, no debe exceder del dieciocho por ciento del conjunto; (3) la añadidura debe hacerse durante el proceso de fermentación (S. Romana et Univ. Inquis., 5 de agosto de 1896).
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[[Archivo:1176222 547329488650193 1876117046 n.jpg|300px|thumb|left|]][[Archivo:1234881 547328898650252 650060804 n.jpg|300px|thumb|left|]]El vino es uno de los dos elementos absolutamente [[necesidad|necesarios]] para el [[sacrificio]] de la [[Eucaristía]].  Para una [[consagración]] válida y lícita debe usarse vinum de vite, esto es, zumo puro de la uva fermentado natural y adecuadamente.  El vino sacado de la uva, siempre que por su color y sabor pueda juzgarse que sea puro, puede usarse (Collect.  S.C. de Prop. Fide, n. 705). Puede ser blanco o tinto, fuerte o flojo, dulce o seco. Puesto que la validez del Santo Sacrificio, y la licitud de su celebración, requiere absolutamente un vino genuino, procurarse sólo vinos puros se convierte en una seria [[obligación]] del celebrante. Y puesto que los vinos se adulteran con tanta frecuencia como para escapar a un minucioso análisis químico, puede darse por garantizado que la forma más segura de procurarse un vino puro es no comprarlo de segunda mano, sino directamente de un fabricante que comprenda y respete concienzudamente la gran responsabilidad que implica la celebración del [[Sacrificio de la Misa|Santo Sacrificio]]. Si el vino se avinagra, o se vuelve pútrido o se corrompe, si se prensó a partir de uva no totalmente madura, o si está mezclado con tal clase de agua que apenas puede llamársele vino, su utilización está prohibida (Missale Rom., De Defectibus, tit. IV, 1). Si el vino empieza a avinagrarse, o a volverse pútrido, o es el zumo no fermentado de la uva exprimida, sería una grave ofensa usarlo, pero se considera [[materia]] válida (Ibíd., 2). Para conservar vinos flojos y débiles, para preservarlos de que se agrien o se estropeen durante el transporte, se le puede añadir una pequeña cantidad de espíritu de vino (brandy o alcohol de uva), siempre que se observen las siguientes [[condición|condiciones]] (1) el espíritu (alcohol) añadido debe haber sido destilado de la uva (ex genimine vitis); (2) la cantidad de alcohol añadido, junto con la que el vino contenía naturalmente tras la fermentación, no debe exceder del dieciocho por ciento del conjunto; (3) la añadidura debe hacerse durante el proceso de fermentación (S. Romana et Univ. Inquis., 5 de agosto de 1896).
  
  

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El vino es uno de los dos elementos absolutamente necesarios para el sacrificio de la Eucaristía. Para una consagración válida y lícita debe usarse vinum de vite, esto es, zumo puro de la uva fermentado natural y adecuadamente. El vino sacado de la uva, siempre que por su color y sabor pueda juzgarse que sea puro, puede usarse (Collect. S.C. de Prop. Fide, n. 705). Puede ser blanco o tinto, fuerte o flojo, dulce o seco. Puesto que la validez del Santo Sacrificio, y la licitud de su celebración, requiere absolutamente un vino genuino, procurarse sólo vinos puros se convierte en una seria obligación del celebrante. Y puesto que los vinos se adulteran con tanta frecuencia como para escapar a un minucioso análisis químico, puede darse por garantizado que la forma más segura de procurarse un vino puro es no comprarlo de segunda mano, sino directamente de un fabricante que comprenda y respete concienzudamente la gran responsabilidad que implica la celebración del Santo Sacrificio. Si el vino se avinagra, o se vuelve pútrido o se corrompe, si se prensó a partir de uva no totalmente madura, o si está mezclado con tal clase de agua que apenas puede llamársele vino, su utilización está prohibida (Missale Rom., De Defectibus, tit. IV, 1). Si el vino empieza a avinagrarse, o a volverse pútrido, o es el zumo no fermentado de la uva exprimida, sería una grave ofensa usarlo, pero se considera materia válida (Ibíd., 2). Para conservar vinos flojos y débiles, para preservarlos de que se agrien o se estropeen durante el transporte, se le puede añadir una pequeña cantidad de espíritu de vino (brandy o alcohol de uva), siempre que se observen las siguientes condiciones (1) el espíritu (alcohol) añadido debe haber sido destilado de la uva (ex genimine vitis); (2) la cantidad de alcohol añadido, junto con la que el vino contenía naturalmente tras la fermentación, no debe exceder del dieciocho por ciento del conjunto; (3) la añadidura debe hacerse durante el proceso de fermentación (S. Romana et Univ. Inquis., 5 de agosto de 1896).


Fuente: Schulte, Augustin Joseph. "Altar Wine." The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert Appleton Company, 1907. <http://www.newadvent.org/cathen/01358a.htm>.

Traducido por Francisco Vázquez