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Viernes, 29 de marzo de 2024

Thomas Wolsey

De Enciclopedia Católica

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Thomas Wolsey fue cardenal, arzobispo de York; nació en Ipswitch, en el año generalmente aceptado de 1471, probablemente tres o cuatro años antes; murió en la Abadía de Leicester el 29 de noviembre de 1530. Su padre, Robert Wulcy (o Wolsey), era un hombre de recursos, tenía propiedades en Ipswich, pero no se sabe que fuera un carnicero como se dice comúnmente. El propio cardenal siempre escribió su nombre como "Wulcy". Fue educado en Oxford, de donde se graduó a la edad de quince, lo cual le ganó el título de “el niño bachiller”.

Alrededor de 1497 fue electo académico de Magdalena, y luego de lograr su Maestría en Artes fue nombrado maestro de la escuela contigua. El padre de tres de sus alumnos, el marqués de Dorset, le presentó la rectoría de Limington en Somerset en octubre de 1500. Había sido ordenado sacerdote en Marlborough (10 marzo 1498) por el sufragáneo del obispo de Salisbury. También recibió otros beneficios y se convirtió en uno de los capellanes domésticos del arzobispo de Canterbury, Henry Dean. A la muerte del arzobispo (1503) se convirtió en capellán de Sir Richard Nanfan, quien, al percibir su notable talento para la administración, le confió sus asuntos financieros y lo presentó a la atención del rey Enrique VII. Cuando Sir Richard murió en 1507, Wolsey se convirtió en uno de los capellanes de la corte y se hizo amigo del influyente obispo de Winchester, Richard Fox.

Pronto adquirió los beneficios de Redgrave en Suffolk (1506) y Lydd en Sussex (1508), y por esta época el rey comenzó a emplearlo en el servicio diplomático. Probablemente fue entonces cuando hizo el conocido viaje a Flandes y regresó como enviado especial al emperador Maximiliano con tal rapidez que cuando regresó al tercer día, el rey, creyendo que aún no había comenzado, lo reprendió por negligencia. Como Guardián de los Registros, su conocimiento de los asuntos prácticos le permitió iniciar reformas que aceleraron enormemente los asuntos de la Corte. El 2 de febrero de 1509 fue nombrado deán de Lincoln, y en el ascenso de Enrique VIII, que sucedió poco después, recibió la garantía de la continuidad del favor real en su nombramiento como limosnero. Durante el año siguiente solicitó los grados de bachillerato y doctorado en teología, y obtuvo los beneficios adicionales de St. Bride's, Fleet Street, Londres y Torrington en Devonshire, así como una prebenda en la catedral de Hereford. El 17 de febrero de 151, se convirtió en canónigo de Windsor y poco después en registrador de la Orden de la Jarretera.

En 1512 ya ejercía una marcada influencia en los asuntos políticos y su participación en el favor real ya estaba atrayendo el disgusto de la antigua nobleza. Tanto en los negocios nacionales como en los extranjeros, el rey seguía su consejo y cada día le confiaba más poder a sus manos; nuevas preferencias recaían sobre él continuamente. Se convirtió sucesivamente en deán de Hereford (1512), deán de York (1513), decano de St. Stephen's, Westminster y chantre de Londres. Comenzó a mantener algún estatus y cuando acompañó al rey a Francia en junio de 1513, fue seguido por un séquito de doscientos caballeros. Estuvo presente durante la exitosa campaña de Enrique y, a petición del rey, el Papa lo nombró obispo de Tournai; pero nunca tomó posesión y más tarde entregó su derecho al obispado por una pensión anual.

En cambio, fue nombrado obispo de Lincoln, cuyas bulas papales estaban fechadas 6 de febrero de 1514; fue consagrado en el palacio de Lambeth el 26 de marzo. En septiembre siguiente sucedió al cardenal Bainbridge como arzobispo de York, y el 10 de septiembre de 1515 fue creado cardenal con el título de "S. Caecilia trans Tiberim", y recibió el solideo en la Abadía de Westminster el 18 de noviembre. Un mes más tarde (24 dic.) se convirtió en Lord Canciller de Inglaterra, y así había alcanzado a la temprana edad de cuarenta años o más o menos las más altas dignidades espirituales y temporales que un súbdito podía esperar. Su poder con el rey era tan grande que el embajador veneciano dijo que ahora podría llamarse "Ipse rex" (el rey mismo).

Sobre la política exterior de Wolsey sólo se pueden indicar las líneas principales. Sus primeros esfuerzos fueron llevar al rey de regreso a la política de su padre de una alianza con Francia en oposición a Fernando de España y al emperador Maximiliano. Pero la conquista francesa de Milán en la batalla de Marignano (1515) frenó este plan y llevó a Wolsey a firmar nuevos tratados con Maximiliano y Fernando. Después de la muerte de Fernando, la política del cardenal entró en una nueva fase, calculada para hacer frente a una situación completamente nueva. El sucesor de Fernando, Carlos V, ahora dominaba España, las Indias, Sicilia, Nápoles y los Países Bajos con la reversión del ducado de Austria. La rivalidad entre los dos jóvenes monarcas, Francisco y Carlos, se hizo inevitable, y Wolsey vio la ventaja que obtendría Inglaterra del sentido que cada uno tenía del valor de la alianza inglesa. En ese momento, el Papa (León X) se esforzaba por levantar una cruzada contra los turcos, y Wolsey logró hábilmente lograr una paz universal en la que participaron el Papa y el emperador, así como Francisco y Carlos. Al amparo de esta paz, Wolsey impulsó su política favorita de alianza con Francia. El propio cardenal llevó a cabo un tratado con Francia y sólo se llamó a los demás consejeros para aprobar lo que ya estaba resuelto.

Pero en enero de 1519 la situación volvió a cambiar con la muerte del emperador Maximiliano y la consecuente contienda por la corona imperial. Cuando Carlos fue debidamente elegido emperador, se acentuó la rivalidad entre las casas de Habsburgo y Valois. En lugar de tres poderes, —Maximiliano, Francisco y Carlos— Wolsey ahora solo tenían dos para considerar y para enfrentarse entre ellos mismos. Se decidió por una política de neutralidad con el fin de dar a Inglaterra el poder decisivo para guiar los destinos de Europa. Se llevaron a cabo reuniones entre Enrique y los dos monarcas rivales; conoció a Carlos en Canterbury y a Francisco en el célebre Campo del Paño de Oro. Pero una segunda reunión con el emperador siguió inmediatamente y las predilecciones personales de Enrique estaban a favor de una alianza con él en lugar de con Francia.

Aun así, Wolsey persuadió al rey de que la política neutral era la más rentable, especialmente cuando estalló realmente la guerra. Ambas partes de la guerra pronto estuvieron dispuestas a aceptar la mediación de Inglaterra, y Wolsey condujo una larga conferencia durante la cual su conducta fue más diplomática que honesta, y antes de que terminara la conferencia firmó un tratado secreto con el emperador que proveía para una alianza ofensiva y defensiva contra Francia. Ésta era una nueva política que debía adoptar, y está claro que en este tratado sus propios deseos fueron superados por el deseo de Enrique de una nueva guerra con Francia, y no fue hasta que dos campañas fallidas desilusionaron al rey que Wolsey pudo de nuevo recurrir a medidas diplomáticas. Sin embargo, este tratado con el emperador fue de importancia en la propia vida de Wolsey, ya que abrió el camino para su posible elección al papado.

La muerte de León X (2 dic. 1521) le dio al emperador la oportunidad de ejercer su influencia a favor de Wolsey como había prometido, pero la influencia imperial de hecho no se hizo efectiva y Wolsey recibió muy pocos votos. Durante el año 1522 continuó la alianza con el emperador, y Wolsey se dedicó a recaudar grandes sumas de dinero para la guerra propuesta contra Francia, y se volvió aún más impopular entre la nación. El nuevo Papa, Adriano VI, murió el 14 de septiembre de 1523, y de nuevo Wolsey fue un candidato al papado. Los embajadores ingleses en Roma confiaban en que la influencia unida de Carlos y Enrique aseguraría su elección, pero Carlos lo engañó nuevamente y se eligió a Clemente VII.

El nuevo Papa no solo confirmó su legacía vitalicia, sino que le otorgó el obispado de Durham además de su arzobispado de York. A raíz de esto, Wolsey renunció a la sede de Bath y Wells que había ocupado in commendam desde 1518. No parece que Wolsey personalmente estuviera particularmente ansioso por convertirse en Papa, aunque sin duda habría aceptado el puesto si hubiera sido elegido. Sobre la elección del Papa Clemente, escribió: "Por mi parte, Dios es mi testigo de que me alegro más de ello que si hubiera caído la suerte en mi persona", e historiadores anglicanos, como el obispo Creighton y el Dr. James Gairdner, aceptan esto como una representación de sus sentimientos genuinos.

La alianza con el emperador, que siempre había sido contraria al buen juicio de Wolsey, no sobrevivió a los acontecimientos de 1523. Enrique no pudo volver a hacer la guerra por falta de medios, y Carlos ahora desconfiaba de él; de modo que Wolsey volvió a su idea original de la alianza con Francia, pero no pudo hacer mucho hasta 1525, cuando la derrota y captura de Francisco en la batalla de Pavía convirtió el poder dominante de Carlos en un peligro para toda Europa. Ante este peligro, Enrique firmó a regañadientes un nuevo tratado con Francia. Fue una política audaz para Wolsey, ya que, habiendo incurrido en los celos de la nobleza por su poder, había despertado la hostilidad del pueblo con exacciones financieras, y había provocado la enemistad de todos con la pompa extravagante con la que se rodeaba en todas sus apariciones públicas.

Ahora solo podía contar con el favor del rey, y sabía que si lo perdía sería su ruina total. Justo en esta coyuntura crítica, el rey planteó la cuestión del divorcio de la reina Catalina para poder casarse con Ana Bolena. Este asunto personal "se amplió a problemas inesperados y consumió las energías de Wolsey hasta que lo llevó a su caída" (Creighton, p. 150). Wolsey no deseaba que Enrique se casara con Ana, pero no era reacio a librarse de la influencia política adversa de Catalina, ya que la simpatía de ella por su sobrino el emperador hizo que le desagradara la política francesa de Wolsey. Así que se prestó a transmitir los deseos del rey.

Los primeros pasos se dieron en su propio tribunal de legado, aparentemente con la idea de que si este tribunal se pronunciaba en contra de la validez del matrimonio del rey, el Papa confirmaría la sentencia. Pero Catalina se enteró del plan del rey y se preparó para defender sus derechos . Como ella podía contar con la simpatía tanto del Papa como del emperador, el rey envió a Wolsey para persuadir al rey francés de que ejerciera suficiente presión sobre el Papa para contrarrestar la influencia de Carlos. El plan era liberar al Papa de Carlos V, que había saqueado Roma, con la esperanza de que la gratitud de Clemente lo indujera a favorecer al rey respecto al divorcio.

La historia del asunto del divorcio se ha tratado en los artículos CLEMENTE VII y ENRIQUE VIII; bastará aquí señalar la actitud de Wolsey. Cuando regresó a Inglaterra se enteró por primera vez de la embajada de Knight a Roma, y así supo que ya no disfrutaba de la total confianza del rey. Y aunque Ana Bolena y el rey, al darse cuenta de que aún podía ser útil, lo trataban con amabilidad y consideración, se dio cuenta de que en Ana tenía un serio rival político. Cuando el Papa nombró al cardenal Campeggio para que juzgara el caso en Inglaterra con Wolsey, el cardenal inglés pronto se enteró de que el asunto estaba enteramente en manos de su colega. Habiendo fracasado todos los esfuerzos de Campeggio para evitar la celebración del juicio, el tribunal se reunió en Blackfriars el 18 de junio de 1529.

Antes de esto, Ana Bolena, considerando a Wolsey como responsable de la larga demora, se había propuesto provocar su caída. El fracaso del juicio hizo que esto fuera posible, y durante agosto y septiembre fue mantenido a distancia de la Corte y se sabía que estaba en desgracia. En noviembre se presentó un pliego acusatorio en su contra, y el 19 de noviembre tuvo que entregar el gran sello de Inglaterra. El 22 de noviembre se vio obligado a firmar una declaración en la que confesaba que había incurrido en un praemunire [N.T.: Praemunire era la ofensa de apelar u obedecer a un tribunal o autoridad extranjeros, retando así la supremacía de la Corona] y en la que entregaba todas sus vastas posesiones al rey. El 30 de noviembre se dictó sentencia que debería estar fuera de la posesión del rey y debería perder todas sus tierras y bienes. Permaneció en Esher durante el invierno, deshonrado, aunque no sin ocasionales mensajes de bondad del rey. Su salud, que había sido mala durante muchos años, ahora fallaba seriamente.

En febrero recibió un indulto general y se le devolvieron las posesiones de su arzobispado, excepto York House, que tuvo que traspasar al rey. Luego se le permitió retirarse a York, donde pasó los últimos seis meses de su vida con devoción y un esfuerzo sincero por cumplir con su deber como obispo. Aunque había sido mundano y su vida privada no había sido impecable, siempre había sido católico. Sus últimos días fueron amargados por la noticia de que el rey tenía la intención de suprimir los dos colegios, en Ipswich y Oxford, que él había fundado con tanto cuidado. El primero pereció, pero el Christ´s College sobrevivió, aunque no con la plenitud que había pretendido.

Estaba en residencia en Cawood cerca de York, preparándose para ser entronizado en la catedral de York, cuando, el 4 de noviembre, los comisionados del rey vinieron a arrestarlo bajo el cargo de alta traición. Lentamente y como un inválido viajó hacia Londres, sabiendo bien qué esperar. "Maestro Kingston, veo el asunto en mi contra ahora está fabricado; pero si hubiese servido a Dios tan diligentemente como he servido al rey, Él no me habría entregado en mis canas". El final llegó en la Abadía Leicester, donde al llegar le dijo al abad: "He venido a dejar mis huesos entre ustedes".

Murió sin que nadie lo lamentara, salvo sus asistentes inmediatos; sin embargo, había entregado su vida desinteresadamente a los intereses de su país, y ningún inglés lo había superado nunca en el genio con el que dirigió las relaciones internas y externas de Inglaterra, para hacer que cada una de sus iniciativas ayudara a su gran designio de convertirla en el centro de la política europea. Su política exterior, aunque planeada en líneas grandes y heroicas, fue severamente práctica. Su objetivo era ayudar al comercio inglés y mantener la paz, asegurar la unión con Escocia y llevar a cabo reformas eclesiásticas juiciosas. Buscó un arreglo europeo de las dificultades que acechaban a la Iglesia y deseaba que Inglaterra tomara el liderazgo en ello. Su fracaso se debió al egoísmo de Enrique. La cuestión del divorcio no solo condujo a la caída de Wolsey, sino que retiró a Inglaterra durante generaciones de la política europea y la convirtió, no en la líder con la que había soñado Wolsey, sino en una nación aparte.


Bibliografía: De los relatos contemporáneos de Wolsey, POLYDORE VERGIL (que había sido encarcelado por el cardenal) en su “Anglica Historia” y HALL en su “Chronicle” están igualmente prejuiciados y hostiles. Así también las rimas de SKELTON. Opuesto a estos está CAVENDISH, “Life of Wolsey”, que da un vívido y conmovedor relato personal que abunda en toques íntimos (la más reciente impresión, Londres, 1887). Todos los volúmenes de documentos de estado desde 1509 a 1530 son importantes y su publicación en años recientes ha superado todas las anteriores vidas de Wolsey. Los resultados del cuidadoso estudio de estos documentos se pueden obtener en BREWER, “Reign of Henry VIII” (Londres, 1884) y en forma abreviada en CREIGHTON, Cardinal Wolsey (Londres, 1888). Una opinión católica es presentada por TAUNTON, “Thomas Wolsey, Legate and Reformer” (Londres, 1901). Vea también GAIRDNER en Dict. Nat. Biog., s.v.

Fuente: Burton, Edwin. "Thomas Wolsey." The Catholic Encyclopedia. Vol. 15, págs. 685-687. New York: Robert Appleton Company, 1912. 1 nov. 2021 <http://www.newadvent.org/cathen/15685a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina