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Martes, 16 de abril de 2024

Teofilántropos

De Enciclopedia Católica

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Los teofilántropos ("Amigos de Dios y del Hombre") fueron una secta deísta formada en Francia durante la última parte de la Revolución Francesa.

La sustitución legal de la Iglesia Constitucional, el culto a la razón y el culto al Ser Supremo en lugar de la religión católica habían resultado prácticamente en el ateísmo y la inmoralidad. Con miras a contrarrestar esos resultados, algunos discípulos de Rousseau y Robespierre recurrieron a una nueva religión, en la que se combinarían el deísmo de Rousseau y la virtud cívica de Robespierre (règne de la vertu). Chemin escribió el "Manuel des théophilanthropes", y Haüy ofreció su instituto para ciegos como lugar provisional de reunión. Cuando, más tarde, la Convención les entregó la pequeña iglesia de Sainte Catherine, en París, la secta naciente ganó algunos seguidores y protectores; sin embargo, su progreso fue lento hasta que La Révellière-Lépeaux, un miembro influyente del Directorio, asumió su causa.

Pero fue solo después de la Revolución del 18 Fructidor, que lo dejó dueño de la situación, que su simpatía dio sus frutos. Luego fue el apogeo del teofilantropismo. Mezclado en cierto modo con la culte décadaire, pasó a poseer algunas de las grandes iglesias de París como Notre Dame, St-Jacques du Haut Pas, St-Médard, etc; tomó un papel destacado en todas las celebraciones nacionales, y de la metrópoli pasó a las provincias, principalmente al Departamento de Yonne. A pesar de una fuerte oposición no sólo por parte de los católicos, sino también de los constitucionales y los filósofos, el movimiento se fue apoderando gradualmente de las masas cuando el Directorio lo llevó a un abrupto final. El Primer Cónsul se puso resueltamente en contra de los nuevos religiosos y estos se disolvieron.

A lo largo del siglo XIX se hicieron intentos esporádicos de revivir el teofilantropismo. En 1829, Isambert circuló un manifiesto con el propósito de agrupar a los deístas franceses, pero sin éxito. En 1854 Henri Carle fundó "L'alliance religieuse universelle" con "La libre conscience" como órgano, pero tanto la sociedad como la publicación desaparecieron durante la guerra franco-prusiana. En 1882, Décembre y Vallières, a través de "La fraternité universelle" y muchas publicaciones similares, buscaron directamente reorganizar la secta, pero el intento fracasó y, en 1890, Décembre confesó la imposibilidad de despertar el interés público. El voluminoso libro de Camerlynck, "Théisme", publicado en París en 1900, tenía un objetivo similar y se encontró con un destino similar.

El teofilantropismo es descrito en el "Manuel du théophilanthropisme", del cual se fueron realizando nuevas ediciones a medida que la obra progresaba. El órgano de gobierno estaba formado por dos comités, uno denominado "comité de direction morale", a cargo de lo espiritual, el otro denominado "comité des administrateurs" a cargo de las temporalidades. No se impuso ningún credo dogmático a los seguidores de la nueva religión, pues los dos principios fundamentales, a saber, la existencia de Dios y la inmortalidad del alma, son creencias puramente sentimentales (croyances de sentiment) consideradas necesarias para la preservación de la sociedad y el bienestar de los individuos. La enseñanza moral considerada, con mucho, el rasgo principal del movimiento, ocupaba una posición intermedia entre la severidad del estoicismo y la laxitud del epicureísmo. Su principio básico era el bien: bueno es todo lo que tiende a preservar y perfeccionar al hombre; el mal es todo lo que tiende a destruirlo o dañarlo. Fue a la luz de ese axioma y no de la norma cristiana —a pesar de la fraseología— que debemos considerar los mandamientos sobre la adoración de Dios, el amor al prójimo, las virtudes domésticas y el patriotismo.

El culto teofilántropo fue al principio muy simple y destinado principalmente al hogar: consistía en una breve invocación a Dios por la mañana y una especie de examen de conciencia al final del día. Los únicos muebles permitidos eran un altar sencillo en el que se colocaban algunas flores y frutas, algunas inscripciones anexadas a las paredes y una plataforma para los lectores u oradores. Los fundadores estaban particularmente ansiosos de que se respetara estrictamente esta simplicidad. Sin embargo, el progreso de la secta condujo gradualmente a un ceremonial mucho más elaborado. Había una gran diferencia de las primeras reuniones en las que el ministro o pére de famille presidía la oración o imitaba el bautismo cristiano, la primera Comunión, los matrimonios o los funerales, hasta la magnífica exhibición de las llamadas fiestas nacionales.

Había incluso una misa teofilántropica, que, sin embargo, se acerca mucho más a un servicio calvinista que a la liturgia católica. De los himnos adoptados por la secta, algunos tomados de los escritos de J. B. Rousseau, Madame Deshoulières, o incluso Racine, respiraban un espíritu noble pero, al lado de estos, había elucubraciones grandilocuentes como el "Hymne de la fondation de la république" y el "Himno a la souverainete du peuple". La misma combinación extraña se encuentra en las fiestas donde se honra igualmente a Sócrates, Jean-Jacques Rousseau y San Vicente de Paúl y en el sermón donde arengas políticas intercalan exhortaciones morales. Es digna de mención la oración fúnebre de Dubroca a George Washington, en la que el orador, al amparo del héroe estadounidense, alababa al Bonaparte en ascenso y le presentaba todo un programa político que, leído a la luz de los acontecimientos posteriores, sonaba a ironía. A pesar de la insinuación, Bonaparte eligió ser el Cromwell en lugar del Washington de los nuevos religiosos.

Bajo la apariencia de moderación, el teofilantropismo era realmente un movimiento anticristiano. Siempre que se mencionaba la superstición, se refería a la religión cristiana. No hay duda de que los primeros teofilántropos eran masones, y que la masonería fue el espíritu principal del movimiento en todo momento. Tampoco se puede negar una colusión secreta entre el protestantismo y el teofilantropismo, al menos al principio. La primera idea de la secta pertenece realmente a David Williams, un ministro inglés que ejerció una influencia considerable en París durante la Revolución. Chemin consultó a los calvinistas antes de lanzar su "Manual". Si más tarde surgió una controversia entre los propios protestantes sobre los méritos del teofilantropismo, esto se debió a la imprudencia de los teofilantropos, quienes, exaltados por el aparente éxito, se quitaron la máscara.

El clero constitucional, en el consejo nacional, celebrado en Notre Dame en 1797, protestó contra la nueva religión, y Gregoire escribió en sus "Annals de la Religion" (VI, no 5.): "El teofilantropismo es una de esas instituciones burlonas que pretenden traer a Dios a esas mismas personas a quienes alejan de Él al alejarlos del cristianismo... aborrecido por los cristianos, es rechazado por los filósofos que, aunque no sientan la necesidad de una religión para sí mismos, todavía quieren que la gente se aferre a la fe de sus padres". Los católicos fueron más allá en sus denuncias y expusieron, junto al espíritu anticristiano y masónico que animaba a la secta, las intrigas políticas que se escondían bajo la máscara de la religión. El Papa Pío VI (17 mayo 1800= impuso un interdicto a las iglesias que habían sido profanadas por los ritos deístas, y el cardenal Consalvi, en el curso de las negociaciones sobre el Concordato de 1801, exigió que se pusiera fin rápidamente a la profanación de templos católicos.


Bibliografía: MATHIER, La Théopohilanthropie (París 1903); IDEM, Contributions a l'histoire religieuse de la révolution (París 1907); BRUGERETTE, Les créations religieuses de la revolution (París 1904): Reid, The rise and dissolution of the infidel societies in the metropolis (Londres, 1800): FERRERO, Disamina filosofica de'Dommi e della Morale religiosa de'Teofilanthrpi (Turín 1798); para una bibliografía complete vea TORNEAUX, Bibliographie de l'histoire de Paris pendant la revolution (París 1890-1900).

Fuente: Sollier, Joseph. "Theophilanthropists." The Catholic Encyclopedia. Vol. 14, págs. 624-625. New York: Robert Appleton Company, 1912. 21 agosto 2021 <http://www.newadvent.org/cathen/14624a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina