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Jueves, 18 de abril de 2024

Supresión de Monasterios en Europa Continental

De Enciclopedia Católica

Revisión de 11:15 28 ago 2021 por Luz María Hernández Medina (Discusión | contribuciones) (Página creada con «'''Supresión de Monasterios en Europa Continental''': Bajo este título se tratarán únicamente las supresiones de casas religiosas (ya sean monacato |mo...»)

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Supresión de Monasterios en Europa Continental: Bajo este título se tratarán únicamente las supresiones de casas religiosas (ya sean monásticas en sentido estricto o casas de las órdenes mendicantes) desde la Reforma. El tema algo más general de las intromisiones estatales en la propiedad de la Iglesia se encontrará tratado bajo títulos como LAICIZACIÓN; ABAD COMENDATORIO; CONFLICTO DE LAS INVESTITURAS.

Los motivos económicos de la oposición estatal a la tenencia de tierras por corporaciones religiosas (que datan del siglo XIII) se explican en el artículo MANOS MUERTAS. Los países tratados en el presente artículo son Alemania, la Península Ibérica e Italia. La supresión de los monasterios ingleses se trata en su propio artículo, SUPRESIÓN DE MONASTERIOS EN INGLATERRA BAJO ENRIQUE VIII. (Para las supresiones francesas, vea FRANCIA, especialmente el subtítulo, La Tercera República y la Iglesia en Francia.)

Alemania (Incluyendo todos los Dominios Austriacos)

La confiscación de la propiedad religiosa tras el Tratado de Westfalia (1648) había sido para beneficio exclusivo de los príncipes protestantes. Más de un centenar de monasterios e innumerables fundaciones piadosas desaparecieron en ese momento. Hacia mediados del siglo XVIII, un nuevo movimiento tendiente a la destrucción de las instituciones monásticas se extendió por aquellas partes del Imperio Alemán que habían permanecido apegadas a la fe católica. El "josefismo" (o josefinismo), como se denominó posteriormente a este movimiento político y religioso que tomó el nombre de su padre adoptivo, el emperador José II, sometió la Iglesia al Estado. Se ignoró el carácter sobrenatural de la vida religiosa; a las abadías y los conventos sólo se les podía permitir la existencia si daban pruebas de su utilidad material.

En este período se formó un plan para la laicización general de la propiedad monástica y eclesiástica en beneficio de los gobiernos católicos en Alemania. Esto era parte de un plan general para la redistribución del territorio. Federico II (el Grande) de [[Prusia)) había tomado la iniciativa y había ganado a Inglaterra y a Francia para su idea. La oposición de María Teresa, del príncipe obispo de Maguncia y del Papa Benedicto XIV hizo que el proyecto fracasara. La Santa Sede refrenó la diplomacia de Prusia durante algunos años. Para contrarrestar la acción de Roma sobre el sentimiento público, los partidarios de la laicización alentaron en Alemania la propagación de esos errores filosóficosmaterialismo y racionalismo— que entonces ganaban terreno en Francia (vea ENCICLOPEDISTAS). Con este punto de vista consiguieron retirar las universidades de la influencia romana.

Mientras tanto, los príncipes emprendieron la tarea directamente. El elector Maximiliano (José) III (1745-77) comenzó en Baviera una obra de destrucción que fue llevada a cabo por sus sucesores hasta el elector Maximiliano José IV, aliado de Napoleón, quien se convirtió en rey Maximiliano I de Baviera en 1805 (m. 1825). Primero se tomaron medidas contra las órdenes mendicantes; el poder secular comenzó a inmiscuirse en el gobierno de los monasterios, y las autoridades civiles designaron una comisión para tal fin. Mientras tanto (1773) se decretó la supresión de los jesuitas. Hacia el año 1782 el elector Carlos Teodoro (1778-99) obtuvo el asentimiento de Pío VI para un proyecto de extinción de varias fundaciones religiosas. El elector Maximiliano José IV (rey Maximiliano I) de Baviera completó la obra de destrucción, influenciado por la política de su aliado, Napoleón I, y asistido por el Conde de Montgelas, su primer ministro.

Un rescripto del 9 de septiembre de 1800 privó a las órdenes religiosas de Baviera de todos los derechos de propiedad y les prohibió recibir novicios. Los conventos de las órdenes mendicantes (franciscanos, dominicos, agustinos, carmelitas) y las casas religiosas de mujeres fueron los primeros en caer. Luego llegó el turno de los Canónigos Regulares y los benedictinos. Los monasterios catedralicios tampoco se salvaron. Entre las abadías que desaparecieron en 1803 se pueden mencionar; San Blasien de la Selva Negra (la comunidad, sin embargo, fue admitida, en 1809, al monasterio de San Pablo), San Emmerán de Ratisbona, Andechs, San Ulrico de Augsburgo, Michelsberg, Benedictbeurn, Ertal, Kempten, Metten, Oberaltaich, Ottobeuren, Scheyern, Tegernsee, Wessobrünn.

Los monasterios en otras partes del norte de Alemania se encontraron con el destino común de todas las propiedades de la Iglesia. En la margen izquierda del Rin fueron suprimidos cuando ese territorio fue anexado a Francia por la Paz de Luneville (9 feb. 1801). Se dispuso de su propiedad en la Dieta de Ratisbona (3 marzo 1801 – feb. 1803), habiéndose negociado el deplorable asunto en París con Napoleón y Talleyrand. Además de sus veinticinco principados eclesiásticos y sus dieciocho universidades, la Alemania católica perdió todas sus abadías y sus casas religiosas para hombres: sus propiedades fueron entregadas a Baviera, Prusia y Austria. En cuanto a las casas religiosas para mujeres, los príncipes debían consultar con los obispos antes de proceder a expulsar a sus reclusas. Se prohibió la futura recepción de novicias. En los Países Bajos, el principado de Lieja y las partes de Suiza anexadas por Francia, las casas religiosas desaparecieron por completo.

En los territorios inmediatamente sujetos a la Casa de Habsburgo, la laicización de las casas monásticas había comenzado más de treinta años antes. Siguiendo la política con la que su nombre se ha asociado especialmente, el emperador José II (m. 1790) prohibió la enseñanza de la teología en los monasterios, incluso a los religiosos jóvenes, y también la recepción de novicios. Las relaciones con la Santa Sede quedaron bajo control imperial. Estaba prohibido recibir religiosos extranjeros. Las autoridades civiles interfirieron en la disciplina regular de las comunidades. Se nombraron abades comendatarios; se privó a los monasterios de las parroquias que les pertenecían; los superiores tenían que informar a los representantes del emperador sobre la disposición de sus ingresos; no se podían utilizar obras teológicas impresas fuera del Imperio. Tales fueron las principales líneas de actuación de esta administración, de la que Kaunitz era ministro.

Todo esto, sin embargo, fue solo el preludio de un decreto de represión que se emitió el 17 de marzo de 1783, el cual se aplicó a todos los monasterios, ya fuesen de mujeres o de hombres, considerados inútiles por los estándares del josefismo; sus ingresos se tomaban para aumentar los salarios de los sacerdotes seculares o para establecimientos piadosos útiles a la religión y a la humanidad. Las diócesis de los Países Bajos (entonces sujetas a la Casa de Habsburgo) perdieron ciento sesenta y ocho conventos, abadías o prioratos. En total, 738 casas religiosas fueron suprimidas en el Imperio durante el reinado de José II.

Anticipándose a este desastre, Pío VI había conferido a los obispos amplios privilegios. Tenían poder para dispensar del hábito a los religiosos expulsados, tanto hombres como mujeres, y, en caso de necesidad, dispensarlos de los votos simples. Debían asegurarles una pensión, pero, como ésta era generalmente insuficiente, muchos se vieron reducidos a la pobreza. El gobierno transformó los monasterios en hospitales, colegios o cuarteles. Las víctimas de la persecución se mantuvieron fieles a sus obligaciones religiosas. Sus ordinarios los cuidaron mucho, y a ese respecto el cardenal de Frankenberg, arzobispo de Malinas, dio un ejemplo particularmente brillante.

La Abadía de Melk se salvó; algunas de las casas suprimidas incluso se afiliaron a ella; pero a la muerte del abad Urbano I (1783) el emperador colocó sobre los monjes a un religioso de las Escuelas Pías como abad comendatario. Los monasterios de Estiria pronto se cerraron, aunque algunas casas, —por ejemplo, Kremsmünster, Lambach, Admont— escaparon de la devastación. Todos los de Carintia y el Tirol fueron sacrificados. Los religiosos de Bohemia aún no se habían recuperado de los estragos causados por las guerras de Federico II y María Teresa, cuando tuvieron que enfrentarse a esta nueva tempestad. Breunau, Emaús de Praga y Raigern, con algunos monasterios de cistercienses y premonstratenses, escaparon a la ruina total. El emperador no mostró consideración hacia la venerable Abadía de San Martín de Panonia y sus dependencias. En Hungría, los benedictinos fueron aniquilados por completo.

La muerte de José II puso fin a esta violencia, pero sin detener la difusión de las opiniones que la habían incitado. Su hermano, Leopoldo II (m. 1792) permitió que las cosas permanecieran como las encontró, pero Francisco II (Francisco I de Austria, hijo de Leopoldo II) se comprometió a reparar algunas de las ruinas, y permitió a los religiosos pronunciar votos solemnes a la edad de veintiuno. La abadía húngara de San Martín de Panonia fue la primera en beneficiarse de esta benevolencia, pero sus monjes tuvieron que abrir los gimnasios en ella y sus dependencias. Los monasterios de El Tirol y Salzburgo habían escapado de la ruina; estos países habían sido anexados a Austria por el Congreso de Viena (sept. 1814 - junio 1815). A los monjes se les permitió volver a entrar. La célebre Abadía de Reichenau por sí sola no surgió de sus ruinas.

La principesca Abadía de San Gal también había sido disuelta durante las guerras de la Revolución y el Imperio, y en el Congreso de Viena hubo una propuesta, para restablecerla, pero sin devolverle sus tierras; el abad no quiso aceptar las condiciones así impuestas, y el asunto no siguió adelante. Los monasterios suizos estuvieron expuestos al pillaje y la ruina durante las guerras de la Revolución. El Gobierno de la República Helvética les fue hostil, recuperaron un poco la libertad tras la Ley de Mediación, en 1803. Pero la situación cambió a partir de 1832. La Constitución Federal, revisada en ese momento, suprimió las garantías otorgadas a los conventos y fundaciones religiosas. Durante el largo período de persecución y confiscación en Suiza, de 1838 a 1848 (para lo cual vea LUCERNE), los monjes de Mariastein buscaron refugio en Alemania, y luego en Francia y Austria; los de Muri se refugiaron en Griess (Tirol), otros, como Disentis, cayeron en la ruina total. Los benedictinos suizos luego fueron a los Estados Unidos, donde fundaron la congregación suizo-estadounidense.

La Península Ibérica

Italia

Fuente: Besse, Jean. "Suppression of Monasteries in Continental Europe." The Catholic Encyclopedia. Vol. 10, Pags. 453-455. New York: Robert Appleton Company, 1911. 28 agosto 2021 <http://www.newadvent.org/cathen/10453a.htm>.

Está siendo traducido por Luz María Hernández Medina