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Miércoles, 24 de abril de 2024

Sumo sacerdote

De Enciclopedia Católica

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En el Antiguo Testamento al sumo sacerdote se le llamaba por varios nombres:

Las formas comunes en el Antiguo Testamento son ho hiereus (Núm. 3,6); hiereus ho protos (2 Reyes 25,18); ho hiereus ho megas (Lev. 21,10). En 2 Reyes 25,18 se menciona un coadjutor o segundo sacerdote.

Aarón y sus hijos fueron escogidos por Dios para ser sacerdotes, siendo Aarón el primer sumo sacerdote y Eleazar su sucesor; de modo que, aunque la Escritura no lo dice explícitamente, se convirtió en ley la sucesión del hijo mayor al oficio de sumo sacerdote. En los capítulos 28 y 29 del libro del Éxodo se describen la consagración de Aarón y sus hijos durante siete días y sus vestimentas (Cf. Lev. 8,12; Sirácides 45,7 ss.). Aarón fue ungido con aceite derramado sobre su cabeza (Cf. Lev. 8,12); de ahí que fue llamado “el sacerdote ungido” (Lev. 4,3). Algunos textos parecen requerir la unción para todos (Ex. 30,30; Lev. 10,7; Núm. 3,3), pero Aarón fue ungido con aceite en gran profusión, incluso sobre la cabeza (Ex. 29,7), a lo cual se hace referencia en el Salmo 133(132),2, donde se dice que el ungüento fino baja por la barba y “hasta la orla de sus vestiduras”. El ungüento se hacía de mirra, canela, cálamo, casia y aceite de oliva, compuesto por el perfumero o boticario (Ex. 30,23-25; Josefo, (Ant.”, III, VIII, 3), y no debía ser imitado o dedicado a usos profanos (Ex. 30,31-33).

Luego del Exilio la unción cayó en desuso: tanto los sacerdotes como los sumos sacerdotes eran consagrados con la simple investidura. Los rabinos afirmaban que incluso antes del Exilio sólo el sumo sacerdote era ungido al derramarle el aceite sagrado “sobre él” y al aplicarlo a su frente sobre los ojos “en forma de una X griega” (Edersheim, "The Temple, Its Ministry and Service at the Time of Jesus Christ", 71). No se especificaba edad, y así la juventud no fue impedimento para que Herodes nombrara a Aristóbulo al sumo sacerdocio, aunque éste tenía sólo diesisite años de edad (Josefo, "Antiq.", XV, III, 3). Josefo da una lista de ochenta y tres sumos sacerdotes desde Aarón hasta la destrucción del Templo por los romanos (Ant., XX, X). Al principio eran elegidos para un cargo vitalicio, pero luego fueron removidos a voluntad por el [[autoridad civil|poder secular) (Jos., “Ant.”, XV, III, 1; XX, X), de modo que “el número de los sumos sacerdotes desde los días de Herodes hasta el día que Tito tomó y quemó el Templo y la ciudad fueron en total veintiocho; también el tiempo que duraron fue de ciento siete años” (Jos., “Ant.”, XX, X).

Así una tercera parte de los sumos sacerdotes de quince siglos vivieron dentro del último siglo de su historia: se habían convertido en marionetas de los gobernantes temporales. San Juan (11,51) insinúa la frecuencia del cambio en el oficio al decir que Caifás era “el sumo sacerdote de ese año”. Salomón depuso a Abiatar por haber apoyado la causa de Adonías, y le dio el sumo sacerdocio a Sadoc (1 Reyes 2,27.35); entonces fue expulsado el último de la familia de Elí, según le había dicho el Señor a Elí mucho antes (1 Sam. 2,32). Parece extraño, por lo tanto, que Josefo (Ant., XV, III, 1) establece que Antíoco Epífanes fue el primero en deponer a un sumo sacerdote. Puede ser que él considerara a Abiatar y a Sadoq como titulares conjuntos del oficio, puesto que Abiatar “el sacerdote” y Sadoq “el sacerdote” eran ambos muy prominentes durante el reinado de David (1 Reyes 1,34; 1 Crón. 16,39.40). Puede ser que Josefo considerara el acto de Salomón como un medio para volver a la unidad; además, en la misma sección que menciona el cambio, dice que Sadoq era sumo sacerdote durante el reinado de David (Ant., VIII, I, 3), y añade “el rey [Salomón] también nombró a Sadoq como sumo sacerdote único” (Ant., VIII, I, 4). Poco antes de que los romanos destruyesen el Templo, los celotes escogieron por suertes a un mero rústico llamado Fanías como el último sumo sacerdote: así el sumo sacerdote, la ciudad y el Templo perecieron juntos (Josefo, “Bell. Jud.”, IV, III, 8).

La prominencia de Salomón en la dedicación del Templo no necesariamente lleva a la conclusión de que el rey ofició también como sacerdote en esa ocasión. Smith ("Ency. Bib.", s.v. Priest) afirma esto, y que los reyes de Judá ofrecieron sacrificios hasta el Exilio, alegando como prueba pasajes tales como 1 Reyes 9,25; pero aunque en ese mismo Libro se menciona a los sacerdotes, por ejemplo en 8,10-11, tal inferencia no es razonable. Como demuestra Van Hoonacker, la prominencia del poder secular en la historia temprana del pueblo y la aparente ausencia de incluso el sumo sacerdote durante las funciones más sagradas, así como la autoridad que poseía luego del Exilio, no garantizan la conclusión de Wellhausen de que el sumo sacerdocio fue conocido sólo en tiempos post-exílicos. Es muy poco probable que tal cambio se pudiese realizar y se hubiese introducido en la vida de la nación y fuese tan fácilmente aceptado.


Bibliografía: SCHÜRER, The Jewish People in the Time of Jesus Christ, II, I 195-207; also GRÄTZ and other historians; JOSEFO, passim; SMITH, Dict. of the Bible, s.v. High-Priest; EDERSHEIM, The Temple, Its Ministry and Service at the Time of Jesus Christ, 57-79; VAN HOONACKER, Le sacerdoce lévitique (1899), 317-83; SMITH in Ency. Bib., s.v., Priest, da la opinión radical; ORR, The Problem of the Old Testament (1906), 180-90, refuta a Wellhausen y otros de la escuela radical.

Fuente: Tierney, John. "The High Priest." The Catholic Encyclopedia. Vol. 12. New York: Robert Appleton Company, 1911. <http://www.newadvent.org/cathen/12407b.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina.