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Viernes, 19 de abril de 2024

Sócrates

De Enciclopedia Católica

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Filósofo griego y reformador educativo del siglo quinto a. C.; nacido en Atenas, en el año 469 a. C.; murió allí el 399 a. C. Luego de haber recibido la educación ateniense normal en música (que incluía literatura), geometría, y gimnasia, practicó un tiempo arte de escultor, trabajando, según se dice, en el taller de su padre. Advertido, como él mismo nos dice, por un llamado divino, renunció a su ocupación con la finalidad de consagrar su vida a la reforma moral e intelectual de sus conciudadanos. Él creía que estaba destinado a convertirse en "una especie de tábano" del Estado Ateniense. Se consagró a sí mismo a esta misión con un celo extraordinario y sencillez de propósito. Nunca dejó la ciudad de Atenas excepto en dos ocasiones, una fue la campaña de Potidea y Delium, y la otra un festival público religioso. En su trabajo como reformador encontró, aunque se le puede acusar de haberlo provocado, una oposición entre los Sofistas y sus amigos influyentes. Él fue el profesor más poco convencional y con el menor tacto. Le agradaba asumir todo tipo de amaneramientos toscos en incluso vulgares, y sacudía a propósito las más refinadas sensibilidades de sus conciudadanos. La oposición contra él culminó en acusaciones formales de impiedad y subversión de las tradiciones morales existentes. Enfrentó estas acusaciones con un espíritu de desafío y, lejos de defenderse, provocó a sus oponentes a través de un discurso en presencia de sus jueces en el que aseguró su inocencia de cualquier fechoría, y se negó a retractarse o disculparse de cualquier cosa que haya dicho o hecho. Fue condenado a beber la cicuta y, cuando llegó el tiempo, enfrentó su destino con calma y dignidad, lo que le valió un lugar elevado entre aquellos que sufrieron injustamente por la búsqueda de la conciencia. Fue un hombre de gran seriedad moral, y ejemplificó en su propia vida algunas de las más nobles virtudes morales. Al mismo tiempo no superó el nivel moral de sus contemporáneos en todo aspecto, y los apologistas cristianos no tienen problemas en refutar el debate en que se le compara a los santos cristianos. Sus frecuentes alusiones a una "voz divina" inspiradora en los momentos críticos de su carrera son, quizás, mejor explicados diciendo que son simplemente su manera particular de hablar acerca de los dictados de su conciencia. Esto implica necesariamente una condición patológica de su mente, ni una creencia supersticiosa en la existencia de un "demonio familiar".

Sócrates fue, obre todas las cosas, un reformador. Estaba alarmado por la condición de los asuntos de Atenas, condición de la que estaba, quizás, en lo cierto al atribuírsela a los Sofistas. Ellos enseñaban que no existía una pauta objetiva de lo verdadero y lo falso, que es verdadero lo que parece verdadero y que es falso lo que parece falso. Sócrates consideraba que este escepticismo teórico conducía inevitablemente a una anarquía moral. Si es verdadero lo que parece ser verdadero, entonces es bueno, decía, lo que parece bueno. Hasta este tomo la moral no era enseñada por principios científicamente comprobados, sino por ejemplos, proverbios, y apotegmas. Él emprendió, pues, primero la tarea de determinar las condiciones de la validez universal de los principios morales una ciencia del comportamiento humano. El auto-conocimiento es el punto de partida, porque, él creía, la mayor fuente de la confusión predominante era la falta de reconocimiento de cuán poco sabemos de cualquier cosa, en el verdadero sentido de la palabra conocer. El hombre del estado, el orador, el poeta, piensan que saben mucho de lo que es coraje; porque hablan de él como noble, loable, hermoso, etc. Pero son realmente ignorantes de él hasta que conocen que es, en otras palabras, hasta que no saben su definición. El significado definitivo, pues, para ser relacionado a la máxima "conócete a ti mismo" es "descubrir la magnitud de tu propia ignorancia".

Consecuentemente, el método socrático de enseñanza incluye dos etapas, la negativa y la positiva. En la etapa negativa, Sócrates, acercándose a su futuro discípulo en una actitud de supuesta ignorancia, empezaría a preguntar una pregunta, aparentemente para su propia información. Continuaría con otras preguntas, hasta que su interlocutor se viera obligado a confesar su ignorancia sobre el tema en discusión. Debido a la supuesta deferencia con la que Sócrates pagaba a la superior inteligencia de su discípulo, a esta etapa del método se le conocía como "la ironía de Sócrates". En la etapa positiva del método, una vez que el discípulo ha reconocido su ignorancia, Sócrates procedería a otra serie de preguntas, cada una de las cuales sacarían a la luz alguna fase o aspecto del tema, para que al final las respuestas fueran recopiladas en un informe genera, ese informe, expresaba el concepto del tema, o la definición. El conocimiento por conceptos, o el conocimiento por definición, es el objetivo, pues, del método socrático. El proceso en su totalidad fue llamado "Heurístico", porque era un método para encontrar, y contrariamente al "Erístico", que es el método de contienda, o debate. El conocimiento por conceptos es certero, pensaba Sócrates, y ofrece un fundamento firme para la estructura no sólo del conocimiento teórico, sino también de los principios morales, y la ciencia del comportamiento humano, Sócrates llegó a sostener que todo comportamiento bueno depende del conocimiento, que no sólo la definición de una virtud nos ayuda a adquirirla, sino que la definición de una virtud es una virtud. Un hombre que puede definir justicia es justo, y, en general, el discernimiento teórico de los principios del comportamiento es idéntico a la excelencia moral del comportamiento; sabiduría es virtud. Contrariamente, la ignorancia es un vicio, y nadie puede sabiamente hacer el mal. Estos principios son, por supuesto parcialmente verdaderos. Su formulación, sin embargo, para esa época era de una gran importancia, porque marcaba el principio de un intento por construir sobre principios universales la ciencia del comportamiento humano.

Sócrates dedicó poca atención a las interrogantes de física y cosmología. Incluso no ocultó su desprecio por estas interrogantes cuando las comparaba con interrogantes íntimamente ligadas al hombre, su naturaleza y su destino. Sin embargo, estaba interesado en la interrogante de la existencia de Dios y formulaba una demostración de diseño que fue posteriormente conocida como la "demostración teológica" para la existencia de Dios. "Cualquier cosa que exista para un propósito útil debe ser el producto de una inteligencia" es la mayor premisa de la demostración de Sócrates, y puede decirse que es la mayor premisa, explícita o implícita, de cada demostración teológica formulada desde su tiempo. Sócrates estaba profundamente convencido de la inmortalidad del alma, a pesar de que en su diálogo a sus jueces él discute en contra del miedo a la muerte de tal manera que aparentemente ofrece dos alternativas: "O con la muerte se acaba todo, o es el comienzo de una vida feliz." Su convicción real era que el alma sobrevive y el cuerpo no, a menos que estemos desorientados por nuestras autoridades, Platón y Xenofón. En la ausencia de fuentes primarias Sócrates, aparentemente, nunca escribió nada --nos vemos obligados a confiar en estos escritores y en algunas pocas referencias de Aristóteles en nuestro conocimiento de lo que Sócrates enseñó. La representación gráfica de Sócrates que hace Platón es idealista; sin embargo, cuando lo confrontamos con la visión más práctica de Xenofón con respecto a la enseñanza de Sócrates, el resultado no puede estar muy alejado de la histórica realidad.

WILLIAM TURNER Transcrito por Michael Murphy y Patrick Swain Traducido por Armando Llaza Corrales